sábado, 29 de enero de 2011

Aviones de papel



Pliego un folio de recuerdos… doblado con sumo mimo…
acariciando el papel, sus extremos…
atrapando fantasmas en una de las solapas…
sembrando margaritas secas en otra…
pegándole un par de sonrisas en una de las alas…
un cigarro a medias en el alerón trasero…
lo hago despegar en un cielo de nubes rosas…
con temperatura de invierno…
una suave brisa que huele a nieve…
a frío… a mucho frío…
veo cómo se pierde ese avión…
en mitad de un atardecer que se hace oscuridad…
en el silencio más absoluto…

Busco una hoja de sueños para hacer un segundo avión…
paso las yemas sobre el papel sintiéndolo…
doblando una noche que ya lo es…
haciéndole un ala con miedos…
con pequeñas bolas de cascabeles mudos…
con suspiros guardados…
doblo el otro ala con distancias sentidas…
con otras reales…
con pocos soles, con muchas lunas…
pintándole los mil ojos que tiene una noche…
lo lanzo al aire viendo cómo se pierde en la oscuridad…
bombardeándolo con lluvia…
tan sólo gotas decisivas…

Comienzo a plegar una tercera página…
un tercer avión de papel que lanzar al vacío…
uno que abandonar al curso del viento…
le sello un ala, plegándola con cuidado…
haciendo coincidir el papel perfectamente…
cortándome la yema del dedo…
vi salir una gota de sangre…
mojar el papel…
rompiendo el inmaculado blanco…
miro el ala…
un avión de papel que sólo es avión a medias…
uno que no se perderá en la noche…
que no saltará al vacío…

martes, 25 de enero de 2011

Ranas, Malasaña y República...

Hemos decidido que es el cumpleaños de las ranas, me dijo Pons con mucho cachondeo… me reí mirando aquél batracio que ya cumplía un año y que, hasta ese momento, no conocía… era lo más parecido a una figurita, rabiosamente amarilla sobre una húmeda piel negra… la seguía mirando pensando en el eufemismo tan simpático… mi amiga se compró esas ranas argumentando que era un homenaje a todos los hombres que han pasado por su vida… estas al menos, decía con mucho cachondeo, siempre serán ranas… esa noche que, supuestamente, homenajeábamos a esas ranas estábamos poniéndole algodones a una amiga de ella… a una que había descubierto el dolor del engaño, el olor de esa traición tan terrible que sé a qué huele… sonrío pensándolo… me senté con dos amigas y dos amigas de mis amigas a compartir una noche… a no hablar de eso que una vivía, el motivo de ese rescate de mujeres de un viernes por la noche… compartimos conversación, nos reímos… unas horas después, volvía a estar en casa… con una sensación muy agradable en el cuerpo, con una pulsera traída de Sudáfrica en la muñeca…

Una tostada fue el principio de una mañana de sábado… recuperando viejas tradiciones, recordaba mientras iba de camino a un encuentro con mi prima… no había más lugar que esa plaza del 2 de Mayo, una fría mañana de sol… una para sentarse a repasar la vida con un café… para no hablar de nada en particular y hacerlo de todo a la vez… sentadas en ese tan codiciado sofá del café Mahón, hablando de un viaje a Lanzarote… miramos de lado el ecléptico mercadilllo en el que recordé el día que compré un vinilo de Tino Casal… caminamos juntas para visitar ese espacio Pozas de la Cruz Roja que ella no conocía, uno donde yo ya había estado varias veces… lo descubrí con ella de nuevo, subiendo a esa azotea que es terraza y desde la que se ven los tejados de Madrid… tejados, pensé, era lo que más recordaba de aquél lugar… nos perdimos por las callejuelas de Malasaña desandando el camino… mirando ropa en una tienda de jóvenes diseñadores, tocando todas esas cosas que alguien fue capaz de imaginar… no creas en lo que leas en las pegatinas, rezaba un post-it con forma de corazón pegado en la ventanilla de un coche... es divertido tener algo sorprendente, había escrito otra letra a continuación… nos despedimos dándonos un abrazo en la esquina de esa Manuela en la que casi siempre nos vemos… en la misma calle, pensaba de vuelta a casa, siempre la misma…

Con la voz de la rubia por fin en los tímpanos, me tocó resumirle muchos capítulos en poco tiempo… ha venido Iñigo a Madrid, compartí con ella sabiendo que se alegraba… hablamos de simplicidades, de complicaciones… hablábamos después de mucho tiempo sin hacerlo, después de mucho sin una blonde session de las nuestras… fue breve, nos quedaron capítulos en el tintero… análisis compartidos que oscilan de temas de curro a un corte de pelo… Iñigo me esperaba en ese Pata Negra que era nuestra religión de cada semana… el mismo ritual siempre, los mismos periódicos… el mismo desayuno, el segundo café… uno primero en silencio, otro segundo compartido… sonreí… reencontrarle fue romper la norma de no hablar durante el primero, la hora no era la misma… el silencio del despertar no era comparable con esa tarde… nos abrazamos como hacemos siempre, empezamos a dispararnos mutuamente nuestras vidas… poniéndonos al día más allá de los titulares compartidos por teléfono… viéndonos las caras, riéndonos como hacemos siempre que estamos juntos… sumándole a nuestra pequeña República más fotos, unas compartidas esta vez con su novia… tienes llaves de casa, le había preguntado la noche anterior cuando me llamó para decirme que venía… nunca salgo de Orense sin ellas, me confesó, nunca se sabe… cuando nos abrazamos en el portal, volví a tener esa sensación… esa de sentirme a gusto, de echar de menos tenerle cerca… volveré, me dijo con mucho cachondeo, siempre vuelvo…

lunes, 24 de enero de 2011

Cuestión de oficio



Una prensa libre puede ser buena o mala pero, sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala
Albert Camus




Hoy me he parado a pensar en esta peculiar profesión mía… es el día de “nuestro patrón” y, por algún motivo que desconozco, a muchos colegas es una fecha que no se les escapa… mi mundo azul –ese fatídico y mágico Facebook- me lo ha demostrado… diez motivos por los que somos periodistas, leí como enlace a un blog que ponía sobre la mesa algunos aspectos singulares de nuestra profesión… entendemos la información como un derecho, consideramos andar un camino que nos lleva hacia la libertad porque así nos hace la información…  sonrío… ese post hablaba de las sobredosis de cafeína, de los sueldos poco generosos… y de una recomendación que todos los que nos llamamos periodistas obviamos el día que decidimos ser consecuentes con esas ganas de contar o de saber… no hacerle ni puto caso a nuestros padres… sólo hay dos carreras que no me gustaría que estudiaras porque te morirías de hambre, me dijo a mis 16 años como comentario inocente mi padre, Periodismo o Arte Dramático… me río aunque entonces me asusté, tuve miedo escénico a la decepción supongo… ese comentario llegó justo en el momento en el que yo había colgado mis propias zapatillas de estudiar Medicina… una renuncia, la de pasarme a Letras, que sólo tenía una alternativa para esa desazón de no poder ser lo que quería, de no poder llevar bata… de no poder salvar vidas… lo único que se me ocurría relativamente similar era ser periodista…

Diez años más tarde de poder ser formalmente llamada Periodista, me he parado a pensar en este oficio… en esta profesión tan peculiar que sirve para tantas cosas y para ninguna a la vez… un oficio que tiene mucho de lucha de trincheras… de compañerismo y de traición… pequeñas dosis de humanidad, una sobredosis de miedo para algunos… me río… recuerdo mi salida de Venezuela como el día que más orgullosa estuve jamás de ser periodista… cuando aquélla mujer del control de inmigración marcó en mi ficha de salida con un rotulador un “Periodista” que resultaba amenazador siendo solo un garabato… recuerdo cómo colocó mi ficha en un montón distinto, cuánto le molestó mi profesión… sonrío de una manera canalla… pero cómo se te ocurre poner que eres periodista, he escuchado decir muchas veces… me río… realmente, lo hice a propósito con la única intención de desafiar… de dignificar eso que soy más que como una profesión como una auténtica manera de vivir…

Sufrimos un oficio que tiene tanto de seducción como de corazón roto, lo disfrutamos como si no supiéramos hacer nada más en esta vida que ser periodistas… lo sentimos a veces como una droga, otras como una condena… admiro a quiénes todavía tratáis de dignificar este oficio, me decía una amiga en ese muro que no existe… suspiro… lo curioso realmente es que lo hagamos, pensé al leerlo… lo hice pensando en todos esos que dicen ser lo mismo que nosotros por el sólo hecho –que no derecho- de haber mantenido una relación con determinada persona o haber estado en la casa de Gran Hermano… lo pensé con esa mirada despectiva –lo reconozco- que me suponen esos personajes que dicen serlo cuando yo más bien les calificaría de advenedizos y cotillas poco elegantes… lo pensé pensando en ese periodismo de verdad que yo he vivido, sufrido y compartido… en esas largas noches de redacción cuando algo sucede fuera de guión, en todos los nervios de los cierres de edición o de las fechas de entrega… en todas esas horas de leer y leer para poder escribir… lo pensé cuestionando ese constante afán que tenemos por contar, por saber… por conocer… por rebelarnos muchas veces en contra de lo que se imponga por norma, por llevarle la contraria a lo que supuestamente tiene que ser…

Somos encantadores de las palabras… regalamos sensaciones, transmitimos historias… las contamos… a veces, las manipulamos… en ocasiones, incluso sufrimos las consecuencias de lo que decimos… lo hacemos con palabras, con la voz… con imágenes… tenemos un pequeño afán exhibicionista que compruebo cuando, todavía hoy, descubro que me hace ilusión ver mi nombre en algún artículo… cuando, a veces todavía, me doy cuenta de que siento el mismo orgullo curiosamente pueril e inocente que la primera vez que firmé algo en un medio de verdad cuando veo publicado algo que he escrito y que considero que me gusta… reconozco que a pesar de todo, me sigo poniendo colorada cuando alguien me dice un “qué bien escribes” o halaga alguna cosa que haya salido de mis manos… cuando compruebo que, a pesar de todo lo que haya podido escribir, mis padres continúan leyéndolo como si no lo hubieran hecho nunca... aunque no les interesen las infraestructuras, aunque les parezca tontísimo escribir sobre turrones… aunque a mi padre se le caiga la cara de vergüenza leer qué escribo sobre bolas chinas... sonrío… esto lo ha escrito mi hija, le dijo una vez mi padre al tipo del bar donde me leía… curioso cómo ha cambiado el cuento a pesar de las circunstancias, pienso para mí recordando esa conversación de cocina, una década más tarde…

Formamos una extraña tribu que sufre la falta de respeto que supone que no te contesten a lo que preguntas en una rueda de prensa… somos los ases de las preguntas incómodas, los represaliados de eso que alguien considera que no se puede contar… magos de las sensaciones y mentalistas de las opiniones, putas muchas veces de quiénes nos pagan aunque no compartamos ni su hacer ni su ideología… muchos se guardan la ética en un cajón para hacer caja, es cierto… muchos se venden al poder y a lo que supone, también es cierto… pero todavía hay colegas que solamente quieren decir, que únicamente quieren contar… con el beneplácito de los demás o sin él… con la palmada en la espalda o la carta de despido sobre la mesa… todavía hay compañeros que se juegan la vida por el sólo hecho de llevar una cámara de fotos colgada del cuello, todavía los hay que solamente escriben lo que quieren aunque resulte poco rentable… todavía los hay que tienen escrúpulos, oficio, decencia y estómago… caballeros y damas de una profesión a la que se le besa tanto como se le escupe... que creen como si se tratara de una religión que, a golpe de palabra, es posible cambiar las cosas… sonará a romanticismo, no digo que no… pero, quizás porque creo en ese extraño dios que conocí en un aula de Ciencias de la Información, sigo haciendo lo único que sé hacer…

A qué te dedicas, me preguntan a veces… soy periodista, contesto... una decena de letras a las que siempre les precede el verbo ser conjugado… ser, pienso muchas veces cuando contesto dándome cuenta de todo lo que implica un verbo de apenas tres letras que significa tantas cosas, lo soy...

sábado, 22 de enero de 2011

Tablero de damas

Sentada en un lugar privilegiado y casi ajeno al mundo, observo… sólo miro como lo hace un búho, con los ojos muy abiertos… mirando desde lejos ese extraño submundo que supone un juego peculiar… el que sucede dentro de cuatro paredes que, para algunos, es la prolongación de su casa… quizás ellos no lo sepan, pero son marionetas de un peculiar tablero sobre el que todo sucede… movimientos estudiados a pesar de que cada paso parezca ser fortuito… miro desde esa perspectiva absoluta que te dan dos Voll Dams bien frías… dos servidas en una mesa en la que me siento sola y desde la que miro una noche que sucede a mi alrededor como si se tratara de una película… el dulce de leche, sisea un francófono en castellano… sonrío…

Las primeras fichas comienzan a moverse… se acercan a la barra, miran alrededor… van vestidas dentro de pantalones ajustados, de camisetas algo escotadas… observan a su alrededor como yo lo hago… me doy cuenta rápido, son putas buscando clientes… piden una infusión, charlan tranquilamente… una ficha roja cambia su posición, un hombre las mira al entrar… primero con reservas, después con algo más de descaro… manteniendo una distancia que sólo rompe cuando las mira, con esa curiosidad que está a caballo entre el deseo y la duda… una pareja se toma una cerveza en la esquina de la barra… se sonríen coquetos, a veces se besan… sonrío… suspiro… pecaré de pueril pero a veces todavía sonrío cuando veo besarse a una pareja… suena Michael Jackson, las fichas no cambian apenas su posición… como si el siguiente movimiento diera respeto, como si temiéramos pisar esa casilla… de pronto, me da la sensación de que hay menos luz… un hombre con un parche en un ojo habla sólo mientras bebe cerveza tras cerveza… él sólo se ríe, el sólo se contesta… observo alucinada que se lo está pasando bien, realmente muy bien… y me llama la atención pensar que lo está haciendo con la solo compañía de sí mismo… sonrío…

La noche se pone más canalla con cada ficha movida… por primera vez, soy yo la ficha que se mueve… hueles bien, me dice un crío que se pone al lado de mí en la barra… en lo que a mí me ponían un cubata, ya estaba invitándome a ir a otro bar con él… sonrío… descubrí en ese momento que prefería volver a mi mesa lo antes posible a seguir observando ese juego en blanco y negro en el que, de golpe, había participado… una mujer entra para sentarse en la barra al lado de un hombre de mirada a veces perdida, a veces nerviosa… enseña mucho escote, disimula el aburrimiento… sonríe cuando tiene que hacerlo… sonrío… está entrenada, pienso para mí con cierto sarcasmo… un cubano que no para de sonreír entra con un chino como acompañante… se sientan en la barra… el cubano quiere cerveza, el chino café… mientras el latino no para de charlar con todo lo que le rodea, el oriental sólo se dedica a mandar mensajes con el móvil… absorto en él, ajeno a lo de alrededor… los miro con curiosidad… vienen juntos pero cada uno está en su mundo… a veces el cubano le habla con ese acento tan suyo, el chino le contesta en su peculiar español… los dos se ríen, el chino sigue mandando mensajes… el cubano hablando con todo el mundo… ellos se entienden, descubro anonadada, extraña pareja… un hombre alto y nervioso se sienta al lado del cubano… una ficha más se mueve sobre el tablero…

Para cuando REM me invade con ese “Losing my religion” que tanto me gusta, comienzo a notar sueño… es madrugada, un grupo de amigos comparte reencuentro delante de unas copas… la partida llega a su fin, quedan pocas fichas sobre el tablero… las que permanecen, están ancladas a la barra como punto de apoyo… contando penas, riendo sin parar…  extraño mundo este de la noche, pienso para mí… todo empieza parecido, todo termina igual… con las fichas fuera del tablero… las de un color a un lado, las del otro al opuesto… dispuestas a volver a jugar, a repetir las estrategias… los movimientos… sonrío…

Quizás crea que me escapo del juego… pero, probablemente incluso observando desde lejos, también soy una ficha más… una que se mueve por un tablero generando un cambio de casilla, provocando otro de las fichas contrarias… sonrío… la luz se apaga, se hace el silencio… fin de la partida…
 
Ahí va ese regalito que, al menos, a mí me lo parece...


viernes, 21 de enero de 2011

Sopa fría...

Saboreo un cubata improvisado con una botellita de esas minúsculas de Bombay y un pedazo de pomelo… este viernes ya es sábado y la noche madrugada… una luna llena es lo único que brilla en este faro mío desde el que miro el mundo… el frío ha vuelto para recordarnos que es invierno, que todavía queda a pesar de los increíbles de sol… rebobino esos días para darme cuenta de que he sido incapaz de contarlos con la punta de los dedos, de cocinarlos para esta receta que se ha quedado tan fría como esta noche…  siento un escalofrío… uno que tiene una parte de placer y otra de dolor…  de disfrute personal y egoismo, de exhibicionismo contándolo… no sé explicar qué es lo que me pasa… sólo sé decir que el barco pirata lidia con una extraña marejada de brisa cálida… llevas sin escribir desde el 7 de diciembre, he escuchado decir a ese compañero de piso que construyó conmigo esta República… respiro hondo… le he confesado algo que, hasta ahora, hasta a mí me costaba reconocer… estoy bloqueada, he dicho con una honestidad brutal… quizás sólo necesitaba arrancar, me digo… o, quizás, prefiero guardarme momentos y épocas sólo para mí…

Miro cómo se consume una vela mientras ese “stop the clocks for you and me” me resuena en las meninges… ese “tú y yo” de golpe me supone una ecuación matemática imposible de despejar… respiro hondo… te siento muy tranquila, me dijo ese maremoto que puse en mi vida con una oposición y se ha quedado a vivir… lo estoy, le contesté, que salga el sol por dónde quiera… me miro las velas y me doy cuenta de que llevan unas cuantas travesías recorridas… unas en las que sonreí, dudé… sentí, respiré… compartí, me dolió… una extraña mezcla de cuadernos de bitácora que, de golpe, parecen un auténtico álbum de fotos que no sé si quiero contar… vivir un impar, me dije un día 1 de enero mientras iba al encuentro de una primera noche de año a falta de poder compartir la última… una que olía a complicidades y silencio… parece que ha pasado un mundo desde ese momento… desde el de volar sobre mi propia historia y a pesar de ella… desde el de sentir aullidos, suspiros, silencios, maullidos y hasta ladridos… ahora, sólo suena el silencio y esa parada de relojes que suena en mis tímpanos…

Vuelvo a sentir frío de nuevo mientras reviso esas fotos que no supe contar con palabras… esas que tienen familia, cariño… desconocidos que se hicieron conocidos… música en un Nunca Jamás que fue patria durante un rato, calma entre flores que no planté yo… es curioso este mundo de los sentimientos, me digo mientras cierro en mi mente la tapa de una caja lejana a mí… quizás sea hora de dormir, me digo notando cómo me pesan los párpados… el mundo comienza a levantarse en lo que yo me acuesto, pienso viendo cómo se encienden las ventanas de este faro desde el que miro el mundo… siempre a contracorriente, me río para mí, siempre de noche…  


Esa parada de relojes...