lunes, 27 de septiembre de 2010

Madrid visto desde Cubos...


Sentada en la plaza de Cubos, de golpe, me doy cuenta de que miro a esas ventanas recordando una vida que no es mía... preguntándome e imaginando el cómo fue algo que solo sé porque me lo han contado... Madrid tiene estos secretos, me digo encendiendo un cigarro mientras espero... espero para volver a ver a esas amigas que, en alguna de estas ventanas, se pelean con una báscula... el lunes tenemos aquelarre, me dijo una de ellas por teléfono... sonreí... el día que lo bauticé así no sabía dónde me estaba metiendo... aparcadas las bolas de cristal y las de metacrilato, sólo hablamos mientras cenamos... compartimos vida, pedacitos de ella... poniéndolas sobre la mesa, a veces, sólo para ponernos tiritas... otras para simplemente escupir eso que se nos ha hecho una bola mascada en la boca... sonrío... solucionamos el mundo a golpe de cena en horario europeo, siempre en lunes... siempre en conversaciones a contrarreloj que pelean con el tiempo, con el sueño y con los encierros que cada una de nosotras tenemos...

Sentada en esta plaza, recuerdo muchas cosas de otra vida... una que sí fue mía y que nadie me contó porque la viví... una que forma parte del pasado, de otra página distinta... sonrío... como esa otra que solo oí contar, pienso para mí... pasado, seis letras... me doy cuenta de que, a pesar de los años, Cubos es como siempre... con esos cines Princesa a los que acudía semana sí, semana no para empaparme de eso que llaman arte y que para mí era religión... con el mismo VIPS donde un 11 de septiembre corrí a comprar la edición vespertina de los diarios para tener en papel eso que había convulsionado al mundo... el mismo VIPS donde, asegura mi madre, con 3 años rocié la prensa con un salero en una madrugada... sonrío... suena un acordeón desde la esquina de Princesa con un "Canta y no llores" y unos "Andenes musicales" que rodé en el metro me asaltan... respiro hondo... septiembre se acaba, me digo en silencio fumándome la espera, la cuenta atrás ha comenzado... menos para esa fecha de octubre que me recuerda que vivo un año mas... la misma que me hace cuestionarme el camino, el rumbo... un orden en esa eterna teoría del caos que atesoro y que estiro como manera de vivir... suspiro... demasiados impulsos, pienso, demasiada tripa... supongo que, a pesar de todo, sólo se vivir así...

Una pareja pasa y se abraza en mitad de esta plaza donde tantas cosas he vivido, donde tantas recuerdo sin haberlo hecho... les miro con una extraña melancolía… me miro en los bolsillos las preguntas pendientes… los abrazos no dados, los que sí… todas esas cosas que pasan en esta jungla sin que, quizás, nadie se pare a mirar como lo estoy haciendo yo ahora… pienso en la inmunidad, en la impunidad… en los refugios de Huertas, en las madrugadas de Plaza de España… empieza a hacerse de noche y mi espera continúa... algunas ventanas de esas mil de este edificio que recuerdo desde siempre comienzan a iluminarse... a empezar una noche que, quizás, no sea más que la rutina de un día cualquiera... rutina, pienso… nunca antes pensé en la cantidad de significados que podía abrigar esa palabra… siento un escalofrío… ha llegado el otoño y yo en chanclas… hace media hora, un chico me ha pedido fuego en inglés pensando que era guiri porque llevaba los pies al descubierto… me río… el cielo rosa ha dejado de serlo para teñirse de oscuridad… de una en la que me siento más cómoda, una en la que supongo que me miro las costuras y me pregunto muchas cosas… sentada en ese escalón desde el que por un momento pinto mi propio Madrid, me doy cuenta de que vuelvo a estar en él… de que, como dice Fito, todo cambia y sigue igual… sonrío… otra gran contradicción de las mías… 

jueves, 23 de septiembre de 2010

Mi última noche de verano...


Pienso en ello mientras me cierro la enorme chaqueta de lana roja que tiene casi tantos años como yo… la última noche, digo para mí… suspiro… este extraño verano muere en esta noche ya fría de septiembre… mi otro verano, ese que se vive aquí cuando ya no queda nadie, cuelga hoy su “Cerrado por vacaciones” en mi propio calendario… en ese que parece haberse escapado de un año para acá… ese que se me ha escurrido entre los dedos, entre las lunas y entre las Mahous del bar… mañana no te vas, me ha dicho Olga hace un rato… me tengo que ir, he dicho sentenciando… me espera una entrada para un concierto, una que es un regalo que sólo puedo compartir con quién ha decidido embarcarme en la aventura de ver por fin a Ismael Serrano sobre un escenario… sonrío… creo que, a pesar de la entrada, el motivo es mucho más personal y mucho más callado… tengo que, me he dicho en silencio mientras me tumbaba arropada en una manta en el jardín… mi última luna llena de este verano, pienso en silencio mientras escribo desde una tumbona… supongo que, si pasara alguien, pensaría simplemente que estoy loca… sonrío… si ya lo piensan porque sigo aquí, he pensado cuando he montado ese chiringuito nocturno improvisado, qué más da… soy la única representación de eso que llaman “veraneantes” que, en estos días de final de septiembre, no se ha ido todavía… lo que ellos no saben -y le suma puntos a mi locura- es que me he levantado de la cama sólo para vivir este momento… y que, debajo de esta manta, voy en pijama…

Miro un cielo lleno de estrellas pensando en lo curioso de las despedidas… de esas que nunca llevo a cabo, esas que siempre me suponen dejar un cachito de mí detrás… ni que te fueras a Australia, me dijeron en un susurro por teléfono… sonrío… supongo que, sólo cuando te sientes atado a este suelo, entiendes lo que supone volver a sacar las alas… volver a empezar el vuelo de vuelta… hace días que no veo a todos esos pájaros que, verano tras verano, viven en mi ventana… en esos nidos que peleo para que no quiten -ni mi padre ni Casiano- hasta que se hayan marchado todos… incluso ellos se han ido ya, pienso en silencio mientras noto cómo la humedad envuelve todo a mi alrededor… respiro hondo… huelo a hierba mojada… a jardín, a tierra… a eso que tanto echo de menos cuando estoy en Madrid… Madrid, me digo… Madrid, suspiro… pienso en mis charlas con Acacio, esas que me han acompañado durante este otro verano de oficina rural con el 40 Latino de fondo… pienso en ese encontronazo con un excelentísimo alcalde al que mandé a merendar pasándome su cargo por el Arco de Trajano… me río… defiendo con uñas y dientes eso que quiero, pienso, pero soy incapaz de defender  muchas veces lo que soy… sonrío… así soy yo, como diría esa gran amiga ausente por guión este verano… 

Sigo mirando el cielo como si nunca hubiera visto una luna llena y como si nunca más volviera a verla… sonrío… me gusta vivir las cosas así, como si fuera la última vez… como si fuera la primera… grabándomelas a fuego en la retina y en la memoria por si nunca más las miro o las vivo de la misma manera… septiembre, me digo, otoño… suspiro…  ya ha llegado aunque no lo vea en los árboles… aunque, todavía, siga quedándoles algo de ese verano que ya no existe… que ya pasó, como lo hacen muchas cosas en la vida, sin darnos cuenta… mi última noche, me recuerdo a mí misma mientras me abro una Mahou que pasa por ser la única compañera que se me ocurre para esta despedida anual… oigo un cencerro a lo lejos y recuerdo a esa oveja que traté de rescatar sin mucho éxito… recuerdo de pronto un San Mateo vivido con amigos de siempre y con otros improvisados, uno que acabó con mi culo contra el suelo en lo que vino a ser una “Convención espiritual” que tuvo mucho más de espirituosa y de ese suelo no apto para patos del centro de Oviedo… pensando en otro San Mateo vivido a golpe de Infierno, de clandestinidad y de impulso… sonrío… después de una hora dando vueltas alrededor de la mesa del salón con esa rubia impenitente en el oído, me atreví a dejarme guiar por esas tripas que marcan lo que soy…  tú eres feliz, recuerdo que me preguntó esa otra amiga que llevo guardada en el bolsillo del corazón y que me califica de “hermana”… suspiro… suspiro como lo hice de manera sincronizada una noche escuchando esa berrea… una que viví entre lluvia, calor y sueño… una que viví sintiendo el abrazo de una oscuridad que me pareció llena de luz… de pronto me acuerdo de todos esos animales que he visto a lo largo de este otro verano… esos que me han escoltado en una nocturnidad con alevosía y sin premeditación que hacía bombear esa sangre que me corre por las venas y que, ahora mismo, siento demasiado quieta… 

Sonrío mirando al cielo, recordando esa frase de mi abuelo... de ese hombre que, para mí, es este lugar… el que me enseñó que se podía ser a pesar de todo lo demás… el que siempre me llevaba de la mano y que, a pesar de haberse ido hace tanto tiempo, de alguna manera todavía lo hace… respiro hondo… supongo que esta manía mía de mirar el cielo se la debo a él, pienso mientras me doy cuenta de que hace demasiado tiempo que no está, supongo que gran parte de la pasión que siento por esta burbuja mía del mundo también… sonrío… apuro mi Mahou mirando esa casa en la que crecí y que él construyó… mañana toca volver al mundo, me digo a mí misma sintiendo un extraño nudo en la boca del estómago… siempre estará, me dijo mi padre cuando le conté que no quería marcharme… sonrío… es de las pocas cosas que tengo claras en esta vida, de las pocas que sé que permanecerán a pesar de los pesares… mi propio teatro de los sueños, escribí una última noche de verano de hace muchos años en un pedazo de papel… el único lugar en el que sé que me siento en casa… 

martes, 14 de septiembre de 2010

Diciendo adiós...

Me senté en una orilla… dejando que el agua me acariciara los pies… calmándome con esa misma ternura con la que una madre acaricia la cabeza de un bebé que no para de llorar… cuando se juntan dos ríos, recordé mentalmente, se hace fuerte la corriente… sonreí… miraba correr el agua rebobinando mi propia nueva vida de gata… recordando tantas cosas que, de pronto, sentí vértigo… cuando te quieras dar cuenta, recordé mentalmente esa frase de esa rubia que me acompaña en esta vida, habrá pasado un año… miré el agua correr sin detenerse… pasaron dos libélulas… hace años que no veía una, dije pensando en alto… miré a ese interlocutor mudo que tenía frente a mí… a ese que me había traído a ese lugar sólo para observarme… a ese sitio que yo no conocía, ese que estaba conociendo en circunstancias muy distintas a las que había imaginado… sonreí… la vida a veces tiene estos guiños, me dije a mí misma mirándome las uñas rojas bajo el agua… pensando en esos pies que fueron una primera foto… una enviada con vergüenza, una que abrió las puertas de lo que me había llevado a la orilla de ese río… en una tarde de septiembre bañada de sol… en esa última que te obliga a empezar un capítulo distinto del cuaderno cogiendo en una mano un lápiz y en la otra una goma de Milán…

Sentada viendo correr el agua, era incapaz de decir nada… nada que rompiera ese silencio tenso e increíblemente extraño que no sabía si era un bálsamo o una quemadura… apuntalando mentalmente todas esas palabras, todas esas frases que se me acumulaban en la cabeza pero que era incapaz de pronunciar… para qué, me pregunté, no van a cambiar nada ni probablemente servirían para nada… repasé mentalmente muchas cosas de otra época, de otros meses… de unos en los que, quizás, no existía la palabra tregua grabada a fuego en mi memoria… unos en los que conté lunas, oí lobos aullar… unos en los que bailaba entre azúcar, en los que sentía un calor distinto… unos en los que vi el cielo de estrellas más increíble que he visto jamás sabiendo que, probablemente, no volvería a verlo nunca así… meses de secretos, de palabras… de sentir mucho después de mucho tiempo sin hacerlo… de muchas cosas que, durante un rato en esa orilla, se me acumularon en esta cabeza mía que es como una olla express… acabando de escribir una historia para la que, quizás, no hay más páginas… páginas, pensé cerrando los ojos para mirar al sol… para dejar de sentir ese frío que siento cuando me asusto, cuando las cosas me duelen… deshice en ese momento hasta el último de los sueños, de esos futuribles que construí a medias y que no viviré… lo hice para sentir la realidad en esa orilla que, a pesar de todo, no era más que el escenario de una despedida… despedirse, pensé… eso que nunca hago, eso de lo que siempre huyo… eso que, en esa tarde de río, se me antojaba insoportable…

Anduve hacia atrás el camino que ya había recorrido… pensando en ese otro trazado de manera clandestina… descubriendo la capacidad de querer y poder… sorprendiéndome a mí misma de muchas cosas vividas, de muchas compartidas con derecho o sin él… pensé en la derrota, en lo poderoso que es el miedo… en ese miedo del principio, en este miedo del final… en ese otro miedo a cambiar, a romper, a empezar… caminaba mirando las piedras del suelo sin romper ese silencio… sintiendo esa rabia que se te abrocha en la garganta y que te aprieta para no dejarte respirar… la rabia de pensar que, a veces, esta vida es un extraño lugar para vivir… echándome a mí misma un órdago para no pasar por el aro del inmovilismo… para vivir, quizás, a la luz del día y de manera auténtica… para no ser una mentira aún siendo más sincera que la propia realidad… para poder soñar sin temer… para poder vivir sin tener que mirar hacia atrás… sin tener, quizás, que domarme por dentro para no desbocarme… seguí andando pensando en ese silencio tan terrible que me envolvía para regalo lo que era un adiós… un hasta luego que, probablemente, sea un hasta nunca… la vida consiste en cerrar capítulos, recordé… sentí calor en un hombro y cerré los ojos para disfrutarlo más todavía… para recordarlo como lo que era… para saber que existió, que estuvo, que fue… que lo viví…

Dije adiós sin decirlo… desandando un camino que he recorrido muchas veces a lo largo de este tiempo… recordando muchas cosas de muchas curvas que lo trazan… viendo una puesta de sol entre esas montañas que eran cómplices de algo que, como todo en esta vida, tuvo un principio y escribía un final… entre preguntas que no tenían respuesta… entre deseos que se fueron con el agua… entre maneras de vivir diferentes… entre silencios para no decir, para no sentir… para no buscarle más patas a ese verbo que es entender… volví dibujando curvas con recuerdos… con pasado, con ese ayer que de golpe sabía de una manera distinta… volví para sentarme rodeada de silencio a medir con escuadra y cartabón mi propia historia… para medir las palabras, los momentos… las sonrisas… para descoserme las tristezas de sentir que la vida, más que nunca, es como uno quiera que sea… sin sentirla un cementerio en el que vaguen fantasmas y cadáveres de un pasado que ya no es presente… sintiéndola como un regalo nuevo a estrenar arrancándole la etiqueta… para volver a empezar sin miedos ni lastres… para vivirlo del todo sin medias tintas… para tratar, simplemente, de sentir paz en un singular que nunca he dejado de conjugar porque no he podido… poder, pensé… gran verbo que he dicho demasiadas veces en negativo… sonreí mientras abría el coche para volver a ese refugio que vi en una pantalla desde Caracas hace un tiempo precioso que ha pasado muy rápido… a ese lugar en el que las tiritas tapan las heridas… a ese en el que puedo volver a nacer aún no haciéndolo… una Mahou, le dije a Alvaro… todo bien Fa, me preguntó con ese tono que usa él mientras te mira fijamente… todo como supongo que tiene que ser, le contesté sonriendo…

domingo, 12 de septiembre de 2010

Conversaciones con nadie...

Y ahora qué, pregunté…
ahora nada, me contestó nadie…
quizás…
o no…
quién sabe, me pregunté…
nadie me contestó…
de una manera tajante…
breve…
concisa…
nadie dijo nada…
de nuevo el silencio…
el ruido más insoportable de todos…
y si no puedo decir, pregunté…
no digas nada, contestó nadie…
y si no estoy de acuerdo, le repliqué…
lo mismo da, contestó esa voz insonora…

Nadie hablará de mí, dije en voz alta…
nadie, contestó nadie…
o todos, dije yo…
quién sabe, contestó rotundo…
sin dudar en la respuesta…
sin pestañear…
sin dejarle capacidad a la duda…
colgué el teléfono sin haber llamada…
haciendo ejercicios de química…
para entender…
para mantener a nadie…
recitando un epílogo mudo…
se hizo el silencio…
nadie calló…
yo también…

Y si sí, le pregunté dudando…
y si no, contestó sin hacerlo…
enseñándome un reloj sin tiempo…
abriéndome el tomo de las batallas perdidas…
nadie señaló una página de calendario…
pasa rápido, le dije afirmando…
tanto que ni te enteras, contestó nadie…
le enseñé a nadie mi mapa…
ese que no quiso ver…
ni siquiera mirar…

Apuré el café…
nadie no hizo nada…
es el momento, me dijo…
llegó, contesté…
nadie me miró con curiosidad…
tratando de leerme por dentro…
de oír eso que no digo…
me tengo que ir, le dije…
deberías hacerlo, contestó nadie…
y si no lo hago, pregunté…
nadie no contestó…
con un silencio como un cuchillo…
sentí frío…
tal vez mañana, susurré…
o tal vez tarde, contestó nadie…

lunes, 6 de septiembre de 2010

El otro verano...

Es curioso, pienso mientras rebobino eso que he escuchado hace un rato, no siento que se haya terminado el verano… es septiembre, el de los días de sol en estas montañas… el que llaman por estas tierras “el verano de los del pueblo”… pocos somos los que nos quedamos aquí cuando todo el mundo se ha ido… puedo decir oficialmente que el verano oficial está dando sus últimos estertores… ese verano oficial que marcan las vacaciones de los demás y las fiestas de prao del calendario de esta montaña… sonrío… aunque nadie lo entienda y aunque haya esperado esas llegadas de amigos durante todo el verano, disfruto estos días siempre como si fueran sólo míos… sin las prisas del verano de verdad… sin horarios… sin que existan los compromisos o las obligaciones… sin tener que saludar incansablemente a cuántos aterrizan y conozco –que son muchos- para contarles a todos lo mismo… cuándo llegaste, preguntan para decirte acto seguido, cuándo te vas… están tus padres, preguntan los cercanos, vino la abuela… siempre es la misma dinámica de interrogatorio que pasa, habitualmente, por preguntarme si sigo en Madrid… curioso… nunca deja de sorprenderme esa pregunta… supongo que porque, en el fondo, es vox populi que ese monstruo a veces me come… supongo que, por las veces que vengo a este lugar del mundo para perderme, les extraña que todavía esté tan lejos… los más atrevidos se atreven incluso a preguntarme que si “ando con alguien” –si tengo novio- y que cuando me voy a animar a tener un niño, que me “quedan bien”… yo me río y me pierdo por el bar… este otro verano mío tiene de positivo que me ahorro todas esas preguntas…
Puedo decir que este verano ha sido el más extraño de cuántos recuerdo… el de los largos días de sol sin apenas gente… con grandes ausencias de amigos que esperas y no llegan, o vienen para irse… ha sido el verano de pasear como cuando éramos adolescentes… con la bolsa de pipas en la mano, en petit comité… camino de las Eras… sentados en un banco destripando pasado, riéndonos con batallitas que habíamos olvidado y que forman parte de esa otra historia que escribimos aquí… esto es como vivir en un bucle, decía una de esas tardes uno de esos amigos que siento muy cercano a pesar de vernos poco durante el año, siempre es lo mismo y a pesar de todo volvemos para repetirlo… recuerdo que sonreí pensando en ese “Bienvenidos, exploradores” del famoso día de la marmota… quizás mi sino sea vivir en círculos, pensé cachondeándome, pero aquí me encanta que así sea… supongo que, a pesar de la inercia habitual, siempre hay algo que contar… alguna de esas batallitas que marcan la estancia aquí aunque sea, como este año, de manera discreta… 

Este verano ha sido el de vivir un Santiago demasiado acelerado que ganó mil puntos cuando mi casa, sin comerlo ni beberlo, se convirtió en el Hostal Royal Manzanares… un Santiago que empezó con frío, siguió con el calor de un pic-nic y terminó con una vuelta a casa comiendo bollejos con uno de esos amigos de la pandilla que siempre, siempre protagoniza algún momento épico… ha sido el verano de comprobar con mis propios ojos hasta qué punto está en modo “CariCari” el madero más bruto que conozco… un amigo de siempre que se construyó un ticket para sonreír en una fría noche de la Vega del verano pasado, un ticket con nombre de mujer que ya es casi una más de nosotros… este verano ha sido el de volver a ver a esa rubia que me acompaña en la vida llorar de la risa una noche en la terraza de Alvarito… la de correr tras de ella en la fiesta de Lario porque quería engañarme con la copa para evitar que me escorara más de la cuenta… sonrío… qué sería de mí sin ella, pienso a veces, creo que no hay mayor faro para este barco pirata… este tiempo ha sido el de recibir por sorpresa un vendaval de aire astur… uno que llegó en forma de ¨marido de amiga” y “amigo de marido de amiga” para terminar siendo un auténtico jarabe de sonrisa en un día que lo necesitaba… para llevar un Jaguar hasta Riaño disfrutando de oírlo dejar de maullar… ha sido el verano en el que vi a un amigo fotosensible que tengo con una iguana colgada del cuello en lo que ha sido la noche más divertida que he vivido con él desde que le conozco… el de improvisar el camino con mi prima y convertirlo en una divertidísima Ruta Quetzal con una mochila demasiado cargada… el verano en el que una amiga cambió de luna para volver a su tierra y para volver a existir entre nosotros… para compartir una noche de la Vega demasiado enredada, para compartir otra mucho más cálida en Riaño en un banco con otro de esos amigos que siempre, siempre me hace llorar de la risa… el mismo que trató de organizarme una cita a ciegas en mitad de la verbena ante la expectación de todos nuestros amigos, el mismo que desbordado por la situación me dijo un “se nos fue de las manos” del que todavía me descojono… con el mismo con el que vimos algo parecido a un OVNI así no nos crea nadie y mucho menos se lo pueda creer él… no llevaba gafas y asegura que estábamos tomándole el pelo para que nos dejara irnos a casa… 

Pero también ha sido el verano de las conversaciones… con el padre de ese ex que miro con cariño en la distancia alegrándome de su vida… con su compañero impenitente de excursiones por el pueblo, uno que consideró que el día que el caballo le había tirado fue él el que se “apeó con violencia”… ha sido la época de las confesiones al oído a media luz, sintiendo cerca a un amigo a pesar de estar lejos… sintiéndole desplegar sobre el tapete todos esos miedos que a veces no sabemos que existen pero que tenemos… también ha sido el verano de los niños, el de dejarme llamar “la pompas” por el hijo de dos años de una amiga que te dice que quiere irse al bar con un arte que te dan ganas de comértelo… ha sido el de pasar tiempo con mi primo Txema sin necesidad de hacer nada persiguiendo a ese hijo suyo que parece bosnio más que hijo suyo… el de achuchar a ese niño que he visto crecer cuando lo he necesitado, el de compartir una tarde de vida con ese otro que me hace constantemente cosquillas… el de ver a un amigo de siempre reinventarse, estudiar y encontrar la calma…

Supongo que, así contado, son sólo pinceladas de lo que ha sido ese verano oficial que hoy termina con la marcha de todos y que yo he vivido… uno que, a pesar de haber sido más raro que nunca, me ha hecho reencontrarme… conocer… saber más de esos que forman parte de este extraño clan que sumamos aquí… pasar tiempo con esos otros que, el resto del año, añoro aunque no les llame… ha sido el verano de reírme, de sonreír… de dejarme mimar por esos “chicos” que sólo rompía mi presencia… ha sido, supongo, uno más para anotar en mi cuenta de vida… quizás yo tampoco he estado en mi mejor momento, no lo pongo en duda… supongo que el barco pirata siempre vive alguna tempestad más que necesaria, me río al pensarlo… qué sería de mí sin esas tormentas que, a pesar de nublarme el sol, siempre me ayudan a encontrar de nuevo el rumbo… 

Ahora que ya estoy sóla, viviré ese otro verano… ese en el que casi nadie llega, en el que casi nadie se va… ese en el que me reencuentro cada día con el bar más tranquilo, con las mismas caras… con las palabras del crucigrama atragantadas del Mister, con las historias para no dormir de otros que me provocan tanta risa… hasta cuándo te quedas rapaza, suelen preguntarme… sonrío… hasta que me canse, suelo contestar… y es curioso, a este otro verano le cuesta mucho más cansarme…

domingo, 5 de septiembre de 2010

Fábula de la princesa, la noche y las migas de pan...

Había una vez una princesa que decidió adentrarse en mitad de la noche… paseando entre bosques encantados, en una noche teñida de oscuridad… en una con una increíble luna menguante que reinaba en el cielo y le susurraba que aquélla noche no era para ella… me acompañarás sin preguntar, le dijo ella… no te lo prometo, le contestó la luna… a medida que recorría el camino, la princesa comenzó a encontrarse con todo tipo de animales… unos la miraron preguntándole a dónde iba… no lo sé, les contestó ella, sólo sé que ando… ten cuidado, le dijo uno de ellos con esa postura orgullosa que sólo tienen los ciervos, quizás te pierdas… la princesa dejó de caminar, escuchando esas palabras que supo interpretar sin necesidad de idioma… sonrió… continuó caminando sin pensarlo…

Dejaré miguitas de pan,  pensó ella, como otra noche de hace muchos años… otra en la que se adentró en un bosque distinto… buscando un camino diferente pero igual… sabiendo sin saber que sabía, que quería… que estaba… se miró las manos para buscar su propio mapa… uno escrito entre esas líneas que algunos interpretan y otros conocen… esas líneas que, al final, suponen una carta de navegación… la que marca un camino… la que marca los pasos dados… una lechuza pasó volando sobre su cabeza… voy a acompañarte, le dijo ella,… ella sonrió pensando en el final del camino… en los silencios que hablan… en esa escapada clandestina que marcaba dejando un sendero de harina invisible… pensó que, quizás, fuera su última escapada… peleando con la noche… amparada por esas supuestas bestias que temía menos que a aquéllas que se mantenían sobre dos patas… sabiéndolas a su alrededor… viéndolas pese a no hacerlo…

Cruzó bosques y caminos sola… acompañada, únicamente, de esos que pueblan la noche… de esos que amanecen entre las ramas… de esos que, por algún motivo, decidieron acompañarla sin temerla y sin huir… ella recorrió el camino que sentía que alguien le había indicado… caminando tranquila entre las sombras… viendo una luz a lo lejos… oyendo una voz que susurraba… que le animaba a continuar hacia delante… dejando un camino que desaparecía con cada paso…
borrando sus huellas después de caminar… de pronto, el calor invadió ese bosque… la princesa se dejó envolver por una brisa cálida que le olía a humedad…  dejándose empapar el pelo, separando los brazos del cuerpo para sentir ese aire en movimiento mejor… para cuando el viento dejó de acariciarla, abrió los ojos para descubrir que estaba perdida en mitad del bosque…

La princesa siguió andando para no encontrar el final de su camino… para darse cuenta de que había caminado sin rumbo hacia esa luz que, de pronto, se había apagado… cada vez más tenue, cada vez más frágil… quizás tenía que ser así, se dijo a sí misma mientras continuaba caminando, quizás tenía que encontrar así el camino… uno en el que ya no había voz… uno que había sembrado con miguitas de pan que, a medida que las recogía, le sabían distinto… ya no eran camino, ya no eran sendero… quizás, tan sólo, eran recuerdos… de cada paso, de cada huella que fue borrando… recogió cada miga de las que había regado por el bosque a oscuras… oyendo a la luna regañarla desde el cielo, recordándole que le advirtió no comenzar a andar… recordándole que esa noche no era para ella… siguió desandando el camino… lo hizo escoltada por un zorro que, a veces, desaparecía en mitad de la noche para volver a aparecer mirándola fijamente sin decir nada…  de pronto se dio cuenta del insoportable silencio de aquél bosque… uno que resultaba ruidoso, uno que la envolvía de pronto de una manera angustiosa…

Recogió hasta la última miga de pan… algunas se le deshacían en las manos cuando las tocaba, otras se le clavaban entre los dedos como sólo lo hacen las heridas… las recogió tomándose su tiempo… mirando fijamente a ese zorro que la observaba en el camino… miró al cielo para ver ese increíble manto de estrellas que la había iluminado durante su escapada… y, miguita a miguita, volvió a su torre… a esa alejada de todo el mundo, a esa desde la que divisaba todo y a todos mientras los demás no podían verla a ella…  volvió en mitad de la noche con los pies llenos de polvo de la caminata, con el alma enredada en la madeja de ese bosque que le ganó la partida… se metió las manos en los bolsillos del vestido para sentir esas migas… esos pasos que había dado echándole un pulso a la noche a pesar de lo que le había advertido la luna… sonrió…  al menos lo he intentado, se dijo acurrucándose… dándose cuenta de que, al menos, había encontrado el camino de vuelta…

Una buena banda sonora para recoger miguitas…