sábado, 28 de marzo de 2009

La lluvia me sabe a ti

A recuerdos, a ese sabor añejo… a tantas cosas vividas, pasadas, sufridas… lluvia, nada más… agua que cae… moja… desaparece… pero deja su rastro… esa extraña sensación… ese peculiar frío metido dentro, calado hasta los huesos… ese sentimiento empapa, sí… marca un antes y un después de la manera que sea… pero pasa, como todo… cuando decide dejar de llover, cuando las nubes se dan una tregua…

La lluvia me sabe a historias… a palabras dichas con miedo… a miradas que se escapan… a ojos que se miran fijamente… me huele a cobardía, a valentía… al miedo a sonreír demasiado, a guardar muchas otras sonrisas en el cajón de sastre… sabe a todas esas gotas que van taladrando la piedra hasta agujerearla… el agua no es más fuerte, tan sólo insiste más… quizás por eso llega a hacer tanto daño… llega a agujerear de esa manera… permitimos que nos posea, es así… que nos moje, que nos haga sentir la sensación de la ropa húmeda sobre la piel… se eriza, al menos siente… y sentir, sea como sea, es el mayor vicio que tiene el ser humano…

La lluvia huele a vida… sí, es así… con ese olor característico… ese que todos recordamos, que todos sabemos identificar… a veces lo extrañamos… otras simplemente somos conscientes de lo que conlleva… del sufrimiento… del frío… de esa irremediable bajada de temperatura que te deja en el alma… pasa la tormenta, es verdad… pero hay que lograr sacar lo que deja de nosotros del charco… a veces, tan sólo es cuestión de confianza… otras, incluso, dejarse llevar por los pasos hasta terminar el camino…

Esa agua nos cae encima, y no sabemos cuándo será… sabemos que ocurrirá, que llegará cuando menos lo esperemos… que tambaleará las ideas, los sentimientos, las sensaciones… quizás lo desenraíce todo para volver a enterrarlo… quién sabe… sabemos que pasa… sabemos qué ocurre… y dejar de empaparse bajo la tormenta a veces es cuestión, tan sólo, de aprovechar el primer claro de nubes… de sacar la cabeza y perseguir a esos rayos de luz que han logrado abrirse paso entre tanto oscuridad… de mirarse cara a cara… con decisión… a uno mismo, no hace falta más…

La lluvia sabe a todo eso que se nos quedó por el camino… a todo lo que arrastró a su paso… a calles vacías, a gente corriendo… a un desconcierto… a un resbalón… a todos esos pasos en falso que no entendemos por qué damos pero que para algo sirven… todo llega, siempre… antes o después… siempre, siempre se pasa la tormenta… y no sólo hay que hacer inventario de destrozos… sino, también, de todo aquello que hemos ganado sin darnos cuenta…

Dedicado a “Lluvia”, el guión de una conversación en un banco que llegó en medio de la madrugada de un viernes… una conversación de decepciones pasadas y sorpresas presentes...

No hay comentarios: