domingo, 7 de junio de 2009

Una girada de vuelta en Madrid

Vuelvo a estar sentada en el salón de mi casa… en esta silla con ruedas que me permite girar sobre el eje de mi propio barco pirata… ha dado un giro considerable, lo analizo con calma y sé que es así… se ve la luna llena por la ventana… en breve comenzará a menguar… nada permanece, todo cambia… me lo digo a mí misma mientras la miro medio gilipollas… esta madrugada me hace sentir extrañamente rara… vuelvo a estar en casa… vuelvo a estar en Madrid… y tanto silencio entre estas cuatro paredes se me hace aterrador… demasiado de golpe después de unos días de tanto ruido… es madrugada y echo de menos tener a Kike compartiendo conmigo esta noche... a lo bueno se acostumbra una demasiado rápido, me río sóla pensándolo... me noto las piernas pesadas… estoy realmente cansada… he adelgazado un par de kilos en estos días… apenas he dormido… sonrío mientras fumo… firmaría porque la aventura hubiera durado más tiempo… quizás me habrían recogido dentro de un tupper, sí… pero simplemente habría valido la pena…

El día empezó en un hotel… es curioso… nunca antes había dormido en mi ciudad en uno de ellos… pero este peculiar “Gran Hermano” a lo venezolano pasaba por ello… desperté con el susto de Nagasaki porque la reportera de TVE ya había llegado… coño, pensé, la única periodista del planeta tierra que no sólo es más que puntual sino que llega casi 45 minutos antes… cuando procesé que no estaba bromeando por todo lo que caminaba dando vueltas por la habitación, salté de la cama… entonces me di cuenta de que apenas estaba deshecha… la noche se había alargado más de la cuenta… sonreí… había sido curiosa… extrañamente gatuna… mientras me vestía para bajar a solventar el marrón que tenía en ciernes, no sabía si maullar o descojonarme… podía hacer ambas cosas, me dije a mí misma… cuando llegué abajo, ante la puerta del ascensor mi compañero de nocturnidad… sonreí, sonrió… yo llevaba todavía la marca de la almohada en la cara… has dormido bien, me preguntó mientras me daba un beso en la mejilla, desayunas conmigo… salí corriendo para perseguir al cámara sin siquiera tiempo de contestarle… se me iban cayendo los pantalones, algo que le sumaba todavía más gracia a la situación y a su cara de sorpresa… diez minutos después, el tema entrevista estaba arreglado no sin antes confirmar que la llave de mi habitación no funcionaba… sí… dejé a la periodista y al cámara en la puerta de mi habitación mientras corría ascensor abajo a solventarlo… con Dani como estrella invitada, llegó la reclamación… me debes un beso por cada día Fátima, me dijo al enterarse de que en España se dan dos… cuánta ternura, pensé…

Al subirnos al autobús, comenzaba la primera parte de la despedida… meter semejante cantidad de maletas dentro y todos los instrumentos casi se convierte en la “operación vaselina”… el conductor, muy apuesto él vestido de negro y con corbata roja, lo logró… tú has hecho muchos tentes, pensé riéndome para mí… le reclamé a Alfredo, el jefe de toda mi peculiar tribu, mi silbato made in Juvenalia… lo había guardado en su maleta… puse cara de circunstancias mientras miraba casi por última vez a todos los chicos… me reí… podía ubicar quién se sentaba dónde cerrando los ojos… mucha carretera, apenas dos semanas… muchas experiencias… muchas historias ajenas… formas de vivir, de sentir… muchos recuerdos que ya lo eran… sonaba catastrófico, pero era nuestro último viaje…

Al llegar a Barajas, comenzó la vorágine… primero acompañar a uno de ellos al mostrador de Easy Jet, su viaje acababa de comenzar hacia Lyon… cuando se enteró de lo que costaba el kilo de sobrepeso, soltó un “Qué?” tan sonoro que se le saltaron hasta las gafas… a él y al tipo del mostrador de Easy Jet, que por poco se infarta… después de sacar toda la comida venezolana que llevaba al compatriota al que iba a visitar –y que está, ahora mismo, en mi casa-, sonreímos y pestañeamos para conseguir que no nos cobrara nada… eres lo máximo Fátima y además estás loca, me dijo con ese acento tan peculiar suyo, creo que vas a tener que venir a verle a menudo… me reí… la vida es curiosa a veces con tan sólo una sonrisa… volvimos con el grupo sólo para que se despidiera… mientras lo hacía recordé que no había recortado las fotos de fotomatón que nos habíamos hecho la tarde anterior… ponme algo detrás, me dijo Kike, mientras yo les doy la foto a los chicos… me reí para mí… lo que él no sabía es que el pedacito de papel que escondí cuando vino a decirme eso era, precisamente, una nota para él… acompañamos a un triste Gocho –es como se les llama a los habitantes de una zona de Venezuela y el sobrenombre que se había ganado en la gira- a coger su vuelo para Lyon… era momento del último cigarro… caminábamos por fuera de la Terminal… yo te aviso cuando lleguemos, me dijo Antonio… Kike callaba…

Al regresar con el grupo, mi pequeña Nagasaki me llamó… los chicos querían embarcar pero antes querían despedirse de mí… llegó el momento, me dije, ese para el que siempre has tenido una excusa y que ahora parecía no contar con escapatoria… eres lo mejor de la gira, me dijo uno de ellos, hablo en nombre de todos… mantuve el tipo… poco después me tocó escuchar cómo me agradecían todo… agradecer, me pregunté a mí misma, yo les agradecía a ellos que hubieran aparecido en mi vida… en el momento preciso… con tantas cosas de esas que no se pagan, que no se compran… que simplemente existen sin explicación… pero que se te quedan tan registradas en la mente como lo hace un olor… Alfredo me devolvió el silbato y me abrazó… espero verte en Venezuela, me dijo… ojalá sea así, pensé… seguí despidiéndome de los chicos… con un “nos hemos enamorado todos de ti” se me escapó la primera lágrima… con el abrazo de Gabriel la segunda… sigue así, le susurré, sigue componiendo y en cuanto tengas grabada “Barquisimeto” envíamela… me sonrió de medio lado… comenzaba a notar ese saco de piedras que es la tristeza cuando no quieres que algo suceda… y entonces, en ese preciso instante, apareció Kike… me miraba de soslayo… me miraba como sólo me había mirado la tarde antes cuando hablamos de que la gira se terminaba… recordé una conversación insomne en Sant Boi… es emoción pura, como yo… también se guarda gente en el bolsillo del corazón… y antes siquiera de acercarme a él, sabía lo que iba a pasar… al abrazarle, me quise morir… es curioso, me decía para mí, apenas te conozco y simplemente no quiero que te vayas… ahorra para venir con tu mochila, le dije… te voy a extrañar mucho, me susurró… creo que si en ese momento no llega a marcharse, nos habríamos puesto a llorar como dos magdalenas…

Mientras veía cómo entraba en el control mirándome con una cara de inmensa tristeza, decidí no avanzar más… quedarme en la retaguardia… ya había pasado por algo que nunca hago y no quería verlo más… ver cómo se iban desde lejos… y entonces, sucedió lo inesperado… quién ya se había despedido volvió para darme un beso diferente a todos los anteriores… nos vemos pronto, sonrió… Nagasaki tampoco podía soportar más la despedida… vámonos mi gata, me dijo… caminábamos por la Terminal mirando de cuando en cuando hacia atrás… con la vista fija en el suelo… sabiendo que esos “dolores de cabeza” se marchaban… sintiendo ese calor inmenso que nos habían dejado en apenas dos semanas… de la manera más gratuita de todas… simplemente, porque sí…

Sigo repartiendo pedacitos de mí… ahora, quizás, uno esté al otro lado del mar… en una ciudad que, para mí, suena a percusión y a instrumentos de viento de metal… en un lugar que tan sólo he visitado a través de Google Earth mientras hacía de ojos de quien no veía en una noche cálida de junio… un trocito de Venezuela al que, no sé cuándo, sé que desearía regresar… si no cruzando el mar, me conformo con que sea esperando en un aeropuerto…

1 comentario:

Con MiArte Tengo dijo...

No tengo palabras para describir lo que siento al leer esto pero solo queria que lo supieras...