viernes, 13 de abril de 2012

Tres despertares para un viernes...


Cuando abrí el ojo por primera vez, el gris del día se colaba por la ventana del corredor… sentí la lluvia de nuevo fuera… abril, pensé para mí… aquí la máxima del aguas mil se cumple… no sé qué hora era exactamente, pero sé que fue antes de que sonara el despertador que tenía programado para las ocho y media… cuando abrí las pestañas, sólo pensé en ese viernes 13 que empezaba… uno que había empezado con un extraño sabor, uno en el que se mezclaron en la madrugada el mucho frío y una pizca de calor… pensé en todos los kilómetros que me separaban de mi casa, en los que tenía que recorrer en apenas un par de horas… pensé en los últimos días, en las grandes ausencias… en minutos de soledad que, sin ser losa, se me habían metido como una china en el zapato… miré el iPhone –puto iPhone- para amanecerme con demasiadas alertas… demasiados e-mails diciendo muchas cosas, whatsapps tempraneros con muchas exclamaciones… en mañanas como la de hoy, odio estar tan atada al mundo… lo volví a colocar boca abajo sobre la mesilla para no ver esa pantalla que te ata y te absorbe muchas veces del mundo de verdad… me arrebujé bajo las sábanas pintadas con letras negras sobre blanco, haciéndome un hueco entre ese alfabeto que no tenía ganas de mezclar para formar palabras… sólo quería dormir, escapar de empezar el día demasiado pronto… de bañarme en gris como lo había hecho el cielo… de la despedida, de la ausencia del "cuándo vuelves?" que escucho de muchas bocas salvo de la que más quiero oírlo...

Volví a despertar obligada a hacerlo mientras me cantaban la hora… son las ocho y media, escuché que me decían mientras me acariciaban el pelo, hay que ponerse en marcha… mantuve los ojos cerrados para no perder el calor que sentía bajo el nórdico, para que ese viernes lluvioso no amaneciera de verdad… para que no hubiera ni más mails ni más tonos de móvil sonando… sin más conversaciones a través de una pantalla que muchas veces se comen la voz, el contacto físico aunque se haga con una mesa por delante… para evitar tener que cargar el coche una vez más, emprender un camino de vuelta con demasiadas preguntas en la cabeza y la extraña sensación de pisar sobre un suelo que no es firme... quieres un café, escuché con los ojos entreabiertos mientras atravesaba la almohada en la cama sin salir del mar de letras en el que dormía… sin salir de ese atontamiento de los despertares, ese mismo en el que el mundo queda muy lejos y el único deseo es volver a cerrar los ojos… para no pensar, para no recordar… para no plantearse ni lo bueno ni lo malo… para escapar de los problemas de los demás contados a través de una pantalla, para escapar de los propios vividos dentro del enjambre que a veces me supone mi propia alma... sólo quería dormir, una huida hacia el sueño incluso carente de ellos…

Con un abrazo, apareció una bandeja de desayuno con dos cafés y dos tostadas… algo de luz entraba por la ventana mientras salía de aquélla tormenta de letras e incorporarme a la vida de verdad… miré la hora en el iPhone –puto iPhone- antes de desayunar… sin tenerle tanto odio a ese maldito aparato, sin maldecir todas esas bolas rojas… abrí una de ellas, mandada desde un pedacito de Portugal que ahora vive en Madrid… el álbum es genial, decía una amiga a la que estos días míos de soledad la tienen un poco alejada de mis pasos, como tú… sonreí... genial, pensé... de golpe, me reconcilié con esos malditos avisos que maldije cuando abrí las pestañas… pensando que, más allá de ese ombligo que en esa mañana había regido mi despertar, hay un mundo ahí fuera que no sólo me reclama sino que además me tiene en cuenta... mastiqué despacio, bebí café saboreando el calor de la taza en las manos… notándolo en los labios… sonriendo a la esperanza de un poco de sol… cambiando el lienzo del día para no ver letras sino sólo fondo blanco que reescribir, pensando que el camino de vuelta no era tan largo a pesar del cansancio emocional que me supone a veces el empacho de kilómetros... a pesar de esa sensación que arrastro igual que la maleta de no saber dónde vivo, de no sentir realmente ningún espacio que sea mío así tenga que compartirlo... viernes 13, pensé mientras salía de la cama, un día entero por delante...


Foto | FC

Hay tardes de lluvia...


Hay tardes de lluvia en las que el suelo se moja con palabras…
con gestos descolocados…
con silenciosos tropiezos que te gritan por dentro…
haciéndote sentir inmensamente pequeña…
obligándote a ser oráculo de las horas…
hay tardes de lluvia en las que se vende lo invisible…
en las que los suspiros pesan como el hormigón…
en las que sientes que el espacio máximo te asfixia…
respirando una humedad que no es propia…
hay tardes de lluvia en las que el frío se siente por dentro…
estrellando el alma contra el suelo…
con los ojos muy abiertos para no ver…
con los oídos mudos para no escuchar…
dándole al stop del corazón para evitar sentir…
hay tardes de lluvia en las que el vacío absorbe…
con ladridos ahogados…
con gestos masticados…
en detalles descosidos…

hay tardes de lluvia en las que el agua lo empapa todo...

Foto | FC

lunes, 9 de abril de 2012

El viaje de Juan...



"Los perros aman a sus amigos y muerden a sus enemigos, casi al contrario que las personas que son incapaces de amar puramente y tienden a mezclar amor y odio"
Sigmund Freud



Mientras duerme tendido en el suelo, sus ronquidos se oyen de banda sonora de fondo… sonrío… de vez en cuando, cambia de postura ruidosamente… le pesa el culo, le duelen las caderas… los años pasan paratodos, me digo acariciándole la cabeza mientras entorna sus enormes ojos… no sé cómo era de pequeño, pero tiene la candidez de un cachorro en la mirada… como si, a pesar de sus achaques, siguiera siendo ese muñeco que he visto en fotos…le conocí siendo mayor y eso forma parte del encanto de verle con la lengua rozando el suelo en cuanto se fatiga… nos vamos de vacaciones, le dije cuando culminó su ascensión al maletero no sin ayuda… supongo que me tacharían de loca si dijera que me entendió, pero realmente creo que así fue… lo creo también por cómo suspira ahora mismo, porque quizás el también tuvo la ilusión de salir de casa como los humanos que le trajimos hasta aquí…


Tumbado bajo la mesa de la cocina, controlaba hace un rato cómo hacíamos la cena… no quitaba ojo de cada uno de nuestros gestos, movía el rabo cuando le decíamos algo…  aceptaba gustoso todas esas golosinas sanas en su mayoría que le damos cuando nos mira…es inevitable no complacerle, imposible no caer en la trampa de saltarnos su dieta… se relame y te mira diciendo un “gracias” y un “más” que es fácil identificar… imposible no atender a su llamada de atención cuando te engancha la muñeca entre los dientes para decirte que quiere algo… sonrío… Juan tiene la capacidad de conquistarte cuando apenas le has conocido... quizás por eso todo el mundo tiene una palabra para él, quizás por eso tiene una sobredosis de cariño estos días… sus vacaciones se han transformado en horas de estar en casa, en roncar frente a la chimenea… en un hueso que trata de esconder bajo la máquina Singer de casa, en una sesión de secado con toalla cuando vuelve a entrar después de rebozarse en la nieve…

Le miro tendido en el suelo abrazándome una pierna con su pata sabiendo que es un abuelo de setenta años... estos días, quizás, ha tenido su propio viaje del Imserso canino… con compañeros de sueño que no quieren dejarle sólo porque llora, con escaleras que subir con mucho trabajo para echarse a los pies de la cama… con tostadas con quesitos por la mañana, con nieve que mordisquear por el jardín… está feliz, pienso acariciándole mientras me mira con los ojos medio cerrados… curioso que yo también lo esté sabiendo que colaboro en regalarle alguna de esas sonrisas que parece poner cuando te mira…