sábado, 31 de diciembre de 2016

No, no es el típico balance del año...

"El futuro tiene muchos nombres: para los débiles es lo inalcanzable, para los temerosos lo desconocido, para los valientes es la oportunidad"
Victor Hugo

Es curioso ese sentimiento que se despierta en el ser humano cada 31 de diciembre... hacemos balance de doce meses, escudriñamos los 365 días vividos antes de ese ecuador prácticamente imaginario que supone en resumen comenzar un nuevo calendario... increíble ese invento humano llamado tiempo que todo lo mide, como si la vida pudiera sopesarse solo porque termina ese último mes del año... pero lo hacemos... caemos en esa trampa imaginaria y tan humana de sacar conclusiones, de baremar lo que hemos vivido para saber si en conjunto lo bueno supera a lo malo... como si vivir fuera matemática, como si pudiéramos relativizar todo eso que construye quienes somos solo por repasarlo...

Si cayera en la misma trampa que he caído durante muchos años de mi vida, haría ese balance... ese mismo balance que he hecho año tras año para darme cuenta de que esa cosa inventada llamada tiempo ha pasado también por mí... que, quizás, soy distinta a la persona que era hace un año... que en estos doce meses he llorado, sonreído, despedido, reencontrado... que me he ilusionado y decepcionado... que me ha tocado verle la cara a la muerte y decir adiós a personas que he querido mucho... que le he sonreído a la vida con otros pequeños seres que han llegado para cambiar la existencia de gente a la que quiero... que he aprendido a sobrellevar las ausencias, a afrontar que envejecer es un pájaro de alas grises que sobrevuela a mi alrededor aunque a mí me parezca demasiado pronto para ello... que crecer puede hacerse siempre, aunque sea de otra manera... un año más, he sido afortunada por tener en mi vida a gente que quiero y que me quiere... gente que me acompaña en el camino, aunque no los tenga cerca...

En esta ocasión, decirle adiós a un año no tiene ese agridulce que hasta ahora saboreaba cada 31 de diciembre dándome cuenta de que el tiempo pasa... quizás, porque ahora más que nunca soy consciente de que su paso no hace más que traer consigo sorpresas... momentos que compartir, sensaciones que descubrir... nuevas vidas que vivir a lo largo de un año y que vienen a construir, un poquito más, quienes somos...

A las puertas de este bendito año impar que empezamos solo puedo sonreír... quizás, porque este nuevo año que acaba en siete (un número mágico) no es más que el augurio de lo que está por venir... de ese ser que hace hueco dentro de lo que soy para abrirse a la vida, para demostrarnos que el paso del tiempo no es un castigo sino que también puede ser una oportunidad de vivir... de volver a empezar de otra forma, de escribir una historia diferente en la que su protagonista todavía no tiene nombre definido... la muestra de que nada en esta vida está perdido aún cuando lo creamos...

Así que a menos de seis horas de despedirme de este 2016, no haré balance de lo bueno y lo malo vivido en él porque sería egoísta por mi parte pedirle más... me despido de él deseando que los días del año nuevo corran, que sean benévolos con nosotros y con los nuestros... con toda esa gente que llevo en el corazón y que me ha hecho a mí un hueco en el suyo, compartiendo mis penas y mis alegrías... viviendo a mi lado, aunque no lo estén, todo eso que forma parte escribir una vida...

Que el año que empezamos nos traiga buenos sentimientos, sobremesas con sonrisas, reencuentros, abrazos, caricias, besos de despedida, risas y las lágrimas justas que no sean de emoción... 

Sin balances, solo día a día... que es como deberíamos vivir más allá de los calendarios...

Para los que busquen un balance, él lo hace mejor que nadie... 



jueves, 10 de noviembre de 2016

Cuando el Predictor dice sí...

Tienes que escribir sobre ello, me dijo hace más de un año Inés a través de un privado de Facebook, tienes que contarlo como tú lo cuentas porque no estamos solas en esto... su encargo me supo a la enorme responsabilidad de poner sobre el papel, aunque sea digital, una realidad... esa realidad tan femenina y mucho más común de lo que parece de tener que convivir con los constantes "¿y tú para cuándo?" al acercarte a un bebé... masticando esa otra frase tan manida de "se te va a pasar el arroz" o ese "como no te animas..." al que acabas cogiéndole auténtica manía... 

Hoy, después de mucho tiempo procesando ese encargo que me hizo Inés una noche y que sentía que me quedaba grande, he decidido ponerme a escribir sobre ello... un auténtico intento de apuntar directamente con el dedo sobre la irresponsabilidad de hacer todas esas preguntas odiadas a la ligera... invadiendo tu intimidad sin conocerla, sin saber a qué responde el hecho de que a pesar de haber pasado la barrera de los 35 todavía no tengas hijos... incluso sin saber si es que tu decisión es no tenerlos, algo que no está en mano de nadie juzgar... 

Soy una de esas mujeres que ha callado la tristeza de que una regla suponga un suspiro profundo... una de esas que ha experimentado lo que es desear que esa compañera de cada mes no aparezca de nuevo en tu vida sin éxito... me río... así cambia el alma de una mujer, capaz de sentir que eso que antes suponía un respiro ahora sea una auténtica condena... una que, mes a mes, te recuerda que la Naturaleza no se alía contigo... que quizás, ahora que lo deseas, no puedas saber lo que es ser madre... no puedas saber lo que es tener el increíble título que supone darle la vida a alguien, el único título que quizás merece la pena de verdad en la vida... una terrible frustración que, muchas veces, se silencia y se maquilla... como si tuviéramos que avergonzarnos por no serlo, por no lograrlo... 

Te ves hablando del tema con resignación sin ganas de dedicarle muchas palabras... convirtiendo la negativa de tu cuerpo en un intercambio espontáneo de experiencias con otras amigas, haciéndote un auténtico doctorado gracias a la sobredosis de información sobre tratamientos de fertilidad... descubriendo que el negocio está montado de tal manera que para dar vida tengas que, casi, hipotecártela... sometiendo tu cuerpo a una auténtica paliza física en la que hormonas, miedo y frustraciones se combinan en una incógnita... descubriendo también que esa misma vergüenza que sienten muchas ante el hecho de no serlo por el motivo que sea es la misma que sienten aquellas mujeres a las que la ciencia les ayuda a serlo... fue con tratamiento, una frase susurrada como si nadie pudiera enterarse... como si el hecho de tener ayuda le quitara mérito al hecho de dar vida... masticando de cerca esa misma frustración que yo sentía cada mes en Laura que, a pesar de la ciencia, no ha logrado ganarle todavía la partida a su cuerpo... una lucha que, estoy segura, conseguirá...

Volví a pensar en escribir este post después de una conversación con Adriana... una en la que ella le cambió el título a este texto que tenía en el tintero tras pasar de puntillas sobre el tema... cuando el Predictor dice no, lo había titulado yo... de eso nada, me contestó, cuando el Predictor dice sí porque no podemos perder la esperanza... ahora sonrío al recordar el uso de esa palabra, esperanza... la misma que tenía Inés, la misma que tiene Laura... 

La misma esperanza que tenía yo hasta que hace dos meses la premonición de Adriana se cumplió... cuando el Predictor dice sí, recordé cuando vi las dos rayas pintadas en la prueba... dos rayas que, de pronto, habían aparcado en mi vida esa extraña tristeza de cada mes que muchas mujeres han vivido y viven... dos rayas que suponían dejar de escuchar esas preguntas odiosas que tanto daño me habían hecho hasta entonces... un "sí" que daba miedo y alegría en la misma proporción... que suponía la increíble sensación de saber que, aunque no lo percibas, una vida crece dentro de ti... que suponía tomar conciencia de la inmensa responsabilidad que eso conlleva... 

Esta noche, después de tanto tiempo, he recordado que tenía esta deuda con Inés pero, también, con todas esas mujeres que han vivido o viven esta misma situación... una deuda que pretende regalar un poquito de eso que todas compartimos incluso cuando parece que la perdemos, esperanza... un post que quiere ayudar a desterrar todas esas preguntas y vergüenzas que duelen tanto cuando las cosas no suceden... 

Cuando menos lo esperas es cuando pasan las cosas, me decía mi particular Princesa del País de las Bragas cuando hablábamos del tema... porque haya muchos "cuando menos lo esperas" para todas aquellas que lo persiguen... 

Imagen | Fa Cimadevilla en Instagram

viernes, 2 de septiembre de 2016

El próximo verano...




"No perdamos nada de nuestro tiempo; quizás los hubo mejores, pero este es el nuestro"
Jean Paul Sartre

Creo que pasó hace menos de dos días... de pronto, descubrí que era 30 de agosto... el final del verano, leí a través de una pantalla de whatsapp... verano, me pregunté, cuándo ha sido verano... y, en ese preciso momento, me di cuenta... un año más, el verano había pasado por mi vida casi de puntillas... disfrutándolo en muy pequeñas dosis... viviéndolo a través de una ventana, a través de las fotos de playa y noches de fiesta de mis amigos en Facebook... unas fotos que, un año más, me han puesto los dientes largos... te ponías muy morena, me dijeron con sorpresa la otra noche viendo fotos de hace unos años... suspiro con cierta nostalgia... echo de menos tener un rato para, simplemente, abandonarme a perder el tiempo saludando a Lorenzo... pero eso fue en mi anterior vida...


Soy autónoma, freelance como se llama en mi profesión... una peculiar condena que me da tanta libertad como me quita, esa misma que me permite estar en mis montañas sin apenas disfrutar de ello... este verano, como otros, vine aquí con la firme intención de tener una semana para mí... una para escribir lo que quisiera, para hacer de esta casa un poco más casa... para dedicarme a las manualidades que me dejan la mente en blanco y me suben el ánimo... vine a mis montañas con intención de colgar la hamaca que vino conmigo de Colombia y suspenderme, dejando que pasara el tiempo... escuchando de lejos los críos pasar en bicicleta, identificando que alguien entraba en casa solo por el sonido de la puerta del jardín... impregnándome de esa paz de un lugar donde el tiempo parece pasar de otra manera... 


El pueblo ha regresado a su rutina... el bar ya no es la colmena que era hace unos días, la alegría de los niños ha enmudecido la calle... todos aquellos que llamo amigos desde siempre ya no están disponibles para una cerveza antes de comer, tampoco hay ya de los que regatean con sus hijos la hora de quedar por la noche... se oye a lo lejos una motosierra, la señal de que ha llegado el momento de prepararse para el otoño... mi hamaca sigue guardada en el garaje, los muebles que tenía pensado colocar o arreglar guardan polvo en el mismo lugar que estaban... se me ha escurrido el tiempo delante de una pantalla para ni siquiera estar al día con todo, me digo... sonrío con resignación, es mi sino ir siempre de culo a pesar de estar delante de una pantalla a todas horas...


Nos vemos el próximo verano, me dijo un amigo al despedirse de mí... el próximo verano, pensé hoy mientras veía a las golondrinas prepararse para emprender su gran viaje después de que mi padre me avisara de que llenaban los cables de la luz... sonrío... gracias a que ellas todavía no se han ido, sé que queda verano... aunque el calendario ya pise septiembre, aunque la gente haya vuelto a su normalidad cuando yo todavía no me he ido de ella... aunque sepa que muchas de las persianas que ahora están cerradas van a seguir estándolo durante muchos meses... a pesar de que ellas no regresen de su gran viaje para ocupar unos nidos que observo celosamente...


Supongo que el próximo verano haré otra lista mental de todas esas tareas que quiero hacer, de todos esos proyectos que siempre aplazo... y, probablemente, terminaré un nuevo verano sin haberlos cumplido... quizás ese sea el aliciente de esperar al próximo verano, que siempre quedan cosas por hacer... charlas que compartir, amigos que volver a ver... y golondrinas que volver a ver volar y tener que despedir...


Foto | Fa Cimadevilla en Instagram

lunes, 29 de agosto de 2016

Huye de los odios...

"No dejes que muera el sol sin que hayan muerto tus rencores"
Mahatma Gandhi

Huye de los odios...
de esos viscerales que se te cosen al alma y que se convierten en una enfermedad...
huye de esos odios que conllevan pasado, episodios archivados...
momentos que dolieron pero que ya no existen, decepciones que en algún momento nos rompieron el corazón...
episodios que tienes como herencia, que no has vivido... episodios que, a pesar de ello, han marcado tu vida impregnándola de odio...
huye de los odios que huelen a naftalina, huye de aquellos que únicamente existen para abrirnos constantemente las heridas que ya cicatrizaron...

Huye del odio que despierta la soberbia...
de ese mal compañero de viaje que supone, de esa extraña enfermedad de oscurecerte poco a poco el corazón...
sin que seas consciente de ello, sin darte cuenta de que tu sonrisa es cada vez más falsa y tu rictus cada vez más auténtico...
huye del odio a ti mismo, a tus malas elecciones...
a esas decisiones, palabras, mentiras, gritos y lágrimas que alguna vez tomaste, dijiste, pegaste o sentiste de manera equivocada...

Huye del odio que provoca no pensar igual...
respeta la diferencia, aprende a hacerlo ...
recuerda que ese alguien es tan libre como tú para tomar sus decisiones, para excluirte de ellas...
para equivocarse o acertar, haciéndolo con el mismo derecho que tú...
huye del odio de querer imponer tu opinión...
de llevarla al extremo, de convertirla en verdad absoluta...
de retorcer las palabras hasta ponerlas a tu servicio, de utilizar las mentiras para sembrar más odio en tu vida...

Huye del odio, del que sea...
no lo alimentes, no le des pábulo a instalarse en tu vida...
que no forme parte de tu manera de sentir...
que no lo haga ni tan siquiera de tu manera de hablar... 
huye del odio antes de que te atrape por completo en su telaraña...
antes de que sea más poderoso que todo lo bueno que puede traerte la vida...
antes de que ese odio haga que vivas sola en la vida a pesar de toda la gente de alrededor...

Foto | Fa Cimadevilla en Instagram

domingo, 28 de agosto de 2016

Lola, la galga que no fue mía

"Evita creerte dueño de vidas ajenas, pues no eres dueño ni de tu propia vida"
Anónimo

La primera vez que la vi era apenas un cachorro... una perra de cara y patas alargadas... jugaba en una playa de Huelva, un chico la tenía en brazos... nada más verla, me enamoré de ella... de esa pequeña Cloe, como la habían bautizado, que posaba sin saberlo en unas fotos que cruzaron el mapa para contagiarme de su mirada... de Huelva a Cangas de Onís, bendita tecnología...

Durante meses, la observé a través de una pantalla... vi cómo crecía poco a poco, cómo buscaba familia... soñé con tenerla cerca, con conocerla... con disfrutar de esa vida especial que es compartida con perros, soñé con rellenar un hueco que siento demasiado grande y que tengo en herencia... la vi ser adoptada, la vi ser devuelta por su familia... y esa noche, creí que la vida me mandaba una señal... quizás era el momento de hacer de ella parte de mi singular familia... quizás había llegado el momento de volver a compartir nuestra vida con ella... Raquel se convirtió en una voz al otro lado del teléfono, en unas líneas de whatsapp con noticias sobre ella... y, después de pensarlo con calma, un sábado de julio llegó el momento de ir a conocerla... a recogerla... a traerla a casa, momento de que nos descubriera... un sábado de sol que parecía todavía más luminoso... 

Cloe cobró vida para nosotros y decidimos llamarla Lola... un nombre que llegó después de elegir para ella un collar muy flamenco, uno que la hiciera todavía más guapa y más especial de lo que ya era... comenzamos a descubrir su carácter, su manera de ser... sus orejas descolocadas, el ímpetu de su manera de saludar... su forma pícara de hacer las cosas incluso cuando se lo estabas prohibiendo... de manera furtiva, saliéndose con la suya... nuestra Lola dormía en su camita cuando la veíamos, en el sofá cuando no lo hacíamos... corría aceleradamente por el jardín, con una increíble elegancia... correr como un galgo, creo que hasta ese momento no había descubierto su auténtico significado... una frase que nunca hará honor a la increíble belleza de Lola corriendo... 

Pero Lola se escapó... nos puso el corazón en un puño en una madrugada, volvió a aparecer como si nada... empezó a decirnos, a su manera, que no estaba a gusto... mordiéndose las patas, mostrándose nerviosa... contagiándonos su malestar como si de una enfermedad se tratara, convirtiendo un mar en calma en una difícil travesía... intentando entenderla, descubrí a Davinia... una mujer a través de una pantalla, una mujer que había sido la casa en la que mi Lola creció... conocí a mi perra a través de su experiencia, compartí con ella esa angustia de no ser capaz de que su Cloe quisiera estar con nosotros... descubrí a una perra que me decía a gritos que no era mía, descubrí que quizás su sitio no estaba con nosotros...

Y mi Lola volvió a ser Cloe... se marchó un sábado de julio después de regalarme un rato de su amorosa ternura, esa que me había enseñado tan pocas veces... quizás ella supo entender mis lagrimas de tristeza por tener que renunciar a tenerla cerca, quizás me agradeció así que podía volver a ser esa Cloe que yo había decidido arrebatarle... la perra que vivía en manada, la perra que tenía a Davinia y Victor como sus auténticos dueños... los humanos que ella ya había elegido, los que consideraba su familia junto con otros perros y gatos con los que creció... los mismos que la recogieron felices y nerviosos la noche de ese sábado de julio en la que Lola dejó de llamarse así para siempre... la noche en la que ella volvió a su hogar, al que sí considera como tal... 

Durante las dos semanas que Cloe fue Lola, me permití el lujo de llamarla mi perra... una posesión que, sin duda, no me pertenecía... los animales eligen, he dicho toda la vida...  la galga que no fue mía me lo recordó, me recordó que la lealtad y la manera de querer que tienen los perros es lo que les hace ser tan especiales... incluso si eligen no quererte a ti, incluso si no eres el dueño de sus sentimientos por más que lo intentes... 

Cloe se sigue colando en mi vida de vez en cuando, recórdandome que durante 15 días formó parte de mi familia... Davinia, que sí es su dueña y su hogar, me envía fotos por whatsapp... fotos en las que, como al principio, la veo crecer... jugar, correr... sonrío cuando las veo, sonrío sabiendo que mi breve Lola crece feliz siendo la Cloe que era... sabiendo que, simplemente, no era mi perra pero sí eligió ser la perra de otros... está dónde tiene que estar, me recuerdo a mí misma cuando se me escapa una lagrimita, en su hogar... y vuelvo a sonreír alegrándome de haber conocido a la galga más atípica del mundo... a una galga realmente especial que ya tenía nombre y dueño cuando llegó a mi vida...


Una noche, Raquel me dijo algo que me reconcilió con esa angustia de no saber cómo tratar a Lola... a veces algunos perros no son para nosotros, me dijo... qué gran y honesta verdad... una enorme lección de humildad y de igualdad para un ser humano como yo que, por una vez, olvidó que no es dueño de nadie...


Foto | Fa Cimadevilla en Instagram

sábado, 7 de mayo de 2016

Crecer es aprender a despedirse...



El alma tiene ilusiones, como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene.
Victor Hugo

Crecer es aprender a despedirse...
a decirle adiós a la inocencia de los recuerdos... de las noches de Madrid en las que parecía que siempre tendríamos veinte años, treinta años... una década completa en la que la amistad no era cuestión de pasado sino de presente...
crecer supone descubrir que hay nombres que desaparecen de tu memoria a pesar de que un día fueron importantes... a pesar de los lazos, heridas o secretos que un día grabaron cada letra de él en la piel...

Crecer es aprender a despedirse...
es comprender que el tiempo nos cambia, que hace que lo que antes era eterno ahora supere la fecha de caducidad... es entender que la muerte está más cerca de ti, es ser consciente de que algunas de esas cosas que te juraste hacer ya no podrían ser... 
crecer es descubrir que la magia de Nunca Jamás no era más que un cuento increíblemente cruel... es saber que, igual que los años te dan experiencia, también te quitan algunos de tus tesoros...

Crecer es aprender a despedirse...
de los años en los que las madrugadas se quedaban escasas, de esos en los que la vida parecía pesar menos sobre la espalda... crecer es entender que la carga crece con el paso del tiempo, que las ilusiones se rompen... que la decepción viene demasiado a menudo a verte...

Crecer es aprender a despedirse...
lo primero de quien eras, después de muchas otras cosas... es descubrir que algunos adioses duelen menos, es descubrir que un simple momento se puede vivir como algo extraordinario... es aprender a valorar las cosas pequeñas como grandes tesoros por si existe esa despedida...

Crecer es aprender a despedirse...
pero nadie dijo que eso fuera malo...


Una noche, la tele me escupió luna frase que me resonó en los oídos... la pronunció Risto Mejide desde ese otro Chester suyo delante de Laura Pausini... la twitteé para no olvidarla y, curiosamente, me la aprendí de memoria -algo realmente raro en mí-... crecer es aprender a despedirse, pienso en esa frase todavía hoy... nunca escuché una verdad tan absoluta...

Foto | facimadevilla en Instagram


jueves, 10 de marzo de 2016

No me celebres un día...







"Las mujeres con pasado y los hombres con futuro son los más interesantes"

Chavela Vargas


Dedicado a todas nosotras porque todas hemos vivido alguna de estas situaciones, de cerca o de lejos...
 Dedicados a todos esos "ellos" que tenemos en nuestra vida y que saben tratarnos como a iguales...

No me celebres un día, no me regales el 8 de marzo por hacer ruido en los periódicos...
por demostrar que puedes ser, como dicen los padres, progre...
por ser moda por un día para que lo olvides el resto del año...

No me celebres ese día...
tan solo aprende...
a ser humano sin diferencias, sin sexos...
sin supremacías ridículas...
sin hombrías absurdas que supongan ser más que nadie...
aprende a respetar... 
a entender que cuando no quiero algo, no lo quiero...
métete en la cabeza que el hecho de hablar contigo no significa que quiera nada más...
que ni siquiera el hecho de besarte lo supone...
que no tienes derecho a tener lo que no quiero darte...
que no eres más que yo para decidir por mí...
practica el respeto no ridiculizándome por tener tetas a los 14 años...
no juzgándome con términos como puta, guarra o golfa cuando eres culpable de los mismos pecados que yo...
no sentencies si bailo para mí aunque tú pienses que lo hago para provocar a los demás...
descubre que me importa un puto pito el mundo más allá de mi ombligo, más allá de mi propia libertad... 

No me celebres ese día, no lo hagas...
entiende que no soy como tú, ni más ni menos...
igual pero distinta...
idénticos a pesar de nuestras diferencias...
comprende que tengo derecho a decidir mi vida sin que tú me impongas la tuya...
sin que sean tus dictámenes los que pesen sobre mis sueños...
sobre mis esperanzas, sobre mi manera de sentir...
entierra por fin esa frase maldita de "eso es cosa de mujeres"...
porque no hay nada que lo sea, porque nadie tiene derecho a imponer que así sea...
porque la elección de qué hace o no hace una mujer es solo cosa de ella...

No me regales ese 8 de marzo que revuelve el mundo por un día...
regálame cada uno de 364 que quedan del resto del año...
no por hacerme un favor sino por justicia... 
no me niegues tener una vida profesional por querer también tener una vida de madre...
celebra conmigo que, tras las puertas de muchas casas, no haya ni miedo ni muerte...
haz que podamos salir a la calle sin temer que nadie vaya a hacernos daño...

No marques más este día en el calendario...
déjame vivir, sin más...
para compartir mi vida contigo...
en una oficina, en el metro...
en casa, en un bar...
por teléfono...
o de ninguna manera si yo no quiero...

No me regales ese día en el calendario...
tan solo respeta que soy... que estoy...
que elijo...


jueves, 25 de febrero de 2016

Los ojos de Maru

Miro la silla verde y me acuerdo con nitidez del momento en el que me la regaló… un mediodía en el bar, uno de esos muchos en los que venía en su silla de ruedas a tomar un mosto y al que yo correspondía bajando a saludarla… te gusta cómo queda la silla Maru, le dije después de haberla pintado de nuevo… contestó con ese "sí" tan largo suyo que acompañaba arqueando las cejas para dedicarte una mirada cálida… los mismos ojos con los que sonreía y que, incluso en los días malos, brillaban tantísimo… los mismos que, siempre que iba a verla, le pedía que me enseñara apelando a su coquetería… esos ojos tan guapos son para enseñarlos Maru, le decía… una provocación a la que, últimamente, solía responder regalándome una mirada cansada...

Mi suegrabuela, así llamaba yo a Maru… a esa mujer que trajo al mundo al hombre con el que comparto mi vida y que me metió bajo su ala al poco de conocerme… primero con recelo, mirándome con esos ojos suyos con curiosidad y distancia… presentándose cautelosa ante esa chica que ya conocía y que, como me dijo ella, siempre pensó que se casaría con su nieto… una distancia que respeté, mirándola de lejos desafiando a la gravedad en el huerto o bajando de pasarle revista a sus gallinas… fue su mirada la que, poco a poco, me dio permiso para acercarme a ella… para sentarme a su lado a charlar, para escucharla contarme páginas de su vida… para dejarme alucinada con su increíble capacidad de memorizar números de teléfono, unos que tenía apuntados en un cartón a modo de agenda por si acaso… para no sentir pudor por regalarle alguna flor para ese jardín suyo que tanto le gustaba… para disfrutar viéndola refugiarse debajo de mi ruana colombiana multicolor… 

Al lado de Maru y al amparo de esa manera suya de mirar que sonreía o castigaba, descubrí más de ella… de cómo habían nacido todos y cada uno de sus hijos, de cómo con un abrigo que le regalaban hacía ropa para tres de ellos… descubrí su nostálgico dolor por la leña que su madre no pudo recoger cuando ella y sus hermanos eran niños, su abnegación por sacar adelante a sus hijos con amor y mano dura en la misma proporción…  de ella aprendí que quejarse es un privilegio moderno para quienes no hemos vivido la miseria de una guerra y sus consecuencias… detrás de los ojos de Maru, había mucha historia… y, a pesar de toda ella, sonreía y se reía de lo que le rodeaba pero sobre todo de ella misma… descojonándose con pequeñas gamberradas a pesar de haber deshojado tantas páginas de su calendario, haciendo con esos pequeños momentos que esos ojos tan suyos tuvieran el brillo pícaro que quizás no pudo tener en su infancia… disfrutando como una cría con cualquier dulce que cayera en sus manos, honrándome con su alegría si le hacía un bizcocho para ella… 

Los ojos de Maru eran los de una madre… madre de los hijos que había parido… madre de sus nietos... pero, también, de quienes ella quería y elegía… de aquellos que, sin ser de su sangre, había decidido meterse en el bolsillo… con gestos sencillos y humildes como una docena de huevos, agarrándote fuerte de la mano… riendo contigo… echándote de menos cuando un día no subías a verla, preocupándose si te ibas de viaje… Maru era una mujer generosa de corazón, como solo la generosidad es auténtica… una mujer capaz de entender con 80 años y cariño que aquella chica con edad de ser su nieta era, de pronto, una de sus nueras… 

Hace unos días, Maru me regaló una de sus miradas… lo hizo igual que los últimos 14 meses, en ese riguroso silencio con el que la vida le echó un auténtico pulso… con el que la vida nos privó de poder escucharla y nos enfermó de la angustia de que no pudiera decir nada… abre un poquito esos ojos tan guapos, volví a decirle hace unos días… y por última vez, hizo el esfuerzo de abrirlos para mirarme… 

Hace una semana que Maru decidió dejarme en herencia esa última mirada suya, una en la que se mezclaban de manera juguetona el azul y el verde… unos ojos que, durante estos años, me han mirado más como una madre que como una suegra… dándome calor y cariño… haciéndome sentir parte de su gran tesoro, de esa familia en la que ejercía de faro con su sola mirada...