viernes, 16 de octubre de 2009

Ella y el número

El sol entraba por la ventana… inundándolo todo… llenándolo de un calor desconocido para las fechas del año que eran… septiembre tocaba a su fin… dándole el pistoletazo de salida a una cuenta atrás deseada… asustada… odiada y querida a la vez… una cuenta atrás ridícula de manera racional, crítica a nivel emocional… pasó revista a esa lista mental previa al momento… a esas notas que tenía apuntadas entre las neuronas… es ridículo, pensó, mi vida no va a cambiar en un día… por un solo día, por un solo número… conscientemente lo sabía… pero, pese a tanta racionalidad, esa lista permanecía en su mente… con muchas tareas cumplidas subrayadas en amarillo… con otras muchas pendientes… tan pendientes que pesaban más que las cumplidas…

Miró a través de esa ventana… dejando que el sol le calentara la cara… con los ojos cerrados… dejando que la música se le metiera en los oídos mientras notaba ese calor… había una tarea perpetua… una que pesaba, pisaba y estorbaba más que ninguna otra… una que no dependía sólo de ella pero que sentía necesaria… el concepto de paz es tan relativo, pensó, pero yo tengo el mío propio… hace meses supo gracias a San Google que ese número que había marcado tantas veces no existía ya… que ese que vio tantas veces en la pantalla de su teléfono había muerto… es curioso que las personas a veces nos liguemos tanto a un número… a algo que existió y que ataba un lazo invisible… uno que, aún no estando atado, existía… ahora sabía que incluso eso se había roto… un número desaparecido… cuando lo supo en su momento, sintió tristeza… lástima… pena… sin embargo, asumirlo fue cuestión de días… nunca más sintió la necesidad de buscarlo en la agenda… nunca más sintió la necesidad de marcarlo en un teléfono… ni siquiera decidió anotar ese nuevo número que veían sus ojos… ese otro número que la conectaba con el pasado… para qué, se dijo…

Pero la única manera que existía de zanjar su tarea pendiente era volviendo a hacerlo… mismo destinatario, distinto número… el de una casa que conocía, en la que incluso se imaginó un día viviendo… lo marcó consciente de que se la estaba jugando… sabiendo que la partida de cartas era diferente pese a todo lo demás… necesito pasarle el fluorescente mental, pensó… después de dos tonos, al otro lado se levantó un auricular… con un hola y un qué tal, creyó incluso que su interlocutor no sabía con quién hablaba… habló tranquila, se sintió tranquila… sabiendo que zanjaba esa tarea que tanto la había perseguido… argumentando normalidad… pacificando una situación a la que todavía no le encontraba motivo de guerra… sembrando flores en mitad de la destrucción que había precedido a la tragedia… tan sólo porque para ella era necesario… quizás porque, simplemente, sentía que tenía que hacerlo así…

Colgó sabiendo que había pasado el fluorescente a eso que tanto la perseguía… un gesto que no cambiaba nada pero que, para ella, cambiaba sustancialmente esa lista mental… colgó creyendo en lo que había hecho… en esa paz que le había dejado sentirse humana, sentir una mínima humanidad… dejó que el sol siguiera calentándole la cara… sin pensar en nada… tan sólo sonriendo… escuchando esa música que la acompañaba… sintiendo que se había quitado un peso mental de encima… uno que llevaba ya demasiado tiempo con ella… no tenía claro si era más libre o no… tan sólo unos minutos después se dio cuenta de que sí lo era… porque sólo unos minutos después borró de la memoria del teléfono ese número que la conectaba con ese pasado… ese único número que no se sabía porque nunca lo aprendió… ese único número que la seguía conectando con ese otro lado del mundo… se sintió libre sabiendo que así ella también rompía su propio lazo… tachaba en su propia lista… tiraba al mar una llave que nunca recibió y que ahora ya no le importaba… una de tantas llaves tiradas como parte de esa lista de cosas pendientes…

Todo tiene una banda sonora...



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