martes, 30 de marzo de 2010

Despidiendo al sol...

Cuando he visto por la ventana esa tarde de sol tan radiante, no se me ha ocurrido nada mejor que hacer… tenía que aprovecharla para hacer eso que, desde hace meses, el invierno no me deja… el mismo sitio, la misma foto mental… la misma después de muchos años y de muchas veces… tan sólo cambia la luz, la época del año… la presencia o no de la nieve, el cielo con nubes o sin ellas… sonreía pensándolo en casa mientras preparaba todos los bártulos… traté de recordar cuándo fue la última vez que subí a este lugar desde el que escribo ahora mismo… no lo sé, no puedo tirar de página de mi propio calendario… comprobé que llevaba en el maletero del coche esa manta que va siempre conmigo… esa que es el espacio sobre el que tantas veces me he reunido sóla o en petit comité, esa que invita a tener conversaciones que son como tesoros…  qué contenta estás, me ha dicho Tin cuando me he sentado a su lado en la barra… sonreía para mí sabiendo que no puedo explicarle que estoy ilusionadísima sólo porque hace una tarde de primavera que quiero aprovechar a mi manera… por un momento, me ha parecido pueril… estoy enferma de pequeñas ilusiones, pensaba mientras rompía por una esquina el sobre de azúcar, no todo el mundo tiene por qué entenderlo…

Después de un café y un cigarro, he dejado el euro sobre la mesa diciendo que en un rato estaba de vuelta… voy a dar un paseo, le he dicho a Álvaro cuando me lo he encontrado en la calle… vas a conducir, me ha dicho cuando le he contestado a su pregunta de a dónde iba… he sonreído… sabe que me encanta conducir por aquí y creo que es algo a lo que no le encuentra sentido alguno… rarezas urbanas supongo que pensará… dejaba atrás Acevedo viendo como lloviznaba de vez en cuando… otra primavera, me dije a mí misma suspirando, ya puedo olerla… dejé atrás ese lado de esta pequeña tierra prometida para bajar al pantano… a esa inmensa masa de agua que me despierta un sentimiento terriblemente contradictorio… le tengo la rabia de saber lo que significó en su día y el increíble cariño de estos ojos que se quedan mirándolo como lelos… cuando llegué al cruce de Torteros, hice lo que siempre hago… girar la cabeza hacia la izquierda para ver hasta dónde había subido el agua… para comprobar si se veía o no esa carretera fantasma que, cuando el pantano no tiene mucho nivel, acaba en el agua… recorrí las curvas que me sé de memoria pensando en que volvía al mismo lugar… a ese nido que considero mío y que me permite ver una de las puestas de sol más bonitas que recuerdo… sonrío… sé que esto es uno de esos pequeños privilegios que me ha regalado la vida, uno de esos que vienen en el pack de lo que eres y de dónde procedes… respiré cuando llegué a esa curva que reconozco sin dudar… llegué, pensé para mí, comienza el show…

El show es un ratito para mí misma en este sitio al que sin entender por qué siempre regreso… sonrío… al lugar donde has sido feliz nunca has de tratar de volver, dice una canción con letra de Sabina que canta Ana Belén… colocando la misma manta de siempre en el mismo lugar, pensé en esa frase… me senté mirando al tendido, viendo cómo corrían las nubes y el cielo se oscurecía por zonas… encendiéndome un cigarro mientras, desde el coche, Bebe escupía esas frases de mi nueva vida de gata… me senté para no pensar en nada y hacerlo en todo a la vez… para ver el estado de domesticación de esa jaula de grillos que tengo por mente… en todas esas cosas que habitan en ese mundo interior mío que a veces me resulta un auténtico universo… fumaba recordando tardes de sol en este mismo lugar… sonrisas, secretos… lágrimas, besos… verdades, muchas verdades, al son de los coches que pasan a la espalda… qué hacías tú sentada en el prao yendo hacia Riaño, me han preguntado muchas veces… me río… para mucha gente, es una auténtica provocación que alguien pueda estar simplemente sentada mirando al tendido… en ocasiones no contesto, otras cuando tengo ganas de jugar contesto que subo a despedirme del sol… me río… esta pequeña alma de gata tiene curiosidad por observar las reacciones de la gente… pequeños experimentos vitales, me digo mientras empiezo a notar la lluvia…

Escribo metida dentro del coche mientras oigo las gotas golpear contra la carrocería… mientras veo a lo lejos el sol al otro lado del valle… sentada de lado a lado de los asientos de delante, con la ventanilla como marco del paisaje… oyendo música… dándole cancha a este horrible vicio de escribir incluso cosas que, quizás, no le interesen a nadie… que no sean geniales ni profundas ni divertidas… sólo momentitos de mi vida que provocan en estos dedos un vómito de letras… la necesidad de escribir aún no teniendo nada que contar…

domingo, 28 de marzo de 2010

Mi parada en Vega de Cien...

Me reía mientras dejaba atrás el cartel que me decía que Vega de Cien –ese pueblo en mitad de esta España mía perdida- se había terminado… me río pensándolo… lo que me sorprende es que tenga cartel de comienzo y de fin, pensé para mí misma, cuando se trata sólo de apenas una decena de casas… dentro del coche, completamente sóla, me moría de la risa mientras encaminaba el comienzo del puerto de El Pontón… estas cosas sólo me pasan a mí, me dije mientras encendía ese tabaco que me había llevado a vivir uno de esos episodios peculiares que colecciono en mi vida… pero cómo se te ocurre parar ahí, me dijeron después… pensándolo ahora, le quito importancia… qué más da el pueblo que sea siempre y cuando tenga bar, pensé para mí… y, por suerte o por desgracia, en esta zona norte tan mía casi todos –así tengan cuatro vecinos- tienen bar…

Al entrar en el pueblo, mis ojos de yonkie vieron de lejos el cartel oficial de los estancos de este país… el lugar estaba pintado en un tono chillón y aseguraba, además, que tenía “tapas”… se me hizo raro leer esa descripción por estos lares pero, sabiendo que vendían tabaco, opté por parar… cuando me bajé del coche, comenzó el festival… los cuatro abuelos que se sentaban en la puerta del bar-estanco, porracha en mano, se quedaron callados nada más verme… buenas tardes, dije… buenes son sí, me contestó uno con un tono que me sonó un tanto burlón… reconozco que, durante los apenas segundos que tardé en entrar en aquél peculiar lugar, me sentí terriblemente radiografiada por la representación del INSERSO que pasaba la tarde al sol… al entrar, me sorprendió lo peculiar de aquél espacio… lo primero que vi fue una cámara frigorífica de las que puedes ver en cualquier charcutería exhibiendo algo parecido a una pieza de jamón york… detrás, podía ver el tabaco dispuesto en esos dispensarios de madera que hacía décadas que no veía… a continuación, una barra de bar en la que se apostaba un cincuentón con camisa desabrochada hasta media barriga y una enorme cadena de oro de la que colgaba –cómo no tratándose de Asturias- una virgen de Covadonga… bebía agua, cosa que me llamó la atención… quién coño pide una botella de agua por esta zona, pensé para mí mientras trataba de localizar visualmente a alguien detrás de la barra… dame un minutín filla, me dijo una voz desde alguna parte que no lograba ubicar… y hasta dos, le contesté mientras miraba esa otra zona del bar en la que había unas mesas y trataba de buscar con la mirada si tenían o no cafetera… menudo sitio, me dije para mí, particular como el patio de mi casa…

De pronto, de debajo de la barra salió una mujer que no paraba de sonreírme… le calculé cincuenta años debajo de esa capa mal puesta de maquillaje que no ocultaba esa piel enrojecida curtida que procuran el frío y los aires de esta zona… me sonreía enseñándome muchos dientes poco cuidados en lo que yo le preguntaba si tenía Lucky… mientras me ponía dos cajetillas sobre la barra, le pedí un café jugándomela a tomarlo en aquél peculiar lugar… relájate y disfruta, me dije a mí misma quitándole el plástico a la cajetilla mientras por el rabillo del ojo notaba cómo el de la botella de agua no me quitaba ojo… aquélla mujer se tomó su tiempo para hacerme el café mientras no paraba de hablar y de preguntarme… la conversación empezó con “la tarde tan guapa” que se había quedado y, en lo que tardó en calentar la leche, ya me estaba preguntando de dónde era… de Madrid, le contesté mientras ponía el azúcar… con la siguiente frase me vino a la cabeza una canción de Loquillo que me hizo sonreír… y qué hace una “muyer” como tú por aquí, me preguntó ella con los brazos en jarras… para cuando me quise dar cuenta, le estaba contando mi vida a aquélla señora que estaba encantada con mi visita… primero se sorprendió de que viajara sóla, alegando “lo valiente” que era por hacerlo… después me preguntó que a qué pueblo iba… para cuando me quise dar cuenta, Julia –que es como se llama- ya me consideraba amiga y estaba feliz de que estuviera dándole charleta… me encendí otro cigarro mientras me contaba que es de Oviedo pero que hace diez años que vivía en el pueblo… estás casada, me espetó en lo que casi me atraganto con el café… quita quita Julia, le dije, lo bien que estoy yo así haciendo lo que me da la gana… se me quedó mirando muy seria, al principio pensé que tratando de entender mi respuesta aunque después me di cuenta de que sólo estaba pensando en la suya… unos vienen y otros se van, me decía, pero vivir sólo se hace una vez… me sorprendió su manera de decirlo… al principio pensé que me lo decía a mí, después me di cuenta de que pensaba en voz alta…

Mira ven que te voy a presentar a esta amiga mía de Madrid, le decía al cincuentón apostado en la barra… lo decía con tanta seguridad que cualquiera diría que sólo llevaba diez minutos en el bar… cómo era que te llamabes, me preguntó… Fátima, le contesté… ye de Madrid, le decía al tal Manuel que no me quitaba un ojo de encima como si mi procedencia fuera de un exotismo bárbaro… y no está casada, contestó él…  en ese momento, me di cuenta de que me faltaban décimas de segundo para que se me pusiera la cara colorada… ye más apañao, me decía Julia del bebedor de agua en un tono de Celestina total, y está soltero… sonreí… y lo bien que se está así, le dije apurando el café con leche… Julia seguía hablando sin parar desde detrás de la barra mientras otro hombre entró… esi ye mi marido, me dijo sonriéndome… encantada, le dije desde lejos… una amiga de Madrid, le explicó Julia, cómo era que te llamabes… Fátima, volví a contestar… aquélla mujer seguía rajando en lo que su marido no paraba de pedirle que le pusiera un vino –sin que ella le hiciera puto caso- y el tal Manuel –apañao y soltero- me miraba girando el vaso de agua como si fuera un cubata con mucho hielo… esto empieza a complicarse, pensé sacando diez euros del bolsillo… el tabaco te lo cobro porque tengo “de hacerlo”, me dijo, pero al café te invito pa que vuelvas otro día a verme… sonreí… palabra, le contesté recogiendo las vueltas… a ver si tengo suerte y te veo la próxima vez también, me dijo el descamisado Manuel, no todos los días uno ve “muyeres” como tú… tiene que volver a que sí Manuel, decía Julia, ye encantadora… eso es porque no coincides conmigo por las mañanas, le contesté… con las orejas a punto de freírse por la vergüenza que estaba pasando, fui saliendo del bar… desde la puerta, los abuelos eran espectadores del teatrillo de dentro asomando las cabecitas… filla ven un segundín, me dijo Julia… reculé sobre mis pasos para escucharla decir que mi madre debía ser pastelera y soltarle un “ole” que era la única respuesta que se me ocurría para el piropo que salía de la boca de aquélla mujer con el consiguiente asentimiento de cabeza de Manuel… hasta pronto, les dije poniéndome las gafas de sol en la puerta… eso espero, contestó el soltero de oro del pueblo…

Para cuando arranqué el coche, me reía de la situación… de lo peculiar que es que una tía, sin más, aterrice en uno de estos pueblos perdidos entre montañas… di marcha atrás y volví a la general para comprobar el broche de los veinte minutos más agradecidos de mi vida reciente… Julia, su marido y Manuel habían salido a la puerta donde reposaban al sol los abueletes… me despedían con la mano, con una enorme sonrisa… cuando vi la estampa, sonreí correspondiéndoles con un “adiós” mano en alto… tengo un club de fans en Vega de Cien, pensé para mí mientras seguía mi camino descojonándome de la risa… por esas cosas peculiares que me pasan, quizás, porque se me ocurre parar en el pueblo más recóndito de este Norte perdido… conduje mirando ese paisaje que tanto disfruto oliendo el frío y ese olor a tierra húmeda y a bosque… pensando en esa “amistad” nacida de un par de cigarros y en cómo tuve que repetir hasta tres veces mi nombre para que Julia pudiera presentarme a esa pequeña sociedad de su pueblo… aquí tienes una amiga, me dijo con una ternura tan inmensa como su sonrisa antes de irme, pa lo que quieras y pa lo que necesites… sonreía pensándolo mientras coronaba El Pontón… pensando en lo desprendido de esa oferta suya pese a no recordar cómo me llamo, en todos esos piropos que sin más me había soltado aquélla mujer… quizás sean tonterías, no digo lo contrario… pero, por algún extraño motivo, para cuando llegué a este lado del valle que siento mi casa, ya notaba ese calorcito que le da de comer a mi alma…

sábado, 27 de marzo de 2010

Sí, no...



"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer"
Paulo Coelho


Sí, no…
Lo pienso… me lo pregunto…
Sí, no…
Sonrío…
La vida es una constante elección entre esas dos variantes…
Elección, elegir…
Escoger…
Decidir…
Sí, no…
Tal vez el sí nos hará siempre preguntarnos por cómo habría sido optar por el no…
A veces sabemos que un sí nos empuja al cataclismo…
Y, aún así, lo decimos…
Sí…
Elegimos decirlo a pesar de las consecuencias…
Temiéndolas a veces…
Sabiendo otras que no es la decisión adecuada…
No…
Otras veces abogamos por él sabiendo que es lo más práctico…
Dejando a un lado lo que se desea…
Lo que se quiere…
Querer, un verbo interesante…
Decimos que no aún no queriendo… preguntándonos entonces cómo habría sido decir sí…
Optar por la opción contraria…
Por la otra opción… la otra respuesta…
La opuesta a la que optamos…
Sí, no…
Oscilamos entre esas dos variantes…
Tratando de optar… de decidir…
Peleando contra esos dos enanos cabrones que se nos sientan en cada hombro…
Argumentándole al uno mientras el otro nos tira de los pelos…
Argumentándole al otro mientras que el uno nos susurra…
Sí, no…
Dos letras…
Dos caminos…
Se tarda un segundo en decir sí…
Muchos más en procesar si habremos elegido la respuesta correcta…
Otro segundo para decir no…
Muchos otros para pensar si era lo que teníamos que decir…
Sí…
No…
Quién sabe…
Quizás nunca sea la respuesta adecuada…
Tal vez siempre pajarearemos si era lo que teníamos que decidir…
Volvemos a preguntarnos… a cuestionarnos…
Sí… no…

miércoles, 17 de marzo de 2010

Atrapando a Pandora...

Me acaricio la nuca encaramada al brazo del sofá… mirando esta noche que, como otras veces, es más oscura que nunca… me río… muchas noches demasiado oscuras, me digo a mí misma, pero sé que esta no me matará… las que mataban pasaron hace mucho tiempo y las sobreviví… ahora, simplemente, noches como esta sólo me tiran de los pelos… apuro un cigarro que me he fumado sin ganas… notando el pulso temblón… el labio que no para de latir como siempre cuando me pongo muy nerviosa.… notando un buen dolor de piernas que no tiene motivo ni razón… notándome completamente agotada de batería, sintiendo como si me hubieran pateado todo el cuerpo… el cuerpo, pienso… ese mismo que refleja todo lo que le sucede a esta mente mía… a esta centrifugadora industrial que a veces se me despierta dentro haciéndome sentir que me falta espacio dentro de ese cuerpo que me acompaña…

Miro…

Hoy se me ha dinamitado un poquito el mundo de nuevo… creo que por circunstancias que, simplemente, me han abierto la caja de Pandora que logré encerrar bajo siete candados… esa misma que tiene la habilidad de abrirse sola para aturdirme las neuronas y liberar a mis propios fantasmas… la mente es curiosa… su funcionamiento, sus mecanismos… su manera de activar un resorte que permite llevarme a un límite muy peculiar… el de mi propia resistencia… esa que, de golpe, me vacía el saco de optimismo… de valor… de cojones… de ganas… de ilusión…  supongo que todo eso se resume en algo mucho más simple… me vacía la vida de golpe con un giro de muñeca… pasa tan rápido que el impacto es como si me estampara contra una pared… como si me reventara la cabeza contra ella… viendo cómo me corre la sangre ante los ojos y sin espejo para saber el alcance de los daños… cuando eso pasa, siento ese mismo pánico… ese miedo insoportable que te impide respirar con normalidad…

Respiro…

A veces creo que el mundo a mi alrededor avanza mientras yo estoy  metida en cemento hasta las rodillas… incapaz de cambiar mi situación, de avanzar un solo centímetro… no me muevo, sigo en el mismo lugar pese al paso del tiempo… pese a los caminos que ando porque quiero descubrir qué hay al final… da igual… en días como hoy, mi bendita Pandora hace que se me olvide todo lo que he vivido y recorrido en esta nueva vida de gata… es capaz de hacerme sentir completamente inmóvil… se me pasará, había dicho por la tarde… sonrío… sé que siempre es así… pero, mientras logro volver a cerrar esa caja bajo los mismos siete candados que ya le puse, radiografío mi vida de una manera aterradora… escaneándola… mezclando situaciones y sentimientos… con esa sensación espantosa de estar atrapada… por todo y por nada a la vez… como si sintiera que se me asfixia ese alma que hoy ha reseteado su lado pirata… ese lado que, de golpe, se cuestiona si quiere seguir navegando o simplemente poner un pie en tierra… únicamente por cambiar de rumbo… te está pasando lo mismo que a mí hace tres años, escuché decir a esa reina del Plastidecor, y acabé cambiando completamente mi vida… cambiar, siete letras… un verbo interesante que me hace sentir vértigo y desahogo simultáneamente… una mezcla de sensaciones que asustan y abrazan a la vez…

Suspiro…

Miro los tejados que recortan este cielo mío de Madrid y vuelvo a desear poder pegar un salto sobre cualquiera de ellos… hacer lo que haría cualquier gato de los que veo a veces sobre ellos… tiene que ser una sensación increíble, pienso… hoy se me han perdido las sonrisas, mi sonrisa … cultívala, me dijo hace poco un extraño conocido, es de las mejores que he visto y he visto miles… me vuelvo a acariciar la nuca mientras pienso en esa terrible derrota que he sentido hoy… esa que me ha empujado hasta el rincón del ring… ahogándome dentro de ese bloqueo absoluto al que me someten días como hoy… momentos en los que, aunque quiera, no soy… no estoy… tan sólo pierdo el tiempo tratando de encerrar mi bendita caja de Pandora de nuevo… con todos esos fantasmas dentro, con todo eso que hace que me asfixie dentro de mí misma…

Sonrío…

Se me pierde la vista en esos rectángulos encendidos que veo desde mi propio faro… esas otras vidas, esas otras casas… esas otras Pandoras que cada uno atesoramos como parte de nosotros, como parte de lo que somos… a todos nos supera un día u otro la realidad, las circunstancias… soy consciente de no tener la exclusividad de esos momentos… pero mientras vuelvo a tocarme la cabeza mirando al tendido, me doy cuenta de que suceden para que logre hacer estas disecciones mías… para que le vuelva a dar pilas al alma pirata que me acompaña… para que decida hacia dónde virar o dónde echar el ancla... quizás, porque sé que esta década nueva es un capítulo diferente... y, probablemente, dejo escapar a Pandora para que ella y toda la oscuridad que trae consigo me permitan buscar esa luz que se supone que tengo... esa que, para algunos, soy... esa que, simplemente, es la única manera que conozco de vivir pese a mis propias sombras...

martes, 16 de marzo de 2010

Musa por una tarde...


Disfrútalo, me decía Naia mientras se apagaban las luces, esta tarde tú eres la protagonista… me descojonaba recordándolo al llegar a casa de vuelta de ese evento tan esperado… me gustaría que vinieras a ver nuestra pequeña historia, me había dicho el director del corto en un mensaje de texto… sonreí… nunca pensé que una noche de charleta y descubrimientos entre dos treintañeros diera tanto de sí como para hacer un corto… para él, esa noche fue la manera de contar una historia que necesitaba sacarse de dentro como venganza y victoria personal… todavía recuerdo cuando, apenas un par de semanas después de esa larga noche de conversación sentados en un banco de San Bernardo, volví a verle… tengo que contarte una cosa, me susurró al oído en mitad del Pic-Nic, estoy escribiendo un corto de la otra noche… recuerdo que sonreí… mucho, muchísimo… pensando en las cosas curiosas que tiene esta vida… de cómo es mucho más pequeña de lo que pensamos… de cómo personas que no tienen apenas nada en común, de golpe, se encuentran con que comparten una persona que les ha marcado en sus vidas… cómo con esos pequeños encuentros, cada uno puede cerrar sus propios capítulos… matar a sus propios fantasmas demostrando que, con dos pasados distintos en la mano, el puzzle cobra un orden desconocido… así comenzó aquélla noche de hace ahora un año que, esta tarde, ha plantado su semilla en la pantalla de la Academia de Cine… te lo mando para que lo veas, me dijo una madrugada, ya me dirás qué te parece… recuerdo que, delante de una copa, le hice mis comentarios… mis pequeñas críticas de esa “Lluvia” que apareció en mi bandeja de entrada en mitad de una noche de marzo para contarme una historia que compartimos los dos de la manera más ingenua… improvisada entre cigarros, sonrisas, reflexiones y miradas de complicidad… compartida entre copas del Penta más tarde, rompiendo un momento vital que a los dos nos permitió echar a volar y dejar de ser hijos del viento… inoperantes del flirteo, lo etiquetó él con mucho cachondeo, en eso nos hemos convertido los que tenemos treinta… yo prefiero pensar que, simplemente, necesitábamos aprender a plegar las alas y olvidarnos de que éramos pajaritos heridos…

Sentada en esa butaca de cine, vi cómo aquéllas líneas que leí en un Word se habían hecho realidad… cuando comencé a ver las primeras imágenes, sentí nervios… no todos los días una es musa, le decía a Naia con mucho cachondeo… hola Violeta, me había dicho sólo un par de minutos antes el causante de que estuviéramos todos allí con un abrazo enorme… la dosis de Lexatin que se había procurado para paliar el ataque de nervios de su puesta de largo no le permitía ser tan Jaime como es, tan ocurrente como suele… apaga el móvil, le dije en un tono casi maternal siendo consciente de que ni siquiera había reparado en que acababa de sonarle… cuando “Lluvia” llevaba cuatro minutos en la pantalla, comencé a escucharme a mí misma aquélla noche… diciendo grandes verdades de una situación de mi adolescencia que viví…  reconociendo una situación en un personaje que, a pesar de poder parecerse a mí en su esencia, no tenía nada que ver conmigo… recordando una noche de marzo en la que la casualidad o la causalidad quiso que cada uno le pegara un portazo a un pasado con nombre de mujer… para mí, sólo era una historia de colegio… para él, la peor historia de amor frustrado que podía existir… veía llover en la pantalla pensando en cómo esa noche nació algo curioso… una historia que, por fin, tenía cómo contarse… un hilo conductor para desenredar una madeja que para él era más que cine… era un homenaje vital al dolor que le había causado esa mujer a la que había decidido llamar Lluvia… la esencia está, me dijo al terminar la proyección dándome un abrazo… sonreía… como lo vea una que yo me sé, le dije, o mejor que lo vea… sonrió… creo que para él la mejor de las venganzas sería, precisamente, que esa Lluvia asomara la cabeza por sus 15 minutos de metraje…

Salí de la Academia de Cine con esa amiga de una amiga que ya me he metido en el bolsillo del corazón con intención de tomarnos un batido… nos reíamos de esos encuentros clasificados en los archivos de mi vida que ella desconocía, nos descojonábamos de esos momentos “beca” que todos tenemos en la vida… lo hacía delante de un batido de chocolate  y con un extraño gusto en la boca… el que te deja saber que formas parte anónima de algo, el que te deja no acabar de sentirte reflejada en ese personaje… el de saber que, de la manera más inocente de todas, a alguien le impresionó tanto un rato contigo como para contarlo… como para llevarlo a la pantalla… como para liar a un montón de gente en un sueño que tiene perspectivas de crecer más todavía… como para hacerte sonreír al estar allí viviendo algo ya vivido… pensé en lo curiosa que era la inspiración… la creatividad… esa que vive conmigo aunque a veces cuelgue el cartel de “Cerrado por huelga”… sonrío… esta vez no tuve que buscarla, me dije a mí misma con cierto orgullo, esta vez simplemente lo fui… supongo que, sólo por eso, tengo derecho a sonreír con cierta divinidad… aunque sólo sea durante los 15 minutos que dura esa “Lluvia” que comparto pese a no aparecer en los títulos de crédito de una manera especial…  una historia más para mi álbum de cromos…

Aquí os dejo a "Lluvia", escrita y dirigida por Jaime Vaca... mi compañero de aquella noche de hace muchos años y el genial responsable de estos minutos... 



viernes, 12 de marzo de 2010

Dos horas con Sebas...

Cuando salí del metro en Ciudad Jardín, estaba nerviosa… lo reconozco… con esos extraños nervios que te dan reunirte con alguien a quién admiras… a quién has escuchado muchas noches a través de una radio contar esas aventuras que, quizás, jamás viviré pero que envidio sólo por la manera en las que él las cuenta… por esa pasión que le pone a cada palabra, por la cadencia de una voz que puede contar lo más trágico de una montaña como si se tratara de un cuento para niños… con esa misma ternura, con ese respeto increíble que parece sentir no sólo hacia ese mundo en el que se mueve sino además hacia todos aquéllos que le acompañan en su travesía… me encendí un cigarro para escuchar –no sé ni cómo- que alguien me llamaba… al mirar al otro lado, allí estaba… entonces fue cuando me di cuenta de que era más pequeño de lo que recordaba… que ese cuerpo menudo era el que envolvía a uno de esos hombres que, a pesar de haber cumplido los sesenta, sigue teniendo una resistencia física que ya la querría yo para mí… crucé la carretera nerviosa, dándome cuenta del extraño mariposeo… sonreí… eres más tonta, me dije a mí misma, ya le conoces y no sólo no muerde sino que además es encantador… pero daba igual… me iba a sentar a pecho descubierto con uno de esos personajes que, aunque no sepa explicar por qué, me despiertan un tremendo respeto…

Cuando me subí a su BMW negro, lo primero que hice fue pedirle disculpas… sólo llegaba tres minutos tarde y sentí vergüenza reconociéndole que me había perdido por las salidas del metro… que no caí –como buena no usuaria de ese medio de transporte que me hace sentir rata- que tendría varias salidas… me callé para dejarle hacer lo que, probablemente, hace de él un personaje singular… me callé para dejarle hablar… para que me contara esa agenda del día que tenía por delante… esas tantas reuniones que tenía previstas antes de su viaje a China al día siguiente… no sé por qué, pero me di cuenta de que realmente era un milagro y un privilegio que se hubiera sacado un rato para mí… para contarle ese proyecto que, por lo que sea, le ha contagiado una ilusión que era ajena a él… estás en tu casa, me dijo nada más entrar en aquél chalet pareado, aunque en realidad es la casa de mi gente… mi gente, pensé… para él lo son todos esos montañeros, alpinistas y aventureros en suma que le acompañan en sus expediciones… esos que, de alguna manera, han conformado una familia elegida a la que adora… en cinco minutos, me vi metida en las entrañas de “Al filo de lo Imposible”… rodeada de cintas de mini DV… de estanterías llenas de carpetas de diapositivas de las expediciones que ha vivido… estoy preparando unas imágenes para Cuatro, me dijo sentándose delante de una pantalla en la que veía un cielo acojonante pintado en naranja y fuxia… en dos minutos, había vuelto a desaparecer de aquél sótano de aventuras vividas en lugares impronunciables para bajarme una silla… me quería morir de la vergüenza… aquel hombre me trataba como una princesa cuando la que tendría que rendirle pleitesía era yo…

Nos sentamos mirando aquélla pantalla recordando –él- una aventura vivida… contándome cómo un equipo de investigadores rusos vivía allí durante seis meses al año, a 3.000 kilómetros de cualquier tierra habitada… a semanas de travesía hasta volver a Rusia… le veía sentado a mi lado mirando aquélla pantalla sonriendo de medio lado… explicándome dónde estaba aquélla zona increíble de frío eterno que veía… ese paisaje increíble que invita a pensar en temperaturas bajo cero, experiencia y adrenalina… adrenalina, pensé, eso que tanto me gusta… para la próxima te vienes, me dijo mientras yo alababa ese lugar que veía… me reí… si yo tengo que subir por ahí Sebas, le contesté, me quedo a la mitad… se giró con una sonrisa burlona que me resultó curiosa… ahí sí te quedas a la mitad y no acabas de subir, me dijo, te quedas para siempre… durante un momento, pensé en ese “para siempre”… en la cantidad de gente que ha terminado sus días en una montaña en una de estas expediciones… en que, para Sebas, cada expedición era un pulso con la suerte… pese a la experiencia, pese a haberlo hecho tantas veces… pensaba en ese increíble acto de valor que suponía emprender cada una de esas expediciones que formaban parte de su casi día a día… él seguía hablándome de esa aventura entre hielos que veíamos… llegar arriba debe ser la bomba, le dije en un momento dado, tienes que alucinar mucho… se quedó callado sonriendo mientras se giraba para mirarme… es increíble, me dijo de una manera que sonaba a caricia… me sorprendió su manera de decirlo… me sorprendió porque me di cuenta de que sigue sintiendo una ilusión preciosa por lo que hace… por cada travesía, cada montaña… cada una de las imágenes que ve en esa pantalla y que ha vivido en su propia piel… de vez en cuando, nuestra conversación derivaba en aquello que había hecho que nos reuniéramos… se ponía las gafas, cogía un lapicero… comentábamos mis dudas sobre el documento que había ido a llevarle, marcaba cosas con garabatos sobre él…  y, al cabo de unos minutos, volvíamos a estar hablando de cualquier otra cosa… de editoriales, de los problemas del mundo de la comunicación…

Cuando me quise dar cuenta, me acababa de regalar un libro suyo que traté de rechazar por vergüenza… vengo a robarle tiempo, pensé mirando las páginas de fotografías increíbles, y encima me quiere regalar un libro… lo hizo tan sólo segundos después de colgar el teléfono para hablar con Juanito… cada uno es hijo de lo que ha hecho, le dijo a colación de algo de lo que hablaban, no de lo que ha dicho… de golpe, me taladró las neuronas la frase… tanto que la anoté en mi cuaderno, tanto que empecé a pensar en cuánta razón tenía… le he visto dos veces, me dije, y en ambas ha dicho algo que me ha dado como un gong en la cabeza… te acerco a Madrid, me dijo mientras apagaba los monitores, y haz el favor de coger el libro… me sonó a frase de padre, a orden cariñosa… subí las escaleras avergonzada abrazada al enorme libro que pasaba a ser de mi biblioteca… pensando en comerme mi –otra vez- absurda vergüenza y pedirle que me lo dedicara… sopesando si estaría cayendo en algo poco profesional por mi parte… dándome cuenta de que, en el fondo, no valgo para esas cosas porque me muero de vergüenza… estoy hecha una cojonuda, me dije para mí misma, con el morro que tengo para todo y soy incapaz de decirle que me lo firme… su “dueña”, como él la llamó, apareció por allí… Carmen, su mujer, le tomaba el pelo entre sonrisas mutuas… me enseñaron el despacho que ella ocupa en el ático del chalet, salimos a la terraza a mirar ese pedacito de Casa de Campo que les queda delante… no podía ser de otra manera, pensé para mí, no sabe vivir sin ver un árbol… charlando fuimos recogiendo nuestras cosas para volver a Madrid… yo a casa, él a una tarde maratoniana de compromisos… antes de salir por la puerta, me regaló un libro más… “Robando tiempo a la muerte”, otro de sus libros… léetelo, me dijo en tono paternal, es para que pienses… pensar, me dije para mí, era justo lo que me faltaba… pero acepté el reto sin decirlo en voz alta… el de leerlo como parte de esas lecturas que hago con cariño… creo que, sólo así, se leen los libros que a uno le regalan…

Sentados dentro del coche, hablábamos de su momento vital… de ese desengaño que, pese a todo, sigue haciendo un poco de pupa… esto es como cuando una pareja no funciona, me dijo, cuanto antes termines y te olvides del tema mucho mejor… sonreí… cuántos años tienes, me preguntó… treinta, le contesté mientras entrábamos en Plaza de España… estás en lo mejor de la vida, me dijo mirándome fijamente, sólo que tú no lo sabes… sonreí… sí que lo sé, le contesté… sonrió… léete el libro, me dijo, cuando uno es joven no es consciente de que el tiempo se escapa muy deprisa… le di dos besos, acordando con él fechas para ese proyecto que nos había hecho vernos… abrazada a mis libros… despidiéndonos con la mano cuando arrancó el coche… me senté en las escaleras de Plaza de España a mirar ese Madrid mío que adoro y odio de manera simultánea… pensando en esos cielos rojos… en el calorcito que me había dejado en el alma ese ratito con él… unas horas con muchas palabras, consejos… con paisajes increíbles que me habían llevado un ratito a la Antártida, con esa manera que tiene él de hablar que te invita a escucharle con atención… sonreía encendiéndome un cigarro con mis libros sobre las piernas… seré gilipollas, me decía a mí misma, me moría de ganas de pedirle que me los firmará y no lo hice… me fumé un cigarro pensando en esos sitios que él ha visto, en esas cosas peculiares de la vida que me han llevado hasta él… en ese rato que habíamos pasado tan a gusto de cháchara… otro caramelo más para este peculiar bolsillo…

jueves, 11 de marzo de 2010

Destiempos...


Las miré escaparse mientras en mis oídos sonaba esa canción… esa pequeña fábula cantada en francés que me ha dado carta blanca para hacer algo que mi cuerpo necesitaba… llorar, desahogarme… dejar que ese freno invisible que me impuse tanto tiempo atrás dejara de tensarme las neuronas en esa extraña tierra de nadie… me río mientras me caen las lágrimas… prescribo llorar con la misma soltura que un médico te da una receta para comprar ibuprofeno, y sin embargo soy  incapaz de hacerlo… incapaz de permitírmelo… incapaz de dejar que ese mecanismo de defensa del cuerpo tenga rienda suelta para desbocarse… para dejarse llevar por esas cosas que a veces duelen y otras emocionan… para quitarle el tapón a una bañera llena de días para, simplemente, ver cómo se van por el desagüe… prueba superada, me digo a mí misma buscando un kleenex en el bolso, vuelvo a sentirme al mismo nivel que el resto de esos humanos que tanto he echado de menos…

Sentada en ese banco, he analizado esos destiempos que a veces suceden y que hoy me han llevado a parame a mirar mi vida en ese parque… una palabra que no es mía pero que sí he sentido, que comparto… no todos los días pasan cosas bonitas en la vida, dije en un susurro siendo consciente de que quizás las cosas tienen que ser solamente episodios y no historias… que, por lo que sea, los calendarios de la vida no se ponen de acuerdo para permitir que lo sean… que, tal vez, pese a todo las cosas que suceden lo hacen porque así toca… porque son quizás pinceladas de un lienzo mucho más grande al que le quedan muchas por pintar… destiempos, pensaba sentada en ese banco… últimamente, oigo hablar mucho de ellos… de esos momentos inadecuados pese a contar con los personajes oportunos… de esos chispazos de vida que aparecen y desaparecen ante tus ojos por el motivo que sea… sonrío… quizás los destiempos nos demuestren que las cosas existen… que están, que pueden suceder… quizás sea un guiño del destino para que las busquemos, para que las vivamos… para que las cataloguemos en el mapa de los tesoros, reorientando la brújula… destiempos, tiempo… momento, circunstancias… palabras, sí… realidades, también… nunca sabremos si la decisión era correcta o no de haberse producido en diferente momento… en distintas circunstancias… en otro tiempo que no es el que toca vivir… sonrío…  soy hija del rock&roll, me digo a mí misma con mucho cachondeo, no hay mayor destiempo que ese habiendo nacido en los ochenta… quizás, sólo por eso, soy una puta contradicción y adicta a diseccionar mis destiempos… para entenderlos… para tratar de exprimir ese zumo que sé que tienen… dulce, agrio… sea como sea... tratando de entender, incluso, aquéllo que no tiene explicación o aquéllo que, aún teniéndola, no me resulta comprensible…

Me caían las lágrimas sin que pudiera detenerlas y sin intención alguna de hacerlo… quizás porque, por una vez después de tanto, podía permitirme a mí misma sentir esa fragilidad… sentada en un banco del parque que me rescata de este asfalto que me come con los cascos del iPhone –puto iPhone- escupiendo letras que parecían a medida para la situación pese a estar en modo aleatorio… para ese momento de mi vida de una soleada mañana de este Madrid en la que, simplemente, me rendí al hecho de que no soy de hielo… que me pesa saber que vivo destiempos, contratiempos… circunstancias, situaciones… realidad, ocho letras… eso que nos rodea y que es, al final, el suelo sobre el que pisamos… el que hace que demos cada paso… que caminemos en un sentido o en otro… la he mirado de frente pese a conocerla… quizás por eso me he permitido a mí misma darme un rato para volver a sentir el suelo sobre el que piso… para revisar esos destiempos que marcan muchas veces las pautas de tu día a día aunque tratemos de luchar contra ellos… por qué hacerlo, me digo a mí misma, existen para y por algo… y, supongo, el único motivo por el que suceden es para descubrir para y por qué… sonrío… forman parte del riesgo de tirar el dado sobre el tablero… de jugar a vivir y a explorar… de construir ese puzzle que cada uno tiene y que hace de cada existencia una única…

lunes, 8 de marzo de 2010

La magia de Nunca Jamás...

Salté por una ventana sin red…
Confiando con fe ciega en que no existiría la caída…
Que no habría impacto…
Notando la ingravidez de volar…
No tengas miedo, me dijo Peter Pan…
Agarrándome de la mano…
Suspendiéndome en el cielo…
Nadando entre nubes…
Dejándome arrastrar con cada brazada hacia la isla de los niños perdidos…
Tiré el mapa para no saber el camino de regreso…
Para permitirme una pérdida de timón…
Una ruta distinta…
Corriendo la aventura de sentirme libre…
Volé de la mano de ese niño que no crece…
Para sonreírle a la magia de la escapada…
Del misterio…
A esas mariposas que se sienten ante lo desconocido…
Confié en mi bola de cristal para mirar más allá…
Aprovechando el vuelo para interpretar las reacciones del aire…
Cómo corrían las nubes…
Cómo flotaba mi cuerpo entre ellas…
Cómo se suspendía ese otro cuerpo sin alas que conocía perfectamente el cielo…
De pronto, reconocí la silueta de ese mundo que recordaba…
Nunca Jamás…
Ese hasta el que había volado sin saberlo pese a presentirlo…
Ya sabías quien era, me dijo él al soltarme la mano…
Cerré los ojos para dejar que ese cielo recorrido pasara por mi mente…
Para no sentir cómo pegaba los pies al suelo…
Cómo dejaba de notar el algodón envolviéndome…
Sintiéndome Campanilla en mitad del aterrizaje…
Pequeña…
Inerte pese a las alas…
Asustada por no poder sentir la magia…
Esa que me hizo surcar el cielo sin temerle al suelo…
Sin mirar hacia abajo…
Creyendo que, quizás, la tierra de esa isla se quedó con la magia…
Que, quizás, se acabó durante el vuelo…
Que, simplemente, tenía fecha de caducidad…

viernes, 5 de marzo de 2010

El folio en blanco...

Anochece en este Madrid mío mientras me pregunto qué es lo que me pasa... qué extraño resorte de mi mente se ha cerrado en banda para no dejarme avanzar... el mismo folio en blanco desde hace horas frente a mí demasiadas cosas pendientes de pasarle el fluorescente en la agenda... me voy a piratear o palmo, me he dicho a mí misma mientras cogía el abrigo... no he ido demasiado lejos, apenas un par de calles... las suficientes como para cambiar de paisaje, para poder descalzarme y sentir bajo los pies la hierba húmeda... para desamarrar el barco pirata de ese extraño lugar en el que lleva todo el día... qué me pasa, me pregunto mientras miro por la cristalera de este "Pata negra" que es mi refugio cafetero de los sábados por la mañana... atascada... desconcentrada... bloqueada... te mando eso en cuanto vuelva la musa, han dicho mis dedos en un mail, hoy no sé por donde anda... a veces creo que días como hoy son un ejemplo del síndrome de trabajar en casa... de no tener un espacio definido para trabajar, para cambiar de aires... para salir y tener que volver a entrar... para desear, en suma, llegar a casa y tirarte en el sofá... para añorar, quizás, ese tiempo solo de uno que se tiene al refugiarse entre esas cuatro paredes... refugiarse, lo pienso y me río... a veces la tortilla se da la vuelta y un refugio puede convertirse en una extrañamente familiar jaula...
 
Creo que ese es el problema, me digo mientras sigo viendo cómo cae la noche en ese mundo que se mueve mas allá de la cristalera de este lugar... sintiendo las piernas cansadas después de un día entero sentada delante de un ordenador, enfrentándome a no lograr avanzar en nada que no fuera mecánico... después de un día entero de lucha contra esta cabeza que se va de excursión con una facilidad pasmosa... dejándose llevar por esas nubes que veo solo con alzar la vista... esas que me llevan a otros cielos que fueron parte de mi realidad... cada uno con su propia historia, con su propio álbum de cromos... pero el folio sigue vacío, en blanco... incapaz de llenarse con palabras que digan algo mas allá de las letras... con párrafos escritos que, al releer, no suenan a mí... me angustia sentir semejante vacío de golpe... sintiéndome incapaz de saber qué piensa esta cabeza que hoy parece tener un día de muerte cerebral... que hoy no existe mas allá de este sol que ahora ya es noche... sonrío ronroneando... curioso que haya sido cuando la noche ha caído cuando he empezado a escribir, me digo a mí misma mientras tecleo, nunca pensé que una BlackBerry pudiera resultar tan útil...
 
Pero pienso en el día perdido, en el tiempo escapado... en esta aparente muerte creativa y transitoria que siento hoy... sin ese duende que parece ayudarme a contar cosas en mi propia clave de Fa... miro el calendario de marzo viendo los días vacíos... en blanco, esperando a que los marque con un rotulador... de golpe, siento la angustia más espantosa... la de no saber qué me está sucediendo... la de encontrarme jodidamente perdida dentro de la rutina mas espantosa... sintiéndome de golpe atrapada por ese vacío en la pantalla de un ordenador... sabiendo que, quizás, tenga tan desordenado ahora mismo mi puzzle que no sepa si tirarlo al suelo y volver a empezarlo, o lograr ponerlo en su lugar tal cual está... no sé si eliminar ese folio con frases garabateadas en una pantalla para volver a empezar de cero... de cero, pienso sonriendo, la especialidad de la casa...

miércoles, 3 de marzo de 2010

Cuéntame un cuento...



"Cada día es una pequeña vida"
Horacio Flaco, poeta latino



Cuéntame un cuento que sepa a retraso… a lunes… a improvisación…
A tres euros que se tardaron en cobrar…
Lluvia compartida…
A asfalto mojado en una noche de febrero…
Camino recorrido de una manera diferente…
A eso que se calla pese a acabar diciendo…
Vidas distintas en el mismo momento…
La misma ventana…
Distinta mirada…


Cuéntame un cuento que hable de palabras… de muchas…
De miradas de vergüenza… de rabiosas preguntas…
Uno que hable de personas…
De una llamada de teléfono que no esperas…
Leer algo que emociona…
Una carrera a contrarreloj contra las sorpresas…
Volver a ver un mismo lugar de nuevo…
Descubrir un pequeño kit-kat de paz…
Otro de gloria…


Cuéntame un cuento que se escriba en renglones torcidos…
En palabras escritas hacia arriba en la línea imaginaria del papel en blanco…
En otras escritas hacia abajo…
Con palabras sencillas…
Algunas cortas, de pocas letras…
Otras con tantas que aturden solamente al leerlas…
A otras líneas leídas de diferentes manera…
A las que no llegan pese a esperarlas…
A cuántas lo hacen sin hacerlo…


Cuéntame un cuento que huela a hoy…
Pasado y a futuro a la vez…
A vidas dentro de otra…
Reencuentros inesperados y tardes improvisadas de café…
Uno que huela a sonrisas…
A historias tristes, a episodios de vida…
A fotos mentales que se te graban en el carrete de la mente sin querer…
Algunas para recordar cosas bonitas…
Otras para no olvidar las que no lo son tanto…


Cuéntame un cuento que se lea en muchos capítulos…
En pequeñas historias…
Décimas de segundo, años…
Uno que se lea distinto de atrás hacia delante…
Que sostenga en el lomo muchas páginas…
Que cuente historias de sonrisas y lágrimas…
De caras y miradas…
Las huellas que se dejan en cada camino que se recorre…
Las que se dejan en esos que no caminamos…


Cuéntame un cuento que se recuerde día a día…
De momentos pequeños, de otros grandes…
De princesas sin reino…
De viajes hasta la esquina de la calle…
De piratas y barcos…
De mares perdidos, de océanos encontrados…
Tesoros de mi propia biblioteca…
Un cuento de vida…
De muchas cosas pendientes, de otras vividas…

martes, 2 de marzo de 2010

El increíble -pero cierto- mundo del Facebook...


Cuando esta peculiar red social comenzó, recuerdo que tuve mis reticencias a formar parte de ella… en ese momento, uno de los de mi otra vida, no le encontraba mucho sentido a formar parte de una especie de escaparate público del que participar… uno en el que formar parte supone exhibir en cierta manera lo que soy, lo que hago… pedacitos de mi vida, de mi día a día… de mi existencia… comencé a usarlo con cierto recelo… descubriendo, poco a poco, el extraño funcionamiento de ese micro mundo que sólo vive en Internet pero que tiene millones de habitantes… es curioso, hace poco leí que se considera prácticamente un país en términos de Marketing… una nación en mitad de la nada que la formamos todos aquéllos que asomamos la cabeza por esa ventanita… para saber de los demás… para cotillearles un poco la vida… para conocer más de ellos… o, simplemente, para sentirles mucho más cerca cuando no lo están…

Lo cierto es que, poco a poco, me fui rindiendo a las virtudes de aquello que un día consideré “el radio patio” de Internet… en gran medida porque descubrí que era una manera increíble de saber de los demás… de reencontrar amigos perdidos, compañeros de Universidad… ligues de esos que nunca fueron nada pero a los que les tienes cariño… ex novias de ex novios que, carambolas de la vida, acaban ganando un pedacito del bolsillo del corazón… de seguir la pista, aunque sea a través de una pantalla, de aquélla gente que en un momento dado conoces y que, quizás, no vuelvas a ver más después de un tiempo… pensé en esas personas que, de golpe, me saltaban a la mente cuando empecé a usar el Facebook… la ilusión que me hacía que personas que dejé por el camino se acordaran de mí como para buscarme… también descubrí lo pequeñísimo que es el mundo… la cantidad de gente que conoces que, a su vez, conocen a amigos tuyos… es curiosa la cantidad de reencuentros virtuales que he vivido en este tiempo que llevo siendo usuaria de esa extraña isla que no existe en ninguna parte pero que conforma una auténtica maraña de personas… reencuentros que he vivido con ilusión en muchos casos… nuevas personas que, pese a formar parte de mi mapa mental, nunca habían tenido conmigo un contacto próximo… descubrimientos personales que, a lo tonto, me han llevado a vivir peculiares aventuras vitales de esas que me quedo para mi álbum de cromos… sonrío… colecciono historias, cómo no iba a formar parte de esta…

Gracias a esa bendita plataforma on-line logré saber de aquéllos que estaban lejos de mí… de sus andanzas, de sus vidas… viví una vuelta al mundo con esa amiga de la Universidad a la que, sin ver, siento a mi lado… creo que únicamente por eso merece la pena estar en esa comunidad en la que tus amigos pueden llegar a conocerse entre sí a través de sus comentarios, de sus bromas en un muro inexistente que forma parte de nuestra realidad diaria… de sus pequeñas anotaciones sobre la frase que pones ese día, la canción que te parece en un momento dado la banda sonora perfecta… sus comentarios sobre las fotos que cuelgas… sin apenas darme cuenta, tengo una auténtica galería armada en la que la gente comenta no sólo cómo me ven sino qué les parecen aquéllas cosas que veo a través de la cámara… opinan, me dicen y ejercen de críticos… me río porque me doy cuenta que, gracias al Facebook, ahora tengo un equipo de animadores, estilistas, psicólogos y relaciones públicas… y lo que anima que te digan que estás guapa en una foto, me descojono a veces cuando me paro a pensarlo… creo que lo mejor que tiene ese bendito mundo azul de mentira es la capacidad de acercarte sin hacerlo… me doy cuenta cuando puedo ver crecer al hijo de un amigo que vive al otro lado del mar… cuando puedo saber qué le pasa a mi gente con una premura alucinante, sabiendo cómo viven un día o qué les ha sucedido… puedo sentir que no existen distancias, ni tiempo… a ver si nos vemos más allá de esto, es la frase que más he escuchado decir… creo que ahí está esa cara B de toda esta historia… nos parapetamos detrás de una pantalla estando cerquísima de todo el mundo y a la vez lejos… tratando como si estuvieran en otro planeta a aquéllos que muchas veces viven a apenas un par de barrios de nosotros… en esa cara B también se incluye a veces descubrir cosas de la vida de otros que no nos gustan... lo vi en su perfil del Facebook, he escuchado decir con una tristeza inmensa... saber de los demás implica también enterarnos de cosas que no nos gustan... descubrir pequeñas traiciones ajenas y propias... sentir la desilusión que provocan... 

Lo reconozco, no sé cómo decir lo contrario… me he enganchado a ese mini mundo de mentira que forma esa lista de amigos que están cerca o lejísimos… haciéndome una yonkie de sus experiencias, de sus aventuras… de sus momentos buenos y malos… de las bodas compartidas en imagen fija, de los bebés que nacen y que por cuestiones del directo no puedes ver… de las andanzas de "mis niños de Venezuela" como les denominé en su día, de una familia que no es mía pero que adoptó... he aprendido a mirar una parte de la vida a través de una web en la que no me importa reflejar lo que soy… mis locuras diarias con su consiguiente comentario de estado… de esa aportación que intento hacer con una canción cada día… quizás sea un vicio por aquello de trabajar en el mismo lugar en el que vivo, tal vez sea a veces la necesidad de sentir compañía… pero tengo que reconocer que así es como si tuviera un montón de compañeros de trabajo que, con el café de la mañana, me cuentan sus cosas… que, después de comer, planean unas cañas… o que, sin venir a cuento, te acaban invitando a un concierto o proponiendo una película que no te puedes perder… supongo que habrá quien se declare firme detractor de esto, y lo respeto… pero yo me hago fan sólo porque me permite sentir calor… saber de los demás… conocerles en algunos casos más… porque despierta mi creatividad para identificar las peculiares travesías de este barco pirata… porque, quizás, esa isla es muchas veces el refugio de muchos y el consuelo de otros…