Hoy, curiosamente, el frío
ha venido a visitarnos… una manera muy sutil de recordarle a mis neuronas que
esta tierra prometida se prepara para recibir el invierno… para recordarme que
ese verano que tanto espero a lo largo de todo el año porque sabe a
reencuentro, a tiempo compartido a pesar de estas teclas pero con un decorado
diferente, se ha marchado… ya no quedan golondrinas, me decía hace unos días mi
padre… como cada año y aunque no entienda bien por qué, se habían reunido por
la mañana en el tendido de luz del Ayuntamiento formando una enorme mancha
negra en movimiento en un cielo increíblemente azul… se han marchado ya,
repetimos al llegar a casa y contemplar que ese nido que me pego para que no
tiren sigue estando intacto sobre la ventana de mi habitación… Golfo me daría
una tregua ahora que ya no estaban ellas volando alrededor de la ventana…
En mitad del frío de hoy,
he recordado esa estampa de golondrinas preparándose para huir de una manera
distinta… ya están todas las persianas bajadas, me he dicho al pasar por ese
pueblo que hace de antesala de lo que considero mi rincón en el mundo… casas
cerradas, blancos muros rematados de blancas persianas… casas vacías y
silencio, chimeneas solitarias escupiendo humo al cielo… respiro hondo desde
este faro al que trepo de cuando en cuando para ver atardecer… uno en el que me
da el viento en la cara, en el que veo esa inmensa mole de agua que me
despierta un odio tremendamente apasionado… falta la rubia a mi vera, mi acompañante
de estos saltos al tejado temporales que duran normalmente hasta que no
aguantamos el frío… ausencias, pienso
recordando esas persianas cerradas que veré de nuevo cuando vuelva a casa…
septiembre aquí me encanta, he repetido una decena de veces los últimos días… quizás
porque este año no puedo vivirlo aquí, hoy ya me huele a otoño… a esa chaqueta
roja inmensa que tiene tantos años como yo y heredé de mi madre, a lo mucho que
a los demás les espanta y lo que me gusta a mí ponérmela… mi acompañante de esos
días de frío en los que esas mismas persianas bajadas me suponen un alivio… un
sinónimo de paz, de tener donde encontrarla porque la necesito… una escapada
desde Madrid para ver a los justos… para reencontrarme con esos que yo llamo
“mis paisanines”… esos pocos que mantienen todo el año abiertas sus persianas,
los que te reciben con una sonrisa cuando aparezco por aquí…
Está muy cerca ya el
momento de bajar las mías… de cerrar esa casa que es la única que ha estado
siempre presente en mi vida… el único lugar del que me cuesta despegarme porque
me puedo sentir las raíces clavadas al suelo del jardín, con las mismas plantas
que recuerdo desde siempre… respiro hondo mirando las nubes rosas pasar… las
mismas pero diferentes que contemplo desde mi barco pirata… unas que saben
distinto en una casa en la que siempre entra la luz… una casa en la que, aunque
quiera, no puedo bajar las persianas para despedirme porque ni siquiera tienen…
no me apetece volver a Madrid, lloriqueé hace unos días…
Ellas ya se han ido, las
calles ya se han vaciado de gente y de coches… las casas han vuelto a hacerse
silencio… me escalofrío bajo la chaqueta roja… toca cerrar las persianas…
Foto | FC