lunes, 26 de octubre de 2009

Mi entrada en los "treinta"

He cumplido esos treinta de una manera completamente distinta… en Barcelona, con parte de mi gente de manera física… con un viaje de piradas, un “feliz Vueling” a las siete de la mañana… paseando por el Gótico con mi prima tan temprano que casi no había nadie, recordando un viaje de cuando éramos crías, de unos días juntas por su ciudad… disfruté de esa sensación de paz caminando por las calles vacías… de una manera increíble, con una intensidad egoístamente personal… tengo un enorme álbum de recuerdos increíble de esa ciudad, quizás por eso me gusta tanto desde pequeña… volver me recuerda que no me importaría vivir en ella… desayuné hasta tres veces en una mañana… volví a ese bosque de las hadas que me fascina, descubrí que su otra mitad es un universo de papiroflexia… me pateé esas Ramblas que siempre me gusta recorrer… las subía pensando en la locura… en esa que comenzó una tarde con Pons, mi inseparable escudera… pensando en ese cumpleaños al que había arrastrado a mis amigos… ese que rompía con todo lo que había hecho hasta entonces… una manera distinta de entrar en mi treintena… una sonreída manera de hacerlo… me tumbé al sol en un banco de la plaza de la Universidad, mientras esperábamos para comer a parte de esa panda de familia elegida que decidió acompañarme en ese tránsito que ahora me resulta un chiste… después de una sesión de tiendas en busca de los zapatos perdidos de la rubia… con Naia como adalid de la talla 42… nos sentamos a comer mientras Pons encontraba su alma gemela botánica en una pareja de amigos… pidiendo sin saber qué pedíamos en un Frankfurt de cerca de Plaza Cataluña, con el cachondeo del camarero porque yo sólo dije un “yo lo mismo que ellas” cuando ellas –Pons y Naia- habían pedido dos cosas distintas… con mis primeros regalos, con la vergüenza que me dan ese tipo de momentos… con esas extrañas conversaciones con un amigo con el que sufro siempre el síndrome de la risa floja cuando me suelta su tan particular “tú quién eres”…

Entré en mis treinta después de una tarde acelerada en busca de zapaterías fantasma… una tarde en la que opté por acompañar a la rubia y a mi prima poniendo a prueba mi propia resistencia física… del viernes al sábado, sólo dormí dos horas… y en vez de descansar, opté por dejarme llevar por ese rato de tiendas sin siquiera aparcar el coche de Miriam… he descubierto, que con 20 o con 30, sigo retándome a mí misma para mantener esa fama de incansable que tengo… tuve, cómo no, mi mano a mano particular con la rubia… en la acera de enfrente del hostal… yo con mi octavo café del día, ella con una coca-cola… una luna creciente en el cielo se colgó para acabar con un precioso día de sol mediterráneo… me vestí a toda velocidad en un hostal que sólo se parecía a lo que habíamos visto por Internet por los cabeceros de la cama… compartiendo un rato de confesiones -mientras trataba de maquillarme con un pulso digno de un ladrón de panderetas de tanto café- con mi escudera particular y la que después se convertiría en Little Madonna… distinguiendo situaciones… articulando sonrisas…

Entré en mis treinta después de coger un taxi porque llegábamos tarde a nuestro encuentro con el resto de la trouppe… con un taxista que estaba loco por charlar con alguien… uno que lo mismo comentaba de Gran Hermano y de Mercedes Milá, que nos contaba que él jugaba al fútbol o que decía sin pudor alguno que está casado con una catalana “muy catalana”… le acompañé en el asiento delantero mientras íbamos hacia Hospitalet, disfrutando en primer plano de Barcelona de noche y en coche… llegamos al lugar fijado para la cena que mi primo Txema, timing en mano, había organizado… un lugar en el que hablábamos, nos reíamos, comentábamos mientras cenábamos antes de ir al concierto… después de contestar dos veces que no quería postre, entendí por qué había quien estaba insistiendo en cebarme… se apagó la luz, me cantaron cumpleaños feliz, la camarera apareció con dos velas… un 3 y un 0… me quise meter debajo de la mesa de la vergüenza… ahora me río… no tengo ninguna para muchas cosas, pero cuando soy el centro de atención la tengo toda… aún estando entre mi gente… las soplé… me regalaron un enorme tablero de parchís que es una tarjeta de crédito para que me compre lo que me apetezca… me he comprometido a grabarlo para que puedan ver la cara de la dependienta cuando despliegue esos 15x10 centímetros que mide y que, pese a todo, son dinero de plástico…

Entré en esa treintena bendita en un lugar llamado “Sala Salamandra”… iba a entrar en mi treintena escuchando a esa gente que ha sido mi banda sonora original de este año 29 de mi vida… esa gente que identifico con un viaje a Palos con Pons, con muchas tardes de conversaciones… con ese RIFI construido gracias a Iñigo y esos seis meses de compañeros de piso que fuimos, esa amistad tan increíble que surgió entre nosotros… esa música es Colombia, mi tía Adelia y ese mundo que ella lidera… la que escuché cada día cuando estuve allá, cada día que, todo lo que implica ese país, le dio cuerda a mi reloj y le puso un montón de tiritas a mi alma… un empujón de mis padres para sacarme del extraño mundo en el que había vivido… a veces me pregunto cómo sería este mismo día si eso no hubiera pasado… si no me hubiera subido a ese avión con ese Lagarto Amarillo en mi iPhone –puto iPhone-… esa misma música me acompañó cuando descubrí a mi peculiar tribu, a ese mundo de músicos que vive al otro lado del océano y que me regaló tantas cosas sin ser consciente… al que tengo a este lado con mi bomba particular… a unas tardes por Lisboa, a las sonrisas y las lágrimas… es curioso… inventarié mis recuerdos, esos que identifico tanto con esa música, cuando empezó el concierto…

Entré en mis treinta escuchándoles cantar “ahora lo veo distinto”… con el abrazo de otra treintañera, de esa que tanto empeño le puso a que mi cumpleaños siguiera esa frase de Lagarto… con una charla en una terraza de Hospitalet entre amigos… con esa sensación de verlos a todos allí porque yo cumplía años… aguantando la música infernal de la sala –para más INRI, para no fumadores- a la que fuimos a parar… con mi primo Txema y Naia proponiendo asaltar la cabina del DJ y poco más que matarlo… aguantaron estoicamente, todos ellos… habían decidido acompañarme de verdad… entré en mis treinta batiéndonos en retirada a las casi cinco de la mañana… después de una conversación absurda con Jordi en la que ni yo le entendía a él ni él a mí pero no podíamos parar de reír… después de una despedida rápida en la puerta del metro, de volver al hostal escorándome hacia la derecha… de soltar una carcajada en mitad del silencio más sepulcral… después de sonreír a un mensaje no leído en la BlackBerry hasta ese momento, pero esperado…

Entré en mis treinta de la mejor manera que podía hacerlo… sintiendo calorcito en el alma… con un mensaje de mi madre que empezaba diciendo “gatito lindo”… con otro de mi hermana que hizo que se me saltaran las lágrimas… con uno de mi prima, de mi pequeña Juana de Arco… riéndome… disfrutando de un espacio, de una ciudad que me fascina… disfrutando del cariño de los amigos… de una rubia que está encantada de que en el cielo no existan distancias y que estuvo por última vez en Barcelona conmigo en mi otra vida… una que vi feliz –pese a no encontrar sus ansiados zapatos- por verme a mí feliz… de una amiga de una amiga que, sin gustarle Madonna, se ha quedado con ese nombre… una que me he guardado en el bolsillo de los amigos ya hace tiempo… de esa amiga que no sólo apostó por esta locura sino que además siempre apuesta por todas… esa que durante ese 29 año de mi vida me ha rodeado de flores, surrealismos varios y muchísimo cariño… entré en mis treinta acompañada de mi prima, esa que siempre me alegro de ver y que tiene esos momentos tan Mimi suyos… esa con la que hemos quedado en repetir un encuentro para primeros del próximo año, con la ilusión por volver a vernos… lo hice con ese amigo que persigue dragones y quiere disfrazarse de perro, con ese cariño casi fraternal que siento por él aunque siempre que me vea se dedique a charlar conmigo mientras me tira del pellejo de los codos… ese punto terriblemente Ally McBeal me preocupa, pero forma parte de su encanto… entré en mi tercera década con otro amigo de un amigo que llevo hace años en el bolsillo… con ese pirado de las plantas que forma parte de un comando similar al “Gnomo de jardín” mío pero en versión Barcelona… a su compañera de la vida, esa que me gusta tanto pese a haberla visto físicamente sólo dos veces… la que tuvo una frase única para felicitarme por mi cumpleaños y a la que sólo pude contestarle el gracias más sincero que he dicho nunca… cumplí treinta con mi primo y su mundo, con su cuadricule binario y sus momentos mágicos en los que decide ponerse a cantar “Campanera”… con lo mucho que me gusta abrazarle por la calle…

Entré en mis treinta rodeada de cariño… de calor… de una parte de mi familia elegida físicamente conmigo… de otra parte desde la distancia… de sorpresas en la madrugada de la pantalla de mi teléfono… lo hice con una sonrisa en la cara… interminable… constante… lo reconozco, estaba feliz… entré en mis treinta feliz… no puede haber mejor augurio…


No hay comentarios: