martes, 9 de junio de 2009

Cara A, cara B

Los seres humanos somos como las cassettes… sí, esas cintas de toda la vida que ahora mismo son casi una rareza… mi generación se crió con ellas… con canciones de Julio Iglesias, Madonna o cualquiera de las que tuviera tu padre en el coche… recuerdo veranos con Carlos Cano, con la cinta de canciones colombianas entre las que estaba una que hablaba de una iguana que llevaba ruana –un poncho típico colombiano hecho con lana-… formaron parte de nuestras vidas y se vendían en gasolineras… estaban por todas partes… era “la caja de las cintas”… un amplio repertorio de todo un poco que hacía más llevaderos los viajes en un coche en el que el aire acondicionado consistía en bajar las ventanillas… recuerdo, incluso, el chasquido de la cinta al terminar una cara… en los últimos tiempos, incluso, teníamos auto reverse… todo un invento de la técnica…

A medida que crecías, comenzabas a tener tus propias cassettes… te comprabas cintas vírgenes en el supermercado para poder grabarte las canciones de la radio… bienaventurados los niños de hoy porque existe Internet y tienen el Emule… de aquélla tenías que estar pendiente del aparato de radio para que, cuando empezaba “tu canción”, le dieras rápidamente al REC y al PLAY a la vez… recuerdo que me fascinaba una canción que hablaba de que alguien esperaba en el límite del bien y del mal… hasta que el locutor me pisaba el final y me moría de la rabia una y otra vez… las cassettes se podían reciclar y grabar encima… llegaba un momento en el que la cinta era una auténtica superposición de canciones… de trocitos de su padre y de su madre que impedían escuchar correctamente la canción… poner la etiqueta y escribir lo que tenía te daba un buen rollo increíble… a veces pintaba flores… las mismas flores que pinto ahora a menudo al hablar por teléfono… cuando habías machacado tanto la misma cinta que ya era inaudible, el mayor placer era sacar toda la fina película de dentro de la carcasa de plástico… te entretenía, te parecía que aquello tenía una barbaridad de metros de cinta… hacías una montañita, jugabas con la fina tira tratando de que no se rompiera… y sin embargo, antes o después, siempre se rompía… pero lo mejor era cuando te comprabas “tu primera cinta”… tuya, nada más… a mí me la trajeron los Reyes con “Descanso Dominical” de Mecano… la mirabas una y otra vez… no tenías que escribir la etiqueta, estaba impresa… la mimabas muchísimo y no parabas de escucharla… te daba una rabia horrible cuando el plástico de la caja empezaba a rayarse…

Sabías diferenciar cómo meter la cinta para que grabara la cara A –siempre era la primera que grababas… era el orden… teníamos mentes mucho más prácticas y obvias entonces… y, cuando era original, siempre empezabas a escucharla en esa cara… en la A… porque era donde estaban las mejores canciones… las que habías escuchado tantas veces con la radio… esas canciones con grandes ritmos… letras que te sonaban a gloria… las mejores composiciones de la cinta, sin duda… siempre en la A, en la primera cara… el chasquido de la cinta al terminar una cara era sin duda una señal premonitoria… llegaba la otra cara… la de las canciones que no te gustaban tanto… la B… esa en la que tan sólo lo que escuchabas era la mejor manera de volver a la A… cuanto antes se termine, pensabas, mejor… era una cara de trámite… chunga de pelotas… con las peores canciones… las más feas… es curioso, de aquélla me parecía fascinante que la película de cinta tuviera dos caras… que, pese a ser el mismo rollo, podía leerse dos maneras diferentes… distintas sólo en función del lado en que miraras… ambas en una… la misma cinta, sí… pero dos mensajes completamente diferentes…

Somos pequeñas cassettes, sí… algo curioso de afirmar cuando, hoy por hoy, ni siquiera puedes escucharlas porque el CD le ha quitado su lugar… pero me siento como una película de cualquier cinta no virgen… con dos posibles lecturas… con todo ese maravilloso repertorio en una cara y el jodídimo del otro lado… con metros y metros de pedacitos de vida que grabar sin tener que apretar con dos dedos simultáneamente en dos botones… lástima que, pese a sobreescribirse, siempre permanezca algo de la canción anterior... ninguna cassette sería auténtica si no tuviera pedacitos de lo que hubo antes...

No hay comentarios: