jueves, 2 de abril de 2009

Una llave tirada al mar

Suena a frase de abuelo… quizás lo sea… a frase de alguien más sabio que tú… “el tiempo lo pone todo en su sitio”… qué gran verdad… hasta ahora, francamente, creía en esa consigna vital con los ojos cerrados… pero me faltaba en gran medida ratificar ese hecho difícilmente demostrable… sí, una ley no escrita del universo quizás… o, tal vez, simplemente esa justicia indivina que existe en alguna parte de esta jodida vida… es injusta, sí… pero que a cada uno le pone en su lugar…

Hoy comprobé que esa frase que forma parte de mi alma hippy se hace cierta… que sólo es cuestión de esperar paciente… que todas las puertas se cierran, antes o después… con el tiempo… de, como en aquélla fábula árabe, sentarse en la puerta a ver pasar el cadáver de tu enemigo… no quiero ponerme gore, no es la intención… añadido me lo impide algo importante… estoy en paz conmigo misma y no hay conflicto alguno que librar… no hay enemigo… tan sólo momentos en los que parece que la vida te cierra una herida… te ayuda a cicatrizar completamente una página del pasado… y, sin entenderlo, sientes el placentero y jodido sentimiento de que tu pequeña venganza personal se ha cumplido sin que hagas nada… tan sólo, confiando en el tiempo como auténtico responsable de que las cosas se ubiquen donde corresponde… y, por otra parte, te das cuenta de que tampoco te dolía tanto ya… que, simplemente, el tiempo ha curado esa desazón que te dejan los finales inexplicables… las injusticias personales que libraste como buena Juana de Arco… y que, ahora, simplemente no tienen tanta importancia… esa puerta que tanto tiempo estuvo abierta ahora, por fin, comenzaba a cerrarse lentamente…

Escuchando la noticia, simplemente no podía creerlo… era algo que descreía en gran medida con un cierto aire de burla… pero era cierto… a quien vivía en las sombras el tiempo la puso en su sitio… de la peor de las maneras… con una tremenda patada en el orgullo… ese que le pisoteó a mucha gente… ser un trepa en esta vida es jodido… pero si lo eres, al menos, has de ser lo suficientemente inteligente como para que no se note… la elegancia no se compra… se tiene o no… y para poseerla, da lo mismo ir en vaqueros que subida en unos taconazos… pensé en tantos momentos sentada en esa sala… compartiendo ratos personales con un hombre que, más allá de hacerme currar como a un chino –persona-, me dio una oportunidad… un personaje al que yo consideré “maestro” un día y al que, por algún inexplicable motivo, le sigo teniendo un respeto singular… por algún motivo, cuenta con un cierto grado de mi lealtad… estaré mal de la cabeza, no lo niego… pero por algún motivo genético o adquirido, yo soy así… a mi puerta del pasado tan sólo le quedaba una rendija de luz… nada… no podía creer que llegara este momento…

Alucinaba con cada pizca nueva de información que tenía… con la cagada con todo el equipo y lo curioso que es sentir la traición en carnes ajenas… en carnes que traicionaron en su día y que, por algún motivo, no toleraban que se lo hicieran a ellas… quizás la lealtad, a veces, está sobre valorada… pero francamente, yo no entiendo la vida sin ella… encontrar a quien serle leal es lo más difícil, lo demás viene rodado… y, sin embargo, hay para quiénes algo tan mágico se les escapa de las manos… la avaricia rompe el saco, otra gran verdad… así que, lo siento, pero sonrío… pensando en lo curiosa que es la vida… en las vueltas que da… en que, pese a todo, la guerra mereció la pena… no estaba equivocada, me digo… sé que me equivoco mucho… pero hay otras veces que, simplemente, sé que tengo razón… y, aunque sea años después, logro darme cuenta de que es así… sí, tengo una paciencia infinita… pero sólo para las cosas que me duelen, las que me parecen injustas y las que son mentira… aunque hayan pasado los años, escuché por fin el portazo… seco, sonoro…

El bendito tiempo –palabra perteneciente al Club de las Palabras Malditas- lo pone todo en su sitio, es una evidencia… y es maravilloso comprobar que es real, que pasa… vivir es una aventura peculiar, sin duda… pero, con todo lo bueno y lo malo, nunca deja de darte estos pequeños placeres que cierran puertas… que te ayudan a zanjar tantas cosas del pasado, de la manera que sea… la puerta se cierra que es lo más importante… y esa llave, junto con otras muchas, simplemente la puedo tirar al mar…

1 comentario:

Anónimo dijo...

En la vida no hay premios ni castigos, sólo consecuencias, y finalmente cada uno recoge lo que siembra...
A "esa" que vivía en la sombras, y que ahora va a vivir en ellas pero de verdad, a aquella que te puso la zancadilla hasta que consiguió su propósito, le ha llegado su San Martín cuan...cerdo! sí, por qué no decirlo!

Al final potxoli, aunque a veces el tiempo nos exaspere, otras, cúantas recompensas nos dá...