miércoles, 27 de octubre de 2010

Y la Sopa se hizo libro...



Cuando empecé este post por primera vez, la luna llena estaba recién estrenada y yo ni siquiera había atravesado ese ecuador invisible que era cumplir un año más… celebrar un día más de existir, de vivir, de sentir… un día precioso, me escribió mi madre en el calendario sobre ese 25 de octubre, naciste tú… sonrío… uno que comencé recordando una noche de hacía justo un año… una extrañamente cálida, con Lagarto Amarillo sonando como lo hace ahora pero sobre un escenario… con una ración de amor inmensa servida a golpe de familia elegida, con un peculiar maullido en la madrugada… cuando empecé a escribir este post que tanto me está costando, sonreía de la misma manera que lo hago ahora… ahora que vuelvo a escribir este post, la luna ya ha menguado… ya he vivido esa noche de transición que separaba el escalón del cero del de el uno… he saboreado aceleradamente un día de cumpleaños, con todas esas palabras bonitas que he podido leer en un muro que no existe pero que es mío… con todas las voces que me sorprendieron –es lo “genial” de no tener agenda de teléfonos gracias a mi iPhone, puto iPhone-, con las líneas leídas en una pantalla… llevo escribiendo este post tres días… tres en los que he intentado ordenar la maraña de sensaciones que ahora mismo me mariposean por dentro… las que me han hecho tener la sensación de estar comiendo un enorme algodón fuxia de esos de las ferias… sintiendo ese azúcar deshaciéndose sobre la lengua, con la disfrutada sensación de notar cómo se pega en los dientes… pisando mis 31 de la manera más dulce de todas… 

He comenzado este año de mi nueva vida de gata acariciando esta Sopa que empecé a cocinar de la manera más tonta… tocando con las yemas de los dedos este espacio que no existe, sintiendo real este lugar que es mío… soy jodidamente afortunada, me digo a mí misma mirando esta noche inmensa de Madrid… una en la que no hay ventanas encendidas, una que huele a octubre… una en la que trato de escupir con palabras la enorme bola de azúcar que siento deshacérseme en el alma… una en la que sigo acariciando esta Sopa que ahora es libro, que huele a libro… sonrío… nunca pensé que hubiera escrito tanto, digo con sorpresa cuando hablo de ella… cuatrocientas páginas para ser exactos, raciones de esto que cocino con palabras… con historias que me suceden, con las extrañas tormentas que vive este barco pirata... con lo que soy, con cómo siento… con muchas lunas que van, vienen y vuelven para iluminarme el alma de gata sobre algún tejado… sonrío… esta Sopa contada en clave de Fa nunca creyó convertirse en un paquete recibido en una mañana de sábado, uno que esperaba con la misma ilusión con la que metía los dientes bajo la almohada cuando creía en el Ratoncito Pérez… un paquete que me puso sobre las palmas de las manos esta extraña aventura mía de vivir, esa que cocino para esta receta… esa que es la única manera que conozco para poder respirar hondo, para poder sentirme más libre… sonrío… a mi Sopa hecha papel la acompañaba dentro de la misma caja una avalancha de ese calor tan increíble que se siente en el alma cuando algo rezuma ilusión, cuando puedes tocar y oler el cariño con el que algo está hecho… una ilusión ajena que decidí hacer propia… la de saber que una mujer que ni siquiera me conoce se había servido tazas y tazas de esta receta mía degustando cada cucharada… tantas como para sentirse atrapada por sus ingredientes, tantas como para hacer de esta Sopa que acaricio un auténtico tesoro de mi nueva vida de gata… ella también tiene un frasco de botones, me contó por teléfono el responsable de que este extraño brebaje mío ahora sea un libro… sonrío… el cierre del paquete era un botón, uno que ilustra este libro que resume tres años de mi vida… uno que, ahora mismo, cuelga de mi cuello para recordarme esta extraña felicidad que siento como una auténtica borrachera de sentimientos… sentir, un verbo increíble... seis letras... eso que, en gran medida, he aprendido a volver a hacer con cada línea de las escritas... gracias a cada una de ellas... 


Sigo sirviéndome un plato más de esta Sopa que ha sido mi primer regalo de cumpleaños mientras me doy cuenta de que siento felicidad de la auténtica… de esa que no se puede comprar, de esa que sólo se puede sonreír… soy una puta privilegiada, pienso mientras Lagarto suena acompañándome en cada brazada de esta travesía… nunca pensé que me costaría tanto escribir un post, reconozco que en gran medida he tenido un ataque de pánico escénico… hay quien está esperando para leerte, me dijeron por teléfono en modo hoja de reclamaciones… sonrío… soy afortunada, me repito a mí misma acariciando el lomo de este libro que es sólo mío a pesar de no tener el Copyright… lo soy no sólo por tener ese increíble regalo entre mis manos, por poder contemplar todas esas historias que cuento a golpe de página… también lo soy por todos y cada uno de esos ingredientes que me han hecho cocinar esta sopa de tantas maneras… con ilusión, con tristeza… con una rabia increíble, con pasión… con eso que soy, con todo lo que no… lo soy por esas extrañas cosas que me toca vivir, esas que hacen que tenga un álbum de cromos de coleccionista en el que reina esa teoría del caos en la que vivo permanentemente… soy afortunada por todas esas personas que me permiten sentir de la manera que sea, que me hacen pensar… que me empujan a escribir… a contar... 

Sólo tengo un ingrediente secreto, el único que es capaz de darle sabor a cada palabra… esta Sopa sabe así gracias a todos los que os habéis subido a mi barco pirata… a los que me acompañáis en la travesía, a los que me leéis y os dejáis contagiar por lo que escribo… a los que compartís mis tormentas, a los que reís y os emocionáis con mis palabras… por todos los que, incluso sin conocerme, se asoman a esta ventana para ver qué cuento… para reclamarme que escriba, para animarme por cómo lo hago… sonrío… sin vosotros, conocidos o no, esta sopa no serían cuatrocientas páginas de vida… una ración de magia que me recuerda que soy, que estoy… me siento inmensamente rica, me digo mirando esta noche que está a punto de hacerse día… por todo ese cariño que siento sin necesidad de pedir, por todos esos ingredientes que me hacen cocinar con mimo esta receta… por cada una de las cosas que me pasan así no me gusten… por todo lo que recibo de la manera más invisible de todas, para bien o para mal… lo soy por ese universo que gira a mi alrededor, uno del que me siento propietaria sin necesidad de haber firmado escrituras… uno que me hace ser como soy, uno que me hace vivir como lo hago… el único fuego que permite que esta sopa tenga este sabor… 

Gracias a todos por leerme… por seguirme… por engancharos… por dejaros contagiar de mis historias... por compartir conmigo el olor de esta receta... por opinar, por callar… por suspirar y por llorar… por descubrir a mi lado, por empujarme a hacerlo… por echarme de menos, por ayudarme a sentirme la piel cuando no he sido capaz… por hacerme sentir como lo hacéis, por obligarme a sonreír… y, sobre todo, por ayudarme a darle vueltas a esta sopa que existe gracias a vosotros... 


Sé que es un poco freake, pero era tanta la expectación ante ese regalo tan esperado que decidí grabarme en el momento de descubrirlo… supongo que porque necesitaba devolver esa ilusión de la que me contagiaron sin imaginarme siquiera de qué se trataba… este es mi propio regalo para todos los que sois parte imprescindible de esta sopa… 

Quizás este no sea mi mejor post ni este mi mejor vídeo... pero, tanto el uno como el otro, los he hecho sintiendo una sobredosis de calor en el alma...



viernes, 15 de octubre de 2010

No puedo...

No puedo atrapar el otoño… aunque me mate a sacarle fotos… aunque me recorra la carretera intentando capturar lo mismo que veo con los ojos… para tener ese pequeño tesoro… para, incluso, no compartirlo con nadie…
No puedo quedarme con los colores… con esos mil tonos que se pintan en el monte… con esos que convierten cada montaña en una única… en una estampa que miro y remiro para tratar de atrapar cada pequeño detalle, cada matiz…
No puedo guardar el aire en un frasco… ni envasarlo al vacío… ni retenerlo para abrirlo cuando vuelva a la jungla de hormigón y cerrar los ojos para sentirlo invadirme los pulmones… no puedo sentir el olor de la tierra… ni el de las hojas amarillas… ni el de las vacas pastando, el de todo el ganado tendido sobre los praos…
No puedo quedarme con las nubes… con esas que parecen algodones suspendidos como por arte de magia… en mitad de un cielo azul en el que, a veces, no hay sol… en ese en el que la luna se ve como en ninguna parte a pesar de todo...
No puedo llevarme este frío húmedo… el que te provoca un escalofrío al meterte en la cama… el que sabe a pueblo, a tierra, a sitio… a raíz… a respiro… a torre, amigos y recuerdos…
No puedo congelar el rocío de las heladas… ni el olor a leña seca de la cuadra… ni el olor a leña quemándose… ni tampoco el de la calle cuando ves las chimeneas entre las nubes…
No puedo llevarme los recuerdos… los que comparto con otros… los que son sólo míos… los que se viven sin que nadie lo sepa… los que se ocultan para evitar el escándalo…
No puedo llevarme el sonido del río… ese que no se detiene a pesar de todo lo que sucede… ese que hace de este lugar uno que es reino del agua…
No puedo llevarme este silencio… el que se vive en las noches de estas calles sin apenas asfalto… el que me acompaña cuando vuelvo a casa pensando… en el que me refugio cuando el mundo me supera…
No puedo llevarme las sonrisas… ni los besos… ni las conversaciones… ni el cariño… ni las confesiones… ni las palabras ni los secretos… no puedo llevarme en papel Albal nada de lo vivido…
No puedo meter en el maletero el cielo que veo por la noche… plagado de estrellas… con una media luna imponente… con una luna que, sea como sea, siempre se ve increíble... no puedo metérmelos en un bolsillo para mirarlos y remirarlos tantas veces como quiera…

No puedo empaquetar nada de aquí… conjugando, nuevamente, un verbo en negativo… una vez más, otra vez… no puedo, me digo… no puedo, lo sé… pero puedo volver… aunque no haya árboles pintados de otoño… aunque no rescriba los mismos recuerdos… aunque las cosas cambien… aunque el río siga corriendo… aunque siga oliendo a tierra, a pesar de que huela a frío… aunque parezca que nada cambia así me vaya o vuelva... aunque no pueda llevarme el aire, ni lo que ven mis ojos… aunque ese cielo no se vea tan cerca, a pesar de que la luna cambie… aunque haya silencio… y a pesar de que no sienta la piel…

miércoles, 13 de octubre de 2010

El efecto mariposa de mis treinta años...

Efecto mariposa: en un sistema caótico, la mínima variación puede provocar que el sistema evolucione de forma inesperada: una mínima perturbación puede generar un efecto grande. Popularmente, se dice que el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo.

Me miro las alas y sonrío… respiro… miro el calendario y me doy cuenta de que esa cuenta atrás ha comenzado… difícilmente me escapo, jodidamente la sigo… oigo el tic-tac de ese reloj que llevamos todos dentro… uno que no tiene que ver ni con la maternidad ni con las cosas pendientes ni con lo que se supone que tienes que vivir… escucho cómo suma la aguja, escucho cómo resta la aguja… respiro… apuro los últimos días de estos treinta años míos que suponían un trauma y que, ahora, simplemente me parecen un paseo… como siempre por estas fechas, hago inventario de esta nueva vida de gata que parece seguir regida por la teoría matemática del caos… esa en la que el ovillo se enreda sin encontrar la punta de la lana… esa en la que tiro a pesar de los nudos, de los enredos… inspiro notando cómo se me llenan los pulmones… tres décadas, dije hace poco, esas en las que supuestamente todo está más claro… todo está colocado… esa época en la que el puzzle parece estar ubicado dentro del marco con todas las piezas colocadas… me miro las costuras pasándole revista a ese año vivido… y siento un escalofrío… el que se siente por muchas cosas… el que se siente cuando eres consciente de que sigues teniendo la mitad de las piezas guardadas en las bodegas de este barco pirata al que, a veces, se le cae el parche… ese en el que, a pesar de todo, la bandera está izada a medias…

Bato las alas para sentir los colores… para sentir ese supuesto polvo mágico y único que es el que permite que vuelen… que vayan, que vuelvan… a veces creo que lo he perdido, otras que simplemente he optado por no ver que lo tengo… las hago batir sin darme cuenta… lo hago cuando algo me dispara las alarmas de ese movimiento que, según dicen las ciencias, puede cambiar el mundo… el cero que he atesorado en este tiempo llega a su fin para cambiarse por un uno… un uno que debería marcar, como lo hizo el cero, un movimiento diferente… un cambio de ritmo, de velocidad… de destino, de ruta… miro todos los mapas trazados a lo largo de este tiempo y sonrío… no he seguido ninguno de ellos mirándolos tan sólo de reojo… mirándolos como el que no quiere hacerlo… sonrío… caos de nuevo, ese que a pesar de todo tiene un orden… una razón, una raíz… un motivo que supone un motor para tanto desorden… me busco el mío y, ahora mismo, no lo encuentro más allá del simple hecho de vivir… pasa demasiada factura, me dijo hace poco esa voz que me acompaña en esta travesía desordenada… esa voz que supone orden a pesar de todo… esa misma que escucho aún no estando y que me dice lo que ya sé solamente para que lo oiga…

Al calendario de este último año mío se le han caído las hojas… poco a poco, sin apenas darme cuenta… rebobino y me parece mentira que se me haya escurrido entre los dedos sin apenas poder retenerlo… dicen que eso es que has vivido mucho, me decía hace poco una amiga… o que no he prestado atención a lo que vivía, contesté sin apenas pensarlo… estirando esa goma imaginaria que ya se me ha roto y me ha partido la boca… sonrío dándome cuenta de que, a pesar de seguir cumpliendo años, sigo siendo valiente… sigo teniendo ese coraje absurdo que, a veces, me hace embarcarme en auténticas misiones suicidas… quizás porque me resisto a vivir sólo por hacerlo… a hacerlo de esa manera que siento vacía y que, quizás y a pesar de todo, no va conmigo… respiro hondo llenando mucho los pulmones para sentirlos dentro de mí… para saber que están a pesar de olvidarlo a veces… para recordar que, llenarlos, es precisamente sumar vida… sumar años… a pesar de no seguir la ruta trazada… a pesar de no entender el camino andado… supongo que, sin darme cuenta, cada aleteo cambia ese camino que no entiendo… que, a pesar de sentir que no muevo las alas, las muevo… y que, a pesar de todo, vuelo sin darme cuenta…

Un gallo, dos gallos, tres gallos… o cómo sobrevivir a una noche de bar

Esta vida es curiosa, pensaba mientras volvía a casa, y este micro mundo dentro del de verdad más todavía… era madrugada, hacía frío… un par de Mahous de más me estaban pasando esa factura invisible para los demás pero sentida por dentro… puff puff, me decía a mí misma mientras me bajaba del taburete a duras penas, es hora de huir… mi primera noche de bar en todo el Puente, la primera que podía salir a pesar de que la intención inicial era trabajar… trabajar, pensaba con sarcasmo entrando en casa… supongo que hay veces que los astros se conjuran para vivir expedientes de esos clasificados que, a pesar de todo, resultan difíciles de digerir… ser mujer en esta tierra prometida mía pasa por ser, en ocasiones, una auténtica lucha contra los elementos… tienes que pensar lo que piensa el sexo enemigo, me decía hace un rato ese compañero nuevo de pueblo al que le cuesta tanto como a mí volver a la civilización… sonrío… supongo que, a pesar de todo, no soy consciente del peligro que entraña por estas montañas mías ser simpática y tener conversación… deberías sentirte halagada, decía arqueando una ceja y poniendo esa sonrisilla medio paternal que utiliza conmigo… respiro hondo mientras lo pienso… supongo que ser un sex symbol por estas tierras no tiene mérito cuando soy la única fémina del bar… pero, aún así, resulta cuanto menos peculiar…

Aparecí con mi ordenador bajo el brazo y metida dentro de esa enorme chaqueta roja que es mi uniforme oficial cuando piso el pueblo… cuando puse un pie dentro de este lugar que hace las veces de bar, club social, farmacia y consultorio no me imaginaba la que se me venía encima… el primero de mis gallos me sonrió nada más entrar y una que, en ocasiones, todavía es inocente respondió a la sonrisa comenzando una conversación… una que, aparentemente, tenía pinta de ser simplemente la que pueden tener dos personas que se conocen delante de una cerveza y un extraño cubata de White Label con Biosolán… empezamos hablando de lo mucho que –según él- había adelgazado… seguimos hablando de puertas –su oficio-, de lo dura que está la crisis… de los lazos que compartimos con esa familia lejana para mí y próxima para él… con la segunda cerveza, llegó el turno de sus confesiones… esas que se hacen cuando el alcohol te suelta la lengua y te da por contar cotilleos… en dos décimas de segundo, descubrí que esta soledad mía tiene al mundo masculino de la montaña en jaque… para muchos, el no tener pareja implica que llevo colgado un cartel del cuello que dice “busco hombre”… abrí tanto los ojos cuando le oía que hasta me dolieron… un rato después, el comentario de “quieres que te encienda la calefacción” era una de sus bromas recurrentes… le escuché decirme lindezas… lindezas como que soy “exuberante” y que “es lo malo de estar tan buena” y ser como soy… tienes que valorarte, me decía… me descojoné… no tengas cuidado, le contesté, no sabes cuánto lo hago… le escuchaba ojiplática cacarearme esos piropos en lo que se ofrecía como guardaespaldas de mi soledad femenina, sólo para que nadie se metiera conmigo… todo un detalle… cuando le escuché cantarle a un sol que no estaba en mitad de tanta oscuridad, decidí que era el momento de acabar con la conversación… dame un beso, me decía mientras me ponía la mejilla… soy yo poco besucona, le contestaba mientras me levantaba… qué raras son las estrategias que una tiene que desarrollar en apenas décimas de segundo…

Mientras, desde la barra, otro gallo me observaba… otro con el que compartí una extraña noche de La Vega en la que descubrí que tengo las alas más cosidas de la cuenta y sin motivo para tenerlas… sonreía cuando me acercaba a pedir, me hacía un hueco desafiante para poder apoyarme en la barra… veía el fútbol sin quitar un ojo de mi conversación con ese primo lejano que, de pronto, quería convertirse en escudero… mi conversación continuaba mientras él cacareaba con los brazos cruzados desde la barra… mirándome de reojo o fijamente en lo que yo sólo pensaba en esa frase que pronunció en una noche de frío de ese verano que ya no existe… engañar fue parte de su frase, todos los días fue el resto de la interrogación que pronunció entre copas en una fiesta de prao… respiré pensándolo… siendo consciente de que, en cierta manera, no le faltaba razón así me pareciera un argumento recurrido y poco convincente cuando una es como lo son los perros… la incomodidad de su observación fue en aumento… tanto que, para cuando di por terminado el cacareo de mesa, ya se había marchado… su cacareo fue mudo, silente… discreto… supongo que no mostró las plumas porque ya lo hizo sin obtener respuesta…

Sentada con la barra vacía, apareció el tercer gallo de la noche… uno que ya me había intentado enseñar mis plumas, uno que me había retirado su cacareo hace mucho tiempo… entre Mahous, me contó la historia de su herida… de esa que le había empujado a beberse el bar, a paliar ese miedo a romper las realidades que tantos tienen… sonreía escuchando su historia, recordando otra que vivo como daño colateral y que –a veces- me despierta los resortes más oscuros de lo que soy… hablaba de lo que soy en lo que yo le contestaba que no tenía mérito, que era cuestión de genética… hablaba de imposibles, de sueños… de frustraciones… cacareaba suave contándome un cambio de vida que imaginó sin contar con respuesta… sonreía pensando en que, a pesar de todo, no es el único que sueña para despertarse con la realidad… todo se acaba, me decía él mirando fijamente el botellín… lo sé, le contestaba sabiendo que antes creía que había cosas que no terminaban, precisamente por eso cuando algo se termina hay que seguir… me miraba fijamente colocándome el flequillo como un acto de cortejo que no encontró respuesta… me interrogó sobre un supuesto amigo con el que me había visto de la mano… aluciné ante la pregunta, básicamente, porque no recuerdo haber paseado por Acevedo de la mano de nadie… no tienes miedo de estar sola, me preguntó… lo que tengo miedo es de estar acompañada por estar, le contesté… a mí me da miedo la soledad, me contestó mirando fijamente el botellín… y no tienes miedo a la inercia y al vacío, le pregunté ejerciendo de eso que se me da tan bien a pesar de no tener diván profesional… respiró hondo… lo que hagas, le decía, lo tienes que hacer por ti y no porque haya un motivo para cambiar… para cuando el cacareo era más fuerte e incluía un paseo hasta el puente, decidí retirarme a esa casa nido en la que estoy a salvo… me das un beso, me dijo al despedirse de mí… un sonoro “no” me salió del alma en lo que comenzaba a caminar sin mirar hacia atrás… oyendo un rumor de plumas alborotadas, de cacareos no correspondidos… pensando en lo curioso que es esta vida en la que, a veces, te conviertes de la manera más ridícula en objeto de deseo… uno que no correspondes, para el que no te nace una respuesta… uno que sólo te hace pensar en que, a pesar de que otros quieren, no suceden… o que, pudiendo suceder, te niegas a que lo hagan…

miércoles, 6 de octubre de 2010

Las mujeres de Lola...


Lo mejor de todo esto es que pasará, nos dijimos mutuamente mientras Pablo Moro cantaba bajo la lluvia, pero tú y yo nos quedaremos… sonrío al pensarlo… es singular encontrar gente con la que te sientas tan identificada en tantos aspectos de la manera más fortuita… "replicante" nos llamamos mutuamente muertas de risa… nada más lejos de ese ser artificial del que hablaba Blade Runner, pienso… nos conocimos en una noche cálida a pesar del frío de noviembre, en una ciudad que me encanta a pesar de que esa noche me ponía terriblemente nerviosa… había pasado casi un año de aquello... nos abrazamos en esa villa de Ribadesella que tanto me gusta y a la que fui para estar con ella, para sentir ese abrazo... para dejarme invadir por un mundo de seres y trazos… para compartir un rato de cronopios, de humo a medias… de un Madrid que es cuna de ambas, de una Mahou en la mano que no sostenía ese paraguas que perdimos sólo un rato después… tú y yo deberíamos vivir juntas, me dijo... qué locura, le contesté mientras nos descojonábamos... creo que, de alguna manera, los encantadores astros convergieron para que nos conociéramos… para que ella entrara en mi universo de la misma manera que yo entré en el suyo… colándonos, mutuamente, entre carcajadas y confesiones… con muchas palabras… sonrío… te has dado cuenta de que a veces parece su propio dibujo, me dijo ese amigo que me ha adoptado mirándola mientras jugaba al billar y ella trataba de encaramarse a la mesa… ella es Lola, le contesté en ese París que nada tiene que ver con la ciudad de la luz y que es visita obligada por las circunstancias cada vez que voy a Ribadesella…

Entrar en el mundo de Bea supone asumir que la mitad de ella es ese personaje que ilustra de manera incansable y que es su voz para lo que ella no dice… para todo lo que ella piensa, para todo lo que se le ocurre a esa cabeza bajo unos rizos rubios que la convierten en un personaje muy singular… entrar en el mundo de Lola supone dejarte llevar por un universo puramente femenino, lleno de mujeres que empiezan con un dibujo… un personaje, Lola… una mujer a la que le siguen otras singulares, diferentes… sin miedos a muchas cosas, con miedo a muchas otras… pero valientes… algo que sentí cuando amanecí en su casa, en esa que fue su refugio cuando decidió aparcar Madrid para encontrar y para encontrarse…  para buscar respuestas sin hacerlo rodeada de campo… rodeada de esa naturaleza que todo lo invade y que, por algún remoto motivo, hace sentir en paz… despertar en su casa fue hacerlo después de una noche compartida de la manera más improvisada y con música… una que acabó con una larga charla en la cocina entre rosquillas y humo… el universo de Lola es ese en el que la nevera tiene mermelada de zanahoria y limón… un espacio donde alguien tiene el nombre de Amor y se tapa la cabeza con una bolsa de papel para no mojarse el moño… en su universo, las mujeres son rubias y sonríen… como lo hace su madre con una ternura absoluta a pesar de que soy una tremenda desconocida para ella… estar en casa de Bea es sentirte lo más cerca de estar en casa… con la sensación de que sólo con pequeños gestos o sonrisas es posible ponerle un montón de algodoncitos a las esquinitas del corazón… una tirita que da calor...

Delante de dos tazas de té, nosotras soñábamos galletas y esperanzas... su madre cocinaba albóndigas, tenía peluquería por la tarde… y, sentada en aquélla cocina, sólo podía mirarla… pensando en una historia, en su placidez mirando por el ventanuco la lluvia mientras revolvía una salsa… respiré su calma en una foto que tengo entre las últimas bonitas de mi álbum… en esa casa, las cosas desaparecen de la manera más misteriosa y unas hermanas juegan a darse sustos a pesar de peinas canas… en mitad de un pasillo, puede aparecer una delgadísima mujer con la que, sin conocer casi de nada, sientes cariño… quizás por lo que sabes de ella, quizás porque también orbita como tú en ese universo de Lola que a veces sólo Lola comprende… cuando me conoció, me abrazó como el que reencuentra a un amigo… con ese buen rollo como artículo de serie que se siente sin poder explicar… Pablo Moro seguía en mi cabeza a pesar de que ya era otro día…  mientras, me daba cuenta de la paz que respira esa casa sólo de mujeres en la que no hay hombre que valga… una en la que sólo la oca es Paco, un espacio en el que nació esa Lola que ahora es parte de mi amiga… a lo mejor, el único lugar del planeta en el que podía parirla como un nuevo principio… mientras me iba, sonreía a pesar del día de perros que se había armado en un momento…  disfrutando ver llover… oliendo  la tierra mojada… sabiendo que ese era el aroma de ese mundo… el que forman un pedacito de almas en un sitio que sabe a agua…

Esto fue lo primero que escuché al bajarme del coche en Ribadesella y oler a mar… una canción que me fascina desde la primera vez que la escuché… una que me persiguió mentalmente el día que descubrí a las mujeres de Lola…

martes, 5 de octubre de 2010

Y si te digo...


Y si te digo que no, pensé, qué pasa…
y si decido rebelarme con uñas y dientes… desempolvando esa rabia que siento tan pocas veces… sacándome las tripas sobre la mesa para ensangrentarlo todo… necesitas que sea así, le pregunto a la nada… vuelvo a guardármelas todas dentro para sentirlas… y si te digo que no, pregunté sonando a no… con esa rotundidad que se siente sobre la piel aunque se quede atrapada en un paladar… sabiendo el peso de dos letras que suenan a un mundo… dos difíciles de pronunciar que, a veces, son impronunciables…

Y si te digo que sí, me dije para mí…
y si decido abandonarme sin necesidad de pelear… sin ponerle puertas a un campo donde, desde hace algún tiempo, no crecen margaritas… donde solamente se arrastra el resto del incendio… la tierra quemada… el olor a chamusquina y ese humo blanquecino que demuestra que no queda nada debajo… lo respiro para saber qué no quiero… para saber que, a pesar de todo, me seguiré negando a esa inercia que muchas veces escupe la vida y la atrapa en una masa viscosa… una que no permite salir, una que sólo permite resbalar…

Y si te digo quizás, dudé…
dándome cuenta de que, a pesar de todo, la vida no es blanca o negra… no es sí o no… no es pese a ser… preguntándome la diferencia entre pronunciar y callar algo ya sabido… algo que se respira aunque intente cerrar la nariz… impregnándolo todo de un perfume que huele a miedo… a una contra la que me levanto en armas porque es la única manera que conozco de ser… abandonando como victoria… buscando el camino de regreso a pesar de saber cuáles son los pasos que debo seguir…

Y si te digo puede, susurré…
comprándome un abono de libertad con muchos viajes… uno que me recuerde lo caro que fue pagar el peaje… lo mucho que tuve que dejar por el sendero… la cantidad de pedazos de mí misma que recogí para volver a pegar con una calma que me parecía maldita… con una que, muchas veces, perdí sin ningún indicio de volver a encontrarla… siento el roce de eso que llaman paz a pesar de la tormenta… de una que, a pesar de manchar el cielo de oscuridad, parece haber dejado claros… los suficientes para recordar que, a pesar de todo, el cielo es azul…

Y si te digo mañana, dije sin decir…
sin dejar de caminar… sin dejar de andar… sin dejar de respirar… sin permitir que el tiempo se congele, que el bucle continúe… que el círculo se haga cada vez más grande hasta que me aplaste… hasta que me sepulte debajo de una montaña de sueños despertados… de páginas de calendario que parecen siempre la misma… de segundos coleccionados como tesoros que son sólo migajas de una cueva de Alí Babá… de cambios de velocidad tan bruscos que me destrozan el cerebro…

Y si te digo hasta pronto, pensé…
despidiéndome de las treguas cuando la batalla ya ha terminado… de demasiados sentimientos muertos y guardados en cajones… despidiéndome de pasados sin presente ni futuro… quizás para despejar incógnitas deshechas, propias y ajenas… sacándome de dentro lo que ocupa demasiado espacio para hacer el viaje más liviano… borrando palabras que pesan demasiado… vaciando una maleta para volver a llenarla, para empezar un viaje diferente… silbando la única melodía que sé entonar… la de respirar con la brújula apuntando destino…

lunes, 4 de octubre de 2010

Duermo...


"La felicidad para mí consiste en gozar de buena salud, en dormir sin miedo y despertarme sin angustia"
Françoise Sagan




Duermo…
mientras, en alguna barra de bar, alguien sonríe…
a una conquista…
a ese extraño sentirse vivo que es el flirteo…
a ese que, a veces, sucede por deporte…
por no sentir que la vida pasa…
que nos morimos un poco cada día…
duermo mientras algún hombre decide si dar un paso más…
mientras alguna mujer pestañea a la duda del qué pasará…
olvidando, a veces, el pasado…
olvidando, otras, sus vidas…

Duermo…
mientras, en alguna parte de esta ciudad, alguien llora…
extrañando páginas escritas…
palabras dichas…
besos desbesados que, quizás, no se repitan…
pasado…
eso que el ser humano atesora…
ese que marca lo que somos, lo que vivimos…
duermo mientras alguien se promete que no volverá a llorar…
que no habrá más lágrimas…
ni más recuerdos…
sin preguntas…

Duermo…
mientras, en algún sitio, una mujer espera…
al próximo…
a ese al que le venderá su alma…
al que quizás la llame princesa…
al que quizás sólo vea una vez…
el rato suficiente para no sentirse sola…
duermo mientras esa mujer busca amor…
uno que no se marche…
uno que, simplemente, la acompañe…
el que quiera quedarse hasta que dure el siempre…

Duermo…
mientras, en alguna cama, alguien siento miedo…
al futuro…
a los caminos…
al irremediable cambio que es vivir…
sintiendo la vida como es… viva…
una historia para escribir…
para reescribir…
para leerle a alguien y para escuchar leer…
duermo mientras alguien se decide…
a tomar una decisión que sea un golpe de timón…
una nueva ruta…
una nueva aventura, quizás…

Duermo…
mientras, en alguna ventana, alguien fuma un cigarro…
buscando un cielo entre edificios…
mirando las pocas estrellas que puede ver…
los pedacitos de luna…
soñando con viajes imposibles…
con otras noches…
algunas vividas…
otras sólo soñadas…
duermo mientras el humo le recuerda que tiene que dejar de fumar…
respirando por encima de una ciudad que le atrapa como el tabaco…
mirando ese botón de fuego consumirse…
prometiéndose que no hará lo mismo con su vida…

Duermo…
mientras, dentro de algún coche, alguien quiere llegar a casa…
ansiando soltar las llaves al entrar sobre la mesa…
para descalzarse y tocar el suelo…
quizás para encontrar a alguien que espera…
alguien que también desea que llegue alguien a su casa…
soltando las llaves al entrar sobre la mesa…
duermo mientras dos personas se echan de menos…
mientras esperan un reencuentro…
un volverse a ver a pesar de tenerse vistos…
un abrazo o un beso besado…
la calma…

Duermo…