lunes, 28 de enero de 2013

Despedidas y distancias...



"Lo que más nos aproxima a una persona es esa despedida, cuando acabamos separándonos, porque el sentimiento y el juicio no quieren ya marchar juntos; y aporreamos con violencia el muro que la naturaleza ha alzado entre ella y nosotros"
Friedrich Nietzsche

Caminaba masticando palabras...
silencios...
digiriéndolas lentamente...
dándome cuenta de que Madrid volvía a ser mi suelo...
recordando una noche de chicos en la que se me admitió como parte...
acariciando una chimenea compartida...
una noche en El Entrego con esos "mucho" que sólo ella dice...
mastiqué dulzura pisando estas sucias calles...
eso que a veces creo que se pierde con el asfalto...
me equivocaba... 
a pesar de los intentos, la cercanía es difícil cuando se busca distancia...
cuando la respuesta no es estar sino desaparecer...
no es posible normalizar algo que no está en tu mano, me digo...
piso Madrid...
mi casa... mi cuna...
mi enemiga...
un refugio dónde echar el ancla y coser las velas...
en el que darle tregua al convulso barco pirata...
tragué lentamente los malos mensajes...
las palabras que se te clavan...
sopesé el egoísmo que descubrí haber esgrimido...
sin comillas...
sin literatura ni dudas...
pegándole un revés a las fechas del calendario...
sabiendo que no hay día 2 sin silencio...
ni muchos otros días con él...
Juan se me coló en la retina a través de la pantalla...
recordándome que, a pesar de los asfaltos, él me espera...
como siempre...
a pesar de los suelos madrileños...
de las malas elecciones...
de las distancias elegidas e impuestas...
paseo...
camino en esta mañana fría entre recados...
entre listas de la compra...
revolviendo recuerdos...
sensaciones...
sentimientos...
y sonrisas caninas que me recuerdan que, a pesar de muchas cosas, he elegido el camino que quiero caminar...
la distancia no existe, me digo...
la distancia la marcamos los seres humanos...
a veces por necesidad, otras por circunstancias...
supongo que, porque desentrañar a qué saben me cuesta, nunca me han gustado las despedidas...


Foto | facimadevilla

miércoles, 23 de enero de 2013

Gonzalo, el de Horcadas...




"La sonrisa es una verdadera fuerza vital, la única capaz de mover lo inconmovible"
Orison Swett Marden 



Hace sólo unos días, entendí el motivo de su ausencia... de esa que, rigurosamente cada tarde, formaba parte del paisaje de la carretera... tradición o costumbre, no sé definirlo... son, con el nombre que sea, las que hacen de ese lugar del mundo algo especial... Gonzalo no está, dije extrañada preocupándome por si le había sucedido algo... era inevitable echarle de menos... cada tarde desde hace años, subía a la entrada de ese pueblo que forma parte de su nombre... a veces se apoyaba con su tacataca en el quitamiedos, desde que construyeron la parada del autobús se ponía a cubierto allí... Gonzalo el de Horcadas, así era como todos conocíamos a aquél hombre que recuerdo viejo desde siempre y que encontraba en todas las fiestas... el que, año tras año, aparecía en las madrugadas... con su eterna sonrisa, con sus manos cada vez más agarrotadas... era uno de esos personajes que esperabas encontrar año tras año y siempre de madrugada... una auténtica inyección de buen rollo, siempre encantado de volver a verte... sonriéndote y bailando contigo como si hubiera esperado desde el verano pasado para hacerlo...

Gonzalo no está, dije al llegar a casa de mis padres, últimamente cuando paso no está nunca... su ausencia era algo que me generaba una mezcla entre sorpresa y tristeza... era una auténtica rareza su falta en aquélla curva de la carretera... aunque hiciera frío o, últimamente desde que tenía techo, lloviera... resultaba raro pasar sin cumplir el ritual que, coche tras coche, se realizaba al pasar por Horcadas... un rito que comenzaba con un "ahí está Gonzalo" acompañado de una sonrisa, continuaba en pegarle una sonora pitada y acababa con otra dosis de buen rollo casi parecida a encontrarlo de madrugada... con cada pitido, Gonzalo siempre levantaba la mano y sonreía... sonreía como lo hacía cuando no se perdía una orquesta de cualquiera de las verbenas de aquélla montaña... con esa candidez absoluta que tiene, con ese cariño que desprende su sonrisa... la dulzura de un abuelo que yo recuerdo desde siempre como abuelo... recuerdo el primer verano que vino a una fiesta con tacatá... también recuerdo el primer verano que dejamos de verle por la noche... 

Mi hermana me sacó de mis dudas mandándome una foto de El Diario de León... un homenaje por repartir sonrisas, decía el titular... y me emocioné... ese "Gonzalo, el de Horcadas" tenía su propia página en el periódico... por su ternura, con esa capacidad de conmover que supone encontrarse con una persona buena de verdad... por esa nobleza de alma de joven a pesar de ser viejo... por ser un personaje al que, incluso, se le ha creado un grupo en Facebook... un hombre que ahora regala sonrisas en la residencia de mayores en la que está... un hombre feliz en su curva de Horcadas tapado con una manta, feliz en una fiesta rodeado de gente joven... feliz en cualquier parte... capaz de contagiarte de esa felicidad inocente con sus sonrisas... Gonzalo se nos ha hecho mayor sonriendo... aunque siempre le conocí viejo, ahora es mayor de verdad... eso fue lo primero que pensé cuando leí que había estado muy enfermo... que ya no podía vivir en Horcadas, que a partir de ahora no podríamos pitarle para verle sonreír... 

Hay seres que deberían ser eternos por dar tanto a cambio de muy poco... Gonzalo debería serlo porque ha logrado que recordarle sea sonreír aunque ya no esté dónde siempre... 

Foto | Horcadiellos por el mundo