lunes, 1 de junio de 2009

A la luna de Valencia...

Llevo unos días sin escribir, cierto… esta mañana una amiga me ha puesto una hoja de reclamaciones vía teléfono… como no actualizabas, me decía, estaba preocupada… me ha hecho gracia… no es por no tener que cosas que contar, al contrario… simplemente es porque no tengo tiempo para hacerlo… porque estoy viviendo una experiencia diferente… nueva… agotadora por una parte y maravillosamente dulce por otra… sí, estoy de gira… todavía se me hace rarísimo pensarlo… dos semanas de maletas, viajes y músicos que empecé con mucho miedo… miedo a algo desconocido… a algo que, pese a todo, nunca había vivido… he descubierto que soy adicta a las sensaciones… a las sonrisas… a los momentos de adrenalina ajenos que vivo de manera propia… a esa piel de gallina que se me pone muchas veces con sólo escuchar música… una música ajena a mí que todavía muchas veces me hace sentir algo especial… diría que soy adicta a las historias, pero eso no es ninguna novedad… me gusta esta sobredosis diaria de emociones, del tipo que sea… el caso es sentir, me digo, vivir las cosas con intensidad… escribo con el culo pegado al suelo de la puerta del hotel donde duermo esta… viendo el oceanográfico frente a mí y una luna creciente increíble al lado… estoy en la luna de Valencia, sí, y me fascina estar compartiendo madrugada con ella… con ella y con uno de los integrantes de esa “peculiar tribu” a la que acompaño… uno de “mis chicos” de la percusión… un compañero de este viaje que casi lo ha sido desde el primer día…

Estos días están siendo extrañamente cortos… interminables en fracciones, brevísimos en otras… pero como no podía ser de otra manera, me está pasando de todo… he dormido ya en tantas ciudades que, ahora mismo más que nunca, mis patinazos con el “ayer” atemporal que me hace dudar -y que a Iñigo le descojonan- son constantes… no sé en qué día vivo… por no tener tiempo no lo tengo ni para hablar con mi incombustible rubia… me sonrío porque me siento incapaz de contar todas las cosas divertidas que han pasado en estos días de ausencia de esta extraña sopa de mi vida… en Valladolid me pidieron el carnet para permitirme comprar tabaco… casi le doy un beso en los morros al camarero… he recorrido Madrid en busca de una tarta para estrellársela en la cara al cumpleañero de turno… he bailado salsa con un mulato que me radiografió… reiros, pero esa música no está hecha para este cuerpo… al menos no a esa distancia… he descubierto que no sé responder a una pregunta tan desconcertante como qué se siente al ver… he sacado el capote para lidiar con el chico de seguridad que les acompaña… he aprendido que cuando te llaman “mamasita” es algo morbosamente sexual… me he ido de madrugada a la playa con un auténtico pirado en moto a tomar una copa… a disfrutar de un rato a la orilla de ese mar que no me va a dar tiempo a tocar…

Mientras escribo, mi nuevo amigo comparte en silencio una noche de junio mientras trata de conectarse a Internet… no lo consigue y, como él dice, el muñequito da tantas vueltas que está a punto de vomitar… me paro a pensar y me doy cuenta de que me estoy riendo mucho… muchísimo… de golpe, no he escuchado tantas veces repetir mi nombre… caras que ya son conocidas, muchos nombres desconocidos… marrones por solventar… mi humo me acompaña mientras miro esta luna increíble… sin duda, en Valencia es especial… ella sigue ahí colgada pase lo que pase, pienso, me acompaña en cada una de estas extrañas noches en las que pese a todo no me vence el cansancio… no puedo, me digo, esto se vive una vez… sonrío…

Me gusta volver a sentir tantas cosas… me gusta volver a ser feliz tan sólo con una conversación… con un rato a medias a la luz de la luna… aunque sea sobre la acera de un hotel… aunque sea, únicamente, sin decir absolutamente nada…

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