lunes, 24 de diciembre de 2007

Fracaso en mi test navideño

¿Ha pasado ya un año? Imposible... pero no: ahí estaba de nuevo el sorteo de la Lotería... un año más, los niños de San Ildefonso pegando berridos para recordarte que no sólo no te ha tocado nada sino que, para colmo, llega la hora de gastar... y lo que es más curioso: aún así, pese a que ni me molesto en comprobar a sabiendas del fracaso mis propios números, vivo el sorteo como si me fuera a tocar el Gordo... debe ser la tradición... la misma que hace de esta ciudad una muy especial... Madrid se viste de bombillas de colores, de muelles luminiscentes... de Dios sabe qué cantidad de luces para meterte en ambiente... si Al Gore viera semajante dispendio, no cumplía años... y, un año más, hice la prueba de siempre: saber cómo estaba la ciudad en la que nací, vivo y amo lo mismo que odio. ¿Y qué mejor manera de saberlo? Subiéndote a un taxi... el señor en cuestión llevaba un Mercedes, nada más y nada menos... y pese al cochazo que le transportaba, iba cómodamente en chándal... era andaluz, rozaba los 60... uno de mis prototipos favoritos de taxista: ese que lleva años y años delante de un volante y que conoce hasta el último rincón de la ciudad... la sóla frase de "¡cómo está Madrid!" fue suficiente para abrir la caja de Pandora... pero, en esta ocasión, su reacción fue inesperada: le quitó hierro al tráfico infernal que acompaña a la ciudad en estos días... le restó importancia a las riadas de gente saliendo y entrando de manera frenética en las tiendas... pareció incluso no importarle el hecho de que la gente, medio histérica medio estresada, se increpara de un coche a otro...
No: para él lo importante era lo bonita que estaba la ciudad... lo "rechula" que habían puesto a la Cibeles en estos días, con todas las plantas nuevas "que lo he visto yo, señorita, cómo estaban ahí los jardineros venga a plantar"... para él lo maravilloso era pensar que "el cabrón del hijo mayor de mi jefa viene a cenar este año, y lo voy a poner fino... pero con mucho cachondeo, que es como hay que discutir en estas fechas"... le parecía una idea genial haberle pedido a los Reyes "un libro de bricolaje, pero de los buenos que te enseñan a hacer cosas... y lo mejor es que, aunque sepa que la jefa me lo va a poner en el zapato, estoy deseandito que sea 6 de enero para abrir el paquete"... que la Castellana estuviera colapsada le traía al fresco mientras me contaba que este año se iba a dejar de "gilipolleces" y a sus nietos les iba a preparar "una buena lasagna del abuelo... porque eso que dicen de que los hombres no cocinan, ya le digo yo que es mentira... que tengo un libro de recetas que ni la Enciclopedia Espasa, sabe señorita?"...
La supuesta señorita, léase yo, fracasó estrepitosamente en su intento de desbancar el aparente espíritu navideño del caballero con el que compartía el atasco camino de las torres de Kio... no había manera, realmente sentía la Navidad... el colofón fue cuando, mientras me cobraba, me soltó muy serio "y usted, a sonreír... fíjese que con el paso de los años uno echa de menos las Navidades pasadas... que todos renegamos de ellas, pero qué bonito es tener a la gente cerca... y olvídese de las compras, del tráfico, de la gente y hasta del Alcalde... que nadie le joda la Navidad".
Así que con mi cara de póker, vencida por el taxista y alucinada ante su positivismo me apeé felicitándole por adelantado el año nuevo... y con la extraña sensación de ser cazador cazado...
¡Feliz Navidad!