martes, 4 de agosto de 2009

Una llamada en la madrugada

Me había despertado en Vinaroz… había estado en Valencia… y en esta madrugada estaba en Madrid… miraba por la ventana recordando las cosas del día… es cierto que el ser humano recuerda más de lo que debería o quisiera, pero a veces es una gran bendición… tumbada con mi humo en el sofá a oscuras pensaba en estos raros días que me habían calentado por dentro… pensaba en el buen humor que sentía… en las risas, las sonrisas… las charlas, los paseos por ciudades con sabor a sal… recordaba con una media sonrisa haber visto a una amiga vestida de novia… mi escala en Valencia era fundamentalmente para eso… reconozco que me hizo ilusión compartir con ella esa gran sonrisa… verla así de feliz con el que iba a ser su día, con la que era su nueva vida… había sido un día intenso… con mucho Bebe en el coche recordándome quien soy… este viaje tan particular que empezó sin yo quererlo y del que, por fin, tengo hoja de ruta… me había ido sola a la playa en Valencia para acabar de tostarme el alma… disfrutando de mi soledad a la orilla del mar… sintiendo la piel caliente… estos días de carretera me han sentado bien, me digo para mí, un nuevo punto de inflexión quizás… me he recorrido el Levante español… pero me da lo mismo…

Pensando en este comienzo de verano con el que no contaba recordé que mi inimitable ex compañero de piso estaba de noches en la recepción del infierno en el que trabaja… llevaba semanas sin charlar con él, una auténtica rareza entre nosotros… durante un segundo temí que la distancia sembrara silencios… cuando llevaba cinco minutos hablando con él, respiré tranquila… eso no existía entre nosotros… nuestra República Independiente era más fuerte que su balneario y mi barco pirata… por algún motivo que desconozco, lo más fácil entre nosotros es pasarnos las conversaciones descojonados de la risa… me estuvo contando las hazañas de ese peculiar lugar en el curra… tío te vas a tener que hacer un seguro de vida, le dije con mucho cachondeo… lo peor de la situación es que, dadas las circunstancias, no era un comentario fuera de lugar… tener a una inquilina loca y revolucionada puede procurar un sinfín de aventuras que contar… mientras le escuchaba pensaba en lo curioso que es esto de vivir… a los dos nos pasan cosas que es difícil que nadie crea… pero, cuando las intercambiamos, el otro las escucha como lo más normal del mundo… entre carcajadas, me contó que su inquilina un día casi se le desnuda en la recepción criticando el bañador de otra señora… me habló de su jefe escapista, de sus encuentros con la Policía Nacional… tienes cara de terrorista, le dije… nos moríamos de la risa…

Llegando a lo que él denominó en su día “llamada la Rubia”, llegó mi turno de contar… y contando, contando me di cuenta de la cantidad de cosas que habían pasado en apenas las tres semanas que llevábamos sin hablar… le hablé de las fiestas de Acevedo, de mis problemas con Vodafone… él se descojonaba… sabes algo de mi prima, me dijo con esa sonrisa pícara que pude ver sin hacerlo, creo que tiene un par de cosas que contarte… me reí… comencé a contarle mi aventura… la llamada a la que contesté diciendo “yo soy tu lobo”… de la vergüenza, la adrenalina… de sentirme una adolescente… de los abrazos, los besos no dados… estoy más tierna que un oso amoroso, le dije con mucho cachondeo… me dio la razón… le reconocí que hacía mucho tiempo que no sentía algo así… estaba fuera de mi esquema de vida, era esa ilusión absurda que te dan pequeñas cosas en la vida… no sabes cómo me alegra oír eso, me dijo con esa voz que sólo Iñigo tiene en esos momentos… le hablé del miedo, del pánico… me siento como si me hubiera descongelado, le decía, he sido un tupper durante mucho tiempo… no se me ocurre mejor símil, me confesó, me acaba de encantar… me sentí perdida… confesándole las polillitas que llevaba sintiendo placenteramente un par de días… estás viva, me dijo tajante, has tardado mucho tiempo en volver a estarlo… has tardado mucho tiempo en volver a ser tú como antes, me dijo con cierta melancolía… yo… lo pensé… sólo pude decirle te echo de menos… yo también, me dijo él con ternura…

Cuando colgué con él le quedaban pocas horas a la madrugada para convertirse en día… colgué ya metida en la cama, con la mente perdida mirando la pared… escuchando música en la radio entre las sábanas… despertando una fresca noche de verano en Madrid… sonriendo los recuerdos… las imágenes que se te graban en la mente de la manera más absurda y te pintan una enorme sonrisa en la cara… las palabras escuchadas a través de un teléfono de la misma manera que si estuviéramos sentados en el sofá de nuestra peculiar República… palabras que te abrazan aún no haciéndolo… y en mitad de esa madrugada insomne y pensativa, la radio de mi mesilla escupió esta canción… una que todavía no había escuchado pese a ser de uno de mis grupos favoritos… la oía metida en la cama sintiendo que era la mejor banda sonora para esta noche… la música me habla, no sé cómo, pero lo hace…

Esta fue la canción que me inundó de madrugada... una de un grupo que me acompaña desde hace años... suena muy parecida a lo anterior, cierto... pero a la vez es distinta... quizás por eso me gusta tanto...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vivan las polillitas y el renacer de las ilusiones.

La vida es así de mágica...

Desde Valencia mil besos ;o)