miércoles, 29 de abril de 2009

Un vestido para una boda y el eje Almería-Orense-Madrid

Esto de las bodas, he de reconocerlo, me trae siempre de cabeza… primero porque siempre creo que voy a encontrar algún modelito en el armario de una amiga… gran error que siempre repito… por algún motivo, mi estilo no es el de ninguna de ellas… y, añadido, padezco una extraña enfermedad ocular… sí, tengo ojo de princesa y por lo visto no tiene visos de mejorar… no me sirve cualquier cosa para una boda, no… tengo que encontrar lo que considero que es perfecto para el momento… ahí caigo en el segundo gran error… perfecto sería poder ir de cualquier manera… pero si la boda es de una de tus amigas de siempre, por algún motivo, te hace especial ilusión estar guapa… si a esa absurda angustia que nos auto-asignamos las mujeres le sumas que, de golpe, descubres que te toca leer el nerviosismo va in crescendo… te va a ver todo el mundo… más delgada, más guapa… tendrás que ponerte algo mono, te dices a ti misma entre dientes… la he liado, pienso, tengo dos días para encontrar el vestido soñado… y, a ser posible, que no tenga tres cifras que ronden los 300… más allá del 1 por delante me parece caro…

Así que, como me van los retos, me lancé a la aventura de encontrar algún trapo que me resultara aceptable para el momento… Isa y yo nos dedicamos a enloquecer entre la cuarta y la quinta planta del Corte Inglés… lo bonito, más de 400… el resto, un motivo de mofa durante casi una hora… nos lo pasábamos en grande sacando parecidos entre los horrores que pasaban por “vestidos pa ir mona a una boda”… creo que, en un momento dado, una de las dependientas se descojonó de alguno de los comentarios… después de espectáculo circense, nos encaminamos muy convencidas… Massino Dutti es la respuesta… lástima que sean ya las 9 de la noche… prueba no superada, la acompaño al metro... de vuelta a casa, hasta Manolo me pregunta… negativo, le digo con cara de circunstancias… a este paso, me dice con mucho cachondeo, te veo yendo desnuda… qué le ha dado hoy a todo el mundo con eso, pienso… un 2 de mayo en Asturias leyendo en una iglesia y con sólo un abrigo… le enseñas la rodilla al cura, me dice, y seguro que no dice que no… hombre, curioso podría ser cuanto menos…

Yuste se viene a casa a cenar… rebuscamos entre sus fotos del Facebook a ver si me gusta alguno de sus vestidos… acordamos citarnos mañana para que le expolie algo si veo que las cosas se ponen feas… se ríe de mi calma… le cuento mis nervios propios con la boda… hablamos de la vida, de sus heridas… está al borde de su propia rosca, me sorprende escucharla así de tranquila… no es pantalla no, es auténtico… su vaso se ha medio llenado de desilusión y decepción… conozco esa sensación… qué jodido es cuando has querido tanto a alguien, pienso… que jodido es, dice, cuando te has planteado tantas cosas con alguien… sí, la vida es una pequeña sopa de cosas de tropezones y momentos para levantarse… y, pese a todo, continuamos volviéndonos locas para saber qué trapo estrenar en una boda… no estamos tan perdidas, pienso… quizás encontradas, sonrío… somos supervivientes... y yo, para colmo, una auténtica kamikaze emocional que ha cambiado de dirección...

Casi cuando me avisa de que ya ha llegado a su casa con una llamada perdida, Iñigo me deja otra… le llamo al hotel y cuando escucho una voz muy seria, cuelgo… he guardado mal el número, me digo… le mando un mensaje… llamar a un balneario por equivocación de madrugada es un poco heavy… me responde al mensaje, era él… rellamo, le quiero matar… me hace un inventario de sus cables pelados, de los momentazos de su particular chica de oro… de su probable escapada a Madrid… vente, le digo, echo de menos un rato de los nuestros… anoche presencié una sesión de porno duro, me dice muy serio… durante un instante vacilo… luego me arriesgo medio flipada… de los gatos, no? digo acojonada… me cuenta el espectáculo de orgía animal que vivió con alaridos incluidos… sí, de los mismos cuatro gatitos—familia que acudían cada noche a su hotel a cenar… hasta ayer eran “tan monos”… pero desde ayer son la versión gatuna de Nacho Vidal… currar de noche es jodido, pienso, pero me reconforta de alguna manera ver que vive la noche igual que yo… con los ojos muy abiertos…

Cuando comenzamos a rozar el “límite la rubia” –léase una hora de teléfono-, decidimos que es momento de replegar la noche para que él trabaje y yo trate de dormir… ahora, me dice, a escribir y “pa” la cama… cómo me conoces cabrón, pienso, sabes que si no escupo vida sobre una hoja en blanco no podré acostarme… hablamos de los misteriosos visitantes… de las citas post puestas… de nuestra broma de los Simpsons… del particular idioma que hemos construido en estos meses a lo “Faemino y Cansado” que hemos compartido… me llamarás mañana, me pregunta… me acaba de sonar a pareja total, le digo entre risas... y de ti, le amenazo, no pienso divorciarme… colgué con una sonrisa, con la promesa de hablar mañana… de compartir con él el pequeño mundo que ha dejado aquí y que, como no podía ser de otra manera, evoluciona día a día… recordé que una vez me dijo que este micro mundo era como una adicción... me río... normal... para bien o para mal, cada día es una nueva aventurilla...

martes, 28 de abril de 2009

Hoy hace un año que vivo sola

Es curioso esto de las fechas, me digo… tan sólo son números y no tienen nada de particular, cierto… pero se quedan marcadas en alguna parte de la mente… para recordar los momentos… para ser significativos pese a su menudencia… y hoy, precisamente hoy, hace un año que vivo sola… ha pasado rápido, pienso… curioso cuando durante mucho se me hizo largo, sí… pero ahora, me repito, ha pasado un año… 12 meses… 365 días… demasiadas horas, minutos y segundos para contarlos…

Hoy hace un año que vivo sola… que elijo si ceno o no lo hago… simplemente, dejándome guiar por lo que me apetezca ese día… hace un año que tengo las plantas que quiero… que me permito el lujo de regalarme en este aniversario una orquídea color vino… sin consultarle a nadie, sin sentirme culpable por no hacerlo… haciéndolo, simplemente, para que esta casa que ahora es sólo mía sea acogedora… igual que antes en realidad, pero sólo para mí… he cambiado la casa… de alguna manera es la misma, de alguna manera es distinta… menos cosas en las paredes… más espacio… mi propio espacio… el que he cultivado pegándome contra estas cuatro paredes… pero ha pasado un año… y mi casa comienza a ser sólo mía… a veces creo que hasta su luz es distinta… supongo que es porque ha pasado un año y la primavera ha vuelto, aunque sea entre nubarrones…

Hoy hace un año que vivo sola… y que duermo en el lado opuesto de la cama… curioso… por algún motivo de mi mente, me cambié y sigo en él… en un lugar que ahora ya es mío completamente… mi habitación también es distinta… mismas cosas en diferente lugar, pero parece completamente diferente… me río, paradójicamente reorganizar una habitación se parece mucho a cómo funciona el ser humano… hoy hace un año que no compro una barra de pan… hoy hace un año que hago compra para uno… que cocino para uno… desde la cosa más sencilla a la más elaborada… lo mismo da… hoy hace un año que vivo sola en esta casa que me gustó porque se podía ver la luna… en esta casa maldita que se ha teñido de aliento al fin… hoy hace un año que ella comparte conmigo mis sonrisas y mis lágrimas… sí, hoy hace un año… y he logrado reconciliarme con ella… volver a poseerla…

Hoy hace un año que aprendí a conjugar el singular… hoy hace un año que vivo sóla… y, hoy un año después, hablo en clave de “yo”… hoy hace un año escuché cómo sonaba la tormenta que arrastró mi vida al abrir esa puerta… hoy, un año después, ya no hay viento huracanado… hoy hace un año volví a sentir tener el corazón de mudanza… volví a saber lo que era encontrar ese vacío que temías desde antes de abrir la puerta… un vacío que ya conocía y que creía que nunca volvería a vivir… hoy hace un año me enfrenté a ese silencio… al insoportable sonido que hace un corazón cuando se rompe… duele, es físico… hoy hace un año me enfrenté al frío… a ese extraño escalofrío que sientes cuando la realidad se te escapa sin entender ni cómo ni por qué… a la sensación aplastante de la soledad incomprendida… a la desazón que te provoca ver cosas olvidadas… a ese huracán de tristeza que te golpea contra el suelo…

Y hoy, un año más tarde, recuerdo aquélla tarde de abril vagando por el barrio… esperando a que Galarza llegara... y me resulta curioso darme cuenta de que hoy, un año más tarde, no he parado en todo el día… no le he prestado mucha atención a toda esa nostalgia de doce meses atrás… pasó, simplemente… formaba parte del guión… y hoy, un año después, soy más yo quizás que antes… hoy, un año más tarde, vuelvo a ocupar el lugar que me corresponde en el mundo… a reírme de mí misma, de las mudanzas y las fechas… sigo durmiendo en el lado contrario de la cama, sí… hoy hace un año que vivo sola… que ocupo mi casa… que tomo mis decisiones… que me he pasado al bando del nihilismo más trágico… me gusta, lo admito…

Hoy hace un año que vivo sola… y he descubierto que esta soledad es una gran aliada para crecer… para mirar las cosas desde otro punto de vista… para sobrevivir a esos momentos que creemos nos aplastarán… para descubrir quien eres de verdad, una persona a la que habías dejado muy olvidada… para lograr juntar el collage de pedacitos de corazón y hacer que vuelva a latir… me gusta escucharlo de nuevo… hoy hace un año que vivo sola y he descubierto que me gusta…

Esta canción fue la banda sonora de hace doce meses dentro de mi cabeza... y hoy, doce meses después, la escucho sin tristeza...




lunes, 27 de abril de 2009

¿Qué quedó de aquéllos niños que no tenían miedo a volar?


Dedicado a ese "intruso" que se coló en mi vida con tan sólo dos líneas en un post...

Tengo que reconocer que, cuando he leído esta frase, automáticamente he pensado en un amigo de la infancia… en Santi, un vecino de la urbanización y compañero del colegio… ese niño que pasaba de ser mi gran amigo del alma a mi peor enemigo… el que un día se lanzó por las escaleras de casa con una capa de Superman y se rompió la clavícula… recuerdo ir a verle por las tardes… él sostenía, cuando su madre salía de la habitación, que sí había volado… para mí era un héroe… lo había hecho, sí, y el cabestrillo era el símbolo de una gran herida de guerra…

“Que quedó de aquéllos niños que no tenían miedo a volar” apareció en mi blog… como comentario… su remitente, un tal intruso que me ha despistado todo el día con su frase… Peter Pan también volaba hacia ese País de Nunca Jamás… y hacía volar a los niños… me doy cuenta, al ser pequeños todos queríamos saber lo que era volar… y lo mejor de todo es que, en medio de esa inocencia maravillosa, creíamos que algún día lo lograríamos… no teníamos miedo de intentarlo, de subirnos cada vez un escalón más arriba… tratar de sentir la ingravidez bajo los pies… sin tener miedo a caerte, a hacerte “una pupa”… porque sabías que, agua oxigenada y mercromina después, estarías saltando de nuevo… daba igual llevar las rodillas desolladas… o las espinillas llenas de patadas de jugar al fútbol… daba lo mismo, las cosas no dolían tanto… eran, simplemente, pasajeras… hasta romperte algo tenía su caché… el tiempo que llevabas el yeso, tú elegías quién te firmaba o no… eras como un pequeño dios entre todos los mortales…

Me senté en el sofá a ver el cielo de una tarde de abril en Madrid… esa inocencia era lo que nos hacía pensar que, cada día, el sol siempre salía después de comer… yo estaba convencida, para mí era una teoría tan absoluta como la gravedad… la inocencia de arreglar un enfado con tu amiga del alma con llorar y que ella llorara… vernos así, simplemente, nos hacía firmar la paz… esa inocencia nos permitía simplificar las cosas… hacerlas menos trágicas… sí, quizás más inconscientes… pero tan, tan auténticas…me di cuenta de que la edad, el paso de los años, transforma nuestros sueños… esos que nos parecían maravillosos y perfectamente viables… yo tenía un amigo que, durante años de su infancia, sostuvo que quería ser pastor… se lo imaginó, lo vivió… dentro de su mente de 7 años… dejó de ser niño el día que pensó que ser pastor no era una buena idea… y, sin embargo, fue algo que durante muchos años le hizo feliz…

Con casi treinta, recordé las tardes de verano… cuando, después de un año de cole, pasábamos meses juntos… una de esas noches de verano, un gran amigo –consideremos el término “gran” en el contexto de los doce años- me dijo que yo le gustaba… sentados en el borde de la piscina… con los pies dentro del agua… el resto jugaba al ping-pong… recuerdo todavía la naturalidad con la que me lo dijo… la manera tan sencilla de escuchárselo decir… a día de hoy, lo pienso, y me sorprende cómo con el paso de los años hemos ido construyendo murallas… a los doce, la vida era tan sencilla como sentir y decirlo… sin ocultarte, sin esconderte… daba igual el resultado… no había miedo al rechazo… tan sólo una media sonrisa de vergüenza… y, acto seguido, un partido de fútbol con sólo dos jugadores… todo se arreglaba igual… me reí de las estrategias que crees has de seguir del manual cuando vas cumpliendo años…

No teníamos miedo a nada, salvo a las notas por si en casa te iban a caer más cuadernillos Santillana de la cuenta en verano… no temíamos lo que pasaba mucho más allá de nuestro entorno… no procesábamos dolor… no amontonábamos heriditas… éramos niños… íbamos al cole, hacíamos deberes… y jugábamos… al fútbol, a la comba… a las casitas… a los médicos… jugábamos a vivir de verdad… con una intensidad absoluta… en un mundo mágico en el que todo era de colores… cada noche del 5 de enero, los Reyes te ponían a prueba… y deseabas que se te cayera el diente para que el Ratoncito Pérez te dejara una moneda de 200 pesetas y unas gomas del pelo de Hello Kitty bajo la almohada… vivíamos de ilusiones, de fantasías… del sueño de querer volar… del sueño de que otros volaban…

Quizás deberíamos dejar más a menudo que nuestra alma de niño nos permita no sentir miedo… que nos posea… se apodere de nosotros y nos aleje de la realidad que te da el paso de los años… tan sólo, volar… sintiendo la ingravidez pese a tener los pies pegados al suelo… sin calcular las consecuencias del salto… tan sólo, como cuando éramos pequeños, pensando a ojo la distancia desde el tercer escalón al suelo… sin temer caerte de rodillas… sin temer hacerte daño…


Creo que no hay mejor canción...

domingo, 26 de abril de 2009

Lost...

Resulta curioso, me digo, he sobrevivido a esta extraña semana… a la de una cuenta atrás muy peculiar, especial… la semana en la que estuve a punto de irme a vivir a Tarifa… la semana en la que soñé, durante unos días, con vivir un festival de cine desde dentro… por fin cine, de nuevo cine… me apetecía tanto… el curro era mío, en eso hay quórum… me gusta sentir que así era… lástima que, a veces, llegar cinco minutos antes o después pueda cambiar tantas cosas… el Festival de Málaga pegaba sus últimos coletazos… ironías de la vida…

Después de la noche creativa, he pasado un fin de semana de encierro… mi cuerpo me ha dicho “quieta” y tan sólo he podido obedecerlo… era el momento de ponerme un stop a mí misma, de marcarme en la cabeza los puntos clave de esta ya inminente transición… la de alcanzar la cota que tanto se temía al principio… me repito a mí misma que ya me quedan pocas páginas del calendario pendientes de pegarles fuego… pero esta está siendo especialmente peculiar… abril se me ha escurrido entre los dedos con nuevas ilusiones… y, en este extraño mes robado, parece que me cuestiono muchas cosas… suena Lenny Kravitz, el aleatorio del iTunes le pone banda sonora a este momento con la canción perfecta… han pasado esos 365 días extraños que llegaron y acabaron en una primavera… muchos días, me repito… pero sonrío…

He llevado a cabo una cura de palabras y de silencios… sobre todo, silencios conmigo misma… necesarios… útiles… para acabar de descubrir otro pequeño doblez de quién soy… para sorprenderme con el peculiar prisma con el que miro ahora las cosas… anoche me quedé a oscuras durante horas… tumbada en el sofá… mirando por la ventana esa noche de Madrid… tan sólo un montón de velas blancas encendidas… un pitillo entre los dedos… pensando, simplemente, por el mero placer de hacerlo… desde la calma, desde la paz… han pasado muchas cosas en este tiempo, me decía a mí misma… muchas lágrimas y muchas sonrisas… pero, sobre todo, me di cuenta entonces de que había dejado de pelearme contra la tormenta… y que, el mero hecho de hacerlo, me hace sentir bien… pensaba o, simplemente, dejaba la mente en blanco… divagaba de lo más vital a lo más superficial… de lo confuso de los sentimientos a lo peculiar de las nuevas ilusiones… sonreí… a veces hay que estar perdida para encontrarse, pensé… pese a estas rachas de encierro… pese a esos momentos que me reservo para mí misma en contra de todo lo demás…

Hoy he vuelto a encender velas… he vuelto a dejar la casa en penumbra… y he vuelto a mirar por esa ventana hacia la noche de Madrid… en silencio… sólo yo y esa fecha… una menos, me digo… y cuando he decidido salir de esa especie de capullo que tejo a mi alrededor, me doy cuenta… ha pasado el tiempo, sí… pero al menos he logrado encontrarme… me miro y me veo… sentirlo así me hace sonreír, pese a las fechas y a los absurdos recuerdos del pasado… simplemente hoy es hoy, me digo… mañana ya lo pensaré...

sábado, 25 de abril de 2009

Femme fatale por una noche

Empezar una conversación a veces es tan absurdo como casual… y si encima tienes el taco de las copas de la fiesta, tienes todavía más posibilidades de hacerlo… en plena fiesta del Club de Creativos, de golpe, me vi con los pases de las copas metidos en una bota… sí, en una bota… es lo que tiene no llevar bolso… sin comerlo ni beberlo, todo el mundo hablaba conmigo… acompañaba a María, una auténtica desconocida que se hizo conocida en la puerta de un sitio tan inhóspito como es el Cool… charlábamos… repartíamos copas… regalábamos sonrisas… por qué no?, pensé, la vida es mucho más sencilla si le pones un poco de humor… y una sonrisa, además de ser gratuita, ayuda a que todo sea más fácil… de golpe, media fiesta me conocía… no sólo era la chica de los tickets… era, además, esa que tenía una broma para todo lo que escuchaba…

La noche comenzó a correr… en la puerta de la discoteca, seguíamos María y yo… charlábamos… la gente de la fiesta seguía llegando… me acordé de la canción de Mecano… mucho chico mono, sí, todos creativos publicitarios… no sé si es el mejor mundo en el que moverse… locos… me reencontré con una gran amiga de la Universidad… sabía de su vida, pero hacía mucho que no la veía… me sonrió su vida recordándome que una vez fuimos universitarias, vecinas y buenas amigas… me habló de su reciente boda y su más reciente maternidad… llevábamos seis años Perri, que es como nos llamábamos mutuamente, y era o hasta aquí o para adelante… me alegro de que fuera hacia delante, le digo con una cierta envidia… de golpe, se solidarizó con nuestra situación –estar en la puerta- y optó por ir subiéndonos copas… el avituallamiento, decía mientras se sentaba allí para charlar con nosotras… nuestra labor terminaba y llegó el momento de disfrutar de la noche…

El mismo que me había reclamado más copas -eso sí, con mucho arte- me intercepta en mitad de la pista de baile al cabo de un rato… va con un colega… se pone a charlar conmigo, le tengo que volver a explicar por qué no podía darle más tickets… me veo enseñándole el arsenal que llevo escondido en la bota… ya no sirven, le digo sonriendo, es más de la una y media… su amigo me sujeta para que no me caiga en el gesto… en uno de los tickets, me pregunta, está tu teléfono?... le miro, me hace gracia la frase… al cabo de cinco minutos de conversación, vuelve a insistir sobre lo mismo… me río de ese extraño manual vital mío… sólo si tienes un boli, le digo sonriéndole… es curioso, por algún motivo sabía que no lo tendría… creo que soy de las pocas taradas mentales que siempre lleva uno… tengo móvil, me dice… lo siento, le contesto, yo sigo siendo de papel y me gusta apuntar mi teléfono… el amigo se descojona… comienza a charlar… se ríe, nos reímos… llevo tres copas, sí… pero me han cundido…

El que no tenía bolígrafo se evapora de camino a la barra para tratar de cambiar los tickets que acabo de regalarle… su amigo se queda conmigo en mitad del bullicio de la discoteca… me cuenta qué hace, le cuento qué hago… madre mía, pienso, todos somos tarados de la publicidad… el peor caldo de cultivo para una noche de viernes con muchas copas –gratis, eso sí- de por medio… es guapo, tiene una sonrisa bonita… cómo no, lleva escrito en la frente “soy un creata” por cómo va vestido… ojos verdes, un par de años más que yo… no está nada mal, pienso… no eres universitaria?, me dice tras un rato de conversación… eso se llama mentir, le contesto descojonada… no, me dice, eso se llama ligar… me río, me acaba de hacer gracia… no piensas disimular, no?... es una pérdida de tiempo, me suelta…

Los decibelios hacen que la conversación formato conquista se reduzca a un par de frases bonitas que me chilla al oído… te puedo invitar a una copa?, me pregunta sonriéndome con esa mirada ensayada delante del espejo de conquistador de la noche… le respondo una media sonrisa… la de la ironía acompañada de una mirada nunca ensayada pero absolutamente efectiva… me acerco a su oído muy despacio… tienes un bolígrafo?, le pregunto… se descojona… sabes que no, me dice, pero si hace falta lo busco… lástima, le respondo con una sonrisa a caballo entre la maldad y la ironía… me acababa de sentir una femme fatale tipo Gilda y me había encantado la situación... quizás sea absurdo, quizás... pero a mí me hizo casi levitar del suelo... volví a mi grupo de gente… a charlar con ese “Hombre moderno” que ya no existe en Madrid… a ese lugar que era punto de reunión y al que no he vuelto desde mi cumpleaños…

El garito ya había empezado con su fiesta de todos los viernes, y a mi alrededor aquello era una extraña amalgama… una chica vestida a lo burlesque, un soldado muy gay… un zombie… esta extraña Cenicienta pensó que era el momento de dejar de ser princesa y volver a casa… y fue entonces cuando el mismo chico que no tenía bolígrafo apareció… le vi mientras me despedía de una amiga… me enseñaba un boli muy sonriente… soy una mujer de palabra, pensé, y este juego me está resultando divertido…

martes, 21 de abril de 2009

La vida de Alí

Bajé a comprar al chino –tienda- algo para cenar… el día había sido larguito… a lo tonto, llevaba toda mi jornada haciendo llamadas para una convocatoria de prensa… esto marcha, me decía mientras bajaba en el ascensor… sin saber cómo, lo había conseguido… iba a tener medios en una rueda de prensa que no era mía y que, para variar, no iba a cobrar… esto de ser una ONG laboral es ya, casi, una auténtica máxima en mi vida… gimnasia mental, me repetía… me reía de mis circunstancias… de este deplorable mundo del periodismo… de lo peculiares que son los entresijos de una profesión que me apasiona en igual proporción que me repatea… María, la china –persona-, me esperaba con su sonoro “holaaaaa” de siempre… te has cortado el pelo, le dije, te queda mejor… me explicó que pasaba mucho calor… paquete de Bimbo integral y lonchas de pechuga de pavo después, me contó que había estado encantada el tiempo que su marido y su hija estaban en China… no tenel que cocinal, me decía, uuuuuuy eso muy bueno... todo limpio, exclamaba… trataba de entender ese extraño castellano que habla y que, por algún motivo, entiendo… ahola otla ve, me decía, limpiá cociná de todo aaaay… le dije que se pasara a la cena de sándwich, que resulta mucho más divertida… salí de ese cuchitril lleno de cosas por todas partes que es su tienda mientras me decía “mi malido comel”… gran frase, María…

Al entrar en el portal, el conserje nuevo me dio el alto… no compras pizzas hoy tú, me preguntó… me informó de que el Telepizza tenía una oferta de 1 euro la pizza… le di las gracias por la información… él me explicó que había mandado a un compañero a comprarle algunas… las congelas, me dices, y para una noche que llegues cansado es meterlas en el horno… me hizo gracia el planteamiento y, más que eso, estar hablándolo con él… se sabe mi nombre desde el principio… le pregunté el suyo… Alí, me dijo, y tú te llamas como la mayoría de las mujeres de mi país… me hizo gracia… no podía esperar otro comentario de un hombre con nacionalidad marroquí… empezamos a charlar… él me contó que llevaba 29 años ya en España… que nunca había tenido un problema con la policía… ni me han pedido los papeles, me decía, nunca en todo este tiempo… le conté que una buena amiga mía pensaba que era italiano, se rió… tan sólo le patinan las “r”… por lo demás, bien podría ser de aquí… en este edificio, me decía con un poco de pena, no me quieren mucho porque soy de donde soy… a algunos propietarios no les gusta, aseguraba, pero yo hago bien mi trabajo que es por lo que me pagan… le miraba y pensaba qué malos son los prejuicios… qué malo es juzgar a todos con el mismo rasero…

Sin saber ni cómo, me preguntó si había estado alguna vez en Marrakech… le dije que no, aunque Marruecos era uno de esos viajes que –junto con Buenos Aires- hacía mucho tiempo que tenía en mente… me habló de cómo era el zoco… de lo buenas que eran las especias de allí… de los olores, los sabores… del Rif, de Chauen… de poder dormir por 1 euro en un sitio limpio… del Sáhara, un lugar que no conozco pero que me despierta sensaciones de apego que adquirí por genética y que quiero vivir de manera real al menos una vez en mi vida… una vez al mes me bajo, me decía mientras me explicaba que ahora ya hasta el verano tenía que quedarse en Madrid… tengo dos hijos, me dijo, bueno en realidad son de ella… me contó que le preocupaba el mayor… ya tiene 16 años y quiero que venga aquí a estudiar… me habló del ritual del té... te traeré la próxima vez, me dijo... sólo si me lo cobras, le contesté... allí no vale nada, se reía, y tú eres la única persona de este edificio que sonríe así que será un regalo... me habló de su cigarro de cada noche de hachís, de que sólo fumaba en su casa y antes de dormir… me contó que vivió en Canarias y que, en Madrid, los pisos eran muy caros… me habló del desierto, del mar de Marruecos… tenemos muy mala fama, me dijo, pero un marroquí no es malo… si vas allí, me decía ilusionado, avísame y te anoto en un papel donde ir y donde comer para que te traten bien…

Después de un cuarto de hora, había viajado sin salir del portal de Galileo a otro lugar… en su voz se escuchaba la ilusión, lo mucho que le gustaba su país… no me hizo falta preguntarle por qué llevaba tanto en España… mi ciudad está al lado de Tánger, me dijo, pero allí no hay con qué comer… algún día, sonreía, volveré a vivir a Marruecos… cuando sea más viejo, cuando ya no pueda trabajar… Alí, me repetía, tanto tiempo diciéndole “hola” y “hasta luego” y nunca le había preguntado su nombre… ahora, sin quererlo, sabía incluso un poquito de su vida… de sus sueños, de la ilusión de traer a un hijo que medio consideraba suyo sin hacerlo a estudiar a Madrid… de volver a sus orígenes algún día… me despedí, me esperaban una nota de prensa y las ganas de meterme en la cama… hasta mañana Alí, le dije, ahora ya sé cómo te llamas… hasta mañana Fátima, me contestó, yo sí sabía cómo te llamas tú… tienes el mismo nombre que la hija del profeta, se rió…

Metiéndome en el ascensor, sonreí… a veces ser un poquito más rico es cuestión de prestarle tiempo a otra persona… de compartir un ratito de nada, de dejarle contar su historia… y, por algún extraño resorte, la gente me despierta la curiosidad… cada persona tiene su cuento, el de su vida… su micro mundo… este monstruo de hormigón encierra tantas pequeñas vidas… probablemente, a nadie le importan… pero a mí, de alguna manera, todas me parecen grandes historias…

lunes, 20 de abril de 2009

¿Sabes que me caso en abril?

Para escribir esto, he empezado muchos borradores… algunos me parecían demasiado locos, otros demasiado tristes… tengo que escribirlo, me dije… y creo que la única manera de hacerlo es escribiendo sin pensar… sin releer… un cadáver exquisito de mi propia vida… me río, sí… abril está aquí y es mi momento… para los que no lo sepáis todavía, me caso…

Dejándome guiar por las fuerzas ocultas de la vida –soy Escorpio sin remedio, una parte de mí vive en ese lado oscuro- escuché una predicción… un mes determinado… un enlace, una boda… un compromiso… había de llegar ese momento… en el mes de las lluvias… en ese mes que alguien me ha robado ya tantas veces… sería paradójico, pensé en su momento… y durante meses, retorcí el significado de ese vaticinio… lo amoldé a las circunstancias… me desesperó en otros momentos… pero, un buen día, se transformó… mutó… la predicción ya no era motivo de dolor sino de cachondeo… me di cuenta al volver de Colombia… me caso en abril, me descojonaba… y, sin quererlo ni beberlo, se convirtió en un auténtico himno…

Con Iñigo, la cosa se convirtió en algún que otro pequeño gran momento de nuestra vida juntos… más de una noche nos vimos divagando sobre el tema… e, incluso, llegó un momento en el que era él quien sacaba a relucir el tema… “es verdad, que como tú te casas en abril…” comenzó a salir de su boca en mitad de nuestras conversaciones… conversaciones que dejaban de serlo para que ambos nos descojonáramos de la risa… carcajadas en algunas noches de República Independiente que construímos a pachas… una de esas noches, pensé en nombrarle padrino de tan magno día… obviamente, con esto de la boda, él ha decidido volverse a vivir a Orense… me da tres meses de prórroga para volver… creo que es lo que calcula que durará mi matrimonio aunque no se atreva a decírmelo… él lo ha disfrazado como que ha encontrado un trabajo allí en un balneario… y yo, por aquello del sentimiento de “Super Compis” que somos, hago como que me lo creo…

Me dediqué a tunear el vestido… eso fue después de descubrir el customizado que le había pegado Pons a unas Converse con un cinturón de tachuelas roto… sí, definitivamente tenía que tener un vestido de novia con tachuelas… muy ese punto macarra que me gusta… en su justa medida… quizás tan sólo, comentábamos, el remate de la falda… o, quizás incluso, el fajín… tan sólo de imaginárnoslo teníamos para un rato de diarrea verbal sobre todo tipo de gilipolleces al respecto… nos reíamos de mis circunstancias peculiares, sí… pero resulta mucho más sano y, sobre todo, divertido…

En nuestras eternas conversaciones, tanto la princesa del País de las Bragas como mi Lubia opinaron ampliamente sobre el tema… se carcajearon… cómo está el correo, me decía, fíjate que todavía no me ha llegado la invitación… en ocasiones, incluso dieron pie a divagaciones singulares que terminaban con una clara consigna… “pues que no te pase nada” en un caso y “sí, chati, sí” en el otro… nos reíamos… llegó un momento en el que, lejos de ser para ellas escucharlo como una rémora sin fin, se convirtió en una broma… en un cachondeo más de la sarta de tonterías que nos hacen reír… somos seres curiosos, pensé… nos descojonamos de nosotras mismas y, encima, lo disfrutamos…

El hecho fundamental es que, después de tanta broma, me veo en abril… con tanta divagación en este tiempo, se me ha olvidado organizar la boda… sí, es lo que tiene ser Dori que la retentiva no es mi fuerte… no sé en dónde de mi casa he guardado las invitaciones al enlace… las escondí tan bien junto con correo sin abrir que no sé dónde las puse… olvidé dónde está el ticket para ir a recoger el vestido… y, como súmun de mis despistes, no sé dónde puñetas me he dejado al novio… sé que debe de andar por alguna parte, pero no tengo claro dónde me lo olvidé… si alguien le ve, por favor, decidle que se lo tome con calma… que no tenga prisa… que abril ya está aquí y yo, por si no lo sabe, me caso…

domingo, 19 de abril de 2009

Carambolas de la vida...

En mitad de la presentación de un libro… te pones a charlar con el amigo de una amiga… le cuentas qué estás haciendo cuando sabes a qué se dedica… ¿te interesaría llevar la comunicación de un Festival de cine?, sale de su boca… sonrío, me acaba de dar en el hueso de la risa… tendrías que irte de Madrid la semana que viene, me dice muy serio… cuando menciona el destino, no sé si reír o llorar… precisamente, mira… será mi sino, me digo… o una prueba conmigo misma… una temporada fuera de Madrid, me digo, no estaría mal… quizás sea una nueva aventura… no americana esta vez, pero también tiene su propia identidad nacional… me río, la vida es así de peculiar a veces…

Sales a la calle y te encuentras con un cura… miro ese alzacuellos, y me río… la vida a veces es así de curiosa… las casualidades forman parte de ella de la manera más ridícula, más peculiar… pero, sobre todo, de la manera más absurda… hacía tiempo que no veía tantos curas en tan poco tiempo, me dice la rubia… me río… “alabado sea dios” me viene automáticamente a la mente… el colmo es cuando me entero de que un canal de TDT repite el momento… mi prima Ana se apresura a informarme de ello… me tengo que descojonar…

Te das cuenta de una extraña sensación que habías dejado atrás… sentir frío, de golpe… un frío inexplicable… me gusta el frío, pero ese no lo disfruto… es como si te calara de golpe los huesos… como si te traspasara el alma congelándola… lo sientes y tratas de recomponerte… faltan mangas para estirar… falta ropa para tapar… faltan y sobran demasiadas cosas, me digo… me asalta la palabra verano, pero siento frío…

Recibes una llamada de una amiga de hace años… de una compañera de residencia, una que entró un año después que tú… pensar en ella implica hacerlo viéndola sonreír… pese a todo, sonreía… me llama desde su isla, esa que la atrapó en una vida tranquila hace ya años… ¿estás sentada?, me pregunta, es por si te caes de culo… ante mi evidente broma de estás embarazada llegó su sí como respuesta… y ante mi siguiente broma –tendrás que casarte, dicha con mucho cachondeo-, me dijo que en julio… la vida corre mucho, pensé… pasa rápido, cambia y no espera… me gustó oírla así de feliz, pese a su pequeña tristeza…

Encuentras una carta en una caja… con fotos de otra época, de otra vida… sonríes al leerla… cuántas palabras… creías haberla tirado, pero está… te habla de una tierra lejana… es tu propia letra… con un destinatario que, siempre, te decía te quiero y al que nunca contestabas… dos palabras demasiado poderosas cuando se juntan… y, sin embargo, no había peligro en esas líneas…

domingo, 12 de abril de 2009

"Fátima y..."

Cae la tarde de un domingo… una tarde luminosa, clara… silencio en las calles… el pueblo vuelve, poco a poco, a su vida normal… las persianas comienzan a bajarse… la gente vuelve a sus vidas de hace tan sólo unos días… a esas ciudades y pueblos que dejan atrás para volver al mismo sitio de siempre… disfruto estos domingos en los que de golpe te quedas sola… tranquila… delante de la chimenea pienso que pasó la semana que llaman santa… pasó y, aunque no cumpla rigurosamente un año, me quito de encima otro de esos lastres emocionales que yo misma me impuse… otra de las cadenas que yo até y me ataron… me hace gracia… no ha sido tan duro, pienso mientras miro por la ventana escuchando cantar a Sabina “Calle Melancolía”… me encanta esa canción… sonrío y canturreo… estoy orgullosa de mí misma, y me gusta sentirme así… por una parte creo que quizás eso significa que he logrado pasar página… por otra que, simplemente, me he hecho más fuerte… pese a todo… quizás me he inmunizado un poquito el corazón…

Recorrí mi particular vía crucis… yo sóla, sin decírselo a nadie… nombrando sin decir, callando de la manera más ruidosa… hubo quien supo leer esos no medidos silencios… quien me miró con dulzura cuando mencionaba un nombre, un recuerdo… un pasado… todos preguntaron, a todos les di la misma respuesta… sin más… sintiendo que no había más que decir que esa breve frase… decidiendo no sentir la necesidad de decir más… viví mi propio viernes santo… lo viví a mi manera… lo celebré con copas, con miradas, con sonrisas… con momentos que son sólo míos y que tienen tan sólo mi nombre… singular… no me parece mal, pienso… tan sólo es diferente… estoy terriblemente rebelde, le decía a Pons… ya te veo ya, contestaba ella convencida… quizás haya llegado mi momento, me digo… quizás necesito saltar una tras otra las barreras para ser, simplemente, yo…

Y cuando el vía crucis de esa semana que nunca fue santa comenzaba a agonizar, llegó una señal… la sorpresa de una invitación a una boda, la ilusión de sentirme sorprendida de que quisiera que estuviera en su día… cuando me entregó el sobre, tan sólo lo abrí para ver la invitación… me encanta el papel, le digo… ella sonríe… estuve a punto de preguntarle si sabía que yo me caso en abril, pero creo que no entendería la broma y me tomaría por loca… comenté la manía que le había entrado a todo el mundo con casarse… me río para mí, yo me habría conformado con que me lo hubieran pedido para decir no… sólo con que lo hubiera sentido, pensaba en su día, yo respetaría su voluntad de no querer hacerlo con ese no… cuánto tiempo sentí que sólo con el hecho de oírlo, me habría conformado… a veces, nos conformamos con demasiado poco, me dije a mí misma...

Cuando volví a guardar la tarjeta dentro del sobre, vi lo que había escrito en el anverso… “Fátima y…” era la rúbrica que brillaba sobre el alargado sobre de color ocre… me reí… me reí mucho… a mí con tres puntos suspensivos… a esta que no sabe escribir sin utilizarlos para todo… esos tres puntos fueron primero un pellizco… pero, sólo segundos después, eran una carcajada… bueno no sé, me dijo, por si quieres venir con alguien… la despedí, se iba a casa… tocaba madrugar… nos vemos en Madrid… mientras volvía caminando hacia el bar, mis ojos tan sólo podían ver esa frase escrita sobre el sobre pese a llevarlo en el bolsillo de la chaqueta… “Fátima y…” era más una esperanza que una tristeza… era un vacío que no necesitaba imperiosamente ser llenado… asumible, normalizado… el tiempo pasa, pensé… esos tres puntos son muchas cosas por escribir… me gustó pensar así… pensar en mis puntos suspensivos… en la cantidad de finales que pueden tener… la cantidad de cosas que dicen sin decir…

Subí a la torre… miré esa vista inamovible que recuerdo desde que tengo uso de razón… y pensé en mis puntos suspensivos… en todas esas cosas pendientes de vivir, de pasar… el irremediable vicio de sentir, me digo, de la manera que sea… pensé en la gran sensación de estar en paz conmigo… yo, conmigo… sin necesidad de más…

Curso de supervivencia de una Semana Santa

En ocasiones irse de vacaciones puede convertirse en un deporte de riesgo… sí, tal cual… lo que parecen ser cuatro días de descanso se transforman, sin que sepas siquiera cómo, en 96 horas en las que la supervivencia no está garantizada… y más si decides venirte a la Montaña Oriental de León… a un pueblo, al mismo puto pueblo de siempre… ese que es refugio muchas veces… ese que es el lugar del que tienes algunos o muchos de tus grandes recuerdos… un referente vital, sí… aunque haya quien no lo comprenda, quien no lo comparta… venir “al pueblo” es reencontrarte con tu gente… con la de siempre, con la de nunca… ver caras conocidas, sentirte a salvo… estar en casa…

Pero pese al cúmulo de sensaciones, lidiar con estas tierras puede resultar complicado… en primer lugar, la temperatura tiene un poder decisivo… sí, no digo que esto sea el Polo Norte pero sí que la frase más repetida siempre es “qué puto frío”… qué le vamos a hacer, lo hace… pero, incluso eso, forma parte del extraño guión de venir aquí… el problema es cuando, al aterrizar en casa, sabes que la caldera de la calefacción está estropeada… cuando abres la puerta, el frío concentrado dentro de la casa te abofetea… demasiado tarde, has pasado el umbral… descubres que tan sólo hay 4º y maldices la gran ocurrencia de tu bisabuelo de hacer los muros de la casa con piedras de más de un metro de ancho… ahí comienza la primera parte de la prueba… subir la temperatura de la casa… de golpe, te ves haciendo escalada… llegar a la leña idónea para encender las chimeneas lo merece… trepas sobre tucos de madera que se mueven… haces de Hulk Hogan llevando los enormes trozos de madera… todo por el calor, piensas… pero la sesión de osteópata al volver a Madrid no te la quita ni dios, me digo… corro de la cocina al salón, del salón a la cocina… una escupe humo y transforma la casa en las orillas del Thamesis pero en versión jodida… te pican los ojos… te clavas astillas aunque, eso sí, mantienes el esmalte de las uñas intacto… el toque urbanita no te lo quita nadie chata, me digo, aunque seas más de campo que las amapolas… sonríes satisfecha… eres un fenómeno nena, me digo a mí misma, has conseguido que la temperatura llegue a los 12º… sí, toda una muestra de superación personal… lástima que sean las 5 de la mañana y lleves media tarde concentrada en que ninguno de los fuegos controlados se te apague…

Cuando parece que llevas medio superado el tema de que los pingüinos corran libremente por tu casa, hay que lidiar con otras situaciones de peligro físico… como encontrarte que, al no haber caldera, es imposible ducharse… para meterse aquí debajo del agua sin palmar del frío sólo se puede ser Pons o Javi… resumiendo, hay que estar de la olla o muy desesperado… también tratar de conducir de noche sin que ocurra ningún fenómeno paranormal con alguno de los múltiples animalitos que habitan en los alrededores es casi una misión imposible… cuando no te encuentras un caballo en mitad del carril, es una vaca… puedes encontrarte con un zorro que decide cruzar la carretera… o con una lechuza girada de la cabeza que te mira fijamente a los focos del coche sin despeinarse… y, lo peor de todo, puedes encontrarte con un Bambi que decide ponerse en el puñetero centro de la carretera… cuando lo ves, entras en pánico… frenas… te echas hacia el arcén… y, cuando piensas que ya no hay peligro y le has esquivado, al bicho le da por saltar… tal cual… si ya de por sí estás a punto de que se te pare el corazón por el mero hecho de pensar que lo has matado –porque el salto ha sido, obviamente, contra tu coche-, la cosa va in crescendo cuando hace apenas unos segundos has adelantado a la Guardia Civil… te toca parar, esto es un parque natural protegido… y tu ética de defensora de animales y causas perdidas te obliga a ello… el problema es descubrir que no llevas el reglamentario chaleco fluorescente… lo perdiste en una despedida de soltera … mis compañeros de viaje se descojonan, yo tan sólo me concentro en no tener que bajar del vehículo… sonríe y pestañea, recuerdo, si una vez te libraste de una multa ahora quizás te salve… no he matado al Bambi y puedo continuar, me informa desde el todoterreno el Guardia Civil en lo que yo pongo voz de fémina total… creo que casi se me sale el corazón por la boca…

Pero sobre todo, el mayor peligro de este extraño lugar del mundo es la noche… como dice Javi, el novio de mi hermana, venir a este pueblo es como una Nochevieja continua… por algún motivo que no comprendo, aquí se coge con muchas ganas salir de copas… quizás para paliar el frío que hace siempre… o quizás porque apetece ver caras conocidas… charlar con otras personas que conoces, saber de sus vidas… aunque sólo sea en verano y en semana santa, da igual… te apetece reírte con ellos… salir de fiesta, aunque eso implique moverse solamente por cuatro garitos hasta las pelotas de gente… aunque implique que te pases media noche espachurrada cuando todo el mundo parece decidir que, estés donde estés, eres la mitad del camino perfecto hacia la puerta… pese a eso, sacas fuerzas de flaqueza para hacerlo porque, casi siempre, tiene algo de especial… hacer salir a una amiga que hace mil años que no sale pero que siempre mete en la maleta algo mono “por si acaso”… hacer tomar copas a otra con la que hace mucho que no compartes una noche de cachondeo y que parece haberte reservado ese momento únicamente a ti… pasar un rato de bailoteo sin parar con tu prima… compartir ese ambiente tuyo con una amiga de toda la vida a la que le has contado las batallitas del pueblo tantas veces… te ríes, te descojonas… siempre hay alguna historia que recordar de algún otro verano, de alguna otra semana santa… te das cuenta de todas las cosas que has compartido sin apenas ser consciente… y es tal la sensación de buen rollo, que caes en una trampa absoluta… la de perder la noción del tiempo… dejarte llevar por las copas, los recuerdos, las conversaciones, las sonrisas, la compañía… por todo y por nada a la vez… para cuando sales del bar, es prácticamente de día… no sabes cómo, pero el reloj marca las 8… y no es una noche, son todas… tú que sólo salías a tomar algo, me dicen entre carcajadas, y mira… no puedo evitarlo, pienso, me encanta liarme…

Venir a este extraño lugar del planeta es complicado, sí… pero por algún jodido motivo, nunca te deja indiferente… pese al frío, el agobio de la gente… pese a todo… te abre la mente, te llena de oxígeno los pulmones… es una extraña sobredosis que no te mata… al contrario… pese a todo, te revive…

viernes, 10 de abril de 2009

Un atardecer con una amiga

Apareció en casa… su madre me lo había advertido… marcha mañana, me dijo con ese familiar acento suyo… al abrir la cancela, me di cuenta… pasan los años, y ella sigue igual… igual de bonita, con esa misma cara de niña… niña, pienso irónicamente para mis adentros, niña cuando hace tantos años ya que es madre… si me paro a pensarlo, puedo acordarme de cómo éramos… esos veranos… esos cigarros a solas en las fiestas… tantas confesiones, tantos momentos… la abracé… no sé explicar lo mucho que me gusta verla… quizás porque, pese a todo, el paso de los años no nos ha distanciado… aunque no hablemos casi nunca, aunque no sepamos la una de la otra… da igual… volver a vernos siempre nos hace ilusión a las dos… tener nuestro rato para nosotras… charlar… sin niños, sin nadie… sólo como cuando teníamos 16 años pero sea dentro del cuerpo de una mujer de 30…

El bar de Álvaro estaba hasta la bandera… comenzó a llegar gente conocida, comenzamos a saludar… después de un café amenizado por ese gremio peculiar que son las madres de niños pequeños, nos vamos a dar un paseo… caminamos agarradas del brazo, hablando de la obra de su casa… esa en la que estuve hace años, cuando la vida era de otra manera… en una fiesta a la que siempre me invita, en la que acabamos charlando sentadas en un portal mientras los demás estaban de copas y a la cual yo fui de empalmada… hablamos de sus próximas vacaciones en Cádiz… estaba atardeciendo ya… llegamos al Puente Grande –para los foráneos, de grande no tiene nada… pero es la entrada del pueblo y supongo que había que ponerle un nombre espectacular… es como tener un chihuahua y llamarle Rambo… quieras que no, impresiona aunque apenas pese gramos-… giramos a la izquierda, seguíamos hablando sin parar… yo acelerada como siempre… ella con esa voz tan dulce y con su acento… yo había logrado sobrepasar mi particular barrera de “aterrizar en el pueblo”… sí, es un límite peculiar que siempre supero con ella… el de un oído poco entrenado, demasiado acostumbrado quizás al acento madrileño… tras quince minutos, era capaz de entender todas las palabras en bable que salían de su boca… todas… me gusta cómo habla, pensé, siempre lo ha hecho igual…

De golpe, con esa misma tranquilidad con la que habla, hizo la pregunta precisa… la que dejaba a un lado completamente las cosas de la vida y sólo se centraba en mi pequeño lugar en el mundo… la escuché salir de su boca, con una cierta reserva… abrió la caja de mis truenos… le descubrí mi viaje a Colombia, le conté la extraña sensación de hastío… le hablé de todas esos pájaros negros que parecen haberse marchado ya… caminábamos, ella escuchaba… mientras hablaba me daba cuenta de que me estaba emocionando… es curioso, pensé, he dicho esto mismo tantas veces sin emocionarme… pero en gran medida supe en ese momento que nadie cómo ella me entendía… somos de primeros hombres, de segundas oportunidades… creímos en su día y descubrimos que la vida a veces te da un vuelco…

Cuando estábamos entrando en el pueblo de nuevo, yo abrí su caja de los truenos con otra pregunta… me sorprendió esa realidad que me contaba… eso callado que, pese a no ser nada, para ella era todo… sentir la jodida sensación de la mentira en la boca del estómago… me reí para mí, nos parecíamos demasiado… nos sentamos en un pilón… curioso, pensé, nos hemos sentado tantas veces en ese mismo lugar a charlar… cuando éramos pequeñas… mientras esperábamos una noche de Santiago a quien tardaría años en llegar… cada vez que necesitábamos hablar de algo que nos dolía… las dos lo recordamos… y sentadas donde lo habíamos hecho toda la vida, me contó sus miedos… los conocía, yo también los sentí una vez… estaba desconcertada con su realidad… sé qué es sentirse así… y sé lo jodido que es, precisamente, sentirse así… a veces te das cuenta, me dijo, de que la vida no es tan bonita… pensé en esa maravillosa inocencia que se había quebrado… en esa que nos hacía a las dos estar tan unidas… se nos rompió, pensé… pero seguimos sentadas aquí… como siempre…

Nos subimos al coche juntas… qué de tiempo, pensé… seguíamos hablando… sin parar… como hacía mucho tiempo que no teníamos la oportunidad… hablando de niños, de su vida… todavía hoy la miro y me parece increíble pensar que es madre… mujer de alguien… con su cara de niña, con su cara de siempre… el mismo alma… esa pizca de ingenuidad rota con los años… con esa increíble capacidad de darte calor con sólo una sonrisa… me hace gracia pensar que, a nuestros 17 años, siempre pensamos en tatuarnos una luna… y recuerdo que, el día que me la tatué en el tobillo, me acordé de ella… de esa amiga que vivía lejos, de la que apenas sabía… a la que la suerte cambió de pronto con un golpe que, hoy, es una preciosa vida… esa amiga con la que, cuando estaba en la Universidad, todavía me escribía cartas de papel que eran como diarios… recuerdo perfectamente su caligrafía… cómo me contaba sus cosas… era como escucharla hablar… una tremenda luna llena estaba en el cielo, ambas la miramos… hablamos de lo bonita que estaba… no hemos cambiado tanto, pensé… seguimos mirando al cielo como si fuéramos niñas aunque la vida nos recuerde, herida tras herida, que ya hemos crecido…

Hoy, cuando la he acompañado esta noche a su casa y le he dicho hasta mañana, he vuelto a recordar lo peculiar de la pieza que ella y su mundo ocupan en el puzzle de mi vida… de cuánto me gusta estar con ella… sin necesidad de hacer nada… tan sólo, compartiendo tiempo juntas… y, en esta madrugada, veo inviable sentarme a describir con palabras lo que siento cuando logramos tener estos ratos… supongo que, simplemente, la adoro… siempre lo he hecho, por algún curioso motivo… sin necesidad de decírselo, sin necesidad de hablar… a veces, los silencios encierran verdades mucho más auténticas que el ruido… y, entre nosotras, simplemente sobran todas esas palabras…

martes, 7 de abril de 2009

La generación de los tarados


Tarado: 1. que padece una tara física o psíquica
2. Tonto, loco

Me he dado cuenta últimamente… cuando la famosa frase de “cómo estamos!” o “estamos fatal de lo nuestro” se ha repetido con diferentes personas e interlocutores… francamente, estamos fatal… sí… a veces recibimos un golpecito de la vida, de las personas… sin embargo, en muchas ocasiones, el “golpecito” es como si te hubiera pegado Carmen Maura siguiendo el guión de esa famosa escena de “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”… no te mata, no… solamente te noquea… te deja completamente gilipollas y fuera de combate… sí, KO técnico… absolutamente bloqueado, completamente aturdido con la realidad…

Todos somos treintañeros, todos… rondamos esa edad, con algún año por delante o alguno por detrás… y todos estamos marcados por el mismo patrón… la tara que te dejan las historias que no comprendes… esa absurda y absoluta locura que es, siendo seres razonables, tratar de darle sentido a lo incomprensible… no podemos, simplemente… y, aunque aprendamos a no pensar en ello, nos deja una marca… un surco… una tara en nuestro expediente, en nuestra trayectoria vital… rondamos la treintena y, quien más quien menos, atesora su propia tara… las hay de muchos tipos… está la del desamor con el amor… la de mirar con distintos ojos a una persona… está la del miedo, la de la inseguridad… también solemos tener todos la tara del rechazo… no podemos soportarla… y, por algún motivo absurdo, como si se tratara de un resorte… nos convertimos en seres cobardes… nos vamos a la mierda… evitamos vivir por el mero hecho de no sufrir… me he dado cuenta de que hay una máxima que nos une a todos los tarados emocionales… nuestra firme creencia de que no sabemos ligar… es común a todos… de golpe, nos sentimos estúpidos… buscamos la frase ocurrente… otro error… buscar es la mejor manera de no encontrar nunca…

Pero, además de atesorar taras como parte de las heridas de guerra que te deja la vida poco a poco, todos estamos tarados… más allá de esos defectos que te arañan el alma de alguna manera… estamos locos, completamente pirados de la cabeza… actuamos en ocasiones guiados por impulsos… otras por puntazos que nos dan… nos permitimos pequeñas locuras que se convierten en grandes momentos… nos convertimos en rebeldes sin causa… contra todo… contra la venganza, contra las normas… nos da lo mismo, sin pensar nos decimos… necesitamos llevarlas a cabo… necesitamos despertar esa parte del cerebro que, de alguna manera, se quedó dormida entre las heridas… nos da por hacer cosas que nunca hicimos… cosas que rompen con nuestra dinámica… a veces es tan sencillo como traspasar la delgada línea roja que separa el miedo de la adrenalina… otras, simplemente, mantener una conversación interminable sobre lo que sea… divagamos, mezclamos vidas… nos reímos de nuestras propias cosas… a veces sin sentido, a veces sin clá… no nos hace falta… nos bastamos con nosotros mismos… a veces ni tan siquiera nosotros mismos nos entendemos… no sabemos por qué actuamos sin querer… y entendemos menos todavía por qué queremos sin actuar… cosas simples que se convierten en tremendamente complejas…

A veces mentimos para ocultar nuestras taras… otras, sin embargo, tiramos de esa locura para pasárnoslas por el Arco de Trajano… qué más da… sabemos que lo somos, somos conscientes… heridos emocionales… por las cosas que te pasan en la vida… en ambos casos es suficiente… a veces, el temblor más ligero provoca la explosión… y sí, entonces has entrado a formar parte de esa generación que componemos… esa que formamos y en la que, cada cual, tiene su herida y su locura…

Lo siento, he visto este anuncio en televisión esta noche y me ha parecido más que oportuno… no en todo, pero sí en muchas cosas podemos sentirnos identificados...



lunes, 6 de abril de 2009

Un dios me hizo mujer un viernes

Me di cuenta… pude reconocer el dedo bendito rozándome un hombro… la luz de la divinidad… fue en plena calle… temprano, pasadas las 9:30 de la mañana… noté ese impulso, ese calor… ese toque de magia que a veces te da, simplemente, dejar terminadas cosas pendientes… asignaturas suspensas contigo misma… sentí el motor de la adrenalina… una sensación mística de energía… de ganas de sonreír… todo el mundo debía darse cuenta de mi momento religioso… o eso me pareció a mí… todo el mundo me miraba, o eso creí yo… y yo, tan sólo, me rendía a la evidencia… había traspasado la línea de la inmortalidad de la manera más tonta…

Ese dios que me hizo mujer un viernes me creó en ese preciso momento… pisando la calle Fuencarral… con los pies puestos sobre el sucio asfalto de Madrid… en una mañana de sol de abril… después de una noche de luna creciente… me creó recordándome todo lo que era en mi vida anterior… definir anterior sería tan eterno como el tiempo, me dijo ese dios al oído… no te preocupes, añadió, sigues siendo la misma pero diferente… miras al horizonte, me dijo riéndose de mí… y eso ya es un gran don… sonreí… me reí… mi noche había llegado a su día… y para mí, pese a lo peculiar de la luz de ese sol, seguía siendo ayer…

Caminando por Fuencarral, ese dios se sentó a mi lado en un banco… yo tan sólo buscaba los cascos de mi iPhone –puto iPhone- para escuchar música… él decidió contarme cuál era mi misión… el por qué de elegir crearme en ese momento, de esa manera… mientras caminaba por la calle, sin más… ese dios era el de la confianza, el extraño diosecillo que se crea con una rencilla menos contigo misma… era algo personal, me decía… y elegiste bien el camino… me río… me suena a clase de religión del colegio… pero es curioso… sea cual sea el dios, ya sea un diosecillo de viernes, todos conllevan caminos… elecciones… momentos que cambian tu propio destino, de la manera que sea… aunque únicamente lo hagan dentro de tu mente, es más que suficiente…

Seguí caminando escoltada por ese dios que me hizo mujer… un dios que me recordaba la extraña pero familiar sensación que tenía… la de sentirme jodidamente viva… malditamente viva… maravillosamente viva… curioso verdad?, me dijo el pequeño dios que me hizo mujer… a veces la vida tan sólo consiste en creer, me susurró, que no se te olvide… en mis oídos, Fito… me río… casualidades de la vida… recuerda siempre lo que eres sobre todas las cosas, me dijo… una mujer… sin más, sin menos… ideas, sueños, instintos… sonrisas y lágrimas… eres fuerza, das vida… eres una vida… eres lo que eres... formas parte de una extraña hermandad... de un peculiar sexo que, sin ser costilla de nadie, vive por sí mismo... de esa rarísima mezcla de hormonas, emociones... de miradas, de silencios... de pasión y rabia, de orgullo y carácter... de secretos guardados, de confesiones de todo tipo... recuérdalo, me dijo antes de despedirse…

El dios que me hizo mujer un viernes desapareció entre una cegadora luz… se colaba entre los tejados de la esquina de la calle… me deslumbró… y, al abrir los ojos, ya simplemente no estaba… sonreí… la revelación había surtido efecto… sonreí… soy Viernes, me dije…

Para todas esas mujeres que son supervivientes... que son lo que son y, además de saberlo, lo aceptan con todas sus consecuencias... mujeres que viven a mi alrededor, que forman parte del bolsillo del corazoncete... para todas esas que me soportan, me aúpan, se ríen o lloran conmigo... todas las que, de alguna manera y en algún momento, hemos olvidado lo que somos...

viernes, 3 de abril de 2009

El día que la hija del viento dejó de volar

La hija del viento se miró al espejo… había pasado tanto tiempo… tan poco a la vez… se avergonzaba de sí misma entre risas y tropiezos en un espacio conocido… vivía un auténtico momento adolescente… sí… había decidido vivirlo de alguna manera… desde la perspectiva de los años, de la experiencia y la innata inexperiencia… se rió… hacía demasiado tiempo que no se sentía estúpidamente absurda… diciendo toda sarta de cosas que a la voz le parecían divertidísimas… algo inofensivo se había convertido en una auténtica odisea que librar… una batalla más para ella… ¿verde o negro?... a dios pongo por testigo, murmura la hija del viento, que encontraré el anillo perdido… la voz se reía de la situación completamente histriónica…

La hija del viento comenzó la gyncana… sacó sus alas y, contra todo pronóstico, sólo llegó con 5 minutos de retraso… se sentía jodidamente segura y terriblemente insegura a la vez… una curiosa mezcla de sentimientos… las alas le batían en la espalda… ahora no puedes echarte atrás, pensó para tranquilizarlas… como el común de los mortales, caminó el último tramo del trayecto… llegó al punto de destino, sonrió… esa canción sonaba en sus oídos… la estaba viviendo… pidió disculpas… sonrió… primero las noticias más recientes, después las más lejanas… historias de historias en lo que el reloj corría y saltaba hacia atrás en el tiempo… la hija del viento hablaba sin parar, escuchaba… asentía… negaba… diseccionaba los extraños resortes de las cosas que pasan… las alas temblaban en su espalda… pero ella no quería recordar que estaban ahí…

Con la primera caída llegó el momento de mirar… de sonreír… de apostarse el tiempo que cada uno había estado atrapado dentro de sus alas… acababa de descubrir a otro ser como ella… otro ser con alas… en un susurro, la hija del viento sintió el aire acariciándole el cogote… comenzaba a erizarle el pelo de la nuca… era un remolino de aire que cada vez cobraba más fuerza… no podía volar, necesitaba no hacerlo… y, tras unos pocos segundos, simplemente sus alas no se abrían… la hija del viento las aparcó para recordar lo que era antes de que le atacara por sorpresa la tormenta… antes de que el vendaval la adoptara como hija… cuando toda la arena del desierto la había cubierto bajo un manto asfixiante… convirtiéndola en un ser con alas en mitad de ninguna parte de algún inmenso desierto…

La hija del viento decidió atarse los pies al suelo para no alzarse más… y sonrió, lo hizo… al darse cuenta de que el peso de sus pies era real… auténtico… que, simplemente, ella estaba allí…

jueves, 2 de abril de 2009

Una llave tirada al mar

Suena a frase de abuelo… quizás lo sea… a frase de alguien más sabio que tú… “el tiempo lo pone todo en su sitio”… qué gran verdad… hasta ahora, francamente, creía en esa consigna vital con los ojos cerrados… pero me faltaba en gran medida ratificar ese hecho difícilmente demostrable… sí, una ley no escrita del universo quizás… o, tal vez, simplemente esa justicia indivina que existe en alguna parte de esta jodida vida… es injusta, sí… pero que a cada uno le pone en su lugar…

Hoy comprobé que esa frase que forma parte de mi alma hippy se hace cierta… que sólo es cuestión de esperar paciente… que todas las puertas se cierran, antes o después… con el tiempo… de, como en aquélla fábula árabe, sentarse en la puerta a ver pasar el cadáver de tu enemigo… no quiero ponerme gore, no es la intención… añadido me lo impide algo importante… estoy en paz conmigo misma y no hay conflicto alguno que librar… no hay enemigo… tan sólo momentos en los que parece que la vida te cierra una herida… te ayuda a cicatrizar completamente una página del pasado… y, sin entenderlo, sientes el placentero y jodido sentimiento de que tu pequeña venganza personal se ha cumplido sin que hagas nada… tan sólo, confiando en el tiempo como auténtico responsable de que las cosas se ubiquen donde corresponde… y, por otra parte, te das cuenta de que tampoco te dolía tanto ya… que, simplemente, el tiempo ha curado esa desazón que te dejan los finales inexplicables… las injusticias personales que libraste como buena Juana de Arco… y que, ahora, simplemente no tienen tanta importancia… esa puerta que tanto tiempo estuvo abierta ahora, por fin, comenzaba a cerrarse lentamente…

Escuchando la noticia, simplemente no podía creerlo… era algo que descreía en gran medida con un cierto aire de burla… pero era cierto… a quien vivía en las sombras el tiempo la puso en su sitio… de la peor de las maneras… con una tremenda patada en el orgullo… ese que le pisoteó a mucha gente… ser un trepa en esta vida es jodido… pero si lo eres, al menos, has de ser lo suficientemente inteligente como para que no se note… la elegancia no se compra… se tiene o no… y para poseerla, da lo mismo ir en vaqueros que subida en unos taconazos… pensé en tantos momentos sentada en esa sala… compartiendo ratos personales con un hombre que, más allá de hacerme currar como a un chino –persona-, me dio una oportunidad… un personaje al que yo consideré “maestro” un día y al que, por algún inexplicable motivo, le sigo teniendo un respeto singular… por algún motivo, cuenta con un cierto grado de mi lealtad… estaré mal de la cabeza, no lo niego… pero por algún motivo genético o adquirido, yo soy así… a mi puerta del pasado tan sólo le quedaba una rendija de luz… nada… no podía creer que llegara este momento…

Alucinaba con cada pizca nueva de información que tenía… con la cagada con todo el equipo y lo curioso que es sentir la traición en carnes ajenas… en carnes que traicionaron en su día y que, por algún motivo, no toleraban que se lo hicieran a ellas… quizás la lealtad, a veces, está sobre valorada… pero francamente, yo no entiendo la vida sin ella… encontrar a quien serle leal es lo más difícil, lo demás viene rodado… y, sin embargo, hay para quiénes algo tan mágico se les escapa de las manos… la avaricia rompe el saco, otra gran verdad… así que, lo siento, pero sonrío… pensando en lo curiosa que es la vida… en las vueltas que da… en que, pese a todo, la guerra mereció la pena… no estaba equivocada, me digo… sé que me equivoco mucho… pero hay otras veces que, simplemente, sé que tengo razón… y, aunque sea años después, logro darme cuenta de que es así… sí, tengo una paciencia infinita… pero sólo para las cosas que me duelen, las que me parecen injustas y las que son mentira… aunque hayan pasado los años, escuché por fin el portazo… seco, sonoro…

El bendito tiempo –palabra perteneciente al Club de las Palabras Malditas- lo pone todo en su sitio, es una evidencia… y es maravilloso comprobar que es real, que pasa… vivir es una aventura peculiar, sin duda… pero, con todo lo bueno y lo malo, nunca deja de darte estos pequeños placeres que cierran puertas… que te ayudan a zanjar tantas cosas del pasado, de la manera que sea… la puerta se cierra que es lo más importante… y esa llave, junto con otras muchas, simplemente la puedo tirar al mar…

miércoles, 1 de abril de 2009

El club de las palabras prohibidas

Últimamente, me he dado cuenta de que hay una serie de palabras que he optado por quitar definitivamente del vocabulario… sí, creo que lo meteré en la misma propuesta de ley que solicitaré para quitar los meses de marzo… por qué no repartir equitativamente los días correspondientes entre el resto del año, me digo… y que agosto tuviera 42 días… todo con tal de no volver a ver marzo acercarse en el calendario… sé que lo llevo jodido, lo sé… pero por intentarlo no se pierde nada en esta vida…

Me he dado cuenta de que, cada vez más, me toca soberanamente la moral escuchar el uso generalizado de una palabra en concreto… “calma”… sí… la ves así de simple, con cinco letras nada más, y es aparentemente inofensiva… no sólo la escucho sino que, además, para colmo la emito… si la buscas en el diccionario, dice “paz y tranquilidad”… me río, qué remedio… cuando te la mencionan es, precisamente, porque no la tienes… y sin embargo me he dado cuenta que en esta loca vida, hace falta para todo… para aguantar los atascos del autobús cuando la manifestación de turno invade Gran Vía… cuando vuelves una noche a tu casa y descubres que ha reventado una tubería, montando un auténtico heisser en la calle, y no vas a tener agua durante horas… que es precisa para buscar trabajo, para confiar en proyectos… que hace falta para intentar entender las cosas que pasan entre las personas… las extrañas situaciones en las que todos, por H o por B, nos vemos metidos… “calma” debería ser una palabra incorporada a casi cualquier situación del día a día… la prisa mata, cierto… y sin embargo, no paramos de correr… calma, nos repetimos, calma… todo volverá a su ser… escucho la voz de mi abuela diciéndomelo y me río… qué mayor es la anciana que vive dentro de mí…

Otra de esas palabras prohibidas es “tiempo”… lo usamos para todo, de una manera absolutamente indiscriminada… en todas las combinaciones posibles… si lo buscas en el diccionario dice que significa “duración de las cosas sujetas a cambio o referente a los seres que tienen una existencia finita”… lo de finita me encantó, he de reconocerlo… me gusta tanto como la palabra “infinita”… el tiempo hace falta para todo… para curar… para vivir… para ir a contrarreloj y agobiarte… para no hacer nada… para que pase la crisis… para que llegue la semana santa… santa semana… tiempo para perdonar, tiempo para vivir… a todos nos falta el tiempo y, a la vez, nos sobra escucharlo tan a menudo como remedio mágico para todas las cosas…

Así que, y siendo consciente de que hay más fans de este club por estos mundos, propongo la creación del club... se admiten más palabras prohibidas, todo es cuestión de sugerir… yo prometo radiografíar el por qué de su prohibición con palabras...