domingo, 30 de agosto de 2009

Los peligros de montarse la oficina en un bar

Tratar de trabajar en este micro cosmos se puede convertir en una difícil aventura… siempre hay algún entretenimiento, algo que te despista… un amigo que te viene a buscar a casa o alguna visita que te enreda… pero la cosa ya se convierte en problema cuando, para colmo, tienes que hacerlo desde el bar… qué le vamos a hacer, desde que el wi-fi llegó a Acevedo nuestras vidas han cambiado… ahora, lo más habitual, es ver al paisano que viene de arrear las vacas al lado de alguien completamente absorbido por su portátil…

Fiel a mis entregas y obligaciones, decidí marcarme un horario de oficina a pesar de los excesos nocturnos… tenía traducciones que entregar, llamadas por hacer… sí, uno de mis grandes problemas en este paraíso propio es que me desconecto completamente del mundo que hay más allá de Riaño… pero me lo propuse de una manera titánica… volver a entrar en la dinámica laboral desde la barra de un bar… puede resultar extraño, no lo niego… pero así me lo propuse y así lo cumplí… lo que me quedaba pendiente de descubrir era la cantidad de riesgos laborales a los que te ves sometido… aunque parezca inofensivo, un bar puede resultar un sitio peligrosísimo para trabajar…

Mi jornada laboral empezaba a las 10.30 de la mañana… un comienzo un tanto relativo que muchas veces dependía de si el bar estaba o no abierto… a veces me tocaba esperar media hora hasta que veía aparecer a Olga con su cara de sobada y la marca de la almohada… otras, directamente, abríamos juntas y mientras ella ponía en marcha la cafetera, yo bajaba las sillas… la esquina de la barra es ya un espacio reservado en el que, curiosamente, casi nadie se pone por las mañanas… supongo que porque saben que antes o después apareceré… es mi propia oficina y saben que la ocuparé… mientras me tomaba el primer café, desplegaba la logística… portátil, teléfono, cuaderno, bolígrafo… en una ocasión, me traje incluso el disco duro externo… con toda mi parafernalia montada y un cenicero a mi vera, comenzaba por mirar el correo… por ver las cosas pendientes… por empezar a buscar con el Google Translator aquéllas palabras desconocidas… para ese momento, eran ya las 11.15 de la mañana… comenzaban a aparecer los primeros personajes… todos con un comentario sobre mi posición y ocupación… qué haces rapaza, me ha gritado Casiano durante dos semanas metiendo las narices en mi pantalla, no sé cómo ves nada ahí… tomas algo moza, me gritaba otro desde la otra esquina del bar… primer problema, sobredosis de café… cada uno que entraba consideraba que tenía que invitarme a algo… pese a decir que no, pese a negarme a la invitación, me encontraba con un cafetito que Olga me servía poniendo los ojos en blanco… yo no voy a discutir, decía colocándome la taza… el primer día sufrí taquicardias a las 12 de la mañana… cuando una mujer dice que no, le dije con mucho cachondeo a uno de los personajes más peculiares de este lugar, es que no… daba lo mismo… por imposición pueblil, me los ponían… y yo, por aquello de no hacerle un feo a nadie, me los tomaba los primeros días…

El segundo gran riesgo de trabajar en un bar es la desconcentración… el combate de cada mañana era la llegada del Mister… uno de los personajes más particulares de por aquí… el año pasado, tipo duelo de las pelis de vaqueros, nos pegábamos por hacer el crucigrama… cada uno entraba por una puerta del bar, visualizaba el periódico y miraba desafiante al otro… este año, la instalación de mi oficina le ha allanado el terreno… lo tiene sólo para él… sin embargo, cada mañana insiste en lo mismo… hazlo tú que eres estudiada, me decía tendiéndome el periódico… tranquilo, le contestaba yo con las manos sobre el teclado, todo para ti… el problema venía cuando no sabía contestar alguna de las palabras que le amargaban terminarlo… marciano literario, me gritaba desde el fondo del bar… me hacía la sueca tratando de concentrarme y de marcar esas barreras invisibles de mi oficina virtual… no se daba por vencido… levantándose de la silla con las gafillas casi en la punta de la nariz, le veía acercarse por el rabillo del ojo… marciano literario, me decía a medio metro de distancia… cuatro letras, le pregunté sin mirarle… asentía con la cabeza esperando ansioso la respuesta… Gurb, le contesté después de unos segundos volviendo a mirar la pantalla, G-U-R-B… le veía sonreír cuando encajaba mi respuesta… ahí empezaba el auténtico combate… explicarle por qué lo sabía, qué era… un nuevo alto en mi actividad… diez minutos después me sonreía encantado de la vida… lo ves, me decía muy orgulloso, si es que eres una chica lista… yo me reía… qué va Mister, le contesté con un poco de vergüenza por no acordarme de su nombre, que he hecho muchos crucigramas… qué haces ahí en el Internet era su siguiente pregunta… cada mañana lo mismo, cada mañana la misma respuesta… un círculo vicioso que terminaba con una amplia argumentación por su parte sobre que tenía que comprarse un ordenador… volvía a preguntarme cuánto costaba el mío, volvía a decirme que tendría que hacer un curso… cada mañana las mismas preguntas, cada mañana las mismas respuestas… sí, tengo una paciencia infinita… pero por qué no, me digo… a él le fascina todo lo que no sabe… debería darme de baja por estrés, me dije una mañana que me pidió que mirara el tiempo en la web del Instituto Nacional de Meteorología importándole un pito si tenía cosas que hacer…

Para cuando él terminaba de interrogarme y yo le proponía que cogieran un profesor particular de informática –como cada mañana-, llegaba la parte más peliaguda de mi horario de oficina y de mis riesgos laborales… la hora del aperitivo… la 1.30 de la tarde, momento en el que el bar comenzaba a llenarse de gente… toma algo, me decía el padre de una buena amiga de siempre… un botellín, contestaba yo sabiendo que me estaba metiendo en la boca del lobo… sé que no es excusa, pero esta Taberna de Moe no había traído más Nestea y me veía abocada a pedir una Mahou… me la tomaba casi sin darme cuenta sin quitar los ojos de la pantalla mientras todo el que entraba en el bar me hacía algún comentario… “a ver si te sacas un novio por ahí” –señalando la pantalla- o “todo el día viendo porno” –los más simpáticos-… lo que sí era un nexo común a todos ellos es que tenían que meter la nariz a ver qué demonios estaba haciendo... viva la privacidad, pensaba para mí… en esas llegaba mi madre… con su brazo escayolado, con ganas de tomarse un vino… segundo botellín… esto de que no me cobren por conectarme va a terminar conmigo, pensé, me lo estoy gastando en consumiciones y en vida de mi hígado… sin haber terminado el segundo, ya aparecía algún amigo que sin preguntarme siquiera me pedía uno más… Hulk me bautizó vía Messenger como Doña Chuza cuando le conté lo que estaba bebiendo un día que realmente me desesperé… pero entraba en la espiral… no había marcha atrás… una mañana mi padre se descojonó de mi lengua de trapo… así escribía Hemingway, me decía muerto de la risa, en un bar y con un pedo de los históricos… llevo sus pasos padre, pensé para mí muerta de risa…

Último riesgo de mi día de trabajo… ahora me río, pero bajarme del taburete para irme a comer a casa se convertía todos los días en algo complicado y más teniendo en cuenta que mi madre estaba allí… demasiada cerveza, me decía, como en la canción de Sabina… me bajaba como podía dándome cuenta de que no sentía el culo… no, esto de no tener como extra el airbag trasero me trae por el camino de la amargura… después de horas sentada en el mismo lugar, me tenía que tomar mis minutos para recomponer mi cuerpo… algo difícil teniendo en cuenta que iba medio cocida… para acabar de rematar mi estado catastrófico, el estiramiento al que tenía que someterme apoyándome en el fregadero para desenganchar el cable de red de mi ordenador… digamos que, en ese estado, se convertía prácticamente en un capítulo de “Al filo de lo imposible”…

Está claro, para el próximo verano tengo que hacerme con unas planchas de metacrilato y voy a mandar hacer un cojín a medida… creo que va a ser la única manera de no terminar alcohólica, estresada, tullida y desquiciada… y, lo que es peor, volviendo a casa en un estado de derribo absoluto… habiendo dormido apenas unas horas, haciendo eses en el camino de vuelta a casa y sin haber terminado eso que tenía que hacer… trabajar en un bar debería estar contraindicado para la salud… ahora lo sé y, lo que es peor, lo volveré a repetir el verano que viene…
Pequeños vicios del micro mundo...

sábado, 29 de agosto de 2009

Una noche en la bolera

En este micro mundo existe un curioso deporte que ameniza las noches… los bolos... creo que es una de las tradiciones más añejas que atesora esta montaña… los recuerdo desde pequeña, cuando mi padre ganaba siempre algo en el torneo de las fiestas… una copa más grande o más pequeña que colocábamos en la cocina… él los disfrutaba aunque tuviera prohibido verle jugar… las bolas son de madera y, hasta hace unos años, implicaban un peligro bárbaro… era un deporte reservado sólo para hombres… las cosas han cambiado tanto, tanto que a día de hoy tengo que obligar a mi padre a que juegue una tarde con mis colegas… las mujeres jugamos, cosa impensable antes… los bolos ya no son para los mayores sino, más bien, el entretenimiento de los jóvenes… llegar al bar es escuchar el sonido de la madera chocando contra sí… un sonido característico que es casi banda sonora de estas noches que matan lo que queda de verano… los jugadores vociferan, no hay lanzamiento que no sea comentado… pero más que una tradición y un deporte, los bolos aquí son un punto de encuentro… un lugar en el que compartir tiempo, risas… comentarios ridículos, conversaciones interesantes… que estén al lado de ese bar que hace de motor vital de este lugar no es casual… simplemente, no podía ser de otra manera…

Salí de casa para tomarme un Nesquik y volverme a mi hogar con mi escayolada madre… al llegar, el sonido ya repicaba por toda la terraza a pesar que los altavoces escupían “I know you want me, you know I want you” a toda pastilla… me acordé de un amigo que ya no vendría por sorpresa más, era su canción… si a este lugar le midieran los decibelios cada vez que Alvaro se emociona, pensé, reventaría la máquina… me reí… le vi por el ventanuco del bar descojonado con su maldad del volumen… es uno de los seres más geniales que conozco, lleno de grandes ideas y de las gamberradas mayores del planeta pese a ser padre de familia… le pedí mi vaso de leche para paliar la noche de fresquito que nos tocaba vivir después de un increíble día de sol… dónde están estos, le pregunté… en la bolera, se descojonó, donde crees… absurda pregunta por mi parte, sin duda…

Me senté a mirar la partida que jugaban esos últimos amigos que quedan en este lugar… casi todos los años, somos los mismos… hay habituales, entre los que me encuentro casi siempre… como a ellos, me cuesta irme de aquí cuando todo el mundo se ha ido… vivimos el otro pueblo… es de las conversaciones largas, los planes alternativos… la calma sin prisa alguna, las cenas largas pasándole revista al verano… la de las tardes al sol… me senté con uno de esos amigos que lo son de una manera distinta… no sabemos nada el uno del otro durante el año, raro es lo contrario… coincidimos aquí, en las mismas fechas… todavía me río pensando que, cuando éramos adolescentes, no nos podíamos ni ver… para mí él era un quinqui, para él yo era la coñazo responsable… dos mundos que, por lo que sea, se han logrado entender… quizás porque él ya no es lo que era y yo tampoco… como siempre que le veo en este verano, le acaricié la cabeza… se ha cortado el pelo al dos… lo reconozco, acariciar una cabeza con ese pelo tan cortito es una de las sensaciones más agradables que conozco… empezamos a charlar sobre su Julieta particular… una con la que comparto sangre y muchas historias vividas… sois dos gilipollas, le dije riéndome con una cierta pena… qué quieres que haga Fati, me dijo encogiendo los hombros… ojalá tuviera respuesta, pensé, pero creo que tienes que encontrarla tú solito…

Después de sobarle de manera impenitente la cabeza, y de que él casi se quedara dormido, acabó la partida de bolos… la gente se fue marchando al bar… nos quedamos solos charlando… hablando sobre su nueva vida… no sé qué te ha pasado tío, le dije, pero no sabes cómo me alegra verte así… sonrió… con la misma sonrisa de siempre pese a ser distinto… centrado, adulto… tenía una nueva ilusión… a sus 28 años y siendo padre de un niño increíble de seis, se había matriculado en la Universidad… había dejado incluso de fumar… se había pasado seis meses de su vida enclaustrado… estudiar y salir a correr, me decía tajante… le escuchaba hablar sorprendida… sonriendo… escuchándole contarme una vida que empezaba de cero para sí mismo… Iker no puede venir este fin de semana, me dijo con pena… me reí… eras la última persona del planeta que yo me imaginaba de padrazo, le dije… sonrió con una ternura infinita, esa que sólo le da su eterna cara de niño… es su hijo… una réplica cada día menos pequeña de lo que es él… si os hubieran hecho con un molde de magdalenas, le dije, no seríais tan iguales… sonrió con la mirada perdida en alguna parte… sentí un poco de envidia de eso que él estaba sintiendo… eso que sólo te da haber engendrado una criatura… una noche de estas podías hacer una tortilla, me dijo de sopetón, Angel y yo llevamos todo el verano diciéndolo… sonreí… me debo a mis fans, pensé, no hay verano sin una de mis tortillas… todavía me hace gracia que, año tras año, me lo digan… y que, año tras año, cerremos el verano cenando en mi casa… somos seres de costumbres, pensé, pero eso es lo que nos une…

Me contó su examen para acceder a la Universidad… cómo lo preparó… cómo había descubierto algo distinto estudiando Historia del Arte… me llama la atención ir a ver sitios, me decía, ahora entiendo cosas… me alegró saber que sentía esa curiosidad… que había aprendido a mirar el mundo con otros ojos… me habló de ese libro de Anatomía que estudia cada noche y que le tiene acojonado… después de más de una hora de conversación, el frío y el sueño pudieron con nosotros… nos encaminamos de vuelta a casa… nos separamos en la misma esquina de siempre… siempre con el sonido del río y las manos metidas en los bolsillos… mañana te llamo para desayunar, me dijo mientras encaminaba la calle que le lleva a su casa… hecho, le contesté… los pocos metros que me separaban de casa, sólo podía pensar en él… en ese amigo que me había demostrado que una persona puede cambiar… buscar un nuevo horizonte… sentir ilusión… fijarse una meta… volver a empezar, supongo…

Mi madre estaba despierta… opté por tumbarme con ella en el sofá a ver la misma serie policiaca, enroscarme en una manta y tomarla a ella como almohada… había mucha gente en el bar, me preguntó… no tengo ni idea, le contesté, he estado toda la noche en la bolera… extraño lugar, sí… esquivando bolas de madera había descubierto ilusiones ajenas que sentí como prestadas… había sonreído con tristeza a la fatalidad de dos personas que, pese a quererse, quizás nunca logren estar juntas… había pasado tiempo con un amigo para conocer esos sueños que le daban de comer a su vida… tengo que hacerle una noche una tortilla a los chicos, le dije a mi madre en los anuncios, Marcos me la ha pedido…

viernes, 28 de agosto de 2009

El día que el hombre que desayunaba payasos vio las estrellas

Si te apetece, me decía susurrándome mientras me acorralaba con relativo permiso, te llevo a ver las estrellas… cuando lo escuché me reí… la frase no era tan original, sin duda… pero nunca me la habían dicho de una manera tan descarada y con tanto arte sin conocerme de nada… sonreí… eran las 5 de la mañana de una fiesta “de prao”… sólo 24 horas antes, en el mismo escenario, había vivido una escena similar… una escena que acabó con una amenaza de esas que te recuerdan lo que es el orgullo… lo que implica ese lugar del mundo que no estás dispuesta a que nadie te invada y menos todavía de esa manera… me reí… un hombre, una mujer… un deseo, una negativa… una década de intentos fallidos por su parte… fue en las mismas circunstancias, sí… mismo lugar, una pared en la espalda… pero reconozco que en esta segunda ocasión, me encantó que fueran jodidamente distintas a la vez…

Acorralada contra ese muro, me reí del morro que le echaba a la vida… no paraba de sonreír… yo tampoco paraba de hacerlo… el juego estaba resultando divertido… es que esta mañana me he desayunado un payaso, me dijo muy serio… era claro… sincero… decía lo que pensaba y lo que quería sin ningún pudor… unas horas antes, me había tocado hacerle la cobra mientras nos servíamos una copa… no dudó en marcarse su primer ring del combate delante de todo el grupo de amigos… nunca habían intentado ligar conmigo de una manera tan directa… sin gilipolleces… me gustó, lo reconozco… me pareció jodidamente sincero… jodidamente vivo…

Mantuve el juego hasta el momento en el que los últimos que quedábamos de la pandilla nos íbamos de aquélla extraña fiesta… era de día… se acababan mis pasos de gata, realmente divertidos… quedábamos cuarenta personas en la plaza donde horas antes no se podía andar… él seguía insistiendo en llevarme a ver las estrellas… yo seguía muriéndome de la risa… eres un jeta, le decía muerta de la risa… pero te encanta, me sonrió él con mucha seguridad… touchée, había acertado… caminábamos hacia los coches, distribuyéndonos como hacemos cada noche para volver a casa cuando sales por estas tierras… mira que hay muchas portaladas, me decía mientras mi hermana y yo abríamos el coche… eres un pieza, le contesté cerrando la puerta… un amigo de otro pueblo, que había encontrado refugio conmigo para volver a casa, se moría de la risa… no se corta el chaval, me dijo descojonado cuando ya salíamos del pueblo… para nada, le dije sonriendo…

Como cada mañana post fiesta en este pueblo, tocaba pasarse por el bar a la hora del aperitivo… para comentar las batallitas de la noche… para reencontrarte con ese personaje que ya considerabas adorable y su cara de resaca… no pudo articular palabra… yo me despedía a mi manera de la rubia… entre el gentío del bar, contándole las novedades… era domingo, ella volvía a Bilbao… no me despedí de ella de verdad… nos había faltado mucho tiempo de estar juntas… de compartir nuestras largas charlas… quedaban cosas por contarnos… no puedo con la vida, me decía mi caradura particular… no me extraña, le dije, ayer ibas fino… nos reímos… volví a verle horas más tarde en el mismo lugar… estábamos sentados en la terraza… la gente comenzó a irse… sólo quedábamos tres... y en ese petit comité, comenzamos a charlar… el que era la noche antes el caradura más gracioso del planeta colgó las zapatillas para hablar de sus heridas… le escuchaba hablar sintiéndome identificada con su historia… escuchándole hablar de libertad… de dolores… de una larga relación terminada que le había permitido volver a vivir… algún día, le decía yo, también recordarás las cosas buenas… sonreía con una mueca… es difícil borrar el pasado… las pupas que te va dejando vivir, sentir… descubrí que más allá de su desparpajo y de su cara dura, era una personita peculiar cargada de ternura… un ser que trataba de paliar sus episodios echándole mucho morro a la vida...

Hacía una noche increíble… una de esas para mirar estrellas de verdad… nos subimos a la Valleja, pensé para mí... subimos a mirar estrellas, preguntó Ricardo... sonreí… diez minutos después, estábamos sacando las mantas de mi casa… no había subido en mi vida a mirar el cielo, decía Ricardo, y en el mismo verano subo dos veces… me reí… son cosas que pasan, pensé, cuando subes una vez a mirar el dibujo de estrellas siempre quieres volver… nos tumbamos a contemplar el cielo… a mirar esa mancha de estrellas que se ve con tanta nitidez en este micro mundo… Ricardo aplicó sus conocimientos adquiridos de Silvia en la subida que hicimos para ver la lluvia de estrellas… me sorprendió… le explicaba a su amigo –el caradura tierno- a la perfección cada constelación… realmente le había interesado nuestra excursión anterior al mismo lugar… se lo había aprendido con sólo escucharlo una vez… sonreí… me pareció mágico ese interés… esa frase suya de “no hay ningún cielo como el de aquí”… me reí… lo hay créeme, pensé, solo que tú como yo te has enamorado de este… mi caradura estaba completamente flipado… nunca había visto así el cielo, tumbándose a mirarlo sin más… jamás antes… con tanta nitidez, con tanta claridad… tan cerca de uno… tú querías ver estrellas, pensé para mí, y yo te las he hecho ver de verdad… me reí… nunca antes esa frase había tenido tanto significado… una estrella fugaz gigantesca cruzó el cielo… hasta eso tenía preparado, les dije con mucho cachondeo, os quejaréis del currazo que me he pegado que hasta con efectos especiales y todo…

Para cuando el frío del rocío de madrugada empezó a calarse en los huesos, optamos por batirnos en retirada e irnos a dormir… bajábamos la cuesta de la Valleja descojonados de la risa… Ricardo iba envuelto en una de las mantas y se montó un sketch de un vídeo que circula en Internet que parodia la manta mágica de “El señor de los anillos”… a la mañana siguiente, me tocaba despedirme de ellos… de ese amigo que ya no podía volver a venir por sorpresa y el hombre que desayunaba payasos… entre un café con leche y la percha mental esta que a veces me deja lela, les dije adiós con dos besos… sonrió… me encantó anoche subir a mirar el cielo, me dijo mirándome fijamente a los ojos, creo que nunca se me va a olvidar… reconozco que me gustó escucharlo… hay cosas que se regalan sin querer y que se guardan como tesoros… nos vemos pronto, dijimos los tres… en Madrid, pensé, aunque no haya este cielo… el mío de allí también merece la pena...

domingo, 23 de agosto de 2009

Triángulo de una noche de verano

Cuando dije su nombre, le cambió la cara… no me lo puedo creer Fátima, me decía… al principio, lo reconozco, no sabía de qué hablaba aunque por un instante me lo temí… tan sólo un nombre, estuve a punto de llamarle por el apodo que ya le identificaba… pero dije su nombre tal cual me lo presentaron… apenas cinco letras… un recuerdo, una cara, unos ojos… algunos mensajes en mi móvil en horario no infantil… supe lo que pasaba tras esa mano que se tapaba la boca para evitar reírse… cuando escuché lo que ya sabía, me descojoné de la risa… qué cabrón, la escuchaba decir sonriendo con cierta desilusión… reconozco que durante unos instantes yo también la sentí… la desilusión de no saber si sentirte idiota o, directamente, morirte de la risa… la de abrir una caja de truenos que quizás habría estado mejor quietecita… éramos dos mujeres en mitad de una noche de fiesta al aire libre compartiendo un nombre… compartiendo la misma noche de comienzos de agosto… compartiendo, incluso, el recuerdo de esa noche… esto aunque no te lo creas, le decía descojonándome, une mucho… ella se reía… me gusta su sonrisa, pensé…

En pleno ataque de risa con mucha ironía y disculpas mutuas incluidas, nos hicimos una foto… una foto que, con el trajín de la plaza donde bailábamos, era difícil que saliera bien… se nos reconoce, le dije al tercer intento… nos reímos mientras escribíamos el texto… el mundo es a veces tan pequeño, le decían mis dedos a su destinatario… sonreía al escribirlo… verás cuando se lo cuente mañana a la rubia, pensaba para mí, no va a dar crédito… está claro, mi vida es un constante Expediente X… creo que debería hacer caso a aquéllos que me animan siempre a que escriba un libro contando mis anécdotas… al darle a enviar, sentí nervios y una enorme envidia por no poder ver la cara del destinatario al recibir semejante misiva incendiaria… estaba actuando maliciosamente… esto de los descubrimientos es lo que tiene, que te dispara la vena sarcástica de una manera absoluta… ella me miraba con una sonrisa de medio lado… creo que yo también lo hacía… de esta nos hacemos amigas, me decía ella… sonreí… se explicaba… ahí sí que reconozco que me descojoné… y qué tal, me preguntó descojonada… bien, le contesté mientras se me caían dos lagrimones de la risa… qué curioso es esto de compartir coño, me dije, hasta la pregunta más normal se convierte en algo sumamente gracioso de contestar… como dos señoras, nos despedimos…

Cuando se lo conté a mi hermana, no se lo podía creer… lo curioso es que creo que estaba ella mucho más cabreada que yo con mi descubrimiento… recuerdo que sólo me reía… ella flipaba con mi reacción… enana, le dije muy seria metiéndome la camiseta por dentro del pantalón para paliar el fresquito, está claro que tu hermana es cada día más hippy… lo pensé durante unos instantes en mitad de la fiesta… en mitad de la música… bebiéndome una cerveza mientras trataba de ordenar mentalmente el puzzle mental de aquella noche de agosto… muchas imágenes se me venían a la cabeza… de pronto, algunas casaron… me reí… tú que eres el mayor búho del mundo, pensé, y no te diste cuenta… tengo que reconocer que una parte de mí quiso saber en su momento quién era el afortunado… formulé una pregunta, obtuve una respuesta… fin de mi alegato… mi intuición estaba de vacaciones ese día… o, simplemente, preferí no hacerle caso en su momento… me reí… yo habría hecho lo mismo en su lugar, pensé… ni quiero ni puedo juzgar… simplemente, pensé, no soy quien para hacerlo…

Con la mañana, llegó la respuesta a esa misiva explosiva que enviamos de madrugada… ratificaba que el mundo sí, es jodidamente pequeño… sentía vergüenza… reconozco que me hizo gracia leerlo… para esas alturas, estaba dispuesta a disfrutar malvadamente de la situación un poquito… me reía… es curioso lo distinto que te tomas la vida según cada circunstancia… en mi vida anterior, algo así me sacó del quicio de mi vida… las personas son distintas, me dije, sólo por eso todo es diferente… yo también lo soy… pensé en ella… en esa increíble sonrisa que tiene… en la situación… tenía que informarla de la novedad… de la respuesta… creí justo compartir que teníamos una respuesta… me descojono… como sigamos compartiendo cosas, pensé, no vamos a poder presentarnos mutuamente la una al novio de la otra por si las moscas…

Me permití el lujo de tranquilizar al acojonado destinatario por teléfono –eso sí, con mucho cachondeo- en un heroico esfuerzo por reírme más todavía de la situación… y, lo confieso, por reírme también un poquito de la voz de pánico que escuché nada más descolgar… logré que se riera, reconozco que pretendía hacerlo… la vida es demasiado corta para andarse con gilipolleces, me dije… y por lo que sea esta mente mía es capaz de darle la vuelta a la peor de las tortillas de una manera absolutamente increíble… a veces me comprende su capacidad de comprensión… no es fachada, no… es auténtica… y reconozco que he descubierto que me gusta tenerla… soy coleccionista de historias… y una así, obviamente, no podía faltar…

viernes, 21 de agosto de 2009

Comando gnomo de jardín

Sí, estoy fatal… que casi a mis treinta años me dé por cometer pequeños actos vandálicos al margen de la ley me sorprende incluso a mí… no pude resistirme, lo reconozco… me acuso de comportarme como una auténtica gamberra en una madrugada… de hecho, tras enviar dos sms, fue la respuesta que obtuve… el calificativo… gamberra, me mola para qué mentir… la cosa comenzó unos días atrás… los chicos jugaban un partido en un pueblo próximo que estaba en fiestas y nosotras, fieles a la tradición, nos acercarnos… la mayoría de las veces no miramos el partido, es cierto… pero estar allí nos resulta un apoyo moral que prestamos desinteresadamente mientras nos tomamos un café o nos sentamos a tomar el sol trasladando así la charla unos kilómetros… al entrar en el pueblo, llegó el descubrimiento… primero flipé… luego me entró un ataque de risa… no pude por menos comentar la extraña visión de la que estaban siendo testigo mis ojitos de búho… el resto del coche entró en el mismo estado de shock de descojono que estaba yo… la cosa tiene miga, me dije, hay que estar realmente pirado…

Lo que veían mis ojos era una casa plagada de gnomos… de los típicos enanos de jardín que hizo malditamente famosos la película de Amélie… una de esas películas que tengo entre las preferencias cinematográficas de mi mente… una vez me lo llamaron, me río… ahora quizás más que nunca lo soy… el dueño de la casa había llenado cada uno de los espacios de la verja que delimitaba la casa de gnomos… de diferentes colores, en diferentes posturas… la cosa alcanzaba cotas tan bestias que, incluso, los espacios que había entre los barrotes de la barandilla de la escalera tenían su propio enano… allí estaban todos, tiesos… descolocándote las neuronas con semejante despliegue… uno de piedra de medio metro remataba la esquina de la casa… otro se descolgaba barandilla abajo vestido, incluso, con sus polainas de tela… descubrí que había un perro Chow-chow detrás de la barandilla… inmóvil… le silbabas, ni se movía… le decías algo, ni se inmutaba… no me extraña, dije hablando con él, tienes que estar flipando… la carcajada en el coche fue general…

Aquello es una maldita provocación, solté en la terraza del bar compartiendo el hallazgo con el resto de la pandilla… cuando lo dije, me tacharon de loca… mi prima se descojonó, la rubia más… en mi mente, aquélla visión permanecía viva… no podía sacarme la maldita casa de los gnomos –como la bauticé- de la cabeza… y, lo que era peor, en mí comenzó a germinar un maquiavélico plan… tenía que raptar uno de ellos… traerme semejante trofeo a casa… aunque no me molaran los gnomos de jardín, daba lo mismo… el simple hecho de idear un secuestro me hacía sonreír… durante varios días volví rigurosamente al pueblo a no ver esos partidos de fútbol… cada vez que pasaba por delante de la casa en cuestión los miraba… allí estaban todos… jodidamente ordenaditos, cada uno con su propio lugar… diciéndome “atrévete”… la idea no se me iba de la cabeza pese a los intentos de todo el mundo de quitármela… durante varios días, ideé el mejor plan… pensé, incluso, en reconocer el perímetro de la casa para localizar aquél que me resultara más atractivo dentro de mis posibilidades… sí, posibilidades porque llegué a la conclusión de que el perro Chow-chow que observaba no es que fuera tranquilo sino que estaba aleccionado para saltar en caso de acercarte más de la cuenta a cualquiera de las figuritas… la estrategia era clara… tenía que ser durante la noche… en mitad de las fiestas… tenía que comprobar como cuánto de pegados estaban los benditos enanos…

La última noche de la fiesta del pueblo de los gnomos llegó… las oportunidades se terminaban… en mitad de la madrugada, una amiga de mi hermana –con la que compartí el hallazgo y que estaba igual de flipada con la situación que yo- apareció con su enorme sonrisa… tengo uno, me dijo descojonada, lo hemos dejado en el coche… reconozco que me mató sanamente la envidia por dentro… la idea era mía y, sin embargo, otra se me había adelantado… quieres ir a por uno, me dijo entre descojonada y desafiante mi prima… opté por el no para acallar mi conciencia… con una baja en una noche es bastante, pensé, ya sólo deben quedar 198 más… seguí bailando… charlando… observando con admiración una noche en la que la testosterona flotaba en el aire… una noche en la que esos amigos míos andaban como perras en todos los sentidos… cuando fui consciente de sus circunstancias, lo vi claro… era el momento de volver a casa…

Nos subimos al coche las tres últimas mohicanas del grupo de chicas… y, cuando apenas quedaban unos metros, no me pude resistir… tenía que raptar uno… apagué las luces… paré el motor… y, en plan comando, me bajé del coche… hay que ser gilipollas, pensé, quién coño va a estar a las seis de la mañana pendiente de unas figuritas… creo que simplemente le estoy cogiendo gusto a esto de montarme las situaciones tipo guión de película de acción… llegué a la esquina de la casa agachada… me parapeté tras mirar el ángulo de visión de las ventanas… una será ladrona, lo reconozco, pero aquello se convirtió en un juego de estrategia que disfruté horrores… levanté la mano con miedo, acercándome a la primera figurita… completada la fase I de la misión –aproximación- había que pasar a la fase II… la vital… descubrir cuánto pegamento tenían los jodidos enanos bajo sus pies… agarré la primera figurita comprobando que no estaba tan pegado… con el primer giro le despegué un pie… lo miré con horror… no era el que más me gustaba, tan sólo una prueba de resistencia… pero, incluso cuando optas por cometer pequeños actos vandálicos, una tiene corazón de Juana de Arco… pensé en lo injusto que era para el loco propietario de aquél ejército de escayola encontrarse no sólo con dos bajas sino, además, con uno medio despegado que en cualquier momento podía desintegrarse contra el suelo… era el que había despegado, era el que tenía que llevarme… tiré de él hacia mí, hice la fuerza justa… y antes de que me diera cuenta estaba sentada de nuevo en mi coche tirándole a mi prima en el regazo a mi secuestrado…

Para cuando pude mirarlo con detenimiento, ya habíamos llegado a casa… el gnomo escogido en cuestión estaba vestido de verde y, para colmo, me había salido golfista… tócate los cojones, le dije a mi prima Nesquik en mano, encima tengo un gnomo pijo… como no podía ser de otra manera, tenía que tener un nombre… y Tomás –en honor al espantoso y enorme pájaro de peluche que nos acompañó una noche completa de las fiestas de Santiago y al que llegamos a pedirle una copa en la barra- me pareció más que apropiado… mi prima apuntilló que, en el pueblo de procedencia del enano de jardín que ahora reposa sobre el alfeizar de mi ventana, todo el mundo tiene nombre compuesto… me descojoné… era verde… no podía ser de otra manera… Hulk Tomás me gusta, pensé para mis adentros, en recuerdo de las locuras de un verano…

Con mi conquista nocturna de escayola me subí a mi habitación… orgullosa de haber “luchado contra los elementos” en una auténtica batalla al filo del amanecer… me descojono… la operación comando esta permanente de este verano me mola, pensé, como le coja gusto me veo expoliando media montaña… con la luz del día entrando ya por las rendijas de la persiana, me acosté… viéndole colocado fuera de su espacio… recordándome que había sido capaz de aparcar durante un rato tanta coherencia… tanta cordura… había cumplido el objetivo… tenía un enano de la casa de los gnomos en mi poder… dormí orgullosa, lo reconozco… quizás suene a gilipollez, pero para mí supo a victoria…

Lo curioso después de traerlo a casa –más allá de la cara de póker de mi padre cuando me vio bajar a comer con él para presentarlo en sociedad y preguntó asintiendo alucinado si finalmente lo había hecho… algo obvio por otra parte- ha sido el enorme fenómeno que se ha producido… al principio, hubo quien incluso me propuso que le enviara a su anterior propietario una postal con gnomo incluido… algo muy en la línea de esa película francesa que tanto me gusta… pero lo más curioso es lo famoso que se ha hecho… todo el mundo sabe quién es… mi pobre tía anduvo medio descolocada el primer día preguntando quién coño era ese Tomás que estaba en todas las conversaciones… para cuando llegó la noche se había acostumbrado a que teníamos un noveno pasajero en esta casa… de aquí a hacerle una página en Facebook va un paso, sin duda…

Hulk Tomás nació en la madrugada de un 17 de agosto de 2009… con su palo de golf y su pelotita en la mano… con su traje pintado de verde… pero, sobre todo, para recordarme lo jodidamente divertido que es permitirme el margen de ser niña de vez en cuando…

sábado, 15 de agosto de 2009

La noche de Lario

A veces reencontrarse es, simplemente, cuestión de una fecha… de una que, de manera absolutamente absurda, es casi una cuestión de religión para quiénes vivimos este micro cosmos entre montañas… 13 de agosto, la fiesta de Lario… el pueblo más próximo, apenas 2 kilómetros… cada año nos reunimos en esa fecha… tratamos de estar… nos juntamos aunque sólo sea durante una noche porque es la que es… para muchos, un final del verano absolutamente mental… para otros, simplemente, una noche que siempre da mucho de sí… si algo tiene este peculiar número 13 es que siempre se convierte en una noche en la que el “más difícil todavía” circense bate todos los récords… es la noche de las confesiones, de las charlas… de las copas con los amigos, esos que viven lejos o que incluso viviendo cerca ves poco… es la noche en la que vuelves a casa recordando todas las batallitas que han sucedido… antes lo hacíamos andando incluso teniendo coche… por el mero hecho de volver todos juntos… por descojonarnos de la risa recorriendo dos kilómetros granados de anécdotas que podían alargarse durante horas… quizás sea una cuestión de predisposición, puede… pero lo cierto es que tiene algo de mágica… algo de brutal… pero, sobre todo, mucho de sonrisas…

Llegué pasada la una y media de la mañana… casi no salgo, les dije a las chicas, estoy hecha una mierda… tan sólo dos horas antes, estaba acostada… un dolor de cabeza y una taquicardia habían hecho de mí un despojo acurrucado entre mantas… cuando mi hermana entró a llamarme, dudé por un instante… arrastré mi cuerpo hasta su habitación para contarle mis dudas existenciales… este cuerpo mío, le decía, que a veces pesa como una losa y que me recuerda que tengo que darle tregua… me paré a pensar mirando por esta ventana… recordé el último 13 de agosto… recordé esa vida distinta que ahora parece estar tan lejos… creo que en ese momento se acabaron las dudas… inténtalo, me dije, siempre puedes volverte a casa… un café con leche Olga, le dije a esa pobre mujer que nos aguanta noche tras noche en el bar, que no soy personita… se rió… sí claro, me dijo, hasta que llegues a la fiesta … pensaba en su frase cuando me senté en mi coche camino de recorrer esos absurdos dos kilómetros que tantas veces he andado de vuelta de esta misma fiesta caminando por la mañana… sonreí… eran los tiempos en los que se convertían en la parte más divertida de la noche… esos tiempos en los que el maldito “Campanera” de Ovalle nos acompañaba sin parar taladrándole las neuronas a una amiga que llevaba un ciego de campeonato… esos tiempos en los que podíamos tardar horas hasta llegar al pueblo… esos en los que, quizás, la vida era de otra manera y nosotros también…

Cervezas, saludos y un par de canciones petardas que ya me encantan había entrado en la espiral… a mi cuerpo se le había olvidado que me tiene interpuesta una orden de alejamiento… bailaba sin parar… sin parar de reír… sin parar de sonreír… viendo a la gente, a mi gente… disfrutando… el hombre más arrítmico del mundo se empeñó en bailar conmigo con mi consentimiento y el descojono generalizado… mi policía favorito de cuando en cuando me hostigaba con sus constantes insinuaciones de venir a tirar la puerta de mi casa abajo… una siciliana, novia de un amigo con una eterna sonrisa, flipaba en colores con las situaciones de su alrededor… sonrío… creo que este lugar no sería lo que es de no ser por el zoo que habita dentro de él… me reía pensando en cuántos niñatos había… una guardería, le decía con mucho cachondeo a la rubia… me quedé mirando la plaza… eran más que nosotros, más que esos casi treintañeros o ya treintañeros que seguíamos cumpliendo la cita… seguíamos, pensé… seguimos, me dije sonriendo… nocturnidad, alevosía y alguna que otra excursión a lo oscuro del pueblo para desaguar tanta copa –en mi caso, cerveza- estaba de lleno metida en la fiesta… me faltaban caras, es cierto… pero sonreí pensando que, al menos, estábamos allí… eso era importante…

Le había prometido una pieza –como él las llama con mucho cachondeo- a uno de esos amigos que siempre hace ilusión reencontrar y que identificaré por siempre con la música del Dúo Dinámico sin saber explicar por qué… a ese fiel lector que sigue el trajín de este barco pirata sin dejar nunca un comentario… como él dice, desde las sombras… bailamos recordando que teníamos que hacerlo más a menudo, como me chillaba al oído, para no perder la práctica… cuando la canción terminó, nos pusimos a charlar a duras penas con los decibelios de la discoteca móvil que amenizaba esa noche… me habló de que leía siempre este extraño espacio mío… a ver si hablas un día de mí en tu blog, me dijo… me reí… pido perdón, le contesté, por estar menos pendiente de esta sopa pero últimamente se me acumulan las historias… en mitad de esa noche fría de la montaña, me dijo que me leía mejor… estás mejor, me preguntó afirmando… le sonreí un sí auténtico, sincero… estoy bien, le dije sintiendo que esas palabras salían del fondo de ese alma que tanto me ha costado reencontrar… la vida ha sido justa e injusta contigo, me dijo muy serio al oído… lo sé… quizás no debí preguntar pero lo hice… injusta, siguió diciendo, porque has perdido probablemente lo que más querías… sonreí… o no, pensé… pero ha sido justa, me dijo mirándome fijamente, porque te hemos recuperado… lo reconozco… un nudo se me ató en la garganta… hemos vuelto a tener a la Fátima que eras, me decía con cariño, y tal vez sólo por eso haya merecido la pena… le miré con las luces de la discoteca dándole en la cara, oscilando y cambiando de colores… me lo decía de corazón… me había echado de menos, pensé… sonreí… se me escapó una lágrima… he estado un poco perdida, le dije, pero no voy a perderme más… nos sonreímos… la vida es curiosa, pensé… y cada día lo es un poco más con sorpresas de esas que te ponen más algodones…

La noche siguió después de informar religiosamente a la rubia… sonrió al escucharlo con esa sonrisa que conozco y sé leer… esa que dice “por fin te das cuenta” cargado de una dosis increíble de ternura… espero que te haga pensar, me dijo ella sin quitar esa sonrisa… le pegué un trago a la Mahou que sostenía… la sonreí… eres genial, pensé, quizás por eso te quiero tanto… seguimos bailando mientras las palabras de ese fan incondicional que sigue estas locuras vitales mías rebotaban de lado a lado de mi cabeza… y entonces apareció… con su cara de niño… con esa cara que he visto crecer y que, por algún motivo que no sé explicar, me hace sonreír siempre… ese niño que ya no lo es que era amigo de mi hermana y al que hace mucho me guardé en el bolsillo del corazón… me abrazó sonriéndome… y, en mitad de una noche de frío de esta montaña que me da de comer mentalmente, me regaló otra dosis de calor… tú para mí eres especial, me decía al oído, y no hace falta que te lo diga porque ya lo sabes… le sonreí… le resbalaron dos lagrimones mientras me sonreía clavándome la mirada… sentí la música, recuerdo la canción… a ti no puedo mentirte, me decía al oído, eres tú y soy incapaz… le sonreí con ternura… con la ternura que me inspira un niño que ya es un hombre… me abrazó… sabes que te quiero, me preguntó… lo sé, le contesté de corazón, y tú también lo sabes… sería una conversación de borrachos, no digo lo contrario… pero creo que es de las conversaciones más sinceras y con más sentimientos que he tenido en mucho tiempo… otro regalo más de la noche…

Entre tanto calor llegó un amanecer… uno al que la rubia y yo pasamos revista sentadas en el muro de la plaza mientras nos comíamos un bocata de lomo… repasábamos la noche, las caras… no te líes, me dijo muy seria cuando emprendíamos el camino de regreso al coche, que te vas a encontrar con todo dios y salir de aquí va a llevarnos horas… me reí… sabía que había salido en gran medida porque a mí me hacía ilusión… no podía mortificarla durante mucho más tiempo… volvimos a casa… con el sol calentando la cara… esperando encontrar a nuestras chicas, que habían emprendido el camino de vuelta andando… respiré hondo al tomar la última curva… estoy en casa, sentí… con mi gente, en mi mundo… y, pese a las ausencias, de la manera que sea no faltó nadie…

miércoles, 12 de agosto de 2009

Lluvia de estrellas

Hay que pedir un deseo, preguntó Ricardo… se supone que es la idea en líneas generales cuando uno ve una estrella fugaz… pero cuando la noche es, por sí misma, una pura lluvia de estrellas la cosa cambia… simplemente es imposible… lo pensaba mientras analizaba la situación… estábamos como cuando éramos adolescentes… nos habíamos subido con un par de mantas a la Valleja, a ese lugar donde pasamos siendo pequeños tanto tiempo… subíamos a tirarnos ladera abajo subidos sobre un cartón… subíamos para reunirnos a contar historias de miedo en la torre que parece vigilar todo lo que pasa en el pueblo… y, a medida que fuimos creciendo, nos tocó subir al cementerio para ir a acompañar a los que se nos marchaban… es el precio de crecer, sin duda… hacía mucho tiempo que no subía de noche aquí, pensé mientras miraba el cielo plagado de estrellas, no recordaba hasta ahora lo mucho que me gustaba…

La cosa había surgido de la manera más tonta… mi atómica amiga me había avisado la noche anterior de que se producía un fenómeno habitual cada verano… las Perseidas, una de esas noches en las que el cielo se llena de puntos de luz que corren de un lado para otro… puntos que te ilusionan cuando los ves, cuando logras percibirlos… a las doce y media aquí, comenté antes de despedirme, yo pongo las mantas… la idea de verlas llevaba rondándome la cabeza todo el día… una fanática como yo no puede perderse algo así, me decía, aquí el cielo es increíble… no alcanza las cotas de ese cielo maravilloso que vi en Bogotá y que tanto me recuerda a mi tía, pensé para mí mientras buscaba la manta, pero no desmerece nada…

Instalarnos en mitad de la nada y en mitad de la noche nos llevó algo más de tiempo del que esperábamos… para empezar, el grupo inicial sufrió bajas… a los problemas de aterrizaje de la rubia siguieron los desaparecidos de la excursión del día… una excursión que, palabras textuales, casi les cuesta la vida… primero discutimos sobre cuál era la orientación correcta sin ponernos de acuerdo… calculábamos estratégicamente el mejor lugar para que no nos pudiera incordiar la luz de la luna… después de sortear todas las cacas de oveja habidas y por haber, plantamos la manta… me reí… cuando éramos niños, no nos andábamos con tantos miramientos… no iluminábamos con el móvil para saber qué había o no, inspeccionando el área como perfectos CSI… llegábamos, echábamos un breve vistazo y nos sentábamos… ya descubriríamos más tarde sobre qué… esto antes lo hacíamos mucho más rápido, dije descojonada cuando encontramos el lugar ideal… nos tumbamos sobre esa manta que me acompaña y lleva haciéndolo desde hace tantos años… una que ha vivido mucho conmigo y que ha sido testigo de muchos atardeceres en el pantano… muchas confesiones… muchas conversaciones a corazón abierto con diferentes amigos…

Nos tumbamos… cuatro colegas… contemplando el cielo… mirando toda esa mancha de luces… aquello es Venus, dijo Silvia… me quedé gilipollas mirándolo… mirando esa media luna invertida que brillaba en un dorado insoportable en el cielo… al fondo se oía una vaca, por otro lado un caballo… comenzaba a haber rocío… comenzaba a refrescar… mi prima estaba a punto de morir de frío cuando una estrella que parecía un cometa cruzó de lado a lado el cielo… compartíamos una noche en la que cazábamos estrellas, guardándonos esos trofeos en ese poco o mucho de niño que queda dentro de nosotros… tumbados mirando hacia arriba… Silvia y Ricardo bromeaban como si fueran un matrimonio… yo creo que te inventas las estrellas, le decía él, porque estamos cuatro y eres la única que las ve… nos reímos entre el frío de la madrugada… hablando de esa luna que se movía frente a nosotros… hablando de ese cielo tan bonito que estábamos contemplando…

Lo hicimos como cuando éramos niños… entre risas, preguntas y debates… muertos de frío, sí… pero encantados de estar allí compartiendo ese rato… sintiendo esa extraña ilusión que te deja en el estómago ver una estrella fugaz… viviendo una noche con más luz que ninguna…

martes, 11 de agosto de 2009

Cosas de los treinta

Es curioso, me quedan sólo dos meses… algo más de sesenta días para esa fecha que, durante mucho tiempo, consideré fatídica… 25 de octubre… cumplo treinta años, me digo… un salto de década… lo pensaba mientras volvía a casa del bar de este bendito lugar donde ahora reposa mi barco pirata… apenas unos minutos antes lo había comentado en esa extraña fonda que es casi club social de este micro mundo… ese bar sin el que este pueblo, simplemente, no sería como es… me despedía de mi hermana… me dejas la llave donde siempre, me decía ella… compartía una fría noche de agosto con sus amigas alrededor de una mesa… aquí el precio de tener un precioso día de sol como el de hoy es que la noche sea fría de verdad… yo pensé que tenías menos, me dijo una de sus amigas… me hace gracia, se lo agradecí cuando lo escuché… nunca pensé que fuera tan coqueta como para agradecer que se me viera más joven de lo que soy… soy joven, lo sé, pero pese a este extraño momento mío casi adolescente -sin serlo- me siento vieja en algunas cosas… pensaba en ello mientras miraba el jardín y esa casa de piedra donde vivo… miré las flores blancas y fuxias, la hierba que mi padre cortó despertándome con el ruido del cortacésped el domingo por la mañana… pensé en mis treinta, esos que se acercan… en todos ellos hay recuerdos de este lugar… de ese jardín donde, a veces, todavía puedo imaginarme a mi abuelo sentado al sol después de comer… sonrío, no lo puedo evitar… hace muchos años que se fue, es cierto… pero aquí lo siento más vivo que nunca… será porque creo que su alma se quedó a vivir aquí… o, quizás simplemente, porque creo que nunca se ha separado de mí pese a no estar… sonrío… tal vez esté loca, pero lo siento así…

Subí a mi habitación dándome cuenta de que tenía las piernas cansadas… a ese espacio que yo escogí y que es la habitación de todas las que tengo que más me gusta… me fascina tumbarme por la tarde al revés en la cama… con la cabeza donde estarían los pies… simplemente, a mirar ese cielo que veo… esa montaña que se recorta al fondo… viéndome los pies apoyados en el borde de la ventana… me encanta “mi cielo” de este lugar… al entrar en la habitación esta noche, he visto la luna menguante… estoy cansada, me digo para mí mientras me quito el forro polar… para mi cuerpo, en este momento, es 30 de agosto… para esas alturas, ya llevaría muchas fiestas corridas… muchas madrugadas en la calle… me descojono… llevo aquí menos de una semana, me digo, y ya estoy acabada… los treinta, está claro… sonrío… benditos sean si este agotamiento me lo dan los días vividos… esta misma tarde, mientras hacíamos una ruta por el monte, mi prima me decía que la excursión que proponían hacer mañana era algo que tenía que hacer antes de los treinta… me reí… tengo una larga lista de prioridades antes que eso, le dije… me dio un escalofrío por dentro… se está acabando el tiempo, pensé, pero he cumplido la más importante de todas… volver a mi vida… mi prima me sugería algo que tenía que hacer antes de ese cambio de número… me sonreí para mí… no hace mucho yo di un consejo parecido… Italia puede ser una de esas cosas de tu lista de antes de los treinta, escribí en una pantalla… ojalá, me contestó, pero si logro hacerlo tiene que ser contigo… sonrío… las palabras se las lleva el viento, está claro… pero sólo por haberlas escuchado han existido… las has oído… y muchas de ellas son de las que te hacen sonreír…

Pese al cansancio, al meterme en la cama, he pensado en esa lista de cosas… en esa lista de objetivos que te marcas antes de esa edad… me río… me encantan las listas, lo reconozco… me considero un espíritu caótico, pero hasta el caos necesita su propio orden… sonrío… esos objetivos los tenemos todos… cada uno dentro de su esquema vital, de lo que le pide el estómago que meta o saque de su vida… me tengo que comprar una casa, escuché sonreír hace un par de noches a un Hulk cargado de ternura, ya tengo treinta y sigo viviendo con mis padres… sonrío… cuando esta edad llega a todos nos da por rebelarnos de alguna manera… necesitamos mucha más libertad… un espacio propio en el que podamos decidir sin contar con nadie más… para algunos ese espacio es físico, para otros está dentro de nosotros mismos… sonrío… esa conversación fue el preludio de algo que te enreda el alma aunque sólo sea durante unas horas... almas que buscan alcanzar cotas cada vez más altas de libertad pero, aunque sólo sea por una noche, se dejan echar el lazo…
Los treinta… no, no son tan terribles… me río… al contrario… me están abriendo la mente hacia direcciones que no conocía… hacia esas ganas de vivir cada cosa con intensidad… pensando que hoy es hoy… que mañana, ya veremos… me gusta, soy culpable de ello… me quedan dos meses antes de tenerlos… y tengo el presentimiento de que no me voy a perder ninguno… sonrío… nunca los he perdido, me digo, pero ahora tengo la oportunidad además de vivirlos…

lunes, 10 de agosto de 2009

Guárdame un secreto

Hazlo en silencio… guarda esas pequeñas miserias que confieso tener… respiran en mí… y, cuanto más trato de acallarlos, más me arden dentro… no le cuentes a nadie que sonrío de esta manera… que vuelvo a tener humor, palabras, ocurrencias… ironías y sarcasmos… no digas que logré sobrevivir al salto al vacío… a ese que di sin querer hacerlo y que, sin embargo, ha sido el preludio de algo distinto… atesora tú un secreto que me come por dentro… esta calma… esta tranquilidad… el sentir cómo van cayendo las gotas contra el suelo… me descongelo, sí… he dejado de ser un tupper al fondo del congelador… siento cómo se escurre el agua sobre la piel… siento el contraste del líquido frío con el calor…

No le digas a nadie que ahora maúllo en la oscuridad… que lo hago sintiéndome mujer… sintiéndome yo… sintiéndome lo que fui y olvidé ser durante demasiado tiempo… guárdate la lengua para no contarle a nadie que superé esas barreras que yo misma construí a mi alrededor… esas que me hicieron desaparecer de mi propia vida mientras todo lo demás se movía… mientras yo no era capaz de percibir ese movimiento… cállate cuando alguien pregunte por qué sonrío sin motivo… no lo hay… simplemente es que estoy, es que soy… no le hables a nadie de los días tirados, de los niños perdidos… silencia que, sin saber por qué, he vuelto a saborear los días… los minutos, cada pequeña cosa que hace que sean diferentes pese a ser iguales… lo son pese a no serlos… ahora tienen más luz, más oscuridad… más de todo aquello que los hace únicos…

No cuentes que vivo… que respiro… que sonrío… que vuelvo a sonreír… no cuentes que soy lo que era sin serlo… que, por algún motivo que desconozco, me encanta sentir esta libertad que me alimenta diariamente… las alas están cosidas y curadas para poder volar de nuevo, me dije a mí misma hace algún tiempo… decírmelo no fue bastante, necesité sentirlo para saber que el último paso estaba dado… podía respirar sin que doliera, sabiendo que el tiempo nunca se pierde sino que sirve para algo… he tardado en saberlo, lo reconozco… pero ese gran secreto que tenía escondido esta extraña metamorfosis ahora forma parte de mí como lo han hecho tantos meses de camino perdido…

No digas que siento… que vuelvo a hacerlo… aunque me dé miedo, aunque haya olvidado lo que era… aunque ahora las ilusiones sean diferentes, aunque la magia de cada momento la mastique con otro sabor… soy responsable de muchos secretos, de muchas verdades que no quiero que nadie más conozca… de muchos momentos que tan sólo yo sabré y tan sólo yo viví… que tan sólo yo sentí…

Guárdame un secreto… soy estúpidamente feliz… sin motivo o con todos… pero lo soy…

viernes, 7 de agosto de 2009

Encuentros treintañeros

No me digas nada que no pienses, le dije, ya me han mentido demasiado… sonrió… no se me ocurriría, contestó… quizás sean estas conversaciones las que recuerden que, más allá de todo, seguimos siendo humanos… miraba sin mirar pensando en no hacerlo… con una cerveza y un amanecer que parecía no acabar de arrancar… la crisis de los treinta, decía él con mucho cachondeo, a mí me vas a contar lo que es… treintañeros, jodida y peculiar tribu que vive en este planeta buscando metas… estableciendo absurdos puntos de referencia que muchas veces no cumplimos y nos traen por el camino de la amargura… media hora después seguíamos en el mismo lugar… parapetados contra un trailer... hablando entre sonrisas de amigos compartidos… era el terror del barrio, me decía él muy serio… lo pensaba y me sorprendía… recordaba que había tenido una época realmente oscura, sí… pero de ahí a ser el broncas de Aluche iba un gran trecho… hablábamos entre sonrisas… entre el frío que él decía tener y que a mí me parecía absolutamente imposible sentir… era la mejor temperatura de una noche de fiestas de Burón que yo recordaba en los días de mi vida…

De una esquina se descolgó uno de esos grandes amigos que, de pronto, una noche me vio con ojos de hombre… pasé de ser amiga a mujer en un tiempo récord… una situación con la que, todavía hoy, no logro lidiar… una situación que me hace mirar con melancolía las largas tardes en las que pensé que los dos jugábamos en el mismo equipo… amigos, sin más… me escurrí por la esquina del amanecer para no tener que plantarle cara mientras seguía destripando verdades de las tres décadas… tus colegas empiezan a casarse, me contaba… a ser padres, me decía con cara de pánico… reconozco que me descojoné… si mi vida hubiera seguido siendo la que pensaba, le decía, probablemente ahora mismo yo también lo sería… lo pensé durante un instante… lo decía una mujer en ciernes de cumplir esos benditos treinta a las 7 de la mañana en mitad de una fiesta de “prao” después de haber bailado como una descosida toda la noche… sujetando una cerveza… con alguna que otra de más ya corriéndome por las venas… ebriamente sobria… sonriéndole a una sonrisa que me estaba gustando más de la cuenta... tenía que vivir esto, me dije, quizás por eso no ha llegado todavía el momento… seguimos estirando las palabras... y para cuando terminamos de hacerlo, la tensión las rompió... las acalló para sentir de golpe... para acabar con un silencio de esos cargados de vergüenza… de sonrisas que huyen… de ojos que miran… de manos que, de pronto, guardas en los bolsillos como si con ese gesto te estuvieras protegiendo de una situación que pese a conocerla de golpe no saber manejar… de piel de gallina con el fresco del amanecer y las sensaciones… me voy a casa, le dije de sopetón… él sonrió... me dejas a mí en la mía, me interrogó sonriendo de medio lado...

Conducía dejando que esa extraña luz de las mañanas de neblina se colara en mis pupilas para recordarme por qué me gusta tanto este lugar… miraba las montañas que enmarcan la carretera sintiendo ese “aire de mi pueblo” del que hablaba un amigo mío la noche anterior… sonreí… era un amigo compartido, el gran quinqui que yo desconocía… ante la llamada maternal llegaron las cosquillas… esas que te hacen comportarte como un niño que trata de mantener el tipo aún sabiendo que está cometiendo una maldad… seguí disfrutando de esa carretera… de esa conversación... de esas calles que ahora ya tienen asfalto –o, más bien, socavones- vacías… el pueblo dormía mientras yo estaba más despierta que nunca… estaba siendo una noche extrañamente gatuna… de saltos entre tejados… de maullarle a la claridad de la mañana… de estar en ese lugar del mundo que, por algún motivo, siento mi casa… oliendo la humedad que había dejado el amanecer... esa misma que hace que la tierra mojada se te meta por la nariz hasta las meninges haciéndote respirar más hondo todavía...

La conversación continuaba... sin parar de mirar, de respirar...de suspirar... como leí una vez, "fui, vi, vencí"... caí… me dejé vencer por ese carpe diem tan mencionado en todas partes entre sonrisas… entre escalofríos… entre miradas que te recuerdan lo que eres pese a no serlo… ojos, me decía como un piropo… dos, contestaba yo con mucho cachondeo… las horas se escurrieron y, para cuando me quise dar cuenta, era demasiado tarde... cuando cerré la puerta de mi casa me entró un ataque de risa… había logrado escapar en mitad de la claridad de la mañana en un auténtica operación digna de un guión de “007”… nunca antes 20 metros habían tenido tanta estrategia en su recorrido... caminaba por la calle escuchando cómo la persiana que yo misma abrí se cerraba a mis espaldas... sonreí, me reí... no sé por qué pero sabía que me miraría irme… y mientras me sentaba en este espacio vital mío a comprobar que mis costuras seguían bien atadas, llegó la llamada de un amigo… de un gran amigo de esos que viven lejos y que conoces desde siempre… pese a la distancia, al tiempo… estoy en un catamarán a 200 metros de la costa, me decía mientras oía la música electrónica por detrás, doy fe de que estas fiestas en el mar existen… se sorprendió de encontrarme despierta a esas horas… le hablé de esos pasos de gata… esta tarde te llamo bruja, me dijo, me lo tienes que contar con calma… al colgar, sentí que se alegraba por mí… por el rosario de emociones que yo sigo rezando como la más fiel creyente… credo, sí… es más que sano este cruce de caminos…

martes, 4 de agosto de 2009

Una llamada en la madrugada

Me había despertado en Vinaroz… había estado en Valencia… y en esta madrugada estaba en Madrid… miraba por la ventana recordando las cosas del día… es cierto que el ser humano recuerda más de lo que debería o quisiera, pero a veces es una gran bendición… tumbada con mi humo en el sofá a oscuras pensaba en estos raros días que me habían calentado por dentro… pensaba en el buen humor que sentía… en las risas, las sonrisas… las charlas, los paseos por ciudades con sabor a sal… recordaba con una media sonrisa haber visto a una amiga vestida de novia… mi escala en Valencia era fundamentalmente para eso… reconozco que me hizo ilusión compartir con ella esa gran sonrisa… verla así de feliz con el que iba a ser su día, con la que era su nueva vida… había sido un día intenso… con mucho Bebe en el coche recordándome quien soy… este viaje tan particular que empezó sin yo quererlo y del que, por fin, tengo hoja de ruta… me había ido sola a la playa en Valencia para acabar de tostarme el alma… disfrutando de mi soledad a la orilla del mar… sintiendo la piel caliente… estos días de carretera me han sentado bien, me digo para mí, un nuevo punto de inflexión quizás… me he recorrido el Levante español… pero me da lo mismo…

Pensando en este comienzo de verano con el que no contaba recordé que mi inimitable ex compañero de piso estaba de noches en la recepción del infierno en el que trabaja… llevaba semanas sin charlar con él, una auténtica rareza entre nosotros… durante un segundo temí que la distancia sembrara silencios… cuando llevaba cinco minutos hablando con él, respiré tranquila… eso no existía entre nosotros… nuestra República Independiente era más fuerte que su balneario y mi barco pirata… por algún motivo que desconozco, lo más fácil entre nosotros es pasarnos las conversaciones descojonados de la risa… me estuvo contando las hazañas de ese peculiar lugar en el curra… tío te vas a tener que hacer un seguro de vida, le dije con mucho cachondeo… lo peor de la situación es que, dadas las circunstancias, no era un comentario fuera de lugar… tener a una inquilina loca y revolucionada puede procurar un sinfín de aventuras que contar… mientras le escuchaba pensaba en lo curioso que es esto de vivir… a los dos nos pasan cosas que es difícil que nadie crea… pero, cuando las intercambiamos, el otro las escucha como lo más normal del mundo… entre carcajadas, me contó que su inquilina un día casi se le desnuda en la recepción criticando el bañador de otra señora… me habló de su jefe escapista, de sus encuentros con la Policía Nacional… tienes cara de terrorista, le dije… nos moríamos de la risa…

Llegando a lo que él denominó en su día “llamada la Rubia”, llegó mi turno de contar… y contando, contando me di cuenta de la cantidad de cosas que habían pasado en apenas las tres semanas que llevábamos sin hablar… le hablé de las fiestas de Acevedo, de mis problemas con Vodafone… él se descojonaba… sabes algo de mi prima, me dijo con esa sonrisa pícara que pude ver sin hacerlo, creo que tiene un par de cosas que contarte… me reí… comencé a contarle mi aventura… la llamada a la que contesté diciendo “yo soy tu lobo”… de la vergüenza, la adrenalina… de sentirme una adolescente… de los abrazos, los besos no dados… estoy más tierna que un oso amoroso, le dije con mucho cachondeo… me dio la razón… le reconocí que hacía mucho tiempo que no sentía algo así… estaba fuera de mi esquema de vida, era esa ilusión absurda que te dan pequeñas cosas en la vida… no sabes cómo me alegra oír eso, me dijo con esa voz que sólo Iñigo tiene en esos momentos… le hablé del miedo, del pánico… me siento como si me hubiera descongelado, le decía, he sido un tupper durante mucho tiempo… no se me ocurre mejor símil, me confesó, me acaba de encantar… me sentí perdida… confesándole las polillitas que llevaba sintiendo placenteramente un par de días… estás viva, me dijo tajante, has tardado mucho tiempo en volver a estarlo… has tardado mucho tiempo en volver a ser tú como antes, me dijo con cierta melancolía… yo… lo pensé… sólo pude decirle te echo de menos… yo también, me dijo él con ternura…

Cuando colgué con él le quedaban pocas horas a la madrugada para convertirse en día… colgué ya metida en la cama, con la mente perdida mirando la pared… escuchando música en la radio entre las sábanas… despertando una fresca noche de verano en Madrid… sonriendo los recuerdos… las imágenes que se te graban en la mente de la manera más absurda y te pintan una enorme sonrisa en la cara… las palabras escuchadas a través de un teléfono de la misma manera que si estuviéramos sentados en el sofá de nuestra peculiar República… palabras que te abrazan aún no haciéndolo… y en mitad de esa madrugada insomne y pensativa, la radio de mi mesilla escupió esta canción… una que todavía no había escuchado pese a ser de uno de mis grupos favoritos… la oía metida en la cama sintiendo que era la mejor banda sonora para esta noche… la música me habla, no sé cómo, pero lo hace…

Esta fue la canción que me inundó de madrugada... una de un grupo que me acompaña desde hace años... suena muy parecida a lo anterior, cierto... pero a la vez es distinta... quizás por eso me gusta tanto...

domingo, 2 de agosto de 2009

Una escapada a Barcelona

La cosa surgió como una pregunta de esas que cuesta dejar salir… Barcelona, escuché… lo reconozco, no pensé en los kilómetros de más de nuevo… no pensé en que tenía que volver a conducir… tan sólo pensé que podía resultar divertido… ir con mi atómica amiga y sus chicos de compras… pisar de nuevo esa ciudad que hace tanto que no visitaba… ir a esa urbe que, para mí, tiene algo especial y a la que siempre me gusta volver… no sabría explicar qué tiene Barcelona, pero sé que es un lugar en el que no sólo no me importaría vivir una época de mi vida sino que, además, me encantaría hacerlo… nos pusimos en camino por la mañana… doscientos y pico kilómetros nos separaban de nuestro destino… y, lo que era peor, una operación salida de vacaciones digna del 1 de agosto… los chicos dormían en el asiento trasero, mi amiga me daba conversación en el del copiloto… a medida que restábamos kilómetros, me iba animando… Barcelona… más que una ciudad, muchas cosas… muchos recuerdos… buenos amigos… grandes historias… sonreí… quien te iba a decir, me decía a mí misma, que acabarías aquí…

Llegamos por la Diagonal acordándome de la DGT cuando vi que tenía que circular el último tramo –hablo de varios kilómetros- a 80 por hora… pero estaba allí… en una ciudad que respira distinto y en la que me encanta perderme… perderme, me río… me la conozco incluso demasiado bien, tanto que creo que sería imposible hacerlo aún intentándolo… aterrizamos en la calle Tallers y un mes de febrero saltó a mi mente… un viaje de trabajo que acabó con una larga charla en un banco… un momento de esa otra vida que viví y que, ahora, me resulta estar tan lejos… caminábamos entre el gentío… entre los guiris, los góticos, los punkies… entre todas esas tribus urbanas que viven en esa ciudad y que, lo siento, no sé etiquetar de ninguna manera… creo que estoy desactualizada en ese aspecto… caminábamos mirando escaparates, charlando de camino a Las Ramblas… la primera parada, una tienda de cultivo de marihuana… como cucaracha en baile de gallina, me dijo mi atómica amiga con cara de resignación… me reí… en los días de su vida se imaginó contemplando cómo su hijo mayor miraba las pipas de agua con fascinación… supongo que ha optado por unirse al enemigo… por tolerar, aunque en el fondo le duela, la situación… nos reímos con la camiseta de “Blancanieves y los 7 cogollitos”… es lo que se llama una madre moderna, le dije…

Caminamos por Plaza Catalunya para entrar en El Corte Inglés… el objetivo de nuestro viaje relámpago era llenar el armario de sus hijos… en la planta Joven comenzó el disloque… el uno iba y venía a los probadores renegando de tener que probarse la ropa… mientras el otro elegía con sumo cuidado sus camisetas, probándose encantado de la vida y haciéndonos un pase de modelos… dos chicos, una misma madre… dos mundos distintos, completamente opuestos… hay ahí una marca que seguro que te gusta, me dijo el pequeño… me reí cuando le escuché decir “Desigual”… tan previsible soy, le pregunté riéndome a esa entregada madre… te cogió la medida mamita, me contestó ella sonriendo… petardeamos entre la ropa persiguiéndoles entre las perchas… volvían con sus prendas elegidas buscando aprobación… me reí… ser adolescente, como dicen algunos estudios, es una enfermedad… pero, sin duda, todos tenemos que pasarla…

Cuando el hambre parecía empezar a pasar factura, nos encaminamos hacia un Kentucky Fried Chicken… caminábamos por las callejuelas del Gótico charlando… compartiendo un ratito de cada uno… aquí nadie mira a nadie, me decía uno de ellos, y eso me gusta… respiré hondo… bendiciones de esta gran y extraña ciudad que huele a otra cosa, me dije… después de descojonarnos con la cara de sorpresa de un guiri en la puerta del baño del Starbucks –se puede llegar a rebelar de una manera muy cómica si no se te ocurre tirar de la puerta a ver si la contraseña la ha abierto-, entramos en el H&M… entre sombreros, me di cuenta de cuánta ternura existe en un niño de 17 años que cree comerse el mundo… me reí… supongo que, con esa edad, todos lo creemos pese a tener alma de niño de manera irremediable… no tengas tanta prisa por crecer, pensé para mí, te queda toda la vida por delante… jugábamos cuando llegó la llamada… mi amigo, ese que guardo en el bolsillito del corazón, había llegado… salí a la humedad de ese día de resol de la Ciudad Condal para encontrarme con él… para compartir un rato juntos… para ponernos al día de nuestras existencias, de nuestras pérdidas respectivas con sus consecuentes encuentros… llevaba un año sin verle, demasiado tiempo… más que nunca, de hecho… la primera media hora, como siempre, fue acelerada… teníamos poco tiempo, quería contarle muchas cosas… quería que él me contara muchas más, estaba preocupada por él… después de una cerveza rápida cerca de Plaza Catalunya, nos propusimos encontrar ese lugar que tantas otras veces habíamos perdido… una noche de hace un par de años lo estuvimos buscando insistentemente sin éxito en mitad de una madrugada más que divertida… esta vez, incluso lo había buscado en el Google… por algún motivo que desconozco, y pese a ser su ciudad, siempre que vengo yo acabábamos perdidos… si no a pie, en metro… lo mismo da… y siempre, siempre nos suelen pasar cosas divertidas… sonreí… en ese momento me di cuenta de cuánto le había echado de menos…

La estadística de nuestras pérdidas se rompió cuando llegamos a la puerta de “Les gens que j´aime”… un lugar modernista que vive en la penumbra, con sofás de mediados del siglo pasado y un ambiente especial… un lugar de la calle Valencia que tiene algo de especial… coca-cola, le dije, que tengo que conducir… hablábamos de un ladrido, me preguntó por una herida que ya no duele como antes… hablamos de las cosas raras que te pueden pasar en un parking de noche… de una película absurda que, a los dos, nos hace mucha gracia… hablamos de su encierro, de su necesidad de salir de Barcelona al menos unos días… de nuestra absoluta incomprensión de esa gente que no sabe estar sola… estar por estar no va conmigo, me dijo… sonreí… quizás por eso nos entendemos, mamamos de la misma teta en muchos aspectos… el tiempo se nos escurrió y yo tenía que desandar el camino…

Anduvimos hacia atrás… volviendo hacia La Rambla para reencontrar a esa pequeña familia que tenía abandonada en la esquina de la calle Tallers… creo que hacía mucho tiempo que no le abrazaba tantas veces… supongo que también hacía demasiado tiempo que no le veía… vente al pueblo, le dije por última vez haciéndole pucheros… le abracé cuando ya tocaba despedirnos… hablamos pronto, me dijo… más te vale, pensé… me encaminé con mi agotada amiga de vuelta al parking… los chicos estaban molidos, ella tenía cara de estar a punto de autodestruirse… conducía en mitad de la noche animadísima… sin parar de hablar… contándole cualquier cosa a una copiloto que no daba un duro por su vida mientras los chicos dormían en el asiento trasero… sonreía, lo reconozco… volver a ver a Jordi me había animado, pasar el día con esta pequeña familia prestada me estaba gustando… estamos en casa, pensé cuando tomamos el desvío de Vinaroz… les dejé en casa para venirme a mi mansión de soltera… repasaba el día sentada en la terraza con mi humo… pensando en los pedacitos que había vuelto a meterme en el bolsillo… recordando a un amigo casi hermano al que me giré a mirar y volví a despedir cuando caminaba por la calle Tallers de vuelta a mi coche… no sé por qué, pero sabía que se giraría a despedirme de nuevo… recordé a esa pequeña familia que sentía en parte mía… es curioso esto de la amistad, pensaba mientras conducía por la noche… te pone algodones en las esquinas… te da de comer de una manera especial… con pequeñas cosas que se convierten en grandes días…