viernes, 23 de mayo de 2008

Fábula del Sol y la Luna

Había una vez un universo remoto en el que un Sol y una Luna orbitaban dentro del mismo caos... en una noche eterna que él iluminaba y ella hacía resplandecer mientras él dormía… el Sol era la estrella que permitía la vida de todo el Universo y, pese a su importancia, no era conocedor de su protagonismo… no se daba cuenta de lo importante que era lo que hacía… la Luna, preocupada por este miedo del Sol, siempre intentaba animarle y sacarle de la oscuridad en la que se hundía… le susurraba… “eres grande”, le decía ella… “lo que haces es tan, tan importante… y tú ni siquiera te das cuenta”… la Luna se lo repetía en cada día de verano… en cada momento de cielo despejado… en cada uno de los segundos en los que él dudaba o el cielo se cubría de nubes y él sentía que no podía dar calor… ella era su fiel compañera que, cada mañana desaparecía, y cada noche volvía a rescatarle de su penumbra… cuando él la abrazaba, la Luna brillaba con toda su intensidad en el cielo como una gran luna llena… inundando con esa luz tan particular la noche del Universo… proclamándole a todo el caos de su alrededor que ella era la compañera del Sol… y que si brillaba cada noche, era porque él le daba el calor para hacerlo, porque la hacía sentirse durante unas pocas horas dueña de ese extraño mundo que los rodeaba… si el Sol estaba triste, la Luna crecía para hacerle sonreír… y cuando estaba cansado, menguaba para rescatarle de sus miedos y darle cobijo en su regazo... “qué buena eres para mí, cuánto te quiero”… le susurraba el Sol mientras la Luna compartía su calor y le hacía dormir… ella le miraba desde la oscuridad cada noche unos minutos… y él, temeroso, siempre le decía “no me mires que no me gusta”… pero ella necesitaba mirarle, conservar la ternura de ese Sol y acompañarle en el paso antes del sueño… cuando a ella le faltaba calor, el Sol se preocupaba de que no sintiera el frío… y si la Luna tenía miedo de la oscuridad, el Sol le regalaba el día de luz más hermoso… así transcurría la vida en ese universo remoto del que los dos eran los únicos centros del mundo… ella, más protectora… él, más temeroso… igual de importantes… él la consideraba luz a ella y ella trataba de brillar con más fuerza para demostrárselo… para demostrarle que su calor dependía de él… que sin él, ella no podía estar en ese cielo cada noche… que sin su luz, ella tan sólo podía ser sombras…

Sin embargo, un día el Sol se sumió en la oscuridad… ella seguía apoyándole en su tarea de dar luz, en lo importante que era su presencia para todos los demás y más todavía para ella… la Luna sabía que el Sol necesitaba cambiar de Universo, iluminar otro más agradecido y más tranquilo… otro en el que se sintiera más fuerte… y ella, consciente de lo importante que era, decidió esperar a que el Sol le pidiera que se marcharan de allí… la Luna sabía que llegaría ese momento y, mientras tanto, siguió apoyando la tarea del Sol… siguió menguando y creciendo según lo que necesitara él cada día… haciéndolo con todo el amor que ese universo le había hecho sentir…

Y una noche el Sol vio pasar una estrella fugaz… no era la única que había pasado por el Universo, pero él de golpe decidió fijarse en ella… su paso le hizo olvidar que tenía a la Luna esperándole para iluminar la noche… le hizo olvidar que ella había sido incondicional a él… su apoyo… su amiga… su compañera en la oscuridad de los tiempos, cada vez que el Sol tropezaba o el Universo le resultaba demasiado pequeño para él… pero pasó, y la Luna desapareció por primera vez del firmamento de ese universo… la noche se oscureció como nunca antes… esa luna nueva fue el comienzo de muchas noches de oscuridad… de muchas preguntas y muchas dudas… y cuando volvieron a mirarse, cuando volvieron a encontrarse en el rincón de esa inmensidad que era su casa, él sentía que ella le había tapado la luz… y ella que nunca siquiera lo había intentado… se produjo un eclipse que sólo vio la mitad del Universo, mientras la otra mitad seguía viendo al mismo Sol firme en el firmamento…pero el Sol había tomado una decisión, quizás vital… equivocada o no… pero decidió marcharse… buscar un nuevo Universo en el que fuera dueño y señor del cielo sin que ella le acurrucara por las noches ni le susurrara palabras bonitas… dándole luz a un universo en el que no necesitara que nadie le dijera lo grande que era sino sentirlo por sí mismo…

Y la Luna se quedó en el mismo mundo… paralizada… temerosa… sintiendo el frío de la noche… estando perdida entre tanta oscuridad… queriendo correr a buscar al Sol para explicarle que nunca le había tapado su luz, que sólo había intentado que él se diera cuenta de que la tenía para brillar con más fuerza… y que esa luz era el centro de un Universo que crecía cada día sin que él lo viera… tal vez llegarían nuevas estrellas, sin duda con su propia luz… pero la Luna pensó que nunca brillarían tanto como él… y se preguntaba en sus largas noches horas de ausencia en el firmamento si el Sol pensaría lo mismo… ¿se lo podría preguntar?, ¿podría preguntarle si realmente creía que sus noches y sus días iban a tener el mismo calor, la misma ilusión, la pasión con la que se encontraban en cada atardecer?

Pero no podía hacerlo… él estaba lejos… y ella tenía que respetar lo que había decidido… encontrarse en su oscuridad mientras él lo hacía en su luz…

Y así un Universo sólo vio largos días enteros de noche… y el otro Universo próximo sólo tuvo largos días enteros de luz… y como el Sol estaba lejos, la Luna solamente podía ser una luna nueva… y como la Luna estaba lejos, el Sol sólo podía dar el calor de un otoño en su Universo…