jueves, 23 de septiembre de 2010

Mi última noche de verano...


Pienso en ello mientras me cierro la enorme chaqueta de lana roja que tiene casi tantos años como yo… la última noche, digo para mí… suspiro… este extraño verano muere en esta noche ya fría de septiembre… mi otro verano, ese que se vive aquí cuando ya no queda nadie, cuelga hoy su “Cerrado por vacaciones” en mi propio calendario… en ese que parece haberse escapado de un año para acá… ese que se me ha escurrido entre los dedos, entre las lunas y entre las Mahous del bar… mañana no te vas, me ha dicho Olga hace un rato… me tengo que ir, he dicho sentenciando… me espera una entrada para un concierto, una que es un regalo que sólo puedo compartir con quién ha decidido embarcarme en la aventura de ver por fin a Ismael Serrano sobre un escenario… sonrío… creo que, a pesar de la entrada, el motivo es mucho más personal y mucho más callado… tengo que, me he dicho en silencio mientras me tumbaba arropada en una manta en el jardín… mi última luna llena de este verano, pienso en silencio mientras escribo desde una tumbona… supongo que, si pasara alguien, pensaría simplemente que estoy loca… sonrío… si ya lo piensan porque sigo aquí, he pensado cuando he montado ese chiringuito nocturno improvisado, qué más da… soy la única representación de eso que llaman “veraneantes” que, en estos días de final de septiembre, no se ha ido todavía… lo que ellos no saben -y le suma puntos a mi locura- es que me he levantado de la cama sólo para vivir este momento… y que, debajo de esta manta, voy en pijama…

Miro un cielo lleno de estrellas pensando en lo curioso de las despedidas… de esas que nunca llevo a cabo, esas que siempre me suponen dejar un cachito de mí detrás… ni que te fueras a Australia, me dijeron en un susurro por teléfono… sonrío… supongo que, sólo cuando te sientes atado a este suelo, entiendes lo que supone volver a sacar las alas… volver a empezar el vuelo de vuelta… hace días que no veo a todos esos pájaros que, verano tras verano, viven en mi ventana… en esos nidos que peleo para que no quiten -ni mi padre ni Casiano- hasta que se hayan marchado todos… incluso ellos se han ido ya, pienso en silencio mientras noto cómo la humedad envuelve todo a mi alrededor… respiro hondo… huelo a hierba mojada… a jardín, a tierra… a eso que tanto echo de menos cuando estoy en Madrid… Madrid, me digo… Madrid, suspiro… pienso en mis charlas con Acacio, esas que me han acompañado durante este otro verano de oficina rural con el 40 Latino de fondo… pienso en ese encontronazo con un excelentísimo alcalde al que mandé a merendar pasándome su cargo por el Arco de Trajano… me río… defiendo con uñas y dientes eso que quiero, pienso, pero soy incapaz de defender  muchas veces lo que soy… sonrío… así soy yo, como diría esa gran amiga ausente por guión este verano… 

Sigo mirando el cielo como si nunca hubiera visto una luna llena y como si nunca más volviera a verla… sonrío… me gusta vivir las cosas así, como si fuera la última vez… como si fuera la primera… grabándomelas a fuego en la retina y en la memoria por si nunca más las miro o las vivo de la misma manera… septiembre, me digo, otoño… suspiro…  ya ha llegado aunque no lo vea en los árboles… aunque, todavía, siga quedándoles algo de ese verano que ya no existe… que ya pasó, como lo hacen muchas cosas en la vida, sin darnos cuenta… mi última noche, me recuerdo a mí misma mientras me abro una Mahou que pasa por ser la única compañera que se me ocurre para esta despedida anual… oigo un cencerro a lo lejos y recuerdo a esa oveja que traté de rescatar sin mucho éxito… recuerdo de pronto un San Mateo vivido con amigos de siempre y con otros improvisados, uno que acabó con mi culo contra el suelo en lo que vino a ser una “Convención espiritual” que tuvo mucho más de espirituosa y de ese suelo no apto para patos del centro de Oviedo… pensando en otro San Mateo vivido a golpe de Infierno, de clandestinidad y de impulso… sonrío… después de una hora dando vueltas alrededor de la mesa del salón con esa rubia impenitente en el oído, me atreví a dejarme guiar por esas tripas que marcan lo que soy…  tú eres feliz, recuerdo que me preguntó esa otra amiga que llevo guardada en el bolsillo del corazón y que me califica de “hermana”… suspiro… suspiro como lo hice de manera sincronizada una noche escuchando esa berrea… una que viví entre lluvia, calor y sueño… una que viví sintiendo el abrazo de una oscuridad que me pareció llena de luz… de pronto me acuerdo de todos esos animales que he visto a lo largo de este otro verano… esos que me han escoltado en una nocturnidad con alevosía y sin premeditación que hacía bombear esa sangre que me corre por las venas y que, ahora mismo, siento demasiado quieta… 

Sonrío mirando al cielo, recordando esa frase de mi abuelo... de ese hombre que, para mí, es este lugar… el que me enseñó que se podía ser a pesar de todo lo demás… el que siempre me llevaba de la mano y que, a pesar de haberse ido hace tanto tiempo, de alguna manera todavía lo hace… respiro hondo… supongo que esta manía mía de mirar el cielo se la debo a él, pienso mientras me doy cuenta de que hace demasiado tiempo que no está, supongo que gran parte de la pasión que siento por esta burbuja mía del mundo también… sonrío… apuro mi Mahou mirando esa casa en la que crecí y que él construyó… mañana toca volver al mundo, me digo a mí misma sintiendo un extraño nudo en la boca del estómago… siempre estará, me dijo mi padre cuando le conté que no quería marcharme… sonrío… es de las pocas cosas que tengo claras en esta vida, de las pocas que sé que permanecerán a pesar de los pesares… mi propio teatro de los sueños, escribí una última noche de verano de hace muchos años en un pedazo de papel… el único lugar en el que sé que me siento en casa… 

No hay comentarios: