lunes, 22 de septiembre de 2008

El barrio

La ciudad está dónde estaba, quizás con menos caras conocidas y con más despedidas… la chica ecuatoriana de la fruta, esa que nunca me ha dicho su nombre pero me regala una sonrisa enorme de oreja a oreja, me ha echado en falta… se ha casado en su país, sonríe todavía más… Manolo sigue tratando de no pensar en los euros que le hacen falta para que sea rentable su bar, un punto de reunión en el que confluyen personajes nacidos para arreglar el planeta, mientras me ha jurado la guerra y no acierta ni un solo día con el café… he vuelto a usar mi cafetera, he de reconocerlo… he vuelto a saborear el aroma del café mirando desde este observatorio del mundo que es la ventana… esta casa ya no es tan enemiga, creo que hemos logrado una tregua… y nos hace sentirnos mejor a las dos… creo que, durante mi ausencia, ha optado por acallar a mis fantasmas… ahora, también, son amigos… duermo con ellos en ese lado de la cama que sigo usando pero, a veces, incluso les sonrío… el edificio sigue siendo la casa de los locos, como de costumbre… y Argimiro, ese conserje que comparábamos con Torrente y fan número 1 del “Niño Torres”, se ha marchado siguiendo a su familia a vivir a Marbella… Isa sigue esperándome cada día después de comer para charlar, para vernos… para hacernos compañía… para contarnos esas cosas del mundo que nos hacen daño o que nos provocan risa… el chico de las ambulancias viene de cuando en cuando a pedir un cigarro… el carnicero sonríe al verme entrar de nuevo… “qué tal las vacaciones! Ya pensábamos que te habías ido del barrio”… en el fondo, planeo la huída… pero me lo quedo para mí… también necesito tener mis propios secretos…

Todo cambia pero todo permanece, es curioso… el mundo no está quieto… pero hay caras, sonrisas que me traen al pasado… a una época en la que este barrio era mi hogar... sigo mirando al pasar ese balcón donde todo comenzó... ese portal al que llegué una noche de junio... ese trozo de calle que es silente testigo de tantas cosas bonitas... un banco donde, una noche de graduación, lloré de felicidad e hice llorar...una casa que me ha vuelto a recibir con los brazos abiertos pese a la ausencia, las faltas… tengo que acabar de amigarme con estas calles todavía, la batalla no está ganada… por el momento, sigo observándolo desde mi propio barco pirata…

Expedición Libertad

Redescubrir la vida de single es, a veces, más complicado de lo que parece… aparentemente, volver a la soltería conlleva suculentas ventajas y pocos inconvenientes… en estos meses, me he cansado de escuchar que ahora soy libre, que ahora puedo hacer lo que quiera, que puedo vivir sensaciones nuevas… algo muy relativo para quien lo piensa… creo que no comparto esa filosofía… volver a ser soltero implica que puedes volver a recuperar la cama completa para ti sóla… curioso porque, cuando ese metro treinta y cinco es únicamente para ti, tan sólo utilizas una mitad… la mitad opuesta a la que usabas antes… algo incomprensible que, todavía ahora ya cumplidos los cinco meses, no comprendo… volver a ser soltero implica que no tienes que darle cuentas a nadie de qué haces, con quién o a qué hora vuelves a casa… pero, curiosamente, de golpe a todo el mundo le entra una vena ultraprotectora y te ves dando explicaciones a quién menos te imaginabas… fichando con tus padres al llegar de madrugada a casa pese a llevar una década fuera del hogar parental… o, incluso, fichando con las amigas cuando te llaman y no consiguen localizarte… Curiosa sensación a mis casi 29 años…

Volver a ser soltero implica retomar habilidades casi olvidadas… programar la tele, esa materia que dejaste en manos más habilidosas, vuelve a ser un caballo de Troya al que ganar… quizás tardes cinco horas, sin duda… pero cuando logres volver a ver TeleMadrid te sentirás la persona más orgullosa del planeta… lo has hecho tú sola… has vuelto a ser capaz… de la misma manera que esos botes de mayonesa que antes pedías que te abrieran vuelven a la vida… sí, cuestión de veinte minutos, dislocarte una muñeca y sudar viendo cómo se rebela… pero lograr saborearla es, casi casi, un placer celestial… lo has logrado… sin ayuda de nadie… de la misma manera que te eslomas trayendo la compra del supermercado… las pasas putas, sin duda… sobre todo, porque de manera inconsciente sigues haciendo compra para dos… necesitas cita para que el fisio te recoloque, pero has logrado hacerlo sola… nuevamente, sola…

También parece que por el hecho de volver a estar soltera es necesario salir a quemar Madrid noche tras noche… imprescindible salir de casa… imprescindible salir de copas… la soledad que puedas elegir de manera absoluta para una noche de viernes es casi un auténtico sacrilegio para muchos, que consideran inviable dejarte tranquila… hay mentes que no comprenden que reconciliarse con muchas cosas implica quedarte a sólas contigo misma… de la misma forma que, a todo el mundo, le parece que tiene un amigo de un amigo que, ¡fijo!, hará buenas migas contigo… y, a la que te descuidas, te ha organizado una cita a ciegas que repeles como gato al agua… por no hablar de esa casi impredecible obligación por parte de un sector de tu círculo de que comiences a acostarte a diestro y siniestro con todos aquéllos individuos de sexo opuesto que pretendan llevarte al huerto… que si la mancha de mora se quita no sé cómo, que pasa el tiempo y que va siendo hora… y de golpe, sin venir a cuento, te encuentras con que una charla informal con un chico agradable se ha convertido en una auténtica batalla que librar… y no con él, sino con el grupo de amigas que como si de animadoras americanas se tratara, te hacen todo tipo de gestos… y, lo peor de todo, te recriminan que no te hayas marchado con ese chico tan guapo que intentaba ligar contigo…

Soltería… un término que muchas mujeres consideran incompatible con su manera de vivir… algo que, sinceramente, para mí no es un problema… prefiero considerarlo como una gran expedición… como si se tratara de redescubrir un nuevo continente olvidado en los mapas… llamado Libertad… llamado como tú quieras que se llame… quizás, únicamente, se llame soledad entendida como manera para crecer… para sentir de otra manera… para conocer esa parte de ti misma, de ese continente viejo, que has dejado en el olvido… sin cargas, sin plomadas… sólo tú… tu vida…

viernes, 5 de septiembre de 2008

El reencuentro

Reencontrar: 1. Volver a encontrar. 2. Dicho de una persona: Recobrar cualidades, facultades, hábitos, etc., que había perdido.

Nunca creí que llegaría el momento y sin embargo, como todo en esta vida, se produjo… una noche fría de 13 de agosto… al principio, como en cualquier reencuentro, los nervios afloraron… te planteas volver a sentir las mismas sensaciones de antes… te planteas que algo que creías olvidado vuelve a asaltarte con antiguo nerviosismo… incluso, sientes un cierto rencor… una extraña relación amor odio simultánea… pero lo haces… vuelves a verle… frío, amargo… estirado… con el encanto irresistible de la noche… y es que está ahí, frente a ti… lleva tu nombre… te está esperando… y caes en la tentación de recordar otras épocas… de rememorar fiestas, noches y conversaciones… caes en tu propia trampa, al fin y al cabo, de rendirte a la melancolía y nostalgia que dan los recuerdos… y te abandonas… cerrando los ojos, sin querer pensar demasiado en lo que estás haciendo… simplemente, dejándote llevar por la luna llena… por la noche… por la música… por las ganas de sentirte viva… por cada carcajada y cada conversación... por sensaciones pasadas de calma y libertad absoluta… por ese aparente cortocircuito en las neuronas que trae consigo una felicidad máxima… un pasotismo absoluto… una sensación de bienestar increíble… y, sobre todo, una facilidad de palabra pasmosa…

Y es que, me guste o no, él ha podido conmigo: tras casi 3 años sin volver a caer en su tentación, totalmente carnal y hedonista, el Brugal me ha vuelto a ganar la partida… he vuelto a caer en sus redes de ebriedad… yo que podía tener acciones en Mahou de tantas como he consumido… yo que me jactaba de estar una noche entera sin necesidad de tomar los casi vulgares cubatas… yo que tenía una capacidad de raciocinio casi absoluta con las cervezas… yo que decía muy orgullosa que ya no bebía copas… yo que huía de cualquier botellón para correr a la barra a por un botellín fresquito… yo que había olvidado que los vasos tienen una cierta envergadura y tiro la mitad de la copa sin darme cuenta… yo que me entretenía arrancando las etiquetas y el collar de aluminio de cada botella… yo que no recordaba la necesidad de hielo para salir una noche… yo que no era consciente ya de la cantidad de ron que poner en una copa… yo que, una noche de martes sin más, acabé con mi primo Víctor casi a cuatro patas… yo que casi me voy de cabeza contra el suelo tratando de haces pis en la fiesta de La Vega… yo que pensaba que jamás volvería a sentirme un playmobil sujetando una copa en medio del frío de la montaña…

Pues yo, esa misma que acabo de describir, ha de confesar que ha vuelto a caer en la tentación… demostrando que, incluso en condiciones adversas, es capaz de llegar a la barra… y es que, sin duda alguna, el ron se ha convertido en el mejor amigo de este largo verano…