domingo, 1 de marzo de 2009

Cómo "drogar las bragas"... o vivir con Iñigo

Vivo en un constante Expediente X desde hace unos meses… creo que, más o menos, desde que Iñigo se mudó a vivir conmigo… y lo peor es que creo que no es casualidad… de hecho, le culpo… por compartir conmigo estos peculiares momentos que pasan en esta casa… de la manera más tonta, lo más fácil es que nos entre un ataque de risa… escribir sobre él comenzó a fraguarse hace algunos meses ya… cuando descubrí en él un motivo que me maravilla… sabe doblar unas bragas de la colada… y con una soltura bárbara… motivo que, en pleno ataque de risa, provocó un trabalenguas todavía más divertido… drogar las bragas es su especialidad… y nos ha dado mucho, mucho de sí…

Además de nuestra lucha constante con la colada –que siempre pierde sus calcetines nada más… y un pijama que, de manera constante, cagan las palomas mientras se está secando y hay que volver a lavar-, tenemos otro caballo de batalla… y es que hacer la mínima cosa que implique que la hagamos juntos termina siendo una auténtica odisea… el reloj de pared que me trajeron los Reyes sigue sobre la mesa… sí, no logramos encontrar la alcayata adecuada… pero es que, además, tardamos en esta maniobra más de media hora… entre carcajadas, incapaces… el tendedero se convirtió un día en un auténtico soldado de metal… por no hablar de esa radio que nos tuvo en jaque hasta la madrugada… juntos parecemos un dúo rollo Faemino y Cansado más que cualquier otra cosa…

Él ya no sólo flipa con mis eternas conversaciones con Idoia, sino que además incluso participa… una noche hace poco más de un mes, fue él quién la llamó para comunicarle que yo iba a cenar… sí, un momento histórico… ella le llama “secretario”… cuando reuní mis fuerzas para volar, para irme a Colombia sóla y de una vez, él me amenaza con cambiar la cerradura del piso… tal cual… con apoderarse de mi casa para que no pudiera volver… lo mejor es que mi contestación, cada vez una distinta y siempre “amenazándole”, nos provoca un ataque de risa… además de sentir miedo porque me eche de casa o pedirme una pensión por abandonarle este tiempo, vivo acojonada… asegura que tiene un primo que habla élfico…



Otras veces, sin embargo, hablamos en serio… yo le cuento mi vida desde mi lado del prisma, él a veces habla… otras simplemente escucha sin decir nada… y me gusta que sea así… cada tarde, me encuentro con un nuevo boletín de noticias sobre el sitio donde trabaja… cuando un cocinero no se vuelve loco y amenaza con un cuchillo a otro, un compañero de curro llama diciéndole a su jefa sin pudor alguno que llega tarde porque se ha despertado en San Sebastián de los Reyes sin saber ni dónde está ni quién es la de al lado… es apabullante la fauna y flora de ese lugar tan supuestamente exquisito, sólo apto para algunos… me río, no me queda otra… le ofrezco mi casco de la moto “por sia ca”… desde que vive aquí Iñigo ha aprendido de jardinería… sí, no le queda de otra… y yo he descubierto que, todavía, hay quién –con dos cojones, un poco de ego varonil y la adrenalina de un desafío- se juega una novia al billar… pese a su lado mujer, no deja de ser un hombre… quizás porque es peculiar me hace los coros cuando canto “Hay un gallego en la luna”, burlándome de su acento orensano, o me suelta perlas como “se va la vida” porque, de golpe, descubre que ya es medianoche…

Nos contamos nuestras vidas, a diario… compartimos pequeños momentos de cada uno… pero, por más jodidos que estemos o tengamos momentos malos, siempre sacamos un buen rato para reír… para transformar las penas de cada uno en una carcajada… tenemos nuestro pequeño club de la comedia, es así… y lo mejor es que no lo planeamos siquiera, surge nada más… yo con mi humo, él con su licor café… creo que hasta para anunciarme la muerte de su hamster tuvo un momento de risa… me llega un mail, “Españoles, Gublim ha muerto”… no es serio, no lo es… pero creo que ya hay bastantes cosas serias en la vida y que es mucho más sano tratar de sacarle una sonrisa… es sano reírse de uno mismo… de hecho, es el deporte más saludable… escuchamos música a veces y nos abandonamos a la letra… es curioso ver cómo sentimos parecidas tantas cosas…

Creo que este pequeño rincón del mundo es así por eso mismo… porque, de alguna manera, es como una mercromina… un refugio para muchas cosas en el que cada uno tiene su libertad y su “punto de centramiento” –como dice en sus grandes momentos de pedo mientras sube la escalera para volver a bajarla, todas las noches, diez minutos después porque ha olvidado algo-… pero que, por algún extraño motivo y pese a nuestras vidas ajenas, necesitamos contarnos… y, ¿por qué no?, reírnos de nuestras miserias…

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