sábado, 3 de octubre de 2009

Ricardo, corazón de mazapán

Cedí a las presiones de esa pequeña Juana de Arco que tengo en mi vida… me dolían los ovarios y los riñones como si me los fueran a arrancar… pero ya estaba en la calle… ya había salido para ver a unos amigos que venían a Madrid de fin de semana… a un mini encuentro “pueblo” que se había organizado en un ratito… ya estaba en Chueca, había salido… y, pese a todo, no perdía nada por quedarme un rato más… vente al Gris, me dijo su amigo Ricardo con carita de puchero, un ratito… al salir del bar donde estábamos, me encontré a un compañero de la Universidad… nos paramos a charlar… es curioso, sólo me lo encuentro por la calle en el barrio porque somos vecinos… hacía mucho que no le veía, quizás porque yo estuve mucho tiempo fuera de combate o él más perdido de la cuenta… me habló de que está estudiando japonés como carrera universitaria… me reí… era un personaje curioso al que, desde que le conozco, le tengo cariño… uno de esos que, pese al paso de los años, sigue haciéndote ilusión encontrar… con una promesa de intentamos vernos sin que sea de manera casual, nos despedimos… me encaminé hacia el “Gris”, un garito en el que nunca había estado...

Nada más entrar, me gustó la música… diferente, me dijeron que de lo más alternativo de Chueca sólo unos minutos después… pedí una cerveza mientras charlaba con ese amigo de mi amiga que yo ya conocía de años atrás… hasta ahora, sólo le había visto sufriendo el frío de las noches de la montaña… era la primera vez que le veía en territorio de asfalto… es curioso, nos tenemos un cierto cariño sin apenas conocernos… tan sólo por ese tiempo que hemos vivido a través de una amiga en común… el día que le conocí, le puse su etiqueta… es demasiado encantador para ser heterosexual, me dije… de aquélla, mi brújula estaba bien imantada… comenzamos a charlar en mitad del garito mientras me contaba su historia… la de su herida… una que le toca la fibra sensible desde hace más de un año… la de una relación a la que no logra pasarle la goma de Milán por encima… me sonreí… estamos estupendos, me dijo mirándome y mirándose de arriba abajo, y nos merecemos algo estupendo… gran teoría, pensé… eso sólo tiene una pega, le dije… un “que tienes que creértelo” salió de mis labios mientras le apoyaba la mano en el hombro… sonrió… es curioso, me dijo mirándome fijamente, eso ya me lo dijiste este verano… sonreí… no era quién para venir a robar a la cárcel de las inseguridades absurdas… de los auto-desprecios a los que a veces nos sometemos los seres humanos… uno del que somos responsable único cada uno… yo he sido la reina de ellos y está claro que mi compañero de nocturnidad era uno de mis súbditos incondicionales…

Me escuché dándole consejos, tratando de darle al stop del libro de auto ayuda que me comí hace meses para desayunar y que todavía me dura… era la primera vez que ese hombre de metro noventa de altura y pinta de hombretón duro me hablaba a corazón abierto… del machismo del ambiente gay… de lo que implica mantener una relación durante años con otro hombre que salía con una mujer… de lo que se siente cuando, al hacer pública entre su gente su condición de homosexual, fue el primero en darle la espalda… me habló de lo cansado que estaba del extraño mundo de las relaciones humanas… no quiero encontrar a alguien para una noche, me decía con una pizca de rabia, sé que tengo mucho que darle a alguien… lo decía con una ternura absoluta... sabía que se lo merecía, de manera rotunda… pero le fallaba lo mismo que nos falla a todos… la suerte de encontrar de nuevo su momento para poder echarle tierra a esa otra vida que ya se fue… pasó un moreno que no pasó desapercibido pese a la conversación para ninguno de los dos… le miramos, nos miramos… nos reímos…

Seguimos charlando… de todo y de nada… riéndonos… sabes una cosa, me dijo él, de gustarme las mujeres serías mi mujer ideal… le di las gracias… no me conoces Ricardo, le dije subiéndole corriente a esa verja de espino electrificada que yo misma recargo de cuando en cuando para auto-flagelarme las neuronas, a lo mejor si lo hicieras te sorprendería cómo soy… sonrió una de sus enormes sonrisas de hombre enorme… eres encantadora y tienes algo especial, me dijo mirándome fíjamente, para saber lo que eres no hace falta conocerte pero tienes que creértelo… reconozco que me avergonzó su respuesta… su manera de decirlo… dándole un pellizco a mi corazoncito, sabiendo que se lo estaba dando… jamás pensé que un tío con su aspecto de hombretón pudiera decir algo así, pensé, supongo que ese tipo de afirmación dicha de esa manera sólo puede salir de la boca de un gay... si yo pudiera, me dijo al rato en un tono de golfo redomado… de no saber que es un gay convencido, de verdad, habría empezado a preocuparme… bromeamos sobre el inminente desastre que sería una situación así de plantearse… miraríamos a los mismos hombres, le decía yo con mucho cachondeo… mi amiga se sumó a la broma… sé que es un tópico, le dije, pero los hombres sois muy difíciles… lo somos, afirmó él rotundo, lo peor es que siempre decimos que no pero es mentira…

Volví a casa con una media sonrisa… habiendo compartido un ratito con ese gran hombre que se había puesto colorado cuando le dije lo guapo que estaba con camisa, que había sonreído enormemente al recibir el piropo sincero… descubriendo que tiene un corazón de oso amoroso dentro de sí... blandito pese a ser fuerte, tierno por su manera de ser... volví a casa habiéndome sentido halagada por un hombre que sé que no mira a las mujeres aunque, durante años, haya tenido que fingir que lo hacía… encontraremos lo que nos merecemos, me dijo poco antes de despedirnos… sonreí al recordarlo en casa… supongo que la vida tiene un plan para él... otro para este barco pirata… y, simplemente como le dije mientras nos tomábamos una cerveza, las cosas pasan cuando tienen que pasar…

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