lunes, 29 de octubre de 2007

Operación reciclaje

Todo empezó en la más tierna infancia... todavía de vez en cuando mi madre me recuerda los veranos de sequía en los que me dedicaba a pegar en todos los grifos de la casa las pegatinas que repartía el Ayuntamiento de Madrid para ahorrar el líquido bendito... todavía recuerdo mis 15 años ecologistas... mis 17 años comprometidos... esas afiliaciones a Adena WWF, esos enfrentamientos verbales con mi padre cuando se quejaba de "los ecologistas" con un tono que a mí me resultaba insultante... mis primeros años trabajando, en los que mis compañeros/ jefes tuvieron que sufrir mis constantes empeños por imprimir por ambas caras de los folios que manaban de la fotocopiadora o de la impresora... el hecho de que, quiénes no querían utilizarlo de nuevo, se encontraran con un cuaderno de hojas reutilizadas sobre su mesa como lección...
Y ahora, que me acerco a los 30, vivo en un sinvivir... de golpe, los efectos del calentamiento global han logrado incluso colarse en mis sueños: en ocasiones, no veo muertos, pero sí sueño con osos polares que mueren asfixiados por las elevadas temperaturas... otras noches, sufro pensando que llegará un momento en el que llegue una nueva glaciación... ¡y tengo alergia al frío! ¿qué será de mí? esta es mi primera pregunta cuando por la mañana abro la pestaña y recuerdo la pesadilla del día anterior...
Así que, ni corta ni perezosa, opto por tomar cartas en el asunto: reciclar y concienciar de ello es la solución a los problemas del mundo. Y ahí comienza un nuevo problema: el reciclaje. De golpe, despliego 4 bolsas diferentes en la cocina: una para papel (la de siempre que religiosamente se va al contenedor de enfrente de casa), otra para plásticos, otra para vidrio y por último los residuos orgánicos. Y, sin darme cuenta, estoy cayendo en mi propia trampa: la locura que conlleva tirar las cosas a la basura... De golpe me veo completamente petrificada ante las bolsas, eligiendo si el tetra brick ha de ir a los plásticos o al papel... tratando de razonar dónde tirar la caja de panecillos porque, pese a ser de cartón, está forrada en plástico... y lo que es peor: te asalta una terrible ansiedad por no equivocarte... por no meter lo inadecuado en una u otra bolsa... te planteas que una mala elección estará jodiendo el contenido completo de la bolsa... casi, casi cierro los ojos antes de tirar las cosas pensando en la famosa frase de "corazón que no siente"... La segunda parte de la aventura llega cuando te diriges con tus 200 bolsas a los contenedores, y te encabronas al comprobar que la gente no respeta el cubo amarillo... el trayecto de vuelta a casa es una auténtica queja contra el mundo: la gente es una inconsciente, qué falta de respeto, con lo fácil que es... añadido, te ves en el supermercado inspeccionando hasta el último producto que compras: si contiene elementos nocivos para la naturaleza, si el envase es reciclable, si está libre de tóxicos... la compra que habrías tardado en hacer 20 minutos se convierte en una auténtica tesis doctoral sobre qué comprar y qué no, ahí está el dilema... e, incluso, te permites el lujo de mirar de soslayo a una pobre abuela que se lleva un bote de lejía a su casa... ¡por favor, lejía! con lo que eso contamina...
Y ahí es cuando te das cuenta... has caído en la trampa... juzgas a los demás por lo que a ti mismo te supone casi un trance... Y llegados a ese momento, esas cuatro bolsas son más fuertes que tú... son las dueñas y señoras de tu cocina... te enloquecen, te dictan y te han logrado avasallar hasta hacerte sentir insolentemente estúpido en un gesto tan común como el de tirar la basura... han logrado que te cruces medio barrio para llevar los 4 frascos que otras veces habrías tirado tranquilamente a la basura...
Ellas han ganado... y, para colmo, no tienes valor de renunciar a ellas...

martes, 23 de octubre de 2007

Balance de un año

La cuenta atrás ha comenzado: tan sólo dos días me separan de un año más... los 28... un número que, por algún motivo, no me inspira mucha confianza... quizás sea que sufro la crisis de los 30 desde que Caja Madrid me dijo que dejaba de ser joven a un día vista de cumplir mis 26... hay que tener mala sombra también... supongo que por eso, para tratar de arreglarlo, ahora me felicitan el día de mi cumpleaños al sacar dinero... "Felicidades, Fátima: eres 20 euros más pobre, te recordamos que cumples años y esperamos que, para celebrarlo, vuelvas a sacar"... ¿¿Eso es una estrategia de Marketing??
Quizás sea porque no me gustan los números pares, así es... pero curiosamente nací en un impar y cumplo impares en año par... paradojas de la vida... este año se repite la película: nací en jueves, y cumplo en jueves... el día de la semana al que todos le achacamos estar en medio... ya ves: no tenía yo otro día en el que ver el mundo...
Tan sólo 48 horas me separan de una realidad imparable... cumplir años... cumplir un par que me acerca todavía más a ese otro par que tanto me aterra... ríete si quieres al leer este extraño miedo, qué le vamos a hacer... a otros les da por las arañas y a mí por los años... a lo mejor es porque mi vida es sustancialmente distinta a la que imaginaba, cuando era pequeña, al pensar en los 28... quizás sea porque tengo grabado que ya no comparto ese día especial con una persona especial que, ríete de las coincidencias de la vida, volvió a la tierra un 25 de octubre... quizás sea porque los recuerdos y la melancolía a veces empañan la vista... y te hacen mirar las cosas de manera distinta...
28 años... y sigo como estaba... con más arrugas y la mente más clara, sí... con más achaques y más picardía en la maleta, también... pero es curioso: me siguen haciendo daño las mismas cosas... se me sigue clavando un aguijón cuando alguien en quien confío me la juega... o cuando me desilusionan las situaciones, las personas, las empresas... me sigue doliendo ver las fotos que manda Alexia de Mozambique, con esos niños tan preciosos y tan abandonados por los países del globo superior del mundo... me sigue doliendo ver que la gente no se entiende hablando... que sigue habiendo estúpidas guerras que matan, mellan y acribillan países... me sigue doliendo la hipocresía, la mentira... que gente a la que quiero desaparezca de mi vida... me duelen los secretos, las palabras que callamos, las que a veces decimos...
Pero pese a todo, sigo viva... y me hace vivir mi gente, mis amigos, mi pequeño... los días de sol... las tardes de playa... el paseo desde el bar de Álvaro hasta mi casa... ver a los patos de Carmen en el río... una conversación en la cola del pan... reirme con mi hermana por cualquier gilipollez... las interminables conversaciones con la rubia en las que no hablamos de nada en particular... las idas y venidas del dragón... las viejas que me increpan en el gimnasio por "atosigarlas"... las visitas, las sorpresas, las despedidas y hasta ese odiadísimo "adios" que procuro no pronunciar... el pasado, las historias, los recuerdos... incluso la melancolía... cada cena con gente a la que quiero... cada noche de fiesta en la que he visto amanecer... cada cena de chicas en casa de Paula... cada libro que he devorado en apenas horas... cada historia que, sin ser mía, he vivido contada de la boca de mis amigas... la cara de Irene y Marcos mirando a su recién nacida Paulita... cada uno de los pocos ratos con Sandra... los "viajes pueblo" con María... los cafés con Anita, Silvia, Isa... y se me quedan muchos más en el tintero, eso seguro...
Llevo muchas cosas en la maleta, eso está claro... cada día, cada año alguna más se une... y en el fondo, no lo voy a negar: me encantan las cosas extrañas que me ocurren porque me recuerdan que sigo ahí, respirando cada día... pasándolo mejor o peor... pero aprendiendo... quien diga que en esta vida no le queda nada por aprender ni siquiera ha terminado la primera lección.