lunes, 15 de junio de 2009

Lisboa la nuit... y en fiestas

Me vine a Lisboa para reencontrarme con una amiga… una que, pese a estar, físicamente se encuentra lejos… en otra ciudad, habitando este extraño País de las Bragas que a mí no deja de desconcertarme… vive su propia aventura vital y, quizás por eso, decidí venir de nuevo a compartirla con ella… aunque fuera por unos días… nos vamos a la playa, me decía, y luego a las fiestas de Lisboa… no me imaginaba que sería así hasta que aterricé… después de una tarde de playa y de darle a la sin hueso sin parar, nos surgió un plan que sonaba genial… para empezar, implicaba coger un ferry para cruzar al otro lado del Tajo… un río que aquí parece un auténtico mar… mientras mi amiga se preocupaba por si no me parecía bien el plan, yo sólo disfrutaba pensando en él… algo diferente de nuevo Fátima, me repetía, y la cosa empieza viendo esta ciudad de noche y desde el río… y con ella… mejor imposible…

El destino era un pueblo llamado Casilhas… al poner un pie sobre el ferry, comencé a notar el bamboleo… o yo me estoy mareando, pensaba, o esto se mueve muy mucho ya de primeras… después de subir a la cubierta y sentarnos en su terraza, la cosa pareció mejorar…se veía el puente 25 de Abril completamente iluminado… fue lo que más me impresionó la primera vez que vine a visitarla… la anchura del río, lo increíble del puente… vimos incluso un tren pasar… se ha habilitado un carril en paralelo y por debajo de donde circulan los coches… las luces de las ventanillas se veían correr hacia el centro de Lisboa… la gente cruza en dirección contraria, pensé, y sin embargo nosotras ahora mismo vamos al revés… descubrí que siento una inmensa satisfacción llevándole la contraria al mundo… rebelándome contra lo que hacen los demás… haciendo, simplemente, lo que me apetece hacer en cada momento… con el fresquito del agua llegamos al otro lado… nos esperaban unos nuevos amigos de los que mi amiga me había hablado mucho… nos recibieron con dos grandes sonrisas y una planta de albahaca…aquí es una tradición de la noche antes de San Antonio… se les regala -a las mujeres que se quieren casar- una planta… mi amiga puso su tradicional cara de circunstancias ante la situación… a ti no te hemos traído, me dijo ella, porque a ver cómo te la llevabas a Madrid… me reí… no hacía ni falta… yo ya me casé en abril y repetir, francamente, no me apetece… me descojoné… la vida es cuestión de reírse…

Las calles del pequeño pueblo en el que acabábamos de desembarcar estaban llenas de música que procedía de un escenario… gente cenando en terrazas… barbacoas de sardinas a lo largo de la calle… para mí Lisboa olía a carbón y a pescado… me gustó nada más llegar ese ambiente de fiesta… de encuentro… de una tradición de años y años con algo tan simple como son unas simples sardinas… mis nuevos amigos extrañamente desconocidos eligieron el lugar… jugaban en casa… ella era una mujer con una sonrisa que derretía, él un hombre delgadísimo que decía haber aprendido “español de las obras de Málaga”… me reí cuando comprobé que se trataba de un portugués hablando al más puro estilo andaluz… cuando pidió un cafelito, sólo pude descojonarme de la risa… entre sardinas, risas y un increíble esfuerzo por su parte comenzó a irse la noche… la cena duró cuatro horas… horas de hablar sin parar de todo, incluso de fotografía… un tiempo más que suficiente para decidir que aquélla pareja era tan encantadora y tan divertida que tanto a mi amiga como a mí no nos iba a vencer el cansancio… con la planta bajo el brazo, volvimos al centro de Lisboa con un taxista que apuraba cada frenada al máximo… tanto que casi me quedo sin dientes en un par de ocasiones… la conducción portuguesa no es el fuerte del país, pensé, no cabe duda…

Nos bajamos en Alfama… la calle estaba inundada de gente… más sardinas…mucha cerveza a un euro… música cantada en portugués… comenzamos a subir una calle estrecha… con las casas encaladas en blanco y amarillo… con ese pavimento de adoquines que caracteriza la ciudad pero que acaba con las piernas… a los lados improvisadas terrazas… la gente subía y bajaba entre ellos… curioso… nada comparado con ese momento en el que descubrí algo que mi amiga me había contado… la gente abre sus casas, me decía con uno de esos gestos de “mucho ojo muy abierto” tan suyos… te tomas algo allí viendo su salón… efectivamente… en la estrechez de esas calles me fijé en que una pareja había colocado una barra en lo que era la ventana de su cocina… podías ver la casa por dentro… despachan sin salir de su hogar, pensé, este país es realmente peculiar… al llegar al final de la calle apostamos nuestros culos contra el capó de dos coches… del extraño local frente al que estábamos salía música de The Cure… ya sólo por eso era nuestro sitio… detrás de la barra, el único gay loco que he visto en un país ultra conservador para eso… dejamos la planta sobre uno de los capós, nos iba a servir de improvisada barra… entre cervezas y tabaco, comenzamos a charlar… Debora increíble, un auténtico volcán en cuanto a carácter… Joao tan delgado y con frases tan maravillosas como que es mecánico de ovnis… mi amiga feliz disfrutando de la noche… pronto me di cuenta de que esa pareja desconocida para mí ya quería a mi amiga… simplemente por ser cómo es… por ser ella, sin más… la cuidan, pensé… reconozco que me quedé mucho más tranquila… mi gen madre, qué le vamos a hacer… supongo que el mismo que tiene ella conmigo… me hace gracia… con nuestras circunstancias, resulta todavía más irónico…

Las horas comenzaron a correr… sin darnos cuenta, eran las cinco… Joao seguía siendo un espécimen a estudiar… ninguna de las tres logramos entender cómo coño es capaz de almacenar tanta cerveza en un cuerpo tan pequeño sin morir en el intento… nos dobló, qué le vamos a hacer… comenzamos el camino de vuelta… primera parado, un puesto de panes de chorizo… aquí es lo más normal al volver de marcha, me contaba mi amiga que todavía no había perdido su planta… y cuando vi que el camión llevaba incorporado un auténtico horno de pan, simplemente flipé… caminábamos en busca de un taxi sin éxito… comíamos el pan caliente mientras Joao se empeñaba en explicarnos que tiene cuerpo de maratoniano keniata… mirando los 40 kilos que debe pesar, la verdad, nos descojonamos de la risa… comenzó a hacerse de día mientras recorríamos el camino de vuelta a casa… me quedé fascinada con la luz… diferente al amanecer de Madrid sin duda… extrañamente luminosa pese a ser de noche y no haber roto del todo el día… Debora me hablaba de la arquitectura de los edificios que veíamos… Joao hablaba cada vez más “andalú”… mi amiga se reía medio agotada –como yo- con la caminata…

Nos despedimos casi al lado de casa después de cazar a lazo un taxi… mañana os llamo, me dijo ella con ese casi perfecto castellano sonreído… Joao se despidió de mí dándome un beso en la mano… te esperamos pronto, me dijo… seguimos el camino de vuelta a casa comentando las 20 batallas de la noche con las que nos habíamos descojonado… ya era de día… me gusta esta ciudad, pensé mientras me metía destrozada en la cama… me ha gustado esta extraña noche que huele a carbón, a pescado y a muchas sonrisas… la mejor de todas, sin duda, la de mi amiga… mi pequeña perlas que ya, por fin, sonríe en este extraño país tan parecido y tan diferente a la vez...

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