A
veces me pregunto cómo es posible que apenas 70 metros útiles puedan
convertirse en un auténtico universo en el que todo es posible… me río… celosa
de mi intimidad y de mi espacio, me burlo para mí, pues menos mal… sí, eso que
llamo “mi casa” se ha convertido ya con pruebas más que circunstanciales en esa
casa del cómic que tanto leía de pequeña… recuerdo que, cuando en mi casa se
compraba el periódico los fines de semana, siempre buscaba la viñeta de ese
peculiar edificio en el que cada ventana era un mundo y una situación… sí… no
existe mejor similitud… mis cuatro paredes se han convertido precisamente en
eso, en un mundo lleno de situaciones cada vez más variopintas… uno lleno de
personajes variados que, por algún extraño motivo, siempre convergen en ese
espacio cada día menos mío y más de todos… me río… para ellos es un nido
alternativo sobre el que poder aterrizar… para mí, únicamente, un extraño circo
con muchas pistas del que soy domadora sin látigo…
Si
tuviera que inventariar todo ese espectro sociológico que recala en mi casa, no
sé por dónde comenzaría… me río… creo que el punto de partida de absorber en mi
propio agujero negro vital todo lo que me rodea me sitúa en el peor de los
lugares… en uno que supone un auténtico crisol de culturas, de personas… de
maneras de vivir tan dispares que, lo curioso, es que podamos convivir tan sólo
el rato que compartimos el ascensor… esa caja mágicamente pequeña que puede
convertirse en enorme y en la que es sencillo descubrir parte de ese hormiguero
que es este edificio… pasar un rato en conserjería es sinónimo de hacerse una
idea… desde la más fiel votante del PP hasta un travesti que todavía se debate
por dejar de ser un hombre… desde una china que se desliza suavemente haciendo
el menor ruido posible a una cubana que menea las caderas al mismo ritmo –y tono-
en el que habla…
En
un mismo ascensor, cabe una manifestante anti-abortista y una prostituta
acompañada de su cliente… un rumano con dudoso oficio y una seria abogada, un
cerdo vietnamita o un mini-perro de dos kilos con complejo de macho alfa que le
ladra a todo individuo masculino a pesar de que su dueña todavía se hormona
para ser por completo una mujer… es el edificio de los contrastes, ese en el
que un domingo por la mañana unos salen a misa y otros entran con el hombre que
han encontrado en algún after de esta ciudad… ese en el que algunos viven el
Ramadán mientras otros bailan ese reggeaton del que ya sé reconocer sus
greatest hits… ese edificio en el que sales una mañana a hacer la compra y, a
la vuelta, te encuentras montado un episodio de Miami Vice con tío a punta de
pistola y todo en la entrada del edificio… vivo en el sitio más seguro de
Madrid, le digo a veces a mi padre, si la policía está siempre aquí… este es el
lugar de los vecinos desconocidos, de esos que no ves nunca y que si vas a
pedir sal no te abren la puerta pero te observan por la mirilla… uno en el que te encuentras a una vecina tan
pronto en la cola de la secadora como en pelotas en Canal 7 en los anuncios
eróticos de la noche mientras haces zapping…
Que
vives en los apartamentos, me preguntan a veces en el barrio con cara de pánico…
sí, esta singular comuna sería el terror de cualquiera y no le falta razón…
pero supongo que, sin ella, no desafiaría esa extraña sensación de haber visto
casi de todo… y, lo que es mejor, no escandalizarme por ello…