
Recorrí mi particular vía crucis… yo sóla, sin decírselo a nadie… nombrando sin decir, callando de la manera más ruidosa… hubo quien supo leer esos no medidos silencios… quien me miró con dulzura cuando mencionaba un nombre, un recuerdo… un pasado… todos preguntaron, a todos les di la misma respuesta… sin más… sintiendo que no había más que decir que esa breve frase… decidiendo no sentir la necesidad de decir más… viví mi propio viernes santo… lo viví a mi manera… lo celebré con copas, con miradas, con sonrisas… con momentos que son sólo míos y que tienen tan sólo mi nombre… singular… no me parece mal, pienso… tan sólo es diferente… estoy terriblemente rebelde, le decía a Pons… ya te veo ya, contestaba ella convencida… quizás haya llegado mi momento, me digo… quizás necesito saltar una tras otra las barreras para ser, simplemente, yo…
Y cuando el vía crucis de esa semana que nunca fue santa comenzaba a agonizar, llegó una señal… la sorpresa de una invitación a una boda, la ilusión de sentirme sorprendida de que quisiera que estuviera en su día… cuando me entregó el sobre, tan sólo lo abrí para ver la invitación… me encanta el papel, le digo… ella sonríe… estuve a punto de preguntarle si sabía que yo me caso en abril, pero creo que no entendería la broma y me tomaría por loca… comenté la manía que le había entrado a todo el mundo con casarse… me río para mí, yo me habría conformado con que me lo hubieran pedido para decir no… sólo con que lo hubiera sentido, pensaba en su día, yo respetaría su voluntad de no querer hacerlo con ese no… cuánto tiempo sentí que sólo con el hecho de oírlo, me habría conformado… a veces, nos conformamos con demasiado poco, me dije a mí misma...
Cuando volví a guardar la tarjeta dentro del sobre, vi lo que había escrito en el anverso… “Fátima y…” era la rúbrica que brillaba sobre el alargado sobre de color ocre… me reí… me reí mucho… a mí con tres puntos suspensivos… a esta que no sabe escribir sin utilizarlos para todo… esos tres puntos fueron primero un pellizco… pero, sólo segundos después, eran una carcajada… bueno no sé, me dijo, por si quieres venir con alguien… la despedí, se iba a casa… tocaba madrugar… nos vemos en Madrid… mientras volvía caminando hacia el bar, mis ojos tan sólo podían ver esa frase escrita sobre el sobre pese a llevarlo en el bolsillo de la chaqueta… “Fátima y…” era más una esperanza que una tristeza… era un vacío que no necesitaba imperiosamente ser llenado… asumible, normalizado… el tiempo pasa, pensé… esos tres puntos son muchas cosas por escribir… me gustó pensar así… pensar en mis puntos suspensivos… en la cantidad de finales que pueden tener… la cantidad de cosas que dicen sin decir…
Subí a la torre… miré esa vista inamovible que recuerdo desde que tengo uso de razón… y pensé en mis puntos suspensivos… en todas esas cosas pendientes de vivir, de pasar… el irremediable vicio de sentir, me digo, de la manera que sea… pensé en la gran sensación de estar en paz conmigo… yo, conmigo… sin necesidad de más…
1 comentario:
Como me gusta verte así...
Vivan los puntos suspensivos...
Publicar un comentario