martes, 16 de marzo de 2010

Musa por una tarde...


Disfrútalo, me decía Naia mientras se apagaban las luces, esta tarde tú eres la protagonista… me descojonaba recordándolo al llegar a casa de vuelta de ese evento tan esperado… me gustaría que vinieras a ver nuestra pequeña historia, me había dicho el director del corto en un mensaje de texto… sonreí… nunca pensé que una noche de charleta y descubrimientos entre dos treintañeros diera tanto de sí como para hacer un corto… para él, esa noche fue la manera de contar una historia que necesitaba sacarse de dentro como venganza y victoria personal… todavía recuerdo cuando, apenas un par de semanas después de esa larga noche de conversación sentados en un banco de San Bernardo, volví a verle… tengo que contarte una cosa, me susurró al oído en mitad del Pic-Nic, estoy escribiendo un corto de la otra noche… recuerdo que sonreí… mucho, muchísimo… pensando en las cosas curiosas que tiene esta vida… de cómo es mucho más pequeña de lo que pensamos… de cómo personas que no tienen apenas nada en común, de golpe, se encuentran con que comparten una persona que les ha marcado en sus vidas… cómo con esos pequeños encuentros, cada uno puede cerrar sus propios capítulos… matar a sus propios fantasmas demostrando que, con dos pasados distintos en la mano, el puzzle cobra un orden desconocido… así comenzó aquélla noche de hace ahora un año que, esta tarde, ha plantado su semilla en la pantalla de la Academia de Cine… te lo mando para que lo veas, me dijo una madrugada, ya me dirás qué te parece… recuerdo que, delante de una copa, le hice mis comentarios… mis pequeñas críticas de esa “Lluvia” que apareció en mi bandeja de entrada en mitad de una noche de marzo para contarme una historia que compartimos los dos de la manera más ingenua… improvisada entre cigarros, sonrisas, reflexiones y miradas de complicidad… compartida entre copas del Penta más tarde, rompiendo un momento vital que a los dos nos permitió echar a volar y dejar de ser hijos del viento… inoperantes del flirteo, lo etiquetó él con mucho cachondeo, en eso nos hemos convertido los que tenemos treinta… yo prefiero pensar que, simplemente, necesitábamos aprender a plegar las alas y olvidarnos de que éramos pajaritos heridos…

Sentada en esa butaca de cine, vi cómo aquéllas líneas que leí en un Word se habían hecho realidad… cuando comencé a ver las primeras imágenes, sentí nervios… no todos los días una es musa, le decía a Naia con mucho cachondeo… hola Violeta, me había dicho sólo un par de minutos antes el causante de que estuviéramos todos allí con un abrazo enorme… la dosis de Lexatin que se había procurado para paliar el ataque de nervios de su puesta de largo no le permitía ser tan Jaime como es, tan ocurrente como suele… apaga el móvil, le dije en un tono casi maternal siendo consciente de que ni siquiera había reparado en que acababa de sonarle… cuando “Lluvia” llevaba cuatro minutos en la pantalla, comencé a escucharme a mí misma aquélla noche… diciendo grandes verdades de una situación de mi adolescencia que viví…  reconociendo una situación en un personaje que, a pesar de poder parecerse a mí en su esencia, no tenía nada que ver conmigo… recordando una noche de marzo en la que la casualidad o la causalidad quiso que cada uno le pegara un portazo a un pasado con nombre de mujer… para mí, sólo era una historia de colegio… para él, la peor historia de amor frustrado que podía existir… veía llover en la pantalla pensando en cómo esa noche nació algo curioso… una historia que, por fin, tenía cómo contarse… un hilo conductor para desenredar una madeja que para él era más que cine… era un homenaje vital al dolor que le había causado esa mujer a la que había decidido llamar Lluvia… la esencia está, me dijo al terminar la proyección dándome un abrazo… sonreía… como lo vea una que yo me sé, le dije, o mejor que lo vea… sonrió… creo que para él la mejor de las venganzas sería, precisamente, que esa Lluvia asomara la cabeza por sus 15 minutos de metraje…

Salí de la Academia de Cine con esa amiga de una amiga que ya me he metido en el bolsillo del corazón con intención de tomarnos un batido… nos reíamos de esos encuentros clasificados en los archivos de mi vida que ella desconocía, nos descojonábamos de esos momentos “beca” que todos tenemos en la vida… lo hacía delante de un batido de chocolate  y con un extraño gusto en la boca… el que te deja saber que formas parte anónima de algo, el que te deja no acabar de sentirte reflejada en ese personaje… el de saber que, de la manera más inocente de todas, a alguien le impresionó tanto un rato contigo como para contarlo… como para llevarlo a la pantalla… como para liar a un montón de gente en un sueño que tiene perspectivas de crecer más todavía… como para hacerte sonreír al estar allí viviendo algo ya vivido… pensé en lo curiosa que era la inspiración… la creatividad… esa que vive conmigo aunque a veces cuelgue el cartel de “Cerrado por huelga”… sonrío… esta vez no tuve que buscarla, me dije a mí misma con cierto orgullo, esta vez simplemente lo fui… supongo que, sólo por eso, tengo derecho a sonreír con cierta divinidad… aunque sólo sea durante los 15 minutos que dura esa “Lluvia” que comparto pese a no aparecer en los títulos de crédito de una manera especial…  una historia más para mi álbum de cromos…

Aquí os dejo a "Lluvia", escrita y dirigida por Jaime Vaca... mi compañero de aquella noche de hace muchos años y el genial responsable de estos minutos... 



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joperjander potxoli! A mi me gustaría verlo, pero contigo para que me cuchichearas lo que es realidad y lo que es ficción. Así que al final el relato se convirtió en un corto!
Mira tú lo que da de sí unas conversaciones y alguien en común..Por cierto, el mozo ya ha superado a su lluvia??

Lola dijo...

...quiero verrrrlooooo!