lunes, 23 de marzo de 2009

La decisión de marzo

Miró por la ventana, el sol inundaba los tejados que se ven con sólo alzar la vista… la maldición de marzo había llegado al menos bañada en sol… era una extraña tarde de domingo… de cansancio… de resaca, de hastío… trataba de averiguar cómo hacer para quitar esos días de los calendarios… no deberían existir, eran días grises pese a los rayos de sol…

Siguió mirando por la ventana… sintiendo la primavera que llegaba… había dejado atrás un largo invierno… duro, frío… extrañamente eterno… de golpe, un escalofrío le recorrió la espalda… una extraña sensación… miraba el calendario… recordaba sus dolores… se puso la bata… metió dentro de los bolsillos sus manos… tratando de resguardarse del pasado… tratando de protegerse del silencio que reinaba en la casa…

Encendió las velas… le gustaban esos pequeños fuegos provocados… esa tenue luz que parecía darle un valor especial al atardecer… se sentó en su rincón viendo cómo el sol comenzaba a desaparecer… con el periódico sobre la mesa, sonrió… la casa seguía en silencio… ni un solo ruido… quietud absoluta… se le ensombreció un tanto la sonrisa al recordar el ruido de antes… miró al sillón… podía verlo, sabía recordar esa imagen tantas veces observada… desde ese mismo lugar en el que estaba sentada… la pose… la manera de jugar con las manos… hasta el último segundo de esa imagen estaba en su cabeza… la había visto demasiadas veces, la había observado demasiadas veces…

Silencio… seguía habiendo silencio… sentía el paso del tiempo sobre la espalda… la historia vivida… la sentida… la veía lejana y, a la vez, tan jodidamente próxima… volvió a sentir frío, el sol empezaba a escaparse del día… del calendario… como lo había hecho ese tiempo, ese extraño camino que había tenido que seguir… se imaginó que los edificios no existían… que desde su ventana, sólo veía azul… domingo, otro domingo… ha pasado el tiempo, sí… quizás haya llegado la hora…

Y poco a poco, se fue quitando el miedo a levantarse de su sitio… el miedo a que ese silencio la pudiera envolver… y el ruido la pudiera asfixiar… tenía que hacerlo, se dijo… era el día… era el domingo… las cosas hay que pasarlas… se acercó a la radio… la encendió… sintonizó el canal… y en apenas segundos, sintió una bofetada placentera de pasado pegándole en la cara… tantos domingos, tantos… recordaba las voces a la perfección, los nombres… todo… estaban ahí ayer, pensó… aunque ese ayer fuera uno de hace mucho ya, lo volvió a revivir durante segundos en su mente… incluso el olor de la cena le inundó la nariz… una camiseta blanca… un esmalte de uñas…

Con ese ruido recordado y olvidado a la vez, se sentó en su lugar… para ver desaparecer el sol… para recordar los que pasaron ya… y para recordar que hay que esperar los que todavía tengan que venir… para asimilar que hay decisiones en esta vida que es preciso afrontar… aunque no gusten… por mucho que duela… a veces necesitamos plantarles cara para poder sobrevivirlas… o, incluso, para poder revivirlas aunque sea en la más absoluta soledad… tocando sin las manos… viendo a través de la mente…

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