miércoles, 13 de octubre de 2010

Un gallo, dos gallos, tres gallos… o cómo sobrevivir a una noche de bar

Esta vida es curiosa, pensaba mientras volvía a casa, y este micro mundo dentro del de verdad más todavía… era madrugada, hacía frío… un par de Mahous de más me estaban pasando esa factura invisible para los demás pero sentida por dentro… puff puff, me decía a mí misma mientras me bajaba del taburete a duras penas, es hora de huir… mi primera noche de bar en todo el Puente, la primera que podía salir a pesar de que la intención inicial era trabajar… trabajar, pensaba con sarcasmo entrando en casa… supongo que hay veces que los astros se conjuran para vivir expedientes de esos clasificados que, a pesar de todo, resultan difíciles de digerir… ser mujer en esta tierra prometida mía pasa por ser, en ocasiones, una auténtica lucha contra los elementos… tienes que pensar lo que piensa el sexo enemigo, me decía hace un rato ese compañero nuevo de pueblo al que le cuesta tanto como a mí volver a la civilización… sonrío… supongo que, a pesar de todo, no soy consciente del peligro que entraña por estas montañas mías ser simpática y tener conversación… deberías sentirte halagada, decía arqueando una ceja y poniendo esa sonrisilla medio paternal que utiliza conmigo… respiro hondo mientras lo pienso… supongo que ser un sex symbol por estas tierras no tiene mérito cuando soy la única fémina del bar… pero, aún así, resulta cuanto menos peculiar…

Aparecí con mi ordenador bajo el brazo y metida dentro de esa enorme chaqueta roja que es mi uniforme oficial cuando piso el pueblo… cuando puse un pie dentro de este lugar que hace las veces de bar, club social, farmacia y consultorio no me imaginaba la que se me venía encima… el primero de mis gallos me sonrió nada más entrar y una que, en ocasiones, todavía es inocente respondió a la sonrisa comenzando una conversación… una que, aparentemente, tenía pinta de ser simplemente la que pueden tener dos personas que se conocen delante de una cerveza y un extraño cubata de White Label con Biosolán… empezamos hablando de lo mucho que –según él- había adelgazado… seguimos hablando de puertas –su oficio-, de lo dura que está la crisis… de los lazos que compartimos con esa familia lejana para mí y próxima para él… con la segunda cerveza, llegó el turno de sus confesiones… esas que se hacen cuando el alcohol te suelta la lengua y te da por contar cotilleos… en dos décimas de segundo, descubrí que esta soledad mía tiene al mundo masculino de la montaña en jaque… para muchos, el no tener pareja implica que llevo colgado un cartel del cuello que dice “busco hombre”… abrí tanto los ojos cuando le oía que hasta me dolieron… un rato después, el comentario de “quieres que te encienda la calefacción” era una de sus bromas recurrentes… le escuché decirme lindezas… lindezas como que soy “exuberante” y que “es lo malo de estar tan buena” y ser como soy… tienes que valorarte, me decía… me descojoné… no tengas cuidado, le contesté, no sabes cuánto lo hago… le escuchaba ojiplática cacarearme esos piropos en lo que se ofrecía como guardaespaldas de mi soledad femenina, sólo para que nadie se metiera conmigo… todo un detalle… cuando le escuché cantarle a un sol que no estaba en mitad de tanta oscuridad, decidí que era el momento de acabar con la conversación… dame un beso, me decía mientras me ponía la mejilla… soy yo poco besucona, le contestaba mientras me levantaba… qué raras son las estrategias que una tiene que desarrollar en apenas décimas de segundo…

Mientras, desde la barra, otro gallo me observaba… otro con el que compartí una extraña noche de La Vega en la que descubrí que tengo las alas más cosidas de la cuenta y sin motivo para tenerlas… sonreía cuando me acercaba a pedir, me hacía un hueco desafiante para poder apoyarme en la barra… veía el fútbol sin quitar un ojo de mi conversación con ese primo lejano que, de pronto, quería convertirse en escudero… mi conversación continuaba mientras él cacareaba con los brazos cruzados desde la barra… mirándome de reojo o fijamente en lo que yo sólo pensaba en esa frase que pronunció en una noche de frío de ese verano que ya no existe… engañar fue parte de su frase, todos los días fue el resto de la interrogación que pronunció entre copas en una fiesta de prao… respiré pensándolo… siendo consciente de que, en cierta manera, no le faltaba razón así me pareciera un argumento recurrido y poco convincente cuando una es como lo son los perros… la incomodidad de su observación fue en aumento… tanto que, para cuando di por terminado el cacareo de mesa, ya se había marchado… su cacareo fue mudo, silente… discreto… supongo que no mostró las plumas porque ya lo hizo sin obtener respuesta…

Sentada con la barra vacía, apareció el tercer gallo de la noche… uno que ya me había intentado enseñar mis plumas, uno que me había retirado su cacareo hace mucho tiempo… entre Mahous, me contó la historia de su herida… de esa que le había empujado a beberse el bar, a paliar ese miedo a romper las realidades que tantos tienen… sonreía escuchando su historia, recordando otra que vivo como daño colateral y que –a veces- me despierta los resortes más oscuros de lo que soy… hablaba de lo que soy en lo que yo le contestaba que no tenía mérito, que era cuestión de genética… hablaba de imposibles, de sueños… de frustraciones… cacareaba suave contándome un cambio de vida que imaginó sin contar con respuesta… sonreía pensando en que, a pesar de todo, no es el único que sueña para despertarse con la realidad… todo se acaba, me decía él mirando fijamente el botellín… lo sé, le contestaba sabiendo que antes creía que había cosas que no terminaban, precisamente por eso cuando algo se termina hay que seguir… me miraba fijamente colocándome el flequillo como un acto de cortejo que no encontró respuesta… me interrogó sobre un supuesto amigo con el que me había visto de la mano… aluciné ante la pregunta, básicamente, porque no recuerdo haber paseado por Acevedo de la mano de nadie… no tienes miedo de estar sola, me preguntó… lo que tengo miedo es de estar acompañada por estar, le contesté… a mí me da miedo la soledad, me contestó mirando fijamente el botellín… y no tienes miedo a la inercia y al vacío, le pregunté ejerciendo de eso que se me da tan bien a pesar de no tener diván profesional… respiró hondo… lo que hagas, le decía, lo tienes que hacer por ti y no porque haya un motivo para cambiar… para cuando el cacareo era más fuerte e incluía un paseo hasta el puente, decidí retirarme a esa casa nido en la que estoy a salvo… me das un beso, me dijo al despedirse de mí… un sonoro “no” me salió del alma en lo que comenzaba a caminar sin mirar hacia atrás… oyendo un rumor de plumas alborotadas, de cacareos no correspondidos… pensando en lo curioso que es esta vida en la que, a veces, te conviertes de la manera más ridícula en objeto de deseo… uno que no correspondes, para el que no te nace una respuesta… uno que sólo te hace pensar en que, a pesar de que otros quieren, no suceden… o que, pudiendo suceder, te niegas a que lo hagan…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ostias! Todavía se toman cubatas con Biosolán? y de White Label?

Nando

Fátima dijo...

Sí tronco... por lo visto es la alternativa cuando a uno le operan del estómago... dudo a qué sabe, lo mío ya sabes que son las Miaus...

;)