jueves, 1 de enero de 2015

En brazos de Ito...


"No hay ser humano que no pueda convertirse en héroe por amor"
Platón 

Lo siento contra mi cuerpo, respirando acompasadamente... he conocido a Pedro, a ese pequeño gran guerrero que llegó a este mundo un día de San Juan que amaneció con el miedo a través de una pantalla de whatsapp... reza mucho por nosotros mi niña, me pedían... y no pude hacer más que cumplir esa promesa... por fin Ito es una realidad que supe que llegaría una tarde de tarta de zanahoria en un revoltijo de emociones en el que la felicidad reinaba... recuerdo con nitidez cómo fue esa tarde sin más que se convirtió en con mucho... estoy embarazada, me dijo Mar sonriendo en aquel café que estrenábamos... a veces la música llega en forma de palabra, lo hace para demostrar que la vida siempre puede con la propia vida... sostengo a Ito, a Pedrito, entre mis brazos mirando a su madre de reojo... viendo en su cara demasiadas cosas juntas... el cansancio, la preocupación... la felicidad, el amor... la tristeza... pero, más allá de todas ellas, una protagonista absoluta... la esperanza... esa de la que intenté contagiarla durante semanas a través de una pantalla con la firme convicción de que Ito, nuestro Pedro chiquitito, no podía dejarnos huérfanos... 

Ito me coge con sus manos minúsculas... agarrándose fuerte a mí, abrazándose a mi dedo con una ternura infinita... con candidez, con carácter... pesa algo más de dos kilos, unos gramos ganados uno a uno con infinita celebración... sabiendo que cada pizca más de Ito era un gran triunfo, un buen síntoma... la mejor muestra de que ha venido a este mundo para hacérnosla a quienes le queremos incluso antes de nacer un lugar mucho más bonito... le miro, le observo... es un pequeño milagro, pienso, un tremendo tesoro... un pedacito enorme de vida que quiere vivir... que se ha ganado en solo cuatro meses su derecho propio... la vida no puede ser tan injusta, pensé cuando el pánico se hizo con esa amiga que es como hermana... tuve fe, fe de la de verdad... de la que no se enseña en un catecismo ni en un aula... 

Menudo, frágil y fuerte... así es su abrazo, uno al que le acompaña un pitido que de vez en cuando te saca del silencio... a veces porque llora, a veces simplemente porque incluso las máquinas se equivocan... Ito continúa agarrado a mí, abrazándome con ese pequeño cuerpo que ha resultado ser el de un gran héroe... el de un niño de grandes ojos azules que ha llegado a esta vida para hacerla suya... para aprender a sonreír y recordarle a su madre que, a pesar de muchas ausencias, él ha venido para llenarlas... para endulzar cada día a pesar de tener que revisar los puntos de su tripa, para hacerla feliz a pesar de los ejercicios para que su cuerpo gane elasticidad... han pasado las comidas veraniegas de terraza en las que el miedo se sentaba con Mar y conmigo en la mesa... esos ratos compartidos a contrarreloj en los que la tristeza sobrevolaba sobre un encuentro entre amigas en el que sólo él era protagonista... él, un pequeño desconocido hasta hoy... 

Le beso con cuidado en la cabeza... sintiendo en los labios esa increíble tersura, despertándome toda la ternura que soy capaz de sentir... huele a bebé, a ese increíble olor que sólo tienen esos pequeños regalos que nacen para cambiar el mundo... para enseñarnos que se puede pelear aún cuando parece que todo está perdido... para recordarnos que no hace falta ser fuerte para ser grande...

Duerme... le siento respirar contra mi pecho... le sujeto la cabeza con una mano, con la otra el culete... sigue abrazándome el dedo... y entonces la miro a ella... a esa madre, a esa amiga... a esa compañera de un extraño lugar que nos unió hasta hoy... a ese ejemplo de bondad, amor y calor que desde hace cuatro meses sólo vive para y por él... con esa abnegación discreta y sin publicidad con la que Mar hace las cosas... con el corazón, con entrega... con esa manera suya de querer que te hace sentir a salvo siempre... regalándote un sosiego que huele a ella, guardándose para sí una fragilidad que es cada vez más irrompible... 

Me doy cuenta de la tremenda responsabilidad... sostengo entre los brazos lo que más quiere en este mundo... un pequeño gran gigante que tenía nombre y diminutivo desde antes de nacer... un corazón fuerte que late contra mí para recordarme que la vida es más vida porque él respira... 

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