Van y vienen… están alrededor… a veces, simplemente nos
acompañan en la más silenciosa de las presencias… otras, vienen a tirarnos de
los pelos… para recordarnos heridas que creíamos cerradas, para hacernos sentir
ese insoportable sentimiento que es la tristeza… los fantasmas nos acompañan en
cada paso de la vida… tememos caer porque recordamos una caída que nos causó
dolor de verdad, tememos comer algo porque recordamos que en una ocasión nos
hizo daño… los fantasmas nos hacen temer, nos hacen recordar lo inestable que
es esa increíble sensación que es sentirse seguro… nos encienden la luz de lo que fue aunque no tenga que volver a ser... nos la apagan para sumirnos en la tinieblas que genera desconfiar y temer...
Todos tenemos los nuestros por el simple hecho de vivir… por
el simple hecho de acumular cosas que nos duelen, cosas que otras veces nos
desgarran por dentro… luchamos contra ellos muchas veces, poniéndolos en su
lugar sintiendo solo un leve temblor bajo los pies… a veces, logramos
arrinconarlos y ganarles la partida… nos damos la oportunidad de demostrarnos a
nosotros mismos que es posible vencer la maldición, que porque haya sucedido no
tiene por qué repetirse… otras veces, ganan ellos… logran imponerse creando un
cerco tan estrecho que supone difícil respirar… te aprietan las entrañas, te
hacen sentir inmensamente pequeño…
Fantasmas… unos personajes peculiares que alimentamos muchas
veces, unos de los que preferimos en ocasiones no despegarnos por miedo a
vivir… les abrimos las puertas, nos cierran las ventanas... compartimos con ellos y la más absoluta de las soledades que generan noches de angustia, momentos de pánico... nos hacen vivir pensando en ayeres en lugar de en mañanas... nos quitan mucha vida, no hay duda… y, aún así, siguen a nuestro lado…
Foto | facimadevilla
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