miércoles, 29 de octubre de 2008

Sol de invierno

Vuelve el frío… y Madrid se llena de lana… de caras enrojecidas… de niños casi desaparecidos dentro de un abrigo abrochadísimo… de ese escalofrío que sientes al entrar en un lugar cálido…

El cielo se pinta de un gris luminoso… el viento frío, casi de nieve, te acaricia el rostro mientras todavía queda algún rayo de sol que, de golpe, desaparece detrás de una nube…

Comienza a llover como si el cielo se abriera de golpe… el día se convierte en acero… con ese color arrebatador a mitad entre el día y la noche… sea la que sea la hora que marque el reloj…

El aire huele a agua… a lluvia, a tormenta… a frío… a esta nocturnidad tan temprana que parece hacer morir el día… otro más, otro menos… ¿qué importa?

Y parece que las cuatro paredes de esta piso son el refugio perfecto… la guarida… un reducto de calma entre música, humo, pensamientos… y mirar al cielo con tan sólo la luz de una vela…

Este frío me trae calor… el que siento en esta soledad que he elegido… en la que creo… y en la que cada vez más, me siento tan a gusto… conmigo misma, nada más… quizás pensando mucho o poco, no lo sé… pero tratando de acabar de tejer este jersey de recuerdos, presente y proyectos… siento el frío desde la lejanía… en mi barco pirata hace calor… el de la tinta… el de la calma… el de una fuerza atrapada dentro de mí y que tan sólo quiere salir…

Gran Muralla, ¿dígame?

¡Coño! Me teletransporto sin apenas darme cuenta… siempre me dan ganas de decir “ya podía estar yo allí viendo semejante maravilla”… pero lógicamente, me corto… no creo que los chinos –persona- cogieran la broma… así que hago mi pedido y espero a que ese repartidor aparezca sobre el felpudo de entrada a mi casa… el chino –persona- se persona, nunca mejor dicho… y de la que estoy abriendo la puerta, alarga su brazo para tenderme la bolsa… ni siquiera se quita el casco… eso cuando lo trae, porque el chino –restaurante- está cerca y yo creo que hay veces que vienen corriendo… en cero coma dos décimas, y sin pronunciar nada salvo “gasias” y “adióoo”, te han traído la cena… te han cobrado… y se han ido… mi chino –persona- repartidor nunca tiene “el pico” del cambio… vamos, que me hace el lío cada vez que viene… y yo me dejo, qué le vamos a hacer… estoy deseando cerrar la puerta… me parece sacado de una auténtica película de Hong Kong y me da un poquito de miedo pese a que le saco 3 cabezas y 20 kilos…

Optar por cenar en un chino –restaurante- puede convertirse también en una odisea… entras allí y de golpe te ves abrumada por todo lo que encuentras… el cuadro con la cascada que se mueve no puede faltar… no hay chino –restaurante- que se precie donde no haya una… la observo entre asustada y absolutamente flipada… aquello es un auténtico invento… digno de orientales, sin duda… el hilo musical no puede faltar… con esas melodías en las que mujeres con una voz que parece sacada de la garganta de un gato al que le pisan un rabo no paran… muy politono del móvil, la verdad… pero o te dedicas a charlar o, cuando llevas media hora, tienes un auténtico ataque de nervios… además, fieles al atrezzo propio, algunos hasta tienen un estanque a la entrada… algo que tengo que confesar que me fascina… me quedo como los niños mirando esos peces naranjas… otra de las consignas de cualquier chino –restaurante- que se precie es que la persona que te trae el rollito de primavera es, siempre, la que menos castellano habla de todo el garito… y me resulta peculiar porque pienso que, sin que nos demos cuenta, ellos tienen su particular régimen de jerarquías… su método estudiado y medida al milímetro… y una máxima común demostrada casi científicamente: todos ellos se mueven dentro del restaurante con el mayor silencio del mundo… vamos, que ni te enteras de que se acercan… pero eso sí, cuando hablan entre sí, se convierten en seres sumamente ruidosos… siempre parecen estar discutiendo, siempre parecen estar cabreados…

Y lo mejor, mejor es cuando terminas de comer… y el camarero aparece con esos maravillosos platos de toallitas calientes… de verdad que me quito el sombrero… porque con el trajín que tiene un restaurante, que se dediquen a envolver toallitas me parece digno únicamente de ese carácter oriental…

Maldito corazón

Late, me repito… pero no lo hace… se para, se congela… detiene el ritmo de mi cuerpo… y vuelve a empezar… pum-pun… pum-pun… pum-pun
Se detiene… se bloquea… resucita… y vuelve a pararse... pum-pun… pum-pun… pum-pun
A detenerse… a detenerme a mí… me deja sin respiración… y cuando aparece el miedo… vuelve a latir... pum-pun… pum-pun… pum-pun

¿Qué te está pasando?, le pregunto… pero no sabe responder… no tiene las palabras para explicarlo… para hacérmelo saber… Te escucho, te lo aseguro… pero hablas un extraño idioma de golpe que no comprendo… Compartimos esta extrañísima torre de Babel… en la que se mezclan sentimientos contrapuestos… pum-pun… pum-pun… pum-pun

Contrarios… suplementarios… difíciles de encasillar… No sé qué te pasa… ahora lates, luego te paras… vives tu peculiar catarsis… pum-pun… pum-pun… pum-pun... A dónde me lleva, me pregunto… hacia qué extraño camino… El tiempo pasa, te susurro… late, vuelve a hacerlo… como antes… como siempre… o como nunca...
Pero no respondes… sigues tu propio camino… me has enredado... En una maraña tan complicada de deshacer que no puedo ni siquiera contar con el comodín de la llamada...

¿Sabes dónde están todos los pedazos?
Pum-pun… pum-pun… pum-pun
¿No sabes el destino exacto?
Pum-pun… pum-pun… pum-pun
Láteme… maldito seas si no lo haces…

viernes, 24 de octubre de 2008

La casa de los locos

Antes siempre creía que la mejor manera de saber cómo estaba esta peculiar ciudad era preguntándole a un taxista… los tengo en gran estima, me parecen los espectadores privilegiados de esta ciudad… sin embargo, hoy mi prisma vital ha cambiado… he descubierto que si quiero saber cómo está Madrid tengo que preguntárselo a Charo… sí, la señora de la limpieza de este santo edificio… esa mujer que siempre va de azul celeste y parece arrastrar el aburrimiento con cada paso que da dentro de sus zuecos medicinales… este edificio es una radiografía de la ciudad… de una ciudad que no reconozco… y en el fondo, pese a que me aterre la realidad, me resulta curioso que este edificio sea así…

Hoy he puesto en duda mi grado de tolerancia… sí, lo confieso… algo que jamás me había pasado… tan sólo me han hecho falta 15 minutos en el portal de mi propia casa… primero, los niños ecuatorianos de la casa de al lado… jugando en el portal con sus gritos y su ineducación… son de esos que te pegan un empujón a posta y jamás se giran… y eso es un mal menor comparado con todo lo que podría contar de la lista… después, una pareja rumana… se estaban peleando… él le había tirado a ella por la ventana –desde un sexto, ojo- un anillo valorado en más de 500 euros que le había regalado a ella un señor mayor, de unos 70 años, que siempre viene cuando él no está… ella, que no tendrá más de 25, tan sólo lloraba… y él, avergonzado, buscaba entre las piedras del patio diez minutos después la preciada joya…

Sólo un minuto antes de que desaparecieran por la puerta que da al patio interior, hace entrada Pamela… un travesti muy masculino subido en unas botas de plataforma de unos 25 centímetros… va de la mano de un chico de no más de 30 años que lleva un pedo monumental… consulto la hora, son las 15:35 de un viernes… al llegar a la puerta del ascensor, Pamela se suelta el abrigo negro que lleva… y ahí, sin ser capaz ni de reaccionar, descubro que va desnuda… y veo, tan sólo a 30 centímetros de distancia, cómo es de peculiar esta vida… pechos de mujer, sexo de hombre, rostro maquillado… de golpe, me recorre un escalofrío… y me pregunto a mí misma por qué… por qué si creo que la libertad de la persona es absoluta a nivel de sentimientos, y que cada uno es lo que es por dentro… sin embargo, esa visión me impresiona… y me aprisiona… entre una sensación de extrañeza y el sentimiento de lástima de ese ser humano atrapada en un cuerpo a mitad de caballo entre ninguna parte…

Charo me sigue contando lo que yo no sé… que, además de lo que mis ojos han visto en pocos minutos, hay mucho más que no veo en el esqueleto de este edificio… entra un matrimonio colombiano, cogidos de la mano… no tendrán ni los 25… se miran con ternura y entran en el ascensor… ella se tuvo que marchar de Cali huyendo de un ajuste de cuentas, presenció lo que no debía… a él le conoció aquí, en Madrid… a miles de kilómetros de su país… y resultó ser de su misma ciudad… entran en el ascensor y él apoya la cabeza en el hombro de ella… respiro hondo… la adolescente china entra, hace un gesto con la cabeza con el que dice hola… respetuosa, callada, silenciosa… parece que se mueve de puntillas… pasa en una exhalación… vive en el primer piso… a su madre la veo temprano por la mañana haciendo taichi en el patio… da igual el frío que haga, ella está siempre… pero jamás sale de casa, nunca…

Mientras pienso en esta peculiaridad, baja David… un chico de Jaén que, el primer día de vivir aquí, ya me marcó… es de esas personas que, por algún motivo, no me transmiten nada bueno… ni tan siquiera su olor, ni su manera de mirar siempre huidiza e inquisitiva… extraño es poco para definirle… se dedica a comprar y vender coches… pegaba a su novia… que siempre salía con un ojo morado de casa y decía que, siempre, se tropezaba en el mismo sitio… ella se fue una mañana de martes, perro incluido, y él desapareció una temporada… sin embargo, había vuelto… su olor, su presencia… su extraña manera de mirar…

Mi espacio vital es una extraña sopa de miso… de todas las procedencias… y con oscuras historias que contar… este edificio respira un extraño aroma a sexo, historias y locura… mucha locura… la que emana una ciudad que a veces me resulta enemiga…

Sólo un día...

Un suspiro, me repito… queda un suspiro… para ese 25 de octubre… ya ha pasado un año, qué rapidez… o qué lentitud, según cómo se mire… Madrid me regala un precioso día de sol… y mi estómago es como un saco de mariposas… ¿por qué? No lo sé… pero llevo así toda la mañana… algo se mueve… no sé si es la apuesta por la ilusión o que llega ese día agridulce que, este año, pretende ser un punto de inflexión… otro más, me repito… sí, puede que octubre sea mi propio mes de cambio… quién sabe…

Mañana ya está aquí… un año mayor… los 29, uff!... y pese a estar nerviosa, sin saber siquiera por qué, estoy increíblemente tranquila a la vez… supongo que será porque confío en este impar que comienza… una edad en la que nada de lo que imaginé a los 15 se ha cumplido, pero que puede cumplirse… quién lo sabe? Nadie… quizás eso es lo maravilloso… que para bien o para mal, todo en esta vida es sorpresa… y no perder esa capacidad de sorprenderse, incluso en los malos momentos, es lo que nos hace sentir… lo que construye quiénes somos… ¿renunciar a las sensaciones, por malas que sean? Nunca… son una piedra más en el camino… pero muchas son lo que lo contruyen…

Cumplo 29… y aunque a veces creo que esa inocencia que hace las cosas realmente maravillosas ha desaparecido, este cumpleaños me hace darme cuenta de que todavía me quedan unos gramos en la maleta… y me gusta llevarlos, que es lo mejor… las ilusiones son un capital, y sin duda soy multimillonaria en eso… sonrío… Madrid me está dando de beber con este sol que entra por la ventana… lo menos que puede hacer teniendo en cuenta cuánto me ha quitado… cómo entiendo a Sabina en estos momentos…

Esta extraña noche de transición es curiosa… más reposada, más calmada… mucho más resplandeciente de lo que esperaba… y sonrío… supongo que, en este preciso instante, soy feliz aunque no haya un motivo específico para serlo…

sábado, 18 de octubre de 2008

Te escribiré una carta cada día…

… le dijo el caballito de mar al hombre de hielo… “lo haré para que sientas calor, para que recuerdes esa sensación pese a no tenerla”… el hombre de hielo siguió con su camino mirando hacia atrás sólo de soslayo… dejando sus huellas medio borradas sobre la espuma del mar…

… le aseguró mientras se despedía en una estación… con el frío de la madrugada… el adormecimiento de estar saliendo del sueño… mientras el terrón de azúcar sonreía mientras se lo prometía, el niño libre tan sólo sonreía… quizás sabiendo que sería cierto, con la ilusión de recibir noticias de quien se quiere…

… dijo en silencio la pequeña pulga mientras el marciano conocido escupía rabia y rencor… “no quiero tus cartas”, dijo él leyéndole el pensamiento… “te escribiré una carta cada día” repitió ella para sus adentros… sabiendo que, con o sin sello de correos, esa carta existiría para volcar su pequeñez…

… le aseguró en mitad de un desayuno en ninguna parte la pantera dormida… lo dijo sin pensarlo, sólo sintiéndolo… mientras al cangrejo nómada aquélla afirmación le estaba sobrando… tan sólo quería emprender el lento camino hacia ningún lugar… hacia una noche eterna en la que se esperaba con esperanza la luz del sol…

… le gritó la luna rota al sol maldito… en un atardecer con el cielo rojo que parecía incendiar el romper del día… “para que salgas de tu encantamiento, para que se termine el maleficio”… pero él tan sólo podía arder con más fuerza, brillar como nunca antes lo había hecho…

… propuso la mujer marmota día a día durante muchos… volcando todo lo que tenía dentro sobre una hoja de papel… litros de tinta para terminar con las palabras de su propio diccionario del corazón… “no puedo” contestó el hombre intranquilo mientras colgaba el teléfono… el quebrar una voz que ni siquiera puede plasmarse en papel…

Silencio...

Quien dice que el silencio es la ausencia de ruido se equivoca… sin lugar a dudas, el silencio es el peor de los ruidos… el más insoportable de todos… ese no sonido que espanta porque cala… mella… hace surcos en el alma… aplasta, en suma, lo pequeño de cada uno convirtiéndonos en seres vendidos a lo inesperado… a eso que logre romperlo…

El silencio de un médico siempre nos resulta preocupante, nos inquieta… nos hace sentir un hormigueo en el estómago preguntándonos qué estará pensando… lo mismo ocurre cuando, de madrugada, vuelves a casa y no oyes nada… ese silencio, ese no ruido parece hacer del asfalto la cara empinada de una montaña por muy llana que sea la calle… el silencio permite que el tiempo pase más lento pese a las leyes de la física… permite que, cuando se produce entre dos amigos, pueda ser como hablar pero sin hacerlo… pero puede convertirse en un ruido incómodo cuando aparece en mitad de una conversación seria… silencio, por favor, al comenzar la función… segundos de expectación hasta que comience el show… el show nunca se acaba aunque se cierre el telón…

El silencio puede ser un sonido que se te cale los huesos y logre vestirte con un abrigo de invierno difícil de desabrochar… cuando implica una obligación… una condena… una desesperante espera… cuando es una fase más para unos títulos de crédito, ese “The end” que cierra un capítulo… cuando implica preguntarse sin que las palabras salgan de tu garganta… atrapadas… congeladas en ese ruido que te zumba en los oídos sin pausa… enciendes una vela, pero el silencio se encarga de hacer que esa llame se resista a apagarse aunque acabe haciéndolo…

Escribo esto desde mi propio silencio… el de una lengua de plata que se ha quedado dormida… con la voz atrapada dentro de mí… con un estómago de plomo… respirando profundo, sin suspirar… la vela se ha apagado… miro al mundo desde mi pequeño barco a través de esta ventana… ahí también reina el silencio…

Carta a la luna

J´ai demandé a la lune...
Si tu voulais encore de moi...
J´ai lui ai montré mes brûlures...
Et la lune s´est moquée de moi...

(Indochine)


Querida luna,
Te observo desde este barco pirata cada noche cruzar el cielo… reinando en lo alto del firmamento… menguando, creciendo, desapareciendo, volviendo con toda tu fuerza y todo tu belleza… te miro desde esta ventana al mundo… te espero cuando cae la noche… he aprendido a perdonarte las traiciones que amparas desde lo alto del cielo… quizás simplemente tienes que ser testigo mudo, callado… silente en mitad de una oscuridad que abre las puertas de los corazones destruidos e incrementa la soledad de esos 21 gramos de alma…

A ti te escribo esta carta previa a mi cumpleaños… en un momento en el que comienzas a menguar… a volver a abandonarme durante unos días… cuando llegue el próximo sábado, serás una delgada lengua afilada de luz… a punto de desaparecer del reflejo de estos tejados de Madrid que veo cuando te miro… me acompañarás en la mínima expresión, como ese tatuaje de mi tobillo… de la misma manera… a ti te pido que vuelvas pronto, que no me dejes esperando… mi fotosíntesis te necesita para seguir creciendo…para seguir soñando… para seguir huyendo, también, de mí misma y de mis circunstancias…

Te escribo pidiéndote que me acompañes… que no me abandones a mitad de camino… que sigas dándome esa luz cada noche… que seas reina, pese a no tener rey… que no seas luna rota más, que logres iluminar para que yo también encuentre mis pedazos esparcidos… que mantengas la magia, el embrujo, el encanto… la locura de tus cambios de tamaño que te hacen especial… que estés ahí cuando logre anclar mi barco, aunque sea a la deriva… te pediré que me lleves contigo y no tendré miedo a tu respuesta… el miedo no me llenará de plomo el estómago…

Te espero mañana de nuevo, como cada noche… estaré en el mismo lugar… espero que no faltes a la cita…

Volver a sentir...

… el frío en las manos…
… las sonrisas asustadizas…
… las miradas vistas desde el rabillo del ojo…
… la carne de gallina…
… la música que entra por la ventana desde otra casa…
… el placer de la luz del sol en la cara…
… el mareo provocado por el exceso…
… las risas descontroladas por cualquier estupidez…
… las historias, las batallas, los cotilleos…
… las rencillas absurdas por política, dinero, tonterías…
… el desequilibrio de la risa…
… los trayectos en coche, sin parar de hablar…
… la enajenación de la noche…
… el encuentro… la ausencia… la compañía
… las ganas de bailar de golpe… de sonreír sin motivo
… los recuerdos con la calma que da el tiempo…
… que las heridas quizás nunca se curen, pero te recuerdan que has vivido…
… las torpezas… los tropiezos… los aciertos…
… escribir sobre un papel sentimientos… dudar
… la sonrisa de un niño con su lancha con motor…
… las charlas que te llevan a una ciudad del Atlántico…
… que alucino con las historias de la calle…
… sentir miedo ante el pasado… esperanza por el futuro…
… querer olvidar…
… la soledad entendida como una buena compañera de viaje…
… el amor… el odio… el rencor… la esperanza…
… las ganas de respirar profundo…
… una voz que llega del mar por teléfono…

29 años y una maleta de sueños

Cada día que pasa queda un poco menos… la cuenta atrás cae de manera implacable sobre mí… dentro de una semana, habrá llegado ese 0:00 que abrirá las puertas del 25 de octubre… un cumpleaños más… los 29 años… sólo de pensarlo me aterroriza… uno menos para los temidos 30… ese cambio de década… esa edad que, con 12 años, veías de una manera tan diferente a la realidad que vives ahora… es curioso porque, hasta hace poco, miraba con otros ojos a los amigos que había llegado a ese cambio… creía que en ellos había más sabiduría, quizás… más historias que contar… una vida en equilibrio, con esa balanza constantemente en la mano… y qué va, me he dado cuenta: es el principio del fin del caos… o así lo espero…

Y como cada año… cuando se acerca la fecha… me paro a hacer memoria de este año… de lo que he vivido, lo que he sentido… las cosas que he olvidado hacer –cómo no, dada mi buena memoria selectiva- y las que simplemente se han quedado en el camino… este 28 año ha sido complicado y, en gran medida, sigue siéndolo… difícil… diferente, extraño… cargado de dudas razonables –ay de quien no duda nunca!- y otras no tanto… cargado de una pequeña punzada de desazón por las cosas no vividas, las oportunidades que se escaparon, los errores que cambiaron el rumbo… me siento terriblemente vieja por dentro pese a ser joven… y quizás, ahora mismo, mi 29 año necesite empezar sintiéndome todo lo joven posible… atrás queda un año de cambios laborales… de traiciones propias y ajenas… un año de viajes pequeños con grandes recuerdos… un año de mucho pensar, mucho escribir –muchísimo!-, mucho sentir… con muchas sonrisas, muchas lágrimas y algunas pizcas de esperanza, el único capital que tengo… no he logrado pintar nada bonito, lo siento… creo que esa facultad la he perdido este año…

En mi maleta de sueños, pese a todos estos 12 meses con sus tantos días, sigo teniendo tesoros… muchos… de todos los tamaños… algunos embrujados y malditos, otros simplemente geniales… sigo teniendo a mi rubia al otro lado de ese teléfono con nuestras conversaciones, nuestros malos momentos… y lo mejor: la necesidad regular de saber la una de la otra… otra manera de vivir sería simplemente imposible… las extrañas tardes de sábado con Pons y un viaje a Cabo de Palos para desconectar… su paciencia, sus silencios, sus afirmaciones… las aventuras lisboetas de Pat esparcidas entre el secuestro de su coche, el móvil perdido en un taxi, los ritmo&compás y miles de mails, ¡miles!... creo que jamás olvidaré esa noche en Majadahonda, sentadas en un banco… una noche que comenzó con todas las lágrimas que podía llorar y que terminó de la manera más surrealista… esa noche me demostraste hasta dónde puedo contar contigo… la ausencia de Ana y ese rescate suyo una mañana de trabajo en el vivero… nuestro frustrado viaje a la playa… las mariposas… Silvia y sus increíbles argumentos emocionales que te hacen de colchón y te llenan de positivismo… no sé cómo, pero siempre lo consigues… la voz de mi hermana, esa niña que ya no lo es y necesito descubrirlo mientras la escucho hablar… los cafés con ella, esas charlas… reírnos sin ningún motivo durante horas… Irene con la pequeña froggy, una copia de su madre… una madre que es casi como una hermana y que ya va para 26 años de amistad… mi familia elegida, al fin y al cabo… una que, pese a no compartir sangre, siempre está ahí… esos amigos que llenan mis agujeros con conversaciones, risas y momentos de desconexión… y mis padres, que me enseñaron a reírme de mí misma incluso en las peores situaciones y que están siempre, ¡siempre!, ahí para soportar mis locuras y prestarme un hombro.

También tengo ausencias en este 28 año que se termina ya… estos últimos seis meses es como han sido, un vacío que me ha empujado a lamerme las heridas de otra manera… a veces creo que me ayudará a crecer, a madurar, a ser más persona… a valorar, quizás, lo vivido sin sacarle más brillo a los recuerdos… a encontrar, quizás, mi lugar en el pequeño mapa del mundo… ese que ahora mismo se reduce a puntos cardinales estrictamente localizados y que tan sólo me permite buscar dónde volar… soy una brújula sin sur pese a que la aguja siga buscándolo… llegan lo 29, Fátima, me repito… y tan sólo espero, dentro de mi superstición máxima, empezarlos con buen pie… comenzarlos con fuerza… reunir todos los recuerdos y almohadillarle las esquinas para que no me duelan demasiado más… me desbloquearé, lo sé… quizás este sea el empujón definitivo…

Esta maleta de sueños que preparo cada año sigue esperándome… todavía está a medio llenar, pendiente de que acabe de decidir qué me dejo y qué me llevo en este nuevo año… y es curioso, tengo una gran incógnita… una que, pese a mis esfuerzos, creo que sigue ocupando todo el espacio…

viernes, 17 de octubre de 2008

Hombre moderno, gato negro

(a las 5.30 de la mañana desde este pequeño punto del mundo)
Llegué sin muchas ganas en un día complicado para mí… la tarde había tenido demasiadas emociones… por una parte, una invitación frustrada convertida en un cuchillo afilado… por otra, una visita a casa de Irene y Marcos… con la pequeña Paula, con esa cara tan bonita… recordándome que, quizás, yo habría podido tener un pequeño tesoro así… pensé “quizás llegue, quizás más tarde, quizás…” mientras la miraba sonreírme con esa carita tan parecida a su madre… hoy por fin he logrado volver a cogerla en brazos… a tocarla, a achucharla… es curioso, qué malas pasadas te juega la mente… a veces, simplemente, asocias ideas inconexas sintiéndolas familiares… cuando nada tiene que ver la piel de un bebé precioso con un recuerdo…
Una breve excursión a Las Rozas después… una charla entre dos amigas de toda la vida que ven cómo sus vidas han cambiado, y cambian, en un momento… segundos que precipitan al fondo del precipicio todo aquello en lo que habíamos creído, por lo que un día apostábamos… por lo que peleamos… charlábamos en la puerta de esa urbanización donde vive con sus orquídeas cogidas de la mano, con las lágrimas asomándonos en el borde de los ojos… convenciéndonos de que ya llegará una buena época, que ya vendrá una página nueva de nuestras historias… que ya tendremos aquello que ansiamos y que se resume en uno: equilibrio… más sonrisas… menos lágrimas… y tras una despedida que, en nuestro caso, nunca es corta… 18 kilómetros pensando… con esa canción de Lagarto Amarillo y la mente lejos, muy lejos… a 800 kilómetros de distancia, en una tierra que conozco… imaginando, suponiendo, pensando… todos los gerundios imaginables…
Aparco en Amaniel a la primera, y Madrid me devuelve con una bofetada ese infecto ambiente de sus noches… cuando llego a la calle Pez, mi humor comienza a cambiar… me acerco al “Hombre moderno” a encontrarme con “El gato negro”… no pensemos mal, era el nombre de la fiesta… y el hombre, mi nuevo refugio… un lugar donde charlar, escuchar buena música y huir –por qué no?- del mundo durante un rato… al llegar, me presentan a un grupo de músicos… mira tú, todos malagueños… con ese acento pegadizo, familiar, querido… tan próximo y a la vez tan lejano… una copa, no más… una charla… el constante desvarío que supone una gorra dando vueltas por un bar... el perro de Paulov, “ensayo-error”, mi supuesta profunda mirada, literatura, las probabilidades de que alguien que te acaban de presentar recuerde tu nombre, mi anfitriona perdida en la fiesta, Rubén invitándome a cervezas –este chico así no va a hacer caja en su bar en la vida!-…y hablo, río, vacilo, bailo, fumo algo, bebo, divago, disfruto… y, sobre todo, escapo… a las 4 me bato en retirada, “buena hora” me repiten mis ya atrofiadas neuronas… “por hoy, no ha estado mal”… emprendo el camino de casa no sin antes prometer ante la estampa de Snoopy que asistiré a un ensayo del grupo de marras… buena gente, simpáticos… chicos con los que charlar, nada más, sin más pretensiones y pasar un rato agradable… se agradece que, de cuando en cuando, un hombre no busque únicamente tema contigo… el doble de Alfredo se despide de mí diciéndome “me has caído genial, eres una tía de puta madre” y yo le contesto “no me extraña, engaño… pero gracias dado que no me aguanto ni yo”… Rubén trata de que su socio no muera del amarillo que tiene, “a dónde vas?” me pregunta con esa voz apenas susurrada –y yo me pregunto, a este chico cómo le oye nadie hablando en el bar?-… contesto como puedo “a rescatar a mi coche del infierno de esta ciudad”… está sano y salvo, ya es mucho aunque no sea nada…

Lagarto Amarillo suena en mi radio… extraña noche, he logrado huir de mi propia realidad hasta llegar a mi coche… quizás nada tenga sentido, pero me siento vieja… y quizás ahora mismo necesito ser joven, todo lo joven que quizás no he sido en este tiempo pasado… duro de pensar… pasado, seis letras… de camino a Argüelles, me río de lo caprichosa que es la vida… mis nuevos “amigos”, esa buena gente del sur… la música de “Gato negro”, musicón para bailar… al entrar en Galileo, me doy cuenta… no soy ni tan siquiera una décima parte más libre de lo que era al salir… quizás esté, incluso, más atrapada de lo que creo… pero respiro, sonrío, lloro y me destripo… sí, una vez más… me desnudo sin quitarme ni tan siquiera la chaqueta… con la peor desnudez, la de los sentimientos… calor frente frío… no sé si para algo o para nada… quizás, simplemente, lo necesitaba…

miércoles, 1 de octubre de 2008

Turista en Madrid

Volvía caminando a casa una noche de sábado… los bulevares, esa calle que tantas veces he escuchado a mi madre decir que estaba llena de árboles en un paseo central que ahora mismo ocupan dos carriles… la madrugada se pintaba en el reloj y en esa extraña oscuridad inundada de luz artificial que vive en Madrid… Madrid… seis letras… un gigante de hormigón en el que estoy atrapada… caminaba viendo grupos de gente que se dirigían hacia las zonas de marcha… y yo saboreaba la soledad de mi paseo como si fuera un turista… mirando la ciudad con los ojos de un extraño… como si me maravillaran los edificios, como si el asfalto que pisaba no fuera el mismo que tantas otras veces… tantas otras tardes de fin de semana, tantas otras noches… cientos de madrugadas…

Caminaba como una extraña en mi propia ciudad y me gustaba la sensación… de golpe, estaba embriagada de sensaciones… sí, borracha de ciudad y de piñas coladas, una manera singular de celebrar el fin del rodaje… caminaba casi sin sentir el suelo bajo mis pies, tranquila, disfrutando del bullicio que me rodeaba sin que fuera consciente de ello… en mis oídos, sonaba sin parar “Goodbye my lover, goodbye my friend”… y en cierta manera, así me sentía… despidiéndome de la ciudad donde nací… que, de golpe, me parecía la misma pero tan diferente a la vez, una extraña conocida… y en algún momento de ese random musical, mi cabeza estaba en muchos años atrás… de golpe, no sentí los casi 29 años que cumpliré dentro de nada… seguía siendo de noche, pero en mi mente brotaban recuerdos de la Universidad… de amigos perdidos y encontrados… de los primeros curros, las conversaciones de madrugada en cualquier bar de Malasaña… volví a tener 23 años… atrás en el tiempo con el mismo escenario aunque me pareciera tan distinto… volví a vivir la sorpresa, la desilusión, los proyectos, los sueños… esos pedacitos de realidad que te hacen como eres y que, realmente, son los que construyen tu ciudad… tu propia ciudad…

Llegando a San Bernardo, le guiñé un ojo al Workcenter… cuántas noches me habré pasado ahí, con las carpetas de dirección de arte… viendo cómo pasaban los camiones de la basura, los municipales y algún que otro despistado que había decidido beberse Madrid entre semana… ya estaba cerca de mi propio barco pirata que, nuevamente, es mi refugio… mi hotel… los puertas del garito de abajo… las adolescentes semi desnudas, los adolescentes a la caza…

Madrid es distinto, pero es igual… definitivamente, anduve por sus calles con la maleta de los sueños… me sigo sintiendo turista… y me gusta pensar que mis raíces se han arrancado de este suelo…