domingo, 18 de octubre de 2009

Amar en tiempos de sábado

Mirando por la ventana, decidí darme una tregua… latinear desde la sobremesa parecía un gran plan… llego para el café, le dije a esa gran amiga a través de un sms… quería verla, quería ver a sus amigas… a esas que siempre preguntan por mí y a las que durante mucho tiempo di esquinazo… me puse en camino sin pensarlo, dejándome guiar por la inercia de una soleada tarde de octubre… hice una de las cosas que más me gustan en esta ciudad y que hacía mucho tiempo que no hacía por una cuestión de economía… coger un taxi… disfruto con esos paseos por esta ciudad que odio tanto como quiero… disfruto de esos paseos, sobre todo, por la charla con el taxista… son el mejor termómetro de Madrid, lo sé desde mi otra vida… hablar con ellos supone una parte importante de este estudio sociológico constante que siento necesario hacer… la fiera que vive dentro de mí se alimenta de esas historias ajenas… de esos retazos de vidas que otros me cuentan pero que, por lo que sea, me alimentan…

Calculé el importe mentalmente desde el lugar donde estaba… no llegará a cuatro euros, me dije… a la luz de verde le siguió alzar mi brazo… la radiografía era clara… en la treintena entrada, vestido con camisa y pantalón chino… el coche olía a colonia de hombre… lo supe antes de que él me lo contara, el taxi era una salida temporal a esta situación de crisis general… si alguien me preguntara el por qué lo sé, no sabría explicarlo… quizás, simplemente, porque los taxistas son una raza aparte de este Madrid que he analizado con calma y que conozco muy bien… después de decidir el mejor trayecto para evitar la manifestación anti-abortista, empezamos a charlar… llevaba 22 días en el taxi… la empresa de artes gráficas donde trabajaba había cerrado para solventar uno de los múltiples chanchullos que le dan mal nombre –con razón y por desgracia- a la empresa española… me preguntó a qué me dedicaba, dio por supuesto ante mi respuesta que conocía de qué me hablaba… me habló de esas personas que creen que, por subirse a un taxi, hablan con un esclavo… esas señoras que te tratan como si fueras una mierda, me dijo él, y creen que son muy educadas… esa es la diferencia entre tener clase y ser un piojo resucitado, le dije… se giró para mirarme… me gusta cómo piensas, me dijo, ojalá tuviera más gente como tú en el taxi… le indiqué donde tenía que dejarme, descubrimos cuando le dije mi destino que podía haberme dejado más cerca… le oculté que mi intención era caminar el último trecho pero argumenté –que también era real- que no centraba bien dónde estaba el lugar… no sé por qué empezó a hablar de su mujer… yo no sé qué pasaría con mi vida si me divorciara, me decía con cierto miedo, creo que no podría vivir sin ella… sonreí… podrías créeme, le dije sonriendo… no pienses mal porque estoy casado, me dijo mientras me cobraba, pero estoy por darte mi teléfono para poder seguir charlando contigo... me reí, me avergonzó… seguimos charlando, con el taxímetro parado en esos 3,5 que había calculado mentalmente y con la puerta del coche abierta… eres guapa y simpática, me dijo él, así que enamórate que te lo mereces seguro… que tengas mucha suerte, le dije justo antes de cerrar la puerta… sonreí… a veces, sentir un poco de calorcito es tan barato como ser personas incluso tratándose de un desconocido…

Llegué al punto de encuentro en el momento de los chupitos de crema de orujo… era la tercera ronda para todas las demás, el primero y único para mí… las amigas de mi amiga me dijeron lo guapa que estaba, lo mucho que me había crecido el pelo… la única china –persona- de mi vida me espetó un sonoro beso en la mejilla acompañado de un abrazo… la conocí en un mal momento de mi vida pero entre nosotras siempre había habido mucho feeling sin apenas conocernos… sabía que pasaba por una mala racha, la habían dejado… creo que el lazo de la solidaridad de los corazones rotos es mucho más fuerte que cualquier otra cosa… el hecho de que se hubiera sumado a la comida de amigas era casi, casi un momento histórico… mientras pagaban e iban al baño, la única china auténtica de mi vida se sentó a mi lado para contarme que su ex la había empezado a escribir… que, cosas de la vida, iba a volver a verla y que tenía miedo… la escuchaba viéndola sonreír por esas misivas que leía en un ordenador… por un ramo de rosas enviado sin tarjeta que recibió el día de su cumpleaños… si ni siquiera me gustan las flores, me decía sorprendida, pero no sabes la ilusión que me hizo recibirlas… estaba tan emocionada como acojonada por esas frases que la acercaban a ella, a esa mujer que no se decidía a terminar del todo con lo suyo pero tampoco a continuarlo… conocía la situación, quizás por eso me lo contaba a mí a modo de confidencia… sufría una distancia, una ruptura… una salida del armario… demasiadas cosas de golpe, pensé… demasiadas para cualquiera que se estrena, además, en la sensación de amar a una mujer y a la vez en la sensación de tener una relación… de enamorarse… de que la abandonen… y todo por primera vez…

Nos trasladamos hasta una terraza de La Latina… una de la que tengo incluso fotos de una mañana de domingo… había una boda en la iglesia próxima, aplaudimos a la novia… criticamos el chaqué del novio, que le quedaba grande… comenzaron a hablar sobre la posibilidad de casarse, sobre la decisión o no de hacerlo en un hipotético caso… me quedé callada… era una guerra que formaba parte de este año de metamorfosis y con la que ya había firmado mi propio tratado de paz… después de un Baileys, un par de horas de charla y conversaciones sobre cualquier cosa, el grupo se fue disolviendo… mi amiga, la única china –persona- de mi vida y yo optamos por volver caminando hasta Moncloa… aprovechando esa tarde de sol que este monstruo de hormigón nos regalaba…caminamos entre la gente de la Plaza Mayor… prestándole atención a todos esos personajes que hacen su propio show sobre el asfalto de esta ciudad… parándonos a mirar aquéllos que nos sorprendían realmente… disfrutando de esos teatros callejeros con la ilusión de unas niñas… disfrutábamos de ese Madrid del agobio de gente… de esa calle Preciados en la que encontramos a un repartidor de flyers vestido de surfero y con tabla en mano… nos reíamos de una cría de 17 años que le chillón sin vergüenza que ya le podía apuntar su número de teléfono en el flyer que le había dado con una amplia sonrisa Colgate… mi iPhone –puto iPhone- empezó a vibrar en el bolsillo… me llamaba un amigo con el que compartí dos noches el cielo de Acevedo, un cielo que él nunca antes había mirado… finalmente no podía venir a Madrid al partido… pero no me llamaba para eso… me llamaba porque quería contarme que estaba con una chica… sonreí al escuchar la ilusión con la que me lo decía… pero me sorprendió todavía más escucharle decir una frase que hizo que dejara de ver todo lo que había a mi alrededor en esa Gran Vía que bajaba hablando con él… Fa, le escuché decirme con ternura, he encontrado el amor… la frase me martilleó dentro de la cabeza… por la manera en la que me lo dijo… como parte de un suspiro que olía a ilusión, a esperanza… encontrar gran verbo, pensé… me explicaba cómo se sentía, cómo era Belén… sabes lo que te quiero decir, me preguntó al explicarme lo que estaba viviendo… tranquilo, le dije sonriendo, creo que recuerdo lo que es…

Colgué contenta de haber escuchado esa frase… sintiéndome afortunada de escuchar a alguien decir eso de esa manera… única… se me llenó el corazoncito de esperanza, de buen rollo… de una melancolía muy sana… en Moncloa, me despedí de mis amigas después de pasarnos todo el recorrido sin parar de charlar… agarradas del brazo por la calle… volví a casa caminando, escuchando música… me conecté al mundo a través de una pantalla de ordenador… para escribir la crónica de amores de un sábado… y, a través de la pantalla de un ordenador, viví simultáneamente sus dos vertientes… la de la ilusión del flirteo que me contaba una amiga en una ventana, la del hastío y la desilusión que sentía otra de las mujeres de mi vida… se me descolocó el corazón de dos maneras distintas… alegrándome por sentir la ilusión de esa amiga que no paraba de sonreír después de un día especial… sintiendo una terrible pena de saber que esa otra mujer sentía lo que estaba sintiendo… lo que estaba viviendo… me habría gustado poder abrazarla en ese momento y susurrarle que no se preocupara… que la vida, a veces, te hace pasar por episodios de tinieblas… pero que siempre hay que buscar la luz porque existe aunque no lo creamos en ese momento…

Un sábado curioso, pensaba mientras me acostaba, a lo largo de todo el día he estado escuchando historias de amor… de diferentes tipos… con diferentes emociones… algunas absolutamente geniales… otras terriblemente jodidas de vivir… la vida además de ser una aventura única es una jodida montaña rusa… una que es capaz de elevarte a lo más alto o meterte en las profundidades… quizás vivir es, simplemente, así… oscilar entre dos puntos, capeando el temporal en los malos momentos… sintiéndose terriblemente vivo a veces, terriblemente muerto otras…


No sé si es casualidad o causalidad… pero esta es la canción que estaba escupiendo la radio de este barco pirata -Europa FM en ese momento- cuando terminaba de escribir… señal o no, curiosamente es más Bebe… la de otra época, la de mi otra vida… la que, entonces, también me acompañó en una extraña época...


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