viernes, 31 de mayo de 2013

Había una vez...


Publicado en la Revista de San Antonio, Cangas de Onís
Junio 2013

Había una vez una niña que, desde muy pequeña, tenía problemas para respirar. Para poder disfrutar de la vida sabiendo lo que es llenar fuerte los pulmones del aire húmedo del reino en el que vivía. A pesar de que se probaron con ella todos los remedios y pócimas posibles para que pudiera respirar, aquella niña cumplía años sin sentir mejoría. Amable y Mari, sus padres, probaron a buscar respuestas a la enfermedad de su hija en cuantos médicos y curanderos encontraron. Pero aquella niña seguía sin saber lo que era inspirar con normalidad, sufriendo la falta de la libertad que da el aire. Cuando parecía que no quedaban más soluciones, cuando ni los preparados ni las medicinas más caras surtieron su efecto, alguien se atrevió a dar un remedio de la sabiduría popular: quizás, para que aquella niña mejorase, había que llevarla a otro lugar. A otro reino más frío y menos húmedo en el que, quizás, pudiera respirar mejor. 

Ni cortos ni perezosos, los padres de aquella niña emprendieron un viaje. Uno a ese otro lado de El Pontón que aquí se llama Castilla y que algunos sentimos como León. Lo hicieron llevando con ellos a esa niña que no podía respirar, atravesando Los Beyos en su camino hacia ese otro reino en el que, quizás, el aire entraría mejor en los pulmones de su pequeña. Esa tierra tan similar como diferente que podía ser clave para su salud. Tras un viaje por los bosques encantados de neblinas y árboles centenarios de El Pontón, llegaron a un pueblo en el que decidieron parar. Habían emprendido su aventura sin siquiera buscar dónde quedarse, dejándose llevar solo por el deseo de que aquella niña creciera sana. Al llegar a Burón, su primer intento por buscar hospedaje fue una negativa. Al explicar que la salud de su hija era delicada, aquella familia sintió peligrar la de sus propios hijos. Sin embargo, solo una casa más allá un matrimonio, Alipio y Marina, decidió acogerles como si no fueran desconocidos.  Les abrieron las puertas de la que era su casa. Una casa entre montañas, una en la que el río era la banda sonora de cada segundo de vida. 

Y así, poco a poco, aquella niña que no podía respirar comenzó a hacerlo. Sintiendo el aire frío de las noches de aquél otro reino entrar en sus pulmones, compartiendo una vida más viva con aquéllos desconocidos que de pronto ya no lo eran. Pasaron los días de sol, las noches de frío. Y aquella niña volvió junto con sus padres a ese otro lado de las montañas en el que estaba su reino. Lo hizo para volver a su casa y para seguir respirando. Para hacerlo sin que le aquejara nunca más otra enfermedad que le impidiera vivir con vida.

Curiosamente, este cuento con final feliz es más que un cuento. Es una de las historias familiares que he escuchado contar muchas veces a mi abuela en las sobremesas relajadas de mi casa. La historia de aquella niña asturiana que se curó en casa de mi bisabuelo, la ya menos niña que decidió acompañar a mi familia el día que él murió aunque mi abuela no supiera hasta después del entierro quién era aquella desconocida. La niña asturiana, como la llama mi abuela; la enigmática cría enferma de la historia que tanto me ha contado cobró un día vida. Se convirtió en una mujer de carne y hueso cuando, en una conversación fortuita de bar sobre ese otro lado de El Pontón en el que nacen mis raíces, alguien me contó este mismo cuento a mí. Describiéndome una casa que forma parte de los recuerdos de mi infancia aunque el pantano de Riaño la sepultara junto con muchos otros pedazos de vida; hablándome de un hombre al que yo llamaba "abuelo" sin serlo, Alipio, y al que recuerdo por su fría mirada y su cálida sonrisa.  Era su hermana quien había llegado a casa de mi bisabuelo, eran su madre y su hermana aquellas desconocidas que a mi abuela todavía le pesa no haber saludado en su momento.

Es curioso lo mucho que señalamos la frontera invisible que separa Asturias de esa mal llamada Castilla, acentuando lo que hace mejor o peor un lado u otro. Esforzándonos por disfrazar la familiaridad de supuesta rivalidad territorial. Sin embargo, es todavía más curioso descubrir que, por más que nos empeñemos en diferenciarnos tanto, compartimos algo fundamental además de tradiciones y vocabulario: pasado, demasiado pasado. Muchos "ayeres" que hacen de los cuentos de la abuela una sonreída historia real de reencuentros pasados los años, las generaciones. Y a pesar de las ausencias. Supongo que no puede escribirse un final más feliz. 

lunes, 27 de mayo de 2013

Fantasmas...


Van y vienen… están alrededor… a veces, simplemente nos acompañan en la más silenciosa de las presencias… otras, vienen a tirarnos de los pelos… para recordarnos heridas que creíamos cerradas, para hacernos sentir ese insoportable sentimiento que es la tristeza… los fantasmas nos acompañan en cada paso de la vida… tememos caer porque recordamos una caída que nos causó dolor de verdad, tememos comer algo porque recordamos que en una ocasión nos hizo daño… los fantasmas nos hacen temer, nos hacen recordar lo inestable que es esa increíble sensación que es sentirse seguro… nos encienden la luz de lo que fue aunque no tenga que volver a ser... nos la apagan para sumirnos en la tinieblas que genera desconfiar y temer...

Todos tenemos los nuestros por el simple hecho de vivir… por el simple hecho de acumular cosas que nos duelen, cosas que otras veces nos desgarran por dentro… luchamos contra ellos muchas veces, poniéndolos en su lugar sintiendo solo un leve temblor bajo los pies… a veces, logramos arrinconarlos y ganarles la partida… nos damos la oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos que es posible vencer la maldición, que porque haya sucedido no tiene por qué repetirse… otras veces, ganan ellos… logran imponerse creando un cerco tan estrecho que supone difícil respirar… te aprietan las entrañas, te hacen sentir inmensamente pequeño…

Fantasmas… unos personajes peculiares que alimentamos muchas veces, unos de los que preferimos en ocasiones no despegarnos por miedo a vivir… les abrimos las puertas, nos cierran las ventanas... compartimos con ellos y la más absoluta de las soledades que generan noches de angustia, momentos de pánico... nos hacen vivir pensando en ayeres en lugar de en mañanas... nos quitan mucha vida, no hay duda… y, aún así, siguen a nuestro lado…


Foto | facimadevilla

miércoles, 22 de mayo de 2013

Una de esas mujeres...




"En todo momento de mi vida, hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces"
Gabriel García Márquez


Soy una de esas mujeres, una de tantísimas…
que coleccionan fotos de bebés en su móvil sin tener uno propio…
una de esas mujeres entre tantas que viven como yo…
una que no se peina como medida de rebeldía y de identidad…
soy una de esas tantísimas mujeres que ama su soledad a pesar de amar a otros…
una de esas mujeres que conjuga un nosotros sin anillos…
que cree que la femineidad está más allá de unos tacones…
una de esas mujeres que disfruta de las pequeñas cosas por el inmenso valor que tienen…
que busca un rincón de paz en mitad del ruido…
una de esas mujeres que lucha contra la báscula pero que disfruta del placer de comer…

Soy una de esas mujeres que cree que la bondad mueve la vida…
que la lealtad es el bien más preciado de todos…
que cree en las verdades porque las mentiras las pone el Mundo por ser Mundo…
una de esas que se emociona con canciones…
una a la que las palabras le saltan las lágrimas…
una de esas mujeres que guarda penas para no evaporar alegrías...
soy una de esas tantísimas mujeres que a veces llora para encontrar una vía de escape…
una que siente las traiciones como disparos…
una que sabe qué es que se te rompa el alma…
la que cree que la alegría pone tiritas incluso en la herida más profunda…
una de las que sonríe a un piropo que, a veces, necesita escuchar...

Soy una ella entre muchas ellas…
una de tantas que será recordada por virtudes y defectos…
una de esas que lucha solo por encontrar su paraíso perdido en mitad de hipocresías…
la que sonríe al reencuentro de una de esas personas que encarnan el auténtico significado de amigo…
soy una de esas tantísimas mujeres que vive guiándose por las tripas…
una de tantas que se enfada consigo misma…
una de las muchísimas mujeres que es sí misma a pesar de lo demás…

Soy una de tantísimas mujeres...
pero, al igual que las demás, soy yo...

Foto | facimadevilla