lunes, 29 de junio de 2009

Pequeños reencuentros

"Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer"
El Principito, Saint Exupéry





Al salir un domingo por la mañana a tomar café me topo con un compañero de la facultad… hace años que no le veo y coincido con él en el tiempo y en el espacio tres veces en una semana… descubrí que vivía en mi edificio esta semana… con las mismas descubrí que se iba a mudar… y cuando me lo encontré esta mañana, se estaba acabando de mudar… si vas a tomar café sóla, me dice, me voy contigo… dicho y hecho… nos fuimos al Volare –un pub de esos para sesentones que fuman puros… y el único lugar del barrio abierto un domingo por la mañana-… pedimos dos con leche, pusimos el paquete de Lucky sobre la barra… antes de darme cuenta me estaba hablando de su trayectoria de vida de los últimos años… decía que le daba vergüenza cómo iba vestido… mírame, me decía abriendo mucho los ojos, si ni siquiera me he duchado… sigues manteniendo relación con gente de la uni, me preguntó con un poco de tristeza, yo creo que estuve muy abducido esos cuatro años… es curioso… en la facultad era un tío que me pareció primero peculiar… y años más tarde, alguien a quien descubrir poco a poco… tirando del hilo… había metros y metros… mi premonición de entónces se ratificó encendiendo el segundo cigarro sin parar de hablar…

Me hablaba de su vida sentimental… de sus múltiples apuestas y sus múltiples derrotas… de todas esas pequeñas frustraciones que te da la vida… de que, cuando creía que pasaría su vida sólo, apareció Elia… sonríe… yo que pensaba que ella era más mayor, se reía, y sólo tiene 25 años… entre sus palabras leí eso que se siente o no… cree que es ella, no hay duda… sonreí para mis adentros… me alegré callada de su descubrimiento cuando lo ratificó con palabras… contado por ese saco de huesos que siempre ha sido y esa sonrisa de siempre sabe a realidad… me hablaba de ese colegio en el que trabaja, de su peculiar manera de enseñar… enseñar, buen verbo… para él pasa por compartir y por hacer pensar… a mí los chavales me han preguntado si fumo porros, me dice descojonado, y no sabes qué contestar… él vive cada día de clase como un encuentro… le pidió a sus alumnos que ellos también le pusieran nota a él… le emocionaba haber leído lo que pensaban de él…

Le pasamos un repaso a mi vida… de esas cosas que pasan y que te trastocan… él sabía bien de qué le hablaba, lo había vivido no hacía mucho… ya me he quitado de encima esa sensación de haber perdido el tiempo, me contaba cruzando las manos sobre las rodillas con el cigarro encendido… la verdad es que tiene delito, le dije, durante un tiempo nos escribíamos y luego nos perdimos la pista… él sólo sonreía mientras me miraba con esos ojos claros que transmiten frío y calor a la vez… el otro día cuando te encontré me hizo ilusión, me dijo… curioso… a mí me estaba haciendo muchísima ilusión pasar con él esta mañana de domingo… le hablé de que, en esta última época de mi vida, estaba escribiendo hasta en el reverso del ticket del metro… se rió… me habló de una novela que tiene a punto de terminar… de una previa que tiene en un cajón… mándamela me gustaría, le dije… no, fue su respuesta, no la ha leído nadie… por eso mismo, insistí, me gustaría leerla… no, volvió a responder… le hablé de mi incursión en su blog… me gustó lo que leí, le dije… escribes poesía, me preguntó… no a menos que esté muy jodida, le sonreí… y qué haces con todo lo que escribes… buena pregunta, pensé… mucho publicarlo, mucho otro quedármelo para mí… hablamos de los silencios, los vacíos… de esas cosas que pasan en la vida y que nos hacen reaccionar… curioso… a él le pasó también al cumplir los 30… es la edad, me decía, y seguir moviéndome sin parar dentro de una ciudad… tienes alma de nómada, le dije, y eso tampoco es malo… para él comienza a pesar, pensé, pero no sé por qué quizás este cambio último sea el definitivo… otro café, le pregunté… hecho, me sonrió… cuando volvíamos juntos al edificio, me pidió mi número de teléfono… me incitó a ir al concierto que daba el próximo viernes… nos despedimos con un hasta pronto cuando se bajó en el quinto…

Eran más de las 3 de la tarde cuando volví a casa con una sensación bonita dentro de mí… comimos a las 6, le debía a Claudia un brócoli al horno de los míos… la tarde se iba poco a poco… entre textos pendientes de publicar, canciones y la visita de Pons… de pronto, llegó un nuevo reencuentro… un mail en mi bandeja de entrada… no sé por qué pero sabía que serías tú, pensé para mis adentros… cuando vi el nombre, sonreí… me gustaba esta extraña correspondencia con ese amigo que vive lejos… ese amigo que lo es de una manera extrañamente conocida... ese hombre que tiene una mirada que dice mucho más de lo que calla… ese con el que, por algún jodido y extraño motivo de la vida, no cuestiono muchas cosas… las sé, simplemente… algunas me las ha dicho, otras las he leído sin necesidad de caligrafía… yo le había escrito la noche antes pidiéndole disculpas sin hacerlo por haber tardado más de un mes en responderle… él me devolvía una de esas extrañas cartas nuestras empezando con un “hola señora de los tejados”… me gusta… recuerdo cuántas veces le había escuchado decir que, al hablar, a veces ronroneo… no lo puedo evitar, llevo la gata metida dentro desde siempre sólo que antes no era tan consciente… quizás lo había olvidado, sin más... me gustó todavía más leerle decirme que le encantaba leerme así… sin cerrar los ojos me imagino los tuyos, me decía, cantándole una sonrisa a la vida… cuando lo leí, lo pensé… no existe mejor definición en este momento para cómo miro al mundo…

A medida que leía el mail, sonreía más… es curioso… me hablaba de retentiva química… recordé una noche en la que, sin decir ni una sóla palabra, sólo buscamos un olor… cazado, sonreí maullando bajito, sabía que eras tú… recordaba aquéllas palabras… sabría ubicarlas perfectamente en el espacio, en el tiempo… en el momento al que correspondieron… sonrío… por algún motivo, pensé, apareciste en mi vida cuando lo hiciste… y lo más curioso es que, después de tanto, estás ahí… de alguna manera, estás… ronroneé de nuevo… tenía ganas de verle y pegarnos una de nuestras charlas interminables que, más que nunca y como dice Pons, irían de hipervínculo en hipervínculo… otro reencuentro más, pensé, otro con el que alimentar el alma…

Volví a maullar… lo siento… le he cogido gusto…

domingo, 28 de junio de 2009

Noche de mujeres sin cadenas

En la madrugada del viernes volví a casa después de pasar la noche con una amiga... con una que lleva en mi vida desde hace tantos años que parece que lo ha estado siempre... me lió para uno de esos planes a los que me habría negado de primeras… inauguran una terraza chill-out en Las Rozas Village, me dijo… me aterró relativamente la idea… pero con la pestaña “pintá y tó”, me dijo, hazlo por mí… creo que esas fueron las palabras mágicas… si ese era el planteamiento, pensé, descuida que allí estaré… mi amiga pasa por uno de esos extraños pasos de la vida… ese paso en el que lo que tenías desaparece y te deja en bragas preguntándote hacia dónde tirar… lo conozco bien… sin embargo, la admiro… se ha saltado la denominada fase del chándal… ha sacado fuerza de flaqueza enfriando las emociones y mirando de manera objetiva los hechos… está claro… ha logrado sobrevolar sobre su propio pasado, era una gran idea pasar la noche juntas…

Gracias al Messenger de la BlackBerry acordamos las coordenadas de nuestro encuentro mientras charlaba con Claudia… el qué vas a ponerte fue una de mis primeras preguntas… me sorprendió y me gustó a la vez… hacía muchos años que no preguntaba algo así… no me preocupaba… al final, tiré por la calle del medio… estar cómoda pero sabiendo que estaba guapa… un vestido negro largo un tanto hippy… un enorme pañuelo para entrar en el “modo Massiel” que a Pat le hace reír tanto y que a mí me ayuda a resguardarme… mi amiga me aprobó el modelo vía Messenger… cuando cerraba la puerta de casa, tenía la extraña sensación de salir a conquistar el planeta tierra… no sé por qué… me había puesto ese vestido otras veces… apenas me había maquillado… pero por algún motivo que no acierto a entender, era yo con mis circunstancias y una sonrisa… me gustaba… me costó salir del garaje… no encontraba la llave magnética para sacar mi coche… el pánico me duró cinco minutos… retrocedí haciendo maniobras casi imposibles –el parking no es precisamente el más sencillo del mundo y mi plaza está al fondo- y la encontré… recordé que, la última vez que me había bajado, había escuchado un “click”… era mi llave…

Llegaba tarde, salí del garaje… al coronar la calle, mi calle, el chico de las ambulancias pasaba por delante… asomó la cabeza por mi ventanilla… pretendía que me bajara del coche para verme… hueles muy bien, me dijo con esa sonrisa de conquistador que usa con todas las mujeres de su entorno… como siempre, le contesté yo… no hoy hueles especial, me dijo sin parar de mirarme el escote… me reí… no sé si lo intentas en serio o de broma, pensé para mis adentros, pero creo que conoces de sobra la respuesta… callejeé para llegar a casa de mi amiga… qué guapa estás, nos dijimos a la vez mientras se subía en el coche… hacía años que no compartíamos una noche de copas… a las dos nos parecía que llevábamos demasiado escote… sin embargo, a mí el suyo me parecía correcto y el mío a ella también… me reí… hay que ver cuántas trabas nos ponemos las mujeres a nosotras mismas…

Después de poner el culo en uno de los taburetes de la supuesta terraza, comenzó el momento de “canapero profesional” de mi amiga… es un crack en un cocktail, no tiene vergüenza y no pierde de su vista ni una sola bandeja… mientras tomábamos cosas tan chic como un panini de cocido madrileño o un gazpacho de sandía, no parábamos de hablar… de pasarle revista a nuestro pasado más próximo… a esos objetivos personales que nos habíamos marcado… a realidades como ser conscientes de no merecer muchas cosas vividas… a esa tendencia del hombre latino a venerar a la mujer… te pueden poner todos los cuernos del planeta, le decía yo, pero mientras comparten tiempo contigo te hacen sentir única… la teoría no es mía, me la ha explicado una fuente de primera mano… uno de esos chicos de camisa de rayas que a ella le gustan pasó… la sentí mirar como una mujer que sabe que está guapa y que sabe que es mirada… sonreí… volvía a ocupar plenamente su lugar en el mundo, pensé, es dueña absoluta de él… si no sientes esa potestad, el juego de la seducción simplemente ni siquiera tira el primer dado… sonreí recordando… no hacía mucho que yo había sentido volver a jugar… sólo me di cuenta después de que sucediera… fue implacable, sí… maullé para mis adentros… yo también había recuperado mi propia potestad…

Le sonreí halagada la propuesta de irme a Italia con una mochila… seguro que es un país lindo pero sé que contigo lo sería más, le conté que me dijeron… yo no me lo pensaría, me dijo ella… sabes lo peor, le dije yo riéndome, que yo tampoco… nos reímos… qué sana estaba resultando la noche… te veo más fuerte, me susurró con esa mirada que significaba alivio… es curioso… sólo ahora soy consciente de lo egoísta que he sido no volviendo a ser yo antes… mi gente ha sufrido viéndome… han sufrido conmigo… sé que nunca recibiré tanto amor como el que me ha dado esa familia propia y elegida de la que formo parte… sonrío… ese ha sido otro de los grandes regalos de este año que creo mío… sentir que, con mi pequeñez en el mundo, hay tantas personas a mi alrededor que han sufrido algo que a ellos les dolía más que a mí… verme así…

Después de un episodio Paco Martínez Soria para salir de Las Rozas Village, nos prometimos ir a ver una carrera nocturna al hipódromo… por ver correr a esos animales en mitad de la noche… tú y yo seremos amigas siempre, me decía muerta de risa mientras entrábamos en nuestro siguiente destino de la noche, nunca nos pelearemos por un hombre… lo tenía claro… a mí tanta camisa me brota el sarpullido, a ella mis modelos alternativos de hombre tampoco la convencían nada… con una cerveza, hablamos del concierto de U2 al que se va a Barcelona… es un poco locura y no sé de donde sacaré el dinero, le dije, pero si consigues otra entrada avísame que me voy contigo… bromeábamos sobre un Wally que había pidiendo en la barra… los extraños amigos que habían salido de caza… lo tengo comprobado, es de a dos… curioso porque nosotras también éramos dos… me reí de la vida… estoy en ese juego y no me había dado cuenta… cuando el aire acondicionado había terminado con mis ojos, nos encaminamos de vuelta a Madrid… disfruté el paseo viendo la ciudad iluminada… con ese fresquito tan fresquito de la noche… con una conversación sobre que ella sigue pensando a diario en él… supongo que es costumbre, dijo ella… o no, le contesté… derramó el corazón sin abrir la boca… las heridas son demasiado recientes, pensé, ahora gracias a ella siento más que nunca que el tiempo lo cura todo…

Volví a casa a sentarme a mirar por la ventana de este barco pirata… Claudia había dejado encendida la radio para oírla desde la cama… dormía… me senté con mi humo para ver ese cielo de Madrid que es mío … el que me permite diseccionar mis días… una canción se coló en mitad de la noche apenas iluminada por una tenue luz… estamos sincronizadas, sonreí, sólo sacas discos en momentos determinados de mi vida… casualidad o causalidad, no lo sé… de pronto esa melodía se coló en mi noche… esas palabras… sonreía en la oscuridad… maullé suavemente… sólo para mí…


Esta fue la banda sonora de mi madrugada del viernes... la canción que me hizo maullar... sonreir... callar... fumar... y volver a sonreir...

sábado, 27 de junio de 2009

Un corazón en un cajón

Lo guardó sin saberlo de manera consciente… el gesto fue mínimo pero rotundo… sólo sentía que tenía que hacerlo… no lo eligió, simplemente pasó… como pasan tantas cosas incomprensibles en esta vida… esas que siempre nos supondrán una pregunta eterna para la que no hay respuesta… pero ocurrió… lo metió en el fondo de un cajón… lo tiró con fuerza contra la esquina más recóndita, tratando de que los pedazos apenas cosidos saltaran por los aires… le quitó las pilas antes de hacerlo… lo detuvo, sí… lo arrinconó para evitar que latiera… quizás por rabia, quizás por no comprender el idioma que hablaba… quizás, simplemente, porque así tenía que hacerlo… lo guardó sin tener la menor duda… sin plantearse si hacía lo correcto… de alguna manera era como lo sentía… demasiados pedacitos… el hilo no se sustenta… lo que ella desconocía es que ese corazón la había forzado a arrancárselo… que él y sólo él la había colocado en el borde de un abismo demasiado alto de librar… él también quería estar ahí… necesitaba darse el descanso del guerrero… dejar de latir, dejar de vivir… quizás hasta siempre… o, quizás, hasta volver a tener fuerza para hacerlo…

Lo dejó en esa oscuridad… para poder continuar hacia delante… quizás para poder permitir que acabara de coserse… de vez en cuando, entreabría el cajón para verlo… estaba… quieto… parado… no había vida en él… recordaba que antes latía… que lo hacía porque sí… sin más… latía de muchas formas… sonaba de muchas otras… sintió melancolía al recordar esa sensación en el pecho… era bonita, sí… pero ahora no era el momento… todavía no había hueco en su cuerpo para volver a colocarlo… vivía con ese agujero… un vacío absolutamente indescriptible… ese en el que se confunden miedo, dolor… ese vacío en el que se sentía perdida… sin una dirección definida… ella lo había escuchado antes… qué más da hacia donde vaya, se decía, si no sé a dónde voy… intentó imaginar que, simplemente, lo sentía latir aunque no estuviera… lo intentó… una quimera, se dijo a sí misma… pero a veces las quimeras son las que permiten seguir respirando…

Un día el corazón comenzó a latir en mitad de la oscuridad de ese cajón… comenzó a moverse sin necesidad de que nada lo reanimara… quizás tan sólo le despertó el instinto de supervivencia… el de una realidad que vivía fuera de ese cajón… un mundo que, con sus luces y sus sombras, le permitía latir… le permitía sentir… le sacaba de ese sarcófago en el que él se había enterrado y ella le había sepultado… por decisión propia, por la necesidad imperiosa de sobrevolar su propia historia, acabar de cicatrizar… corría sangre por sus venas, podía sentirlo… había vuelto a abrir la puerta de la vida… mientras él comenzó a latir, ella dejó de sentir que ese vacío tan inmenso seguía minándola… primero notó calor en las manos, luego un escalofrío le recorrió la espalda… se le puso la carne de gallina… sentía… estaba vida… ese extraño episodio zombie de su vida había pasado… había vuelto a ser ella, sin más… había vuelto a recordar lo que era antes de que encerrara su corazón en ese cajón… necesitaba echarle de menos quizás… necesitaba saber que seguía estando ahí…

Lo sintió latir… lo sintió de nuevo… sintió cosas que nunca antes había sentido… el impulso de la sangre corriendo por las venas… sentirla regar todo el cerebro… la manera de golpearle por dentro el pecho… sensaciones que le parecieron completamente nuevas… diferentes… cargadas de una energía que no recordaba… de una fuerza que había dejado arrinconada durante demasiado tiempo… una fuerza hecha a base de pequeñas cosas… de pequeños episodios de la vida… de sonrisas, muchas sonrisas… de lágrimas, demasiadas lágrimas… de detalles pequeños que marcan grandes momentos… latía, de nuevo… se aplicó la frase que tantas veces había cantado… aprendió que hay cosas que es mejor perder…

Ella sentía, él la hacía sentir… ella prometió nunca más arrancárselo… él le juró que nunca más se rompería…

jueves, 25 de junio de 2009

Compartir

Últimamente pienso mucho en lo amplio que puede llegar a ser el verbo compartir… en la cantidad de significados, acepciones y aplicaciones que tiene en la vida diaria… nos pasamos el día entero compartiendo, aunque no seamos conscientes de ello… compartimos un espacio con desconocidos haciendo la cola del pan… compartimos pequeños ratos de nuestra vida con gente a la que, quizás, no volveremos a ver… compartimos con una amiga un disco que nos ha gustado, una película que nos ha impresionado... compartimos sin apenas percibirlo pueblos, ciudades, países… da igual… compartimos un lugar físico en el aquí y en el ahora… un lugar que, muchas veces, es tan sencillo de delimitar como el metro cuadrado que me corresponde como habitante del planeta… es mío, cierto, pero incluso ese minúsculo cubículo lo compartimos aunque no queramos… e, incluso, en ocasiones permitimos que sea porque queremos que nos lo invadan... sonrío... hace poco alguien me dijo que le había gustado invadir mi espacio bailando...

Nunca había pensado en la cantidad de cosas que me perdía sin prestarle atención a la palabra “compartir”… según el diccionario –por cierto, no sabéis la cantidad de páginas de palabras que empiezan por “com”-, dícese del acto de repartir, dividir, distribuir en partes o participar en algo… sonrío mientras busco la luna por la ventana desde este barco pirata… me las puedo aplicar todas y cada una de ellas… y, lo que es mejor, me encanta… he repartido mi tiempo entre todas aquéllas personas que en un momento dado lo necesitaron o a las que necesité… aquéllas a las que sólo les hacía falta sentirme cerca, aquéllas que buscaban alguien en quien encontrar respuestas, aquéllas en las que yo las busqué… vuelvo a sonreír… es curioso esto de compartir, me digo, comparto incluso aquello de lo que carezco… aquello que hace que mi vida sea peculiar… diferente… quizás, simplemente, mía… he dividido mi vida en “antes” y “después” como algo fundamental para poder seguir hacia delante… la he compartido de dos maneras distintas… y compartir con mi nuevo acompañante de estas noches en las que no encuentro la luna me gusta… me gusta porque me ayuda a mirar… a pensar… a sentir de otra manera… a verme crecer día tras día… me he distribuido en partes… un trocito aquí, otro allá… pedacitos de mí a los que he renunciado porque me ha dado la gana… porque los he regalado para que cada uno de ellos se vaya a un lugar… no, no me siento incompleta… simplemente siento que ahora algo de mí está en muchos otros lugares… que, sin quererlo o queriendo, formo parte de la vida de otras personas aunque sea en el recuerdo… aunque sea a través del tiempo vivido, de las experiencias… de las conversaciones o de los silencios… participo cada día en esta extraña comunidad que comparte… hablando, diciendo… regalando un instante… o, simplemente, quedándome muda… a veces lo necesito, lo siento… he aprendido a compartir conmigo misma y eso me gusta…

Hace poco me dijeron “me ha gustado compartir contigo”… y, dada la situación, me extrañó supremamente la frase… nunca me habían dicho algo así después de darme un beso de despedida… pero “compartir” se quedó en mi mente grabado a fuego… he compartido sin saberlo… he compartido aún dejándome llevar por el instinto… he compartido, tan sólo, por haber vivido un rato de mi propia vida cerca de otra persona… un rato que, pese a ser finito, nunca lo será… nos empeñamos en cuantificar el tiempo y, sin embargo, no existe… me gusta sentir que incluso lo que uno es se puede compartir aún no queriendo… pese a colocarnos barreras absurdas e insalvables a nosotros mismos… siempre me he reído de la típica frase que muchas veces yo he dicho… “compartir es vivir”… somos una extraña cadena de trueque de poquitos de cada uno… de lo sentido, lo pensado, lo vivido… vivido, sí… se vive desde que uno se levanta hasta que se acuesta… en eso consiste el juego aunque en ocasiones se nos olvide…

He compartido muchas cosas últimamente… incluso aquéllas que pensé que me guardaría de manera egoísta para mí… por qué, pensé el día que me di cuenta de hasta qué punto este verbo se había colado en mi vida, por qué guardar para mí si precisamente lo más auténtico que tengo realmente soy yo… un bien preciado, como el de cada uno… ese increíble tesoro que nos hace reír, llorar, callar o simplemente dejar correr el tiempo... da lo mismo… compartimos de muchas formas, de muchas maneras… nunca había pensado también que, en cierta manera, comparto mi vida escribiendo este blog... contando las cosas que me pasan para que me lean los demás aunque sea en las sombras -Jaime, todavía recuerdo tu frase de que eres ese lector oculto que siempre está ahí, pendiente de este barco pirata-... aunque a veces sienta la necesidad de contar a través de cuentos, de fábulas... siempre son gatos, sí... es curioso, no se distinguen por ser el animal que más comparte... y, sin embargo, no se me ocurre otra manera de contar sin hacerlo las cosas que me pasan...

Tal vez porque ahora practico este peculiar deporte, pueda darme cuenta de que ese constante intercambio es gratuito, no tiene precio y ni siquiera una Mastercard puede conseguir que lo tengas… y, lo que es mejor... compartir se hace sin querer... sin buscarlo... tan sólo encontrándolo en el camino... como parte de ese destino que todos tenemos... como parte de eso que todos creamos con cada paso...

miércoles, 24 de junio de 2009

Brujeando en la noche de San Juan

En medio del calor de esta madrugada, miro mis velas… no podía ser de otra manera, me sonrío… una perfecta escorpio como yo no podía dejar pasar esa noche en la que, supuestamente, la magia puebla hasta el último rincón… esa noche que inunda las costas de España de hogueras en mitad de la arena… de sueños viejos que hay que quemar… de nuevos propósitos… de todas aquéllas cosas que pedimos a la madrugada aún sabiendo que dependen de nosotros… quién sabe, me digo, quizás este extraño mundo de casualidades causales necesite esas pequeñas limosnas de fuego… para desear aún, como dice una amiga mía, sabiendo que lo que uno desea se puede cumplir…

Ha pasado un año desde esa última noche de San Juan en la que decidí invocar a lo desconocido para plantear mis sueños… un año desde que me bajé de un tren procedente de Málaga para venir a casa a encender mis velas… a encender mis plegarias sin dios existente en mi vocabulario ni definido bajo ningún nombre ni ninguna religión… cada día creo más que el dios de cada uno está dentro de cada uno… volví a casa corriendo a quemar aquéllas cosas viejas que nos dejó el año… ha pasado un año, me digo… un año desde aquélla noche no tan calurosa como esta en la que regresé un camino mil veces andado… de aquélla, la casa se pobló de velas… pequeños fuegos controlados que tan sólo ardieron tratando de acallar unos demonios que nada tenían que ver con la noche ni con la magia… quizás por eso, cuando he vuelto a colocar un año después diez velas sobre el poyete de las ventanas de mi casa, lo he pensado bien al encenderlas… me ha sorprendido… he pedido por mí primero, por mí segundo… por mí tercero… interesante el cambio de prisma de esta nueva época vital… sin duda… a este peculiar lugar que ocupo en el mundo le queda un solo tropiezo para la conquista… muchos pasos para el descubrimiento… no seguí la ruta de Colón, no… supongo que, como siempre, seguí lo que me dictó aquello que me guía… “Donde el corazón te lleve” fue uno de esos libros que leí con ganas a los 17 años… curioso… nunca he dejado de hacerlo… y ahora tan sólo tiene una dirección…

Mis velas arden en lo que la noche se escapa… la más corta del año… la más mágica de todas… esa que te hace quemar con un motivo y una excusa… esa que te permite pensar que el fuego no sólo destruye sino que, simplemente, genera nueva vida… más allá de las velas, me gusta volver a recuperar esa parte de lo que fui… la de las intuiciones, la de los momentos en los que de manera incomprensible no logro explicar lo que pasa… pero ocurre… durante mucho tiempo, ese mundo incomprensible se ha quedado dormido… supongo que como yo… pero los sueños han vuelto, aunque no sepa entenderlos… las señales me persiguen, aunque a veces no les haga caso… sí, soy traviesa… me gusta incordiar a mi propio destino… quizás porque el mundo es mucho más divertido si le pones la zancadilla a las cosas… o quizás porque cada paso que damos nos lleva en una dirección necesaria… necesario, buena palabra… un titular único para estos meses de metamorfosis… de cambio… de renovación… de quemar para poder volver a construir… de hacer arder hasta poder recoger las cenizas… hasta poder encontrar entre ellas esa pizca de luz que a todos nos ilumina… que nos guía…

No, no se me ha ido la olla… creo que nada es blanco ni negro… cada pequeña cosa de este mundo tiene demasiados matices… demasiados enigmas… demasiados misterios… nunca podré conocerlos pese a mi adicción absoluta a los por qués… pese a desplegar mi lado felino y dejarme matar por la curiosidad… ahora es mi aliada, y me hace sentir bien esta nueva coalición… sin ella no sería la loca que casi le pega fuego a su casa, quizás… pero está claro que sin ella me quedaría únicamente en los registros del blanco y el negro… y, lo siento, para mí el mundo cada día tiene más colores… y lo que es mejor… si alguno se tiene que borrar, simplemente se quemará… el fuego es así…

domingo, 21 de junio de 2009

Cerrando círculos

"Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando"

Paulo Coelho

Hoy me he parado a pensar que, quizás, este sí que sea mi año… me hace gracia… mi prima María me lo dijo hace algunos meses… este es nuestro año, sonreía, sólo que tú todavía no lo sabes… cuánta razón tenía… me río al pensarlo… no sé explicar por qué motivo pero francamente así es como lo siento… inventario mi vida reciente, es una de las cosas que he aprendido a disfrutar en este año kafkiano mío… siempre lo he hecho pero por algún motivo, últimamente, me gusta más todavía analizar las cosas que han pasado… las que he aprendido… lo que he vivido… lo que he sentido… es curioso… miro en los recuerdos de este último año mío y me sorprende… he aprendido muchas cosas… he descubierto muchas… he redescubierto cientos más… cuando esta extraña metamorfosis empezó me cansé de decir que para algo serviría… que todo lo que pasa en la vida es para algo, por algo… sea lo que sea… tengo toda la vida para descubrirlo y ahora me parece más una aventura que una carga…

Analizando este medio año vivido me doy cuenta de que he coleccionado ya muchas nuevas historias… aventuras, pequeñas o grandes, que a mí me alimentan… lo siento, no sólo me encanta la gente sino que, lo reconozco, se me da bien… soy consciente de que tengo esa habilidad… quizás por eso me interesa todo el mundo y las historias que tengan que contar… si es una enfermedad, por favor no me curéis… me gusta vivir la vida así… coleccionando recuerdos y momentos… sintiendo cada pequeña cosa con intensidad… Claudia dice que es porque tengo un gran mundo interior… yo a veces creo que es, simplemente, porque soy una exploradora del ser humano… de lo que hay más allá de lo que vemos… de todo eso que hace que nuestras vidas sean como son y no de ninguna otra manera…

De alguna manera, he logrado bucear un poco más dentro de mí… algo que olvidé hacer y que es mi nueva adicción… encontrar, ya no buscar… es un juego divertido, para qué negarlo… y si lo extrapolas al resto de tu vida, una garantía de vivir cosas distintas… me doy cuenta que, pese a las sombras, estos meses han sido el preludio de algo que está por venir… te va a pasar algo bueno, me decían por separado Claudia y Pat hace poco… es curioso… cuando lo oí, sonreí… yo también lo sé, aunque no pueda explicar el por qué… mi espíritu hippy está quizás más vivo que nunca… más activo… ha despertado de nuevo una mente somnolienta para ponerla en marcha… para tener nuevos sueños, nuevos proyectos… ilusiones, algo que estaba fuera de stock en otra época… levanto la mirada y me encuentro con esa foto de fotomatón que me hice con mis chicos de la percusión en su última tarde en Madrid… sonrío… incluso ellos, toda la gira en sí, ha sido un regalo de este año… una experiencia que ha marcado un momento de mi vida… no puedo negarme a la evidencia… esa gira llegó en el momento que tenía que hacerlo… ni antes ni después…

Y, pese a todas esas emociones, he descubierto que cada día soy más gata… sí… me he convertido en un ser celoso de la soledad… del silencio… de, pese a estar acompañada, tener mi propio mundo ajeno a todo el resto… de poder estar en este barco pirata, simplemente, mirando por la ventana… sintiendo que el rumbo es el correcto… no temiendo que pueda encontrarme con una tormenta… pasará, como lo hace todo en esta vida, y volverá la calma… sonrío, es así de simple… disfruto de esa soledad porque me permite estar sola conmigo misma… hablando o sin hablar, dejando la mente completamente en blanco… dejándola salir hacia el lugar que desee… me ha permitido perdonarme muchos errores y felicitarme por pequeñas conquistas personales… me ha permitido recordar muchas cosas de mí misma… buenas y malas… me ha ayudado a reconocerme… y, sólo por eso, necesito esa soledad en pequeñas dosis… para seguir creciendo… para acabar de clavar la bandera en ese lugar del mundo que es mío y solamente mío…

Pequeñas piezas de ese puzzle vital del que siempre hablo… piezas que han logrado darle consistencia al conjunto del puzzle… cada vez quedan menos por ubicar, me digo tranquila… y saberlo me hace respirar muy hondo… me siento libre, terriblemente libre… no sé explicar cuándo comenzó, pero es maravilloso sentirlo… como una amiga me leyó “la oscuridad no es más que la otra cara de la luz”… cierto… y no ha de ser ni mejor ni peor… simplemente, como dice esa canción de Lagarto Amarillo, diferente… raro, extraño… sonrío… me gustan las cosas raras en el fondo, son las que le ponen la sal a esta sopa… cada vez queda menos para que lleguen esos 30 que tanto he temido… esos que me hacían hacerle frente al hecho de no haber cumplido mis propios objetivos vitales… es lo único que agendé en el mapa de mi vida y he tenido un año para no sentir pena por esos sueños que no cumplí antes de llegar a esa edad… quizás no tenían que ser… quizás, simplemente, tenía que soñar otros nuevos…

Ahora sí creo que he comenzado a cerrar algunos de los círculos que tenía pendientes… esos momentos de tu vida que simplemente se terminaron… ahora sí creo que mi metamorfosis está dando sus frutos… me noto nacer poco a poco las alas y me gusta esa sensación… dentro de nada volveré a ser mariposa… lo sé, lo pienso… lo siento y lo presiento… me noto el alma de nuevo… y, lo mejor de todo, es que ya no me pesa… está ahí… dispuesta a estar en paz… dispuesta a mirar más allá de ver…

viernes, 19 de junio de 2009

Una tarde con la ex de mi ex

En esta vida a veces pasan cosas singulares, sin duda… pasé la tarde del viernes con la ex de mi ex… extraño pero tengo que reconocer que fue un tiempo tan agradable que, ahora más que nunca, me alegro de la elección… necesitábamos un diseñador que supiera programar web… por algún motivo, mientras inventariaba la lista de diseñadores que conozco y su disponibilidad, me saltó ella a la cabeza… recordaba que hacía estas cosas… antes de llamarla, analicé la situación… qué problema hay, me pregunté a mí misma… puede sonar extraño, pero pese a ser una casi desconocida para mí, me cae bien…

Un viernes por la tarde era la cita acordada… la primera sorpresa es que apareció por donde menos lo esperaba… se sentó a mi lado con su enorme sonrisa… no sé explicar por qué, pero me gusta mucho cómo sonríe… es auténtico, y tiene una gran dosis de timidez… entre botellas de agua, zumo de naranja y café comenzamos a trabajar… le contamos la idea, comenzó a hacer esbozos… de vez en cuando, trataba de explicarle desde el mundo que habitamos las dos –el de la comunicación, entendida como sea- las cosas que a Dani –el cliente, quizás el más especial de los que tengo porque es hermano de una gran amiga- le hervían en la cabeza… después de dos horas Blanca y sus ideas le habían convencido de que contar con ella para el diseño era algo vital…

Cuando la reunión ya estaba casi terminaba, comenzamos a charlar… primero de las bodas, de lo poco que me gustan y que esa misma tarde tenía que ir a una aunque sólo fuera de manera simbólica… de que nuestros iPhone -puto iPhone- sonaban igual, de dónde estaba la "Ñ" en el teclado del bendito teléfono... antes de salir del hotel donde nos reuníamos, ya habíamos hecho “planes”… sí… yo tenía que llevar dos carretes a la tienda de Lomografía, ella acababa de terminar un curso al respecto y tenía ganas de probar con ese tipo de foto… después de despedirnos de Dani, nos pusimos en camino sin parar de charlar… le hablé de Tato, el chico de la tienda, y del buen rollo que tenía con él… al entrar en la tienda, descubrimos que en vez de él había otro chico… nos hizo una foto tipo Polaroid con uno de los nuevos accesorios de la Diana… cuánto cuesta el juguetito, le pregunté sabiendo que quería pecar… las dos nos reímos, había sido una gran idea poner un pie en la tienda… minutos más tarde, Blanca estaba comprándose una cámara para regalarle a su hermana mientras yo –desplegando una cara más dura que el cemento armado- le decía al dependiente, nuestro nuevo amigo de la tienda Lomo, que tenía que regalarle algo… no nos falló… un carrete y un lanyard para colgar el móvil se metieron en la bolsa no sin que él avisara de que lo hacía… nos reímos… a él también le estaba resultando divertida la situación… nos contó que se iba a Borneo en verano, pensaba llevarse 50 carretes… me gustó cómo lo contaba con esa manera tan fija de mirar… directa, sincera, segura… esa foto es para vosotras, nos dijo… entonces nos tendrás que hacer dos, le contestó la ex de mi ex… acordamos que ella se quedaba el original y que me mandaba una copia por mail… me hacía ilusión tenerla, tengo que reconocerlo… me estaba gustando descubrir un poquito de quien es… cómo te llamas, le pregunté al dependiente… Sergio, me dijo él… hasta pronto Sergio, le contesté… por algún motivo que no comprendo, la tienda Lomo tiene una magia especial… la del buen rollo… la de los momentos bonitos, la ilusión… la curiosidad, las sorpresas y la ilusión… quizás es porque a todos nos une un tipo de fotografía que tiene esos ingredientes… o, tal vez, porque de alguna manera conformamos una comunidad en la que la sonrisa está porque sí… esa tienda Lomo encierra siempre algún momento que recordarás… sin motivo alguno, simplemente porque sí… tiene ese poder…

Nos encaminamos hacia Sol mientras comentábamos lo poco que nos gustan a las dos nuestros respectivos cumpleaños… lo extraño que era pensar hasta qué punto cumplir 30 se hacía raro, afectaba de alguna manera… ella me hablaba de que llevaba un año diciendo que ya los tenía… me reí… yo llevaba un año preparándome mentalmente para ese momento, viviendo mi peculiar transformación kafkiana… me habló de la emancipación, de lo chungo que estaba el tema del periodismo… subíamos por Preciados cuando uno de los voluntarios de Médicos del Mundo nos preguntó si teníamos cinco minutos… lo siento, le dije con mi gesto habitual… gracias, me contestó, por decírmelo así y además guiñarme el ojo… me avergoncé… siempre es más agradable, me dijo Blanca… supongo, me reí, pero me acaba de dar vergüenza… le hablé de la gira, de lo bonito de vivir la experiencia… del encuentro en un atasco de los habituales en la A-6… al llegar a Gran Vía, yo me despedía para coger el autobús… hicimos inventario de las cosas pendientes de la web que teníamos entre manos… a Dani te presenté como una amiga diseñadora, le dije en un momento dado de la conversación, es que no sabía cómo presentarte… nos reímos… hemos vivido una parte de nuestras vidas con la misma persona y no deja de ser curioso… quedamos en hablar pronto para ver en qué quedaba lo de la web, la despedí con dos besos antes de cruzar la Gran Vía… ella se quedaba haciendo tiempo para localizar a su hermana, tenía que darle el regalo que yo le había acabado de incitar a comprar…

Mientras me dirigía a la parada del autobús, me di cuenta de que sonreía… sonreía al pensar que había pasado la tarde con la ex de mi ex… charlando, compartiendo incluso crisis vitales comunes a todos los treintañeros… me gustó conocer un poco más de ella, de su tímida pero rotunda manera de hablar muchas veces… con toda la naturalidad del mundo pasando un rato en una tarde de sol en Madrid…

jueves, 18 de junio de 2009

Se alquila: ajardinado, luminoso y sumergible

Tengo que reconocerlo: estaba yo muy desubicada en cuanto a la búsqueda de pisos de alquiler… sí… esto de tener siempre un mismo techo tuyo te evita, en gran medida, vivir ese tipo de trances… una espada de doble filo, que nadie se engañe… pero por motivos de la vida ahora soy acompañante en la búsqueda intensiva de pisos… mi nueva compañera del barco pirata anda buscando su propio espacio vital… y, por algún extraño motivo, decidí acompañarla en su primera visita de verdad a un posible hogar… ahora lo pienso y me descojono… menos mal, pensamos las dos… salimos de casa hechas dos brazos de mar… el “arreglá pero informal” iba a ser nuestra carta de presentación con el casero… por lo que vimos en las fotos, nos gustaba el piso… pintaba bien… loft ajardinado, luminoso y con encanto… es un hombre o una mujer, le pregunté antes de salir de casa… un hombre, me contestó ella… decidí llevarme un pañuelo de los míos para taparme el escotazo del vestido… si la cosa se ponía fea y el piso nos gustaba, siempre podía utilizar mi airbag delantero como señuelo para convencerle… armas de mujer, dicen algunos… no lo creo… se llama aprovechar los recursos naturales…

Siguiendo las indicaciones del Tom Tom, llegamos en nada… atardecía un día de verano de calorcito en Madrid… al llegar, recordé que una amiga perdida vivía por allí… mira hay árboles, me dijo mi nueva compañera de piso, eso me gusta… nada más bajarnos del coche, comenzó la aventura… habíamos acordado dejarle una llamada perdida al casero… un señor de mediana edad nos observaba mientras Claudia trataba de que el tipo contestara al teléfono… si vienen a ver el piso, nos dijo él, el hombre está por allí… le agradecimos la indicación a la par que un personajillo hacía acto de presencia… los pantalones a lo papuchi, subidos hasta el infinito o más allá… unas gafas que debieron pasar por última vez por algo que las limpiara el siglo pasado… llevaba la raya al lado… seseaba y sonreía al estrujarnos la mano mirándonos de arriba abajo… menos mal que me he puesto el pañuelo, pensaba mientras nos metía por una especie de callejón, esto no me está gustando nada…

Al entrar en el supuesto “jardín comunitario” –menudo eufemismo del anuncio de Internet-, comenzó a incomodarme la situación… aquello parecía más un secarral de Almería, de esos donde se rodaron los westerns más famosos de Hollywood… si le sumábamos la basura que se veía y el olor, la cosa empeoraba más todavía… añadido nos había salido otra posible inquilina… una chica morena que, por cómo hablaba, debía ser de algún país del Este… caminamos por ese extraño jardín que debió ver el agua por última vez en alguna glaciación prehistórica… y, contra todo pronóstico, llegamos a la puerta del hogar que de dulce no tenía nada… es aquí, dijo el extraño casero de una manera casi diabólica… aquí eran tres escalones que parecían la bajada a un sótano… el supuesto loft no dejaba de ser un bajo muy bajo…

La primera en la frente, el armario para –supuestamente, no lo olvidemos- guardar la ropa al venir de la calle… era un esquinazo de ese mini espacio que decía ser el salón cocina… ahí no te caben ni las tangas, pensé para mis adentros, y este tío está empeñado en que es para colgar abrigos… cuando nos enseñó la cocina –un metro más allá del presunto armario- flipé… si abrías la nevera, te chocabas contra la lavadora… este sitio no es para cornudos, pensé mientras miraba los escasos centímetros que separaban la cabeza del techo… están los electrodomésticos nuevos, decía él tan orgulloso… la cara de Claudia era un poema… yo trataba de contener la risa mientras el casero decía que él siempre tenía casas monas… define mona, pensé, porque esto más bien es el zulo donde Ortega Lara pasó su cautiverio… mientras lo pensaba, Claudia y el extraño hombre habían subido a la segunda planta… quieres subir, me dijo ella muy seria… la excusa de que se me daban mal las escaleras no sirvió… subí… el futuro me deparaba más sorpresas… una habitación que, si saltabas de la cama te dabas contra la puerta… y tiene escritorio, decía el tipo, a mí siempre me gusta que tengan escritorio… el supuesto escritorio era una tabla bajo la ventana que, por cojones, hacía las veces de tal en caso de que estuvieras sentado sobre el colchón… otro armario de esos imposibles estaba ahí dispuesto a ser revisado… ese tiene incluso baldas, decía mirando por encima de sus gafas con un gesto de perversa placidez… si ya lo abrí, decía Claudia con mucha dulzura… el súmun de la locura llegó tan solo segundos más tarde… en el baño podías estar sentado en el WC, lavarte los dientes y bañarte los pies todo a la vez… qué bien está aprovechado el espacio, le dije en mi papel de perfecta relaciones públicas con mucha ironía… verdad, contestó él interrogante, y además hay ventilador… miré al techo, el colmo de mi sorpresa… el tamaño del ventilador era completamente desproporcionado con la casa… coño enciendes eso, pensé, y el Mitch se queda en pelotas comparado con lo que puede pasar en esta casa… decidí bajar, teníamos que huir de allí…

El extraño ser nos pidió un cigarro que decidió fumarse de medio lado y de manera ansiosa mientras nos escudriñaba tras sus limpísimas gafas… está recién pintado verdad, pregunté yo por paliar la cara de horror de Claudia… sí es que hubo una fuga de agua en la finca de al lado, me explicaba, y la casa se inundó entera… no veas qué lío con los hongos y las humedades, me decía apurando el Lucky que le había dado… cojonudo, pensé… cualquier día despiertas y simplemente te llega el agua al cuello… eso sí, puedes sacarle un rendimiento de la ostia como criadero de setas… pero como tiene tanta luz, dijo él muy orgulloso, secó rápido… la “tanta luz” era un ventanuco tan grande como esos maravillosos armarios que ni en una película de Tim Burton pueden existir… desde el salón se veían los pies de quién pasaba… en la habitación la luz era de coña… un zippo brilla más que lo que entra en esta casa, pensé… hemos de irnos…

Y cuando ese momento llegó, el esperpento alcanzó cotas inauditas… Claudia de golpe ya no estaba en la misma habitación… a mí el pañuelo se me quedaba corto para taparme la poca piel que se me veía… los ojillos viscosos me escrutaban detrás de las gafas llenas de mierda… trabajas en el teatro, me preguntó él mientras ya casi se fumaba el filtro… no qué va, me reí yo… en el teatro… me hizo gracia, lo reconozco… no me veo yo pinta de actriz, pensé, será que el pañuelo me da un aire dramático… y en qué trabajas, me preguntó con esa sonrisilla sibilina y perversa… soy periodista, contesté mientras Claudia me miraba con mucho cachondeo… mientras él trataba de averiguar para qué medio, Claudia preguntó algo que desvió su atención… estoy mirando más pisos, dijo ella… seguro que hay algunos que son auténticos horrores, contestó él… casi ardo por combustión espontánea en ese momento… el tipo tenía el valor de decirnos algo así… el mismo que hablaba de 35 metros cuadrados en los que moverse resultaba material para un reportaje de “Al filo de lo imposible”… si alguno que otro, contestó ella con una ironía que él fue incapaz de notar… volvió a preguntarme que dónde trabajaba y optamos por una retirada… nos achuchó la mano al irnos y, mientras salía de ese zulo que él llamaba loft, miré a la pobre chica que esperaba fuera… empiezo a creer que no vas a salir entera de aquí, pensé para mis adentros mientras nos alejábamos…

El terror nos invadió al salir… sí… estamos seguras de que el tipo no ha vuelto a pintar sólo por la inundación… ahí alguien que haya vivido ha tenido que hacerse el harakiri, eso está claro, y debió ponerlo todo perdido de sangre a modo de venganza… nos reíamos en lo que le decía a Claudia que, desde ese momento, me sentía Kevin Costner y que bajo ningún concepto iba a mirar un solo piso sola… en la calle, cuatro tipos descamisados jugaban a las cartas sobre una mesa de publicidad de Coca-Cola plantada en mitad de la acera… fuimos la atracción del barrio, como para no… comentábamos el anuncio mientras yo le decía a Claudia que ese tipo era de los que se te colaba en mitad de la noche en casa y acababa mirándote desde la esquina de la habitación con los pantalones por los tobillos… nos reímos… otro Expediente X más para la colección, pensé…

Sí, huimos… y no sólo eso… vetamos el barrio para futuras prospecciones… mientras divagábamos sobre el casero psicópata y sobre ese maravilloso loft que, además, era auténticamente sumergible…

lunes, 15 de junio de 2009

Lisboa la nuit... y en fiestas

Me vine a Lisboa para reencontrarme con una amiga… una que, pese a estar, físicamente se encuentra lejos… en otra ciudad, habitando este extraño País de las Bragas que a mí no deja de desconcertarme… vive su propia aventura vital y, quizás por eso, decidí venir de nuevo a compartirla con ella… aunque fuera por unos días… nos vamos a la playa, me decía, y luego a las fiestas de Lisboa… no me imaginaba que sería así hasta que aterricé… después de una tarde de playa y de darle a la sin hueso sin parar, nos surgió un plan que sonaba genial… para empezar, implicaba coger un ferry para cruzar al otro lado del Tajo… un río que aquí parece un auténtico mar… mientras mi amiga se preocupaba por si no me parecía bien el plan, yo sólo disfrutaba pensando en él… algo diferente de nuevo Fátima, me repetía, y la cosa empieza viendo esta ciudad de noche y desde el río… y con ella… mejor imposible…

El destino era un pueblo llamado Casilhas… al poner un pie sobre el ferry, comencé a notar el bamboleo… o yo me estoy mareando, pensaba, o esto se mueve muy mucho ya de primeras… después de subir a la cubierta y sentarnos en su terraza, la cosa pareció mejorar…se veía el puente 25 de Abril completamente iluminado… fue lo que más me impresionó la primera vez que vine a visitarla… la anchura del río, lo increíble del puente… vimos incluso un tren pasar… se ha habilitado un carril en paralelo y por debajo de donde circulan los coches… las luces de las ventanillas se veían correr hacia el centro de Lisboa… la gente cruza en dirección contraria, pensé, y sin embargo nosotras ahora mismo vamos al revés… descubrí que siento una inmensa satisfacción llevándole la contraria al mundo… rebelándome contra lo que hacen los demás… haciendo, simplemente, lo que me apetece hacer en cada momento… con el fresquito del agua llegamos al otro lado… nos esperaban unos nuevos amigos de los que mi amiga me había hablado mucho… nos recibieron con dos grandes sonrisas y una planta de albahaca…aquí es una tradición de la noche antes de San Antonio… se les regala -a las mujeres que se quieren casar- una planta… mi amiga puso su tradicional cara de circunstancias ante la situación… a ti no te hemos traído, me dijo ella, porque a ver cómo te la llevabas a Madrid… me reí… no hacía ni falta… yo ya me casé en abril y repetir, francamente, no me apetece… me descojoné… la vida es cuestión de reírse…

Las calles del pequeño pueblo en el que acabábamos de desembarcar estaban llenas de música que procedía de un escenario… gente cenando en terrazas… barbacoas de sardinas a lo largo de la calle… para mí Lisboa olía a carbón y a pescado… me gustó nada más llegar ese ambiente de fiesta… de encuentro… de una tradición de años y años con algo tan simple como son unas simples sardinas… mis nuevos amigos extrañamente desconocidos eligieron el lugar… jugaban en casa… ella era una mujer con una sonrisa que derretía, él un hombre delgadísimo que decía haber aprendido “español de las obras de Málaga”… me reí cuando comprobé que se trataba de un portugués hablando al más puro estilo andaluz… cuando pidió un cafelito, sólo pude descojonarme de la risa… entre sardinas, risas y un increíble esfuerzo por su parte comenzó a irse la noche… la cena duró cuatro horas… horas de hablar sin parar de todo, incluso de fotografía… un tiempo más que suficiente para decidir que aquélla pareja era tan encantadora y tan divertida que tanto a mi amiga como a mí no nos iba a vencer el cansancio… con la planta bajo el brazo, volvimos al centro de Lisboa con un taxista que apuraba cada frenada al máximo… tanto que casi me quedo sin dientes en un par de ocasiones… la conducción portuguesa no es el fuerte del país, pensé, no cabe duda…

Nos bajamos en Alfama… la calle estaba inundada de gente… más sardinas…mucha cerveza a un euro… música cantada en portugués… comenzamos a subir una calle estrecha… con las casas encaladas en blanco y amarillo… con ese pavimento de adoquines que caracteriza la ciudad pero que acaba con las piernas… a los lados improvisadas terrazas… la gente subía y bajaba entre ellos… curioso… nada comparado con ese momento en el que descubrí algo que mi amiga me había contado… la gente abre sus casas, me decía con uno de esos gestos de “mucho ojo muy abierto” tan suyos… te tomas algo allí viendo su salón… efectivamente… en la estrechez de esas calles me fijé en que una pareja había colocado una barra en lo que era la ventana de su cocina… podías ver la casa por dentro… despachan sin salir de su hogar, pensé, este país es realmente peculiar… al llegar al final de la calle apostamos nuestros culos contra el capó de dos coches… del extraño local frente al que estábamos salía música de The Cure… ya sólo por eso era nuestro sitio… detrás de la barra, el único gay loco que he visto en un país ultra conservador para eso… dejamos la planta sobre uno de los capós, nos iba a servir de improvisada barra… entre cervezas y tabaco, comenzamos a charlar… Debora increíble, un auténtico volcán en cuanto a carácter… Joao tan delgado y con frases tan maravillosas como que es mecánico de ovnis… mi amiga feliz disfrutando de la noche… pronto me di cuenta de que esa pareja desconocida para mí ya quería a mi amiga… simplemente por ser cómo es… por ser ella, sin más… la cuidan, pensé… reconozco que me quedé mucho más tranquila… mi gen madre, qué le vamos a hacer… supongo que el mismo que tiene ella conmigo… me hace gracia… con nuestras circunstancias, resulta todavía más irónico…

Las horas comenzaron a correr… sin darnos cuenta, eran las cinco… Joao seguía siendo un espécimen a estudiar… ninguna de las tres logramos entender cómo coño es capaz de almacenar tanta cerveza en un cuerpo tan pequeño sin morir en el intento… nos dobló, qué le vamos a hacer… comenzamos el camino de vuelta… primera parado, un puesto de panes de chorizo… aquí es lo más normal al volver de marcha, me contaba mi amiga que todavía no había perdido su planta… y cuando vi que el camión llevaba incorporado un auténtico horno de pan, simplemente flipé… caminábamos en busca de un taxi sin éxito… comíamos el pan caliente mientras Joao se empeñaba en explicarnos que tiene cuerpo de maratoniano keniata… mirando los 40 kilos que debe pesar, la verdad, nos descojonamos de la risa… comenzó a hacerse de día mientras recorríamos el camino de vuelta a casa… me quedé fascinada con la luz… diferente al amanecer de Madrid sin duda… extrañamente luminosa pese a ser de noche y no haber roto del todo el día… Debora me hablaba de la arquitectura de los edificios que veíamos… Joao hablaba cada vez más “andalú”… mi amiga se reía medio agotada –como yo- con la caminata…

Nos despedimos casi al lado de casa después de cazar a lazo un taxi… mañana os llamo, me dijo ella con ese casi perfecto castellano sonreído… Joao se despidió de mí dándome un beso en la mano… te esperamos pronto, me dijo… seguimos el camino de vuelta a casa comentando las 20 batallas de la noche con las que nos habíamos descojonado… ya era de día… me gusta esta ciudad, pensé mientras me metía destrozada en la cama… me ha gustado esta extraña noche que huele a carbón, a pescado y a muchas sonrisas… la mejor de todas, sin duda, la de mi amiga… mi pequeña perlas que ya, por fin, sonríe en este extraño país tan parecido y tan diferente a la vez...

miércoles, 10 de junio de 2009

Gato negro, gato blanco

Había una vez dos gatos que tan sólo se miraban… mientras uno de ellos pasaba al lado del otro, tan sólo intercambiaban una mirada y algún que otro maullido… curioso, pensaba el gato blanco, sé interpretar esa sonrisa… lo recuerdo, pensó… quizás no haya sido en otra vida, quizás todavía tenga muchas completas por vivir de esas siete… el gato negro pasaba a su lado y miraba al gato blanco de manera desafiante… incluso, desde la distancia, solía mirarle cuando creía que el gato blanco estaba despistado… el gato blanco se reía para sí… te he cazado como a un ratón, ronroneaba, y me está gustando mucho tu juego…

Pasaban los días y los gatos cambiaban de escenario… diferentes árboles… el mismo camino muchas veces, otras distinto… pero al llegar la noche, los dos dormían en el mismo árbol… compartían ese espacio… permaneciendo como vigías, pendientes de cada movimiento… de un encuentro fortuito al cruzar de rama en rama… de compartir una luna de la manera más tonta y por mera casualidad… una de esas noches de luna, el gato negro acarició por equivocación al gato blanco… fue tan leve como la caída de una pluma de cualquiera de los pájaros que trataban de cazar constantemente… leve, tan leve, que pesó más el cruce de miradas posterior que ese ligerísimo roce…

En una de esas noches fresquitas de casi verano, surgió lo inesperado… un encuentro en la misma rama del árbol en plena oscuridad… al gato blanco le costó reconocer al gato negro… sintió la brisa de la noche erizándole la espalda… la rama se movía bajo las patas de ambos… quizás se rompería… o quizás no… debajo de esa luna… con las pupilas completamente dilatadas para poder ver… ver de otra manera, como sólo lo hacen dos gatos en la oscuridad… un ligero ronroneo convirtió la situación en un juego… y para ambos, aquello estaba resultando realmente divertido… esperar a que la rama se rompiera… con nocturnidad y alevosía… con nuevos olores que llenaban la noche… se sentían como si hubieran cazado al mejor ratón… a ese con el que todos los gatos sueñan… el que, de verdad, se considera un desafío…

Las noches de juego siguieron… una tras otra… esperando a que se rompiera la rama… escondiéndose en medio de la noche para disfrutarlo… saltando levemente para tratar de acelerar el proceso… se iba a romper… pero podía ser o más tarde o más temprano… era cuestión de tiempo… y ambos, como buenos gatos, eran capaces de calcular a la perfección cuando sería… se reían de la situación… de traspasar los límites del juego tan sólo por el mero hecho de jugar… inventando pequeñas picarescas para tratar de hacer el juego más divertido todavía…

Y la rama se quebró… y mientras el gato blanco permaneció sobre la rama, el gato negro salió disparado hacia abajo… estaba en el lago equivocado de la rama cuando llegó el momento… esta vez, le había tocado a él… el juego, simplemente, era una cuestión de tiempo y ambos contaban con ello… el gato negro cayó sobre unas ramas más abajo… buscó su lugar… colocó su tripa contra la rama para sentir seguridad… y, en plena oscuridad, sus pupilas volvieron a dilatarse para acostumbrarse a la noche… para poder volver a ver, aunque fuera en la distancia… aunque tan sólo fuera por el mero hecho de mirar… con un ligero ronroneo… estudiando la estrategia para volver a trepar ese árbol… para volver a comenzar con el juego…

martes, 9 de junio de 2009

Cara A, cara B

Los seres humanos somos como las cassettes… sí, esas cintas de toda la vida que ahora mismo son casi una rareza… mi generación se crió con ellas… con canciones de Julio Iglesias, Madonna o cualquiera de las que tuviera tu padre en el coche… recuerdo veranos con Carlos Cano, con la cinta de canciones colombianas entre las que estaba una que hablaba de una iguana que llevaba ruana –un poncho típico colombiano hecho con lana-… formaron parte de nuestras vidas y se vendían en gasolineras… estaban por todas partes… era “la caja de las cintas”… un amplio repertorio de todo un poco que hacía más llevaderos los viajes en un coche en el que el aire acondicionado consistía en bajar las ventanillas… recuerdo, incluso, el chasquido de la cinta al terminar una cara… en los últimos tiempos, incluso, teníamos auto reverse… todo un invento de la técnica…

A medida que crecías, comenzabas a tener tus propias cassettes… te comprabas cintas vírgenes en el supermercado para poder grabarte las canciones de la radio… bienaventurados los niños de hoy porque existe Internet y tienen el Emule… de aquélla tenías que estar pendiente del aparato de radio para que, cuando empezaba “tu canción”, le dieras rápidamente al REC y al PLAY a la vez… recuerdo que me fascinaba una canción que hablaba de que alguien esperaba en el límite del bien y del mal… hasta que el locutor me pisaba el final y me moría de la rabia una y otra vez… las cassettes se podían reciclar y grabar encima… llegaba un momento en el que la cinta era una auténtica superposición de canciones… de trocitos de su padre y de su madre que impedían escuchar correctamente la canción… poner la etiqueta y escribir lo que tenía te daba un buen rollo increíble… a veces pintaba flores… las mismas flores que pinto ahora a menudo al hablar por teléfono… cuando habías machacado tanto la misma cinta que ya era inaudible, el mayor placer era sacar toda la fina película de dentro de la carcasa de plástico… te entretenía, te parecía que aquello tenía una barbaridad de metros de cinta… hacías una montañita, jugabas con la fina tira tratando de que no se rompiera… y sin embargo, antes o después, siempre se rompía… pero lo mejor era cuando te comprabas “tu primera cinta”… tuya, nada más… a mí me la trajeron los Reyes con “Descanso Dominical” de Mecano… la mirabas una y otra vez… no tenías que escribir la etiqueta, estaba impresa… la mimabas muchísimo y no parabas de escucharla… te daba una rabia horrible cuando el plástico de la caja empezaba a rayarse…

Sabías diferenciar cómo meter la cinta para que grabara la cara A –siempre era la primera que grababas… era el orden… teníamos mentes mucho más prácticas y obvias entonces… y, cuando era original, siempre empezabas a escucharla en esa cara… en la A… porque era donde estaban las mejores canciones… las que habías escuchado tantas veces con la radio… esas canciones con grandes ritmos… letras que te sonaban a gloria… las mejores composiciones de la cinta, sin duda… siempre en la A, en la primera cara… el chasquido de la cinta al terminar una cara era sin duda una señal premonitoria… llegaba la otra cara… la de las canciones que no te gustaban tanto… la B… esa en la que tan sólo lo que escuchabas era la mejor manera de volver a la A… cuanto antes se termine, pensabas, mejor… era una cara de trámite… chunga de pelotas… con las peores canciones… las más feas… es curioso, de aquélla me parecía fascinante que la película de cinta tuviera dos caras… que, pese a ser el mismo rollo, podía leerse dos maneras diferentes… distintas sólo en función del lado en que miraras… ambas en una… la misma cinta, sí… pero dos mensajes completamente diferentes…

Somos pequeñas cassettes, sí… algo curioso de afirmar cuando, hoy por hoy, ni siquiera puedes escucharlas porque el CD le ha quitado su lugar… pero me siento como una película de cualquier cinta no virgen… con dos posibles lecturas… con todo ese maravilloso repertorio en una cara y el jodídimo del otro lado… con metros y metros de pedacitos de vida que grabar sin tener que apretar con dos dedos simultáneamente en dos botones… lástima que, pese a sobreescribirse, siempre permanezca algo de la canción anterior... ninguna cassette sería auténtica si no tuviera pedacitos de lo que hubo antes...

domingo, 7 de junio de 2009

Una girada de vuelta en Madrid

Vuelvo a estar sentada en el salón de mi casa… en esta silla con ruedas que me permite girar sobre el eje de mi propio barco pirata… ha dado un giro considerable, lo analizo con calma y sé que es así… se ve la luna llena por la ventana… en breve comenzará a menguar… nada permanece, todo cambia… me lo digo a mí misma mientras la miro medio gilipollas… esta madrugada me hace sentir extrañamente rara… vuelvo a estar en casa… vuelvo a estar en Madrid… y tanto silencio entre estas cuatro paredes se me hace aterrador… demasiado de golpe después de unos días de tanto ruido… es madrugada y echo de menos tener a Kike compartiendo conmigo esta noche... a lo bueno se acostumbra una demasiado rápido, me río sóla pensándolo... me noto las piernas pesadas… estoy realmente cansada… he adelgazado un par de kilos en estos días… apenas he dormido… sonrío mientras fumo… firmaría porque la aventura hubiera durado más tiempo… quizás me habrían recogido dentro de un tupper, sí… pero simplemente habría valido la pena…

El día empezó en un hotel… es curioso… nunca antes había dormido en mi ciudad en uno de ellos… pero este peculiar “Gran Hermano” a lo venezolano pasaba por ello… desperté con el susto de Nagasaki porque la reportera de TVE ya había llegado… coño, pensé, la única periodista del planeta tierra que no sólo es más que puntual sino que llega casi 45 minutos antes… cuando procesé que no estaba bromeando por todo lo que caminaba dando vueltas por la habitación, salté de la cama… entonces me di cuenta de que apenas estaba deshecha… la noche se había alargado más de la cuenta… sonreí… había sido curiosa… extrañamente gatuna… mientras me vestía para bajar a solventar el marrón que tenía en ciernes, no sabía si maullar o descojonarme… podía hacer ambas cosas, me dije a mí misma… cuando llegué abajo, ante la puerta del ascensor mi compañero de nocturnidad… sonreí, sonrió… yo llevaba todavía la marca de la almohada en la cara… has dormido bien, me preguntó mientras me daba un beso en la mejilla, desayunas conmigo… salí corriendo para perseguir al cámara sin siquiera tiempo de contestarle… se me iban cayendo los pantalones, algo que le sumaba todavía más gracia a la situación y a su cara de sorpresa… diez minutos después, el tema entrevista estaba arreglado no sin antes confirmar que la llave de mi habitación no funcionaba… sí… dejé a la periodista y al cámara en la puerta de mi habitación mientras corría ascensor abajo a solventarlo… con Dani como estrella invitada, llegó la reclamación… me debes un beso por cada día Fátima, me dijo al enterarse de que en España se dan dos… cuánta ternura, pensé…

Al subirnos al autobús, comenzaba la primera parte de la despedida… meter semejante cantidad de maletas dentro y todos los instrumentos casi se convierte en la “operación vaselina”… el conductor, muy apuesto él vestido de negro y con corbata roja, lo logró… tú has hecho muchos tentes, pensé riéndome para mí… le reclamé a Alfredo, el jefe de toda mi peculiar tribu, mi silbato made in Juvenalia… lo había guardado en su maleta… puse cara de circunstancias mientras miraba casi por última vez a todos los chicos… me reí… podía ubicar quién se sentaba dónde cerrando los ojos… mucha carretera, apenas dos semanas… muchas experiencias… muchas historias ajenas… formas de vivir, de sentir… muchos recuerdos que ya lo eran… sonaba catastrófico, pero era nuestro último viaje…

Al llegar a Barajas, comenzó la vorágine… primero acompañar a uno de ellos al mostrador de Easy Jet, su viaje acababa de comenzar hacia Lyon… cuando se enteró de lo que costaba el kilo de sobrepeso, soltó un “Qué?” tan sonoro que se le saltaron hasta las gafas… a él y al tipo del mostrador de Easy Jet, que por poco se infarta… después de sacar toda la comida venezolana que llevaba al compatriota al que iba a visitar –y que está, ahora mismo, en mi casa-, sonreímos y pestañeamos para conseguir que no nos cobrara nada… eres lo máximo Fátima y además estás loca, me dijo con ese acento tan peculiar suyo, creo que vas a tener que venir a verle a menudo… me reí… la vida es curiosa a veces con tan sólo una sonrisa… volvimos con el grupo sólo para que se despidiera… mientras lo hacía recordé que no había recortado las fotos de fotomatón que nos habíamos hecho la tarde anterior… ponme algo detrás, me dijo Kike, mientras yo les doy la foto a los chicos… me reí para mí… lo que él no sabía es que el pedacito de papel que escondí cuando vino a decirme eso era, precisamente, una nota para él… acompañamos a un triste Gocho –es como se les llama a los habitantes de una zona de Venezuela y el sobrenombre que se había ganado en la gira- a coger su vuelo para Lyon… era momento del último cigarro… caminábamos por fuera de la Terminal… yo te aviso cuando lleguemos, me dijo Antonio… Kike callaba…

Al regresar con el grupo, mi pequeña Nagasaki me llamó… los chicos querían embarcar pero antes querían despedirse de mí… llegó el momento, me dije, ese para el que siempre has tenido una excusa y que ahora parecía no contar con escapatoria… eres lo mejor de la gira, me dijo uno de ellos, hablo en nombre de todos… mantuve el tipo… poco después me tocó escuchar cómo me agradecían todo… agradecer, me pregunté a mí misma, yo les agradecía a ellos que hubieran aparecido en mi vida… en el momento preciso… con tantas cosas de esas que no se pagan, que no se compran… que simplemente existen sin explicación… pero que se te quedan tan registradas en la mente como lo hace un olor… Alfredo me devolvió el silbato y me abrazó… espero verte en Venezuela, me dijo… ojalá sea así, pensé… seguí despidiéndome de los chicos… con un “nos hemos enamorado todos de ti” se me escapó la primera lágrima… con el abrazo de Gabriel la segunda… sigue así, le susurré, sigue componiendo y en cuanto tengas grabada “Barquisimeto” envíamela… me sonrió de medio lado… comenzaba a notar ese saco de piedras que es la tristeza cuando no quieres que algo suceda… y entonces, en ese preciso instante, apareció Kike… me miraba de soslayo… me miraba como sólo me había mirado la tarde antes cuando hablamos de que la gira se terminaba… recordé una conversación insomne en Sant Boi… es emoción pura, como yo… también se guarda gente en el bolsillo del corazón… y antes siquiera de acercarme a él, sabía lo que iba a pasar… al abrazarle, me quise morir… es curioso, me decía para mí, apenas te conozco y simplemente no quiero que te vayas… ahorra para venir con tu mochila, le dije… te voy a extrañar mucho, me susurró… creo que si en ese momento no llega a marcharse, nos habríamos puesto a llorar como dos magdalenas…

Mientras veía cómo entraba en el control mirándome con una cara de inmensa tristeza, decidí no avanzar más… quedarme en la retaguardia… ya había pasado por algo que nunca hago y no quería verlo más… ver cómo se iban desde lejos… y entonces, sucedió lo inesperado… quién ya se había despedido volvió para darme un beso diferente a todos los anteriores… nos vemos pronto, sonrió… Nagasaki tampoco podía soportar más la despedida… vámonos mi gata, me dijo… caminábamos por la Terminal mirando de cuando en cuando hacia atrás… con la vista fija en el suelo… sabiendo que esos “dolores de cabeza” se marchaban… sintiendo ese calor inmenso que nos habían dejado en apenas dos semanas… de la manera más gratuita de todas… simplemente, porque sí…

Sigo repartiendo pedacitos de mí… ahora, quizás, uno esté al otro lado del mar… en una ciudad que, para mí, suena a percusión y a instrumentos de viento de metal… en un lugar que tan sólo he visitado a través de Google Earth mientras hacía de ojos de quien no veía en una noche cálida de junio… un trocito de Venezuela al que, no sé cuándo, sé que desearía regresar… si no cruzando el mar, me conformo con que sea esperando en un aeropuerto…

sábado, 6 de junio de 2009

Unos "girados" por Madrid

Nada más salir del Burguer King donde comimos todos en grupo, la idea estaba clara sin siquiera hablarla… se va contigo la percusión al pleno, me dijo Carlos Istúriz con una media sonrisa mientras veía cómo el resto del grupo se encaminaba hacia el Prado… miré hacia atrás y no había duda… “mis chicos” pasaban del Museo y de todo lo demás… el destino era comprar regalos, mirar detalles para llevar a Venezuela… da lo mismo, pensé, es nuestro último día y qué mejor que compartir con ellos mi Madrid… me hizo gracia la situación… les esperaba una buena pateada… un auténtico sacrificio para gente que está acostumbrada a ir en autobús… pero esta ciudad en la que nací y que amo tanto como odio sólo puede disfrutarse de verdad a pie… encaminamos el paseo del Prado entre los jardines… primera parada, los puestos de souvenirs de delante del museo… mirábamos camisetas, nos reíamos con las estampaciones… cómo no, una de ellas decía “por qué no te callas?”… descubrí que el dueño del chiringuito conocía el extraño vocabulario de esta peculiar tribu mía… me reí… quizás la única que hasta ahora era una ignorante del venezolano era yo… después de comprar pines, camisetas y dios sabe qué más cosas nos metimos en la mítica tienda de artesanía toledana de enfrente…

La primera en la frente… de la que se pusieron a posar con las espadas rollo Excalibur de la tienda, nos echaron el alto… no se pueden fotografiar a menos que la compres, nos dijo el tipo medio simpático medio no… cuánto daño le han hecho los japoneses al buen rollo madrileño coño, pensé… pero daba igual, cinco minutos más tarde la estábamos liando con las castañuelas… esto es percusión también no, pregunté yo a los pequeños maestros… y sin comerlo ni beberlo, la dependienta nos estaba explicando los distintos tipos que tenía… comparábamos sonidos… me hablaba de precios… los chicos jugaban con los abanicos a lo Locomía… yo aguantaba la chapa de la comprometida dependienta mientras me descojonaba viéndoles por el rabillo del ojo… sois unos gamberros, pensaba manteniendo el tipo, pero no sabéis cuánto voy a echaros de menos… al salir, Gabriel le dijo que volvería a que le diera una clase de cómo tocar las castañuelas… encaminamos Gran Vía con Kike liándola con la bufanda del Barça… le miraba pegando saltos por la acera y sólo podía reírme… este es el típico día, le dije, que me encuentro a alguien y me dejas en evidencia… fue levantar la mirada y el vaticinio se cumplió… una amiga de Gijón en plena Gran Vía… tú no estabas de gira, me preguntó… ellos son mi gira, le dije mientras señalaba a mis tres sombras que me esperaban con mucha cara de cachondeo…

Un café nos sirvió de stop&go para seguir caminando por Fuencarral… entrábamos en las tiendas, comentábamos las cosas… Kike estaba a punto de morir doblado del peso de su ordenador…Arturo se reía de cada cosa que él hacía… Gabriel andaba negro tratando de encontrar dónde comprar unos auriculares nuevos para su también nuevo iPod… caminamos, compartimos, charlamos, nos reímos… la tarde del sábado se estaba acabando, pensé, mañana se irán… una gran dosis de melancolía se me coló en el corazoncito… me he enamorado sin remedio de esta gente, pensé, pero se van y tengo que estar preparada para ello… pensaba en esa próxima ausencia sentada en la puerta de una tienda de ordenadores con la cabeza de Kike apoyada en mi hombro… he descubierto cuánta ternura existe al otro lado del mar… cuánto les gusta a muchos de ellos, simplemente, acariciarte un brazo… tocarte el pelo… darte cada mañana un beso en la mejilla al encontrarte en el desayuno o despedirse de ti de la misma manera cada noche antes de irse a dormir… son cariñosos y jodidamente tiernos… te dan calor con apenas nada… con su compañía, con pequeños gestos… y por algún extraño motivo que todavía trato de averiguar, me encanta que así sea…

Tenía que cumplir mi promesa… el compromiso de llevarles al Hard Rock Café entre el cachondeo de los tres por cómo españolizaba esa “H” que para mí suena a “J”… di jarrón, me decía Kike con mucha guasa… jjjjjjjjjjarrón, contestaba yo marcando mucho más esa letra que para ellos sólo existe en el papel… no sé cuántas veces he dicho esa misma palabra en dos semanas para que se murieran de la risa… cansados de esperar el autobús, optamos por ese medio desconocido para mí que es el metro… una señora se apiadó de mí regalándome –sin salir de la marquesina- su plano del subterráneo de Madrid… la sonreí agradeciéndoselo de corazón… Gabriel le regaló una enorme sonrisa de esas que derriten… esta ciudad todavía mantiene algo de eso que la hacía especial antes, pensé… en el vagón siguió la fiesta… Kike se sentó al lado de un chino que no paraba de hablar y que parecía que hablaba con él… su cara era un poema… cada cámara de seguridad recibía un susto de cualquiera de los tres… yo me reía… llegamos al templo más glam que puede tener el rock… y mientras decidían qué comprar, a mí me estafaron pidiendo cambio de 20 euros… al revisar el cambio, me sorprendió una moneda que brillaba más que las demás… 100 bolívares venezolanos… tuve que reírme, ellos se rieron… no reclamé que me lo cambiaran… me pareció una auténtica señal del destino digna de conservar en una de mis cajas de recuerdos… quiero regalarte algo, llevaba Kike diciéndome toda la tarde…y ante mi antojo de una cajita de caramelos en forma de guitarra, tuve que sucumbir… quiero regalarte algo para agradecerte lo que has hecho por nosotros, me decía poniendo morritos, y para que te acuerdes de mí… lo iba a hacer de todos modos, me decía a mí misma… creo que no es consciente de que ya me los llevo guardados en el bolsillito del corazón…

Autobús de vuelta a casa… un kebab en ese sitio donde siempre voy con todo el mundo… era como meterles un poquito más en mi vida… les miraba… mañana se van, se marchan… se acabó la gira Fátima, me decía… han inundado mi vida en apenas dos semanas, pensaba mientras volvía al hotel a reencontrarme con mi pequeña Nagasaki que me esperaba como agua de mayo… al llegar, me vi en la habitación de los profesores con ella tomando un vaso de vino… ellos veían el fútbol, yo charlaba… había quedado en reunirme en apenas unos minutos en la 4445… ese iba a ser el centro de reunión… dejé a Nagasaki sonriendo en un pasillo mientras yo me reunía con los demás… tumbada en la cama, veía con Gabriel vídeos de los conciertos… fue llegando gente… todos al mismo lugar, de cabeza a la cama… la noche va a ser larga, me reí para mí… la última noche Fátima… cuando termine, tendrás que hacer eso que siempre logras no hacer… despedirte…

lunes, 1 de junio de 2009

A la luna de Valencia...

Llevo unos días sin escribir, cierto… esta mañana una amiga me ha puesto una hoja de reclamaciones vía teléfono… como no actualizabas, me decía, estaba preocupada… me ha hecho gracia… no es por no tener que cosas que contar, al contrario… simplemente es porque no tengo tiempo para hacerlo… porque estoy viviendo una experiencia diferente… nueva… agotadora por una parte y maravillosamente dulce por otra… sí, estoy de gira… todavía se me hace rarísimo pensarlo… dos semanas de maletas, viajes y músicos que empecé con mucho miedo… miedo a algo desconocido… a algo que, pese a todo, nunca había vivido… he descubierto que soy adicta a las sensaciones… a las sonrisas… a los momentos de adrenalina ajenos que vivo de manera propia… a esa piel de gallina que se me pone muchas veces con sólo escuchar música… una música ajena a mí que todavía muchas veces me hace sentir algo especial… diría que soy adicta a las historias, pero eso no es ninguna novedad… me gusta esta sobredosis diaria de emociones, del tipo que sea… el caso es sentir, me digo, vivir las cosas con intensidad… escribo con el culo pegado al suelo de la puerta del hotel donde duermo esta… viendo el oceanográfico frente a mí y una luna creciente increíble al lado… estoy en la luna de Valencia, sí, y me fascina estar compartiendo madrugada con ella… con ella y con uno de los integrantes de esa “peculiar tribu” a la que acompaño… uno de “mis chicos” de la percusión… un compañero de este viaje que casi lo ha sido desde el primer día…

Estos días están siendo extrañamente cortos… interminables en fracciones, brevísimos en otras… pero como no podía ser de otra manera, me está pasando de todo… he dormido ya en tantas ciudades que, ahora mismo más que nunca, mis patinazos con el “ayer” atemporal que me hace dudar -y que a Iñigo le descojonan- son constantes… no sé en qué día vivo… por no tener tiempo no lo tengo ni para hablar con mi incombustible rubia… me sonrío porque me siento incapaz de contar todas las cosas divertidas que han pasado en estos días de ausencia de esta extraña sopa de mi vida… en Valladolid me pidieron el carnet para permitirme comprar tabaco… casi le doy un beso en los morros al camarero… he recorrido Madrid en busca de una tarta para estrellársela en la cara al cumpleañero de turno… he bailado salsa con un mulato que me radiografió… reiros, pero esa música no está hecha para este cuerpo… al menos no a esa distancia… he descubierto que no sé responder a una pregunta tan desconcertante como qué se siente al ver… he sacado el capote para lidiar con el chico de seguridad que les acompaña… he aprendido que cuando te llaman “mamasita” es algo morbosamente sexual… me he ido de madrugada a la playa con un auténtico pirado en moto a tomar una copa… a disfrutar de un rato a la orilla de ese mar que no me va a dar tiempo a tocar…

Mientras escribo, mi nuevo amigo comparte en silencio una noche de junio mientras trata de conectarse a Internet… no lo consigue y, como él dice, el muñequito da tantas vueltas que está a punto de vomitar… me paro a pensar y me doy cuenta de que me estoy riendo mucho… muchísimo… de golpe, no he escuchado tantas veces repetir mi nombre… caras que ya son conocidas, muchos nombres desconocidos… marrones por solventar… mi humo me acompaña mientras miro esta luna increíble… sin duda, en Valencia es especial… ella sigue ahí colgada pase lo que pase, pienso, me acompaña en cada una de estas extrañas noches en las que pese a todo no me vence el cansancio… no puedo, me digo, esto se vive una vez… sonrío…

Me gusta volver a sentir tantas cosas… me gusta volver a ser feliz tan sólo con una conversación… con un rato a medias a la luz de la luna… aunque sea sobre la acera de un hotel… aunque sea, únicamente, sin decir absolutamente nada…