martes, 7 de diciembre de 2010

Música...



 "Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música"
Aldous Husley





Todo comienza igual…
el mismo orden…
la misma cadencia…
como si fuera una partitura perfecta…
una ejecutada sin fallo…
el tempo ajustado…
a veces más lento…
otras más rápido…
la melodía surge, sin más…
acariciando cada letra…
con la yema de los dedos…
sintiéndola en el borde de los labios…
notando cómo se arruga la piel con el roce…
cómo se convierte en sonido…
en respiración…
en música…

Todo sigue igual…
los mismos pasos…
esos acordes otras veces ensayados…
unos que resuenan en la distancia como recuerdos…
unos que suenan distinto a pesar de ser los mismos…
se interpretan…
se sienten rozándote el alma a veces…
dejando una sensación única…
una irrepetible grabada en la retina…
sentida sobre la piel…
cerrar los ojos es inevitable…
dejándote llevar por esa melodía…
entregándote a la repetición de lo vivido…
sintiéndolo diferente…

Y todo acaba igual…
mismo final a pesar de vivirlo distinto…
de sentir un último compás de otra manera pese a ser igual…
pese a la excitación de saber que se termina…
que se marca el final de la melodía…
de una que empieza y acaba de manera idéntica…
de una que, cada vez que se toca, empieza y acaba distinto a la vez…
dejando un silencio…
una respiración que se repone…
unas cuerdas que se destensan…
un pentagrama que deja de sujetar peso…
unas letras que se quedan placenteramente mudas…
silencio…
uno placenteramente dulce…

jueves, 2 de diciembre de 2010

Cartas viejas...

Las encontré sin querer, sin buscarlas… sin siquiera recordarlas… me las topé en uno de esos momentos de hiperactividad que me entran y en los que me pongo a vaciar este espacio que es mi casa… estoy de un maruja últimamente, le contaba a mi madre por teléfono con mucho cachondeo después de pasarme un domingo entero vaciando armarios… en mitad de uno de esos delirios domingueros, me encontré con ellas mientras trataba de descubrir qué había en esas particulares cápsulas del tiempo que son mis cajas de recuerdos… unas cajas en las que guardo desde el papel de un azucarillo de algún sitio dónde comí a un flyer de un festival de música… cualquiera de esos pequeños pedacitos de vida que, en un momento dado, fueron especiales… pedacitos de días que sólo viví una vez y que atesoro en forma de papel muchas veces… revolviendo esos papeles, me encontré la primera de las cartas… una perfectamente plegada escrita en papel sobre el que pude reconocer mi letra… noche de luna creciente de octubre, empecé a escribir hace algo más de dos años y leía dos años más tarde… respiré hondo dándome cuenta de que la había escrito dos semanas antes de mi 29 cumpleaños… acaricié esa carta plegada notando ese papel grueso que tanto me gusta para las cartas de verdad, ese que sólo uso cuando quiero que esa carta sea especial… sonreí pensándolo… aquella carta nunca salió de esa caja a pesar de tener destinatario y, aún así, quise que fuera especial… hablaba de dudas y de muchas preguntas, de sueños rotos en aquella otra vida de gata… de heridas… tengo frío, fue lo último que escribí en ese otro octubre…

Seguí colocando esas cajas que encierran montoncitos de recuerdos para encontrarme con la segunda… Madrid un día de marzo, leí en una esquina con esa letra que es mía y que yo escribí a pesar de no recordarlo… sonreí comparando el papel… viendo la letra abigarrada sobre un pliego de hojas de rayas arrancado de mi cuaderno de Moleskine… creo que fue una carta escrita con mucho dolor, con mucha tristeza… lo supe nada más ver cómo estaba escrita… demasiado que decir en demasiado poco espacio… acaricié ese papel tan singular como es el Moleskine, ese que es mi compañero de viaje desde hace mucho tiempo… me leí a mí misma en otra carta que nunca salió de este libro de bitácora que encierro en una caja… dentro de nada será primavera, decía en la despedida… una que, aunque no sepa explicar por qué, me pareció rezumar una tristeza curiosa… suspiré sonriendo… coloqué esa carta sobre la anterior para encontrarme con una tercera, una escrita siete años atrás y en la que también me despedía… una que sí salió de esta casa pero que, cosas de la vida, volvió para no irse nunca… para acabar atrapada en una de mis cajas aún no siendo yo la destinataria… vuela, era mi última palabra antes de mi nombre… uno que escribí en papel de cartas de esos finos y delicados… de esos que se trasparentan prácticamente…

Amontoné esas extrañas misivas una sobre otra mientras seguía rebuscando en las tripas de mi propio pasado… tirando algunos recuerdos que realmente no lo eran, colocando otros en su lugar… mientras lo hacía, pensaba en qué hacer con esas cartas perdidas que un día escribí… sabiendo que, sobre ellas, imprimí de mi puño y letra una extraña época de mi vida… una que, curiosamente, veía con una perspectiva curiosa… analítica, lejana… en mitad de esta extraña maraña de ayeres, apareció la última de mis propias cartas… una plegada de una manera diferente, una sobre un papel grueso pero liso… la abrí para leer, como siempre, esa fecha con la que comienzo todas mis cartas… Madrid, empezaba diciendo… septiembre, fue lo siguiente que leí… leí sólo el comienzo, apenas dos líneas… decidí leer el final… buena suerte, terminaba escribiendo entre exclamaciones… dos palabras para terminar una carta en la que respiré, línea a línea, esos primeros pasos de esta nueva vida de gata…

Para cuando volví a cerrar mis cajas, no lo dudé ni un instante… dentro de esos recuerdos, tan sólo conservé la última carta… esa en la que me leí a mí misma de una manera diferente… de una manera que sólo es lo que soy desde que volví a ser… la única de todas mis cartas en la que, palabra tras palabra, me leí completamente libre… cerré mi caja de pasado conservándola entre mis recuerdos… ya no para recordar quien fui sino, más bien, quien soy…

lunes, 29 de noviembre de 2010

El día de la Reina de las nieves

Vi nevar durante toda la tarde en Madrid… a través de una ventana, resguardándome… sólo mirando a través de ella esos pedacitos blancos caer… lo reconozco, disfruto muchísimo viendo nevar cuando los copos se suspenden en el aire… hoy era lunes, uno de esos que comienzan en tormenta a pesar de un cielo del que, todavía, no caía nada… uno que comenzó picando fino todavía entre sábanas un extraño temor que no acertaba a entender… el que se clava en el estómago haciéndote preguntarte muchas cosas como lo hacía en ese cuento de Anderson el perverso pedazo de un espejo maldito… uno que, a pesar del azúcar, volvió a asomar su cabeza para recordarme que estaba ahí… me di cuenta de que me había rascado más de la cuenta las cicatrices, esas que de alguna manera marcaron el comienzo de esta nueva vida de gata… luché contra esa sensación lavándola con agua caliente… dejando que se me escurriera de la cabeza y se marchara por el desagüe… notando el quemazón de algo que no entendía bien, recordándome a mí misma todo el resto de los argumentos… sentí el frío de la nieve quemarme la cara… helándome ese pedacito de espejo maldito metido dentro del ojo… lo noté haciendo eso para lo que estaba hechizado por esa Reina maldita… aunque sólo fueran segundos, olvidé las palabras… los hechos… los momentos que guardo en un baúl distinto… oyendo un cascabel sonar desde una bolsa de tela que amortiguaba su sonido… de pronto, una voz me dio el calor que esa Gerda del cuento regaló con sus lágrimas… el suficiente para deshacerme ese pedacito de espejo clavado y congelado… el suficiente para contrarrestar ese beso malditamente gélido que la Reina me dio en la frente…


Seguí viendo nevar a través de una ventana para sentir un frío ajeno, uno que desembarcó en mi sofá en busca de refugio… necesito una dosis de abrazos, leí en una pantalla sabiendo entender entre líneas un S.O.S. digno de un náufrago cualquiera de este barco pirata… sentada convertida en un ovillo, una gota de sangre de mi sangre se acabó de desangrar para hablarme de algo que ya conocía… ese pedacito de espejo también se le había clavado en el ojo haciéndola llorar… tratando de entender sus propias preguntas, sus propios otoños… esos para los que buscamos fechas ante el miedo de las palabras no dichas… esos otoños a veces locos que nos recorren como si metiéramos los dedos en un enchufe despertándonos hasta el último poro del cuerpo… esos otoños que pronunciamos en susurros mudos que, a veces, nos congelan en la peor de las ventiscas… a ella la Reina la besó en la frente recordándole fantasmas que, de golpe, deambularon a su alrededor... oí lo duro que es no tener manera de saber de alguien, oí lo duro que es preguntarse si el camino escogido respondía a los pasos que se marcaban sobre la nieve… me pregunté por la pauta entre deber y hacer… por esa fina barrera que separa el hacer por uno mismo o por esperar una respuesta… vi como ese trocito de espejo congelado surtía el efecto de un frío que la invadía, uno para el que no tenía más respuesta que el tiempo… uno que, muchas veces, nos devora cuando esperamos… uno que, otras tantas veces, estira los minutos hasta convertirlos en siglos… el mismo frío que hace de una ciudad un espacio vacío… un enorme iceberg de soledad… me sentí Gerda abrazando entre mis brazos ese cuerpo tan delgado, dejando que se deshiciera con palabras y silencios… notando cómo subía el mercurio a pesar del frío de la calle…


Volví a quedarme sola en este extraño reino en el que la nieve se había marchado con la oscuridad pensando en esos besos traicioneros con sangre azul de un cuento que existen más allá del papel… en esos otros que deshacen el hielo para recordarnos que, a pesar del frío, seguimos estando vivos debajo… pensé en ese constante esquivar pedacitos de un espejo maldito que no queremos volver a encontrar pero que choca contra nosotros… en la cantidad de veces que somos ese Kay al que se le hiela el hoy, al que un beso congela el pasado aunque, lejos del cuento, el efecto sea el contrario y no sólo no lo borre sino que lo despierte… sin la bendición del presente, con la absolución de un futuro en el que habremos esquivado los pedacitos de espejo... así es sentir, había dicho sólo unas horas antes... así es, me repetí a mí misma en una noche en la que no sé por qué ya no sentía frío...

Foto | Raquel Aparicio

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Territorio pasado






"Hay un pasado que se fue para siempre, pero hay un futuro que todavía es nuestro"
F. William Robertson





Abro la puerta sin poder no hacerlo…
para mirar el polvo de los rincones…
ese que todavía está…
ese que, a pesar de ser todo distinto, es el mismo…
telarañas del pasado…
pegadas entre vigas para hacer recordar…
con una mirada que me mira desde una pared…
con otra que lo hace desde un espejo…
inspiro…
me sentí ratón…
trepando por las ramas de un árbol abrazado…
para llegar…
o para volver…
le pasé el dedo al polvo del ayer…
al de otra historia…
a ese que está pese a no estarlo…
ese que se adhiere entre los dedos…
que se resiste a deshacerse…
abrí otra puerta sin poder no hacerlo…
para encontrarme un ayer en el hoy…
para oler un aroma que no conozco…
expiro…
me metí el miedo en un bolsillo…
tocándolo con la punta de los dedos…
quitándole un polvo diferente…
mirando ayeres propios…
mirando ayeres ajenos…
sentí un escalofrío…
me hice un collar con los silencios…
con ojos que no son míos…
con palabras que no significan…
cosí cada cuenta de memoria…
sacándolas brillo…
tratando de aligerar su peso…
pisando un suelo ya pisado…
sin tener miedo de dejar huellas…

lunes, 22 de noviembre de 2010

Tres puertas de baño de carretera


Siempre he sentido curiosidad por esos mensajes dejados en las puertas de los aseos de carretera… esos que se escriben a sabiendas de que pueden ser borrados, que quizás no sean leídos nunca por nadie… que, tal vez, no se entiendan… siempre pienso que esos tantos mensajes que he leído de amor nunca serán leídos por la otra persona sólo por el hecho de que están escritos en el baño de mujeres… mirando todas esas puertas, pienso en esos viajes que alguien hizo… esos que, en su momento, fueron un momento lo suficientemente singular como para escribir algo tras una puerta… quiero creer que no se hace de manera indiscriminada por el mero hecho de escribir, no sé por qué creo que  no es así… quizás porque hubo un motivo las veces que yo lo hice… uno específico o vital que, en ese momento, me empujó a sacar algo con lo que escribir del bolso y hacerlo… no entonaré el mea culpa, no sólo lo hice a los diecisiete años… creo que decir es algo que no tiene edad, hacerlo para que nadie o un desconocido lo lea tampoco…

En una madrugada de aventura, leí la primera de las puertas… una que estaba en mitad de alguna parte de esa autopista de La Coruña en la que estaba… una que recorría de la mano de un amigo en una furgoneta de mensajería… él estaba currando, yo era un polizonte de su carga… empezaba una escapada que tenía Asturias como primer punto de destino… detrás de esa primera puerta de un frío baño de alguna parte de Valladolid, tan sólo hice una cosa… sonríe, decía una caligrafía redonda que incluso había pintado un garabato sonriente… y sonreí… pensando que estaba haciendo el viaje más peculiar de mi vida, uno que había tenido una gran dosis de miedo hasta que me subí a esa furgoneta… uno que se acabó de disipar cuando pisé el suelo mojado de Oviedo… respiré hondo cerrando los ojos… I can fly, sonaba en mis oídos, but I want his wings… acariciaba una mañana que tenía algo de fugitiva y algo de legal… una deseada a pesar de no haber dormido, a pesar de los kilómetros… sonrío pensándolo en esta oscura noche de Madrid… entre el regusto de sidra dulce, con un bote de Nesquik en la mano… con un sueño que llegó cuando ya era completamente de día después de una noche compartida con una emisora, con un amigo del que conocí más y con muchos kilómetros…

La segunda puerta que leí fue en Oviedo en esa estación de Alsas que no conocía… aquí empieza un punto y aparte en mi vida, decía esa puerta, así que a partir de ahora me espera lo mejor… traté de imaginar cómo era esa mujer que lo habría escrito, a qué se referiría… cómo sería su historia, pensaba para mí mientras repasaba la mía… también cantas, me preguntaron con una increíble curiosidad… escribí desde una mesa que no era mía mientras Nirvana volvía a inundarme la cabeza… miré por una ventana un susto, me encerré en un armario de nervios… me río… esas alas de una canción que escuché de buena mañana se hicieron realidad… volé para mirar el mundo desde arriba… para mirar menos hacia atrás, para hacerlo más hacia delante… para leer mi nombre sobre mis manos, para  mirar desde lejos y ser mirada… para sentir miradas desde papel… estaba ante esa puerta de baño porque me había acompañado ese cronopio que la suerte quiso que me encontrara por casualidad una noche en esa misma ciudad… nos abrazamos al despedirnos sonriendo… volví con un pedacito más de esa Lola conmigo… con ese dulce sueño mientras recorría kilómetros, quedándome dormida mientras pensaba en esos puntos y aparte que todos ponemos en nuestras vidas… mientras pensaba en los pasos dados hasta llegar ahí con el viento empujando el camino en una noche en la que llovía a cántaros… esa rubia fiel que me acompaña en esta vida me esperaba con cara de sueño, con ganas de contar… con esa cocina que es confesionario, escenario de show de humor y mundo de preguntas sobre la vida preparada para mi visita… 

La última de las puertas que leí es, quizás, la única que podía cerrar un viaje que comenzó en una madrugada con muchas sensaciones en el estómago… supongo que por ser la última de un camino que desandaba después de un extraño día de cumpleaños… uno en el que había sentido la difícil situación de dejarme llevar por las tripas y mi pasado, uno en el que había tenido que lidiar en combate de boxeo mental con ese lazo increíble que es querer a alguien a pesar de no entender… destripando esa rabiosa sensación de no caber dentro de uno que sólo vi como espectadora, una sensación que abracé antes de despedirme... mientras volvía en ese último autobús que me separaba de mi casa pensando en esas ganas de atracar en puerto y bajar las velas… volvía hacia esa ciudad que ejerce de casa y de infierno a la vez pegando mis propios cromos en ese álbum que abrazo… en mitad de mi camino, una parada que ya conocía de esas otras huídas hacia delante que suponen para mí Bilbao… estación de Lerma, leí en el cartel de la entrada… estación de Lerma, sonreí para mí, quizás no podía haber mejor puerta para cerrar este camino… recordé una de esas puertas de aseo en la que yo misma escribí meses atrás en un viaje en dirección contraria, en un tiempo diferente a esa noche de domingo… no me hizo falta buscarla porque, nada más entrar en el aseo, supe qué puerta era… entré, cerré y me sorprendió la maraña de letras y frases estampadas… recordé que en aquélla puerta azul no había nada el día que yo escribí un tanto decepcionada… y de pronto, me encontré a mí misma en aquél ovillo de trazos… sonreí leyéndome esas ocho palabras con puntos suspensivos… esas que decían mucho sin necesidad de hacerlo… esas que me recordaron un trayecto en el que me corté la melena y me desaté en gran medida el alma… sonreí al volver a subirme al autobús que me acercaba cada vez más a casa… curiosa vida esta, me decía para mí, lo que escribí sigue vigente muchos meses después…

sábado, 20 de noviembre de 2010

Botones viejos, camisa nueva

Mi memoria vuelve al mismo recuerdo…
a la misma foto mental…
a una única banda sonora…
una voz en mitad de la noche…
vuelvo a ese punto en el que me dejé descoser los botones…
esos que me apretaban los ojales del pasado…
esos que me encerraban dentro de una camisa vieja…
oí caerse los cerrojos contra el suelo…
con mucho cuidado…
colocando algodones para amortiguar el ruido…
notándolos tan sólo como un silbido…
sentí cómo me temblaban las piernas…
tienes miedo, oí preguntar…
miedo, me pregunté a mí misma…
un sentimiento curioso…
uno que era, únicamente, un fantasma…
página pasada…
la que, quizás, era la última por pasar…
sentí ternura…
sobrescribiendo mi propio cuento…
una camisa apretada que se soltaba…
que se despegaba de mi piel…
para sentirla del todo…
para poder pasarme la yema de los dedos notándola…
saboreando en el paladar la confianza…
su textura única…
confiar, pensé en silencio…
sintiendo el placer de hacerlo…
besando cicatrices que no duelen…
regalándome a la tormenta de una noche de otoño…
cerrando los ojos para sentir el agua tocarme…
disfrutando cada trueno…
cada relámpago que ilumina una noche de lluvia…
abriendo los ojos para mirar de frente al viento…
para sentirlo humedeciéndome los ojos…
para esconder la mirada…
sintiendo de pronto algo parecido a la libertad…
respirando muy hondo para empaparme de ella…
para sacar la mejor de mis fotos mentales…
una con todos esos botones descosidos sobre el suelo…
estreno una camisa nueva y sólo mía…
una tejida con hilos de sonrisas…
con una aceras por las que he vuelto a caminar…
con botones de otros colores…
con volver a escuchar canciones que guardé en un cajón…


La foto de este post y el nuevo aspecto del blog se los debo a Laura, que transformó mi sopa en Sopa... cosas de la vida, ella me enseñó una manera diferente de ver este rincón del mundo...

domingo, 14 de noviembre de 2010

Mi viejo, mi sabio...

Sólo cuando colgué el teléfono me di cuenta… no había sabido qué decir… qué palabras coser para hacer sentir algo de alivio, algo de ese descanso imposible para el alma en estos momentos… supongo que simplemente no existen o yo, al menos, no sé pronunciarlas… le voy a decir al dentista que me quite la muela sin anestesia, escuché decir en mitad de la noche, no creo que duela más que esto… me habría encantado saber qué decir, qué frase… pero no pude, simplemente no fui capaz nada más que de suspirar… creo que porque no sé lo que es, no sé lo que se siente… mientras escuchaba la crónica de un día amargo, trataba de meterme en otra piel… tratando de sentir lo que debía de sentirse, tratando de hacer frente a un miedo que supongo tenemos todos… perder a nuestros padres, a esos que nos agarraban de la mano cuando éramos pequeños para enseñarnos a andar… sentí un escalofrío… creo que, solamente de imaginarlo, yo también preferiría que me arrancaran una muela… esa misma luna, escuché un recuerdo de la infancia… uno en el que una Lambretta era un lujo, uno en el que salir de un pequeño pueblo era ver mundo… imaginé esas fotos mentales que no conozco porque no las viví con una nitidez que me asombraba… armando en mi cabeza el puzzle de una historia que no es mía y que, sin embargo, escuchaba mientras la imaginaba…

Sentí de lejos esos recuerdos que yo también he vivido… respirando la impotencia de encontrarse lejos en el silencio más absoluto… rebobinando a años atrás para saber cómo fue entonces, para imaginar cómo estaría siendo ahora… sentí tristeza, muchísima… recordando esa historia propia que, todavía hoy, siento tan próxima… sabiendo como sé lo que es perder, recordando como lo hago ese extraño aroma de la muerte… uno que no se huele pero que te empapa el corazón haciéndolo no latir… recordé una mañana gélida de diciembre, una en la que crecí de golpe sin quererlo y sin pedirlo… recordé otra lluviosa de octubre, una en la que me hundí bajo un paraguas el mismo día que cumplía años… ley de vida, oí decir… ley de vida, repetí para mis adentros… esa que marca cuando llegamos y cuando nos vamos… esa que no elige en qué circunstancias, en qué momento preciso…

La gente sólo muere cuando se la olvida, me dice siempre esa escudera que vive entre ranas y orquídeas… sonrío… supongo que hay gente que se queda aunque no esté, gente que roza este mundo haciéndolo cambiar… regalándonos un pedazo de felicidad diferente, un saco de recuerdos inmenso por su valor… en otra luna distinta, escuché hablar de ese hombre al que no he conocido como tal… uno que me pidió un cigarro, uno que me miraba con curiosidad… uno al que sólo vi una vez en mi vida pero que una voz me estaba haciendo conocer… hablándome como, supongo, sólo habla alguien que ama de verdad… con ese increíble orgullo de sentirse hijo de un padre con todas las letras… de uno que era, por definición popular, buena persona… una de esas que escriben su propia historia a golpe de tesón, de fe… esos viejos sabios, esos que han malvivido para luego vivir... para hacer lo imposible por construir su propio mundo, por hacerse dueños de un pedazo de Universo sólo para ellos y los suyos… un sello que sólo tiene su nombre, un sello personal y único… el que hace que, el día que se marchan de este mundo, la gente sienta auténtica tristeza… sonrío… esbozando a ese hombre que sólo vi una vez, recordé a otro protagonista de un día lejano de diciembre… supongo que por eso, por comparar historias y frases, ese hombre al que sólo vi una vez de golpe se convirtió en mi mente en un gran hombre… en uno de esos que, aún cuando ya no están, sólo pensar en ellos hace sonreír… por esa mezcla de genio y calor que eran… por ese enorme regalo de la vida que es, simplemente, haberlos conocido… sintiendo el increíble privilegio que es saber que te quisieron, que fuiste una parte importante de sus vidas… 


La muerte es sólo la suerte, canta Sabina, con una letra cambiada… quizás la suerte es poder decir adiós, pienso para mí, con un saco de tesoros en el cajón de los recuerdos…


Lo siento, pero esta es la única canción que puede ser banda sonora de esas pérdidas que todos vivimos en esta vida… de esos adioses que siempre nos parecen demasiado pronto… del privilegio que es que esas personas hayan acariciado nuestro mundo para darle un poco más de magia… de una autenticidad que hace que, incluso muchos años después, se nos escapen todavía lágrimas pensando en ellos…

viernes, 5 de noviembre de 2010

La noche que me hicieron "testiga"





"El auténtico amigo es el que lo sabe de ti y sigue siendo tu amigo"
Kurt Cobain




De golpe, me di cuenta de que volvía a sentir esa atmósfera, esa que sólo siento aquí de determinada manera… suena Bebe desde hace dos horas… no me canso de oírla, pienso sonriendo… comparto mi humo con el silencio de esta casa, con Golfo observándome desde una silla… sé que está deseando que me tumbe en el sofá para tumbarse sobre mí  y, aún así, estoy escribiendo para mí en vez de hacerlo por trabajo…  cuando no consigo escribir para la sopa, le explicaba el otro día a un amigo, no consigo escribir para nadie… esta gimnasia de contar mi vida me resulta imprescindible para poder contar para los demás… curioso…  soy poco práctica y lo sé… pero, como todo lo que hago en esta vida, me nace o no… no sé evitarlo… tienes que aprender a manejar tu inteligencia emocional, me dijo hace tiempo esa hermana mayor a la que yo llamo como lo hacía de pequeña su sobrina…  supongo que, como buena yonkie de las sensaciones que soy, necesitaba encontrar una dosis… una que me acercara a esta receta después de sentir ese calor increíble que me emborrachó el alma y los dedos… se me ha pasado ya un poco el pedo de amor, le decía a esa amiga que me ha calentado esta noche el corazoncete… me descojono… la semana pasada estaba aterrorizada de verme decir que era toda amor, tan empachada placenteramente de Sopa… esta noche, le sorprendía mi revelación… no ha pasado nada, le he contestado riéndome, soy toda amor pero más sosegada…  seguimos cenando mientras la camarera se esforzaba por ir robándonos de la mesa todo lo que consideraba que estaba terminado… contándonos nuestras vidas mientras Mar me miraba con cara de circunstancias  cada vez que esa mujer nos quitaba algo… el boli es nuestro, le he dicho en una de esas visitas que ha hecho a la mesa mientras ella lo sujetaba de un extremo y yo de otro… ahora lo pienso y me muero de risa…

Fumo mirando esta noche de Madrid que hoy está más oscura que de costumbre mientras sonrío…  esa amiga con los ojos tan azules como su nombre sabe de sobra que a mí todo lo que huela a boda me espanta un poco, unos principios que suelo llevar a rajatabla… unos que me iba a volver a saltar porque ella ya se había encargado de enredarme previamente… tu lees en la iglesia, me dijo un día tajante… el qué, le pregunté con esta alma medio hereje que atesoro… algo que escribas tú, me contestó… sonrío… creo que tenía pánico de que me escapara al bar con ese compañero de República que es su primo… ahora el pánico es que no le voy a dejar leer lo que escriba hasta que lo escuche el día de su boda… se lo he vuelto a repetir de camino al sitio de tostas al que sólo he ido con ella mientras me contaba su agobio porque no tiene todavía vestido de novia… me voy a hacer un Interviú, me decía con mucho cachondeo… espero que tengas un carro de paradas para desfibrilar a tu padre, le he contestado descojonada… mientras me daba los datos para acompañarla la semana que viene a ver a un diseñador, me lo ha soltado de la manera más natural del mundo… quiero que seas testigo de mi boda, me ha dicho mirándome con esos ojos azules tan peculiares… testiga, le he contestado con mucho cachondeo mientras suspiraba ante el marrón que nuevamente rompía mis principios antiboda…  te hace ilusión, le he preguntado con muchísima ternura… lo que quiero es que te haga ilusión a ti, me ha contestado con esa cara que sólo Mar pone…  suspiro… creo que sólo alguien que te quiere de verdad puede contestarte de esa manera, pienso mientras recuerdo esa manera tan suya de decirlo…  sobre una servilleta me ha hecho el inventario de sus testigos y he sonreído… ese compañero de República para mí y primo para ella está en la lista… nosotros nos vamos al bar, le he dicho para provocarla, tú nos avisas vía walkie cuando tengamos que entrar… seguíamos cenando mientras la palabra "testigo" me retumbaba en las neuronas... es curioso, pienso ahora en la calma silenciosa de mi casa, me repatean las bodas pero me ha calentado el corazón pensar que quiere tenerme ahí... algo que me ha pasado más veces y que siempre siento como un increíble acto de amor, de ese que sólo te regalan los amigos... de ese que, a pesar de los principios, haces con el corazón...

Cuando nos hemos despedido, nos hemos dado un abrazo… uno que es tónica siempre que nos vemos, uno que nos damos como parte del protocolo del corazón que tenemos… volvía a casa disfrutando de una noche increíble, una en la que las terrazas vacías campaban a sus anchas por las aceras con una temperatura cálida de otoño… volvía recordando esa manera tan de ser de Mar que te permite descojonarte viva o llorar a moco tendido… esa manera de escuchar con una oreja de su padre y otra de su madre –literal y físicamente-… la misma que ejerció cuando me rescató para llevarme a Almería, para sacarme de esta casa que fue un ataúd recién estrenado en otra vida de gata… recordaba ese viaje mientras bajaba Guzmán el Bueno sonriendo… ella siempre es uno de mis refugios cuando el corazón se me rompe, uno al que acudir para sentir el roce de muchas tiritas… una de esas mujeres que te habla con la candidez que lo haría una madre cuando lloras, dándote el mismo calor solo con palabras… sonrío… suena Bebe todavía en este barco pirata mientras recuerdo otra noche en la que también lo hizo, una en la que la música me habló cuando volví a casa en mitad de la oscuridad… una noche de mujeres sin cadenas que compartimos sólo por darnos el gusto de estar juntas… de sentirnos guapas, de pasear vestido en una madrugada de junio para tratar de olvidarnos de lo que nos dolía… suspiro... si tuviera que contabilizar todos los momentos vividos con ella, supongo que no podría escoger uno sólo... 

Siento una sana melancolía en esta noche, lo reconozco…  por ese mundo tan extraño para mí -ahora y entonces- que, una vez de hace años, nos reunió y fue nuestra casa… ese "hogar" con charlas interminables de madrugada, con una mesa sujeta con latas de sardinas que siempre tenía en su habitación... esta noche he recordado las veces que he varado este barco pirata en su casa buscando respuestas, todas las que ella se ha refugiado en mí para buscar lo mismo… sonrío… somos planetas distintos, pienso reciclando esa frase que siento sólo con los míos, pero orbitamos juntos... yo la busco a ella para ponerle racionalidad a mi vida, ella me busca a mí para que le ponga víscera... Mar forma parte de mi Libro de Familia personal, ese que se elige con el paso de los años y a pesar de los años… uno que compartimos, cosemos y repegamos juntas desde hace mucho… uno que confío poder tener siempre en ese bolsillo donde me guardo las cosas que me importan... igual que ha sido en esta última década nuestra de vida, igual que espero siga siendo dentro de otra década más...


Esa foto es un préstamo de uno de esos magos de la luz que son capaces de hacer fotos que cautivan... tiene Copyright pero su dueño, Manuel Orero, no sólo me la ha prestado sino que incluso me ha pedido que le avise de la publicación de este post... os recomiendo que veáis el trabajo que hace porque es, simplemente, una manera increíble de mirar el mundo: este es su site, tiene una serie sobre embarazas que a mí -personalmente- me ha encantado por su ternura de mirar y hacerlo distinto...

miércoles, 27 de octubre de 2010

Y la Sopa se hizo libro...



Cuando empecé este post por primera vez, la luna llena estaba recién estrenada y yo ni siquiera había atravesado ese ecuador invisible que era cumplir un año más… celebrar un día más de existir, de vivir, de sentir… un día precioso, me escribió mi madre en el calendario sobre ese 25 de octubre, naciste tú… sonrío… uno que comencé recordando una noche de hacía justo un año… una extrañamente cálida, con Lagarto Amarillo sonando como lo hace ahora pero sobre un escenario… con una ración de amor inmensa servida a golpe de familia elegida, con un peculiar maullido en la madrugada… cuando empecé a escribir este post que tanto me está costando, sonreía de la misma manera que lo hago ahora… ahora que vuelvo a escribir este post, la luna ya ha menguado… ya he vivido esa noche de transición que separaba el escalón del cero del de el uno… he saboreado aceleradamente un día de cumpleaños, con todas esas palabras bonitas que he podido leer en un muro que no existe pero que es mío… con todas las voces que me sorprendieron –es lo “genial” de no tener agenda de teléfonos gracias a mi iPhone, puto iPhone-, con las líneas leídas en una pantalla… llevo escribiendo este post tres días… tres en los que he intentado ordenar la maraña de sensaciones que ahora mismo me mariposean por dentro… las que me han hecho tener la sensación de estar comiendo un enorme algodón fuxia de esos de las ferias… sintiendo ese azúcar deshaciéndose sobre la lengua, con la disfrutada sensación de notar cómo se pega en los dientes… pisando mis 31 de la manera más dulce de todas… 

He comenzado este año de mi nueva vida de gata acariciando esta Sopa que empecé a cocinar de la manera más tonta… tocando con las yemas de los dedos este espacio que no existe, sintiendo real este lugar que es mío… soy jodidamente afortunada, me digo a mí misma mirando esta noche inmensa de Madrid… una en la que no hay ventanas encendidas, una que huele a octubre… una en la que trato de escupir con palabras la enorme bola de azúcar que siento deshacérseme en el alma… una en la que sigo acariciando esta Sopa que ahora es libro, que huele a libro… sonrío… nunca pensé que hubiera escrito tanto, digo con sorpresa cuando hablo de ella… cuatrocientas páginas para ser exactos, raciones de esto que cocino con palabras… con historias que me suceden, con las extrañas tormentas que vive este barco pirata... con lo que soy, con cómo siento… con muchas lunas que van, vienen y vuelven para iluminarme el alma de gata sobre algún tejado… sonrío… esta Sopa contada en clave de Fa nunca creyó convertirse en un paquete recibido en una mañana de sábado, uno que esperaba con la misma ilusión con la que metía los dientes bajo la almohada cuando creía en el Ratoncito Pérez… un paquete que me puso sobre las palmas de las manos esta extraña aventura mía de vivir, esa que cocino para esta receta… esa que es la única manera que conozco para poder respirar hondo, para poder sentirme más libre… sonrío… a mi Sopa hecha papel la acompañaba dentro de la misma caja una avalancha de ese calor tan increíble que se siente en el alma cuando algo rezuma ilusión, cuando puedes tocar y oler el cariño con el que algo está hecho… una ilusión ajena que decidí hacer propia… la de saber que una mujer que ni siquiera me conoce se había servido tazas y tazas de esta receta mía degustando cada cucharada… tantas como para sentirse atrapada por sus ingredientes, tantas como para hacer de esta Sopa que acaricio un auténtico tesoro de mi nueva vida de gata… ella también tiene un frasco de botones, me contó por teléfono el responsable de que este extraño brebaje mío ahora sea un libro… sonrío… el cierre del paquete era un botón, uno que ilustra este libro que resume tres años de mi vida… uno que, ahora mismo, cuelga de mi cuello para recordarme esta extraña felicidad que siento como una auténtica borrachera de sentimientos… sentir, un verbo increíble... seis letras... eso que, en gran medida, he aprendido a volver a hacer con cada línea de las escritas... gracias a cada una de ellas... 


Sigo sirviéndome un plato más de esta Sopa que ha sido mi primer regalo de cumpleaños mientras me doy cuenta de que siento felicidad de la auténtica… de esa que no se puede comprar, de esa que sólo se puede sonreír… soy una puta privilegiada, pienso mientras Lagarto suena acompañándome en cada brazada de esta travesía… nunca pensé que me costaría tanto escribir un post, reconozco que en gran medida he tenido un ataque de pánico escénico… hay quien está esperando para leerte, me dijeron por teléfono en modo hoja de reclamaciones… sonrío… soy afortunada, me repito a mí misma acariciando el lomo de este libro que es sólo mío a pesar de no tener el Copyright… lo soy no sólo por tener ese increíble regalo entre mis manos, por poder contemplar todas esas historias que cuento a golpe de página… también lo soy por todos y cada uno de esos ingredientes que me han hecho cocinar esta sopa de tantas maneras… con ilusión, con tristeza… con una rabia increíble, con pasión… con eso que soy, con todo lo que no… lo soy por esas extrañas cosas que me toca vivir, esas que hacen que tenga un álbum de cromos de coleccionista en el que reina esa teoría del caos en la que vivo permanentemente… soy afortunada por todas esas personas que me permiten sentir de la manera que sea, que me hacen pensar… que me empujan a escribir… a contar... 

Sólo tengo un ingrediente secreto, el único que es capaz de darle sabor a cada palabra… esta Sopa sabe así gracias a todos los que os habéis subido a mi barco pirata… a los que me acompañáis en la travesía, a los que me leéis y os dejáis contagiar por lo que escribo… a los que compartís mis tormentas, a los que reís y os emocionáis con mis palabras… por todos los que, incluso sin conocerme, se asoman a esta ventana para ver qué cuento… para reclamarme que escriba, para animarme por cómo lo hago… sonrío… sin vosotros, conocidos o no, esta sopa no serían cuatrocientas páginas de vida… una ración de magia que me recuerda que soy, que estoy… me siento inmensamente rica, me digo mirando esta noche que está a punto de hacerse día… por todo ese cariño que siento sin necesidad de pedir, por todos esos ingredientes que me hacen cocinar con mimo esta receta… por cada una de las cosas que me pasan así no me gusten… por todo lo que recibo de la manera más invisible de todas, para bien o para mal… lo soy por ese universo que gira a mi alrededor, uno del que me siento propietaria sin necesidad de haber firmado escrituras… uno que me hace ser como soy, uno que me hace vivir como lo hago… el único fuego que permite que esta sopa tenga este sabor… 

Gracias a todos por leerme… por seguirme… por engancharos… por dejaros contagiar de mis historias... por compartir conmigo el olor de esta receta... por opinar, por callar… por suspirar y por llorar… por descubrir a mi lado, por empujarme a hacerlo… por echarme de menos, por ayudarme a sentirme la piel cuando no he sido capaz… por hacerme sentir como lo hacéis, por obligarme a sonreír… y, sobre todo, por ayudarme a darle vueltas a esta sopa que existe gracias a vosotros... 


Sé que es un poco freake, pero era tanta la expectación ante ese regalo tan esperado que decidí grabarme en el momento de descubrirlo… supongo que porque necesitaba devolver esa ilusión de la que me contagiaron sin imaginarme siquiera de qué se trataba… este es mi propio regalo para todos los que sois parte imprescindible de esta sopa… 

Quizás este no sea mi mejor post ni este mi mejor vídeo... pero, tanto el uno como el otro, los he hecho sintiendo una sobredosis de calor en el alma...



viernes, 15 de octubre de 2010

No puedo...

No puedo atrapar el otoño… aunque me mate a sacarle fotos… aunque me recorra la carretera intentando capturar lo mismo que veo con los ojos… para tener ese pequeño tesoro… para, incluso, no compartirlo con nadie…
No puedo quedarme con los colores… con esos mil tonos que se pintan en el monte… con esos que convierten cada montaña en una única… en una estampa que miro y remiro para tratar de atrapar cada pequeño detalle, cada matiz…
No puedo guardar el aire en un frasco… ni envasarlo al vacío… ni retenerlo para abrirlo cuando vuelva a la jungla de hormigón y cerrar los ojos para sentirlo invadirme los pulmones… no puedo sentir el olor de la tierra… ni el de las hojas amarillas… ni el de las vacas pastando, el de todo el ganado tendido sobre los praos…
No puedo quedarme con las nubes… con esas que parecen algodones suspendidos como por arte de magia… en mitad de un cielo azul en el que, a veces, no hay sol… en ese en el que la luna se ve como en ninguna parte a pesar de todo...
No puedo llevarme este frío húmedo… el que te provoca un escalofrío al meterte en la cama… el que sabe a pueblo, a tierra, a sitio… a raíz… a respiro… a torre, amigos y recuerdos…
No puedo congelar el rocío de las heladas… ni el olor a leña seca de la cuadra… ni el olor a leña quemándose… ni tampoco el de la calle cuando ves las chimeneas entre las nubes…
No puedo llevarme los recuerdos… los que comparto con otros… los que son sólo míos… los que se viven sin que nadie lo sepa… los que se ocultan para evitar el escándalo…
No puedo llevarme el sonido del río… ese que no se detiene a pesar de todo lo que sucede… ese que hace de este lugar uno que es reino del agua…
No puedo llevarme este silencio… el que se vive en las noches de estas calles sin apenas asfalto… el que me acompaña cuando vuelvo a casa pensando… en el que me refugio cuando el mundo me supera…
No puedo llevarme las sonrisas… ni los besos… ni las conversaciones… ni el cariño… ni las confesiones… ni las palabras ni los secretos… no puedo llevarme en papel Albal nada de lo vivido…
No puedo meter en el maletero el cielo que veo por la noche… plagado de estrellas… con una media luna imponente… con una luna que, sea como sea, siempre se ve increíble... no puedo metérmelos en un bolsillo para mirarlos y remirarlos tantas veces como quiera…

No puedo empaquetar nada de aquí… conjugando, nuevamente, un verbo en negativo… una vez más, otra vez… no puedo, me digo… no puedo, lo sé… pero puedo volver… aunque no haya árboles pintados de otoño… aunque no rescriba los mismos recuerdos… aunque las cosas cambien… aunque el río siga corriendo… aunque siga oliendo a tierra, a pesar de que huela a frío… aunque parezca que nada cambia así me vaya o vuelva... aunque no pueda llevarme el aire, ni lo que ven mis ojos… aunque ese cielo no se vea tan cerca, a pesar de que la luna cambie… aunque haya silencio… y a pesar de que no sienta la piel…

miércoles, 13 de octubre de 2010

El efecto mariposa de mis treinta años...

Efecto mariposa: en un sistema caótico, la mínima variación puede provocar que el sistema evolucione de forma inesperada: una mínima perturbación puede generar un efecto grande. Popularmente, se dice que el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo.

Me miro las alas y sonrío… respiro… miro el calendario y me doy cuenta de que esa cuenta atrás ha comenzado… difícilmente me escapo, jodidamente la sigo… oigo el tic-tac de ese reloj que llevamos todos dentro… uno que no tiene que ver ni con la maternidad ni con las cosas pendientes ni con lo que se supone que tienes que vivir… escucho cómo suma la aguja, escucho cómo resta la aguja… respiro… apuro los últimos días de estos treinta años míos que suponían un trauma y que, ahora, simplemente me parecen un paseo… como siempre por estas fechas, hago inventario de esta nueva vida de gata que parece seguir regida por la teoría matemática del caos… esa en la que el ovillo se enreda sin encontrar la punta de la lana… esa en la que tiro a pesar de los nudos, de los enredos… inspiro notando cómo se me llenan los pulmones… tres décadas, dije hace poco, esas en las que supuestamente todo está más claro… todo está colocado… esa época en la que el puzzle parece estar ubicado dentro del marco con todas las piezas colocadas… me miro las costuras pasándole revista a ese año vivido… y siento un escalofrío… el que se siente por muchas cosas… el que se siente cuando eres consciente de que sigues teniendo la mitad de las piezas guardadas en las bodegas de este barco pirata al que, a veces, se le cae el parche… ese en el que, a pesar de todo, la bandera está izada a medias…

Bato las alas para sentir los colores… para sentir ese supuesto polvo mágico y único que es el que permite que vuelen… que vayan, que vuelvan… a veces creo que lo he perdido, otras que simplemente he optado por no ver que lo tengo… las hago batir sin darme cuenta… lo hago cuando algo me dispara las alarmas de ese movimiento que, según dicen las ciencias, puede cambiar el mundo… el cero que he atesorado en este tiempo llega a su fin para cambiarse por un uno… un uno que debería marcar, como lo hizo el cero, un movimiento diferente… un cambio de ritmo, de velocidad… de destino, de ruta… miro todos los mapas trazados a lo largo de este tiempo y sonrío… no he seguido ninguno de ellos mirándolos tan sólo de reojo… mirándolos como el que no quiere hacerlo… sonrío… caos de nuevo, ese que a pesar de todo tiene un orden… una razón, una raíz… un motivo que supone un motor para tanto desorden… me busco el mío y, ahora mismo, no lo encuentro más allá del simple hecho de vivir… pasa demasiada factura, me dijo hace poco esa voz que me acompaña en esta travesía desordenada… esa voz que supone orden a pesar de todo… esa misma que escucho aún no estando y que me dice lo que ya sé solamente para que lo oiga…

Al calendario de este último año mío se le han caído las hojas… poco a poco, sin apenas darme cuenta… rebobino y me parece mentira que se me haya escurrido entre los dedos sin apenas poder retenerlo… dicen que eso es que has vivido mucho, me decía hace poco una amiga… o que no he prestado atención a lo que vivía, contesté sin apenas pensarlo… estirando esa goma imaginaria que ya se me ha roto y me ha partido la boca… sonrío dándome cuenta de que, a pesar de seguir cumpliendo años, sigo siendo valiente… sigo teniendo ese coraje absurdo que, a veces, me hace embarcarme en auténticas misiones suicidas… quizás porque me resisto a vivir sólo por hacerlo… a hacerlo de esa manera que siento vacía y que, quizás y a pesar de todo, no va conmigo… respiro hondo llenando mucho los pulmones para sentirlos dentro de mí… para saber que están a pesar de olvidarlo a veces… para recordar que, llenarlos, es precisamente sumar vida… sumar años… a pesar de no seguir la ruta trazada… a pesar de no entender el camino andado… supongo que, sin darme cuenta, cada aleteo cambia ese camino que no entiendo… que, a pesar de sentir que no muevo las alas, las muevo… y que, a pesar de todo, vuelo sin darme cuenta…

Un gallo, dos gallos, tres gallos… o cómo sobrevivir a una noche de bar

Esta vida es curiosa, pensaba mientras volvía a casa, y este micro mundo dentro del de verdad más todavía… era madrugada, hacía frío… un par de Mahous de más me estaban pasando esa factura invisible para los demás pero sentida por dentro… puff puff, me decía a mí misma mientras me bajaba del taburete a duras penas, es hora de huir… mi primera noche de bar en todo el Puente, la primera que podía salir a pesar de que la intención inicial era trabajar… trabajar, pensaba con sarcasmo entrando en casa… supongo que hay veces que los astros se conjuran para vivir expedientes de esos clasificados que, a pesar de todo, resultan difíciles de digerir… ser mujer en esta tierra prometida mía pasa por ser, en ocasiones, una auténtica lucha contra los elementos… tienes que pensar lo que piensa el sexo enemigo, me decía hace un rato ese compañero nuevo de pueblo al que le cuesta tanto como a mí volver a la civilización… sonrío… supongo que, a pesar de todo, no soy consciente del peligro que entraña por estas montañas mías ser simpática y tener conversación… deberías sentirte halagada, decía arqueando una ceja y poniendo esa sonrisilla medio paternal que utiliza conmigo… respiro hondo mientras lo pienso… supongo que ser un sex symbol por estas tierras no tiene mérito cuando soy la única fémina del bar… pero, aún así, resulta cuanto menos peculiar…

Aparecí con mi ordenador bajo el brazo y metida dentro de esa enorme chaqueta roja que es mi uniforme oficial cuando piso el pueblo… cuando puse un pie dentro de este lugar que hace las veces de bar, club social, farmacia y consultorio no me imaginaba la que se me venía encima… el primero de mis gallos me sonrió nada más entrar y una que, en ocasiones, todavía es inocente respondió a la sonrisa comenzando una conversación… una que, aparentemente, tenía pinta de ser simplemente la que pueden tener dos personas que se conocen delante de una cerveza y un extraño cubata de White Label con Biosolán… empezamos hablando de lo mucho que –según él- había adelgazado… seguimos hablando de puertas –su oficio-, de lo dura que está la crisis… de los lazos que compartimos con esa familia lejana para mí y próxima para él… con la segunda cerveza, llegó el turno de sus confesiones… esas que se hacen cuando el alcohol te suelta la lengua y te da por contar cotilleos… en dos décimas de segundo, descubrí que esta soledad mía tiene al mundo masculino de la montaña en jaque… para muchos, el no tener pareja implica que llevo colgado un cartel del cuello que dice “busco hombre”… abrí tanto los ojos cuando le oía que hasta me dolieron… un rato después, el comentario de “quieres que te encienda la calefacción” era una de sus bromas recurrentes… le escuché decirme lindezas… lindezas como que soy “exuberante” y que “es lo malo de estar tan buena” y ser como soy… tienes que valorarte, me decía… me descojoné… no tengas cuidado, le contesté, no sabes cuánto lo hago… le escuchaba ojiplática cacarearme esos piropos en lo que se ofrecía como guardaespaldas de mi soledad femenina, sólo para que nadie se metiera conmigo… todo un detalle… cuando le escuché cantarle a un sol que no estaba en mitad de tanta oscuridad, decidí que era el momento de acabar con la conversación… dame un beso, me decía mientras me ponía la mejilla… soy yo poco besucona, le contestaba mientras me levantaba… qué raras son las estrategias que una tiene que desarrollar en apenas décimas de segundo…

Mientras, desde la barra, otro gallo me observaba… otro con el que compartí una extraña noche de La Vega en la que descubrí que tengo las alas más cosidas de la cuenta y sin motivo para tenerlas… sonreía cuando me acercaba a pedir, me hacía un hueco desafiante para poder apoyarme en la barra… veía el fútbol sin quitar un ojo de mi conversación con ese primo lejano que, de pronto, quería convertirse en escudero… mi conversación continuaba mientras él cacareaba con los brazos cruzados desde la barra… mirándome de reojo o fijamente en lo que yo sólo pensaba en esa frase que pronunció en una noche de frío de ese verano que ya no existe… engañar fue parte de su frase, todos los días fue el resto de la interrogación que pronunció entre copas en una fiesta de prao… respiré pensándolo… siendo consciente de que, en cierta manera, no le faltaba razón así me pareciera un argumento recurrido y poco convincente cuando una es como lo son los perros… la incomodidad de su observación fue en aumento… tanto que, para cuando di por terminado el cacareo de mesa, ya se había marchado… su cacareo fue mudo, silente… discreto… supongo que no mostró las plumas porque ya lo hizo sin obtener respuesta…

Sentada con la barra vacía, apareció el tercer gallo de la noche… uno que ya me había intentado enseñar mis plumas, uno que me había retirado su cacareo hace mucho tiempo… entre Mahous, me contó la historia de su herida… de esa que le había empujado a beberse el bar, a paliar ese miedo a romper las realidades que tantos tienen… sonreía escuchando su historia, recordando otra que vivo como daño colateral y que –a veces- me despierta los resortes más oscuros de lo que soy… hablaba de lo que soy en lo que yo le contestaba que no tenía mérito, que era cuestión de genética… hablaba de imposibles, de sueños… de frustraciones… cacareaba suave contándome un cambio de vida que imaginó sin contar con respuesta… sonreía pensando en que, a pesar de todo, no es el único que sueña para despertarse con la realidad… todo se acaba, me decía él mirando fijamente el botellín… lo sé, le contestaba sabiendo que antes creía que había cosas que no terminaban, precisamente por eso cuando algo se termina hay que seguir… me miraba fijamente colocándome el flequillo como un acto de cortejo que no encontró respuesta… me interrogó sobre un supuesto amigo con el que me había visto de la mano… aluciné ante la pregunta, básicamente, porque no recuerdo haber paseado por Acevedo de la mano de nadie… no tienes miedo de estar sola, me preguntó… lo que tengo miedo es de estar acompañada por estar, le contesté… a mí me da miedo la soledad, me contestó mirando fijamente el botellín… y no tienes miedo a la inercia y al vacío, le pregunté ejerciendo de eso que se me da tan bien a pesar de no tener diván profesional… respiró hondo… lo que hagas, le decía, lo tienes que hacer por ti y no porque haya un motivo para cambiar… para cuando el cacareo era más fuerte e incluía un paseo hasta el puente, decidí retirarme a esa casa nido en la que estoy a salvo… me das un beso, me dijo al despedirse de mí… un sonoro “no” me salió del alma en lo que comenzaba a caminar sin mirar hacia atrás… oyendo un rumor de plumas alborotadas, de cacareos no correspondidos… pensando en lo curioso que es esta vida en la que, a veces, te conviertes de la manera más ridícula en objeto de deseo… uno que no correspondes, para el que no te nace una respuesta… uno que sólo te hace pensar en que, a pesar de que otros quieren, no suceden… o que, pudiendo suceder, te niegas a que lo hagan…

miércoles, 6 de octubre de 2010

Las mujeres de Lola...


Lo mejor de todo esto es que pasará, nos dijimos mutuamente mientras Pablo Moro cantaba bajo la lluvia, pero tú y yo nos quedaremos… sonrío al pensarlo… es singular encontrar gente con la que te sientas tan identificada en tantos aspectos de la manera más fortuita… "replicante" nos llamamos mutuamente muertas de risa… nada más lejos de ese ser artificial del que hablaba Blade Runner, pienso… nos conocimos en una noche cálida a pesar del frío de noviembre, en una ciudad que me encanta a pesar de que esa noche me ponía terriblemente nerviosa… había pasado casi un año de aquello... nos abrazamos en esa villa de Ribadesella que tanto me gusta y a la que fui para estar con ella, para sentir ese abrazo... para dejarme invadir por un mundo de seres y trazos… para compartir un rato de cronopios, de humo a medias… de un Madrid que es cuna de ambas, de una Mahou en la mano que no sostenía ese paraguas que perdimos sólo un rato después… tú y yo deberíamos vivir juntas, me dijo... qué locura, le contesté mientras nos descojonábamos... creo que, de alguna manera, los encantadores astros convergieron para que nos conociéramos… para que ella entrara en mi universo de la misma manera que yo entré en el suyo… colándonos, mutuamente, entre carcajadas y confesiones… con muchas palabras… sonrío… te has dado cuenta de que a veces parece su propio dibujo, me dijo ese amigo que me ha adoptado mirándola mientras jugaba al billar y ella trataba de encaramarse a la mesa… ella es Lola, le contesté en ese París que nada tiene que ver con la ciudad de la luz y que es visita obligada por las circunstancias cada vez que voy a Ribadesella…

Entrar en el mundo de Bea supone asumir que la mitad de ella es ese personaje que ilustra de manera incansable y que es su voz para lo que ella no dice… para todo lo que ella piensa, para todo lo que se le ocurre a esa cabeza bajo unos rizos rubios que la convierten en un personaje muy singular… entrar en el mundo de Lola supone dejarte llevar por un universo puramente femenino, lleno de mujeres que empiezan con un dibujo… un personaje, Lola… una mujer a la que le siguen otras singulares, diferentes… sin miedos a muchas cosas, con miedo a muchas otras… pero valientes… algo que sentí cuando amanecí en su casa, en esa que fue su refugio cuando decidió aparcar Madrid para encontrar y para encontrarse…  para buscar respuestas sin hacerlo rodeada de campo… rodeada de esa naturaleza que todo lo invade y que, por algún remoto motivo, hace sentir en paz… despertar en su casa fue hacerlo después de una noche compartida de la manera más improvisada y con música… una que acabó con una larga charla en la cocina entre rosquillas y humo… el universo de Lola es ese en el que la nevera tiene mermelada de zanahoria y limón… un espacio donde alguien tiene el nombre de Amor y se tapa la cabeza con una bolsa de papel para no mojarse el moño… en su universo, las mujeres son rubias y sonríen… como lo hace su madre con una ternura absoluta a pesar de que soy una tremenda desconocida para ella… estar en casa de Bea es sentirte lo más cerca de estar en casa… con la sensación de que sólo con pequeños gestos o sonrisas es posible ponerle un montón de algodoncitos a las esquinitas del corazón… una tirita que da calor...

Delante de dos tazas de té, nosotras soñábamos galletas y esperanzas... su madre cocinaba albóndigas, tenía peluquería por la tarde… y, sentada en aquélla cocina, sólo podía mirarla… pensando en una historia, en su placidez mirando por el ventanuco la lluvia mientras revolvía una salsa… respiré su calma en una foto que tengo entre las últimas bonitas de mi álbum… en esa casa, las cosas desaparecen de la manera más misteriosa y unas hermanas juegan a darse sustos a pesar de peinas canas… en mitad de un pasillo, puede aparecer una delgadísima mujer con la que, sin conocer casi de nada, sientes cariño… quizás por lo que sabes de ella, quizás porque también orbita como tú en ese universo de Lola que a veces sólo Lola comprende… cuando me conoció, me abrazó como el que reencuentra a un amigo… con ese buen rollo como artículo de serie que se siente sin poder explicar… Pablo Moro seguía en mi cabeza a pesar de que ya era otro día…  mientras, me daba cuenta de la paz que respira esa casa sólo de mujeres en la que no hay hombre que valga… una en la que sólo la oca es Paco, un espacio en el que nació esa Lola que ahora es parte de mi amiga… a lo mejor, el único lugar del planeta en el que podía parirla como un nuevo principio… mientras me iba, sonreía a pesar del día de perros que se había armado en un momento…  disfrutando ver llover… oliendo  la tierra mojada… sabiendo que ese era el aroma de ese mundo… el que forman un pedacito de almas en un sitio que sabe a agua…

Esto fue lo primero que escuché al bajarme del coche en Ribadesella y oler a mar… una canción que me fascina desde la primera vez que la escuché… una que me persiguió mentalmente el día que descubrí a las mujeres de Lola…

martes, 5 de octubre de 2010

Y si te digo...


Y si te digo que no, pensé, qué pasa…
y si decido rebelarme con uñas y dientes… desempolvando esa rabia que siento tan pocas veces… sacándome las tripas sobre la mesa para ensangrentarlo todo… necesitas que sea así, le pregunto a la nada… vuelvo a guardármelas todas dentro para sentirlas… y si te digo que no, pregunté sonando a no… con esa rotundidad que se siente sobre la piel aunque se quede atrapada en un paladar… sabiendo el peso de dos letras que suenan a un mundo… dos difíciles de pronunciar que, a veces, son impronunciables…

Y si te digo que sí, me dije para mí…
y si decido abandonarme sin necesidad de pelear… sin ponerle puertas a un campo donde, desde hace algún tiempo, no crecen margaritas… donde solamente se arrastra el resto del incendio… la tierra quemada… el olor a chamusquina y ese humo blanquecino que demuestra que no queda nada debajo… lo respiro para saber qué no quiero… para saber que, a pesar de todo, me seguiré negando a esa inercia que muchas veces escupe la vida y la atrapa en una masa viscosa… una que no permite salir, una que sólo permite resbalar…

Y si te digo quizás, dudé…
dándome cuenta de que, a pesar de todo, la vida no es blanca o negra… no es sí o no… no es pese a ser… preguntándome la diferencia entre pronunciar y callar algo ya sabido… algo que se respira aunque intente cerrar la nariz… impregnándolo todo de un perfume que huele a miedo… a una contra la que me levanto en armas porque es la única manera que conozco de ser… abandonando como victoria… buscando el camino de regreso a pesar de saber cuáles son los pasos que debo seguir…

Y si te digo puede, susurré…
comprándome un abono de libertad con muchos viajes… uno que me recuerde lo caro que fue pagar el peaje… lo mucho que tuve que dejar por el sendero… la cantidad de pedazos de mí misma que recogí para volver a pegar con una calma que me parecía maldita… con una que, muchas veces, perdí sin ningún indicio de volver a encontrarla… siento el roce de eso que llaman paz a pesar de la tormenta… de una que, a pesar de manchar el cielo de oscuridad, parece haber dejado claros… los suficientes para recordar que, a pesar de todo, el cielo es azul…

Y si te digo mañana, dije sin decir…
sin dejar de caminar… sin dejar de andar… sin dejar de respirar… sin permitir que el tiempo se congele, que el bucle continúe… que el círculo se haga cada vez más grande hasta que me aplaste… hasta que me sepulte debajo de una montaña de sueños despertados… de páginas de calendario que parecen siempre la misma… de segundos coleccionados como tesoros que son sólo migajas de una cueva de Alí Babá… de cambios de velocidad tan bruscos que me destrozan el cerebro…

Y si te digo hasta pronto, pensé…
despidiéndome de las treguas cuando la batalla ya ha terminado… de demasiados sentimientos muertos y guardados en cajones… despidiéndome de pasados sin presente ni futuro… quizás para despejar incógnitas deshechas, propias y ajenas… sacándome de dentro lo que ocupa demasiado espacio para hacer el viaje más liviano… borrando palabras que pesan demasiado… vaciando una maleta para volver a llenarla, para empezar un viaje diferente… silbando la única melodía que sé entonar… la de respirar con la brújula apuntando destino…

lunes, 4 de octubre de 2010

Duermo...


"La felicidad para mí consiste en gozar de buena salud, en dormir sin miedo y despertarme sin angustia"
Françoise Sagan




Duermo…
mientras, en alguna barra de bar, alguien sonríe…
a una conquista…
a ese extraño sentirse vivo que es el flirteo…
a ese que, a veces, sucede por deporte…
por no sentir que la vida pasa…
que nos morimos un poco cada día…
duermo mientras algún hombre decide si dar un paso más…
mientras alguna mujer pestañea a la duda del qué pasará…
olvidando, a veces, el pasado…
olvidando, otras, sus vidas…

Duermo…
mientras, en alguna parte de esta ciudad, alguien llora…
extrañando páginas escritas…
palabras dichas…
besos desbesados que, quizás, no se repitan…
pasado…
eso que el ser humano atesora…
ese que marca lo que somos, lo que vivimos…
duermo mientras alguien se promete que no volverá a llorar…
que no habrá más lágrimas…
ni más recuerdos…
sin preguntas…

Duermo…
mientras, en algún sitio, una mujer espera…
al próximo…
a ese al que le venderá su alma…
al que quizás la llame princesa…
al que quizás sólo vea una vez…
el rato suficiente para no sentirse sola…
duermo mientras esa mujer busca amor…
uno que no se marche…
uno que, simplemente, la acompañe…
el que quiera quedarse hasta que dure el siempre…

Duermo…
mientras, en alguna cama, alguien siento miedo…
al futuro…
a los caminos…
al irremediable cambio que es vivir…
sintiendo la vida como es… viva…
una historia para escribir…
para reescribir…
para leerle a alguien y para escuchar leer…
duermo mientras alguien se decide…
a tomar una decisión que sea un golpe de timón…
una nueva ruta…
una nueva aventura, quizás…

Duermo…
mientras, en alguna ventana, alguien fuma un cigarro…
buscando un cielo entre edificios…
mirando las pocas estrellas que puede ver…
los pedacitos de luna…
soñando con viajes imposibles…
con otras noches…
algunas vividas…
otras sólo soñadas…
duermo mientras el humo le recuerda que tiene que dejar de fumar…
respirando por encima de una ciudad que le atrapa como el tabaco…
mirando ese botón de fuego consumirse…
prometiéndose que no hará lo mismo con su vida…

Duermo…
mientras, dentro de algún coche, alguien quiere llegar a casa…
ansiando soltar las llaves al entrar sobre la mesa…
para descalzarse y tocar el suelo…
quizás para encontrar a alguien que espera…
alguien que también desea que llegue alguien a su casa…
soltando las llaves al entrar sobre la mesa…
duermo mientras dos personas se echan de menos…
mientras esperan un reencuentro…
un volverse a ver a pesar de tenerse vistos…
un abrazo o un beso besado…
la calma…

Duermo…