sábado, 24 de septiembre de 2011

Mi propia 13 Rúe del Percebe


A veces me pregunto cómo es posible que apenas 70 metros útiles puedan convertirse en un auténtico universo en el que todo es posible… me río… celosa de mi intimidad y de mi espacio, me burlo para mí, pues menos mal… sí, eso que llamo “mi casa” se ha convertido ya con pruebas más que circunstanciales en esa casa del cómic que tanto leía de pequeña… recuerdo que, cuando en mi casa se compraba el periódico los fines de semana, siempre buscaba la viñeta de ese peculiar edificio en el que cada ventana era un mundo y una situación… sí… no existe mejor similitud… mis cuatro paredes se han convertido precisamente en eso, en un mundo lleno de situaciones cada vez más variopintas… uno lleno de personajes variados que, por algún extraño motivo, siempre convergen en ese espacio cada día menos mío y más de todos… me río… para ellos es un nido alternativo sobre el que poder aterrizar… para mí, únicamente, un extraño circo con muchas pistas del que soy domadora sin látigo…

Si tuviera que inventariar todo ese espectro sociológico que recala en mi casa, no sé por dónde comenzaría… me río… creo que el punto de partida de absorber en mi propio agujero negro vital todo lo que me rodea me sitúa en el peor de los lugares… en uno que supone un auténtico crisol de culturas, de personas… de maneras de vivir tan dispares que, lo curioso, es que podamos convivir tan sólo el rato que compartimos el ascensor… esa caja mágicamente pequeña que puede convertirse en enorme y en la que es sencillo descubrir parte de ese hormiguero que es este edificio… pasar un rato en conserjería es sinónimo de hacerse una idea… desde la más fiel votante del PP hasta un travesti que todavía se debate por dejar de ser un hombre… desde una china que se desliza suavemente haciendo el menor ruido posible a una cubana que menea las caderas al mismo ritmo –y tono- en el que habla…

En un mismo ascensor, cabe una manifestante anti-abortista y una prostituta acompañada de su cliente… un rumano con dudoso oficio y una seria abogada, un cerdo vietnamita o un mini-perro de dos kilos con complejo de macho alfa que le ladra a todo individuo masculino a pesar de que su dueña todavía se hormona para ser por completo una mujer… es el edificio de los contrastes, ese en el que un domingo por la mañana unos salen a misa y otros entran con el hombre que han encontrado en algún after de esta ciudad… ese en el que algunos viven el Ramadán mientras otros bailan ese reggeaton del que ya sé reconocer sus greatest hits… ese edificio en el que sales una mañana a hacer la compra y, a la vuelta, te encuentras montado un episodio de Miami Vice con tío a punta de pistola y todo en la entrada del edificio… vivo en el sitio más seguro de Madrid, le digo a veces a mi padre, si la policía está siempre aquí… este es el lugar de los vecinos desconocidos, de esos que no ves nunca y que si vas a pedir sal no te abren la puerta pero te observan por la mirilla…  uno en el que te encuentras a una vecina tan pronto en la cola de la secadora como en pelotas en Canal 7 en los anuncios eróticos de la noche mientras haces zapping…

Que vives en los apartamentos, me preguntan a veces en el barrio con cara de pánico… sí, esta singular comuna sería el terror de cualquiera y no le falta razón… pero supongo que, sin ella, no desafiaría esa extraña sensación de haber visto casi de todo… y, lo que es mejor, no escandalizarme por ello… 

viernes, 2 de septiembre de 2011

Un viaje al infierno

Bajé al infierno una tarde de sol para sentirme pequeña… para leer cómo algo grande se convertía en frívolo, cómo se hacía minúsculo a pesar de no serlo… inspiro, expiro… quizás mis propios demonios fueron esa mala compañía que me vino a llevar arrastrada de los pelos hasta ese submundo en el que resiste un calor frío que no identifico con fuego sino más bien con hielo… me sumergí en esas brasas desconocidas para no entender, para preguntarme por el valor de un libro de historia que escribo y que de golpe no supe interpretar… releyendo un sueño que me sacó de la noche sudando y recordándome que, a pesar de todo, esta vida consiste en elegir un camino… uno en el que ahora me veo quemando páginas sin entender de pronto su significado… sin saber bien si entiendo cada línea como los demás, si el significado de la suma de palabras resuena en mi cabeza como lo hace en las pupilas de los otros… la noche debilita los corazones, chilla esa canción a la que le cambiaría la letra por estos días extraños en los que el mundo parece devorarme de pronto…

Me sometí a ese juicio conmigo misma y con mis demonios para tratar de buscarle un sentido a cada quemadura… para pensar en esas sonrisas regaladas que quizás entendí mal, para pensar en esos silencios programados que no sé romper más que con ruido… me enjuicié y declaré culpable de sentir, de hacerlo con esa intensidad que en mi mundo necesita definiciones y nombres a pesar de que se encasquille cada letra en la punta de la lengua antes de pronunciarlas… convirtiendo en palabras eso que se siente como si hacerlo supusiera reconocerlo… me declaré culpable de mi propio pasado, de otros ajenos que aún así sufro como parte de mi presente… del hecho de pagar una factura que no me corresponde o que, quizás, no llega al importe que supongo en la suma de una vida… se me culpó de ser y de no serlo, de dar pasos sobre un terreno minado en el que no sé reconocer dónde estoy a salvo…

Se me condenó a coleccionar miradas mudas y días de nubes… a formar parte de esa extraña normalidad que incluso yo sentía distinta… a suponer en lugar de saber, a interpretar en lugar de escuchar... a tenerle miedo a las sombras y a las palabras… a salir de ese infierno al que decidí bajar sin oponer resistencia con los pies plagados de ampollas de cada paso del camino… sintiendo cómo arde la piel cuando el sol no calienta como debiera…

Foto | Pedro J. Pacheco