miércoles, 1 de octubre de 2008

Turista en Madrid

Volvía caminando a casa una noche de sábado… los bulevares, esa calle que tantas veces he escuchado a mi madre decir que estaba llena de árboles en un paseo central que ahora mismo ocupan dos carriles… la madrugada se pintaba en el reloj y en esa extraña oscuridad inundada de luz artificial que vive en Madrid… Madrid… seis letras… un gigante de hormigón en el que estoy atrapada… caminaba viendo grupos de gente que se dirigían hacia las zonas de marcha… y yo saboreaba la soledad de mi paseo como si fuera un turista… mirando la ciudad con los ojos de un extraño… como si me maravillaran los edificios, como si el asfalto que pisaba no fuera el mismo que tantas otras veces… tantas otras tardes de fin de semana, tantas otras noches… cientos de madrugadas…

Caminaba como una extraña en mi propia ciudad y me gustaba la sensación… de golpe, estaba embriagada de sensaciones… sí, borracha de ciudad y de piñas coladas, una manera singular de celebrar el fin del rodaje… caminaba casi sin sentir el suelo bajo mis pies, tranquila, disfrutando del bullicio que me rodeaba sin que fuera consciente de ello… en mis oídos, sonaba sin parar “Goodbye my lover, goodbye my friend”… y en cierta manera, así me sentía… despidiéndome de la ciudad donde nací… que, de golpe, me parecía la misma pero tan diferente a la vez, una extraña conocida… y en algún momento de ese random musical, mi cabeza estaba en muchos años atrás… de golpe, no sentí los casi 29 años que cumpliré dentro de nada… seguía siendo de noche, pero en mi mente brotaban recuerdos de la Universidad… de amigos perdidos y encontrados… de los primeros curros, las conversaciones de madrugada en cualquier bar de Malasaña… volví a tener 23 años… atrás en el tiempo con el mismo escenario aunque me pareciera tan distinto… volví a vivir la sorpresa, la desilusión, los proyectos, los sueños… esos pedacitos de realidad que te hacen como eres y que, realmente, son los que construyen tu ciudad… tu propia ciudad…

Llegando a San Bernardo, le guiñé un ojo al Workcenter… cuántas noches me habré pasado ahí, con las carpetas de dirección de arte… viendo cómo pasaban los camiones de la basura, los municipales y algún que otro despistado que había decidido beberse Madrid entre semana… ya estaba cerca de mi propio barco pirata que, nuevamente, es mi refugio… mi hotel… los puertas del garito de abajo… las adolescentes semi desnudas, los adolescentes a la caza…

Madrid es distinto, pero es igual… definitivamente, anduve por sus calles con la maleta de los sueños… me sigo sintiendo turista… y me gusta pensar que mis raíces se han arrancado de este suelo…

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