viernes, 17 de octubre de 2008

Hombre moderno, gato negro

(a las 5.30 de la mañana desde este pequeño punto del mundo)
Llegué sin muchas ganas en un día complicado para mí… la tarde había tenido demasiadas emociones… por una parte, una invitación frustrada convertida en un cuchillo afilado… por otra, una visita a casa de Irene y Marcos… con la pequeña Paula, con esa cara tan bonita… recordándome que, quizás, yo habría podido tener un pequeño tesoro así… pensé “quizás llegue, quizás más tarde, quizás…” mientras la miraba sonreírme con esa carita tan parecida a su madre… hoy por fin he logrado volver a cogerla en brazos… a tocarla, a achucharla… es curioso, qué malas pasadas te juega la mente… a veces, simplemente, asocias ideas inconexas sintiéndolas familiares… cuando nada tiene que ver la piel de un bebé precioso con un recuerdo…
Una breve excursión a Las Rozas después… una charla entre dos amigas de toda la vida que ven cómo sus vidas han cambiado, y cambian, en un momento… segundos que precipitan al fondo del precipicio todo aquello en lo que habíamos creído, por lo que un día apostábamos… por lo que peleamos… charlábamos en la puerta de esa urbanización donde vive con sus orquídeas cogidas de la mano, con las lágrimas asomándonos en el borde de los ojos… convenciéndonos de que ya llegará una buena época, que ya vendrá una página nueva de nuestras historias… que ya tendremos aquello que ansiamos y que se resume en uno: equilibrio… más sonrisas… menos lágrimas… y tras una despedida que, en nuestro caso, nunca es corta… 18 kilómetros pensando… con esa canción de Lagarto Amarillo y la mente lejos, muy lejos… a 800 kilómetros de distancia, en una tierra que conozco… imaginando, suponiendo, pensando… todos los gerundios imaginables…
Aparco en Amaniel a la primera, y Madrid me devuelve con una bofetada ese infecto ambiente de sus noches… cuando llego a la calle Pez, mi humor comienza a cambiar… me acerco al “Hombre moderno” a encontrarme con “El gato negro”… no pensemos mal, era el nombre de la fiesta… y el hombre, mi nuevo refugio… un lugar donde charlar, escuchar buena música y huir –por qué no?- del mundo durante un rato… al llegar, me presentan a un grupo de músicos… mira tú, todos malagueños… con ese acento pegadizo, familiar, querido… tan próximo y a la vez tan lejano… una copa, no más… una charla… el constante desvarío que supone una gorra dando vueltas por un bar... el perro de Paulov, “ensayo-error”, mi supuesta profunda mirada, literatura, las probabilidades de que alguien que te acaban de presentar recuerde tu nombre, mi anfitriona perdida en la fiesta, Rubén invitándome a cervezas –este chico así no va a hacer caja en su bar en la vida!-…y hablo, río, vacilo, bailo, fumo algo, bebo, divago, disfruto… y, sobre todo, escapo… a las 4 me bato en retirada, “buena hora” me repiten mis ya atrofiadas neuronas… “por hoy, no ha estado mal”… emprendo el camino de casa no sin antes prometer ante la estampa de Snoopy que asistiré a un ensayo del grupo de marras… buena gente, simpáticos… chicos con los que charlar, nada más, sin más pretensiones y pasar un rato agradable… se agradece que, de cuando en cuando, un hombre no busque únicamente tema contigo… el doble de Alfredo se despide de mí diciéndome “me has caído genial, eres una tía de puta madre” y yo le contesto “no me extraña, engaño… pero gracias dado que no me aguanto ni yo”… Rubén trata de que su socio no muera del amarillo que tiene, “a dónde vas?” me pregunta con esa voz apenas susurrada –y yo me pregunto, a este chico cómo le oye nadie hablando en el bar?-… contesto como puedo “a rescatar a mi coche del infierno de esta ciudad”… está sano y salvo, ya es mucho aunque no sea nada…

Lagarto Amarillo suena en mi radio… extraña noche, he logrado huir de mi propia realidad hasta llegar a mi coche… quizás nada tenga sentido, pero me siento vieja… y quizás ahora mismo necesito ser joven, todo lo joven que quizás no he sido en este tiempo pasado… duro de pensar… pasado, seis letras… de camino a Argüelles, me río de lo caprichosa que es la vida… mis nuevos “amigos”, esa buena gente del sur… la música de “Gato negro”, musicón para bailar… al entrar en Galileo, me doy cuenta… no soy ni tan siquiera una décima parte más libre de lo que era al salir… quizás esté, incluso, más atrapada de lo que creo… pero respiro, sonrío, lloro y me destripo… sí, una vez más… me desnudo sin quitarme ni tan siquiera la chaqueta… con la peor desnudez, la de los sentimientos… calor frente frío… no sé si para algo o para nada… quizás, simplemente, lo necesitaba…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ha mucho tiempo que no leía tu blog Dña.Fátima.Me he reído,me sigo riendo con tu comentario espontáneo y sin tapujos,digno de asiento en la trébede con la hoguera debajo de las posaderas para calentar las venillas en rama.
Con alguna de tus palabras me recuerdas a tu progenitor y progenitora..ja,ja,ja.
Espero no equivocarme a quién va dirigido este mens,igual le llega a la persona menos esperada,sabes que soy un ignorante en esto de la informática,mis armas son la gorra,el escarpín,el chorizo y el cencerro...
Un abrazo.
Picu Urriellu.
Viva Caldevilla D.F.