lunes, 30 de marzo de 2009

Caricias

A veces tan sólo el puntero de un ratón puede servir para hacer una caricia… para rozar, sin tocar, unos rasgos… una cara… una sonrisa que no existe más allá de un recuerdo explícito… de una imagen pasada… de una página vivida, machacada y percudida… pero acaricias… como si con ese gesto pudieras acercarte a eso que fue… a lo que existió… a veces, simplemente, a eso que parece lejano en el tiempo y en el espacio… la mente a veces es así de curiosa… no le hace falta el tacto, no le hace falta piel… tan sólo recordar…

Una caricia puede ser escuchar una voz… una que llevas tiempo sin oír… una que reconoces aunque ella no lo haga… una que te hace sonreír aunque esa voz se mantenga fría… ausente, lejana… da lo mismo… a veces las caricias las regalas, las das… con ciertas palabras… con ciertos silencios… con lo no dicho de una conversación… con esos guantazos que te pega a veces una voz por lo que dice, por lo que no dice… por las frases hechas, manidas… repetidas… sin sentido… un callejón sin salida, sí… pero así son las caricias… darlas no implica tener que recibirlas… son un regalo… un pequeño presente enviado de la manera que sea… quizás, muchas veces, simplemente no se entiende… las caricias a veces, simplemente, tropiezan… hay pieles que no están preparadas para sentirlas… hay voces que no saben apreciarlas… hay, simplemente, demasiadas caricias que se pierden en alguna parte del extraño fenómeno de la mente humana… rechazando el calor, la ternura… hay caricias que, aún sin darse, saben a reconciliación… otras saben a despedidas… cada una tiene su propio olor, como todo en esta vida…

Otras veces, puedes acariciar con palabras… escritas sobre un papel, sobre una pantalla… caricias que, en el fondo, destripan lo que eres… sin control, sin releer… sin más… a veces las caricias son, simplemente, eso… deseos enviados… sonrisas regaladas… pequeñas apuestas con la vida… pulsos que te echas a ti misma para demostrarte que tu esencia sigue estando ahí… que algo de ti permanece pese al frío, pese a un invierno que parece que no acaba de marcharse… a veces las caricias te dejan como respuesta preguntas… interrogantes… misterios… lágrimas, también… todo depende del momento… acariciar es un arte, sin duda… y a veces no hace falta ni tan siquiera hacerlo con la punta de los dedos… simplemente es posible con que algo en tu mente haga contacto… con que se despierte un pequeño vacío que has tratado de llenar de alguna manera… siempre creí que, mientras dormía, alguien inventaba caricias para mí… quizás ahora estén todas en la caja de los recuerdos… o, quizás, las mejores estén por venir…

Quizás mi mayor capital sean mis caricias… esas que algunos aprecian, que otros no… esas que me hacen ser quien soy… esas que a veces no doy pero que sin embargo se sienten… como un sello personal… invisible… intangible… un sello que para algunos me hace ser yo… y para otros es, simplemente, algo que no interesa…

domingo, 29 de marzo de 2009

Esos extraños domingos

De golpe, el tiempo cambia… Madrid parece volver a vestirse de invierno para dejar atrás todos esos días de sol que parecían haberme dado la vida… la conjunción astral no puede ser peor… domingo, finales de marzo, día de invierno… para darle todavía una dosis mayor de melancolía a este luminoso frío que invade la ciudad, Cuatro decide emitir “Mentes peligrosas”… y yo, francamente, me quiero morir… de golpe, me viene a la cabeza la Chocita Sueca, un garito que hay cerca de la glorieta de Bilbao… recuerdo unas lágrimas… recuerdo el miedo a sentir… lo siguiente que me pasa por la cabeza es un CD grabado para mí… esa canción que tanto significaba… la banda sonora de una película de “mi época”… reniego de esta extraña memoria mía que sólo retiene, como les pasa a los ancianos, recuerdos de hace tiempo… y pocos de la actualidad…

Odio los domingos, creo que es sabido por todos… lo más curioso es que, antes, aunque me disgustaban sabía sacarles provecho… se hacían largos, sí… eran esos días tediosos en los que todo está cerrado… en los que pese a tener un montón de horas por delante, no sabes qué hacer con ellas… te entra una especie de estado perruno que te hace sentir que la programación de la tele es mala… que no hay nada que ver, que no sabes qué hacer… a mí antes me daba por limpiar armarios, por tirar cosas… de vez en cuando continúo con esa tradición… pero, de manera habitual, ahora simplemente leo… busco otros recursos para emplear esas horas tediosas… esas 24 horas que parecen abocadas a morir lentamente, a matar lentamente… son un día jodidamente melancólico, lo siento… pese a las tardes al sol en La Latina, pese a irme al gimnasio y volverme loca en la elíptica… lo mismo da… se hace largo, muy largo… y, por algún motivo, desde hace tiempo he descubierto que huyo de lo que hacía antes… no, ya no hay tardes de sofá delante de la tele… ya no hay ese momento de respiro… el sofá me da alergia, lo siento… he decidido desvincularme de él…

Además, he observado que a todo el mundo le disgusta soberanamente este día… sabe a soledad, quizás… a cosas pendientes… a comida familiar, a película mala… a tabla de planchar para algunos, a deportes para otros… al atasco de entrada a Madrid cuando el tiempo es bonito, a las tardes de lluvia que antes disfrutaba tantísimo con una manta… a un café con alguna amiga para paliar las horas muertas y aprovecharlas llenándolas de vida… a reencuentros… viajes que terminan, fines de semana en los que suceden cosas… acaricio las horas que le quedan a este último día de la semana… a este día que, para los católicos, es del señor y para mí es una auténtica pesadilla… supongo que no se puede quitar tampoco del calendario, hay que sufrirlo… una vez a la semana, para más INRI… qué le vamos a hacer, me digo… pasará, como pasa todo en la vida…

La maldición del mes de marzo...

Cuando llega la madrugada de este penúltimo día del mes maldito, suspiro aliviada… marzo se acaba… cinco letras, 31 días… 744 horas en las que, por el motivo que sea, la vida decide pegarte con una paellera en la cabeza desordenando todo lo que ocurre alrededor… sí, te descoloca… con noticias de todo tipo… raras, malas, extrañas y, de manera excepcional, jodidamente buenas… marzo es así, una caja de sorpresas… de esas que, por narices, un mes al año te toca abrir… y de la que puede salir, como en el caso de Pandora, casi cualquier cosa…

Hasta hace poco, creía que esta maldición del mes de marzo de cada año era algo casual… sin embargo, cada día más, estoy convencida de que por algún motivo misterioso este mes es obligatoriamente así… quizás sea porque es el mes de transición entre el frío y el calor… los días en los que parecemos desembarazarnos del invierno para entrar en la primavera… toca adelantar el reloj, tenemos días extrañamente soleados en los que la gente se vuelve loca y se atreve incluso a ponerse sandalias… nos descolocamos, nos enloquecemos… pero, sobre todo antes de llegar el día 1 del mes, toca desempolvar el capote… sí… marzo es un mes para torearlo, lidiarlo y si te dejan darle una estocada… puede que, provisionalmente, creas haberlo matado… pero renace como un zombie cada año…

A la gente le da por la astemia y parecen haberlos desinflado como globos… no tienen ganas de hacer nada, están curiosamente tristes… por algún motivo extraño, es uno de los meses en los que parece venirte encima la avalancha de los divorcios… a todo el mundo le da por dejarlo, por discutir, por engañar a su pareja… coño con el mes… no hago más que escuchar este tipo de situaciones alrededor… la parte positiva de estar sóla es que estas cosas no te pueden pasar, me río para mí misma… además, es el mes en el que los expedientes paranormales más curiosos del planeta se suceden… sí, pasa de todo… caderas rotas, príncipes convertidos en sapos verrugosos… puntos verdes que parecen marearnos las retinas… novias perfectas que, de golpe, dejan de serlo… novios añejos que aparecen para hacer su función en esta vida y echarle el telón a tantas cosas… pasados perdidos que, de golpe, se reencuentran en un banco de San Bernardo… embargos que, pese a todo, no te quitan la dignidad pero sí te las hacen pasar putas... cárceles personales que viven pendientes de una carta… la cuenta atrás de un mes que, por lo que sea, parece destinado a desequilibrar los cimientos de la vida de cada uno… todo lo que puede salir mal, sale mal... curiosamente... es un fenómeno digno de estudio... y, cuando crees que nada más puede sorprenderte, llega marzo a joderte los esquemas y demostrarte que el circense "más difícil todavía" siempre es posible...

Marzo se acaba, me digo… por lo que sea, me alegra saberlo… y, por lo que sea, tengo un buen presentimiento con toda esta época… incomprensible, sí… quizás porque pese a todas sus rarezas, he vivido este mes con precaución y sin sobresaltos que me hayan desquiciado... tambaleado, sí... o quizás porque tengo un año por delante antes del próximo marzo maldito… no sé cómo se quita del calendario, estoy tratando de enterarme… sólo sé que, pese a todo lo de alrededor, lo he sobrevivido… y eso, con todo, es mucho…

sábado, 28 de marzo de 2009

La lluvia me sabe a ti

A recuerdos, a ese sabor añejo… a tantas cosas vividas, pasadas, sufridas… lluvia, nada más… agua que cae… moja… desaparece… pero deja su rastro… esa extraña sensación… ese peculiar frío metido dentro, calado hasta los huesos… ese sentimiento empapa, sí… marca un antes y un después de la manera que sea… pero pasa, como todo… cuando decide dejar de llover, cuando las nubes se dan una tregua…

La lluvia me sabe a historias… a palabras dichas con miedo… a miradas que se escapan… a ojos que se miran fijamente… me huele a cobardía, a valentía… al miedo a sonreír demasiado, a guardar muchas otras sonrisas en el cajón de sastre… sabe a todas esas gotas que van taladrando la piedra hasta agujerearla… el agua no es más fuerte, tan sólo insiste más… quizás por eso llega a hacer tanto daño… llega a agujerear de esa manera… permitimos que nos posea, es así… que nos moje, que nos haga sentir la sensación de la ropa húmeda sobre la piel… se eriza, al menos siente… y sentir, sea como sea, es el mayor vicio que tiene el ser humano…

La lluvia huele a vida… sí, es así… con ese olor característico… ese que todos recordamos, que todos sabemos identificar… a veces lo extrañamos… otras simplemente somos conscientes de lo que conlleva… del sufrimiento… del frío… de esa irremediable bajada de temperatura que te deja en el alma… pasa la tormenta, es verdad… pero hay que lograr sacar lo que deja de nosotros del charco… a veces, tan sólo es cuestión de confianza… otras, incluso, dejarse llevar por los pasos hasta terminar el camino…

Esa agua nos cae encima, y no sabemos cuándo será… sabemos que ocurrirá, que llegará cuando menos lo esperemos… que tambaleará las ideas, los sentimientos, las sensaciones… quizás lo desenraíce todo para volver a enterrarlo… quién sabe… sabemos que pasa… sabemos qué ocurre… y dejar de empaparse bajo la tormenta a veces es cuestión, tan sólo, de aprovechar el primer claro de nubes… de sacar la cabeza y perseguir a esos rayos de luz que han logrado abrirse paso entre tanto oscuridad… de mirarse cara a cara… con decisión… a uno mismo, no hace falta más…

La lluvia sabe a todo eso que se nos quedó por el camino… a todo lo que arrastró a su paso… a calles vacías, a gente corriendo… a un desconcierto… a un resbalón… a todos esos pasos en falso que no entendemos por qué damos pero que para algo sirven… todo llega, siempre… antes o después… siempre, siempre se pasa la tormenta… y no sólo hay que hacer inventario de destrozos… sino, también, de todo aquello que hemos ganado sin darnos cuenta…

Dedicado a “Lluvia”, el guión de una conversación en un banco que llegó en medio de la madrugada de un viernes… una conversación de decepciones pasadas y sorpresas presentes...

jueves, 26 de marzo de 2009

Espíritu femenino

Durante mucho tiempo, estuvo dormido… sin embargo hoy, sin entender por qué, me he dado cuenta de que lo sentía más vivo que nunca… dentro de mí, volví a sentir esa fiebre de la Universidad… esas décimas de feminismo que me hicieron partirme la cara para defender ese sitio que representa la mujer en el mundo… su libertad… me hace gracia, hacía años que no lo pensaba… hoy me he vuelto a sentir orgullosa de este peculiar colectivo que formamos… de esa solidaridad irrompible que regalamos… de ese daño que podemos hacernos entre nosotras… de todo lo que soportamos, vivimos, sufrimos, sonreímos y lloramos…

Mi pequeño trabajo de campo comenzó quedando con una ex compañera de curro que, ahora, me ha metido en un proyecto que me ilusiona… es venezolana, valiente… habla con esa dulzura de su acento… transmite tranquilidad y, sin embargo, es un puro nervio… hablábamos del trabajo cuando de golpe me vi charlando sobre lo injusto… sobre algo que para ambas era obvio pero que resultaba absolutamente inconcebible para un hombre… se tomaba su Nestea riéndose, pasando por dentro su mal momento personal… si tenía que empezar de cero, estaba dispuesta… no la asustaba… pese a estar a punto de ser abuela, pese a haber sido madre forzosa… me maravilló su fortaleza… en su mente, no había sitio para otra idea… y, sin embargo, sabía que esa decisión le estaba doliendo más que nada en la vida…

Tuve que despedirme de ella a la carrera porque había quedado con otra amiga… tenía que acompañarla a ese extraño lugar en el que ninguna mujer quiere estar y en el que todas pensamos que jamás estaremos… a un lugar que implica frío, miedo… una cierta vergüenza, la sombra de una verdad que es a veces sólo tuya… recordaba aquél lugar, ya había estado antes con otra amiga… al abrir la puerta de la sala de espera, aluciné con la cantidad de mujeres que había allí… mujeres peculiares, con esa extraña mirada… todas se miran, saben su estado… saben para qué están ahí… en un lado de la sala, una chica acompañada por su novio y una amiga leía los papeles que le habían dado… estaban traducidos al japonés, su idioma… pero cada vez tenía que dirigirse a algún médico, tenía que llevar a su amiga y un diccionario para poder traducir las cosas… pensé en lo duro de vivir una situación como ésta sin poder expresarte… con la barrera de otra lengua, otros sonidos… una barrera que bien podría ser como chocar contra un muro de hormigón en estas circunstancias…

Mi amiga entraba y salía de la sala… papeles, pruebas… en una de sus pequeñas excursiones, al volver traía el miedo escrito en la cara… me habló de anestesia… me dio un escalofrío… y, mientras escondía mi pánico, le hablaba de calma… tratando de sacar su cabeza de esas cuatro paredes que sabían a conversaciones quedas y demasiados suspiros… cuando se fue, puse a cero el contador de mi tiempo… me leí las revistas de la sala… vi el programa que se emitía en el plasma de la sala… bajé las escaleras… fumé… el tiempo se me estiraba demasiado… y por fin la vi… con su carita pálida, con esa especie de borrachera de despertar… nos sentamos en una terraza… la sentí frágil, la sentí fuerte… la miré pensando en que un cuerpo tan pequeño tenía dentro de un motor gigante… ya está, le decía, ya se ha terminado… ella sonreía con cara de cansada… tenía que llamar a otra amiga que no había podido venir… estaba mala, incluso en el hospital… y, cuando descolgó, esa amiga ausente por fuerza mayor lloraba… se sentía culpable de no poder estar, de haber abandonado a mi amiga… realmente, sentía no haber sabido estar cuando ella lo necesitaba… y por dentro me desbordó esta extraña hermandad que se crea entre nosotras… nos sentimos culpables sin deberlo… asumimos responsabilidades emocionales que van más allá de todo… nos protegemos con palabras, abrazos, miradas… eternas conversaciones o un mar de silencios… da igual… es un idioma único… sólo lo entendemos nosotras…

Tocó desandar el camino… volver a casa, llevar su coche… yo conduzco, le dije… empezamos a rodar por Madrid… entre el tráfico, hablando de cualquier cosa… planeamos ir a El Escorial a pasar el día el sábado por la mañana… disfrutar de ese plan pendiente que teníamos… compartir ese rato sólo para nosotras… para hablar de lo de siempre, probablemente… pero queríamos volver a hablarlo todo… del mismo modo, daba igual… dejamos atrás Madrid… una autovía, hablando de pequeñas decepciones que vivimos a diario… hablando de coches, de un viaje… me preguntó por la rubia, me gustó que lo hiciera... recordé su pequeña lucha... nuestro pequeño vicio de hablar a diario... esa extraña lealtad compartida... una compañera incansable de este extraño año de mi vida se unió a la excursión… iba a rescatarme a mí y llevarme de vuelta a Madrid… nos habíamos convertido, sin quererlo, en el equipo perfecto… no estaba planeado… simplemente, surgió de la manera más natural… llegamos a nuestro destino y decidimos charlar en lo que dura un cigarro… las tres… es curioso… apenas se conocen entre sí y, sin embargo, ambas se saben la vida de la otra… sus problemas, sus dolores… se hablan con un cierto cariño… se conocen sin hacerlo…

De vuelta a Madrid en el asiento del copiloto, hablábamos de los secretos… de las pequeñas espinitas que tenemos clavadas… del precio de vivir, de las pequeñas alegrías que te hacen feliz durante un ratito cada día… de esas verdades que son sólo para nosotras… de esas cosas no contadas que tendremos que guardarnos dentro siempre… y de golpe, mi amiga incansable me dijo algo que sólo podía ser el titular del día… somos Superwoman Purple Power, me llamó, eso que no se te olvide…

Análisis de una locura

“Frenopático” es una palabra que siempre me ha gustado… me parece distinta… complicada de pronunciar… un tanto enigmática si la desconoces por completo… sí, la manera más elegante que existe para denominar a un centro psiquiátrico… a mí, con el carnet oficial de loca, me dejan entrar sin problema… es una de mis bromas frecuentes, sí… me considero de ese colectivo y, lo más curioso, es que a veces me encanta…

Añadido, últimamente estoy aprendiendo a atarme la camisa en la espalda… voy practicando, para cuando llegue le momento… ensayo, error, ensayo… lo conseguiré, me digo… y sin venir a cuento, para sumarle más miga a este extraño experimento, me veo hablando con Silvia de elefantes rosas… por lo visto hay gente que los ve e, incluso, payasos verdes… el tema de los colores prometo investigarlo, me tiene fascinada… si ya de por sí es jodido ver un elefante en un autobús o en mitad de la Castellana, no me quiero imaginar que para colmo sea de colores… vivo mosqueada oyendo a veces teléfonos móviles que no suenan… sí, tal cual… la maraña de tonos, politonos y sonitonos es inmensa… tanto que, sin sonar, los oigo… curioso, nunca en mi mente salta el resorte de cómo suena mi móvil… siempre les hago a los demás buscar en sus bolsos… estoy de atar, lo reconozco… pero es mucho más divertido…

Y para sumarle más delirio a todo, mantengo conversaciones conmigo misma… con la radio… con el ordenador… en ocasiones, incluso, me descojono yo sóla de algo que se me ocurre… por no hablar de las veces que, empiezo a contar algo, y me despisto tanto que se me olvida de qué estaba hablando… cuál era el comienzo de la conversación... sumo historias, cosas que se me ocurren... Pons dice que soy una web llena de hipervínculos… sí, me disperso… pasa la mosca y pierdo la cabeza… creo que esto de tener una centrifugadora industrial por mente provoca estas cosas… no poder parar de pensar en mil cosas a la vez... tener que salir con un taco de post-its para apuntar el comienzo de las conversaciones para poder terminarlas…

Sin embargo, en medio de mi café matinal, abro una revista y descubro que es un mal generalizado… los psiquiatras están en su mejor momento… por lo visto, el número de clientes ha aumentado de manera asombrosa… se pasan la vida con el taco de recetas en la mano… los españoles estamos como cabras, resume el artículo sin decirlo… me paro a pensar en mi entorno, en mis extrañas situaciones… y sonrío pensando que es cierto… la televisión lo ratifica con una noticia de esas que no entiendes… un hombre que siempre fue, dicho por los típicos vecinos que se prestan a declarar, una persona normal… un término que me hace dudar teniendo en cuenta que, un buen día, se cargó a su mujer a hachazos… y, para rematar, Alex de la Iglesia amenaza en un programa con que su novela “Payasos en la lavadora” va a saltar a la gran pantalla… recuerdo haberla leído cuando estudiaba… me fascinó el nivel de desquicie de una mente para escribir algo tan peculiar… y ahora, además, no se quedará encerrado en unas páginas... cobrará vida... sí, en una pantalla... pero lo hará más real todavía...

Estamos de atar, analizo… sin duda, quizás cada día un poco más… y me por la mente en este momento tan sólo me pasa una frase… la letra de una canción… a veces me pregunto si los peces duermen…

lunes, 23 de marzo de 2009

La carta


"On ne voit bien qu´avec le coeur"
El Principito


Sacó el papel y lo colocó sobre la mesa… se quedó mirando esa página en blanco… la mano temblorosa agarró la pluma… sí, seguía escribiendo con pluma… como se escribe desde siempre, como ya no escribe nadie… este extraño mes de transición había llegado… del frío al calor… y esa hoja en blanco la esperaba… no entendía muy bien su objetivo, su necesidad… no sabía si procedía o no… no sabía qué palabras utilizar para empezarla…

“Querido” le sonaba extraño… un simple “Hola” le parecía escaso… quizás el comienzo tendría que ser más simple… “no sé ni cómo empezar a escribirte” le pareció mucho más adecuado… la musa de la inspiración no estaba de servicio para este tipo de momentos, pensó… ninguna sería la palabra adecuada… ninguna lograría deslumbrar… tampoco trataba de hacerlo… palabras, simplemente palabras… la única manera que tenemos de expresar lo inexplicable… una suma de letras que esconde detrás tantas cosas… cuántas pasan sin que hagamos nada, sin que seamos conscientes de su valor… la primera línea estaba escrita… como un tímido asomar de la cabeza por una puerta… con la misma sensación…

Cada trazo derramaba un poco de sí… decidió no tratar de usar palabras bonitas… tan sólo de escribir… de deslizar esa delgada punta sobre la hoja virgen… sin pensar en lo que decía… sin pensar en lo que sentía… las líneas se sucedían… en algunos momentos, se le inundaba la mente de imágenes… como si estuvieran sacadas de una película antigua… otras, por más que lo intentaba, era incapaz de recordarlas… mucho tiempo, demasiado poco… no sabía explicar ni tan siquiera lo que escribía… todas las palabras le parecían, era imposible encontrar las adecuadas para explicar lo que se le movía dentro…

Escribió ilusionada… apenada… contenta… triste… subida en una montaña rusa de emociones… de extraños pedazos de una historia… con noticias… desnudando los secretos escondidos… golpeándose parte de sí misma por dentro… pero escribía, sin más… no podía dejar de hacerlo, giró la página con ansiedad… le quedaban más frases por estampar… escribía despacio… no sabía a dónde iba a llegar, sólo quería escribir… sin releer, sin pensar… como se escriben las cartas de verdad, pensó… sin tener miedo de volver sobre las líneas, sin querer hacerlo…

Le contó las novedades de ese lugar que ya era desconocido… escribió sobre aquéllas cosas que permanecían intactas, inamovibles… cambiadas por el paso del tiempo pero muy parecidas en esencia… al reloj se le habían caído ya las agujas para cuando terminó de escribir… para cuando apuró una despedida que deseaba muchas cosas buenas… miró las hojas escritas… suspiró… sabía qué decían aunque no las leyera… dobló cuidadosamente el papel… perfecto, alineando las puntas… tratando de que formaran un rectángulo perfectamente imperfecto… nunca fue amante de las simetrías… un sobre color sepia aguardaba… fuera no había destinatario… tan sólo remitente… guardó la carta cuidadosamente… pasó la lengua por el borde engomado… la cerró… sabía qué se escondía en ella, no quería releerla… anotó la fecha en donde tendría que haber puesto el sello… y, sacando su caja de los recuerdos, condenó sus propias palabras… las encarceló entre otros sobres iguales… todos con sus fechas, todos con remitente… todos sin destinatario…

Una más o una menos, pensó… colocó la caja en su lugar… algún día, se dijo para sí misma, encontraría el buzón correcto…

La decisión de marzo

Miró por la ventana, el sol inundaba los tejados que se ven con sólo alzar la vista… la maldición de marzo había llegado al menos bañada en sol… era una extraña tarde de domingo… de cansancio… de resaca, de hastío… trataba de averiguar cómo hacer para quitar esos días de los calendarios… no deberían existir, eran días grises pese a los rayos de sol…

Siguió mirando por la ventana… sintiendo la primavera que llegaba… había dejado atrás un largo invierno… duro, frío… extrañamente eterno… de golpe, un escalofrío le recorrió la espalda… una extraña sensación… miraba el calendario… recordaba sus dolores… se puso la bata… metió dentro de los bolsillos sus manos… tratando de resguardarse del pasado… tratando de protegerse del silencio que reinaba en la casa…

Encendió las velas… le gustaban esos pequeños fuegos provocados… esa tenue luz que parecía darle un valor especial al atardecer… se sentó en su rincón viendo cómo el sol comenzaba a desaparecer… con el periódico sobre la mesa, sonrió… la casa seguía en silencio… ni un solo ruido… quietud absoluta… se le ensombreció un tanto la sonrisa al recordar el ruido de antes… miró al sillón… podía verlo, sabía recordar esa imagen tantas veces observada… desde ese mismo lugar en el que estaba sentada… la pose… la manera de jugar con las manos… hasta el último segundo de esa imagen estaba en su cabeza… la había visto demasiadas veces, la había observado demasiadas veces…

Silencio… seguía habiendo silencio… sentía el paso del tiempo sobre la espalda… la historia vivida… la sentida… la veía lejana y, a la vez, tan jodidamente próxima… volvió a sentir frío, el sol empezaba a escaparse del día… del calendario… como lo había hecho ese tiempo, ese extraño camino que había tenido que seguir… se imaginó que los edificios no existían… que desde su ventana, sólo veía azul… domingo, otro domingo… ha pasado el tiempo, sí… quizás haya llegado la hora…

Y poco a poco, se fue quitando el miedo a levantarse de su sitio… el miedo a que ese silencio la pudiera envolver… y el ruido la pudiera asfixiar… tenía que hacerlo, se dijo… era el día… era el domingo… las cosas hay que pasarlas… se acercó a la radio… la encendió… sintonizó el canal… y en apenas segundos, sintió una bofetada placentera de pasado pegándole en la cara… tantos domingos, tantos… recordaba las voces a la perfección, los nombres… todo… estaban ahí ayer, pensó… aunque ese ayer fuera uno de hace mucho ya, lo volvió a revivir durante segundos en su mente… incluso el olor de la cena le inundó la nariz… una camiseta blanca… un esmalte de uñas…

Con ese ruido recordado y olvidado a la vez, se sentó en su lugar… para ver desaparecer el sol… para recordar los que pasaron ya… y para recordar que hay que esperar los que todavía tengan que venir… para asimilar que hay decisiones en esta vida que es preciso afrontar… aunque no gusten… por mucho que duela… a veces necesitamos plantarles cara para poder sobrevivirlas… o, incluso, para poder revivirlas aunque sea en la más absoluta soledad… tocando sin las manos… viendo a través de la mente…

domingo, 22 de marzo de 2009

La noche de autos

Me miré al espejo… por una parte veía la sombra del recuerdo… 21 de marzo, ha llegado, me dije… doce meses han pasado desde ese otro ya pasado… ajado… jodido… ese que, de alguna manera, le pegó un bandazo a mi vida… respiro, inspiro… me vuelvo a mirar al espejo… me veo de nuevo… un año, Fátima… el reflejo es distinto, yo soy distinta… y sonrío, qué le vamos a hacer… fumo sentada en la cama de esa habitación que ahora es distinta pensando en las cosas curiosas de la vida… me había levantado en León, estaba de nuevo en Madrid… en casa… en esta casa… pensaba en lo curioso de toda esta situación cuando Pons me recordó que estaba llegando a Madrid… me miré, vestida completamente de negro… me brillaban los ojos, no sé por qué… pensé que no había mejor cita para vivir ese 21 de marzo que un cumpleaños de la amiga de una amiga… charlar, reír… evaporarme de mi propia película durante al menos unas horas…

Mientras bajaba Galileo, me encuentro con la chica de la fruta del Pinar… me sonríe, me pregunta que si tengo una cita… que estoy muy guapa… desde luego, pienso, este barrio ha decidido blindarse para darme calor… somos la gran familia que no comparte sangre, tan sólo pedacitos de nosotros mismos… Pons me espera en la esquina, me enseña el tuneado que le ha pegado a sus Converse… subida en mi nube azul, le escupo mis pequeños fantasmas… mis problemas con las fechas, con el pasado, con el futuro… con todo lo que circunda ese mundo que existe todavía de alguna manera más allá de las circunstancias… vamos camino del Rey del Tallarín… un restaurante chino en el que el dueño lleva los pantalones subidos hasta el sobaco y que, una vez estás apurando el café, te pide en su extraño idioma que le dejes la mesa vacía… bajamos San Bernardo mientras me cuenta que le han comunicado que su ex compañero de piso se ha muerto, morido, matado… nos hacemos mayores, pienso mientras me cuenta su reacción, se nos enfría la emoción…

Llegamos… la cumpleañera sonríe desde la puerta… somos diez, la mitad desconocidos… mientras hablamos de los pobrecitos patos mientras devoramos a un primo lejano de cualquiera de los que andan por Acevedo, descubro que ser mala maligna resulta ser mucho más efectivo que buena persona… ser transparente implica no tener misterio… qué jodido es el ser humano pasa por mi cabeza mientras me pongo otro vaso de sangría… cómo nos gusta complicarnos la vida… dos momentos “Martes y Trece” después, estamos del mismo color que la jarra… reír es tan sano para acabar con las tonterías que nos complican la existencia… dura un ratito, sí… pero alivia… y esa noche, yo decidí que me la iba a reír de arriba a abajo… lo pensaba mientras hacía de guía para nuestra siguiente parada, la copa obligatoria antes de pisar el Morocco…
Rebuscando por la calle Pez, encontré el templo buscado… cerveza, por favor, vamos a darnos una tregua… en un momento, estamos diseccionando a una parejita que anda en los prolegómenos de darse su primer beso… nos reímos, nos descojonamos… todos fuimos alguna vez ellos… en mitad de esta explicación compartida sobre el manual de "Cómo lograr un primer muerdo", llega mi compañero de conversaciones de un banco de madrugada… sonríe, me saluda… y después de toda la ronda de besos, me dice que me tiene que contar una cosa… he escrito un guión, me dice… sobre nuestra conversación en el banco… dos desconocidos compartiendo heridas de guerra… sonrío, me hace gracia e ilusión… unas pocas horas en un banco pueden dar de sí siete páginas en clave de comedia, eso sí… me gusta pensarlo…

Llega la hora Morocco… mientras Pons me escolta en esta difícil tarea de poder volar, nos reímos de los granos del mundo… entrando en el garito, de golpe sonrío… me da la luz de los focos en la cara, me gusta de golpe esa extraña visión del alrededor desde ese prisma… me da por apostar con la cumpleañera… si encuentro un bolígrafo en la discoteca, me dice, me dejas que te apunte las canciones que me gustan en la espalda para que te las descargues y hagas un CD… acepto el trato no sé ni por qué… y de golpe, me veo obligándome a remangarme la camiseta para que me apuntara “Bandido de Miguel Bosé” en los riñones… me hace gracia la situación…cada dos temas, tenemos en jaque a toda la gente de nuestro entorno… y cuando el bendito Bic deja de escribir en la espalda, pasamos al brazo… al final de la noche, el repertorio me llegaba al codo y opté por apuntar en el móvil… en mitad de este episodio de surrealismo, bailábamos… lo que fuera, daba lo mismo… hablábamos… reíamos… observábamos… y nos reíamos más… es curioso el poder que tiene una simple mirada…

Después de empezar a sentir que me temblaban las piernas de tanto bailar, Pons y yo optamos por la retirada… las cinco no era una mala hora… al salir del garito, tuve mi segundo de gloria… un desconocido me susurró un piropo… no se puede ser tan guapa, me dijo… mentira, se puede… pero, en este preciso momento, me acabas de hacer sonreír y sólo por eso permito semejante mentira… encaminamos el camino de regreso a casa comentando la noche… riéndonos… olvidándonos del trayecto… tratando de recordar otra época al ver un contenedor de basura tirado en la acera…

Sobreviví con sobresaliente a esta noche maldita en mi calendario, pensé mientras cerraba la llave de casa… la vida siempre da segundas oportunidades… para cambiar las cosas… para vivirlas de otro modo… para reírlas de manera distinta… para sonreírlas sin que haya un por qué lógico…

miércoles, 18 de marzo de 2009

Despertar...

A veces despertar es, tan sólo, cuestión de abrir un ojo… un poquito, dejar pasar la luz por la rendija mínima que te permitan las pestañas… despertar es volver a vivir, día tras día… a veces tan sólo es cuestión de querer hacerlo… querer entreabrir un ojo… tan sólo uno… para ver más allá de la oscuridad… para poder encontrar una pista para seguir jugando… siempre es un juego, sin duda… puede ser el más terrible de todos o el más divertido… a veces, simplemente sentimos el impulso de abrir los ojos… despertar, sí… con o sin despertador… a veces, el sonido no se escucha en los oídos… sino, simplemente, se siente en las tripas… arriba, ha llegado la hora… has abierto el ojo, la mitad del camino está lograda…

Y lo sientes de golpe… es como un impulso… como un empujón del vacío a la tierra… asusta lo mismo que a la inversa… pero, en esta dirección, es gratificante… algo se pone en marcha, se activa… he despertado, me digo… despierta… por fin… nunca pensé que, siendo insomne como soy, pudiera disfrutar tanto una situación… quizás se llama supervivencia, quizás se llame simplemente vivencia… respiras hondo… se te llenan los pulmones… en ese duermevela despierto… lo sientes entrar, te satisface sentirlo… entra más luz de la que esperabas por la ventana… es marzo… un marzo bañado de sol que recuerda una fase REM… “Losing my religión” a lo mejor sería la banda sonora de este momento… a veces vale más perder porque ayuda a aprender a empezar… a arrancar… a poder coger un bolígrafo y garabatear la agenda del alma… de eso que tenemos y nos hace únicos, diferentes…

Despierta, completamente despierta… con los huesos volviendo a su lugar al estirarme… con la capacidad de sentir este sol pre-primaveral en mi piel… con un registro de bostezos muy distinto, con otra cara al mirarme al espejo… me he quitado el pijama de invierno…

Unas gotitas de buen rollo…

martes, 17 de marzo de 2009

El niño melón y la teta de gominola...

De vez en cuando sucede que, el día que menos te lo esperas, acabas metiéndote en la cama con media sonrisa en la cara… de la forma más espontánea, sucede… y si, además es entre semana, ese momento de semi felicidad te parece un auténtico logro… sí, es como si el mundo se congelara de lunes a viernes… como si no existiera en cierta medida… o sí, quizás es que no he sabido mirarlo antes como debiera…

El caso es que de la manera más tonta, acabo quedando con Miguel… el Tonto, como le llamaba en otra época… Melón era otro de sus pseudónimos… lo mejor de todo, es que pasados tantos años, seguimos llamándonos así… hasta el punto de que, cuando me pongo a buscarle en la agenda de mi móvil, me doy cuenta de que no le encuentro por su nombre de pila y tengo que hacer dos intentos más para encontrarle… quedamos a las 7 para compartir estas andanzas del paro, de la vida de la agencia de publicidad y de nuestras vidas propias… llevábamos dos años sin vernos, hablando muy de cuando en cuando por el Messenger… con intentos siempre frustrados de vernos… estaba claro, era el día… con una Mahou el mundo se ve mucho mejor…

Cuando salí del portal, me hizo gracia ver que sigue igual que siempre… eso sí, ya no se tiñe el pelo del color que se le ocurre y ha dejado de quitarse los restos de tinte de la frente con KH7… la herida que tuvo durante semanas en la frente dio mucho de sí cuando trabajábamos juntos y me contó cómo se la había hecho… nos sentamos en un bar de la acera de enfrente de casa… hablamos de su paro, de cómo quebró su empresa… por desgracia, cada vez estas conversaciones son más habituales entre la gente de mi círculo… me contó cómo se buscaba la vida, cómo estaba su chica… su eterna hippy novia que a él le sacaba de quicio con sus felpudos de ranas, sus flores en todas partes y a la que incluso, una vez, elegí un regalo de cumpleaños… sí, me encanta Mónica aunque sólo la haya visto una vez cruzando con él un paso de cebra… hablamos de mi viaje, de su amigo hindú que conoció en Boston… nos reímos entre cañas y botellines de los extraños negocios a los que nos vemos obligados en tiempos de crisis… me contó que quería abrir una panadería, no quiero ser diseñador siempre me dijo… esto no te da de comer… pensé en lo curioso que es nuestro mundo… pese a adorar tu profesión, sabes de sobra que antes o después tendrás que hacer otra cosa… simplemente, sabes que es un mundo con fecha de caducidad…

Nos pusimos al día de nuestras vidas, de nuestros peculiares sueños, como se hace casi cualquier reunión de amigos hoy en día… entre cervezas, sentados, charlando… daba igual que hubieran pasado dos años sin vernos… cuatro horas después le acompañé al coche… quería que lo viera, había pasado de ser el chico del Focus a comprarse un coche “modelo padre”… nos despedimos prometiéndonos otra tarde de cervezas y risas en su barrio… se ha mudado a la mitad de la nada y le alucina la cantidad de “vida” que tiene este barrio… volví a casa de buen rollo, por las risas… por el rato divertido con él… dispuesta a comprobar que le tenía en mi lista de “amigos” de Facebook… ninguno de los dos estábamos seguros, creo que ambos necesitamos comprobarlo al volver a nuestros respectivos hogares… me sorprendió ver que se acababa de hacer fan de “El niño melón” –uno de sus pseuodónimos-… y me tuve que reír cuando había comentando “Dedicado a mi amiga Fátima”…

Y de golpe, en plena comprobación afirmativa –tan afirmativa como que nos habíamos hablado ya por el dichoso Facebook, núcleo central de la vida social de hoy-, vi una ventanita en la parte inferior… leí su nombre… sonreí… una amiga del colegio de León… recordé su nombre y sus dos apellidos, como cuando nos pasaban lista… una amiga que siguió siéndolo, la única que conservé realmente de esa época… una de esas que hace mucho que no llamas, en parte, por la vergüenza que te da retomar una conversación después de muchos años… cinco para ser exactos, pensé… pinché en su ventana, me decía hola… que cómo estaba, que hacía mucho que no sabía nada de mí… recordé que no fui a su boda porque no pude… comenzamos a hablar… he de reconocer que me hizo muchísima ilusión ponerme a charlar con ella como si nada… como si mi desaparición de su vida –porque fue mía, me apunto la autoría del desastre- no importara… me dijo que al principio creyó que ella me había hecho algo, después dice que se dio cuenta de que algo tuvo que ocurrirme para desaparecer así… sonreí… nunca podría contarle todos estos años, son demasiadas cosas… pero algo curioso es que ella nunca ha salido por completo de mi cabeza… pensaba en ella y en su marido pero nunca llamé…

Me contó que ya no vivía en León, que estaba embarazada de siete meses… me alegré de corazón por ella, me alegré de ver que era feliz en Valladolid… me estaba alegrando como si la hubiera visto ayer, imaginándomela con sus gafas de siempre y su sonrisa… me empezó a contar que le había costado mucho trabajo quedarse embarazada… que su pequeño Martín iba a ser un regalo… y me contó la historia de una herida… un cáncer de pecho… me quedé fría… flipando a este lado del mundo… sintiéndome jodidamente culpable por haber desaparecido tanto tiempo… no pasa nada, me dijo, ahora tengo una de gominola… me ha enseñado a pensar de otra manera, me escribía, a ver las cosas de otro modo… tantos años sin verte, pensé, y me estás dando una clase de vida vía Internet… ole por ti, dije para mí, me gusta sentir de golpe que pese al tiempo pasado lo importante es el futuro… le prometí ir a visitarles, le di mi palabra de llamarla…

Y cuando se fue y me dejó delante de esta pantalla, pensé en lo curioso que es el reencuentro cuando entre dos personas hay un cariño especial… cuando, ya sea con unas cañas o a través de la frialdad de una pantalla, de golpe te sientes a gusto de ese rato compartido… de esa puesta al día después de mucho tiempo… de saborear que, pese al tiempo no vivido, no se ha perdido… de comprobar que recuerdas perfectamente sus voces, sus risas… me gustan estos nuevos momentos, estas segundas oportunidades…

lunes, 16 de marzo de 2009

El día que me ligué al vendedor de "La Farola"

Una mañana de lunes más… un día absoluto de primavera en Madrid… el frío comenzaba a morir, quizás… quizás este buen tiempo duraría una temporada para alegrar estos lunes al sol… estos sin un duro pero con una gran sonrisa y muchas ganas… vaqueros, camiseta y a la calle… había quedado con una amiga y la inventora del término de “el país de las bragas”… ineludible, sin duda… nos tocaba una dosis de buen rollo pese a lo gris que pueden ser algunos días aunque brille la luz del sol…

Disfruté del paseo hasta Moncloa… nada más salir del portal, los cascos de iPhone –puto iPhone- en las orejas… aleatorio, hoy quería dejarme en manos del destino que decidiera por mí el aparatillo… me gustaba la sensación de caminar por Argüelles con esa cantidad de luz, con esa música y no otra en mis oídos… pensando en el proyecto de Claudia, en las ganas de hacer… mientras bajaba Fernández de los Ríos, recordé la cantidad de noches por estas callejuelas… las de Universidad, sobre todo… sonreí… el pasado es haber vivido, aunque a veces se eche de menos una época como aquélla… recordé un bocata de calamaras al pasar por los Arcos de Moncloa… estaba contenta, sí... animada...

Con la misma sonrisa de los buenos momentos, me paré en el paso de cebra del Intercambiador… sonaba “Rebuscando en la basura”, de La Fuga, a toda pastilla en mis oídos… me estaba encantando notar ese solecillo en mis brazos y en la cara cuando algo me asustó… sí, literalmente… pegué un salto en el aire… algo había invadido mi metro cuadrado que me corresponde como peatona de esta ciudad… había sobrepasado el límite y yo no contaba con que nada entrara en esa burbuja espacial que tenemos todos en Madrid… pasados los segundos de pánico, pude ver lo que me había sobresaltado… me fui quitando los cascos de las orejas, Madrid sonaba fuera a un nivel muy distinto… un chico negro más alto que yo me sonreía… tendía hacia mí uno de sus periódicos...

Le pedí disculpas por haberme asustado, él sonreía… le dije que no quería el periódico, él seguía sonriendo… me pidió perdón por asustarme y, acto seguido, me preguntó sin parar de sonreír “Do you speak English?”… yo asentí pensando que, ya que el "no gracias" lo había entendido, me iba a tocar darle alguna explicación de alguna calle, algo que por algún motivo me ocurre habitualmente… sí, debo de tener cara de callejero de Madrid… me dijo que se sentía más cómodo hablando en inglés, que lo dominaba mejor… y, francamente, me sorprendió lo bien que hablaba… me preguntó si me gustaba viajar, que en qué países había estado… yo miraba de reojo el muñeco del semáforo, seguía rojo… le enumeré los lugares en los que había estado, me preguntó si conocía África… negué con la cabeza... le pregunté que de donde era, me dijo un “Nigeria” muy sonreído… con muchos dientes, muy blancos… eres guapo, pensé… me gusta tu manera de sonreír… me dijo que él conocía Senegal, que era un país al que yo debía ir… en un instante, me vi cambiada por cuatro camellos y me hizo gracia la idea… pa lo que hemos quedao, pensé…

Luego me preguntó si iba a la Universidad, no paraba de sonreír… me resultó curioso porque venía pensando en ella y hace siglos que no soy estudiante... le dije que cuántos años creía que tenía yo… él contestó mirándome de arriba abajo que no más de 25 o 26… me dieron ganas de darle hasta un abrazo y decirle un “gracias majo” que jamás entendería… cuando le dije que tenía 29, se rió… simplemente, no se lo podía creer… me preguntó si podía preguntarme a dónde iba... le dije que había quedado con una amiga para tomar café, me dijo que era un bonito día para tomar café… y sin más, me tendió su mano… “David” me dijo pronunciando en inglés sin parar de sonreír… “Fátima” le contesté de la manera más castellana del mundo… abrió los ojos con extrañeza, “eres musulmana?”… no pasa nada, estaba preparada para la pregunta… le contesté mientras le estrechaba la mano… si un día quieres tomar un café, me dijo, yo siempre estoy aquí… seguía sonriendo… un “OK, have a nice day David” salió de mi boca mientras comenzaba a cruzar el paso de cebra…

Caminaba flipando un poco con la situación… el peculiar episodio, la sonrisa... tenía que pasarme a mí, mascullaba mentalmente... pero sin estas cosas, mi existencia no sería tan peculiar me digo... cosas de la vida, hice lo que haría cualquier mujer curiosa… mirar hacia atrás… y allí estaba David, mi vendedor de La Farola, sonriéndome desde el paso de cebra…

Esta canción es simplemente maravillosa... un descubrimiento de Radio3 de un grupo que se llama Yamal...


domingo, 15 de marzo de 2009

Be water my friend...



Siempre hay un poco de locura en el amor,

pero siempre hay un poco de razón en la locura

Friedrich Nietzsche




… pensando en nada me di cuenta de algo…
… no fue un error, me digo…
… lo creo, lo sé… sonrío…
… la locura ha llamado a mi puerta, sí…
… pero este extraño lugar es bonito para vivir…
… quizás nunca fue, quizás nunca fui…
… o quizás sí, pero qué más da…
… de nada vale retorcer los segundos…

… este sol ha llegado para tostarme el alma…
… para acabar de darle calor…
… sonrío…
… el ecuador de marzo siempre vuelve…
… quizás sea curioso, o quizás no…
… pero el sol calienta como no lo recordaba…
… alergia pre-primaveral, sí…

… no tengo nada, lo tengo todo…
… polos opuestos dentro de una misma realidad…
… curioso…
… sonrío más…
… pasado, presente, futuro…
… habitantes de mi extraña ciudad…
… volver a empezar sin hacerlo…
… un mismo lugar de partida distinto…

... se le han escurrido las hojas al calendario…
… dentro de esta locura, me alegro…
… el tiempo vuela aún cuando se hace eterno…
… siempre o nunca…
… lo mismo da, ya lo pensaré mañana…
… sonrío…
… veo un reflejo desconocido en el espejo…
… quizás no sea yo, seguro que sí…

… libertad encarcelada por ser tan libre…
… sonrío, los disfruto…
… simplemente creo, lo hago…
… de la misma extraña ajena manera…
… puede que sea locura, puede que no…
… tiré la llave, ya no hay cerrojos…
… creyendo, sin hacerlo…
… lo mismo da…
… dos caminos distintos e iguales…



sábado, 14 de marzo de 2009

Te juro por mis cuernos...

Viernes de bancarrota… sí… pero por algún extraño motivo, me doy cuenta de que no me quita paz la situación… mi círculo es consciente de mis circunstancias, nos reímos de ellas… no queda otra… así que pese a tener esos 20 euros que me acompañan, decido unirme a una sesión de café a tres bandas… una de esas “tardes de niñas de San Luis” en las que sólo estamos tres… La Enana, Pons y yo… quedamos a una buena hora, las 7, en Ópera… Pons venía del metro flipando en colores con la operación policial que se había montado en un minuto… el chico guapo del vagón resultó pedirle la documentación a todo el mundo… y el que más pinta de grunge tenía, resultó ser quien cacheaba… pequeños espectáculos del Madrid en el que, por desgracia, todavía sigo viviendo…

La Enana nos lleva a un sitio, sé que te va a encantar me advierte por teléfono… el “Anti-café”… plagado de cuadros de los clicks en diferentes versiones… en una, son soldados de la mítica serie de “V”… en otra, Batman y Robin tienen vida gracias a los ortopédicos muñecos… me da la sensación de estar en el salón de cualquier abuela, con esos muebles ochenteros rescatados del Rastro… me gusta, sí, no lo voy a negar… uno de mis sueños es tener un bar en la playa… y, sin duda, ese lugar se parece bastante a la idea que tengo… empezamos pidiendo un batido, cuando leo maracuyá en la carta quiero desmayarme… por fin podré saborear de nuevo esa acidez en Madrid… cuando llega el vaso, mi gozo en un pozo… el zumo es blanco –el maracuyá naranja- y debe tener la fruta bendita en alguna parte… hablamos de los extraños episodios de este 2009… de Don Punto Verde, del cheque regalo del Corte que Pons recibió de un admirador… yo escucho callada desde mi butaca, tan sólo hablo de vez en cuando para apuntillar algún tema… mi cabeza está en los clicks de esas paredes, en mis fotos de Colombia… en el comentario de Pons de por qué no expones aquí… me gusta la idea… una exposición de mis fotos… realmente crees que tengo para exponer?, le pregunto… su cara lo dice todo, es un sí rotundo… no sé si me habla el cariño de esta amistad o sus ojos de comunicóloga audiovisual… mientras pedimos la primera copa –son las 8:30 de la tarde-, prefiero quedarme con la duda…

El primer gin-tonic llega mientras La Enana nos habla de cómo es vivir en casa de sus suegros… esta tarde tengo barra libre, me dice… ella quería verme y ella decide pagar mi parte de toda la historia… de otra, no podría estar allí… a la altura del medio cubata, hablamos de las bodas que tenemos en ciernes… de golpe, hemos montado un extraño mercadillo de intercambio de trapitos… todo con tal de no tener que gastar, me río… esto del gratis me gusta… la Enana decide por sí misma que le sobra medio cubata y lo vuelca en mi vaso… a estas alturas de la conversación, los clicks han saturado mi sistema nervioso y estoy metida de lleno en una compilación de momentos extraños que nos resultan peculiares a todas… la Enana se ríe de las citas post-puestas… Pons asiente desde su lado de este micro mundo que hemos creado… primero nos reímos, después nos descojonamos… al salir del Anti-café, la maquina de tabaco le pone la guinda a lo que era una tarde de café que se prolonga en cena… “Señor/a consumidor/a del temible tabaco, tiene que pedir permiso al camarero ¡Qué fuerte!”… le hago mi foto de rigor, cómo no… la entrada en la pizzería cercana –el objetivo era que admitiera tickets-restaurante”- fue un espectáculo… la Enana iba medio pedo, Pons en su justo lugar, yo muerta de la risa… creo que a nadie de los que estaban allí se les olvidó nuestra aparición… arreglamos el mundo bocado a bocado, y al salir volví a sentir cómo el mundo podía ser un buen lugar para vivir… llevábamos juntas tantos años pese a ser tan distintas… me gustó pasear así de vuelta a Opera…

De vuelta en el metro, Pons y yo nos reíamos… cantábamos, bajito… admirábamos a la mujer que estaba sentada delante nuestro… perseguimos a un despistado al salir del metro, riéndonos de lo empinadas que resultaban las escaleras para salir a la calle… Iñigo me esperaba en casa con ganas de una noche de terapia y una botella de ron… tenía que llevar hielo y refrescos… nos metimos en los bajos de Argüelles, cuánto tiempo sin ir por allí… al pasar frente a la capilla -¿a quién se le ocurrió poner una iglesia en una zona de copas?-, Pons me cuenta que sus padres se casaron allí… su padre aparcó en doble fila porque llegaba tarde y dejó un cartel diciendo “Me estoy casando, disculpen las molestias”… me descojono de ese espíritu maravilloso de entender el mundo que tienen sus padres… después del pertinente show en la gasolinera, bajamos Galileo con el botín en una bolsa de plástico… para cuando llego a casa, Iñigo ya lleva una copa… me dice que ahora sí cree que soy una bruja antes de contarme lo que le dolía… y así, entre humo y copas, empezó a desgranarme la historia de una herida… una herida que, para ambos, era lo menos malo de toda la situación… historias similares, paralelas… con distinto final… al menos, por el momento… pero no era trágico lo que hablábamos, al contrario… ambos nos estábamos riendo de muchos de nuestros dolores… yo prometí empezar a colgarme los abrigos… él daba recuerdos… te juro por mis cuernos, me dije a mí misma, que prefiero reírme del mundo que no llorarlo más…

Con la siguiente copa tan sólo seguíamos charlando… riéndonos, descojonándonos… con momentos melancólicos, sí… escuchaba a Iñigo hablar y volví a recordar a mi primo Víctor una noche del verano pasado… sonreí, era el momento de decirla… primo, le dije a Iñigo, estás jodido… pero jodido, jodido… nos descojonamos, a estas alturas ambos pillábamos la broma… y, lo que es peor, el importante significado implícito que conlleva… sí, ambos padecemos la enfermedad de la tontería, no podemos evitarlo… quizás por eso nos entendemos tan, tan bien… la media alma de hombre de Iñigo se rebelaba contra la situación, mi media alma de mujer sacaba a pasear el rabo acabado en tridente que me sale de abogado del diablo… es mi obligación, le dije… él asintió… me di cuenta de lo curiosa que es la vida en este barco pirata… un espacio del mundo en el que dos enfermos de tontería supina se ríen de sus propias desgracias… donde ninguno de los dos se va a la cama sin esa sensación de buen rollo… un reducto llamado RIFI –República Independiente de Fátima e Iñigo- donde, simplemente y pese a los dolores, era mucho más sencillo vivir… sí, somos un auténtico “dream-team” emocional… hasta el punto de que, en plena conversación sobre dolores, acabamos muertos de la risa viendo este vídeo… por favor, tenéis que verlo... Iñigo no sabía si ponérmelo, pero acertó... si Beyoncé supiera...

Hay veces que en la vida sonreír no cuesta tanto… simplemente, quizás, sea cuestión de disfrutar de esta montaña rusa de emociones rodeándote de gente a la que quieres… y, siempre, riéndote de ti mismo…
Que alguien me explique cómo a una persona -humana- se le puede ocurrir que el vídeo-clip de Beyoncé es la misma coreografía que la canción de Encarnita Polo...


jueves, 12 de marzo de 2009

No soy de alquiler

... me dije colgando el teléfono… no, no lo soy… y quizás esa intensidad con la que siento todo sea la que haga que el dolor sea tan insoportable y la alegría tan alborotada… no soy de alquiler, mi corazón no lo es… y querer forma parte de mi registro, así pasen cien años o un día… así una persona que no es familia la sienta como tal… las noticias a veces me caen como jarros de agua fría, es cierto… pero no sé sobrellevarlas de otra manera… de forma automática, en mi mente se agolpan un millón de imágenes… un millón de recuerdos… un millón de momentos y otro millón de miradas… soy así… el búho que vive dentro de mí observa y recuerda… y, hasta el momento, este corazón que no está en venta no sabe cómo se olvida…

Quizás por eso no puedo evitar que noticias que me llegan de lejos me afecten… que me pongan triste pensando en una memoria que ya no es tal… en una mirada que, como me cuentan, está perdida… no es, no está… quizás se fue hace mucho tiempo, quizás un día de agosto cuando dijo adiós aunque no quisiera… quizás la pena fue más fuerte que ella… o quizás, y pese a todo lo demás, le faltó un buen motivo para continuar en el camino… una vez escuché a Eduard Punset decir que la felicidad es la ausencia de miedo… y hoy, quizás, he sentido que ella lo tuvo en su momento… y quizás no supo, quizás no pudo, plantarle cara… en esta extraña noche, recuerdo su voz temblorosa… las manos mirando al suelo pelando papas… aquélla tarta de zanahoria… una risa… muchas cosas… pero, sobre todo, sus ojos… unos ojos claros, sinceros… de esos que simplemente miran… de esos que se inundan de lágrimas sin saber por qué…

Pienso en que nunca recordaba mi nombre… “la muchachita” era como me llamaba… ahora quizás, si pudiera visitarla, ni siquiera sabría quién soy… quizás ya no pregunte por mí, pero sé que lo hacía… y eso me gustaba, me hacía sentir que una parte de esa mujer que conocí hace tantos años seguía viva… que lo mismo que ella era para mí, en otra medida yo lo era para ella… quizás, simplemente, para ella el año que hace que no me ve sea una década… no lo sé… de golpe, he recordado su risa… he recordado las veces que me dijo “ponte un jersey” pronunciando el nombre en inglés… me parecía fascinante que usara ese término, pero para ella era cómo se llamaba… es de esa generación que se crió a los pies de una frontera inglesa en una costa mimada por el sol…

Hoy me han dicho que el Poniente se había llevado parte de ella… parte de esa mujer que en mi vocabulario tenía nombre de madre… no era la mía, pero yo la consideraba la de otro… y he de reconocer que, de nuevo, me ha sobrepasado la realidad… estar tan lejos físicamente no es una barrera… lo es todavía más la lejanía cuando depende de otros factores que no se miden en kilómetros… debí visitarla en noviembre, me digo… pero sabía que no podía verla, no podía entrar y salir de su vida sin más… sobre todo, porque ella nunca ha llegado a salir de la mía… no puedo… hace años compró sin dinero un pedazo de mí y siempre será la auténtica propietaria… y ahora el viento arrastra con los días una existencia… la de una mujer, una madre, una abuela, una bisabuela… la de alguien que me daba sin darme, que me quería sin tener que hacerlo… y a la que yo quiero porque así aparecía en el guión de mi vida… sin explicación, como se quiere de verdad… sin motivo o con todos…

No, no soy de alquiler… a mí no me sirve un tiempo determinado por contrato… pese a las cosas que no comprendo… pese al cerrojo del silencio… pese a todas esas cosas, me vendí… y me rendí… a sus lágrimas incomprensibles… a las bromas sobre que no tenía apetito… a su “chispita” de Coca-Cola a la hora de comer… a esa cuchara que temblaba… a esos ojos azules que recuerdo con tanta vida… a esa mujer que me repetía una y otra vez la misma pregunta, y a la que yo contestaba una y otra vez la misma respuesta… me rendí a su ternura y a su calor… y ni siquiera le tengo en cuenta como nunca lo hice que no pudiera recordar mi nombre…

miércoles, 11 de marzo de 2009

Un chute de primavera

Soy una flor, es un hecho ya demostrado… si de mis clases de alemán prácticamente lo único que recuerdo es decir eso, ahora que estamos en esta transición primaveral lo ratifico… necesito el sol para vivir, creo que definitivamente tendré que mudarme al Trópico… Madrid ya está lleno de ese Lorenzo que calienta desde el cielo sin calentar… ese que me recuerda que dentro de apenas diez días, llegará la primavera… ya he escuchado los primeros estornudos… he visto las primeras mangas cortas… me he destapado de tanta ropa invernal… sí, está aquí… otra más… con una astemia que no sufro, con esa sangre alterada archi machacada… con el recuerdo de que, un año más, llega la primavera…

Por algún extraño resorte de mi mente, hago cuentas de este ciclo… de primavera a primavera, y tiro porque me toca… sí, han pasado muchas cosas… quizás ninguna a la vez… pero este sol sólo ha llegado para recordarme que sigo respirando… que cada día que pasa, uno más o uno menos, no es más que una nueva oportunidad de vivir… de sentir… de sonreír… o de llorar, por qué no… de volver a colocar en su lugar esas extrañas piezas de mi puzzle vital… si, la vida son muchas vidas dentro de una… capítulos con historias… páginas que se pasan… otras que cuesta más trabajo leer… no descubriré la pólvora, llego tarde para eso… pero ahora al menos sí logro sentir cada centímetro de piel que me envuelve sin pensar en la sombra que se proyecta sobre el suelo… sin pensar en la huella que dejo sobre el suelo… es la mía, al menos ahora la reconozco… la puedo mirar y, lo que es todavía mejor, la puedo ver… escuchar en vez de oír… reír en vez de callar… respiro hondo, a veces suspiro igual de hondo… pero he descubierto que, cada vez que lo hago, el peso desaparece… se va, se evapora… se marcha en ese aire que sale de mí para irse a ninguna parte…

En esta extraña nueva primavera, me he dado cuenta de que atesoro calma… paz… sí, ahora lo puedo decir… soy lo que soy, ni más ni menos… me desenvuelvo bien en el mundo de los locos, recientemente me han dado el carnet de socia oficial… disfruto de cosas tan pequeñas como una conversación de bar… cosas tan aparentemente absurdas como tener un lunes al sol escribiendo en un parque… siempre escribiendo, siempre… una historia sobre mí, otra para un corto… ridiculeces como poner la música a toda pastilla y no parar de bailar sola en casa… mis vecinos deben flipar, esta casa es la famosa “Ventana indiscreta” de Hitchcock… sí, por algún extraño motivo de la mente humana, estoy tranquila… soy feliz… y lo soy en esta soledad que ahora me parece más aliada que nunca… volver a ser tú, me recuerdo a veces…

Sin duda la vida nunca es como querríamos… quizás no es como la imaginábamos… quizás nos encontramos con que suceden cosas que se nos escapan, que no queremos… que no deseamos… pero forman parte del riesgo de vivir… de la aventura de descubrir cada día un nuevo sol de primavera… aunque el tiempo pase lento o rapidísimo… aunque aquéllos sueños que un día bordamos en alguna parte de nuestra mente se desmadejen … quizás, simplemente, han dejado paso a otros distintos… nuevos, diferentes… simplificar la realidad a veces ayuda... para crecer, para aprender… para caminar más erguido, mirando de frente al horizonte…
Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que dentro de nada será primavera de verdad... en una mala fecha, en un mal mes… ha pasado un año, me sorprendo... desde esa otra primavera que no sentí a esta que siento… me doy cuenta de que el tiempo pasa mucho más rápido de lo que creemos… que los días pueden ser eternos pero que, cuando menos te lo esperas, otra vez es primavera…

El sábado vi este anuncio de Coca-Cola… el único regalo que nos llevamos de esta vida es tratar de ser felices... de la manera que sea… solos o acompañados... con mucho o con poco... pero lo que sí es cierto es que siempre nos parecerá que ese tiempo de felicidad fue demasiado corto…

martes, 10 de marzo de 2009

Caballeros del asfalto

Tengo esa mala y peculiar costumbre de ir escuchando lo que habla la gente de mi alrededor… incluso, cuando no hablan, acostumbro a fijarme en ellos… les observo… su fisionomía, cómo visten… no, no soy una psicópata en ciernes ni pretendo lanzarme a sus yugulares… simplemente, imagino sus vidas… trato de imaginar a donde van… si alguien les espera… les construyo a cada uno de ellos una vida al milímetro en función de lo que tarda el paso de peatones en pasar de rojo a verde… sí, supongo que simplemente disfruto con esa curiosidad que me despiertan las personas… sus historias, sus vidas… todos tenemos un pasado y un presente… lleno de momentos vividos, de segundos de gloria y otros, simplemente, para olvidar… pero inventar una vida para apenas unos minutos resulta divertido… y ¿por qué no? a mí me permite inventar historias que no existen ni puedo contar…

Precisamente escuchando una conversación de paso de cebra fue cuando descubrí que la vida, a veces, simplemente te da una lección de esas que te fascinan… de esas que te hacen recuperar las ganas de creer en el ser humano… de apartar la vista, quizás, de malos ratos que has vivido o has pasado por confiar en que todo ser humano es –de serie- bueno… pero las buenas personas son las más difíciles de encontrar… y no es cuestión de predisposición o de actitud, no… la nobleza que vive en algunos seres humanos no se busca, no se encuentra… simplemente, un día te la encuentras de bruces y sabes que no puedes dejarla pasar… es un regalo de coleccionista en este extraño mundo en el que vivimos…

Cruzando hacia Atocha, descubrí que pese a todos los prejuicios aparentes existen personas así… y, lo que me resultó todavía más divertido para aquéllos que se te permiten el lujo de juzgar por cómo vistes, procedía de dos indigentes… uno de ellos comía un helado del McDonnalds, cargaba sobre el brazo la típica bolsa de comida para llevar… adelantado apenas un metro, otro hombre… a simple vista no sabría prejuzgar si vivía en la calle, pero el hombre del helado lo supo… aceleró el paso, se acercó a él… y de una manera discreta, apenas imperceptible, le abordó… ¿tienes hambre?, apenas le dijo mientras le señalaba con la cabeza la bolsa de comida… si ya el hecho en sí me dejó atónita, casi me caigo de culo en mitad de las rayas blancas que había pintadas en el suelo… el hombre al que había preguntado contestó, en la misma voz relativamente susurrada… muchas gracias, pero mejor guárdalo para otro que también le vendrá bien… les miré mientras giraba hacia la dirección contraria… hombres, entrados en los cincuenta quizás… habitantes de las calles de este extraño monstruo que es Madrid… supervivientes de una vida que les dio duro, por el motivo que fuera… caballeros del asfalto…

No tendrían nada, cierto… pero de alguna manera esa solidaridad callejera me impactó… porque no forma parte de ninguna campaña, de ninguna ONG… de nada… existe incluso en algo tan básico y tan instintivo como es tener hambre… la calle enseña, la calle es dura… lo he escuchado muchas veces… se lo he escuchado decir incluso a otros sin techo… su mundo es tan fascinante como hijo de puta… pero, por algún extraño motivo, no teniendo nada ese hombre que disfrutaba de su helado del McDonnalds estaba dispuesto a ayudar… a un desconocido… a un hombre con el que cruzaba un paso de cebra en una ciudad de millones de habitantes… habitantes que nos evitamos entre nosotros… que compartimos un mismo escenario pero somos actores de distintas obras de teatro…

lunes, 9 de marzo de 2009

Ni con tetas ni sin ellas hay paraíso

No fui una de esas tantas y respetables mujeres españolas que se engancharon a la mirada de “El Duque”… no, no lo fui… y sin embargo a veces creo que la historia de ese guión se queda en pelotas con la realidad… que siempre supera a la ficción es algo obvio cuando no se trata de una superproducción americana… pero, en ocasiones, la vida de la calle alcanza proporciones tan irreales que bien podría pensar que voy a ver títulos de crédito en algún momento… mi gozo en un pozo, cuenta contar con que es realidad… sin vaselina, sin anestesia…

Delante de una taza de café, descubrí hasta qué punto nos conformamos con tan poco… cómo se puede pintar una sonrisa en una cara con sólo una llamada de 2,15 minutos… cómo una carta puede afianzar unas raíces al suelo que parecían comenzar a volar… lástima, pienso mientras veo esa hemorragia de satisfacción… alguna parte recóndita de mí ansiaba que la historia se escribiera distinto… que esa sonrisa no fuera tan amplia… que, simplemente, esa taza de café hubiera sido para anunciarme que pensaba cambiar de vida… sí, de alguna manera quería oír que había decidido cambiar su rumbo… lo ansié, lo reconozco… pero no sucedió… no había tetas, no… y el paraíso prometido, simplemente, me parecía cada vez más aterrador… pero era una decisión suya y de nadie más… daba igual lo que yo dijera… no se me estaba pidiendo consejo, tan sólo se me hacía partícipe de la situación…

Me paré a pensar que de nuevo era lunes… un nuevo lunes fatídico de estos en los que los astros de los alrededores se dedican a joder a algunos… este lunes no me había tocado la china, pero presiento que el próximo no tendré tanta suerte… pensaba en lo extrañamente impaciente de este lunes cuando otra sobredosis de tetas se coló en mi vida… una ilusión partida a la mitad… un “duque” que, después de todo, no resultó serlo… un hombre que, cosas del destino, había cumplido su función… aparecer, desestabilizar, acojonarse… y, como las cucarachas en el famoso anuncio de toda la vida de Raid, desaparecer… mientras escuchaba esa idea inconclusa, irreal y absolutamente imposible de procesar sentía tristeza… a veces ni el mafioso se enamora de la chica, ni la rubia puede evitar que el perfecto príncipe azul no sea más que un cagón con leotardos… quien dijo que la vida fuera justa, nadie…

Tan sólo unas horas más tarde, sonó mi teléfono… otra historia de tetas que había sobrepasado los límites de la realidad… una prueba de embarazo… la gran pregunta ¿de qué hago Fátima?… como si yo pudiera resolverla… como si yo tuviera alguna respuesta para eso… pensé en las bromas del viernes por la noche cuando hablábamos por teléfono… pensé en sus nervios, mi susto reconocido… ojalá pudiera darte la respuesta perfecta, la que te deje dormir tranquilamente… no puedo… pensé en perfectos caballeros, de esos que de una manera idílica existen en las películas… perfectos individuos que, por algún motivo, no acaban de encajar en las piezas del puzzle… perfectos sustos… y en esos malos que tiene toda serie de intriga… ese que aparece una madrugada para hacerte echar a cara o cruz el resultado de un 1% de margen de error… mañana teníamos el desempate, mañana sabríamos si la noticia era o no la que temíamos…

Pensé en las curiosidades de la vida… en esas historias, con tetas o sin ellas, que me rodeaban… en esas que parecen haber envuelto los alrededores, cargando a cada llamada de un tinte de serie televisiva… historias que marcaban la vida como si se tratara de una pequeña cicatriz con la que teníamos que cargar en adelante… historias, sí… que, de alguna manera, nos hacían más vulnerables… más jodidamente frágiles… quizás, más jodidamente concentrados en encontrar eso que dicen que es el paraíso… quizás cada pequeña cicatriz es, precisamente, el comienzo de una nueva historia… sin tetas, sin paraíso… a veces, simplemente, tampoco tienen que existir...



Destapando un sábado por la noche...

Entono el mea culpa, ahora ya puedo decirlo sin temores… sin tener miedo a cualquier extraña reacción… sí, he decidido engañar al encierro de esta extraña metamorfosis que es la vida… creo que el detonante de esta extraña rebelión ha sido la cara de alucine de mi conserje al verme llegar esta mañana… de acuerdo, eran las 7 y debía tener cara ya de oso panda con tanto rimel y tanta historia… pero a él le ha resultado terriblemente extraño verme a esas horas… de dónde vienes tú, me dice… no sueles venir a estas horas… alucino… mujer, blanca, 29 años, soltera… por lo visto mi estereotipo es incompatible con salir una noche hasta tarde de copas… quizás hace demasiado tiempo que no lo hacía… el suficiente como para que José Luis –el conserje- se muera de la curiosidad por lo eventual del hecho… por eso desde hoy, lo he hecho… le he puesto los cuernos a esos sábados por la noche en los que la madrugada era tan escasa… he decidido darle rienda suelta a mi nueva pasión secreta... volver a vivir las noches del fin de semana...

Mientras subía en el ascensor, temiendo que la luz del ya día hubiera invadido mi habitación, pensé en el día tan extraño que había vivido… con Pons desde prontito… teníamos ambas un día raro, no sabíamos explicar por qué… nos pasamos el día juntas… fuimos a Atocha a la Feria Esotérica de Madrid… así dicho suena a mucho, a la hora de la verdad algo tan modesto como tiendas de artículos y algunos tarotistas… picamos, sí… nos destripó la vida un tal Leo con sus cartas del tarot… con demasiado conocimiento sobre un presente y un pasado que nadie le ha contado… y con demasiado, también, sobre ese supuesto futuro que está por venir… él bostezaba, yo le escuchaba sabiendo las verdades que me esperaban… burlándome por dentro de lo curiosa que es la vida si decides reírte de ella… después del chaparrón de futuro, volvimos a casa… no sé si por decisión de Pons o porque me autoinvité, me acababa de unir a su cena con colegas de la Universidad… el humo imprescindible para superar a Leo, el ralentí invadió mi vida… y llegamos una hora tarde a la cena… la cosa prometía… iba a conocer a un auténtico “eslabón perdido” –definición de Pons- y era algo que me resultaba sumamente divertido… el búho ese que vive dentro de mí se pasó toda la noche girando el cuello… sí… definitivamente el ser humano nunca dejará de sorprenderme… para remate, y entre tallarines chinos y pato –pobrecitos patos-, descubro una copia casi exacta de mi madre… sí, lo curioso es que está sentada en la mesa de la cena y resulta ser la novia del “eslabón perdido”… dios los cría, solos se juntan… y los demás nos permitimos el morboso placer de flipar con ellos… me dieron ganas de meterlos en un vitrina y poder mirarlos durante días… sé que sería cruel, pero como entretenimiento también existe Gran Hermano y nadie dice nada…

El encargado del “Rey del Tallarín” nos echó, alegando que tenía mucha gente esperando para cenar y que nosotros ya habíamos terminado… supongo que tener a doce personas de sobremesa debe ser delito, le rompemos los números de la noche si decidimos fumarnos más de un cigarro con el café… cortesía china oye… bebiéndome el chupito en la barra me vi… y lo que es peor, de hierbas… hacía diez años que me había levantado en armas contra él, pero caí… el objetivo de la noche era lograr sacarnos la espinita de la noche del cumple de Pons… el Morocco tenía que ser conquistado, teníamos que llegar antes de que la cola diera la vuelta a la esquina… calentamos motores en un bar de la calle Pez… Naia me habló de su extraña manera de comer piña… después de dos cervezas, hablábamos de lo que engaña una niña de 15 años hoy en día y de los grandes veranos de “Caravana de mujeres” de Pons… y, de la manera más tonta, escuché un nombre y dos apellidos que me pegaron un chispazo dentro de la cabeza… no podía ser verdad… me reí de la vida y de ver que, tantos años después, hay cosas que no cambian… lástima que tanto frío adolescente se haya convertido en gelidez adulta… sin embargo, carambolas de los astros, ese pasado desconocido acababa de zanjar una deuda… los seres humanos somos curiosos, muy curiosos…

Entrar en el Morocco fue posible… para disfrutar de Rafaella, de la canción de “Estando contigo” de Marisol… para bailar a Viceversa, para gozar con “Thriller”… sí, esto de nacer en los 80 te marca de por vida… encontramos un inocente –y casi infantil- placer al escuchar música de cuando éramos pequeños o, incluso, de antes… sufrí la ocurrencia de llevar una camiseta con una frase… “I was a plastic cup befote I met you” puede dar mucho de sí en un garito y más cuando tiene relieve… en ese tipo de momentos es cuando reniego de mi género… y del contrario… bailamos como si nos hubieran puesto pilas, riéndonos… sin parar de hacer el ganso… entre copas, Azúcar Moreno y todos los personajes que pululaban a nuestro alrededor… daba lo mismo, estábamos allí para pasárnoslo bien… éramos cuatro gatos disfrutando de una noche en la que el la túrmix relaja el modo de picado…

Para las cinco de la mañana, tocó la retirada… el grupo se dividía… Pons y Naia por un lado, Jaime –el amigo que había zanjado su deuda con el pasado- y yo nos íbamos hacia San Bernardo… y llegamos, y dos cigarros después nos sentamos en un banco… mirando a la Glorieta, compartiendo dos pedazos distintos en el tiempo de la vida de una misma persona… una pizca burlona de pasado que de golpe se convertía en una peculiar conversación en el presente… me hizo gracia, acabé la noche como tantas otras cuando estaba en la Universidad… sentada en un banco, muerta de frío… hablando sin parar… disfrutando de una situación tan simple, con tantas coincidencias... con muchas sonrisas…

Sentirse vivo a veces es más sencillo de lo que creemos… es cuestión de disfrutar cada momento sin pensar en lo que pasó ayer ni qué pasará mañana…



sábado, 7 de marzo de 2009

Marea de viernes noche, teléfono y fotos

Estaba intranquila, he de reconocerlo… si creo que por algo me sigue gustando la fotografía de papel es porque siempre encierra sorpresas… algunas veces, desagradables cuando todo eso que tú has visto con tus ojos no sale en el carrete… o cuando, incluso, tienes pánico a no haber sabido usar debidamente la cámara… sí, ir a recoger unas fotos es como jugar a la lotería… puede tocarte algo y alegrarte el día, o salir completamente hundido de la administración… quizás por eso hoy estaba nerviosa cuando puse el primer pie en la tienda Lomo… las imágenes que tenía en la cabeza de mi viaje, las que más me habían impactado, tenían que estar ahí…

Después de hacer un trueque que le debo, Tato me dice que tengo buenas fotos… que no está mal para ser “mi primera vez”… añadido, de tantos carretes han salido la mayoría de las fotos… estoy deseando llegar a casa, no puedo evitarlo… quiero meter ese CD en el ordenador y poder verlas de verdad… mientras esperaba el autobús en Gran Vía enchufada a los cascos, no podía parar de mirar las miniaturas de fotos que ilustraban la portada del CD… no veía nada, no era capaz… en algunas veía colores maravillosos, sabía que esas eran bonitas… pero deseaba verlas, recordar… saber si ese pequeño pedacito de América que quise traerme de vuelta me había acompañado… y, cuando logré llegar a casa y verlas en la pantalla, respiré… cuanto más las veía, más me gustaban… más me recordaban… los niños emberá… las mujeres kuna… el cielo de Bogotá… sus calles, me encantaron sus calles del centro… no podía esperar, necesitaba hacerlas ver… esto de la lomografía, por lo peculiar que es la foto en sí, tiene un puntito de voyeur… hay gente que hace auténticas virguerías con una cámara de plástico y las comparte con los demás… es un pequeño club de “distintos” que cada vez es más grande…

¿Y qué puede hacer una mujer de 29 años un viernes por la noche?... dedicarse a subir sus fotos a Internet… a mirarlas, ordenarlas… desestimé la invitación de salir de copas… quería terminarlo… mientras, la voz de Idoia me acompañaba al otro lado del teléfono… arreglábamos nuestros mundos, nos reíamos… se quedó dormida, sí… su semana de sobresaltos la tenía rendida… sorprendentemente, la mía parecía respetarme todavía… miré el reloj, en Bogotá son seis horas menos… y para cuando terminaba de colgar la última foto, escribí un mail a mi tía… la llamé… de golpe, volví a estar allí… me la imaginaba sentada en la cama suya -en la que todo el mundo se iba sentando hasta parecer el camarote de los hermanos Marx-, hablando, con esa aparente seriedad con la que dice las cosas más divertidas del mundo… me dice que leyeron mi blog, me hace ilusión saberlo… le hace ilusión que le haya mandado un mail con el link para ver las fotos… estaba intrigadísima por saber cómo hacía fotos esa cámara que parecía de mentira… me cuenta las novedades de allí, yo le cuento las de aquí… nos reímos cuando me cuenta que a Pipe le ha tocado defender a Palestina en un juego de simulacro de las Naciones Unidas en el que participa… me pregunta por el cumple de Pons… por Iñigo… me alegra ver que una parte de mi mundo se ha quedado con ella como una parte del suyo se ha venido conmigo a Madrid… acordamos un eje comercial Madrid-Panamá-Bogotá para importar a Colombia jarabe chino para la tos… un descubrimiento panameño de Nando y Nela que tiene a mi prima Ana y su hijo encantados de la vida porque pueden respirar cuando tienen una crisis de asma… me dice que se ha acordado de mí esta mañana cuando ha visto los maracuyás en la cocina… hablamos de venir a España… a su tierra, a esa otra mitad de lo que es y siente… me dice que el tiempo todo lo acaba, se ríe… me repite que “he conquistado América”, a lo que le respondo que quizás América me ha conquistado a mí… me recuerda que mi habitación está allí esperándome… me viene a la mente la imagen de Bogotá iluminada desde el despacho de mi tío… me encantaba mirarla por las noches…

Una hora después colgamos… y reconozco que estaba encantada de sentirme así de bien… de haberla escuchado, de haber recordado imágenes que son parte de mi álbum de recuerdos… de poder enseñárselas a ella desde el otro lado del océano… si antes creía que mi viaje me había cambiado, ahora además sentía que lo había hecho… en el momento preciso… para mirar hacia delante de otra manera… para hacerme millonaria en pequeños detalles de la realidad que, simplemente, te pegan un chispazo en la cabeza… el cortocircuito perfecto, el adecuado… ese que te sacude el espíritu y lo vuelve a poner en marcha…

Sí, creo que sufro el mismo síndrome que las madres con sus hijos… son todas preciosas, o eso me parece a mí… pero os dejo el link para que las podáis cotillear y tirarme piedras si lo consideráis oportuno…

http://www.lomospain.com/galerias/verGaleria.php?user_id=15794