sábado, 31 de diciembre de 2016

No, no es el típico balance del año...

"El futuro tiene muchos nombres: para los débiles es lo inalcanzable, para los temerosos lo desconocido, para los valientes es la oportunidad"
Victor Hugo

Es curioso ese sentimiento que se despierta en el ser humano cada 31 de diciembre... hacemos balance de doce meses, escudriñamos los 365 días vividos antes de ese ecuador prácticamente imaginario que supone en resumen comenzar un nuevo calendario... increíble ese invento humano llamado tiempo que todo lo mide, como si la vida pudiera sopesarse solo porque termina ese último mes del año... pero lo hacemos... caemos en esa trampa imaginaria y tan humana de sacar conclusiones, de baremar lo que hemos vivido para saber si en conjunto lo bueno supera a lo malo... como si vivir fuera matemática, como si pudiéramos relativizar todo eso que construye quienes somos solo por repasarlo...

Si cayera en la misma trampa que he caído durante muchos años de mi vida, haría ese balance... ese mismo balance que he hecho año tras año para darme cuenta de que esa cosa inventada llamada tiempo ha pasado también por mí... que, quizás, soy distinta a la persona que era hace un año... que en estos doce meses he llorado, sonreído, despedido, reencontrado... que me he ilusionado y decepcionado... que me ha tocado verle la cara a la muerte y decir adiós a personas que he querido mucho... que le he sonreído a la vida con otros pequeños seres que han llegado para cambiar la existencia de gente a la que quiero... que he aprendido a sobrellevar las ausencias, a afrontar que envejecer es un pájaro de alas grises que sobrevuela a mi alrededor aunque a mí me parezca demasiado pronto para ello... que crecer puede hacerse siempre, aunque sea de otra manera... un año más, he sido afortunada por tener en mi vida a gente que quiero y que me quiere... gente que me acompaña en el camino, aunque no los tenga cerca...

En esta ocasión, decirle adiós a un año no tiene ese agridulce que hasta ahora saboreaba cada 31 de diciembre dándome cuenta de que el tiempo pasa... quizás, porque ahora más que nunca soy consciente de que su paso no hace más que traer consigo sorpresas... momentos que compartir, sensaciones que descubrir... nuevas vidas que vivir a lo largo de un año y que vienen a construir, un poquito más, quienes somos...

A las puertas de este bendito año impar que empezamos solo puedo sonreír... quizás, porque este nuevo año que acaba en siete (un número mágico) no es más que el augurio de lo que está por venir... de ese ser que hace hueco dentro de lo que soy para abrirse a la vida, para demostrarnos que el paso del tiempo no es un castigo sino que también puede ser una oportunidad de vivir... de volver a empezar de otra forma, de escribir una historia diferente en la que su protagonista todavía no tiene nombre definido... la muestra de que nada en esta vida está perdido aún cuando lo creamos...

Así que a menos de seis horas de despedirme de este 2016, no haré balance de lo bueno y lo malo vivido en él porque sería egoísta por mi parte pedirle más... me despido de él deseando que los días del año nuevo corran, que sean benévolos con nosotros y con los nuestros... con toda esa gente que llevo en el corazón y que me ha hecho a mí un hueco en el suyo, compartiendo mis penas y mis alegrías... viviendo a mi lado, aunque no lo estén, todo eso que forma parte escribir una vida...

Que el año que empezamos nos traiga buenos sentimientos, sobremesas con sonrisas, reencuentros, abrazos, caricias, besos de despedida, risas y las lágrimas justas que no sean de emoción... 

Sin balances, solo día a día... que es como deberíamos vivir más allá de los calendarios...

Para los que busquen un balance, él lo hace mejor que nadie...