
Caminaba como una extraña en mi propia ciudad y me gustaba la sensación… de golpe, estaba embriagada de sensaciones… sí, borracha de ciudad y de piñas coladas, una manera singular de celebrar el fin del rodaje… caminaba casi sin sentir el suelo bajo mis pies, tranquila, disfrutando del bullicio que me rodeaba sin que fuera consciente de ello… en mis oídos, sonaba sin parar “Goodbye my lover, goodbye my friend”… y en cierta manera, así me sentía… despidiéndome de la ciudad donde nací… que, de golpe, me parecía la misma pero tan diferente a la vez, una extraña conocida… y en algún momento de ese random musical, mi cabeza estaba en muchos años atrás… de golpe, no sentí los casi 29 años que cumpliré dentro de nada… seguía siendo de noche, pero en mi mente brotaban recuerdos de la Universidad… de amigos perdidos y encontrados… de los primeros curros, las conversaciones de madrugada en cualquier bar de Malasaña… volví a tener 23 años… atrás en el tiempo con el mismo escenario aunque me pareciera tan distinto… volví a vivir la sorpresa, la desilusión, los proyectos, los sueños… esos pedacitos de realidad que te hacen como eres y que, realmente, son los que construyen tu ciudad… tu propia ciudad…
Llegando a San Bernardo, le guiñé un ojo al Workcenter… cuántas noches me habré pasado ahí, con las carpetas de dirección de arte… viendo cómo pasaban los camiones de la basura, los municipales y algún que otro despistado que había decidido beberse Madrid entre semana… ya estaba cerca de mi propio barco pirata que, nuevamente, es mi refugio… mi hotel… los puertas del garito de abajo… las adolescentes semi desnudas, los adolescentes a la caza…
Madrid es distinto, pero es igual… definitivamente, anduve por sus calles con la maleta de los sueños… me sigo sintiendo turista… y me gusta pensar que mis raíces se han arrancado de este suelo…
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