lunes, 29 de noviembre de 2010

El día de la Reina de las nieves

Vi nevar durante toda la tarde en Madrid… a través de una ventana, resguardándome… sólo mirando a través de ella esos pedacitos blancos caer… lo reconozco, disfruto muchísimo viendo nevar cuando los copos se suspenden en el aire… hoy era lunes, uno de esos que comienzan en tormenta a pesar de un cielo del que, todavía, no caía nada… uno que comenzó picando fino todavía entre sábanas un extraño temor que no acertaba a entender… el que se clava en el estómago haciéndote preguntarte muchas cosas como lo hacía en ese cuento de Anderson el perverso pedazo de un espejo maldito… uno que, a pesar del azúcar, volvió a asomar su cabeza para recordarme que estaba ahí… me di cuenta de que me había rascado más de la cuenta las cicatrices, esas que de alguna manera marcaron el comienzo de esta nueva vida de gata… luché contra esa sensación lavándola con agua caliente… dejando que se me escurriera de la cabeza y se marchara por el desagüe… notando el quemazón de algo que no entendía bien, recordándome a mí misma todo el resto de los argumentos… sentí el frío de la nieve quemarme la cara… helándome ese pedacito de espejo maldito metido dentro del ojo… lo noté haciendo eso para lo que estaba hechizado por esa Reina maldita… aunque sólo fueran segundos, olvidé las palabras… los hechos… los momentos que guardo en un baúl distinto… oyendo un cascabel sonar desde una bolsa de tela que amortiguaba su sonido… de pronto, una voz me dio el calor que esa Gerda del cuento regaló con sus lágrimas… el suficiente para deshacerme ese pedacito de espejo clavado y congelado… el suficiente para contrarrestar ese beso malditamente gélido que la Reina me dio en la frente…


Seguí viendo nevar a través de una ventana para sentir un frío ajeno, uno que desembarcó en mi sofá en busca de refugio… necesito una dosis de abrazos, leí en una pantalla sabiendo entender entre líneas un S.O.S. digno de un náufrago cualquiera de este barco pirata… sentada convertida en un ovillo, una gota de sangre de mi sangre se acabó de desangrar para hablarme de algo que ya conocía… ese pedacito de espejo también se le había clavado en el ojo haciéndola llorar… tratando de entender sus propias preguntas, sus propios otoños… esos para los que buscamos fechas ante el miedo de las palabras no dichas… esos otoños a veces locos que nos recorren como si metiéramos los dedos en un enchufe despertándonos hasta el último poro del cuerpo… esos otoños que pronunciamos en susurros mudos que, a veces, nos congelan en la peor de las ventiscas… a ella la Reina la besó en la frente recordándole fantasmas que, de golpe, deambularon a su alrededor... oí lo duro que es no tener manera de saber de alguien, oí lo duro que es preguntarse si el camino escogido respondía a los pasos que se marcaban sobre la nieve… me pregunté por la pauta entre deber y hacer… por esa fina barrera que separa el hacer por uno mismo o por esperar una respuesta… vi como ese trocito de espejo congelado surtía el efecto de un frío que la invadía, uno para el que no tenía más respuesta que el tiempo… uno que, muchas veces, nos devora cuando esperamos… uno que, otras tantas veces, estira los minutos hasta convertirlos en siglos… el mismo frío que hace de una ciudad un espacio vacío… un enorme iceberg de soledad… me sentí Gerda abrazando entre mis brazos ese cuerpo tan delgado, dejando que se deshiciera con palabras y silencios… notando cómo subía el mercurio a pesar del frío de la calle…


Volví a quedarme sola en este extraño reino en el que la nieve se había marchado con la oscuridad pensando en esos besos traicioneros con sangre azul de un cuento que existen más allá del papel… en esos otros que deshacen el hielo para recordarnos que, a pesar del frío, seguimos estando vivos debajo… pensé en ese constante esquivar pedacitos de un espejo maldito que no queremos volver a encontrar pero que choca contra nosotros… en la cantidad de veces que somos ese Kay al que se le hiela el hoy, al que un beso congela el pasado aunque, lejos del cuento, el efecto sea el contrario y no sólo no lo borre sino que lo despierte… sin la bendición del presente, con la absolución de un futuro en el que habremos esquivado los pedacitos de espejo... así es sentir, había dicho sólo unas horas antes... así es, me repetí a mí misma en una noche en la que no sé por qué ya no sentía frío...

Foto | Raquel Aparicio

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Territorio pasado






"Hay un pasado que se fue para siempre, pero hay un futuro que todavía es nuestro"
F. William Robertson





Abro la puerta sin poder no hacerlo…
para mirar el polvo de los rincones…
ese que todavía está…
ese que, a pesar de ser todo distinto, es el mismo…
telarañas del pasado…
pegadas entre vigas para hacer recordar…
con una mirada que me mira desde una pared…
con otra que lo hace desde un espejo…
inspiro…
me sentí ratón…
trepando por las ramas de un árbol abrazado…
para llegar…
o para volver…
le pasé el dedo al polvo del ayer…
al de otra historia…
a ese que está pese a no estarlo…
ese que se adhiere entre los dedos…
que se resiste a deshacerse…
abrí otra puerta sin poder no hacerlo…
para encontrarme un ayer en el hoy…
para oler un aroma que no conozco…
expiro…
me metí el miedo en un bolsillo…
tocándolo con la punta de los dedos…
quitándole un polvo diferente…
mirando ayeres propios…
mirando ayeres ajenos…
sentí un escalofrío…
me hice un collar con los silencios…
con ojos que no son míos…
con palabras que no significan…
cosí cada cuenta de memoria…
sacándolas brillo…
tratando de aligerar su peso…
pisando un suelo ya pisado…
sin tener miedo de dejar huellas…

lunes, 22 de noviembre de 2010

Tres puertas de baño de carretera


Siempre he sentido curiosidad por esos mensajes dejados en las puertas de los aseos de carretera… esos que se escriben a sabiendas de que pueden ser borrados, que quizás no sean leídos nunca por nadie… que, tal vez, no se entiendan… siempre pienso que esos tantos mensajes que he leído de amor nunca serán leídos por la otra persona sólo por el hecho de que están escritos en el baño de mujeres… mirando todas esas puertas, pienso en esos viajes que alguien hizo… esos que, en su momento, fueron un momento lo suficientemente singular como para escribir algo tras una puerta… quiero creer que no se hace de manera indiscriminada por el mero hecho de escribir, no sé por qué creo que  no es así… quizás porque hubo un motivo las veces que yo lo hice… uno específico o vital que, en ese momento, me empujó a sacar algo con lo que escribir del bolso y hacerlo… no entonaré el mea culpa, no sólo lo hice a los diecisiete años… creo que decir es algo que no tiene edad, hacerlo para que nadie o un desconocido lo lea tampoco…

En una madrugada de aventura, leí la primera de las puertas… una que estaba en mitad de alguna parte de esa autopista de La Coruña en la que estaba… una que recorría de la mano de un amigo en una furgoneta de mensajería… él estaba currando, yo era un polizonte de su carga… empezaba una escapada que tenía Asturias como primer punto de destino… detrás de esa primera puerta de un frío baño de alguna parte de Valladolid, tan sólo hice una cosa… sonríe, decía una caligrafía redonda que incluso había pintado un garabato sonriente… y sonreí… pensando que estaba haciendo el viaje más peculiar de mi vida, uno que había tenido una gran dosis de miedo hasta que me subí a esa furgoneta… uno que se acabó de disipar cuando pisé el suelo mojado de Oviedo… respiré hondo cerrando los ojos… I can fly, sonaba en mis oídos, but I want his wings… acariciaba una mañana que tenía algo de fugitiva y algo de legal… una deseada a pesar de no haber dormido, a pesar de los kilómetros… sonrío pensándolo en esta oscura noche de Madrid… entre el regusto de sidra dulce, con un bote de Nesquik en la mano… con un sueño que llegó cuando ya era completamente de día después de una noche compartida con una emisora, con un amigo del que conocí más y con muchos kilómetros…

La segunda puerta que leí fue en Oviedo en esa estación de Alsas que no conocía… aquí empieza un punto y aparte en mi vida, decía esa puerta, así que a partir de ahora me espera lo mejor… traté de imaginar cómo era esa mujer que lo habría escrito, a qué se referiría… cómo sería su historia, pensaba para mí mientras repasaba la mía… también cantas, me preguntaron con una increíble curiosidad… escribí desde una mesa que no era mía mientras Nirvana volvía a inundarme la cabeza… miré por una ventana un susto, me encerré en un armario de nervios… me río… esas alas de una canción que escuché de buena mañana se hicieron realidad… volé para mirar el mundo desde arriba… para mirar menos hacia atrás, para hacerlo más hacia delante… para leer mi nombre sobre mis manos, para  mirar desde lejos y ser mirada… para sentir miradas desde papel… estaba ante esa puerta de baño porque me había acompañado ese cronopio que la suerte quiso que me encontrara por casualidad una noche en esa misma ciudad… nos abrazamos al despedirnos sonriendo… volví con un pedacito más de esa Lola conmigo… con ese dulce sueño mientras recorría kilómetros, quedándome dormida mientras pensaba en esos puntos y aparte que todos ponemos en nuestras vidas… mientras pensaba en los pasos dados hasta llegar ahí con el viento empujando el camino en una noche en la que llovía a cántaros… esa rubia fiel que me acompaña en esta vida me esperaba con cara de sueño, con ganas de contar… con esa cocina que es confesionario, escenario de show de humor y mundo de preguntas sobre la vida preparada para mi visita… 

La última de las puertas que leí es, quizás, la única que podía cerrar un viaje que comenzó en una madrugada con muchas sensaciones en el estómago… supongo que por ser la última de un camino que desandaba después de un extraño día de cumpleaños… uno en el que había sentido la difícil situación de dejarme llevar por las tripas y mi pasado, uno en el que había tenido que lidiar en combate de boxeo mental con ese lazo increíble que es querer a alguien a pesar de no entender… destripando esa rabiosa sensación de no caber dentro de uno que sólo vi como espectadora, una sensación que abracé antes de despedirme... mientras volvía en ese último autobús que me separaba de mi casa pensando en esas ganas de atracar en puerto y bajar las velas… volvía hacia esa ciudad que ejerce de casa y de infierno a la vez pegando mis propios cromos en ese álbum que abrazo… en mitad de mi camino, una parada que ya conocía de esas otras huídas hacia delante que suponen para mí Bilbao… estación de Lerma, leí en el cartel de la entrada… estación de Lerma, sonreí para mí, quizás no podía haber mejor puerta para cerrar este camino… recordé una de esas puertas de aseo en la que yo misma escribí meses atrás en un viaje en dirección contraria, en un tiempo diferente a esa noche de domingo… no me hizo falta buscarla porque, nada más entrar en el aseo, supe qué puerta era… entré, cerré y me sorprendió la maraña de letras y frases estampadas… recordé que en aquélla puerta azul no había nada el día que yo escribí un tanto decepcionada… y de pronto, me encontré a mí misma en aquél ovillo de trazos… sonreí leyéndome esas ocho palabras con puntos suspensivos… esas que decían mucho sin necesidad de hacerlo… esas que me recordaron un trayecto en el que me corté la melena y me desaté en gran medida el alma… sonreí al volver a subirme al autobús que me acercaba cada vez más a casa… curiosa vida esta, me decía para mí, lo que escribí sigue vigente muchos meses después…

sábado, 20 de noviembre de 2010

Botones viejos, camisa nueva

Mi memoria vuelve al mismo recuerdo…
a la misma foto mental…
a una única banda sonora…
una voz en mitad de la noche…
vuelvo a ese punto en el que me dejé descoser los botones…
esos que me apretaban los ojales del pasado…
esos que me encerraban dentro de una camisa vieja…
oí caerse los cerrojos contra el suelo…
con mucho cuidado…
colocando algodones para amortiguar el ruido…
notándolos tan sólo como un silbido…
sentí cómo me temblaban las piernas…
tienes miedo, oí preguntar…
miedo, me pregunté a mí misma…
un sentimiento curioso…
uno que era, únicamente, un fantasma…
página pasada…
la que, quizás, era la última por pasar…
sentí ternura…
sobrescribiendo mi propio cuento…
una camisa apretada que se soltaba…
que se despegaba de mi piel…
para sentirla del todo…
para poder pasarme la yema de los dedos notándola…
saboreando en el paladar la confianza…
su textura única…
confiar, pensé en silencio…
sintiendo el placer de hacerlo…
besando cicatrices que no duelen…
regalándome a la tormenta de una noche de otoño…
cerrando los ojos para sentir el agua tocarme…
disfrutando cada trueno…
cada relámpago que ilumina una noche de lluvia…
abriendo los ojos para mirar de frente al viento…
para sentirlo humedeciéndome los ojos…
para esconder la mirada…
sintiendo de pronto algo parecido a la libertad…
respirando muy hondo para empaparme de ella…
para sacar la mejor de mis fotos mentales…
una con todos esos botones descosidos sobre el suelo…
estreno una camisa nueva y sólo mía…
una tejida con hilos de sonrisas…
con una aceras por las que he vuelto a caminar…
con botones de otros colores…
con volver a escuchar canciones que guardé en un cajón…


La foto de este post y el nuevo aspecto del blog se los debo a Laura, que transformó mi sopa en Sopa... cosas de la vida, ella me enseñó una manera diferente de ver este rincón del mundo...

domingo, 14 de noviembre de 2010

Mi viejo, mi sabio...

Sólo cuando colgué el teléfono me di cuenta… no había sabido qué decir… qué palabras coser para hacer sentir algo de alivio, algo de ese descanso imposible para el alma en estos momentos… supongo que simplemente no existen o yo, al menos, no sé pronunciarlas… le voy a decir al dentista que me quite la muela sin anestesia, escuché decir en mitad de la noche, no creo que duela más que esto… me habría encantado saber qué decir, qué frase… pero no pude, simplemente no fui capaz nada más que de suspirar… creo que porque no sé lo que es, no sé lo que se siente… mientras escuchaba la crónica de un día amargo, trataba de meterme en otra piel… tratando de sentir lo que debía de sentirse, tratando de hacer frente a un miedo que supongo tenemos todos… perder a nuestros padres, a esos que nos agarraban de la mano cuando éramos pequeños para enseñarnos a andar… sentí un escalofrío… creo que, solamente de imaginarlo, yo también preferiría que me arrancaran una muela… esa misma luna, escuché un recuerdo de la infancia… uno en el que una Lambretta era un lujo, uno en el que salir de un pequeño pueblo era ver mundo… imaginé esas fotos mentales que no conozco porque no las viví con una nitidez que me asombraba… armando en mi cabeza el puzzle de una historia que no es mía y que, sin embargo, escuchaba mientras la imaginaba…

Sentí de lejos esos recuerdos que yo también he vivido… respirando la impotencia de encontrarse lejos en el silencio más absoluto… rebobinando a años atrás para saber cómo fue entonces, para imaginar cómo estaría siendo ahora… sentí tristeza, muchísima… recordando esa historia propia que, todavía hoy, siento tan próxima… sabiendo como sé lo que es perder, recordando como lo hago ese extraño aroma de la muerte… uno que no se huele pero que te empapa el corazón haciéndolo no latir… recordé una mañana gélida de diciembre, una en la que crecí de golpe sin quererlo y sin pedirlo… recordé otra lluviosa de octubre, una en la que me hundí bajo un paraguas el mismo día que cumplía años… ley de vida, oí decir… ley de vida, repetí para mis adentros… esa que marca cuando llegamos y cuando nos vamos… esa que no elige en qué circunstancias, en qué momento preciso…

La gente sólo muere cuando se la olvida, me dice siempre esa escudera que vive entre ranas y orquídeas… sonrío… supongo que hay gente que se queda aunque no esté, gente que roza este mundo haciéndolo cambiar… regalándonos un pedazo de felicidad diferente, un saco de recuerdos inmenso por su valor… en otra luna distinta, escuché hablar de ese hombre al que no he conocido como tal… uno que me pidió un cigarro, uno que me miraba con curiosidad… uno al que sólo vi una vez en mi vida pero que una voz me estaba haciendo conocer… hablándome como, supongo, sólo habla alguien que ama de verdad… con ese increíble orgullo de sentirse hijo de un padre con todas las letras… de uno que era, por definición popular, buena persona… una de esas que escriben su propia historia a golpe de tesón, de fe… esos viejos sabios, esos que han malvivido para luego vivir... para hacer lo imposible por construir su propio mundo, por hacerse dueños de un pedazo de Universo sólo para ellos y los suyos… un sello que sólo tiene su nombre, un sello personal y único… el que hace que, el día que se marchan de este mundo, la gente sienta auténtica tristeza… sonrío… esbozando a ese hombre que sólo vi una vez, recordé a otro protagonista de un día lejano de diciembre… supongo que por eso, por comparar historias y frases, ese hombre al que sólo vi una vez de golpe se convirtió en mi mente en un gran hombre… en uno de esos que, aún cuando ya no están, sólo pensar en ellos hace sonreír… por esa mezcla de genio y calor que eran… por ese enorme regalo de la vida que es, simplemente, haberlos conocido… sintiendo el increíble privilegio que es saber que te quisieron, que fuiste una parte importante de sus vidas… 


La muerte es sólo la suerte, canta Sabina, con una letra cambiada… quizás la suerte es poder decir adiós, pienso para mí, con un saco de tesoros en el cajón de los recuerdos…


Lo siento, pero esta es la única canción que puede ser banda sonora de esas pérdidas que todos vivimos en esta vida… de esos adioses que siempre nos parecen demasiado pronto… del privilegio que es que esas personas hayan acariciado nuestro mundo para darle un poco más de magia… de una autenticidad que hace que, incluso muchos años después, se nos escapen todavía lágrimas pensando en ellos…

viernes, 5 de noviembre de 2010

La noche que me hicieron "testiga"





"El auténtico amigo es el que lo sabe de ti y sigue siendo tu amigo"
Kurt Cobain




De golpe, me di cuenta de que volvía a sentir esa atmósfera, esa que sólo siento aquí de determinada manera… suena Bebe desde hace dos horas… no me canso de oírla, pienso sonriendo… comparto mi humo con el silencio de esta casa, con Golfo observándome desde una silla… sé que está deseando que me tumbe en el sofá para tumbarse sobre mí  y, aún así, estoy escribiendo para mí en vez de hacerlo por trabajo…  cuando no consigo escribir para la sopa, le explicaba el otro día a un amigo, no consigo escribir para nadie… esta gimnasia de contar mi vida me resulta imprescindible para poder contar para los demás… curioso…  soy poco práctica y lo sé… pero, como todo lo que hago en esta vida, me nace o no… no sé evitarlo… tienes que aprender a manejar tu inteligencia emocional, me dijo hace tiempo esa hermana mayor a la que yo llamo como lo hacía de pequeña su sobrina…  supongo que, como buena yonkie de las sensaciones que soy, necesitaba encontrar una dosis… una que me acercara a esta receta después de sentir ese calor increíble que me emborrachó el alma y los dedos… se me ha pasado ya un poco el pedo de amor, le decía a esa amiga que me ha calentado esta noche el corazoncete… me descojono… la semana pasada estaba aterrorizada de verme decir que era toda amor, tan empachada placenteramente de Sopa… esta noche, le sorprendía mi revelación… no ha pasado nada, le he contestado riéndome, soy toda amor pero más sosegada…  seguimos cenando mientras la camarera se esforzaba por ir robándonos de la mesa todo lo que consideraba que estaba terminado… contándonos nuestras vidas mientras Mar me miraba con cara de circunstancias  cada vez que esa mujer nos quitaba algo… el boli es nuestro, le he dicho en una de esas visitas que ha hecho a la mesa mientras ella lo sujetaba de un extremo y yo de otro… ahora lo pienso y me muero de risa…

Fumo mirando esta noche de Madrid que hoy está más oscura que de costumbre mientras sonrío…  esa amiga con los ojos tan azules como su nombre sabe de sobra que a mí todo lo que huela a boda me espanta un poco, unos principios que suelo llevar a rajatabla… unos que me iba a volver a saltar porque ella ya se había encargado de enredarme previamente… tu lees en la iglesia, me dijo un día tajante… el qué, le pregunté con esta alma medio hereje que atesoro… algo que escribas tú, me contestó… sonrío… creo que tenía pánico de que me escapara al bar con ese compañero de República que es su primo… ahora el pánico es que no le voy a dejar leer lo que escriba hasta que lo escuche el día de su boda… se lo he vuelto a repetir de camino al sitio de tostas al que sólo he ido con ella mientras me contaba su agobio porque no tiene todavía vestido de novia… me voy a hacer un Interviú, me decía con mucho cachondeo… espero que tengas un carro de paradas para desfibrilar a tu padre, le he contestado descojonada… mientras me daba los datos para acompañarla la semana que viene a ver a un diseñador, me lo ha soltado de la manera más natural del mundo… quiero que seas testigo de mi boda, me ha dicho mirándome con esos ojos azules tan peculiares… testiga, le he contestado con mucho cachondeo mientras suspiraba ante el marrón que nuevamente rompía mis principios antiboda…  te hace ilusión, le he preguntado con muchísima ternura… lo que quiero es que te haga ilusión a ti, me ha contestado con esa cara que sólo Mar pone…  suspiro… creo que sólo alguien que te quiere de verdad puede contestarte de esa manera, pienso mientras recuerdo esa manera tan suya de decirlo…  sobre una servilleta me ha hecho el inventario de sus testigos y he sonreído… ese compañero de República para mí y primo para ella está en la lista… nosotros nos vamos al bar, le he dicho para provocarla, tú nos avisas vía walkie cuando tengamos que entrar… seguíamos cenando mientras la palabra "testigo" me retumbaba en las neuronas... es curioso, pienso ahora en la calma silenciosa de mi casa, me repatean las bodas pero me ha calentado el corazón pensar que quiere tenerme ahí... algo que me ha pasado más veces y que siempre siento como un increíble acto de amor, de ese que sólo te regalan los amigos... de ese que, a pesar de los principios, haces con el corazón...

Cuando nos hemos despedido, nos hemos dado un abrazo… uno que es tónica siempre que nos vemos, uno que nos damos como parte del protocolo del corazón que tenemos… volvía a casa disfrutando de una noche increíble, una en la que las terrazas vacías campaban a sus anchas por las aceras con una temperatura cálida de otoño… volvía recordando esa manera tan de ser de Mar que te permite descojonarte viva o llorar a moco tendido… esa manera de escuchar con una oreja de su padre y otra de su madre –literal y físicamente-… la misma que ejerció cuando me rescató para llevarme a Almería, para sacarme de esta casa que fue un ataúd recién estrenado en otra vida de gata… recordaba ese viaje mientras bajaba Guzmán el Bueno sonriendo… ella siempre es uno de mis refugios cuando el corazón se me rompe, uno al que acudir para sentir el roce de muchas tiritas… una de esas mujeres que te habla con la candidez que lo haría una madre cuando lloras, dándote el mismo calor solo con palabras… sonrío… suena Bebe todavía en este barco pirata mientras recuerdo otra noche en la que también lo hizo, una en la que la música me habló cuando volví a casa en mitad de la oscuridad… una noche de mujeres sin cadenas que compartimos sólo por darnos el gusto de estar juntas… de sentirnos guapas, de pasear vestido en una madrugada de junio para tratar de olvidarnos de lo que nos dolía… suspiro... si tuviera que contabilizar todos los momentos vividos con ella, supongo que no podría escoger uno sólo... 

Siento una sana melancolía en esta noche, lo reconozco…  por ese mundo tan extraño para mí -ahora y entonces- que, una vez de hace años, nos reunió y fue nuestra casa… ese "hogar" con charlas interminables de madrugada, con una mesa sujeta con latas de sardinas que siempre tenía en su habitación... esta noche he recordado las veces que he varado este barco pirata en su casa buscando respuestas, todas las que ella se ha refugiado en mí para buscar lo mismo… sonrío… somos planetas distintos, pienso reciclando esa frase que siento sólo con los míos, pero orbitamos juntos... yo la busco a ella para ponerle racionalidad a mi vida, ella me busca a mí para que le ponga víscera... Mar forma parte de mi Libro de Familia personal, ese que se elige con el paso de los años y a pesar de los años… uno que compartimos, cosemos y repegamos juntas desde hace mucho… uno que confío poder tener siempre en ese bolsillo donde me guardo las cosas que me importan... igual que ha sido en esta última década nuestra de vida, igual que espero siga siendo dentro de otra década más...


Esa foto es un préstamo de uno de esos magos de la luz que son capaces de hacer fotos que cautivan... tiene Copyright pero su dueño, Manuel Orero, no sólo me la ha prestado sino que incluso me ha pedido que le avise de la publicación de este post... os recomiendo que veáis el trabajo que hace porque es, simplemente, una manera increíble de mirar el mundo: este es su site, tiene una serie sobre embarazas que a mí -personalmente- me ha encantado por su ternura de mirar y hacerlo distinto...