domingo, 12 de abril de 2009

Curso de supervivencia de una Semana Santa

En ocasiones irse de vacaciones puede convertirse en un deporte de riesgo… sí, tal cual… lo que parecen ser cuatro días de descanso se transforman, sin que sepas siquiera cómo, en 96 horas en las que la supervivencia no está garantizada… y más si decides venirte a la Montaña Oriental de León… a un pueblo, al mismo puto pueblo de siempre… ese que es refugio muchas veces… ese que es el lugar del que tienes algunos o muchos de tus grandes recuerdos… un referente vital, sí… aunque haya quien no lo comprenda, quien no lo comparta… venir “al pueblo” es reencontrarte con tu gente… con la de siempre, con la de nunca… ver caras conocidas, sentirte a salvo… estar en casa…

Pero pese al cúmulo de sensaciones, lidiar con estas tierras puede resultar complicado… en primer lugar, la temperatura tiene un poder decisivo… sí, no digo que esto sea el Polo Norte pero sí que la frase más repetida siempre es “qué puto frío”… qué le vamos a hacer, lo hace… pero, incluso eso, forma parte del extraño guión de venir aquí… el problema es cuando, al aterrizar en casa, sabes que la caldera de la calefacción está estropeada… cuando abres la puerta, el frío concentrado dentro de la casa te abofetea… demasiado tarde, has pasado el umbral… descubres que tan sólo hay 4º y maldices la gran ocurrencia de tu bisabuelo de hacer los muros de la casa con piedras de más de un metro de ancho… ahí comienza la primera parte de la prueba… subir la temperatura de la casa… de golpe, te ves haciendo escalada… llegar a la leña idónea para encender las chimeneas lo merece… trepas sobre tucos de madera que se mueven… haces de Hulk Hogan llevando los enormes trozos de madera… todo por el calor, piensas… pero la sesión de osteópata al volver a Madrid no te la quita ni dios, me digo… corro de la cocina al salón, del salón a la cocina… una escupe humo y transforma la casa en las orillas del Thamesis pero en versión jodida… te pican los ojos… te clavas astillas aunque, eso sí, mantienes el esmalte de las uñas intacto… el toque urbanita no te lo quita nadie chata, me digo, aunque seas más de campo que las amapolas… sonríes satisfecha… eres un fenómeno nena, me digo a mí misma, has conseguido que la temperatura llegue a los 12º… sí, toda una muestra de superación personal… lástima que sean las 5 de la mañana y lleves media tarde concentrada en que ninguno de los fuegos controlados se te apague…

Cuando parece que llevas medio superado el tema de que los pingüinos corran libremente por tu casa, hay que lidiar con otras situaciones de peligro físico… como encontrarte que, al no haber caldera, es imposible ducharse… para meterse aquí debajo del agua sin palmar del frío sólo se puede ser Pons o Javi… resumiendo, hay que estar de la olla o muy desesperado… también tratar de conducir de noche sin que ocurra ningún fenómeno paranormal con alguno de los múltiples animalitos que habitan en los alrededores es casi una misión imposible… cuando no te encuentras un caballo en mitad del carril, es una vaca… puedes encontrarte con un zorro que decide cruzar la carretera… o con una lechuza girada de la cabeza que te mira fijamente a los focos del coche sin despeinarse… y, lo peor de todo, puedes encontrarte con un Bambi que decide ponerse en el puñetero centro de la carretera… cuando lo ves, entras en pánico… frenas… te echas hacia el arcén… y, cuando piensas que ya no hay peligro y le has esquivado, al bicho le da por saltar… tal cual… si ya de por sí estás a punto de que se te pare el corazón por el mero hecho de pensar que lo has matado –porque el salto ha sido, obviamente, contra tu coche-, la cosa va in crescendo cuando hace apenas unos segundos has adelantado a la Guardia Civil… te toca parar, esto es un parque natural protegido… y tu ética de defensora de animales y causas perdidas te obliga a ello… el problema es descubrir que no llevas el reglamentario chaleco fluorescente… lo perdiste en una despedida de soltera … mis compañeros de viaje se descojonan, yo tan sólo me concentro en no tener que bajar del vehículo… sonríe y pestañea, recuerdo, si una vez te libraste de una multa ahora quizás te salve… no he matado al Bambi y puedo continuar, me informa desde el todoterreno el Guardia Civil en lo que yo pongo voz de fémina total… creo que casi se me sale el corazón por la boca…

Pero sobre todo, el mayor peligro de este extraño lugar del mundo es la noche… como dice Javi, el novio de mi hermana, venir a este pueblo es como una Nochevieja continua… por algún motivo que no comprendo, aquí se coge con muchas ganas salir de copas… quizás para paliar el frío que hace siempre… o quizás porque apetece ver caras conocidas… charlar con otras personas que conoces, saber de sus vidas… aunque sólo sea en verano y en semana santa, da igual… te apetece reírte con ellos… salir de fiesta, aunque eso implique moverse solamente por cuatro garitos hasta las pelotas de gente… aunque implique que te pases media noche espachurrada cuando todo el mundo parece decidir que, estés donde estés, eres la mitad del camino perfecto hacia la puerta… pese a eso, sacas fuerzas de flaqueza para hacerlo porque, casi siempre, tiene algo de especial… hacer salir a una amiga que hace mil años que no sale pero que siempre mete en la maleta algo mono “por si acaso”… hacer tomar copas a otra con la que hace mucho que no compartes una noche de cachondeo y que parece haberte reservado ese momento únicamente a ti… pasar un rato de bailoteo sin parar con tu prima… compartir ese ambiente tuyo con una amiga de toda la vida a la que le has contado las batallitas del pueblo tantas veces… te ríes, te descojonas… siempre hay alguna historia que recordar de algún otro verano, de alguna otra semana santa… te das cuenta de todas las cosas que has compartido sin apenas ser consciente… y es tal la sensación de buen rollo, que caes en una trampa absoluta… la de perder la noción del tiempo… dejarte llevar por las copas, los recuerdos, las conversaciones, las sonrisas, la compañía… por todo y por nada a la vez… para cuando sales del bar, es prácticamente de día… no sabes cómo, pero el reloj marca las 8… y no es una noche, son todas… tú que sólo salías a tomar algo, me dicen entre carcajadas, y mira… no puedo evitarlo, pienso, me encanta liarme…

Venir a este extraño lugar del planeta es complicado, sí… pero por algún jodido motivo, nunca te deja indiferente… pese al frío, el agobio de la gente… pese a todo… te abre la mente, te llena de oxígeno los pulmones… es una extraña sobredosis que no te mata… al contrario… pese a todo, te revive…

1 comentario:

Anónimo dijo...

me lo pasé en grande, purple!
repetiré!!