viernes, 5 de septiembre de 2008

El reencuentro

Reencontrar: 1. Volver a encontrar. 2. Dicho de una persona: Recobrar cualidades, facultades, hábitos, etc., que había perdido.

Nunca creí que llegaría el momento y sin embargo, como todo en esta vida, se produjo… una noche fría de 13 de agosto… al principio, como en cualquier reencuentro, los nervios afloraron… te planteas volver a sentir las mismas sensaciones de antes… te planteas que algo que creías olvidado vuelve a asaltarte con antiguo nerviosismo… incluso, sientes un cierto rencor… una extraña relación amor odio simultánea… pero lo haces… vuelves a verle… frío, amargo… estirado… con el encanto irresistible de la noche… y es que está ahí, frente a ti… lleva tu nombre… te está esperando… y caes en la tentación de recordar otras épocas… de rememorar fiestas, noches y conversaciones… caes en tu propia trampa, al fin y al cabo, de rendirte a la melancolía y nostalgia que dan los recuerdos… y te abandonas… cerrando los ojos, sin querer pensar demasiado en lo que estás haciendo… simplemente, dejándote llevar por la luna llena… por la noche… por la música… por las ganas de sentirte viva… por cada carcajada y cada conversación... por sensaciones pasadas de calma y libertad absoluta… por ese aparente cortocircuito en las neuronas que trae consigo una felicidad máxima… un pasotismo absoluto… una sensación de bienestar increíble… y, sobre todo, una facilidad de palabra pasmosa…

Y es que, me guste o no, él ha podido conmigo: tras casi 3 años sin volver a caer en su tentación, totalmente carnal y hedonista, el Brugal me ha vuelto a ganar la partida… he vuelto a caer en sus redes de ebriedad… yo que podía tener acciones en Mahou de tantas como he consumido… yo que me jactaba de estar una noche entera sin necesidad de tomar los casi vulgares cubatas… yo que tenía una capacidad de raciocinio casi absoluta con las cervezas… yo que decía muy orgullosa que ya no bebía copas… yo que huía de cualquier botellón para correr a la barra a por un botellín fresquito… yo que había olvidado que los vasos tienen una cierta envergadura y tiro la mitad de la copa sin darme cuenta… yo que me entretenía arrancando las etiquetas y el collar de aluminio de cada botella… yo que no recordaba la necesidad de hielo para salir una noche… yo que no era consciente ya de la cantidad de ron que poner en una copa… yo que, una noche de martes sin más, acabé con mi primo Víctor casi a cuatro patas… yo que casi me voy de cabeza contra el suelo tratando de haces pis en la fiesta de La Vega… yo que pensaba que jamás volvería a sentirme un playmobil sujetando una copa en medio del frío de la montaña…

Pues yo, esa misma que acabo de describir, ha de confesar que ha vuelto a caer en la tentación… demostrando que, incluso en condiciones adversas, es capaz de llegar a la barra… y es que, sin duda alguna, el ron se ha convertido en el mejor amigo de este largo verano…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jijoje, en los momentos más inesperados de la vida, uno vuelve a las viejas costumbres. No se debe subestimar el poder del botellón. Un Ballantines con Cola por favor.S.

Anónimo dijo...

Te he escrito un comentario hace un rato y no me lo ha guardado!!
Qué bueno el ron... Aunque yo prefiero el Santa Teresa...
mmm... si digo que me tomaría uno ahora quedaría muy mal ¿no? ;)
Un besazo enorme enorme

Fátima dijo...

tú me has dejado uno en el otro texto???
Tengo un anónimo que me gustaría descubrir... eras tú?