jueves, 29 de octubre de 2009

Conocidos desconocidos

Miro la llama de una vela que estreno, una regalada por mi cumpleaños…me gusta su luz en esta semi oscuridad…
Suena Bebe…
Ella canta como tú escribes, me dijeron hace poco… en mitad de la noche…
Sonrío…
Touchée
...
Creo que es de las cosas más bonitas que me han dicho…
He visto pasar una luna creciente por la ventana…
La pregunta llegó tarde… sonrío… ya lo había hecho…
No hay noche que no lo haga, pensé, pero eso no significa que lo sepas…
Respiro… hondo, muy hondo…
Prohibido dejar de sonreír… con una sonrisa de medio lado…
Me río…
Una montaña de palabras en mitad del silencio…
A través de un mundo que no existe, de una isla en mitad de ninguna parte…
Tecleo… vacilo…
Miro a través de la ventana…
Me río...
Midiendo el desconcierto… la inquietud…
Saboreándolos…
Pesando los secretos en mi propia báscula…
Soy de cristal y no sé cómo se hace para dejar de serlo…
Ronroneo como lo hace Golfo cuando está a gusto…
Como cuando le acaricio detrás de las orejas y me mira fíjamente...
Mezclando una enorme coctelera de emociones…
Más para el álbum…
Extraño mundo este para el que no encuentro etiqueta en mi cajón…
Ese que propone cenar palomitas… que habla de música… que tan sólo puede escribir puntos suspensivos…
Compartiendo teorías de gorilas y gatas… silencios…

Sintonías en una misma frecuencia...
Suspiro…
Olores que no conozco...
Desconociendo... conociendo...
Con una caja de conocidos desconocidos...
La vida a veces tiene episodios peculiares… expedientes X de esos que también colecciono…
Quizás sea la magia de las cosas… esa que existe para todo lo increíble de esta vida…
Fumo en esta casi oscuridad…
Bebe sigue sonando…
Maúllo…
Sal y limón…
Me cortocircuito en recuerdos e intuiciones…
En una radiografía que cada vez tiene más nitidez…
Escribo... espero... leo...
Sonrío...
Preguntas directas… momentos de kamikaze auténtico…
Esto de vivir resulta tan sorprendente como divertido… tiene esos chispazos…
Respiro…
Jugando a gatos y ratones en un curioso laberinto…
Haciéndolo sin red…

lunes, 26 de octubre de 2009

Mi entrada en los "treinta"

He cumplido esos treinta de una manera completamente distinta… en Barcelona, con parte de mi gente de manera física… con un viaje de piradas, un “feliz Vueling” a las siete de la mañana… paseando por el Gótico con mi prima tan temprano que casi no había nadie, recordando un viaje de cuando éramos crías, de unos días juntas por su ciudad… disfruté de esa sensación de paz caminando por las calles vacías… de una manera increíble, con una intensidad egoístamente personal… tengo un enorme álbum de recuerdos increíble de esa ciudad, quizás por eso me gusta tanto desde pequeña… volver me recuerda que no me importaría vivir en ella… desayuné hasta tres veces en una mañana… volví a ese bosque de las hadas que me fascina, descubrí que su otra mitad es un universo de papiroflexia… me pateé esas Ramblas que siempre me gusta recorrer… las subía pensando en la locura… en esa que comenzó una tarde con Pons, mi inseparable escudera… pensando en ese cumpleaños al que había arrastrado a mis amigos… ese que rompía con todo lo que había hecho hasta entonces… una manera distinta de entrar en mi treintena… una sonreída manera de hacerlo… me tumbé al sol en un banco de la plaza de la Universidad, mientras esperábamos para comer a parte de esa panda de familia elegida que decidió acompañarme en ese tránsito que ahora me resulta un chiste… después de una sesión de tiendas en busca de los zapatos perdidos de la rubia… con Naia como adalid de la talla 42… nos sentamos a comer mientras Pons encontraba su alma gemela botánica en una pareja de amigos… pidiendo sin saber qué pedíamos en un Frankfurt de cerca de Plaza Cataluña, con el cachondeo del camarero porque yo sólo dije un “yo lo mismo que ellas” cuando ellas –Pons y Naia- habían pedido dos cosas distintas… con mis primeros regalos, con la vergüenza que me dan ese tipo de momentos… con esas extrañas conversaciones con un amigo con el que sufro siempre el síndrome de la risa floja cuando me suelta su tan particular “tú quién eres”…

Entré en mis treinta después de una tarde acelerada en busca de zapaterías fantasma… una tarde en la que opté por acompañar a la rubia y a mi prima poniendo a prueba mi propia resistencia física… del viernes al sábado, sólo dormí dos horas… y en vez de descansar, opté por dejarme llevar por ese rato de tiendas sin siquiera aparcar el coche de Miriam… he descubierto, que con 20 o con 30, sigo retándome a mí misma para mantener esa fama de incansable que tengo… tuve, cómo no, mi mano a mano particular con la rubia… en la acera de enfrente del hostal… yo con mi octavo café del día, ella con una coca-cola… una luna creciente en el cielo se colgó para acabar con un precioso día de sol mediterráneo… me vestí a toda velocidad en un hostal que sólo se parecía a lo que habíamos visto por Internet por los cabeceros de la cama… compartiendo un rato de confesiones -mientras trataba de maquillarme con un pulso digno de un ladrón de panderetas de tanto café- con mi escudera particular y la que después se convertiría en Little Madonna… distinguiendo situaciones… articulando sonrisas…

Entré en mis treinta después de coger un taxi porque llegábamos tarde a nuestro encuentro con el resto de la trouppe… con un taxista que estaba loco por charlar con alguien… uno que lo mismo comentaba de Gran Hermano y de Mercedes Milá, que nos contaba que él jugaba al fútbol o que decía sin pudor alguno que está casado con una catalana “muy catalana”… le acompañé en el asiento delantero mientras íbamos hacia Hospitalet, disfrutando en primer plano de Barcelona de noche y en coche… llegamos al lugar fijado para la cena que mi primo Txema, timing en mano, había organizado… un lugar en el que hablábamos, nos reíamos, comentábamos mientras cenábamos antes de ir al concierto… después de contestar dos veces que no quería postre, entendí por qué había quien estaba insistiendo en cebarme… se apagó la luz, me cantaron cumpleaños feliz, la camarera apareció con dos velas… un 3 y un 0… me quise meter debajo de la mesa de la vergüenza… ahora me río… no tengo ninguna para muchas cosas, pero cuando soy el centro de atención la tengo toda… aún estando entre mi gente… las soplé… me regalaron un enorme tablero de parchís que es una tarjeta de crédito para que me compre lo que me apetezca… me he comprometido a grabarlo para que puedan ver la cara de la dependienta cuando despliegue esos 15x10 centímetros que mide y que, pese a todo, son dinero de plástico…

Entré en esa treintena bendita en un lugar llamado “Sala Salamandra”… iba a entrar en mi treintena escuchando a esa gente que ha sido mi banda sonora original de este año 29 de mi vida… esa gente que identifico con un viaje a Palos con Pons, con muchas tardes de conversaciones… con ese RIFI construido gracias a Iñigo y esos seis meses de compañeros de piso que fuimos, esa amistad tan increíble que surgió entre nosotros… esa música es Colombia, mi tía Adelia y ese mundo que ella lidera… la que escuché cada día cuando estuve allá, cada día que, todo lo que implica ese país, le dio cuerda a mi reloj y le puso un montón de tiritas a mi alma… un empujón de mis padres para sacarme del extraño mundo en el que había vivido… a veces me pregunto cómo sería este mismo día si eso no hubiera pasado… si no me hubiera subido a ese avión con ese Lagarto Amarillo en mi iPhone –puto iPhone-… esa misma música me acompañó cuando descubrí a mi peculiar tribu, a ese mundo de músicos que vive al otro lado del océano y que me regaló tantas cosas sin ser consciente… al que tengo a este lado con mi bomba particular… a unas tardes por Lisboa, a las sonrisas y las lágrimas… es curioso… inventarié mis recuerdos, esos que identifico tanto con esa música, cuando empezó el concierto…

Entré en mis treinta escuchándoles cantar “ahora lo veo distinto”… con el abrazo de otra treintañera, de esa que tanto empeño le puso a que mi cumpleaños siguiera esa frase de Lagarto… con una charla en una terraza de Hospitalet entre amigos… con esa sensación de verlos a todos allí porque yo cumplía años… aguantando la música infernal de la sala –para más INRI, para no fumadores- a la que fuimos a parar… con mi primo Txema y Naia proponiendo asaltar la cabina del DJ y poco más que matarlo… aguantaron estoicamente, todos ellos… habían decidido acompañarme de verdad… entré en mis treinta batiéndonos en retirada a las casi cinco de la mañana… después de una conversación absurda con Jordi en la que ni yo le entendía a él ni él a mí pero no podíamos parar de reír… después de una despedida rápida en la puerta del metro, de volver al hostal escorándome hacia la derecha… de soltar una carcajada en mitad del silencio más sepulcral… después de sonreír a un mensaje no leído en la BlackBerry hasta ese momento, pero esperado…

Entré en mis treinta de la mejor manera que podía hacerlo… sintiendo calorcito en el alma… con un mensaje de mi madre que empezaba diciendo “gatito lindo”… con otro de mi hermana que hizo que se me saltaran las lágrimas… con uno de mi prima, de mi pequeña Juana de Arco… riéndome… disfrutando de un espacio, de una ciudad que me fascina… disfrutando del cariño de los amigos… de una rubia que está encantada de que en el cielo no existan distancias y que estuvo por última vez en Barcelona conmigo en mi otra vida… una que vi feliz –pese a no encontrar sus ansiados zapatos- por verme a mí feliz… de una amiga de una amiga que, sin gustarle Madonna, se ha quedado con ese nombre… una que me he guardado en el bolsillo de los amigos ya hace tiempo… de esa amiga que no sólo apostó por esta locura sino que además siempre apuesta por todas… esa que durante ese 29 año de mi vida me ha rodeado de flores, surrealismos varios y muchísimo cariño… entré en mis treinta acompañada de mi prima, esa que siempre me alegro de ver y que tiene esos momentos tan Mimi suyos… esa con la que hemos quedado en repetir un encuentro para primeros del próximo año, con la ilusión por volver a vernos… lo hice con ese amigo que persigue dragones y quiere disfrazarse de perro, con ese cariño casi fraternal que siento por él aunque siempre que me vea se dedique a charlar conmigo mientras me tira del pellejo de los codos… ese punto terriblemente Ally McBeal me preocupa, pero forma parte de su encanto… entré en mi tercera década con otro amigo de un amigo que llevo hace años en el bolsillo… con ese pirado de las plantas que forma parte de un comando similar al “Gnomo de jardín” mío pero en versión Barcelona… a su compañera de la vida, esa que me gusta tanto pese a haberla visto físicamente sólo dos veces… la que tuvo una frase única para felicitarme por mi cumpleaños y a la que sólo pude contestarle el gracias más sincero que he dicho nunca… cumplí treinta con mi primo y su mundo, con su cuadricule binario y sus momentos mágicos en los que decide ponerse a cantar “Campanera”… con lo mucho que me gusta abrazarle por la calle…

Entré en mis treinta rodeada de cariño… de calor… de una parte de mi familia elegida físicamente conmigo… de otra parte desde la distancia… de sorpresas en la madrugada de la pantalla de mi teléfono… lo hice con una sonrisa en la cara… interminable… constante… lo reconozco, estaba feliz… entré en mis treinta feliz… no puede haber mejor augurio…


lunes, 19 de octubre de 2009

360º

Inspiro…
Un día menos… tal vez un día más…
Recuento de manera mental los últimos… casi 360, tan sólo cinco para un año…
Muchos para recordar… muchos para no olvidar…
Expiro…
360 días… me río… matemática… un giro completo medido en grados…
Mismo punto de partida… distinto final…
Repaso aquéllas cosas que lo han formado… cada uno de sus grados…
Muescas en una pared… una marca más, centímetro a centímetro…
Una raya más para una cebra, como me dijo mi bomba…
Sonrío…
Muchos días, muchas cosas… demasiadas para tratar de contarlas…
Me perdí… quien sabe si porque así tenía que ser…
Para encontrar, quizás… para encontrarme a mí…
Para vivir en medio de la muerte… para morir en mitad de la vida…
Divago…
Sigo el vuelo de una mosca por la habitación…
Me abrigué de tiempo y de preguntas…
Me vestí con momentos de lucidez absoluta…
Viajes… momentos… palabras, muchas palabras…
Mil sonrisas más…
Río…
Mucha literatura… demasiada psicología…
Y escribiendo… siempre escribiendo… en esta extraña sopa o en el cuaderno que siempre me acompaña…
Emociones… sensaciones… realidades…
Siento frío…
Noto este otoño que de pronto ha llegado… pese a los días de sol…
Me deslizo en mi hábitat natural… la noche… esa que me sube las persianas de la mente y las del alma…
Respiro…
Sumo las experiencias… resto las pupas… multiplico las historias… divido cicatrices…
Me sumerjo… buceando dentro de este enorme ovillo enredado…
360 días, casi un año…
Coleccionando emociones… rellenando el álbum completo de cromos…
Crezco…
Dosifico los recuerdos… me emborracho de segundos, de vivencias…
Descosí las preguntas para sentir menos peso… me cosí las verdades…
Recolecté cariño… mucho cariño que quizás nunca pueda corresponder…
Menguo…
Recogiendo los trocitos del puzzle… empezando uno distinto…
Compartiendo tantas cosas… descubriendo el significado de tantos verbos…
Me até al calendario de mis días… a uno propio que tan sólo me pertenece a mí…
Maúllo…
Al recuento de un año… el que era mío sin saberlo pese a la advertencia…
Precocinando lo que tenga que pasar… calentando a fuego lento cada nuevo paso…
Desempaquetando regalos pendientes de abrir… creando un mismo espacio completamente distinto…
Suspiro…
Todo es exactamente distinto…
Mismo comienzo... distinto final...

domingo, 18 de octubre de 2009

Amar en tiempos de sábado

Mirando por la ventana, decidí darme una tregua… latinear desde la sobremesa parecía un gran plan… llego para el café, le dije a esa gran amiga a través de un sms… quería verla, quería ver a sus amigas… a esas que siempre preguntan por mí y a las que durante mucho tiempo di esquinazo… me puse en camino sin pensarlo, dejándome guiar por la inercia de una soleada tarde de octubre… hice una de las cosas que más me gustan en esta ciudad y que hacía mucho tiempo que no hacía por una cuestión de economía… coger un taxi… disfruto con esos paseos por esta ciudad que odio tanto como quiero… disfruto de esos paseos, sobre todo, por la charla con el taxista… son el mejor termómetro de Madrid, lo sé desde mi otra vida… hablar con ellos supone una parte importante de este estudio sociológico constante que siento necesario hacer… la fiera que vive dentro de mí se alimenta de esas historias ajenas… de esos retazos de vidas que otros me cuentan pero que, por lo que sea, me alimentan…

Calculé el importe mentalmente desde el lugar donde estaba… no llegará a cuatro euros, me dije… a la luz de verde le siguió alzar mi brazo… la radiografía era clara… en la treintena entrada, vestido con camisa y pantalón chino… el coche olía a colonia de hombre… lo supe antes de que él me lo contara, el taxi era una salida temporal a esta situación de crisis general… si alguien me preguntara el por qué lo sé, no sabría explicarlo… quizás, simplemente, porque los taxistas son una raza aparte de este Madrid que he analizado con calma y que conozco muy bien… después de decidir el mejor trayecto para evitar la manifestación anti-abortista, empezamos a charlar… llevaba 22 días en el taxi… la empresa de artes gráficas donde trabajaba había cerrado para solventar uno de los múltiples chanchullos que le dan mal nombre –con razón y por desgracia- a la empresa española… me preguntó a qué me dedicaba, dio por supuesto ante mi respuesta que conocía de qué me hablaba… me habló de esas personas que creen que, por subirse a un taxi, hablan con un esclavo… esas señoras que te tratan como si fueras una mierda, me dijo él, y creen que son muy educadas… esa es la diferencia entre tener clase y ser un piojo resucitado, le dije… se giró para mirarme… me gusta cómo piensas, me dijo, ojalá tuviera más gente como tú en el taxi… le indiqué donde tenía que dejarme, descubrimos cuando le dije mi destino que podía haberme dejado más cerca… le oculté que mi intención era caminar el último trecho pero argumenté –que también era real- que no centraba bien dónde estaba el lugar… no sé por qué empezó a hablar de su mujer… yo no sé qué pasaría con mi vida si me divorciara, me decía con cierto miedo, creo que no podría vivir sin ella… sonreí… podrías créeme, le dije sonriendo… no pienses mal porque estoy casado, me dijo mientras me cobraba, pero estoy por darte mi teléfono para poder seguir charlando contigo... me reí, me avergonzó… seguimos charlando, con el taxímetro parado en esos 3,5 que había calculado mentalmente y con la puerta del coche abierta… eres guapa y simpática, me dijo él, así que enamórate que te lo mereces seguro… que tengas mucha suerte, le dije justo antes de cerrar la puerta… sonreí… a veces, sentir un poco de calorcito es tan barato como ser personas incluso tratándose de un desconocido…

Llegué al punto de encuentro en el momento de los chupitos de crema de orujo… era la tercera ronda para todas las demás, el primero y único para mí… las amigas de mi amiga me dijeron lo guapa que estaba, lo mucho que me había crecido el pelo… la única china –persona- de mi vida me espetó un sonoro beso en la mejilla acompañado de un abrazo… la conocí en un mal momento de mi vida pero entre nosotras siempre había habido mucho feeling sin apenas conocernos… sabía que pasaba por una mala racha, la habían dejado… creo que el lazo de la solidaridad de los corazones rotos es mucho más fuerte que cualquier otra cosa… el hecho de que se hubiera sumado a la comida de amigas era casi, casi un momento histórico… mientras pagaban e iban al baño, la única china auténtica de mi vida se sentó a mi lado para contarme que su ex la había empezado a escribir… que, cosas de la vida, iba a volver a verla y que tenía miedo… la escuchaba viéndola sonreír por esas misivas que leía en un ordenador… por un ramo de rosas enviado sin tarjeta que recibió el día de su cumpleaños… si ni siquiera me gustan las flores, me decía sorprendida, pero no sabes la ilusión que me hizo recibirlas… estaba tan emocionada como acojonada por esas frases que la acercaban a ella, a esa mujer que no se decidía a terminar del todo con lo suyo pero tampoco a continuarlo… conocía la situación, quizás por eso me lo contaba a mí a modo de confidencia… sufría una distancia, una ruptura… una salida del armario… demasiadas cosas de golpe, pensé… demasiadas para cualquiera que se estrena, además, en la sensación de amar a una mujer y a la vez en la sensación de tener una relación… de enamorarse… de que la abandonen… y todo por primera vez…

Nos trasladamos hasta una terraza de La Latina… una de la que tengo incluso fotos de una mañana de domingo… había una boda en la iglesia próxima, aplaudimos a la novia… criticamos el chaqué del novio, que le quedaba grande… comenzaron a hablar sobre la posibilidad de casarse, sobre la decisión o no de hacerlo en un hipotético caso… me quedé callada… era una guerra que formaba parte de este año de metamorfosis y con la que ya había firmado mi propio tratado de paz… después de un Baileys, un par de horas de charla y conversaciones sobre cualquier cosa, el grupo se fue disolviendo… mi amiga, la única china –persona- de mi vida y yo optamos por volver caminando hasta Moncloa… aprovechando esa tarde de sol que este monstruo de hormigón nos regalaba…caminamos entre la gente de la Plaza Mayor… prestándole atención a todos esos personajes que hacen su propio show sobre el asfalto de esta ciudad… parándonos a mirar aquéllos que nos sorprendían realmente… disfrutando de esos teatros callejeros con la ilusión de unas niñas… disfrutábamos de ese Madrid del agobio de gente… de esa calle Preciados en la que encontramos a un repartidor de flyers vestido de surfero y con tabla en mano… nos reíamos de una cría de 17 años que le chillón sin vergüenza que ya le podía apuntar su número de teléfono en el flyer que le había dado con una amplia sonrisa Colgate… mi iPhone –puto iPhone- empezó a vibrar en el bolsillo… me llamaba un amigo con el que compartí dos noches el cielo de Acevedo, un cielo que él nunca antes había mirado… finalmente no podía venir a Madrid al partido… pero no me llamaba para eso… me llamaba porque quería contarme que estaba con una chica… sonreí al escuchar la ilusión con la que me lo decía… pero me sorprendió todavía más escucharle decir una frase que hizo que dejara de ver todo lo que había a mi alrededor en esa Gran Vía que bajaba hablando con él… Fa, le escuché decirme con ternura, he encontrado el amor… la frase me martilleó dentro de la cabeza… por la manera en la que me lo dijo… como parte de un suspiro que olía a ilusión, a esperanza… encontrar gran verbo, pensé… me explicaba cómo se sentía, cómo era Belén… sabes lo que te quiero decir, me preguntó al explicarme lo que estaba viviendo… tranquilo, le dije sonriendo, creo que recuerdo lo que es…

Colgué contenta de haber escuchado esa frase… sintiéndome afortunada de escuchar a alguien decir eso de esa manera… única… se me llenó el corazoncito de esperanza, de buen rollo… de una melancolía muy sana… en Moncloa, me despedí de mis amigas después de pasarnos todo el recorrido sin parar de charlar… agarradas del brazo por la calle… volví a casa caminando, escuchando música… me conecté al mundo a través de una pantalla de ordenador… para escribir la crónica de amores de un sábado… y, a través de la pantalla de un ordenador, viví simultáneamente sus dos vertientes… la de la ilusión del flirteo que me contaba una amiga en una ventana, la del hastío y la desilusión que sentía otra de las mujeres de mi vida… se me descolocó el corazón de dos maneras distintas… alegrándome por sentir la ilusión de esa amiga que no paraba de sonreír después de un día especial… sintiendo una terrible pena de saber que esa otra mujer sentía lo que estaba sintiendo… lo que estaba viviendo… me habría gustado poder abrazarla en ese momento y susurrarle que no se preocupara… que la vida, a veces, te hace pasar por episodios de tinieblas… pero que siempre hay que buscar la luz porque existe aunque no lo creamos en ese momento…

Un sábado curioso, pensaba mientras me acostaba, a lo largo de todo el día he estado escuchando historias de amor… de diferentes tipos… con diferentes emociones… algunas absolutamente geniales… otras terriblemente jodidas de vivir… la vida además de ser una aventura única es una jodida montaña rusa… una que es capaz de elevarte a lo más alto o meterte en las profundidades… quizás vivir es, simplemente, así… oscilar entre dos puntos, capeando el temporal en los malos momentos… sintiéndose terriblemente vivo a veces, terriblemente muerto otras…


No sé si es casualidad o causalidad… pero esta es la canción que estaba escupiendo la radio de este barco pirata -Europa FM en ese momento- cuando terminaba de escribir… señal o no, curiosamente es más Bebe… la de otra época, la de mi otra vida… la que, entonces, también me acompañó en una extraña época...


viernes, 16 de octubre de 2009

La generación perdida

Un viernes por la noche salí a encontrarme con mi prima… no había vuelto a verla con calma desde el verano… quedamos en Malasaña, en ese barrio en el que estoy tan a gusto y al que hacía tiempo que no iba pese a estar a tiro de piedra de casa… mientras me acababa de arreglar para el encuentro, me vino a la mente mi cuenta atrás… el próximo viernes a estas horas, me decía poniéndome rímmel, estaré a punto de coger un vuelo para Barcelona… la cuenta atrás era inminente… y, mientras tanto, iba a vivirla sin enclaustrarme como hice ahora hace un año… caminaba por las calles estrechas de Malasaña para encontrarme con ella… con la música de Fito chillándome en las orejas que catorce vidas son dos gatos… sonreía… la noche estaba para pisar la calle… la encontré en el Albur, un lugar al que no es ni de lejos la primera vez que voy… creo que se ha convertido en un nuevo clásico de Malasaña para mí aunque nunca recuerde su nombre… me recibió con su sonrisa, su cara de cansada y su ligero bronceado resultado de Ibiza… sentadas en una esquina de la barra, comenzamos a destripar nuestras vidas… esas que nos seguimos por Facebook pero que no habíamos tenido oportunidad de encontrar cara a cara…

Con unas croquetas de jamón y unas tortillitas de camarones, nos pusimos al día de los últimos acontecimientos… le hablé de ese puente del Pilar tan descansado entre montañas… de esa boda inminente entre dos niños que ya no lo son tanto y a los que hemos visto crecer… somos la generación perdida, me dijo ella sonriendo con cierta tristeza, los más pequeños están todos en vistas de casarse y los de nuestra edad andamos todos descolocados… sonreí… era curioso, sin duda, el extraño sabor que nos dejaba a las dos ver cómo las vidas de otros más jóvenes avanzaban mientras las nuestras no cumplían con esos supuestos objetivos vitales marcados… no era el hecho de firmar un papel, era una cuestión de compromiso… hablamos de nuestra generación… de esa a la que se le marcaron una serie de parámetros, de propósitos que no se han cumplido… vivimos de aquéllas normas marcadas por generaciones previas, decía ella, simplemente en nuestro caso todas esas cosas que se suponen tenían que ser no son… creemos en la libertad y nos matamos por tenerla, le dije con un poco de pena, y sin embargo somos esclavos de esa extraña sensación de tener que serlo como sea… me dio la razón… vivimos atrapados en esa creencia de ser libres y tratar de serlo a toda costa es lo que nos hace precisamente no serlo…

Quizás hablamos como dos ancianas octogenarias, no voy a quitarle razón a quien lo crea… hablábamos de valores… de esas cosas que existían en otras generaciones que conocemos anteriores a nosotras y que ahora, simplemente, son pequeños tesoros escondidos… hablamos del compromiso… de la sinceridad… del tesón, de la lucha… de tener fe en tantas cosas que no se engloban en creencias religiosas o política… fe en el ser humano, en las relaciones personales… fe en las personas… fe en esas cosas que hemos visto y vivido, esas mismas que en nuestra generación prácticamente no existen… esas que han desaparecido de nuestro panorama y que, sin embargo, sí son reales en otras más jóvenes… quizás nosotros marquemos pautas nuevas, me decía ella apurando la caña, y sean otros quiénes rescaten lo que nosotros vivimos… dudé por un momento… somos, por estadísticas, la generación española con mayor desequilibrios… somos la que creció en un sistema democrático, con una libertad desconocida para muchas otras generaciones… con una situación privilegiada pese a los contratiempos momentáneos… y, sin embargo, somos la generación más sola y con menos valores de todas…

Cuando ella no podía más con los bostezos, decidimos despedirnos hablando de hacernos un cine el domingo si yo terminaba mi maldito artículo de infraestructuras… volví a casa igual que fui… caminando… con Fito en mis orejas… disfrutando de la temperatura otoñal, de las calles estrechas… de ese barrio que me hace olvidar a veces que estoy en Madrid… volvía pensando en esa pérdida, en ese choque mental que supone sentirme fuera de mi propia generación… tal vez estoy chapada a la antigua, me dije mientras encaminaba Galileo calle arriba… me reí… quizás sea así, no lo pongo en duda… pero reconozco que me gusta sentir que, en mi mente y salvo asignaturas suspensas, bebo de esas creencias que no acompañan a la generación que me corresponde… son parte de mí de la misma forma que lo hace mi manera de hablar o el modo que tengo de caminar… es inherente a lo que soy… y, pese a los choques con el mundo real, no puedo renunciar a ello… es como soy, y no tiene nada de malo… aunque el mundo no acompañe… aunque forme parte de esa generación que se perdió entre tanta libertad…

Ella y el número

El sol entraba por la ventana… inundándolo todo… llenándolo de un calor desconocido para las fechas del año que eran… septiembre tocaba a su fin… dándole el pistoletazo de salida a una cuenta atrás deseada… asustada… odiada y querida a la vez… una cuenta atrás ridícula de manera racional, crítica a nivel emocional… pasó revista a esa lista mental previa al momento… a esas notas que tenía apuntadas entre las neuronas… es ridículo, pensó, mi vida no va a cambiar en un día… por un solo día, por un solo número… conscientemente lo sabía… pero, pese a tanta racionalidad, esa lista permanecía en su mente… con muchas tareas cumplidas subrayadas en amarillo… con otras muchas pendientes… tan pendientes que pesaban más que las cumplidas…

Miró a través de esa ventana… dejando que el sol le calentara la cara… con los ojos cerrados… dejando que la música se le metiera en los oídos mientras notaba ese calor… había una tarea perpetua… una que pesaba, pisaba y estorbaba más que ninguna otra… una que no dependía sólo de ella pero que sentía necesaria… el concepto de paz es tan relativo, pensó, pero yo tengo el mío propio… hace meses supo gracias a San Google que ese número que había marcado tantas veces no existía ya… que ese que vio tantas veces en la pantalla de su teléfono había muerto… es curioso que las personas a veces nos liguemos tanto a un número… a algo que existió y que ataba un lazo invisible… uno que, aún no estando atado, existía… ahora sabía que incluso eso se había roto… un número desaparecido… cuando lo supo en su momento, sintió tristeza… lástima… pena… sin embargo, asumirlo fue cuestión de días… nunca más sintió la necesidad de buscarlo en la agenda… nunca más sintió la necesidad de marcarlo en un teléfono… ni siquiera decidió anotar ese nuevo número que veían sus ojos… ese otro número que la conectaba con el pasado… para qué, se dijo…

Pero la única manera que existía de zanjar su tarea pendiente era volviendo a hacerlo… mismo destinatario, distinto número… el de una casa que conocía, en la que incluso se imaginó un día viviendo… lo marcó consciente de que se la estaba jugando… sabiendo que la partida de cartas era diferente pese a todo lo demás… necesito pasarle el fluorescente mental, pensó… después de dos tonos, al otro lado se levantó un auricular… con un hola y un qué tal, creyó incluso que su interlocutor no sabía con quién hablaba… habló tranquila, se sintió tranquila… sabiendo que zanjaba esa tarea que tanto la había perseguido… argumentando normalidad… pacificando una situación a la que todavía no le encontraba motivo de guerra… sembrando flores en mitad de la destrucción que había precedido a la tragedia… tan sólo porque para ella era necesario… quizás porque, simplemente, sentía que tenía que hacerlo así…

Colgó sabiendo que había pasado el fluorescente a eso que tanto la perseguía… un gesto que no cambiaba nada pero que, para ella, cambiaba sustancialmente esa lista mental… colgó creyendo en lo que había hecho… en esa paz que le había dejado sentirse humana, sentir una mínima humanidad… dejó que el sol siguiera calentándole la cara… sin pensar en nada… tan sólo sonriendo… escuchando esa música que la acompañaba… sintiendo que se había quitado un peso mental de encima… uno que llevaba ya demasiado tiempo con ella… no tenía claro si era más libre o no… tan sólo unos minutos después se dio cuenta de que sí lo era… porque sólo unos minutos después borró de la memoria del teléfono ese número que la conectaba con ese pasado… ese único número que no se sabía porque nunca lo aprendió… ese único número que la seguía conectando con ese otro lado del mundo… se sintió libre sabiendo que así ella también rompía su propio lazo… tachaba en su propia lista… tiraba al mar una llave que nunca recibió y que ahora ya no le importaba… una de tantas llaves tiradas como parte de esa lista de cosas pendientes…

Todo tiene una banda sonora...



jueves, 15 de octubre de 2009

Caramelos en los bolsillos

Escribo metida en la cama… uno de mis nuevos vicios de República Independiente… le paso revista al día disfrutando de ese fresquito que entra por la ventana y que siento sólo en los brazos… el otoño de verdad ha llegado, me digo… ese mes de metamorfosis en la naturaleza que siempre acompaña a mi cumpleaños… queda cada día uno menos… y, sin embargo, se están endulzando hasta lograr llenarme completamente los bolsillos del alma con caramelos…

No, no ha sido al comenzar el día mientras trataba de acabar de preparar la casa para la llegada de mi nueva inquilina… no ha sido guardando esa ropa de verano que por la noche descubrí que tendría que volver a sacar… no ha sido quitándome la pintura lila del brazo… un resto del logro de convertir una estantería desvencijada en una monada decapada… no he perdido la habilidad, pensaba mientras me lavaba un brazo con disolvente, tan sólo se me ha olvidado que la pintura mancha… ayer Pons se descojonaba porque le decía impresionadísima que mis mocos –restos del resfriado- eran de color vaca de Milka… recomendación para los remeros de este barco pirata, no compréis pintura en spray a menos que queráis veros del color en cuestión por dentro y por fuera… esta mañana, todo eso no era más que la locura de una tarde de octubre… una tarde que comenzó queriendo hacer de un espacio sombrío en mi recuerdo algo bonito… una tarde que terminó con una nueva oleada de esas mías de tirar cosas… de dejar espacio… de liberarme, supongo, de muchas ataduras absurdas…

Mi primer caramelo ha llegado cuando he visto la reacción de algunos de esos seres que pueblan este submundo ante mi evidente cumpleaños… a modo de locura, y después de descubrir un concierto de Lagarto Amarillo –BSO de este barco pirata-, Pons y yo propusimos una excursión distinta… y si cumplo mis 30 años en Barcelona, le dije una tarde que la recuerdo sentada en la escalera, y os lío a todos para ir… lo que empezó siendo un proyecto pendiente de ganas y dinero, acabó siendo una firme propuesta… nos vamos a Barcelona, me dijo Pons… reconozco que, en un momento dado, estuve a punto de abortar misión… agobiada por esas facturas pendientes de cobrar… pero esos caramelos que me regala esta extraña vida comenzaron a caerme en los bolsillos… esa familia elegida mía apoya mi ilusión a golpe de sonrisa… buscando el mejor precio, empeñándose en pagarlo… tratando de contribuir a esa huída hacia delante que implicaba cumplir mis treinta así… en Barcelona, esa ciudad que tanto me gusta… esa que tiene grandes y buenos recuerdos… con Lagarto sonándome en las orejas… recordándome el poder que tiene sonreír pese a todo… con una parte de mi gente… sabiendo que a otra parte de mi gente le habría encantado estar… sintiendo ese esfuerzo que hacen, únicamente, por acompañarme en esa noche de entrada a los treinta…

Con la llegada de mi nueva inquilina a casa, llegó el segundo caramelo del día… hablaba con ella para conocerla, para saber más de quién era esa mujer con la que iba a compartir piso durante 4 meses… el teléfono sonó y las dudas al otro lado se disiparon… vete sin problema, escuché decir a Alex al otro lado de la línea, disfruta y me cuentas a la vuelta en qué queda todo… al colgar, sabía el significado de esa frase… me voy a Venezuela, le dije a mi nueva compañera… un poco flipada con la situación, con la realidad… eso que llevaba tanto tiempo esperando ahora era de verdad… y, sin embargo, pensar en ello me acojonaba… llamé a mi bomba atómica particular para decirle que podíamos irnos… a ese viaje que tiene una gran parte de trabajo y una pequeña parte de turismo… sonreí al saber que iba a suceder… iba a tener una dosis de mi tribu particular… de esa que, en dos semanas, me hizo darme cuenta de tantas cosas… tengo ganas de volver a verles, no lo oculto… son una pieza increíble en el puzzle de este año mío… una de las más importantes, lo digo sin pudor… porque me dieron sin pedir… porque me ayudaron a mirar más allá de ver… cuando he visto en la bandeja de entrada de mi mail mi billete de avión, he sentido un escalofrío… me voy de verdad, he pensado, en apenas tres semanas… me río… a Colombia me fui con mucho menos tiempo, es cierto… pero creo que el pánico escénico previo era muy similar al que siento ahora mismo…

Y con un simple recuerdo, volví a sentir que me regalaban otro caramelo… estoy escuchando Fito, me decía en el Messenger, y no sabes lo que me estaba acordando de ti… sonreí al leerlo… ese hermano del otro lado del mar había puesto a descargar nada más llegar a Panamá toda la discografía… sólo le faltaba el último, el que había escuchado en casa… me hizo ilusión… me tenía en su día a día, aunque sólo fuera a través de la música… es curioso… yo le tengo a él y a ese nuevo miembro de nuestra hermandad que es su mujer en casa… en una pared entera con las caretas teatrales nicaragüenses que regalaron en su boda… le conté de mis últimos acontecimientos… de esas tareas tachadas de mi lista pre-treintañera mental… acabamos hablando de algo de lo que, simplemente, nunca lo hacemos… hablamos de puntería, de la supuesta maldición de Tutankamón que padezco… me reí… agradeciéndole esa manera de ser que tiene conmigo… escuchándole pese a leerle a través de una pantalla…

Me regalan caramelos todos los días… con pequeñas cosas… con ese mundo que me rodea, que me quiere y que me protege… ese que me da lo que necesito… un poco de azúcar… algo de color… pero sobre todo, una placentera sensación de dulzura en las neuronas…

martes, 13 de octubre de 2009

Un extraño Puente del Pilar

Estoy en ese lugar que considero mío… con el sol calentándome la cara y la música saliendo de mi coche… sentada sobre la manta que siempre me acompaña y que forma, simplemente, parte de este barco pirata… no sé cuántas veces habré bajado a este mismo lugar… a este lugar del pantano en el que puedo ver el viaducto… los árboles… el agua… el sol ponerse… a mi espalda, escucho la desbandada de coches… todo el mundo vuelve a su hogar… a sus ciudades… a esos lugares en los que viven pese a estos paréntesis de montaña… todos miran curiosos desde los coches… siempre pasa, tanto en verano como en este otoño que todavía no se ha acabado de pintar en los árboles… supongo que pensarán que quién será esa pirada… que qué haré, para qué pararé aquí… me río… no saben lo que se pierden… el espectáculo que es parar el motor y sentarse, simplemente, a mirar…

Como siempre, voy a contracorriente… me quedo… en casa, en la mía… en este extraño mirador desde el que puedo ver cómo se marcha el sol… cómo se marcha todo el mundo de vuelta a sus casas… vuelven, yo todavía me quedo… me gusta pensarlo… la excusa es el tráfico de entrada a esa ratonera humana que es Madrid… el motivo es mucho más profundo… me encanta darme un día de margen… uno más para mí, cuando ya no queda tanta gente… cuando el pueblo respira soledad y pensar resulta mucho más sencillo… pensar para alimentar el alma… para colocar todo ese puzzle desordenado que vive en mi cabeza… ojalá un día de prórroga sirviera para eso, me digo cerrando los ojos dejando que el sol me caliente el careto… Bebe sale de mi coche para devolverme a la tierra… una extraña banda sonora que me dice tantas cosas… repaso mentalmente este puente… ese que todavía el viernes no sabía si disfrutar… extrañas coyunturas de la vida… me daba la misma pereza quedarme en Madrid que venir hasta aquí… y sin embargo sabía que el hecho de hacerlo me iba a sentar mejor que bien… pese a ser extraño… pese a tener tantas lágrimas al borde de los ojos sin motivo…

Llegué un viernes por la noche acompañada de una esas grandes amigas sin las que este lugar no es el mismo… para reencontrarme con el olor del otoño… con ese de tierra mojada… lo hice muerta de frío como corresponde a este resfriado que me acompaña y a esos kilos de menos que me recuerdan por qué las focas pueden vivir sobre el hielo… después de una tarde de Mahous, me pasé al Nesquik… al vaso de leche caliente compartido en la terraza del bar con amigos y desconocidos conocidos… de esos que sabes el nombre o de quién son familia, pero nunca jamás has hablado con ellos hasta ese momento… me rendí al cansancio… a ese que llevo arrastrando mucho tiempo… uno que me ha convencido de que algo no anda bien en mi cuerpo… me rendí para dormir todas las horas que me lo permitió… en una habitación que no es la mía pero desde la que, al abrir los ojos, veo el río... mi madre me preguntó al día siguiente por qué no había dormido en mi habitación… le contesté que por una cuestión de frío… y, sin embargo, creo que es algo que va mucho más allá…

Ahora desde este lugar en la última tarde de este puente, me doy cuenta… necesitaba una ración de este lugar, una de las auténticas… de las que se viven sin necesidad de salir de copas por la noche pese a tener que aguantar todo tipo de comentarios sobre lo vieja que estoy… necesitaba un poco de ese espíritu que deja en mí este pueblo, puto pueblo como diría un buen amigo de Barcelona… necesitaba que este cuerpo mío descansara, que la mente también lo hiciera… que el enorme puzzle desarmado que tengo entre las neuronas se reordenara mínimamente… con una dosis de familia de la auténtica… de pasar horas en casa, con abrazos que te hacen sentir hija… de ese calor que sólo te dan tus padres por algún extraño motivo… de ese que sientes, tan sólo, porque remueven Roma con Santiago para que comas lo que saben que te gusta, para que no te preocupen los problemas que parecen acompañar esta extraña transición treintañera en la que parece que nada está en su sitio…

Necesitaba también otra dosis de familia elegida… de esos amigos que te recuerdan muchas veces lo que eres cuando a ti se te olvida… que te hacen preguntas como qué tal te va la vida o te hacen sentir el lugar que te pertenece en el mundo… necesitaba una dosis de escuchar decir que estoy preciosa… sé que suena egocéntrico, pero resulta agradable escucharlo de un desconocido conocido que te demuestra que tú no lo eres tanto para él… necesitaba pequeños detalles de esos que parece que te alegran el día... de un par de boletus regaladas sin venir a cuento... de un abrazo de un amigo que te recuerda que estás viva... de una amiga a la que acompañé y me acompañó durante más de una hora de su casa a la tuya y viceversa... de todas esas pequeñas cositas que hacen que mirar se convierta en ver... que oir sea escuchar...

Sí, no he salido como otras veces... hasta el amanecer, de bar en bar… sí, no hecho realmente nada salvo disfrutar de este micro universo que te amortigua las esquinitas… entre conversaciones, piropos, historias… recuerdos de momentos vividos… novedades… y risas, muchas sonrisas… a lo mejor para otros eso no será nada… sin embargo, para mí tiene un valor que no se paga de ninguna manera salvo estando aquí…

viernes, 9 de octubre de 2009

No sé explicar con palabras...

… lo que siente este alma cuando huele el otoño… cuando huele la lluvia de octubre… cuando se le calienta la piel con el sol de esta montaña… cuando mira esta luz que es sólo de aquí… particular, única…

… lo que se siente cuando entro en mi casa… esa que no es mía, que algún día lo será y que no tengo prisa porque lo sea… una que era la casa de mis abuelos, la de mi padre… una que, ahora, se adapta para recibirme como inquilina… no me siento propietaria… tan sólo, tengo la suerte de que me la hayan puesto en las manos como parte de mi vida…

… lo que pienso cuando recojo los montoncitos de hierba cortada del suelo del jardín… con ese verdín pegajoso que se me queda en las manos… con ese olor tan particular al que sólo huele con esa intensidad la hierba de este lugar… el mismo olor que siento al entrar por la noche, cuando el rocío de esa helada que recuerda que ha llegado el frío, se apodera de todo…

… cómo es despertar con el sonido de un gallo aunque no sea al amanecer… cómo es dormir con la quietud de un pueblo… con ese silencio casi absoluto al que sólo interrumpe algún tractor al pasar… con ese murmullo que desprende el agua del río que corre delante de mi casa… con esa visión de los árboles rojos, ocres y amarillos cuando abro los ojos al despertarme… con esa luz que, por algún motivo, aquí no me molesta que me despierte…

… lo que es sentir el escalofrío del frío por la noche… esa humedad que acompaña al ambiente cuando el sol se quita… cuando la oscuridad de verdad hace que todo el pueblo se llene de sombras… sin miedos, sin más… tan sólo calles… perros solitarios que duermen o caminan por ellas… a veces los escuchas ladrar… otras, simplemente, pasan a tu lado como si ni tan siquiera te vieran…

… cómo es respirar sintiéndote a salvo… a salvo de todo… de los demás, de las circunstancias… de ti mismo… la jungla queda lejos, muchísimo… tanto que pensar en volver supone un auténtico quebradero de cabeza… el mundo está muy lejos, el de verdad… y, mientras tanto, sientes que te han puesto una tirita enorme…

… lo que es vivir, sentir esto… respirarlo… sin grandes pretensiones… con humildad, con una taza de café… sin necesidad de hacer nada… tan sólo estando… sin más…

Siempre tengo palabras para todo... para explicar, para diseccionar, para argumentar... y, sin embargo, en este caso tan sólo puedo describir...

jueves, 8 de octubre de 2009

Una tarde con Emilio

Cuando me llamó, tan sólo me hizo falta escucharle decir mi apellido… después de un año sin escucharnos, siguiendo sus pasos vitales a través de Facebook… la última vez que lo hicimos fue cuando se iba a Nueva York… nos vemos en la Gran Manzana, ponía en su mensaje de texto… le llamé para escucharle la voz entrecortada, sentado en su vuelo de camino a su nueva vida… había pasado un año, un año justo… y estaba en Madrid… en la ciudad donde nos conocimos hace más de una década… fue estudiando en la Universidad, en esa otra vida que ahora parece quedar tan lejos… tengo muchas ganas de verte, me dijo… sonreí al escucharlo… yo también, le contesté… es uno de esos amigos a los que quieres sin explicación… por tradición… de los que, pese a saber poco, de una u otra manera tienes en mente… con sus peculiaridades, esas que le hicieron ser quien es… esas que le hicieron ser poseedor de una parte de ese bolsillo del corazón…

Quedamos entre su comida con la gente de La Razón y la cena que tenía prevista en casa de su abuela… salí de casa con el corazón un poco borracho de sentimientos… pensando que teníamos poco tiempo en realidad para ponernos al día… recordando nuestra penúltima conversación, una en la que él me anunciaba que iba a dar ese salto que le abría la puerta de América… esa en la que yo le hablaba de mi extraño episodio vital sin darle demasiados detalles… estaba en la Castellana cuando recordé su frase… te has ido de excursión por ahí ya, me preguntó… recuerdo que tuve que preguntarle a qué se refería la tercera vez que me lo preguntó ante mi interrogante qué que le dejaba claro que no entendía de qué me hablaba… si algo tiene Emilio es que es de esos amigos que pregunta sin vaselina, habla sin tapujos… de esos que te dicen lo que piensan de una manera tan suya que siempre te suena bien aún no haciéndolo… a lo mejor yo le concedo demasiadas licencias, quizás… pero creo que, simplemente, se las ha ganado con el paso de los años…

Cuando le vi cerca de la puerta de su casa veía al mismo compañero de clase, juergas y vida de hace tantos años… con más tripita, con menos pelo… le abracé mientras nos sonreíamos… me llamó Moskis, hacía mucho tiempo que no escuchaba ese nombre que sólo él usaba conmigo… mientras, buscábamos un bar para tomarnos unas cervezas y ponernos al día de nuestras vidas… hablábamos sin parar de sus problemas con la empresa para que la trabajaba cuando encontramos el lugar idóneo… en la plaza de la República Dominicana, en una terraza… un sitio que nos gustó pese a optar por la calle… lo que nunca creí que verían mis ojos, le dije, has dejado de fumar… a nueve dólares el paquete, me dijo con una de esas caras suyas tan personales, cualquiera no deja de fumar… nos reímos… con la primera cerveza, me contó cómo era esa vida americana… cómo era su nuevo trabajo… cómo había organizado esa vida en la Gran Manzana trabajando desde casa… acababa de ser padre por segunda vez… no me pierdo los vídeos de tu hijo, le dije sonriendo… no tuve oportunidad de conocerle cuando vivían en España pero, cosas de la tecnología, le había visto crecer a través de una pantalla… le había visto chupar limones, ponerse celoso, tocar la batería con cazuelas… le había visto como una réplica en pequeño de su padre… un pequeño Emilio, le dije… sonrió… se le perdió la mirada en alguna parte… supongo que en ese universo que solamente sienten, ven y habitan los que son padres…

De golpe, a la altura de la segunda cerveza, llegó el turno de los ruegos y preguntas de mi vida… de esta nueva, de esa anterior… tocó hablarle de ese año de existencia complicado a nivel de trabajo… le hablé de las colaboraciones, de la gira… sonreía… se reía… no sé si de mí, conmigo o de esos momentos peculiares de esta redescubierta vida de soltera… le hablé de los planes, de los proyectos… de ese inminente viaje a Venezuela, de ese pasado viaje a Colombia… quien sabe, me dijo, si tu vida no está al otro lado… sonreí, quizás lo estaba aunque todavía no haya llegado el momento… hizo la pregunta perfecta… esa que temí desde el momento en el que supe que íbamos a volver a vernos… sonreí, respiré… contesté… me miró, le esquivé la mirada… aproveché que me tenía contra las cuerdas para escurrirme con la excusa de pedirle a la camarera su oscuro objeto del deseo… algo tan español como un plato de aceitunas, algo que no logra que le pongan de tapa en los Estados Unidos… volvió a la carga, con una ofensiva de esas suyas que te acribillan el corazón por la franqueza y lo directo del disparo…

Para cuando habíamos destripado nuestras vidas, pasamos revista a esas otras personas que formaron parte de nuestro universo universitario… llegaba su hora y se lo hicieron saber con una llamada que le exigía volver a casa… no sabes cómo me jode, me dijo, pero me tengo que ir… reconozco que me habría gustado quedarme con él charlando durante muchas más horas… en esa misma terraza, entre cerveza y cerveza… como tantas veces, con esa temperatura veraniega del Madrid de los recuerdos… caminamos cogidos del brazo hasta su casa mientras tratábamos de recordar nombres de compañeros de clase perdidos… me acompañó hasta el coche… nos abrazamos… me ha encantado verte, me dijo, vente mañana a las copas en casa… creo que tanto él como yo sabíamos que no iría… que no invadiría su convocatoria familiar con mi presencia… cuídate mucho en los Estates, le dije, te tomo la palabra de ir a veros…

Volví a casa sonriendo… recordando… masticando… sintiendo eso que sólo te da tu familia elegida… esos amigos que, pese a estar lejos o cerca, forman parte de ella… pensando en todos los recuerdos que compartíamos… con ese “te quiero mucho” y ese “te he echado de menos” que nos dijimos… sinceros… reales… probablemente tan auténticos como eso que nos une sin hacerlo…

miércoles, 7 de octubre de 2009

Preguntas sin respuesta

Me pregunto cómo, cuándo… en qué momento… por qué… me lo pregunto sin llegar nunca a una respuesta… no la hay, lo sé… pero lo irrazonable se escapa a la capacidad de mi mente… nunca antes pensé necesitar tanta racionalidad para algo tan irracional… y, sin embargo, la busco de manera irremediable… no logro rendirme a no comprender… a no lograr saber ese cómo… ese cuándo… ese en qué momento… y ese por qué… hay cosas que no lo tienen… carecen de un motivo… de una razón específica… y aún sabiéndolo, la busco…

Trato de saber las instrucciones específicas…las mentiras… los muchos aciertos, los muchos errores… todas aquéllas cosas a las que paso revista tratando de exprimir cada una… sacarle el jugo, pulverizarlas… los engaños, las sorpresas… las desilusiones, los descubrimientos… todas aquéllas cosas que envenené hasta matar…hasta masacrarlas, una a una, cada una de ellas… no, quizás nunca debí hacerlo…sí, quizás tenía que hacerlo… elegir la respuesta correcta, buscar la palabra perfecta… no hay una, tal vez nunca la hubo… quizás, simplemente, fueron las correctas… las que tenían que ser… las que tocaban en ese momento… pese a que me pregunte el cómo, cuándo… el en qué momento… el por qué… aún previendo, sintiendo, sabiendo y comprendiendo con las neuronas que no existen respuestas…

Me atormentan, lo sé… todos esos adverbios… todas esas preguntas… me persiguen para recordarme que hay capítulos pendientes de escribir más allá de la primera línea… enciendo un cigarro, apago un cigarro… miro por la ventana… es de noche… la más larga que recuerdo, la más corta que recuerdo… no de las más oscuras… a sus horas hay que sumarle demasiados factores… nuevos cómo, cuándo… en qué momento… un nuevo por qué que no calibra el objetivo… que no acierta con la diana correcta aún conociéndola… aún sabiendo que está delante de mis propias narices… aún intuyendo que lleva estando ahí mucho tiempo… divago… me estiro y me contraigo… crezco, menguo y muero en un solo día… para volver a nacer o, simplemente, para no volver a encogerme… para poner los pies sobre el suelo y sentir su frío entrándome por las plantas… para no notar, quizás, que las preguntas y los adverbios se me clavan como si caminara sobre una cama de clavos… como si fuera un faquir cualquiera lleno de agujeros…

Todo a la vez, todo en el tiempo… todo a mi alrededor en mitad de una nada o de un todo a los que les busco límites sin encontrarlos… sin lograr ver la línea de un horizonte que, a veces, es simplemente infinito… tengo sueño, muchísimo… noto cómo me pesan los párpados… y mientras intento no dormirme, me asalta esa misma ristra de preguntas sin fin… cómo, cuándo… en qué momento… y la más terrible de todas… esa que me acompaña muchas veces y que sé que carece de lógica aplicable… por qué, me pregunto… por qué, me repito…

domingo, 4 de octubre de 2009

Cosiendo tiempos muertos

Me he dado cuenta hoy… en esa luminosa mañana de domingo… después de haber visto por la ventana una increíble luna llena tan sólo una noche antes… después de haber disfrutado de una extraña manera un fin de semana en casa… sola… encerrada en mis cuatro paredes… con posibilidades de salir, sin ganas reales de hacerlo… he maldecido el encierro en casa durante todo el fin de semana… renegando de cómo al reloj se le iban escapando las horas y yo seguía sin hacer nada… nada más allá que escribir… nada más allá que leer… nada más allá que mirar cuando es de noche a través de esa ventana tumbada desde el sofá mientras vuelvo a ver una película que emiten en Cuatro… no, no he hecho nada… y, sin embargo, me he dado cuenta de muchas cosas… comienzo mi cuenta atrás hacia los 30… me río… no va a cambiar nada en los apenas 20 días que me separan de ese día… está claro que no… pero, quizás, este encierro al que me he sometido era necesario para rearmar el puzzle antes de que llegue el día…

He vivido dos lunas y dos soles pensando sin hacerlo… dejándome escurrir por los rincones de esta mente mía que nunca descansa… que va más allá de lo que parece evidente… quizás pienso demasiado, no trataré de argumentar lo contrario… pienso porque creo que es la única manera de crecer… de entender… de madurar… de seguir hacia delante en este extraño rumbo del barco pirata… silencio y rayos de sol entrando por la ventana… silencio y rayos de luna entrando por la otra ventana… tirando cosas a la basura… cambiando el orden interno de esta casa para buscar el aparentemente perfecto… ha sonado Bebe en mis oídos mucho este fin de semana… esa música que ahora identifico como parte de la banda sonora de esta vida nueva de gata… ha sonado mientras nada más se oía entre estas cuatro paredes… en una larga noche mirando por la ventana, tan sólo viendo pasar el tiempo… a oscuras, con un par de velas blancas en mitad de una casi noche veraniega de octubre…

Inventariando la cuenta atrás, me ha dado por contar el tiempo… lo pasado, lo vivido… lo sufrido y lo sentido, no importa… tiene que haber de todo en cualquier vida, en cualquier año… en esta cuenta atrás, todo es completamente distinto a la de hace un año… pero al menos he logrado zanjar asuntos pendientes, herederos de ese “hace un año” que quedó en esa otra vida que viví… sonrío… le di al erase de la mente para tener recuerdos nuevos… para sobre-escribir sobre esa tarde de lluvia que recuerdo con tanta nitidez y tanto frío… fue en mi otra vida… me gusta esta tranquilidad… esa calma que supuso hacer un gesto tan básico como es hablar… la sentí, la noté y la viví… era mía… sonrío… es mía… a pesar de haber sido el punto de partida de tantas otras cosas a pensar…

Creo que sentirla de manera auténtica es lo que me ha tenido tan encerrada… centrifugando en picado fino cada uno de los veinte mil pensamientos que pasan por mi cabeza… masticando hasta pulverizar muchas cosas que forman parte de esa lista pre-treintañera de asuntos pendientes conmigo misma que tengo… no sé cuándo la hice, pero en mi mente está archivada como caso abierto… quizás porque el jurado de mis neuronas todavía no se ha puesto de acuerdo en un veredicto… o quizás, únicamente, porque quedan epígrafes incompletos en esta denuncia de las casi tres décadas… sea como sea, esta dosis de silencio personal me ha ayudado… a darme cuenta de cosas que creía estaban guardadas en la parte más recóndita del altillo… a comprobar que otras, simplemente, ya no son tan importantes… o que, incluso pese a serlo, no tienen tanto peso en la balanza de mi vida… hay algo de adictivo en el silencio… atrapa, aturde, descongestiona, alivia… y, lo que es realmente contradictorio, acompaña… aunque a veces pueda llegar a ser una compañía pesada…

Me he dedicado a hilvanar todo aquello que estaba descosido… tratando de sujetar la aguja sin clavármela demasiado… algo que, en ocasiones, es simplemente imposible… soy consciente de que algunos parches quedarán pendientes de zurzir antes de mi entrada en la tercera década… ese roto es parte de mi vida, de lo que soy… de lo que hace que siga ondeando la bandera de este barco pirata con brújula desimantada…

sábado, 3 de octubre de 2009

Ricardo, corazón de mazapán

Cedí a las presiones de esa pequeña Juana de Arco que tengo en mi vida… me dolían los ovarios y los riñones como si me los fueran a arrancar… pero ya estaba en la calle… ya había salido para ver a unos amigos que venían a Madrid de fin de semana… a un mini encuentro “pueblo” que se había organizado en un ratito… ya estaba en Chueca, había salido… y, pese a todo, no perdía nada por quedarme un rato más… vente al Gris, me dijo su amigo Ricardo con carita de puchero, un ratito… al salir del bar donde estábamos, me encontré a un compañero de la Universidad… nos paramos a charlar… es curioso, sólo me lo encuentro por la calle en el barrio porque somos vecinos… hacía mucho que no le veía, quizás porque yo estuve mucho tiempo fuera de combate o él más perdido de la cuenta… me habló de que está estudiando japonés como carrera universitaria… me reí… era un personaje curioso al que, desde que le conozco, le tengo cariño… uno de esos que, pese al paso de los años, sigue haciéndote ilusión encontrar… con una promesa de intentamos vernos sin que sea de manera casual, nos despedimos… me encaminé hacia el “Gris”, un garito en el que nunca había estado...

Nada más entrar, me gustó la música… diferente, me dijeron que de lo más alternativo de Chueca sólo unos minutos después… pedí una cerveza mientras charlaba con ese amigo de mi amiga que yo ya conocía de años atrás… hasta ahora, sólo le había visto sufriendo el frío de las noches de la montaña… era la primera vez que le veía en territorio de asfalto… es curioso, nos tenemos un cierto cariño sin apenas conocernos… tan sólo por ese tiempo que hemos vivido a través de una amiga en común… el día que le conocí, le puse su etiqueta… es demasiado encantador para ser heterosexual, me dije… de aquélla, mi brújula estaba bien imantada… comenzamos a charlar en mitad del garito mientras me contaba su historia… la de su herida… una que le toca la fibra sensible desde hace más de un año… la de una relación a la que no logra pasarle la goma de Milán por encima… me sonreí… estamos estupendos, me dijo mirándome y mirándose de arriba abajo, y nos merecemos algo estupendo… gran teoría, pensé… eso sólo tiene una pega, le dije… un “que tienes que creértelo” salió de mis labios mientras le apoyaba la mano en el hombro… sonrió… es curioso, me dijo mirándome fijamente, eso ya me lo dijiste este verano… sonreí… no era quién para venir a robar a la cárcel de las inseguridades absurdas… de los auto-desprecios a los que a veces nos sometemos los seres humanos… uno del que somos responsable único cada uno… yo he sido la reina de ellos y está claro que mi compañero de nocturnidad era uno de mis súbditos incondicionales…

Me escuché dándole consejos, tratando de darle al stop del libro de auto ayuda que me comí hace meses para desayunar y que todavía me dura… era la primera vez que ese hombre de metro noventa de altura y pinta de hombretón duro me hablaba a corazón abierto… del machismo del ambiente gay… de lo que implica mantener una relación durante años con otro hombre que salía con una mujer… de lo que se siente cuando, al hacer pública entre su gente su condición de homosexual, fue el primero en darle la espalda… me habló de lo cansado que estaba del extraño mundo de las relaciones humanas… no quiero encontrar a alguien para una noche, me decía con una pizca de rabia, sé que tengo mucho que darle a alguien… lo decía con una ternura absoluta... sabía que se lo merecía, de manera rotunda… pero le fallaba lo mismo que nos falla a todos… la suerte de encontrar de nuevo su momento para poder echarle tierra a esa otra vida que ya se fue… pasó un moreno que no pasó desapercibido pese a la conversación para ninguno de los dos… le miramos, nos miramos… nos reímos…

Seguimos charlando… de todo y de nada… riéndonos… sabes una cosa, me dijo él, de gustarme las mujeres serías mi mujer ideal… le di las gracias… no me conoces Ricardo, le dije subiéndole corriente a esa verja de espino electrificada que yo misma recargo de cuando en cuando para auto-flagelarme las neuronas, a lo mejor si lo hicieras te sorprendería cómo soy… sonrió una de sus enormes sonrisas de hombre enorme… eres encantadora y tienes algo especial, me dijo mirándome fíjamente, para saber lo que eres no hace falta conocerte pero tienes que creértelo… reconozco que me avergonzó su respuesta… su manera de decirlo… dándole un pellizco a mi corazoncito, sabiendo que se lo estaba dando… jamás pensé que un tío con su aspecto de hombretón pudiera decir algo así, pensé, supongo que ese tipo de afirmación dicha de esa manera sólo puede salir de la boca de un gay... si yo pudiera, me dijo al rato en un tono de golfo redomado… de no saber que es un gay convencido, de verdad, habría empezado a preocuparme… bromeamos sobre el inminente desastre que sería una situación así de plantearse… miraríamos a los mismos hombres, le decía yo con mucho cachondeo… mi amiga se sumó a la broma… sé que es un tópico, le dije, pero los hombres sois muy difíciles… lo somos, afirmó él rotundo, lo peor es que siempre decimos que no pero es mentira…

Volví a casa con una media sonrisa… habiendo compartido un ratito con ese gran hombre que se había puesto colorado cuando le dije lo guapo que estaba con camisa, que había sonreído enormemente al recibir el piropo sincero… descubriendo que tiene un corazón de oso amoroso dentro de sí... blandito pese a ser fuerte, tierno por su manera de ser... volví a casa habiéndome sentido halagada por un hombre que sé que no mira a las mujeres aunque, durante años, haya tenido que fingir que lo hacía… encontraremos lo que nos merecemos, me dijo poco antes de despedirnos… sonreí al recordarlo en casa… supongo que la vida tiene un plan para él... otro para este barco pirata… y, simplemente como le dije mientras nos tomábamos una cerveza, las cosas pasan cuando tienen que pasar…

jueves, 1 de octubre de 2009

Cuatro paredes, una casa

En realidad, lo noté a la vuelta del verano… cuando regresé a Madrid para volver a pisar asfalto y retomar esas dinámicas de rutina que nos hacen falta a todos los seres humanos… al entrar y encender la luz, lo pensé… me sorprendió, lo reconozco… miraba mi casa, ese espacio que conocía palmo a palmo, y no la reconocía… en mi ausencia, había cambiado… se había transformado… todo estaba tal y como lo había dejado antes de irme… pero, incluso pese a ser de noche, me parecía más luminosa que nunca… diferente, distinta… al principio lo achaqué al cambio de escenario… a ese fino paso que recorro en cuatro horas y que me separa del lugar dónde mi alma se recarga… lo achaqué a que mis plantas no estaban… lo achaqué a la cantidad de cosas que había tirado antes de irme… a ese nuevo orden que imperaba y que, lo reconozco, me gusta sentir… sonrío… yo que soy la reina del caos busqué un orden, un concierto… un cada cosa en su lugar… sin embargo, llegué a la conclusión de que la manera de mirar el mundo cambia… mismos ojos, distinta forma de ver… quizás yo miraba de otro modo…

Cuando mi atómica amiga vino a verme, su pregunta fue la misma que me hice yo al entrar en casa al volver del verano… has cambiado algo, me preguntó un tanto sorprendida… lo negué… pues su casa está distinta gatita, me dijo repasando con su mirada todo lo que había a su alrededor… sonreí… yo también lo sentía… igual se me está yendo la olla de la manera más absurda, pero sí creo que una casa se carga de energía… de lo que uno desprende, de lo que genera… quizás por eso sea distinta ahora, pensé… estuve durante días dándole vueltas al comentario… no de manera constante, pero sí de cuando en cuando… entre tanto, y gracias a la promoción de mi madre, el recibidor de la casa cambió… un simple mueble de veinte euros hizo que abrir la puerta cambiara radicalmente… mismas cosas, tan sólo eso… para cuando el recibidor era realmente distinto, volvió Iñigo… su comentario fue el mismo en una de esas largas noches que compartimos haciendo honor a nuestro RIFI… sentados en el sofá, viendo la tele, comentándola y riéndonos… has cambiado cosas en casa, me dijo en mitad de nuestro tiempo compartido, lo has hecho sin mi permiso… me reí… realmente, no han cambiado tantas cosas… algún cuadro, la distribución de las cosas… reconozco que sentí una gran satisfacción personal… para él, este espacio mío es su casa… su espacio… el suyo de Madrid… lo siente así, lo dice así… lo vive así… y para mí, que lo haga, resulta sumamente halagador… quizás porque me gusta saber que lo siente así… sin necesidad de haber vivido mucho tiempo conmigo, sin necesidad de tener nada dentro de ella que sea de su posesión…

El remate de esta extraña metamorfosis de una casa que es la misma de hace tantos años ya fue la llegada de Nando y Nela… Riket has tirado un montón de cosas, me dijo Nando mirando a su alrededor… te has dado cuenta, le dije afirmando mientras me giraba sobre el eje de mi silla de trabajo… la casa está bien distinta, me dijo él haciendo el mismo gesto que vi hacer a Thais… lo escuché, miré, sonreí… quizás, pensé para mí, yo sea distinta y por eso respira de otra manera… sin necesidad de comprar nada, sin necesidad de un gran cambio… pequeñas cosas, detalles… el colmo de mi testeo –y motivo por el que decidí escribir este extraño texto para mi sopa- fueron dos acontecimientos más que recientes… primero, un nuevo vecino que vive al fondo del pasillo y con el que a partir de ahora comparto el gasto de ADSL… entró en casa y, nada más hacerlo, soltó un “me encanta tu casa” que me sonó a verdad… el segundo episodio peculiar fue el técnico de la antena… un personaje que entró en mi casa provisto de su walkie para instalar ese cableado de TDT que me va a permitir conectarme al mundo si decido volver a encender la televisión… estaba a cuatro patas tras el mueble de la tele cuando empezó preguntándome por una de mis plantas… es una orquídea verdad, me preguntó… de ahí pasamos a preguntas de carácter técnico que solamente pude contestar porque Pons vive esta vida botánica tan compartida… el por qué de la maceta transparente, el cortarle o no la vara floral… para cuando le habíamos pasado revista a las macetas y él terminó de instalar el cable, se despidió… cuando salía por la puerta, el hombre se giró… tienes una casa muy acogedora, me dijo, huele a casa de verdad… cuando cerró, sonreí… mi espacio huele a casa, sabe a casa… existe, es una realidad… y quizás eso es lo que la hace especial…

Un espacio no es más que eso… espacio, metros… paredes y muebles… un lugar que de la manera que sea te pertenece… sin embargo, no es posesión de uno mientras no la siente casa… cuando no tiene eso irrespirable que se encierra entre unas paredes y que no se puede comprar… es algo que se tiene, algo que creas tú… que se genera y no con cosas… es un espacio único, el que crea cada persona… con un aire único, el tuyo… uno que te hace sentirte a gusto, tranquilo… es el aroma de tu hogar, tu espacio, tu refugio, tu mundo… ese que, sin querer, creas con cada día que pasas dentro de ella… esa atmósfera distinta que hace que, simplemente, un lugar sepa a ti… respire a ti…

Dicen que mi casa desprende calor… cercanía… buen rollo… comodidad… cariño… pero sobre todo, y no porque lo diga yo, desprende paz… una calma que hace que sea una especie de salvoconducto para muchas almas tocadas y un singular jarabe de sonrisa para otras… quizás porque yo soy así… o quizás, simplemente, porque es lo que he construido a lo largo de todo este tiempo de reconciliación con mis cuatro paredes…

Tengo un punching-ball que se llama Vodafone

Cuando a uno se le ocurre la maravillosa idea de cambiarse de compañía de teléfono y ADSL en casa, no sabe a lo que se arriesga hasta que la cosa ya no tiene marcha atrás… cansada de no obtener respuestas de una compañía que nunca contraté pero que me encontré como dueña y señora de mi línea, opté por cambiar… renovarse o acabar quedándome calva por culpa de Jazztel, esa fue mi máxima… después de rebuscar entre la competencia, me decidí por Vodafone… tenía con ellos el móvil de trabajo, tenían buenos precios y nunca había tenido problemas con ellos… me decidí y una operadora encantadora cursó mi pedido por teléfono… colgué satisfecha… contenta… sabiendo que me iba a tener que ahorrar seguir llamando una vez al mes a mi anterior compañía para descubrir de dónde coño habían sacado todos mis datos –incluidos los bancarios-… me senté a esperar la llegada de ese nuevo kit de ADSL que sabía a triunfo… iba a poder cambiar de compañía y tan sólo esperaba la llamada de control de Jazztel para preguntarme por qué me iba… una pequeña venganza de consumidor que, a mí, me parecía la victoria de una gran batalla…

Me equivoqué… la batalla, en realidad, no había hecho más que comenzar… el supuesto kit de ADSL que llegaría en dos semanas a mi casa tardó casi dos meses… dos meses en los que llamé en varias ocasiones para acabar sabiendo que la caja de voz –un aparato la mar de majo que decodifica la señal de Internet de la de voz- estaba fuera de stock… esperé paciente la llegada de ese aparato misterioso que estaba retrasando mi divorcio con Jazztel… el día que llegó, casi monto una fiesta… abrí la caja con la ilusión de un niño el día de Reyes… disfrutando del diseño muy estilo Apple que tenían mis nuevos dispositivos… según las instrucciones, podía montarlo yo pero aún así un técnico vendría a casa para acabar de comprobar que el sistema funcionaba correctamente… menudo lujo, me dije… ilusa… no sabía la que se me venía encima… el ADSL quedó perfectamente instalado con estas manos mías, pero la línea de teléfono requería de la visita del especialista prometido… que llegó un día por la tarde para explicarme que ahora tan sólo hacía falta cambiar “un cablecito” en la caja del edificio y tendría teléfono… como mucho, me contaba mientras se iba, estarás un día sin teléfono… ya era más de lo que me había dicho la teleoperadora encantadora que me atendió el día que lo contraté… será cabrona, pensé, y yo me lo creí…

En ese momento comprobé que, en este país, hay un tío encargado de hacer el bendito cambio de cable… el término exacto es “cambio de par”… una operación complicadísima que consiste en cambiar un cable de una caja a otra pero que requiere de las manos expertas de un técnico para el efecto… un técnico que no llegaba y que, para cuando llegó una semana más tarde, me dejó a oscuras… sí, sin línea… supuestamente, era algo coyuntural… algo que iba a durar apenas dos días… pero para cuando llevaba una semana completa, la cosa empezó a inquietarme… comencé a llamar a Vodafone para averiguar qué era lo que pasaba… para explicarles que soy freelance, que trabajo en casa y que el teléfono es –por desgracia para mí- imprescindible para mi labor… me dieron un número de incidencia y una fecha de resolución… tan sólo una semana más tarde… dado que no estaba en mi mano solucionarlo, me senté a esperar que ocurriera el milagro y mi teléfono resucitara… y mientras tanto, lo reconozco, disfruté de ese maravilloso silencio de no escucharlo sonar…

Sin embargo, para cuando el silencio duró un mes y medio la cosa empezó a encabronarme… un mes y medio llamando a Vodafone… un mes y medio coleccionando cabreos, números de incidencias y muchos minutos en espera… un mes y medio en el que descubrí que mi anterior compañía no estaba dispuesta a dejarme ir… un mes y medio de broncas, para qué mentir, reclamando únicamente aquello que ponía en el contrato… nadie sabía explicarme, después de un mes y medio, por qué mi casa no tenía línea… y, cuando ese mes y medio se cumplió y mi consiguiente llamada fue atendida, se desató la tormenta… Valeria, la pobre operadora argentina a la que aleatoriamente me conectó el sistema, tuvo que sufrir mi encabronamiento absoluto con el funcionamiento de la compañía… después de no entender qué era lo que ocurría, fue la única trabajadora de Vodafone que optó por realizar una comprobación técnica… me hablaba susurrando, creo que tratando de tranquilizarme… anonadada porque nadie hubiera efectuado tal prueba… después de 15 minutos en los que mi querida Valeria se esforzó al máximo, me dio su diagnóstico… el mismo que se temía en el minuto 3 de conversación… la maldita caja de voz, aparato infernal donde los haya, estaba dañada… casi ardo por combustión espontánea… era lo último que me faltaba por escuchar… lo más básico y lo que a nadie se le había ocurrido comprobar…

Seguí sus instrucciones para solventar el marrón… la pacífica Valeria me dio la dirección del distribuidor más próximo a mi casa para ir a cambiar el aparatito sin coste para mí… sólo faltaba, me dije mientras cogía el bolso para ir a cambiarla… recorrí la calle encaminándome hacia ese 13 en el que encontraría la solución para volver a tener teléfono… 15, 13, 11… recorrí la calle entera hasta el 1… ni rastro del distribuidor de Vodafone… pensé que, con la ofuscación, me lo había pasado… volví sobre mis pasos, subí de nuevo la calle… y a la altura del 25, volví a bajarla buscando ese bendito 13… era una premonición el número y no me había dado cuenta… en ese local lo que había no era Vodafone, sino un Halcon Viajes con una dependienta con cara de pan… perdona, le dije al entrar, sabes dónde hay por aquí un distribuidor de Vodafone… me miró con cara de alucine… esto era un distribuidor de Vodafone, contestó un poco flipada, pero hace tres años… la rabia me sacudió el cuerpo por dentro… le agradecí la información y salí del local marcando el número de atención al cliente de Vodafone…

De manera milagrosa, no me pusieron en espera… un pobre operador que, seguramente, llevaba una tarde plácida hasta ese momento fue el sufridor de mi llamada… le conté que por lo menos podrían actualizar las bases de datos… que, por lo menos, podrían comprobar que eso que ha retrasado el pedido durante más de mes y medio funciona… le dije que me dijera la fecha exacta en la que se vencía mi contrato de permanencia… y le amenacé con que se iban a encontrar con una baja porque iba a cambiarme de compañía la línea de móvil que tenía con ellos… con el cabreo en lo alto del moño, le pedí que “apuntara en el ordenador” que ni me llamaran para contra ofertarme… creo que el pobre operador, alma cándida donde las haya, acabó la conversación escondido bajo su mesa…

Con las mismas, y a modo de pequeña venganza, me fui a un distribuidor de MoviStar para cursar una migración… lo cierto es que, contra todo pronóstico, no se atrevieron a llamarme para contra ofertarme para que mi línea de móvil siguiera con ellos… sin embargo, tenía la sensación de derrota bajo el brazo… con una maldita caja de voz que, a día de hoy, no he logrado cambiar porque sigue estando fuera de stock por la cantidad de problemas que ha dado… sí, una delicia… una delicia descubrir que, para poder tener línea, tengo que meter la tarjeta en un móvil que sea de Vodafone… una delicia descubrir que ese número de mi casa, con su 91 tan madrileño, no aparece cuando llamas porque en su lugar lo hace un número de móvil… algo que hace que mucha gente no me identifique con la llamada, algo que hace que ni siquiera mi madre a veces responda a mis llamadas perdidas en casa porque no sabe que soy yo…

He perdido mi identidad telefónica… me he sentido impotente discutiendo para no llegar a ninguna parte… he caído en la desesperación con cada contestador que me decía en todo de cachondeo “Bienvenido a Vodafone”… embarqué a una amiga que curra en la compañía para que averiguara por mí qué era lo que estaba pasando… sufrí en silencio –qué remedio- los problemas burocráticos variados… pero eso sí, tengo apuntado en el calendario el día que puedo cambiarme de compañía… el día que puedo dejarles de nuevo con su línea y su contraoferta… lo único es que me da pavor pensar que será volver a empezar con la misma pesadilla… con ese punching-ball verbal que fueron, durante un mes y medio, los operadores de Vodafone… un alivio total para las tensiones, lo reconozco… pero una pesadilla que, con caja de voz o sin ella, no sé si estoy dispuesta a repetir…