domingo, 5 de septiembre de 2010

Fábula de la princesa, la noche y las migas de pan...

Había una vez una princesa que decidió adentrarse en mitad de la noche… paseando entre bosques encantados, en una noche teñida de oscuridad… en una con una increíble luna menguante que reinaba en el cielo y le susurraba que aquélla noche no era para ella… me acompañarás sin preguntar, le dijo ella… no te lo prometo, le contestó la luna… a medida que recorría el camino, la princesa comenzó a encontrarse con todo tipo de animales… unos la miraron preguntándole a dónde iba… no lo sé, les contestó ella, sólo sé que ando… ten cuidado, le dijo uno de ellos con esa postura orgullosa que sólo tienen los ciervos, quizás te pierdas… la princesa dejó de caminar, escuchando esas palabras que supo interpretar sin necesidad de idioma… sonrió… continuó caminando sin pensarlo…

Dejaré miguitas de pan,  pensó ella, como otra noche de hace muchos años… otra en la que se adentró en un bosque distinto… buscando un camino diferente pero igual… sabiendo sin saber que sabía, que quería… que estaba… se miró las manos para buscar su propio mapa… uno escrito entre esas líneas que algunos interpretan y otros conocen… esas líneas que, al final, suponen una carta de navegación… la que marca un camino… la que marca los pasos dados… una lechuza pasó volando sobre su cabeza… voy a acompañarte, le dijo ella,… ella sonrió pensando en el final del camino… en los silencios que hablan… en esa escapada clandestina que marcaba dejando un sendero de harina invisible… pensó que, quizás, fuera su última escapada… peleando con la noche… amparada por esas supuestas bestias que temía menos que a aquéllas que se mantenían sobre dos patas… sabiéndolas a su alrededor… viéndolas pese a no hacerlo…

Cruzó bosques y caminos sola… acompañada, únicamente, de esos que pueblan la noche… de esos que amanecen entre las ramas… de esos que, por algún motivo, decidieron acompañarla sin temerla y sin huir… ella recorrió el camino que sentía que alguien le había indicado… caminando tranquila entre las sombras… viendo una luz a lo lejos… oyendo una voz que susurraba… que le animaba a continuar hacia delante… dejando un camino que desaparecía con cada paso…
borrando sus huellas después de caminar… de pronto, el calor invadió ese bosque… la princesa se dejó envolver por una brisa cálida que le olía a humedad…  dejándose empapar el pelo, separando los brazos del cuerpo para sentir ese aire en movimiento mejor… para cuando el viento dejó de acariciarla, abrió los ojos para descubrir que estaba perdida en mitad del bosque…

La princesa siguió andando para no encontrar el final de su camino… para darse cuenta de que había caminado sin rumbo hacia esa luz que, de pronto, se había apagado… cada vez más tenue, cada vez más frágil… quizás tenía que ser así, se dijo a sí misma mientras continuaba caminando, quizás tenía que encontrar así el camino… uno en el que ya no había voz… uno que había sembrado con miguitas de pan que, a medida que las recogía, le sabían distinto… ya no eran camino, ya no eran sendero… quizás, tan sólo, eran recuerdos… de cada paso, de cada huella que fue borrando… recogió cada miga de las que había regado por el bosque a oscuras… oyendo a la luna regañarla desde el cielo, recordándole que le advirtió no comenzar a andar… recordándole que esa noche no era para ella… siguió desandando el camino… lo hizo escoltada por un zorro que, a veces, desaparecía en mitad de la noche para volver a aparecer mirándola fijamente sin decir nada…  de pronto se dio cuenta del insoportable silencio de aquél bosque… uno que resultaba ruidoso, uno que la envolvía de pronto de una manera angustiosa…

Recogió hasta la última miga de pan… algunas se le deshacían en las manos cuando las tocaba, otras se le clavaban entre los dedos como sólo lo hacen las heridas… las recogió tomándose su tiempo… mirando fijamente a ese zorro que la observaba en el camino… miró al cielo para ver ese increíble manto de estrellas que la había iluminado durante su escapada… y, miguita a miguita, volvió a su torre… a esa alejada de todo el mundo, a esa desde la que divisaba todo y a todos mientras los demás no podían verla a ella…  volvió en mitad de la noche con los pies llenos de polvo de la caminata, con el alma enredada en la madeja de ese bosque que le ganó la partida… se metió las manos en los bolsillos del vestido para sentir esas migas… esos pasos que había dado echándole un pulso a la noche a pesar de lo que le había advertido la luna… sonrió…  al menos lo he intentado, se dijo acurrucándose… dándose cuenta de que, al menos, había encontrado el camino de vuelta…

Una buena banda sonora para recoger miguitas…


2 comentarios:

Anónimo dijo...

preciosa.... siempre hay camino de vuelta ya lo sabemos.y siempre hay migas que dejar.

Besos

Anónimo dijo...

Muy buen post, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)