martes, 14 de septiembre de 2010

Diciendo adiós...

Me senté en una orilla… dejando que el agua me acariciara los pies… calmándome con esa misma ternura con la que una madre acaricia la cabeza de un bebé que no para de llorar… cuando se juntan dos ríos, recordé mentalmente, se hace fuerte la corriente… sonreí… miraba correr el agua rebobinando mi propia nueva vida de gata… recordando tantas cosas que, de pronto, sentí vértigo… cuando te quieras dar cuenta, recordé mentalmente esa frase de esa rubia que me acompaña en esta vida, habrá pasado un año… miré el agua correr sin detenerse… pasaron dos libélulas… hace años que no veía una, dije pensando en alto… miré a ese interlocutor mudo que tenía frente a mí… a ese que me había traído a ese lugar sólo para observarme… a ese sitio que yo no conocía, ese que estaba conociendo en circunstancias muy distintas a las que había imaginado… sonreí… la vida a veces tiene estos guiños, me dije a mí misma mirándome las uñas rojas bajo el agua… pensando en esos pies que fueron una primera foto… una enviada con vergüenza, una que abrió las puertas de lo que me había llevado a la orilla de ese río… en una tarde de septiembre bañada de sol… en esa última que te obliga a empezar un capítulo distinto del cuaderno cogiendo en una mano un lápiz y en la otra una goma de Milán…

Sentada viendo correr el agua, era incapaz de decir nada… nada que rompiera ese silencio tenso e increíblemente extraño que no sabía si era un bálsamo o una quemadura… apuntalando mentalmente todas esas palabras, todas esas frases que se me acumulaban en la cabeza pero que era incapaz de pronunciar… para qué, me pregunté, no van a cambiar nada ni probablemente servirían para nada… repasé mentalmente muchas cosas de otra época, de otros meses… de unos en los que, quizás, no existía la palabra tregua grabada a fuego en mi memoria… unos en los que conté lunas, oí lobos aullar… unos en los que bailaba entre azúcar, en los que sentía un calor distinto… unos en los que vi el cielo de estrellas más increíble que he visto jamás sabiendo que, probablemente, no volvería a verlo nunca así… meses de secretos, de palabras… de sentir mucho después de mucho tiempo sin hacerlo… de muchas cosas que, durante un rato en esa orilla, se me acumularon en esta cabeza mía que es como una olla express… acabando de escribir una historia para la que, quizás, no hay más páginas… páginas, pensé cerrando los ojos para mirar al sol… para dejar de sentir ese frío que siento cuando me asusto, cuando las cosas me duelen… deshice en ese momento hasta el último de los sueños, de esos futuribles que construí a medias y que no viviré… lo hice para sentir la realidad en esa orilla que, a pesar de todo, no era más que el escenario de una despedida… despedirse, pensé… eso que nunca hago, eso de lo que siempre huyo… eso que, en esa tarde de río, se me antojaba insoportable…

Anduve hacia atrás el camino que ya había recorrido… pensando en ese otro trazado de manera clandestina… descubriendo la capacidad de querer y poder… sorprendiéndome a mí misma de muchas cosas vividas, de muchas compartidas con derecho o sin él… pensé en la derrota, en lo poderoso que es el miedo… en ese miedo del principio, en este miedo del final… en ese otro miedo a cambiar, a romper, a empezar… caminaba mirando las piedras del suelo sin romper ese silencio… sintiendo esa rabia que se te abrocha en la garganta y que te aprieta para no dejarte respirar… la rabia de pensar que, a veces, esta vida es un extraño lugar para vivir… echándome a mí misma un órdago para no pasar por el aro del inmovilismo… para vivir, quizás, a la luz del día y de manera auténtica… para no ser una mentira aún siendo más sincera que la propia realidad… para poder soñar sin temer… para poder vivir sin tener que mirar hacia atrás… sin tener, quizás, que domarme por dentro para no desbocarme… seguí andando pensando en ese silencio tan terrible que me envolvía para regalo lo que era un adiós… un hasta luego que, probablemente, sea un hasta nunca… la vida consiste en cerrar capítulos, recordé… sentí calor en un hombro y cerré los ojos para disfrutarlo más todavía… para recordarlo como lo que era… para saber que existió, que estuvo, que fue… que lo viví…

Dije adiós sin decirlo… desandando un camino que he recorrido muchas veces a lo largo de este tiempo… recordando muchas cosas de muchas curvas que lo trazan… viendo una puesta de sol entre esas montañas que eran cómplices de algo que, como todo en esta vida, tuvo un principio y escribía un final… entre preguntas que no tenían respuesta… entre deseos que se fueron con el agua… entre maneras de vivir diferentes… entre silencios para no decir, para no sentir… para no buscarle más patas a ese verbo que es entender… volví dibujando curvas con recuerdos… con pasado, con ese ayer que de golpe sabía de una manera distinta… volví para sentarme rodeada de silencio a medir con escuadra y cartabón mi propia historia… para medir las palabras, los momentos… las sonrisas… para descoserme las tristezas de sentir que la vida, más que nunca, es como uno quiera que sea… sin sentirla un cementerio en el que vaguen fantasmas y cadáveres de un pasado que ya no es presente… sintiéndola como un regalo nuevo a estrenar arrancándole la etiqueta… para volver a empezar sin miedos ni lastres… para vivirlo del todo sin medias tintas… para tratar, simplemente, de sentir paz en un singular que nunca he dejado de conjugar porque no he podido… poder, pensé… gran verbo que he dicho demasiadas veces en negativo… sonreí mientras abría el coche para volver a ese refugio que vi en una pantalla desde Caracas hace un tiempo precioso que ha pasado muy rápido… a ese lugar en el que las tiritas tapan las heridas… a ese en el que puedo volver a nacer aún no haciéndolo… una Mahou, le dije a Alvaro… todo bien Fa, me preguntó con ese tono que usa él mientras te mira fijamente… todo como supongo que tiene que ser, le contesté sonriendo…

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