sábado, 14 de marzo de 2015

Desde el corredor...


Una Mahou a medias... el fresco de una tarde de marzo... los últimos pájaros que pían en alguna parte del bosque de alrededor de casa... el cielo está encapotado pero todavía la luz se escapa entre las nubes grises que huelen a frío y a agua... sonrío... paz, mucha paz...

Este es mi sitio favorito de la casa, decía hace un rato... de pronto, suenan Los Secretos desde dentro... aunque tú no lo sepas... y solo pienso en lo mucho que he echado de menos este lugar... esta casa de Heidi que considero mi casa... un lugar que es, sin duda alguna, nuestro propio pedacito de paraíso...

Los Narcisos que me recuerdan a los Capilotes de mi Tierra Prometida ya han florecido... miran hacia fuera de este corredor... este espacio que ni es dentro ni es fuera, este espacio tan característico de las casas tradicionales de Asturias... el mismo desde el que puedo ver ese macetero que hemos limpiado, ese en el que hemos plantado vida con la esperanza de que nos regale la vista... Calas aquí, una Hortensia allí... imaginando esa primavera que está por llegar y que aquí sabe de una manera muy especial... imaginando ese paisaje nuestro que, aquí, sabe sobre todo a flores... a días de sol... a la humilde felicidad de compartir una cena de verano bajo el hórreo...

Empiezo a notar el frío sentada en este sofá del que un vendaval nos quitó un cojín... el mismo en el que cada uno ocupa una esquina de él... cada uno en su mundo, charlando a ratos... callando... disfrutando únicamente de la compañía en la distancia... con esa calma que da estar en casa como en el parchís... poniéndole ilusión, simplemente, a poner unas lucecitas bajo las vigas del dormitorio... convirtiendo en macetas botas de goma encontradas una tarde de viernes y paseos por Ribadesella... no estoy de vacaciones pero las siento como tal a pesar de mis posts, las notificaciones o los Skype de trabajo... saboreo la calma de hacer de esta casa otra vez nuestra casa... de convertirla, con pequeños gestos, en un lugar más acogedor... en un espacio nuestro que debíamos de reconquistar, con el que nos teníamos que reconciliar... todavía es raro estar aquí y no escuchar a Juan llorar desde abajo porque nos ve y no puede estar con nosotros... nadie dijo que los paraísos no estén exentos de cierta melancolía, de esas cosas que el tiempo nos quita aunque también nos ayude a hacer que duelan menos...

Humedad, tierra y olor a humo... esa es la combinación de este lugar... uno en el que un sapo se pasea por el portal al sol, ese lugar en el que puedes ver a un pájaro carpintero hacer un agujero en un árbol... el que el atardecer y la madrugada suenan a aullido de lobo... a calma, a frío... a distancia con el mundo... 

lunes, 9 de marzo de 2015

Tiempo, mi tiempo...



"Como no tenemos nada más precioso que el tiempo, no hay mayor generosidad que perderlo sin tenerlo en cuenta"
Marcel Jouhandeau



Tiempo, bendito tiempo... no nos lo quitamos de la boca... es el remedio, el motivo y la razón de todo... el mayor inconveniente y la mejor de las oportunidades... un compañero que es bien preciado, que a veces también es castigo... vivimos sin parar de citarlo... sumándole delante un "no tengo" que supone una gran mentira... lo tenemos, es nuestro... el problema es que esta vida que nos ha tocado vivir hace que creamos que carecemos de él para todas las cosas importantes... para compartir un café con tiempo con una amiga, para dedicarlo a escribir... para utilizarlo para tener tu propia soledad, una compañía necesaria en una vida en la que el reloj corre más deprisa que nosotros... tiempo, bendito tiempo... uno que es castigo en ocasiones y en otras regalo... un tiempo que tenemos pero que no valoramos lo suficiente metidos en la espiral del día a día... uno que no valoramos muchas veces porque estamos pendientes de cómo va a ser el que está por llegar, esa maldita palabra llamada "futuro" que no deja de ser un tiempo que todavía no hemos tenido derecho a vivir...

Hoy he decidido quitarle a mi tiempo ese "no tengo" que siempre entono... para no trabajar siendo sábado a pesar de que la agenda, maldita agenda, recuerda lo que está pendiente... lo que, muchas veces, consideramos mucho más importante que nosotros mismos... más importante que dedicarnos un rato para recordar que la vida son muchas más cosas que tareas a las que pasarles un fluorescente... muchas más cosas que pasarnos la vida tiranizados por el tiempo... muchas más que darle vueltas y vueltas a todas horas... estamos a tiempo, perdemos el tiempo... tantísimas combinaciones en torno a una misma palabra, una inventada por el ser humano para que olvidemos lo que realmente significa... tiempo es vida... tiempo es la palabra fría para vestir algo tan cálido como es la vida... 

Tiempo es un agenda, un cronómetro... esa manía tan humana y deshumana a la vez de querer medir y controlar todo... nos empeñamos en ponerle fechas a las cosas en un calendario, a apagar la calidez de ese abrazo del reencuentro con una planificación a mes vista... nos anticipamos a todo, todo tiene que tener un momento prefijado que no deja margen a improvisar y a respirar... lo hacemos como parte de nuestra obsesión con el tiempo como algo útil, como algo rentable... como parte de esa auténtica obsesión por sacarle el máximo partido quitándole toda la vida posible... queremos atropellarlo, empeñados en que el que pase es un peso cuando lo que es supone alivio... peleándonos contra él echándonos más crema antiarrugas en el alma que en la cara... atormentados por los cambios de década que nuestras propias vidas, perseguidos por la idea de que las cosas no suceden cuando nosotros consideramos que han de pasar en ese tiempo del que nos creemos tan dueños y a la vez somos tan sirvientes... perseguidos por esas listas mentales de cosas pendientes de hacer a las que les regalamos tiempo sin ser conscientes de que es vida... 

Este sábado, tendría que pensar que estoy perdiendo tiempo... un tiempo precioso de producir, de generar... de adelantar, de hacer... estoy perdiéndolo porque he decidido regalármelo... para reorganizar mi espacio como el que hace un puzzle, con esa misma inercia de poner en orden piezas para ver la imagen del final... doblando ropa, reorganizando mi mesa de trabajo... haciendo caso omiso a ese invento que nos convierte en esclavos a golpe de llamada y notificación... escuchando música, tirando papeles... viendo fotos, recordando soles que volverán... con la mente absolutamente en blanco... sin pensar en él... en el tiempo... en cuánto queda... en cuánto tardo, en cuánto no hago... optando por evitar durante una rato esa auténtica tiranía de vivir o no hacerlo en función de un reloj... de una aguja que marca las horas... 

sábado, 3 de enero de 2015

Un año de menos y mases...



"Quiero creer que voy a mirar este nuevo año como si fuese la primera vez que  desfilan ante mí 365 días"
Paulo Coelho

Despedir un año, pasarle página... en eso consiste en gran medida ese balance que hacemos de manera inevitable cada 31 de diciembre de cada año... un ejercicio que sirve para radiografiar, diseccionar, revisar y volver a revivir doce meses... doce meses de vida que, cada año, nos cambian... que nos hacen crecer, que nos empequeñecen muchas veces el alma... meses que suman y restan, que ponen su granito de arena para construir esa vida que a veces olvidamos que tenemos el lujo de disfrutar... quizás porque este año ha sido el año de restar, me urge escuchar esas doce campanadas que son únicamente un cambio de calendario... un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de empezar algo que ya lleva 35 años empezado...

Después de este 2014, tengo el corazón algo más viejo... quizás porque ha sido precisamente este año que suma siete (un buen presagio que no se cumplió) uno de los que prefiero dejar guardado en algún cajón para no volver a mirarlo... para tratar de llevar a cabo ese imposible olvido que supone pasarle página a las decepciones, a esas ilusiones en las que crees y para las que un día ya no sabes cómo cocinar... ha sido el año de reivindicar el respeto, de saber cuál es mi lugar en el mundo personal y profesional... de pelearlo a pesar de que la desilusión se instale a vivir a mi lado hasta que aprendes a desterrarla... a sacudírtela de encima, a despegártela del alma... este catorce tan extraño pasará a la historia de mi propia vida como el año en el que la agenda mandó durante demasiado tiempo... el año en el que dejé de hacer por hacer, el año en el que le llevé la contraria a las cifras del paro para sentir que después de muchos años la recompensa estaba más cerca...

Pero este año ha sido sobre todo mi año de las pérdidas, el de echar de menos a quienes ya no están... he tenido que despedirme demasiadas veces de quienes nunca habría querido hacerlo... sonriendo durante meses a un lento adiós que llegó una noche de sábado para dejarme mucho amor en herencia a pesar de que habría preferido tardar décadas en hacerlo... para recordarme que los "te quiero", a pesar de saberlos, son valiosos cada vez que se dicen... en este año maldito, sentí el frío más terrible de una noche en Santander y una no menos fría mañana preguntándome por qué la vida a veces nos pone estas zancadillas... una pregunta que llegó entre cementos, con esa pena que se te queda a vivir en el alma y de la que solo puedes despegarte poco a poco con tiempo... con paciencia... dejando correr los días y las páginas de ese maldito calendario para hacer que cada llegada a casa doliera menos, para que no se me abriera la herida añorando esa mirada oscura clavada en mí al son de un rabo que se movía de alegría... a todos mis menos, sé que tuve el inmenso regalo de tenerlos en mi vida... de quererlos, de que me quisieran... y de quedarme aquí recordando por qué fueron tan importantes... 

A todos esos menos que me han empañado demasiadas veces la mirada le han acompañado algunos mases que le han puesto amor, calor y color a un año gris... mases que le han dado cuerda al motor con gestos pequeños, con minúsculos momentos... mases tan importantes como ver crecer a Ito, peleándose contra el mundo y haciendo de la vida Vida... ver que el amor vence a la tristeza en la cara de su madre, para quien este año es un difícil equilibrio entre la sonrisa y la lágrima... he sentido calor viendo a mi media república empezar de blanco y con acento gallego su nueva vida, he sentido alegría en un desconocido Aranda de Duero en el que escuché otro "sí quiero"... he sentido calor viendo a Marieta y a la Froggy crecer bajo la lluvia asturiana, el mismo calor de cada una de las visitas a casa de un mini Jose que ya ha elegido su propia silla en mi cocina... he sentido la decisión de querer ser madre con más intentos o menos, la felicidad de compartir unas croquetas para celiacos mirando al mar... he sentido el frío de las noches en mis montañas, noches que sin la gente que hacen de mi Tierra Prometida mi lugar en el mundo no serían tan especiales... esa misma Tierra que añoro cada vez que miro una montaña, esa misma que suspiro cuando me doy cuenta de lo cerca que estoy a pesar de pisarla tan poco... 

Este año gris de mi vida ha sido el de ponerle un día de septiembre a esa rubia que me acompaña hace tanto en esta vida, ha sido el de descubrir a esos gatos que miran bonito y que son mi pedacito de Madrid en Cangas... los mismos que me regalaron desde una cámara ver con otros ojos ese motivo por el que Asturias es cada vez más mi casa... el motivo por el que, a pesar de las tristezas, sigue habiendo momentos para sonreír... buenas razones para recordar que puedo seguir abrazándome a los brazos de mis padres por el frío de León una noche de domingo... que sigue habiendo motivos para descojonarme de risa con las batallitas de esa hermana mía que a veces es azúcar y otras limón... 

Seguro que me quedan muchos mases pendientes de recordar y de contar... y, a pesar de no escribirlos en esta Sopa que ha estado demasiado fría entre tantas tristezas, solo puedo estar agradecida por haberlos tenido... por haber hecho que mis menos, mis ausencias, dolieran menos... atesorando conmigo las sonrisas que me ha costado tener, las que me prometo a mí misma cultivar en este nuevo año... una nueva historia de 365 días... 




jueves, 1 de enero de 2015

En brazos de Ito...


"No hay ser humano que no pueda convertirse en héroe por amor"
Platón 

Lo siento contra mi cuerpo, respirando acompasadamente... he conocido a Pedro, a ese pequeño gran guerrero que llegó a este mundo un día de San Juan que amaneció con el miedo a través de una pantalla de whatsapp... reza mucho por nosotros mi niña, me pedían... y no pude hacer más que cumplir esa promesa... por fin Ito es una realidad que supe que llegaría una tarde de tarta de zanahoria en un revoltijo de emociones en el que la felicidad reinaba... recuerdo con nitidez cómo fue esa tarde sin más que se convirtió en con mucho... estoy embarazada, me dijo Mar sonriendo en aquel café que estrenábamos... a veces la música llega en forma de palabra, lo hace para demostrar que la vida siempre puede con la propia vida... sostengo a Ito, a Pedrito, entre mis brazos mirando a su madre de reojo... viendo en su cara demasiadas cosas juntas... el cansancio, la preocupación... la felicidad, el amor... la tristeza... pero, más allá de todas ellas, una protagonista absoluta... la esperanza... esa de la que intenté contagiarla durante semanas a través de una pantalla con la firme convicción de que Ito, nuestro Pedro chiquitito, no podía dejarnos huérfanos... 

Ito me coge con sus manos minúsculas... agarrándose fuerte a mí, abrazándose a mi dedo con una ternura infinita... con candidez, con carácter... pesa algo más de dos kilos, unos gramos ganados uno a uno con infinita celebración... sabiendo que cada pizca más de Ito era un gran triunfo, un buen síntoma... la mejor muestra de que ha venido a este mundo para hacérnosla a quienes le queremos incluso antes de nacer un lugar mucho más bonito... le miro, le observo... es un pequeño milagro, pienso, un tremendo tesoro... un pedacito enorme de vida que quiere vivir... que se ha ganado en solo cuatro meses su derecho propio... la vida no puede ser tan injusta, pensé cuando el pánico se hizo con esa amiga que es como hermana... tuve fe, fe de la de verdad... de la que no se enseña en un catecismo ni en un aula... 

Menudo, frágil y fuerte... así es su abrazo, uno al que le acompaña un pitido que de vez en cuando te saca del silencio... a veces porque llora, a veces simplemente porque incluso las máquinas se equivocan... Ito continúa agarrado a mí, abrazándome con ese pequeño cuerpo que ha resultado ser el de un gran héroe... el de un niño de grandes ojos azules que ha llegado a esta vida para hacerla suya... para aprender a sonreír y recordarle a su madre que, a pesar de muchas ausencias, él ha venido para llenarlas... para endulzar cada día a pesar de tener que revisar los puntos de su tripa, para hacerla feliz a pesar de los ejercicios para que su cuerpo gane elasticidad... han pasado las comidas veraniegas de terraza en las que el miedo se sentaba con Mar y conmigo en la mesa... esos ratos compartidos a contrarreloj en los que la tristeza sobrevolaba sobre un encuentro entre amigas en el que sólo él era protagonista... él, un pequeño desconocido hasta hoy... 

Le beso con cuidado en la cabeza... sintiendo en los labios esa increíble tersura, despertándome toda la ternura que soy capaz de sentir... huele a bebé, a ese increíble olor que sólo tienen esos pequeños regalos que nacen para cambiar el mundo... para enseñarnos que se puede pelear aún cuando parece que todo está perdido... para recordarnos que no hace falta ser fuerte para ser grande...

Duerme... le siento respirar contra mi pecho... le sujeto la cabeza con una mano, con la otra el culete... sigue abrazándome el dedo... y entonces la miro a ella... a esa madre, a esa amiga... a esa compañera de un extraño lugar que nos unió hasta hoy... a ese ejemplo de bondad, amor y calor que desde hace cuatro meses sólo vive para y por él... con esa abnegación discreta y sin publicidad con la que Mar hace las cosas... con el corazón, con entrega... con esa manera suya de querer que te hace sentir a salvo siempre... regalándote un sosiego que huele a ella, guardándose para sí una fragilidad que es cada vez más irrompible... 

Me doy cuenta de la tremenda responsabilidad... sostengo entre los brazos lo que más quiere en este mundo... un pequeño gran gigante que tenía nombre y diminutivo desde antes de nacer... un corazón fuerte que late contra mí para recordarme que la vida es más vida porque él respira...