miércoles, 12 de marzo de 2014

Persigo mimosas en flor...



"Podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la primavera"
Pablo Neruda


Es curiosa esta vida mía a la que, a veces, le hacen eco las paredes... siento una alegría casi infantil con cada rayo de sol que disfraza de primavera estos días de marzo... no ha habido casi invierno, pero la luz de estos días me hace sonreír las pecas y los sentidos... tienes que recuperar la alegría, me decía hace unos días mi padre, tú siempre has sido alegre... y, absurdeces que tiene una, he encontrado un poquito de ilusión en algo tan ridículo como cotidiano como son las mimosas...

Persigo mimosas, lo digo por extraño que suene... mimosas en flor, enormes manchas amarillas en un paisaje verde bañado de sol... teñido de luz... como si fuera primavera aunque realmente no lo sea todavía... podría hacer un mapa de las mimosas que hay en el trayecto que recorro cada día... podría ponerme a contar las cábalas mentales que hago pensando en cómo conseguir una pequeña rama de sus flores... un pedacito de ese amarillo rabioso que se derrama en cada rama... como si fuera un racimo, suspendidas en el aire como una auténtica provocación para quién quiere tocarlas... persigo mimosas parando el coche a la orilla de la carretera, cruzando la carretera con más miedo que vergüenza... calculando si es posible llegar a alguna de sus ramas manteniendo mi anatomía cómo está... cuando soy consciente de que no llegaría aún siendo Gulliver, solo me dedico a observarlas... como si ese ratito mirándolas todo lo demás quedara en la página del año de la agenda, como si mis propias nubes se hubieran diluido gracias a su luz...

Las miro, las observo... imaginando cómo es su tacto, imaginando que reservan un aroma único para el que logra alcanzarlas... es uno de los árboles más invasores, me dijo Fito... invasor, curioso adjetivo... nunca recordamos que también significa conquista, que también tiene algo de pasional... persigo mimosas con la vista desde la distancia, ansiando acariciarlas... siendo tan egoísta de querer arrebatarles su vida, deseando tenerlas en un jarrón para poder recrearme... para poder mirarlas cuanto quiera... para sentir que, a pesar de ser tan poderosas, las tengo por fin tan a mano como para poder tocarlas... no sé cómo son de cerca, desconozco cómo es su tacto... pero inevitablemente, las persigo... las deseo... 

Y es curioso... porque, en mitad de ese enamoramiento que me hace desear apuntarme a escalada para poder cogerlas, no puedo evitar pensar en tulipanes amarillos... los que se atreven a salir cada año sobre la nieve en el jardín de casa en Acevedo, los que plantó mi abuelo hace más de 30 años en una tierra heredada y prometida que siento mía... esos otros tulipanes que mi madre me regaló tantas veces para acariciarme la vista en mi mesa de trabajo de Madrid... en ese tiempo en el que volvimos a vivir juntas, en el que volvimos a descubrir lo que era estar juntas casi a diario después de tantos años...

Persigo mimosas, sueño con tulipanes que nacen y otros que decoran... siento nostalgia, siento alegría... sonrío y lloro el mismo día sin poder remediarlo... me emociono con las cosas más pequeñas, me entristezco con otras... tengo el alma revuelta pero sonrío mirando mimosas... va a ser verdad, ya es primavera...

La foto es un préstamo de una afortunada que ha logrado ganarle la batalla a la mimosa... un regalo para su abuela el día que su abuelo habría cumplido años... creo que ella también persigue mimosas...

No se me ocurre banda sonora mejor que esta canción para tantas cosas... 






Foto | Leticia Nava de Pedro
Vídeo | Frost